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La mañana para mí ahora tenía más color, los pájaros habían dejado de ser ruidos y ahora cantaban hermosas melodías, la brisa fresca había dejado de ser fría y ahora traía consigo un cálido sentimiento de felicidad. Tal vez esto era a lo que llamaban estar enamorada, cada cosa insignificante ahora era preciada para mí, había encontrado una razón para vivir y no lo iba a dejar ir. La noche anterior había sido la más maravillosa de mi vida, después de tanto al fin había podido deleitarme de los deliciosos labios de Sairo, ojalá tuviera una hermana a la cual contarle cómo me siento o una madre que se preocupara por mí.

Desde que Silas había muerto, mi madre había perdido el sentido de su vida, se había olvidado que tenía otra hija a la cual cuidar y dar amor, una hija que también necesitaba de su madre, de su confidente y amiga, pero para ella solo existía Silas y yo me había quedado con el dolor de una hermana y el vacío de una madre. Bajé a la cocina por algo de comer, hoy sería un día maravilloso, había una pequeña feria en las afueras de la ciudad y Sairo me había invitado ¿Qué más le podría pedir a la vida? Él era lo que necesitaba para ser fuerte.

—Mamá —dije sorprendida al verla preparar algo—. Me alegra mucho que hayas vuelto a ser la misma —miré a mi madre con una sonrisa, pero ésta no siquiera volteó a mirarme— ¿Mamá? ¿Estás bien?

—Que cínica eres Silas —susurró, yo la miré confundida—, llegas tarde por estar con tu novia, deberás tenerte más respeto.

—Mamá, yo soy Sailas, no Silas, mi hermana está muerta —musité con enojo.

—¡No! —gritó—. Mi hija está viva, Silas está viva —me miró— ¿Por qué no te moriste tú? Ella es mejor que tú.

No pude evitar sentir mi corazón romperse en mil pedazos, las lágrimas no tardaron mucho en salir de mis ojos perdiéndose por mis mejillas. No pude resistir más y salí para mi habitación, a mí mamá parecía no importarle lo herida que me había dejado, ahora todo tenía sentido, para ella su única hija siempre había sido Silas, nunca me quiso y nunca me querrá. Las horas seguían pasando y yo me estaba muriendo de hambre, pero no quería salir y escuchar nuevamente el rechazo de mi madre.

Al final la hora de salir con Sairo había llegado, me di una ducha, me puse ropa cómoda no muy llamativa y salí tratando de no encontrarme con mi madre. Un delicioso olor a sandwich había invadido mis fosas nasales, rápidamente me dirigí a la cocina y le di un gran mordisco, no había comido en todo el día y no podía controlar mi instinto de alimentación, quería comida y la quería ahora, pero esos deseos se fueron a la basura cuando un fuerte golpe atacó mi mejilla.

—¡Eres una estúpida! El sandwich era para tu hermana —exclamó. Yo solo tocaba mi mejilla sorprendida por la cachetada—. Eres una vergüenza Sailas, odio el día en el que decidí adoptarte.

—No mamá, no digas eso —sollozé—, yo soy tu hija.

—No, mi única hija es Silas, tú fuiste adoptada, no sabes cuánto de odio —chilló con desesperación— ¡Te odio, te odio, te odio!

No pude aguantar más y tomé un cuchillo grande que había encima de un plato, rápidamente mi madre se quedó en silencio mirándome en shock, pero ya había dicho suficiente como para sentirme mal toda la vida. Tomé el cuchillo con ambas manos y lo enterré en el cuello de mi madre haciendo que algunas gotas de sangre mancharan mi rostro levemente maquillado, un grito escandaloso fue lo único que se escuchó en la casa, mi padre estaba en el cementerio y solo éramos ella y yo.

—S-sailas —murmuró mientras caía al suelo tratando de sacar el cuchillo.

Salí de la cocina, fui al baño para lavar mi rostro y cambiar mi blusa a la cual también le habían caído gotas de sangre. Después de unos minutos la puerta principal sonó, yo ya estaba lista y con una gran sonrisa abrí la puerta, besé a Sairo en su mejilla y fuimos juntos a la feria.

Gracias por leer.

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