5. Ella lo abofeteó, él la lanzó al otro lado de la habitación.

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Aidan quiso ayudar a Alma con la mudanza.

Y el doctor Stilinski pensó que era una muy mala idea, de hecho la presencia de Alma era un problema, uno muy grande, puede que Aidan estuviera muy apegado a ella, pero él, como profesional de la salud mental no sentía que fuera seguro para Aidan permanecer cerca de Alma, más cuando el chico ya había demostrado que el más mínimo rasgo de tristeza en alguno de sus seres queridos era un detonante para autolesionarse. 

— ¿Dónde coloco esto? — Alma sonrió, acariciándole el cabello dulcemente a Aidan.

— En el segundo piso, cariño, ¿Seguro que puedes llevarlo? Es una caja pesada — Aidan asintió.

— Seguro — respondió, nuevamente intentando sonreír, pero en vez de eso una mueca adorno sus labios rojos.

El doctor Stilinski quiso correr hacia Aidan, quitarle la caja, sacarlo de la casa y encerrarlo en una torre mientras él se encargaba de mandar a Alma hacia la Antártida en una caja por correo sin posibilidades de devolución. Puede que fuera algo excesivo, pero el doctor Stilinski tenía sus razones:1) Aidan apenas si había comido algo en un mes, había perdido muchísimo peso a causa de la depresión y estaba más pálido que la nieve, no era sano que hiciera cualquier trabajo físico; 2) Alma era un continuo recuerdo de su familia, por ende de todo aquello que Aidan había dejado atrás con tal de mejorar y 3) Simplemente al doctor Stilinski no le agradaba Alma, ¿tenía razones? Sí, ¿buenas razones? Sí, ¿Cuántas razones necesitaba? Ninguna, no le agradaba y punto.

— ¿Qué sucede, Hodge? — la voz de Alma rápidamente lo sacó de sus pensamientos —. Pareces enojado.

Charles "Hodge" Stilinski la observó conteniendo su ira.

— Preferiría que me llamaras, Charles o doctor Stilinski, si no es mucha molestia.

— ¿Y por qué? Todos solían llamarte Hodge cuando éramos adolescentes — Alma apoyó su brazo sobre una pila de cajas, con una sonrisa burlona dedicada con mucho amor al susodicho doctor —, recuerdo de donde sacaron ese apodo, fue porque te tragaste una moneda y lo único que decías mientras te ahogabas era Hodge, ¿Verdad? — el doctor Stilinski resoplo enojado, a veces era demasiado difícil contener la compostura ante personas tan petulantes como Alma — ¿Fue por eso que decidiste estudiar psicología y psiquiatría? ¿Por tu trauma de la moneda?

— Claro que lo recuerdas, mujer, fuiste tú la que tuvo la brillante idea de hornear panecillos con monedas adentro y no, estudie esta profesión porque quería ayudar a las personas como Aidan a sanar y mejorar.

Alma abrió sus ojos sorprendida.

— ¿Aún mantienes esa actitud contra mi? ¡Por enésima y quincuagésima vez! ¡FUE UN ACCIDENTE! No sé en que momento cayo la moneda en la mezcla para pasteles.

— De todas formas, Hodge es un apodo reservado a mis amigos más cercanos — el doctor Stilinski miró con desprecio a Alma a través de los cristales transparentes de sus gafas — y tú no eres uno de ellos — la mujer se llevó una mano al pecho fingiendo que estaba ofendida.

— ¡Vaya! ¡Creí que al tener a nuestro chico bajo tu cuidado las cosas serian mejor! — el doctor Stilinski reprimió una carcajada.

— ¿"Nuestro chico"? Eso me suena a manada, Aidan es solo mío, MÍ paciente — Alma levantó una ceja sonriendo, adoraba apretar los botones de la paciencia del doctor, le resultaba hilarantemente divertido ver a un hombre tan culto como él perder los estribos  —, al menos por el momento, está bajo mi cuidado mientras su situación mejora — se corrigió rápidamente al darse cuenta de su error, ese comportamiento de su parte no era nada profesional, aún peor, podría ser perjudicial para Aidan, demostrar el más mínimo indicio de un interés más allá de lo profesional podría recordarle al pobre chico el abuso por el cual había pasado, sin importar que el doctor Stilinski fuera un amigo de la familia y una presencia constante en su vida, incluso si lo máximo que sentía por el niño era el amor natural de un tío a un sobrino cualquier indicio de interés masculino podría lastimarlo y lo último que deseaba el doctor era dañarlo— . De verdad que no la entiendo, Alma, dices que lo amas y darías lo que sea por él, pero a sabiendas del daño que tu presencia puede hacer simplemente apareces, como si nada.

Alma observó levemente el segundo piso, asegurándose que Aidan no estuviera cerca y rápidamente se acercó al doctor y lo abofeteó, fue solo una palmada rápida pero lo suficientemente fuerte para hacer que el doctor atrapará sus gafas en el aire.

— ¡Enserio me das asco, Hodge! — dijo susurrando y apretando los dientes pero con el enojo latente — ¡Tu hipocresía es latente! ¡Que acabes de perder a tú hijo no te da derecho de reclamar a Aidan como su reemplazo!

— ¡Aidan no es el reemplazo de nadie! — la voz firme y molesta del doctor hizo a Alma sonreír y cruzarse de brazos, tomando nuevamente esa pose burlona — ¡Sólo quiero ayudarlo! Mi propia pérdida no tiene nada que ver con él.

Alma asintió, cambiando de repente de actitud.

— Lo entiendo y lamento mucho — en realidad no lo entendía y no lo lamentaba — haberme comportado así, entiendo que quieres ayudar a Aidan, lo sé, lo respeto — no lo respetaba —, pero...yo también perdí una sobrina y Aidan...Aidan es mi niño, mi adorado sobrino, simplemente no puedo separarme de él — Alma trago saliva —, lo amo tanto que no lo puedo dejar. Es como el hijo que nunca tuve. Lo lamento, enserio lo siento, pero no puedo dejarlo, en especial ahora que está tan vulnerable, sé que él necesita a su familia y también sé que sus intentos de morir fueron provocados por la culpa de estar vivo, y Kat no, por eso entiendo tus razones para separarlo de mis cuñados, pero yo no puedo, no puedo — Alma le quitó los lentes de las manos al doctor y con el borde de su falda las limpio, como si eso fuera a hacer que mágicamente el doctor la odiara menos —, él necesita todo el apoyo posible, ¡Ayudare en lo que sea! ¡Cualquier terapia! — Alma colocó las gafas de nuevo en el rostro del doctor dándole un breve beso en la mejilla enrojecida del hombre, mismo beso que el doctor limpio con rapidez, tanta que Alma no pudo evitar ofenderse —. Descuide, no tengo la peste negra, pero como sea, ¡Cualquier cosa que necesite la haré! Haré todo por ayudar a mi pequeño sobrino  — el doctor Stilinski la observó pensativo, rascándose la barba invisible de su lampiña quijada.

— ¿Estás dispuesta en ayudarlo en lo que sea? — Alma asintió vigorosamente.

— ¡Cualquier cosa que sea por Aidan, lo haré, ni siquiera dudare si es por su bien! 

El doctor Stilinski asintió y con voz severa dijo:

— Entonces vete, vete antes de que él se dañe.

Alma bajo la mirada decepcionada, había esperado que el doctor le dijese alguna terapia nueva que estaba probando con Aidan, pero ahora, sus esperanzas de llevarse bien con él desaparecieron, ella no entendía el porque el doctor siempre fue tan cruel con ella, sí, casi lo mata con la moneda, pero ahora era una anécdota divertida de los años dorados de la juventud.

— ¿Alguna otra cosa en la que te pueda ayudar, tía Al...? 

Aidan estaba bajando las escaleras, cuando de la nada, a menos de cinco escalones de llegar al suelo, empezó a tambalearse, el doctor Stilinski rápidamente empujo a Alma un lado (con más fuerza de la necesaria haciéndola deslizarse por el suelo de madera y golpear su cabeza contra la pared) y sujeto a Aidan antes de que siquiera empezara a caer, el débil y pequeño cuerpo de Aidan cayó en los brazos del doctor, que rápidamente lo alzó con delicadeza en sus brazos, el doctor se estremeció al sentir las costillas del chico a través de la lana de su suéter con los colores del arcoíris.

Alma se levantó de un salto, estaba más que dispuesta a gritarle que eso era violencia contra la mujer y lo poco profesional que era hasta que vio a su sobrino inconsciente en los brazos del doctor, ahora que lo miraba con atención Alma se preocupó por la palidez y delgadez del niño.

— No ha comido bien en meses, si sigue asi no voy a tener más opción que alimentarlo con una sonda gástrica, no quiere comer, apenas si puede beber, cada vez que ingiere algo medianamente físico acaba vomitando por horas...— el doctor Stilinski acarició el rostro inconsciente del chico, preguntándose dónde estaba la vitalidad de tan hermosa criatura —. La depresión lo está destruyendo, lo esta matando, tu presencia aquí solo lo va a empeorar, si realmente lo amas, vete, largate y nunca más vuelvas hasta que él esté bien — Alma inevitablemente empezó a llorar, ella también estaba pasando por un mal momento, pero eso al doctor Stilinski no le importaba, si, era hipócrita que le hiciera daño de una forma tan manipuladora cuando su trabajo era hacer sentir mejor a las personas y hacerlos superar sus traumas, pero ahora su objetivo, su mundo entero era Aidan, no era un apego muy sano, es cierto, pero al perder a un niño de cuatro años, uno que jamás vería crecer y, ahora, tener la oportunidad de cuidar, ayudar a sanar y amar libremente a otro niño que pudo ver crecer hasta el momento era algo muy terapéutico, al menos para el doctor — ¡Vete, Alma! ¡VETE Y NO VUELVAS HASTA QUE AIDAN YA HAYA SANADO SU MAL!

Alma negó, aun llorando.

— Lo siento, pero no puedo, quiero...y debo estar aquí, para él — Alma se limpio las lagrimas —, yo...lo siento pero...

Pero antes de que pudiera seguir hablando, el doctor ya estaba afuera de la casa, con un inconsciente Aidan en sus brazos.

Aidan despertó un par de horas después.

Cuando abrió sus ojos lo primero que vio fue el rostro del doctor Stilinski que le acariciaba con dulzura el cabello, de la misma forma en la que lo hacía cuando era un niño,  luego noto la inevitable oscuridad de la noche, sentía la confusión su mente, pero no llevaba ni un minuto despierto cuando todo volvió a nublarse, justo cuando sentía que iba al más allá un dolor indescriptible golpeó su cuerpo, haciéndolo levantarse de golpe, rápidamente sintió unas manos grandes y fuertes sujetando sus muñecas, pero lo que vio lo asustó mucho.

Era Günther.

Nunca olvidaría esos ojos azules oscuros, nunca.

No solo por lo que significaban, sino porque por años Aidan los admiro, incluso los amo.

— ¡NO! ¡NO, POR FAVOR! ¡NO LO HAGAS! ¡No otra vez! — suplicó Aidan intentando liberarse, pero rápidamente las fuertes manos de Günther lo inmovilizaron — ¡NO, POR FAVOR! ¡DÉJAME! ¡AUXILIO!

De repente una sacudida lo trajo de vuelta a la realidad. 

— ¡Aidan! ¡Aidan! — gritó el doctor Stilinski sacudiéndolo —. Estás a salvo, estás bien.

— ¿Doctor?

Aidan se aferró al doctor Stilinski llorando, tenía tanto miedo.

Lo peor es que tarde o temprano tendría que volver a encontrarse a ese monstruo que lo violó, todo gracias a que ese violador seguía rondando libremente las calles. 

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