47. Mía máxima culpa

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<<Es mí culpa, mi absoluta culpa. Nunca debí haber aceptado tratarte, no es recomendable para ningún gremio laboral incluir a un familiar, mucho menos para algo tan delicado como la salud física o metal. Y sin embargo decidí tratarte.

Pensé que podría hacerlo, que podría ayudarte y ayudarme, pero solo permití que siguieras en tu camino de autodestrucción y no es tu culpa, es mía. Mía por haber intentado hacer todo a mi ritmo, mía por haber pensado que podría tratarte sin involucrar mis sentimientos, mía por no prestarte atención y evitar que cometieras el grave error de intentar hacer esa película.

Lo siento, lo siento tanto. Te amo, más de lo que crees y es por eso que hago esto, sé que estarás enojado, sé que pensarás que soy un cobarde, que te he traicionado, abandonado y olvidado, pero te juro por Dios como testigo que no es así, nunca te dejaré, jamás, eres mi sobrino amado, el niño que vi crecer y madurar hasta convertirse en un jovencito maravilloso, y ejemplar. Nunca debí involucrarme contigo de la forma en la que lo hice, debí haberte remitido a otros colegas que pudieran tratarte de la manera correcta, ahora lo entiendo y espero que no sea muy tarde para corregir este error. A partir de ahora no soy, ni seré más tu doctor, solo seré tu tío anticuado que te ama y estará para ti si lo necesitas. Por favor, no me odies por esta decisión que tomé, lo hable con tus padres y estamos de acuerdo en que lo mejor es hacerlo, entiendo que la idea de ser internado en un hospital psiquiátrico pueda ser aterradora, pero te prometo que allí te darán la ayuda necesaria, los psiquiátricos no son tan horribles como en las películas, confía en mí.
Puede sonar hipócrita que te pida que confíes en mí, pero es la verdad. Si no puedes confiar en mí, lo entenderé, confía en Dios que Él nunca te fallará. Él es el mejor de los psicólogos y psiquiatras, fue Él quien inundo al ser humano con su sabiduría para poder ayudar a otros. Él te dará la ayuda que necesitas.

Ya hable con varios de mis colegas para encomendarte a ellos, por desgracia ninguno es creyente como sé que te gustaría, en realidad nunca suelo hablar de Dios con mis pacientes si ellos mismos no lo piden, pero Tricia es sensible y ha aceptado tratar de entender nuestra forma de creer para ayudarte. Perdóname, nunca podré olvidar el daño que te hice al mantenerte conmigo, pero espero que algún día puedas perdonar a tu estúpido e incrédulo tío.

Te quiere, tu tío anticuado, Hodge.>>

En pocas palabras lo estaba abandonando, pero no se sintió mal por ser abandonado, en realidad era casi liberador, tanto para él como para el doc...como para su tío. Los liberaba a ambos de la culpa, si Aidan decidía escuchar el deseo que intentaba suprimir con todas sus fuerzas, pero tan difícil suprimirlo tomando en cuenta que Günther cedió a sus propios deseos y el mundo siguió girando. Nada cambio cuando lo violo. Cuando la mato. Y nada cambiaría si él se quitaba la vida. El mundo seguiría girando, el sol seguiría saliendo al igual que la luna hasta que Dios decidiese que era hora de volver. Podía ser desalentador darse cuenta de lo insignificante que podía ser la vida, pero al mismo tiempo liberador.

Por el momento se quedaba con su tía Alma y en una semana iría a parar en el psiquiátrico, donde tendría que contarle a cientos desconocidos el trauma que llevaba consigo por ser penetrado analmente en contra de su voluntad, ¡Y por el asesinato de su hermana! A veces olvidaba ese pequeñísimo detalle, aunque no tanto como le gustaría.

Alma lo miro con recelo, llevaba días sin dormir, todo porque temía que al despertar Aidan no volviera a respirar. Se deslizo sobre la mesa de vidrio, sonriendo, mirando traviesamente a su dulce muñeco.

— ¿Tienes hambre? — pregunto con el mejor tono despreocupado que pudo —. Puedo preparar algún rico postre para que puedas comer y...tal vez ver una película — Aidan negó, volvía a sentirse como al principio, indigno de comer —. Cabrita — Alma lo miro con lastima, tomando sus mejillas —, no fue tu culpa — le dijo mientras mantenía sus rostros cerca, su aliento cálido acariciaba como danzarinas algas su cara.

— Lo fue — volvió a bajar la mirada, observando sus muñecas vendadas. Fue un tonto por pensar que en esa ocasión podría funcionar, debió haber ahorrado y comprarse un arma para con su sufrimiento poder acabar. Pesé a ello tenía una bonita y nueva cicatriz en el cuello, oculta por el momento bajo capas y capas de vendas, y gasas, pero según el doctor que lo atendió era probable que no le quedase cicatriz. <<No es más que una herida superficial>> le dijo el anciano decrepito al coserle la herida, hablo sobre lo afortunado que era por no haber llegado a cortar sus cuerdas vocales y que tendría dolor unos días, pero podría hablar con normalidad en unas semanas, al menos le dio una paleta al salir, eso era bueno —. Se desplomo por mi culpa.

— No, Ady — Alma lo miró suplicante, <<¿Por qué te martirizas así?>> se preguntó la mujer, mirándolo con soslayo —. Los doctores dijeron que parecía ser un bajón por la adrenalina, él estará bien — mintió la mujer, estaba segura de que ya era demasiado traumático haber visto a su tío caer al suelo con espuma en la boca como para decirle que estaba en coma y agregarle otro un trauma al niño.

Supo que tras salvar al tal Maud — un adolescente perturbado — Hodge se lanzó a buscar a Aidan, seguro de que el niño estaba aterrorizado, al intentar abrir la puerta, recordó que la cerro con llave y tras destrabarla descubrió que estaba cerrada por dentro. Tuvo que romperla para encontrar la habitación vacía, pero al mirar al suelo vio un charco de sangre que salía debajo de la cama. Corrió al auto con el desvanecido muchacho, pero el tráfico no colaboro, fue todo un escándalo cuando vio circulando las fotografías de su querido Hodge corriendo entre los autos hacia el hospital, con su rostro enrojecido por el llanto, Aidan estaba dormido entre sus brazos, cubierto por una chaqueta, el torniquete que le aplico se desato y dejo un rastro de sangre a una calle del hospital. Cuando estuvo seguro de que iba a vivir regreso a la casa y destrozo la habitación en busca de algo, de cualquier cosa que lo pudo llevar al límite, estaba seguro de que no se trataba únicamente de Maud lo que llevo a Aidan a intentarlo otra vez, encontró las respuestas que necesitaba en su teléfono. ¿Alma se sentía mal por haber colaborado en la película? No, absolutamente no y volvería a hacerlo incluso sabiendo que casi le costaba la vida a su amado sobrino.

<<— ¿Por qué, Aidan? — sostuvo su teléfono contra su cara, con todo el material incriminatorio brillando burlonamente en la pantalla — ¿Por qué acceder a hacer algo así?

— Quería recordar — confeso, su voz temblaba ligeramente —. Sí, su terapia me ayudo un poco, pero al exponerme a cosas así logré recordar más de que lo podría imaginar.

— ¿Y valió la pena? ¿Valió la pena exponerte así a un grupo de desconocidos? — preguntó, su voz se quebró, las lágrimas amenazaban con caer — ¡Por Dios, Aidan! ¡Valerio es mitómano! — exclamó, su rostro se contorsionó en una mueca de desesperación —. Fue paciente de uno de mis colegas, es un narcisista, ególatra y mitómano que lo único que quería de ti era una buena historia para poder hacerse famoso.

— ¿Y qué? — replicó Aidan, su tono era desafiante. No entendía cómo su tío podía considerarlo una santa paloma cuando su ciudad natal lo consideraba una ramera de la peor calaña. Y el doctor Stilinski no entendía porque Aidan se negaba a entender lo que él podía entender con tanta claridad, tuvo que luchar contra el deseo de arrancarse el cabello de la rabia.

— ¡Te está utilizando! — gritó, su voz resonó en la habitación, estuvo tentado a confinarlo a esa cama con clavos para asegurarse de que jamás volviera a exponerse así, pero aquello le costaría su licencia.

— ¡Yo también a él! ¡Nos usamos mutuamente, tío! ¡Él para hacerse famoso y yo para recordar! — su voz se elevó en un grito.

— ¿Enserio crees que valió la pena? — un sollozo quebranto el leve susurro que valientemente se animó a salir de sus labios.

— Sí — dijo con frialdad —. Valió la pena para recordar que la primera vez que me violo fue al poco de conocernos — el hombre palideció, se balanceo ligeramente, como si estuviera a punto de desvanecerse.

— Creí...creí que la primera vez fue cuando Evangeline lo llevo a ese campamento y él te violo mientras hacían malvaviscos — volvió a tambalearse, evocando el recuerdo de cuando descubrieron esa horrible verdad.

Aidan negó.

— La primera vez fue varios años antes, me convenció de que todo era un juego y yo...— se llevó la mano a la venda en su cuello, comenzaba a dolerle hablar, a lo mejor y los calmantes estaban perdiendo efecto — yo jugué — se cubrió el rostro, ¿Cómo pudo ser tan ingenuo? ¿Cómo pudo pensar que todo era un juego? —. Jugué con él, tío, jugué y deje que me hiciera todo lo que quiso.

— ¡No! ¡No! — el hombre lo sujeto de las manos, mirándolo a los ojos aterrado — ¡Tu no "dejaste" que eso pasará! ¡No dejaste, Aidan! ¡Tu no tenías el control! ¡POR UN CARAJO, TU NO "DEJASTE QUE ESO PASARA! — respiro profundo, tratando de calmarse, pero todo su cuerpo comenzaba a temblar y no sentía las puntas de sus dedos, sentía un hormigueo que se extendía por todo su cuerpo —. Al menos prométeme que no vas a seguir con esa locura de grabar esa película — rogó el doctor Stilinski, comenzando a doblarse por el dolor mental que lo llenaba.

Miró al joven sentado en la camilla, al niño que vio crecer y amo incluso más que a su propio hijo de sangre, y no pudo desear nada más que abrirle la cabeza con un cuchillo, y sacarle tan horribles ideas.

— No se preocupe, doctor, ya la película se canceló — admitió con decepción, estaba tan seguro de que podría soportar recordarlo todo, pero debía enfrentar la verdad: no era tan fuerte como deseaba serlo. Jamás sería tan fuerte como Sansón o tan valiente como Esther y eso estaba bien —, no quiero seguir recordando — originalmente quería recordar para dejar de querer a Günther, pero con horror comprendió que sin importar cuantas veces lo hubiera abusado, a cuantas personas hubiera matado él siempre sería aquél chico que lo hizo tan condenadamente feliz cuando todos parecían querer verlo infeliz.>>

Günther siempre sería el hombre que lo violo. Sí. Pero también sería el chico que le daba golosinas a escondidas, el muchacho que le regalaba ropa bonita, juguetes y comida para el subsistir de su familia, el hombre que beso sus lágrimas cuando no podía dejar de llorar por el dolor que las crueles palabras y golpes de su madre supieron instaurar a fuego en su corazón, y piel, el hombre que jugo con él hasta el anochecer, que le prestó atención cuando su padre vivía enfocado en el nuevo bebé. Günther siempre sería una de las partes más hermosas de su niñez y no podía cambiar eso, sin importar qué. Y en lugar de olvidar como amarlo, y comenzar a odiarlo solo tuvo más motivos para odiarse a si mismo

El doctor Stilinski cayó inconsciente poco después, gracias a Dios estaban en el hospital y lo atendieron con rapidez. En un mismo día dos de sus pacientes intentaron quitarse la vida, al día siguiente se desploma con espuma cremosa saliendo de su boca y sus ojos saltando tentativamente lejos de sus orbitas. Al menos pudo dejar todo arreglado antes de sucumbir al estrés y la angustia que lo invadió. Dan también lo abandono, simplemente su padre y su madrastra aparecieron en la puerta de la casa, y se lo llevaron, aterrados de que "pudiera ser influenciado" por los desequilibrados muchachos a cargo del doctor, no importo cuanto lucho o protesto, ni siquiera cuando le grito a la cara el secreto que le permitió quedarse al lado de Aidan en primer lugar — al parecer su madrastra ya lo sabía — simplemente lo ignoraron y su padre — lo más cercano a un mastodonte que Aidan podría conocer — lo subió físicamente al auto. Se enteró por su tía Alma que intento tirarse por la ventana del auto en movimiento, pero su madrastra logró detenerlo, al parecer no dejaba de gritar que no pensaba dejarlo solo, aquello lo destrozo, ¿Por qué siempre conseguía que las personas se preocuparan por él? ¿Por qué siempre era una molestia?

Intento hablar con Tyline, incluso intento llamar a Tony, pero nadie le contesto, quiso ir a visitar a Roxelana en el hospital. Él estuvo internado en una clínica privada, con una atención medica excelente y sonrientes doctores que regalaban golosinas a diestra, y siniestra cultivando futuros pacientes con vehemencia, Roxelana no, ella estuvo confinada a un hospital público que tenía más de la mitad del edificio sin luz, escases de personal y una serie de enfermeras que preferían pasar su rato cotilleando con sus tazas rebosantes de café caliente. Estaba con su tía cuando fue a visitarla, en uno de los asientos de plástico rígido con una curva diseñada meticulosamente para romper la espalda si se pasaba mucho tiempo sentado. En ese entonces todavía no podía hablar, su tía no dejaba de contarle de sus fabulosas aventuras tratando de conseguir abono para sus delicadísimas plantas, solo le gusto la historia en la que tuvo que golpear a una anciana en la espinilla porque planeaba llevarse el ultimo retoño de una planta cuyo nombre no pudo recordar.

Alma se fue para buscar que se les permitiera ver a la joven y Aidan intento leer una de las tantas revistas apiladas a su lado. No recordaba la última vez que vio una revista, ¿Seguían imprimiéndolas? Lo fue imposible imaginar a alguien de su edad leyendo una revista, aunque tan solo dos décadas atrás esa era la norma, suponía que ahora la mayor función de las revistas era ser usadas para trabajos de prescolar o para el deleite de las personas 40+, rápidamente se dio cuenta que tenía razón al tomar una, tan llena de polvo que su mano quedo gris, se limpió en su pantalón, dejando una mancha que esperaba fuera fácil de quitar, la sacudió un par de veces para liberarla de las capas de polvo de años, pero a penas observo la portada y mientras se disipaba la nube de polvo comprendió con irritación que no podría leerla, con un suspiro la dejo caer encima de las otras revistas haciendo que otra nubecita de polvo surgiera, aquella mini explosión lo golpeo en la cara y se le metió en los pulmones. Y mientras luchaba por respirar se preguntaba si esos rostros sonrientes serían sinceros, ¿estarían felices por ser la cara de las portadas? ¿O sonreían porque si no el proxeneta que las obligaba a posar abiertas de piernas, tocando tentativamente su vagina mientras sonreían a la cámara las tenía amenazadas? Pero aún más importante, ¿qué hacia una revista pornográfica en la sala de espera de un hospital, en el sector de pediatría y por qué tenía tanto polvo encima? Al chico le resultaba difícil creer que nadie se dio cuenta de la hermosa rubia abierta de piernas a color y en primera toma sonriendo tensamente con un peinado similar al de Marilyn Monroe mientras exponía su lampiño, rosa y excesivamente brillante — ¿aquello que rodeaba al clítoris era purpurina? Debía ser, que él supiera los fluidos vaginales no brillaban, al menos no en tonalidades purpura, se avergonzaba por no saberlo viviendo con tantas mujeres, tendría que preguntárselo a Haza porque ella le respondería sin darle importancia, no como su madre que quedaría horrorizada o su padre que a penas y sí conocía su propio cuerpo como para conocer el del genero opuesto, aparte de ser su única opción, Ada era demasiado pequeña para eso — sexo al mundo. Supuso que era porque estaba un tanto oculto: detrás de otras revistas que anunciaban las ultimas noticias de hace diez años y de un libro de ciencias naturales. Imagino a un adolescente pecoso que la leía — más bien miraba — apartando la vista cada cierto tiempo y mirando a su alrededor asegurándose de no ser descubierto, pero que justo una enfermera lo buscaba y del pánico la lanzaba detrás de las otras revistas y libros, dejándola tentativamente a la vista — pero no lo suficiente para ser tan notoria, cualquiera que la mirara de pasada podría notar la lasciva imagen, pero dudaba que alguien hubiese tocado aquél material de lectura en años, el polvo y las paginas devoradas por las polillas lo confirmaba — y al salir de la cita no pudo recuperarla, no con su religiosa, rechoncha e igualmente pecosa madre a su lado reprendiéndolo por no haberse cuidado cuando ese era su trabajo.

Le inquietaba la mirada de la chica: sus ojos fijos en un punto en específico con una sonrisa descuidada, casi alterada; a lo mejor y lo estaba sobre pensando, tal vez la temática de la foto era una jovencita traviesa que es descubierta con las manos en la masa — en la vagina en ese caso — y se ve tan sexy, pero a la vez tan inocente porque sus redondos pechos no dejan de rebotar y su vagina no deja de brillar, pero no podía evitar meditar en ello, casi se sentía como si fuera él la chica, sentada abierta de piernas y forzándose a si misma a sonreír mientras simulaba masturbarse pero que no podía dejar de ver a su secuestrador apuntando con un arma al cuello de su novio llamado Chip que en secreto fue quien la vendió pero que ahora jugaba a la víctima con tal de obtener su absoluta cooperación. Por curiosidad decidió mirar algunas páginas más, pero se sintió decepcionado al ver que no todas tenían esa sonrisa preocupada y sus ojos fijos a lo que fuera que estuviera detrás de cámara, algunas sonreían coquetamente mirando directamente a la lente — al puberto que compro la revista en secreto con su mesada del mes y la mantenía sana, y salva debajo del colchón o a la lesbiana de closet que le robaba las revistas a su hermano, tío, primo o padre y se deleitaba con la jugosa visión de lo que desearía tocar pero solo podría soñar debido a la época, y la ciudad —, otras páginas que paso con rapidez solo contenían imágenes de cientos de senos, vaginas, labios e incluso anos de diversos colores apilados en una gran recopilación. Casi suspiro tranquilo cuando vio una foto grupal de esas chicas en diversas poses sonriéndole a la cámara, esperaba que solo fueran modelos con grandes aspiraciones que por motivos ajenos a su persona tuvieron que hacer esos trabajos — maldita la vida y su manía de que para vivir hay que comer —, pero que al terminar la sesión se reunieran para ir por un almuerzo ligero mientras charlaban de sus sueños y aspiraciones.

Era mejor pensar en ese grupo de chicas hablando animadamente picando su ensalada que más que ensalada eran tres trozos de lechuga, dos tomates cherrys y mucha salsa que en la otra opción: un montón de mujeres secuestradas confinadas en una habitación con un par de colchones en el suelo y una docena de hombres haciendo fila para dañarlas. De no ser así le causaba curiosidad saber qué las llevo a hacer eso, sabía que nadie se quitaba la ropa por gusto, menos posaba de tales maneras pensando en que estaba cumpliendo su más grande sueño, también se cuestionaba si ellas estaban conscientes de que hombres de todas las edades comprarían aquellas revistas para masturbarse, Aidan no sabía hacerlo, Günther le enseño a hacerlo — lo recordó tras una sesión con el doctor hablando sobre si sentía algún deseo sexual y fue la primera vez que se dio cuenta de que la terapia no era tan inútil — pero podía pasar veinte minutos frotándose rítmicamente y no sentía nada, pero de haberlo sabido hacer bien ¿Ellas se sentirían halagadas de que tantos hombres las consideraran la mujer de sus fantasías? ¿Pensaban en ello? Y de no ser víctimas de trata de personas, ¿Sus novios pensarían en esa posibilidad? Reviso los bordes de la revista buscando algún mensaje en clave, una pequeña llamada de ayuda escrita en algún otro idioma o letras encerradas al azar, incluso miro sus manos en busca de alguna señal universal de auxilio. No encontró nada y volvió a respirar más tranquilo. Volvió a mirar los rostros, tan perfectos, tan sonrientes, ¿cómo mujeres de tal belleza podían existir? Más aún, ¿Cómo mujeres de tal belleza terminaban así, posando abierta de piernas, con disfraces sugerentes y sonrisas coquetas en una revista por un par de billetes? No miraba sus cuerpos, se negaba a mirarlos, prefería mirar sus rostros, se sentía mal, casi como si las estuviera violando por mirarlas cuando se suponía que al estar ya publicadas ellas daban su consentimiento para ser observadas, pero no podía hacerlo. Se recordó a si mismo, cuando recién se supo de su violación y que era una puta de la peor calaña rondaron rumores descabellados, desde que tenía mil y un ETS, hasta que era una puta de alguna casa de placer o la razón por la cual siempre estaba rodeado de chicos era porque deseaba reclutarlos para sus fines profanos, que era adicto al sexo y lo hacía con quien fuera, lo importante era sentir algo, pero hubo uno que sobresalió de los demás: la supuesta existencia de varios videos donde él rogaba por más, por ser tomado y demostraba que sus lagrimas eran falsas, y que no era más que un chico descarriado con problemas graves. Nunca se pudo probar la existencia de los videos, pero no podía negar que por ahí, en algún sitio de pornografía infantil estaría su rostro lleno de lagrimas mientras suplicaba que alguien lo salvara. A él no le gustaría que se masturbaran con la imagen de su cuerpo y rostro, supuso que ellas tampoco, por eso solo miro sus ojos, vacíos, completamente vacíos pero igualmente brillantes, como un par de estrellas al borde de convertirse en una enana blanca. Acababa de dejar la revista en su lugar cuando Alma regreso con cara de haber estado en un funeral y con voz calmada le explico que uno de los compañeros de Tony, quien había cumplido la mayoría de edad mientras estaba de viaje por trabajo, era quien tenía la custodia de Roxelana y no se le permitía recibir visitas sin su autorización.

Como no podía hablar le dio su teléfono a su tía con la esperanza de que una llamada le permitiera poder entrar a verla, llevaba consigo un paquete de postres que sabía que ella adoraría, aunque ahora que lo pensaba era una mala idea porque a lo mejor y legítimamente no podría comer por el lavado de estómago pero su tía volvió con cara de haber estado en un funeral y que también le pusieron la eutanasia a su mascota, todo en el mismo día, le explico que Tony parecía enfadado y se negaba a hablar con él. Al igual que Roxelana, que Tyline e incluso Dan, al parecer hizo algo malo, algo verdaderamente malo que los mantenía lejos de él.

Ese día aprendió dos grandes cosas: las polillas parecían tener un gusto especial por devorar las páginas que mostraban los senos de todas las formas, tamaños y colores, y que, de alguna manera que no quería comprender, volvía al inicio de todo; solo y con el perturbable deseo de arrancarse la piel de su cara hasta quedarse en carne viva, y tal vez, solo tal vez volver a sentirse cómodo en su cuerpo, sin la piel que Günther había profanado.

— ¿Quieres comer? — volvió a preguntar ella, aterrada porque ya llevaba casi una semana sin probar bocado.

Aidan negó. Ni siquiera quería respirar, mucho menos comer.

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