11. Paleta de limón, con hielo y con jamón

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ADVERTENCIA: Capítulo fuerte, no leer mientras comes una paleta con limón. 

No siempre la vida es como en las películas, no siempre el villano es derrotado y el héroe es amado por todos, Aidan lo sabía bien, ni siquiera en la Biblia las cosas eran justas, siempre había algún inocente que resultaba perjudicado por los errores de otros. El muchacho se preguntaba qué clase de gran pecado habría cometido para merecer tales desgracias, luego se recordaba que Dios nunca pone pruebas incapaces de soportar, con la vista cansada y la piel gélida miraba al techo, y susurraba:

— Señor, buscate un mejor guerrero, yo no puedo más.

Luego regresaba su vista al enorme televisor de pantalla plana frente a él, pasando sin prestar atención a los canales, solo haciendo ruido de fondo, intentando ignorar el sonido de los platos y cubiertos siendo colocados en la mesa, el doctor Stilinski sin duda intentaría hacerlo comer, no quería imaginarse el desastre en el que terminaría la noche, un tsunami de vomito, saliva, sudor y lágrimas, como siempre pasaba cuando intentaba comer.
El chico detuvo su ardua búsqueda en un documental sobre los dragones de Komodo y diversos reptiles, una sonrisa adorno su pálido rostro al ver al sapo Pipa pipa en el anuncio del siguiente programa: un documental de anfibios; su hermana melliza siempre había sentido una gran fascinación por ese animal, hubo una época en la que continuamente buscaba videos del sapo y expresaba lo mucho que le gustaría ver su espalda, específicamente lo que había en su interior; Aidan imagino a Haza llegando por las escaleras y exclamando fervientemente <<¡Pipa pipa!>> como cuando era pequeña, sentándose de piernas abiertas en el sofá como si fuera la reina, deseando estar en un laboratorio lleno de artículos cortopunzantes y frente a ella un ejemplar de dicho animal, haciendo caso omiso de sus principios y valores cortaría la espalda del animal, levantando el cuero para ver lo que había ahí adentro. 

— Aidan, a comer — dijo el doctor.

El joven se hundió aún más en el sofá, sin querer ir,  intentó prestar atención al documental, pero una mano en su hombro impidió que se concentrará, una tarea de por sí muy difícil teniendo en cuenta su nerviosismo ante la idea de comer, no era tanto el temor de la humillación que sufriría al expulsar lo poco que había llegado a su estómago, lo que tanto le provocaba nerviosismo era el dolor, el dolor de las arcadas, de la comida triturada  peleándose por subir primero, los jugos gástricos quemando su pecho...

— Aidan, ¿no me escuchaste? Es hora de comer.

— Por favor, no — pidió Aidan. El doctor Stilinski se sorprendió por la mirada aterrada del chico —, no quiero comer.

— Es solo helado, si puedes comer batidos podrás comer helado — el hombre se agacho al lado de Aidan, con sus lentes de alambre colgando de la punta de su nariz picuda —, al menos intentalo, ¿sí?

— ¡Me va a doler! — Aidan se dejó caer en el sofá, abrazando uno de los cojines. 

Los dedos delgados de Hodge toquetearon algunos mechones rebeldes del cabello desordenado de Aidan, ocultándolos bajo las orejas.

— No puedo permitir que sigas así, Aidan, dime, ¿quieres tener una sonda gástrica? Has perdido demasiado peso, unos kilos perdidos más y estarás oficialmente en el rango de anorexia, ¿enserió quieres pasar por todo eso? — las manos del doctor interceptaron los bordes del suéter azul de Aidan  — ¡Mirate, Aidan! ¡Este suéter fue hecho a la medida y ahora cuelga de tus huesos! — pero los ojos del testarudo chico seguían fijos en el televisor. Sin más opción el hombre enterró sus dedos alrededor de la muñeca del muchacho, levantándolo con suma facilidad y empujándolo frente a un espejo de cuerpo completo en la sala, sin previo aviso intercepto las mangas del suéter de Aidan y tiró de ellas dejando al descubierto el pecho del joven, Aidan se tensó al instante y miró al doctor temeroso de lo que planeaba hacer —. Mirate al espejo, Aidan — el chico obedeció, aunque mentalmente se preguntó si el doctor de alguna manera podría desearlo, no de forma de paternal, sino de la repugnante forma en la que Günther lo hacía, se preguntó si de alguna manera lo violaría y si ese era el motivo de su actitud tan servicial, pronto comenzó a preguntarse cómo escapar pero su pánico menguó cuando sus ojos azules se encontraron con su reflejo: sus costillas estaban inusualmente marcadas, su estómago estaba hundido, dejando ver con claridad las irregularidades de sus huesos, sus brazos eran exageradamente delgados, sus mejillas (usualmente redondas y rojas) estaban hundidas, grandes ojeras se marcaban alrededor de sus ojos, sus labios estaban agrietados, su piel era blanca como el papel con las venas trasluciéndose, como si su piel fuera solo una capa de pintura transparente y sus clavículas parecían luchar por salir de debajo de su piel. Aidan levantó su escuálido dedo índice y señaló su lamentero reflejo.

— ¿En...enserio me veo así?

— No se ve nada bien, ¿Verdad? — las manos del doctor volvieron a subir las mangas del suéter, cubriendo el torso del chico, quien seguían congelado ante tan horrible escena —. Vamos, intenta aunque sea comer el helado.

Aidan bajo la mirada hacía sus manos y sin aguantarlo comenzó a llorar, cubriéndose el rostro con los dedos.

— ¡Ya no queda nada de mí, doctor! ¡Nada! ¡Él me lo quito todo! ¡Me quito todo, doctor! ¡Todo! — desde que fue violado Aidan dejo de sentir que su cuerpo era suyo, porque no lo era, era de él, Günther lo había reclamado como suyo e hizo lo que quiso con su nueva adquisición, hasta convertirlo en una lamentará sombra de lo que alguna vez fue — ¡No me queda nada! 

El hombre envolvió al chico en sus brazos, dejando que llorara por todo lo perdido, pero Aidan no lloró demasiado, estaba harto de llorar, de sentirse débil y vulnerado, quería recuperar su vida cruelmente arrebata, quería volver a sentirse como un humano, no como un juguete usado y posteriormente desechado. Con las pocas fuerzas que tenía empujo al hombre que lo consolaba y se limpio las lagrimas. El doctor Stilinski sintió una punzada de orgullo recorrer su cuerpo, su niño era valiente, muy valiente, se notaba a leguas su cansancio de sufrir y sus deseos de seguir con su vida.

— ¿Listo para probar el helado? Es de limón, tu favorito — Aidan sonrió, el de limón era el favorito de Haza, su helado favorito era de vainilla, pero no se atrevió a decir nada, ya estaba acostumbrado a que confundieran sus gustos con los de su hermana, recordaba que el helado de limón también le gustaba mucho de niño, pero un día simplemente comenzó a sentir aversión hacía el sabor, aún no sabía el motivo.

— Me va a doler — repitió.

— Hazlo por tus padres. Ellos no quieren verte así, lo sabes, ¿no? — ante tales palabras Aidan no tuvo más opción que caminar a pasos lentos hasta la mesa, donde una paleta de limón lo esperaba, al otro lado de la mesa estaba un estofado de cordero, seguramente la cena del doctor —. Trata de dejar que se derrita en tu boca, así no tendrás la sensación de masticar algo y será menos probable que lo devuelvas.

— De acuerdo — Aidan se llevó la paleta a la boca y dejo que la acidez envolviera su paladar, provocándole algo de irritación, enserió odiaba la paleta de limón. 

Aidan miro a su alrededor intentando pasar el tiempo, pero al notar que el doctor Stilinski no comenzaba a comer le dedicó una mirada cargada de seriedad, el hombre captó la indirecta y comenzó a cortar la carne, el sonido metálico del tenedor chocando con el cuchillo hizo a los dientes de Aidan destemplarse, pero no lo demostró. El muchacho envolvió su lengua alrededor de la punta de la paleta, quería embutirla en su garganta o abrirse el estómago con ese cuchillo para la carne del doctor y meterse la paleta adentro, así librándose de su horrible sabor, lástima que no era inmortal ni tenía capacidades regenerativas, sino ya lo habría hecho, además de tener a un testigo frente a él, por ende no podría excusarse bajo un accidente, aunque dudaba que le creyeran que se había rajado el estómago y metido una paleta entre sus órganos por "accidente". El chico abrió la boca y permitió que gran parte de la paleta comenzará a ceder debido al calor que producía su aliento, con las gotas sabor a limón cayendo cual lava hirviendo sobre su lengua, su malestar pronto aumento, no comprendía porque se sentía tan nervioso, intranquilo y porque ese sabor que alguna vez llegó a gustarle tanto como el helado de vainilla ahora provocaba en él tan violenta reacción.

— ¿Qué pasa? ¿No te gusta? Te veo pálido — inquirió el doctor Stilinski.

— No, está bien, me gusta mucho este sabor — respondió, queriendo prohibir nacionalmente aquél artificial sabor.

Bueno, pues esta también es una paleta de limón — Aidan levantó la vista encontrándose con un pene erecto frente a él.

La paleta se resbaló de sus manos y su cuerpo quedó confinado al temor ante lo que sus ojos veían, no podía moverse, no podía hablar, sus ojos estaban fijos sobre ese miembro viril.

¿Por qué no la pruebas? — Aidan levantó la cabeza de un salto y para su horror aquellos ojos azules oscuros lo miraban con perversión desde las alturas. 

Mentiroso — dijo el niño riéndose, tocando con su pequeño dedo la punta de intimidad del chico —, no es verde, no es de limón.

Es cierto, solo que es distinta a las demás, ¿Qué tal si la pruebas? — Günther intento guiar el rostro del niño hasta su intimidad, pero Aidan no parecía entender lo que estaba a punto de pasar, solo seguía sonriendo y negando, con ese rostro de ángel que tanto enloquecía al adolescente frente a él.

Yo tengo algo parecido, aquí — dijo el pequeño señalando sus pantalones.

¿Enserio? Pero el mío es más grande y sabe mejor — Günther estaba impaciente, necesitaba que la pequeña boca de Aidan se abriera para introducir su intimidad en ella.

El niño no entendía lo que sucedía, todo era extraño, solo sabía que Günther era su mejor amigo, el hermano mayor que siempre quiso pero que sus padres tan egoístamente le negaron, era su amigo, su mejor amigo y los buenos amigos hacen felices a los otros, Aidan quería hacer feliz a Günther y al juzgar por su expresión él estaba feliz.

Pero no sabe a limón — se quejo el pequeño apartando su cabeza y mirando confundido a su amigo —, ¿Qué tal si lo muerdo?

¡No lo muerdas, no lo muerdas! — gritó Günther alterado apartando esa extraña cosa de la boca del niño.

¿Por qué? Es más rico cuando lo muerdes porque el ácido del limón está en el centro ¡Algunos vienen con trocitos de mango biche en el centro! — el niño volvió a intentar tomar esa cosa tan extraña, pero nuevamente fue apartado.

Solo chupalo, si lo muerdes nunca más te voy a querer, pero si lo chupas todo estará bien, ¿Entendido? — el niño retrocedió, algo en la mirada de Günther lo hacía sentirse mal, parecía feliz, pero si estaba feliz, ¿por qué lloraba? Pesadas lágrimas de cristal se manifestaban en los lagrimares de sus ojos y descendían de forma suicida por sus mejillas.

No, no quiero.

Si no lo haces no me quieres — respondió Günther, ¿era eso? ¿Günther lloraba porque pensaba que no lo quería? Aidan alzó sus manitas y se aferró al brazo del rubio, alterado.

¡Sí te quiero! ¡Si te quiero! Eres mi amigo — exclamó apretando con todas sus fuerzas el musculoso brazo de su amigo.

Si no lo chupas nunca más voy a ser tu amigo, Aidan — el rubio acarició la cabeza de Aidan, haciéndolo sentir mal, Günther era tan bueno con él, le daba regalos y comida deliciosa, no podía perderlo, además Katherina anunciaría su ejecución pública si por alguna razón Günther dejaba de visitarlos.

El niño obedeció no queriendo perder a su mejor amigo, solo metió esa cosa rara en su boca y Günther se dedicó a mover su cabeza de adelante atrás, le dolía y tenía ganas vomitar, pero por más que quiso apartarse su mejor amigo no se lo permitió, no hasta que un liquido extraño surgió de lo que se suponía era un helado.

¿Qué es esto? — pregunto al notar el líquido blanco que salía de esa singular masa de carne erecta.

Es leche, cometela, quizás así te quedes pequeño para siempre.

Pero yo quiero crecer, ¡Quiero ser grande y fuerte como Sansón! Pero no tan tonto como él — Aidan no entendía a Sansón, literalmente Dalila había dicho varias veces que los filisteos iban por él, una vez que Dalila lo advirtiera bien, dos una casualidad, ¿pero tres? Eso ya era demasiada coincidencia — ¿Qué pasa? Estás triste — Aidan no entendía porque Günther lloraba, pero parecía destrozado, parecía que sin importar lo que hiciera el niño era incapaz de hacerlo feliz.

Nada, solo que esto será nuestro secreto, nadie puede saberlo o no querrán que pruebes más mi helado, ¿Entendido?

¿Nuestro secreto? — Aidan se tapó la boquita sorprendido, Katherina le había dicho que solo le mejores amigos tienen secretos, le emocionaba la idea de tener un secreto con Günther, eso lo convertía en su alma amiga y su confidente de toda la vida — ¡Sí! ¡No sé lo diré a nadie! Excepto a mis juguetes, a ellos no les puedo guardar ningún secreto o no querrán dormir conmigo en la noche y le tengo miedo a la oscuridad — el chico envolvió sus brazos alrededor del cuerpo del niño, sollozando, ¿por qué no pudo controlarse? ¿Por qué no espero a que Aidan creciera? No debió hacerlo, las cosas no deberían ser así, su primera vez con Aidan debería ser algo hermoso, algo que hicieran en su noche de bodas y que Aidan atesorará el resto de su vida, algo que al pequeño le gustara y le generara placer, pero ni siquiera parecía entender lo que acababa de hacerle.

Está bien, pero solo se lo puedes decir a ellos — Günther oculto su rostro en el cuello del niño, provocando en él unas cuantas risitas —. Te amo, pequeño y por favor, perdóname.

— ¿Perdonarte? ¿Por qué?

— Por nada, te prometo que no comerás helado de limón por un tiempo.

— ¿Por qué? Me gusta el limón.

Solo haz lo que yo te diga, ¿entendido? — Günther seguía llorando, pero Aidan no tenía idea de cómo consolarlo y le desesperaba la idea de haber lastimado a su mejor amigo. 

— ¡AIDAN! — gritó el doctor Stilinski, dándole una gran sacudida al muchacho — ¿Estás bien? ¡Tuviste un ataque de pánico!

Otra vez, otra vez su mente había sido tan cruel que le había revelado un recuerdo de manera espontánea y dolorosa, y al juzgar por el rostro del doctor Stilinski, las sillas en el suelo y la comida esparcida por la mesa había tenido un ataque de pánico más violento que cualquier otro que hubiera tenido antes. Aidan abrió la boca para disculparse, era tan vergonzoso que más de una persona lo hubiera visto en ese estado tan lamentable, pero al hacerlo una oleada de jugos gástricos amenazó con corroer sus dientes.

— Aidan, ¿tú...? — el chico coloco su mano sobre el pecho del doctor, haciendo un gesto de silencio y colocándose en cuatro patas descargo hasta su alma sobre el suelo de baldosa. 

— Jesucristo, ya llévame — jadeo mientras agua de color verde chorreaba de su boca, esperaba que en cualquier momento sus ojos cayeran sobre el charco de vomito en el suelo, tantas arcadas acabarían por matarlo, parecía un gato tratando de expulsar una bola de pelos de su garganta —. Lo siento — gimió el chico, limpiando su boca del rastro de vomito —, no sé qué me pasa, esto me gusta, no debería vomitarlo — murmuró, mintiendo sobre su aversión a dicho sabor —. No entiendo porque me está pasando esto, no lo entiendo, lo mismo me pasó en casa de la tía Alma.

— ¿A qué te refieres? ¿Te sientes débil? Tenías la mirada perdida, comenzaste a hiperventilar y a gritar, dime, ¿alguien te estaba haciendo daño?

— Algo así, ya me ha pasado, estoy haciendo algo y de repente...— Aidan apretó los labios — de repente ya no estoy aquí, estoy con él, ¡Con ese monstruo! Y él hace lo que quiera conmigo, no puedo hacer nada para detenerlo.

— Ya veo, entiendo — el doctor ayudó al chico a ponerse de pie y lo sentó en una silla, tomando un trapeador para limpiar el suelo.

— ¿Eh? ¿Sabe lo que me pasa?

— Sí, a veces cosas mínimas que hayas hecho en cierto momento pueden provocar que algunos recuerdos surjan, en la memoria disociativa suele ocurrir que al revivir un momento similar o hacer alguna acción similar a un recuerdo bloqueado parte de este regrese. Estaba pensando en ayudarte de esa forma con tus lagunas mentales, pero pensé que sería demasiado para ti, hablaré con mis colegas para poner fecha  al inicio de la terapia, entre más recuerdes más doloroso será pero menos dudas tendrás.

— Entonces, ¿para recordar necesito recrear lo que me pasó? — cuestionó el confundido muchacho.

— No necesariamente, la psicoterapia puede ayudarte sin exponerte a eso, tardará un tiempo pero te prometo que podrás recordar las cosas que tú decidas recordar.

— Pero si recreamos lo que me paso, ¿podría recordarlo?

— Es posible, pero no pienso someterte a algo así, no es ético hacerlo. 

Aidan asintió, mirando al doctor limpiar su desastre, como siempre pasaba, alguien más siempre estaba ahí para arreglar sus errores, pero solo Dios podía curar sus heridas y para poder sanar necesitaba recordar, si no jamás podría dejar de amar a su abusador.

Al filo de la medianoche Aidan descendió a la sala y marcó el número escrito con tinta roja en un trozo de papel, al tercer timbre una voz somnolienta respondió.

— ¿Quién habla? ¿Tienes idea de la hora que es? ¡Algunos tienen que descansar para trabajar! No digo que yo trabaje, pero...

— Valerio — interrumpió Aidan y el muchacho guardó silencio al instante —, ¿qué es lo que quieres que haga específicamente?

— Vamos a recrear tú velación, no la recuerdas, ¿verdad? — Aidan asintió — ¿Acabas de asentir? Porque te recuerdo que estamos hablando por teléfono fijo y no puedo verte.

— Perdón, sí, no lo recuerdo.

— Perfecto, puedo tomarme unas licencias creativas y hacer todo un poco más hardcore.

— ¿Eh? ¿De qué hablas?

— Sólo piénsalo, Aidan, dijiste que no lo recordabas, eso es tener lagunas mentales, si revivimos algunas escenas quizás puedas recordarlo.

— Eso mismo dijo el doctor Stilinski — admitió.

— ¿Ves? ¡Tengo razón!

Aidan espero pacientemente a que Valerio dijera que todo era una broma de mal gusto, escuchando el sonido del otro lado del teléfono, con el latir de su corazón retumbando en sus oídos pero cuando no lo hizo y se dio cuenta de que hablaba enserió supo que debía hacerlo, debía hacerlo todo para poder recordar el pasado, dejarlo ir y volver a vivir.

— Lo haré — acepto Aidan y casi pudo ver la sonrisa de Valerio, una parte de él sentía que hacía lo correcto, la otra le decía lo mucho que se iba a arrepentir de aquella decisión.

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