Pastel de manzana

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El pequeño niño de ojos de cielo inflo sus cachetes cual ardilla y dejó escapar el aire en un suspiro decepcionado, con sus ojos azules llenos de lágrimas Aidan jugueteo con sus pequeños deditos con la mirada fija en la casa al final de la calle. Aquella estructura amarilla era lo más cercano a un castillo que Aidan había visto en su vida y le causaba tristeza pensar que ya no podría volver a jugar en ella: era una preciosa casa de tres pisos, un jardín de varios metros de longitud lleno de flores silvestres, pasto, arbustos y unos cuantos árboles frutales; pero sin duda una de las cosas que más extrañaría era la piscina, lo más cercano al mar que había conocido; desde que tenía memoria esa casa era su lugar favorito de la ciudad, el niño adoraba dedicar el tiempo imaginando vivir en tan hermoso lugar, con una gran habitación para llenarla de juguetes y un gran comedor para comer con toda su familia sin sentirse asfixiado por el reducido espacio, una de sus actividades favoritas era pasar el tiempo debajo de la sombra de los enormes árboles, siendo abrazado por la cálida hierba verde y correr descalzo por el inmenso jardín, jugar a la pelota, a las escondidas o en tiempo de cosecha pasar sus días devorando las jugosas pumarosas, las rojas manzanas, los exquisitos mangos y las redondas cerezas.

Owen estaba preparando el almuerzo con la vista fija en su hijo, no era normal esa actitud por parte de su pequeño, Aidan nunca pasaba más de 10 minutos quieto en un solo lugar y ya llevaba una hora mirando por la ventana, siempre tenía que estar saltando, gritando o jugando, nunca se quedaba quieto, las únicas veces que permaneció quieto era cuando comía o dormía y era evidente que no estaba haciendo ninguna de las dos, la otra opción era que el niño estaba enfermo. El hombre terminó de condimentar las verduras y las colocó con el resto de la comida en la mesa, con la preocupación a flor de piel tomó a su pequeña bebé que dormía en una pequeña cuna portátil en la cocina.

— Kat, ¿puedes venir un momento, por favor? — llamó el hombre a su hija, unos segundos después la joven chica apareció, luciendo un radiante vestido rosa con flores azules — ¡Vaya! Hija, estás radiante.

Katherina dio un giro sobre si misma haciendo a su cabello ondulado flotar en el aire y que su vestido se esponjará como un globo, Owen sonrió encantado al ver a la maravillosa criatura que de una u otra forma era suya, a veces Owen miraba a sus hijos y se preguntaba ¿cómo un hombre tan torpe e imperfecto como él pudo tener a criaturas tan perfectas como ellos? Y aún esa pregunta no tenía respuesta, al menos no para él.

— ¿De veras? ¿Me veo bien? — la chica analizó nuevamente su vestuario y de forma nada disimulada retoco el color rosa de sus labios en un espejo en el pasillo, sintiéndose satisfecha por lo que veía. 

— Diría que te ves hermosa, pero eso es poco para lo linda que eres, Kat.

— Gracias, papá.

— Pero, ¿cuál es la ocasión? No me estoy olvidando de una fecha importante ¿o sí? — cuestiono el hombre comenzando a preocuparse aún más, miró a la bebé en sus brazos que ahora estaba despierta y llenando de saliva la camisa azul de su padre, los ojos castaños de la niña se encontraron con los mismos ojos en su padre y pronto la preocupación se convirtió en pánico —. No es tu cumpleaños, ni el de los gemelos, tampoco el de tu madre o el de Katherina, no es diciembre, no es el día de la independencia, ¿hay alguna obra escolar o evento importante? — le preguntó el hombre a la bebé, pero ella solo siguió descargando toda la saliva del universo en el pecho de su padre —, no, lo recordaría, siempre recuerdo los eventos escolares de tus hermanos — Owen apartó la vista de la bebé y miró angustiado a su primogénita —. Ay, no, ¿es el aniversario de habernos conocido tu madre y yo? ¡Ay, no! Okay, calma — Owen miro el reloj en la sala de estar y sintió una corriente de preocupación pasar por todo su cuerpo —, cálmate, Owen, cálmate, aún tienes tiempo — rápidamente dejó a la bebé de nuevo en la cuna y comenzó a correr por la cocina llegando al refrigerador —. No puede ser, ¡No hay dátiles ni miel! ¿qué haré? ¡Tu madre nunca me perdonará si no tengo su comida favorita lista! Bien, tengo que ir a comprar los ingredientes necesarios para el pastel de mermelada que adora tu madre, ¿o debería hacer el postre de limón? ¿O el bizcocho de yogurt? También tengo que buscar un regalo para ella, flores moradas, pañuelos blancos con olor a lavanda y condones — Owen se quedó en silencio al darse cuenta de lo que acababa de decir frente a los niños.

— ¿Qué son condones, papá? — preguntó la pequeña Haza que hasta el momento había permanecido en silencio en la mesa dibujando a los pesistas que aparecían en la televisión y que ella tanto admiraba por su fuerza, la niña dibujaba a una mujer que levantaba elefantes con suma facilidad como si de la misma fuerza de Sansón se tratara.

El joven padre se puso rojo por su imprudencia y trato de restarle importancia al asunto para evitar la oleada de dudas con la que sus pequeños de seguro lo iban a bombardear una vez les explicará que era esa palabra tan extraña para ellos.

— No es nada hija, olvidalo.

— Son globos — respondió Katherina en un tono de burla —, globos para adultos.

— Entonces yo también quiero condones, cómprame unos azules, papá — pidió la pequeña niña regordeta, siguiendo con su dibujo.

— Katherina — advirtió Owen en un tono de reproche, pero su hija solo se mofó de la situación.

— Tarde o temprano lo van a saber.

— Sí, pero preferiría esperar a que al menos cambiaran sus dientes de leche antes de guiarlos por el horrible camino de la pubertad — temblando por los nervios Owen se quitó el delantal y lo lanzó al mueble más cercano, tomó a Ada de la cuna y corrió hacía su primogénita —. Por favor, cuida a Ada y los gemelos mientras voy a la tienda.

— ¿Qué? ¡No! — Katherina retrocedió antes de que su padre le dejara a la bebé en brazos — ¡Esta botando saliva como un perro rabioso! ¡No voy a cargarla! Arruinara mi vestido.

— Katy, linda, por favor, sálvame la vida hoy o tu madre me hará dormir en el sofá por el resto de mi vida si se entera que olvide algo tan importante como nuestro aniversario de conocernos.

— Papá, no olvidaste nada. No hay ningún evento en especial, solo...— Owen se estremeció al notar la mirada soñadora de su hija — quiero darle la bienvenida al nuevo vecino, fue un cliente en la heladería y solo quiero saludarlo.

— ¡Ah! Me volvió el alma al cuerpo — exclamó el hombre aliviado, siempre fue Owen el obsesionado con las fechas importantes, pero sabía que Evangeline lo colgaría de su corbata si se enteraba que había olvidado una fecha tan importante para ella como el día en que se conocieron, también era importante para Owen, aunque también era una fecha algo dolorosa para él.

— Papá, ¿Estás bien?

— Sí, solo...temía haber olvidado nuestro aniversario — Owen volvió a dejar a Ada en la cuna —, tu madre enloquecería si llegara a hacerlo.

— Descuida, no olvidaste nada — Katherina bajo la mirada y dio un salto de sorpresa al darse cuenta que aún llevaba puestas sus pantuflas — ¡No puede ser! ¡Casi salgo así a la calle! Si el nuevo vecino me ve así jamás me tomara enserio. 

La muchacha salió disparada cual bala en rumbo a su habitación, agradeciendo a Dios haber notado el par de pantuflas de conejo antes de salir en busca de su adorado vecino. Consternado Owen siguió a su hija presintiendo que estaba siendo parte de un evento histórico en la vida de su familia: el primer enamoramiento de su hija mayor.

— Kat, ¿a que te refieres con tomar en serio? — la chica de cabello marrón termino de ajustar sus zapatos y miró a su padre con una sonrisa picara.

— El nuevo vecino es casi de mi misma edad, escuche a unas chicas en el colegio hablando de él, dicen que es guapísimo y la verdad es que sí, lo es, demasiado, para ser honesta guapísimo se le queda corto ¡Es como un sueño! ¡Un príncipe azul en la vida real! ¡Si tan solo lo vieras, papá! Es rubio, alto, con un cuerpo de ensueño ¡Y tiene unos ojos preciosos! A simple vista parecen de color negro pero en realidad son de un azul oscuro muy profundo, es...— Katherina se dejó caer en su cama, sin dejar esa mirada soñadora y esa sonrisa boba — maravilloso.

— Kat, sé que a tu edad es normal dejarse llevar por las apariencias, pero no puedes dejar que tus emociones nublen tu juicio...

— ¿De qué hablas, papá? ¿Qué emociones? — Katherina se levantó de su cama indignada — No estoy enamorada, solo — nuevamente su cerebro y corazón estaban en las nubes, con esa risa de caramelo y los ojos brillando como las estrellas — me parece interesante, eso es todo. 

— Pero...

— Papá, por favor, no quiero hablar más del tema, ¿esta bien? Gracias.

Owen entendió que su hija tenía una maraña de emociones con las cuales lidiar y no quiso presionarla para hablar. Todavía intranquilo regreso a la cocina y comenzó a limpiar el clásico desastre que dejaba a la hora de cocinar.

— ¿Estás bien, papá? — preguntó Haza, moviendo sus piernitas que colgaban debajo de la mesa —. Pareces tiste.

— Estoy bien, amor, solo que me asuste un poco al pensar que nuevamente era el aniversario de tu madre y mío.

— ¿Y poque?

— Porque es una fecha triste para mí.

— ¿Entonces no estás feliz por conocer a mamá?

— Linda, fui muy feliz cuando conocí a tu mamá, pero cuando la conocí, una semana antes fui abandonado por mi hermana mayor, Willa, me duele mucho y me pone triste esas fechas porque me recuerda como ella me dejo y jamás regresó por mí, ella era como una madre para mi, así que pone triste — Owen aparto la mirada de su niña de mejillas redondas y noto que su hijo seguía ahí, frente a la ventana, sin moverse. Preocupado se acercó al niño y lo abrazo, sentándose al lado del pequeño — ¿Qué sucede, cielo? ¿Qué le sucede a mi linda cabrita? ¿No quieres jugar? 

— Sí quiero jugar — respondió el niño recostandose en el pecho de su padre, pero rápidamente se apartó al sentir las marcas húmedas que su hermana había dejado en él.

— Perdón, Ada no tiene los suficientes dientes como para evitar que un diluvio salga de su boca — el niño hizo un puchero y regreso la vista hacía la ventana — ¿Qué miras, hijo?

— Quiero ir a jugar a la casa amarilla.

— Aidan, ya te dije que no puedes — el corazón de Owen se estrujó cuando ese par de ojos azules se llenaron de lágrimas y esa boquita rosa fue adornada por un puchero.

— ¿Por qué no puedo ir a jugar a la casa linda con piscina? — el padre supo que si no calmaba a su hijo pronto habría una rabieta de magnitudes bíblicas y con lo último que quería lidiar ese día era con un niño pequeño enojado.

— Primero, por el ataque de asma que te dio la última vez que estuviste en esa piscina, segundo, la casa ya no está vacía, cielo, alguien acaba de mudarse.

Los labios del niño temblaron y Owen entendió que no había nada que hacer, Aidan iba a llorar y no había fuerza sobre la tierra que calmara al niño cuando lloraba. Justo cuando pensó que el minúsculo humano al que llamaba hijo comenzaría a derramar las lágrimas suficientes para crear un río la puerta principal se abrió, entrando por ella Evangeline, Owen miró atónito el reloj dándose cuenta que algo debería haber pasado para que su esposa estuviera en casa tan temprano, pero agradeció a Dios que no fuera el día que tanto dolor le traía, si así fuera su usualmente cariñosa esposa era capaz de castrarlo sin anestesia. Evangeline entro en la casa gruñendo y arrastrando sus pies, se notaba cansada y malhumorada, con su clásico uniforme de enfermera y el cabello despeinado, los ojos cansados y con restos de vomitó en la falda de su uniforme, se notaba que no había sido un día fácil para ella.

— Esposa mía, ¿qué haces tan temprano en casa? ¿Estás bien? ¿Tuviste un accidente o algo? — Owen fue en busca de su esposa, tratando de revisarla para asegurarse de que estuviera sana, usualmente los pacientes más peligrosos del psiquiátrico se encontraban sedados, pero a veces se cometían errores que daban paso a que aquellas inestables personas desataran su locura, no era la primera vez que el personal del psiquiátrico resultaba herido a causa de un paciente.

— Estoy bien, Owen — la mujer apartó a su esposo algo fastidiada, se quitó los zapatos y se derrumbó en el sofa —. Estoy bien, solo que un paciente se negó a tomar su medicación y cuando fui a dársela me vomito encima — la mujer levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa a su familia —. Amo mi trabajo — dijo con sarcasmo, antes de notar a Aidan encogido en un rincón de la habitación — ¿Qué le pasa al niño? ¿Esta bien?

— Esta enojado porque ya no puede ir a la casa amarilla.

— ¿Así? ¿Y por qué? — la mujer echo su cabello hacía atrás y miró a su esposo extrañada, desde que Aidan aprendió a caminar y luego a correr esa casa fue su mayor centro de diversión.

— Porque tenemos un nuevo vecino. Alguien compró la casa.

— ¿De verdad? ¿No estuvo vacía por tanto tiempo debido a lo costosa que es?

— Sí, pero al parecer el nuevo dueño tiene mucho dinero. Es una lastima.

— ¿Qué cosa? — preguntó Katherina llegando a la sala, esta vez con unos lindos zapatos de color crema — ¡Oh! Hola mamá — Katherina intento besar y abrazar a su madre pero ella la apartó.

— Así esta bien, hija, estoy sucia, ni siquiera debería estar en el sofa.

— Recuerdas querida lo mucho que soñábamos nosotros con comprar esa casa, esa hermosa mansión de tres pisos, con un jardín y una piscina perfecta para los niños — el tono de voz de Owen era triste, nunca pensó que tendría hijos alguna vez, pero desde que vio ese signo positivo en el test de embarazo se propuso darles lo mejor a sus hijos, pero ni siquiera les podía dar una casa propia con suficiente espacio en la cual crecer.

— Sí, pero quizás fue lo mejor, cariño. Nuestros ahorros no serían suficientes para pagar el 1% de la casa, además, literalmente ya no tenemos ahorros — Evangeline suspiró decepcionada —, tener cuatro hijos no es nada barato.

Owen entendía bien a lo que se refería, a penas lograban mantener a sus hijos, era bastante difícil mantener a una familia de seis con un solo sueldo, pero no había mucho que hacer, el trabajo de Owen no pagaba lo suficiente además de no ser algo fijo, algunos días tenía clientes, otros pasaba semanas sin trabajo alguno.

— Perdoname por no aportar más para el hogar — se disculpó apenado el hombre.

— No importa, sé que el trabajo como electricista independiente no es tan bueno, sé que haces lo posible por nosotros — Evangeline se puso de pie y le dio un beso a su esposo —, además con tal de tener toda esa comida deliciosa yo soy feliz, haces más que suficiente por esta familia, querido esposo.

— Pero no es suficiente, no es justo que tú lleves toda la carga de la familia que formamos los dos. Créeme que lo intente todo, incluso ir de puerta en puerta ofreciendo mis servicios pero las personas quieren cosas baratas sin importarle la calidad del trabajo y luego se quejan cuando la cura es peor que la enfermedad.

— Así es la vida, muchas personas no entienden que lo barato suele salir caro — Evangeline abrazo a su esposo por la espalda, sabía el grado de angustia que le causaba a su marido no darle todo lo que deseaba a sus hijos y el corazón de Evangeline le dolía cuando notaba que su esposo pensaba que no era suficiente para ellos —. Veo que no soy la única que sufrió un ataque vocal hoy — la mujer señaló la camisa de su esposo y él a su vez señaló a la culpable que los miraba sentada en la cuna —. Es muy linda, pero a veces me da miedo cuando se sienta sola, no sé si estoy viendo a mi hija o a Chucky.

— ¿Cómo puedes comparar a Ada con Chucky? — Owen tomó a su bebé en brazos y la meció con cariño —. Chucky es pelirrojo, Ada no.

— Bueno, adiós familia — comentó Katherina casi saltando hacía la puerta.

— ¿A dónde vas? — cuestiono Evangeline sorprendida que su hija no le pidiera permiso para salir.

— Va a ir a presentarse al nuevo vecino — respondió Owen, no muy contento con las acciones de su hija, Katherina siempre fue muy confiada, tanto que resultaba muy peligroso para su propio bien.

— Es una buena idea — Owen le mando una mirada de reproche a su esposa por apoyar la descabellada idea de su hija —, Katy no tiene amigos de su edad en el barrio, ¿Y qué mejor que el dueño de la casa amarilla? Anda, hija, ve, pero con cuidado y no entres a su casa, solo un "hola" y "bienvenido", listo, regresas a casa y listo.

— Pero mamá, quiero conocerlo, ¿cómo lo haré si no hablo con él?

— Para hablar con él no necesitas estar en su casa, no sabes cómo es él, quizás sea un muchacho impulsivo.

— Creo que Kat no debería ir, al menos no sola, ¿por qué no esperas un poco y luego voy contigo a visitar al nuevo vecino? — propuso Owen —. No conocemos a ese muchacho, podría ser peligroso.

— ¡No, papá! ¡Iré sola! — declaró Katherina.

— Lleva a Aidan contigo — ordeno Evangeline —, así se le quitará el mal humor.

— ¿Qué? ¡No! ¡Ya me avergonzó en la heladería! Hará lo mismo hoy — tan deslumbrada por el nuevo vecino estaba Katherina que no quería volver a pasar vergüenza por el glotón de su hermano.

— ¿Acaso te estoy preguntando? — Evangeline no preguntaba, Evangeline ordenaba —, vas a llevar a tu hermano y punto.

— Prepararé una rebanada del pastel de manzana del postre de hoy para que le lleves al nuevo vecino — Owen regresó al lado de su hijo y le limpio las lagrimas —, chiquitín hermoso, ve y lávate la cara, irás a conocer al nuevo vecino con tu hermana, ¿quién sabe? Tal vez te deje jugar en la casa como de costumbre — una sonrisa traviesa se formó en el rostro del niño, a veces Owen deseaba ser más como su hijo, siempre parecía feliz y era tan fácil mantenerlo contento, incluso salir a la puerta era motivo de dicha para el niño, lastimosamente el sosiego hacía mucho que había abandonado el alma de Owen, no entendía bien porqué se sentía tan angustiado, a lo mejor por la situación precaria de su familia o por no saber cómo mandaría a la universidad a Katherina, tantos problemas y parecía no haber solución alguna, en esas situaciones solo quedaba confiar en Dios y entregar sus temores a Él.

Katherina no intentó protestar más, cualquiera que conociera a Evangeline sabría que evocar su rabia era uno de los mayores errores que se podía provocar y como su hija lo sabía bien. Aidan corrió al baño y se lavó la cara limpiando cualquier rastro de lagrimas, seco su rostro con una toalla y regreso a la cocina dando pequeños saltitos, al llegar su padre ya había cortado un trozo del postre y lo guardaba en un recipiente de plástico.

— Katherina, cuida bien de tu hermano y tu, Aidan, portate bien y no desobedezcas a Katherina, ¿de acuerdo? — el niño asintió animado, recibiendo el recipiente con el pastel en su interior y corriendo a la puerta, con una Katherina muy malhumorada detrás de él.

Durante todo el trayecto hacía el final de la calle Aidan se la pasó saltando e ideando planes para ganarse la simpatía del nuevo vecino y obtener una forma de entrar a la casa, esperaba que el nuevo dueño tuviera hijos, así podría hacerse amigo de los niños y tener la excusa perfecta para pasar el tiempo en la casa amarilla.

— Dame eso — ordenó Katherina extendiendo la mano.

— ¿Qué?

— El pastel, tonto.

— No, yo lo llevo — respondió el niño aferrándose al recipiente —, así lo mantengo calientito.

— Dámelo para que pueda votarlo lejos antes de llegar a la casa amarilla.

— ¿Por qué? Es el pastel que le manda papá.

— Sí, pero será ridículo para alguien con tantos lujos que un par de extraños lleguen con un insípido pastel de manzana — Aidan inflo sus mejillas indignado.

— ¡El pastel de papá no es insípido! ¡Es delicioso! — Aidan ni siquiera sabía que significaba "insípido" pero a juzgar por la forma de desprecio que Katherina lo dijo debía ser algo malo.

— Como sea, solo deshazte de el antes de llegar a la casa amarilla.

El niño se negó, ocultando el pastel debajo de su camisa morada, no dejaría que Katherina le quitara el pastel. Al llegar a la puerta Katherina tomo de la mano a Aidan y lo miró fijamente a los ojos.

— Escúchame, no hables si yo no te lo ordeno, no pidas nada, ni siquiera respires de ser posible — la muchacha se notaba alterada por tener a su hermano pequeño en su segundo encuentro con su deslumbrante caballero.

— Pero si no respiro me muero.

— Adelante, hazle un favor a la humanidad — Aidan ladeo la cabeza sin entender las palabras de su hermana, ella parecía arrepentida por haberlas dicho, antes de que pudiera decir algo más la puerta se abrió, revelando al chico rubio de ojos azules oscuros con el cual Aidan pasó una tarde llena de diversión en el colegio de Katherina.

La joven adolescente cambio de forma automática su comportamiento, paso de ser una gruñona en la criatura más amable del planeta en un segundo, Aidan no entendía la actitud tan extraña de su hermana, ella nunca era así, pero por alguna razón, desde ese día en la heladería con el chico que pidió el mismo sabor de helado en el que Aidan cayó estaba rara, actuaba de forma extraña y comenzó a hacer cosas singulares: pasar horas arreglándose para ir al trabajo, por ejemplo; se maquillaba y veía videos para mejorar su apariencia, cosa que nunca antes había hecho, ni siquiera cuando era pre puberta.

— Hola, buenas tardes, soy tu nueva vecina y vengo a darte la bienvenida a este barrio — el chico de la heladería, de la tarde de juego y ahora su nuevo vecino miró con extrañeza a la chica, con una sonrisa forzada, pero al verlo esa sonrisa aumentó y se volvió genuina, sus ojos se iluminaron cuando vio al pequeño que acompañaba a la desesperada chica o al menos le pareció desesperada a él.

— Es un placer conocer a una vecina tan linda — dijo él, pero ni siquiera la miraba, sus ojos azules oscuros como el azul de las profundidades del mar estaban fijos en Aidan. Con los ojos todavía brillando de emoción el joven se agachó frente al niño — ¿Y quién es este pequeñín?

— No es nadie importante, solo es...— Katherina fue interrumpida abruptamente por la vocecita emocionada de Aidan.

— ¡Eres tú! ¡El de la cancha! — aunque sonara imposible la sonrisa del nuevo vecino aumento, no de forma aterradora, más bien de una forma agradable, casi hermosa, la forma en la que sonríe alguien que está muy feliz, demasiado feliz y Aidan adoraba ver a las personas felices.

— Es un placer volver a verte Aidan.

— ¡Si te acuerdas de mi! — Aidan estaba en el cielo, si se acordaba de él y si seguía jugando el papel de niño tierno podría conseguir un pase ilimitado al jardín de la mansión, y por ende a las jugosas frutas.

— ¿Se conocen? — Katherina parecía casi enojada.

— Sí, jugamos juntos — respondió secamente a la chica, pero su tono se volvió dulce y gentil al hablar con el pequeño —, eres un niño muy veloz y competitivo.

— ¿Así? ¡Pues quiero la revancha! — todavía estaba indignado que él le hubiera ganado en todos los juegos en los que participaron, ¿acaso no sabía la regla de oro de la vida? Si una criatura menor de 10 años te pide jugar por ley debes dejarlo ganar, pero parecía que al nuevo vecino le gustaba hacerlo enfadar.

— Cuando quieras puedes venir a mi casa para jugar, esta también es tu casa.

— ¿Entonces puedo seguir comiendo la fruta del jardín? — el alma de Katherina cayó a sus pies, enterarse de que tus nuevos vecinos son los ladrones de la fruta que crecen en tu propiedad nunca es una buena primera impresión, pero la vergüenza de Katherina aumento al entender que el nuevo vecino de seguro pensaría que era una chica rara, incluso patética si llegaba a enterarse de todo lo que ella y sus hermanos hicieron en su propiedad, podía excusarse con que solo era una niña jugando, una buena hermana mayor jugando con sus hermanos menores pero pensaba que alguien tan atractivo como el nuevo vecino no lo entendería.

A juzgar por la expresión petrificada de su hermana Aidan supo que hizo o dijo algo incorrecto, no sabía que había dicho o hecho pero debía ser grave debido al rostro pálido de Katherina, aunque la expresión divertida del nuevo vecino lo confundía, ¿había hecho algo malo o bueno? El niño no lo comprendía.

— Entonces imagino que tu eres el pequeño conejo que acaba con los cultivos de fruta en el jardín, ¿verdad? 

Aidan se puso rojo de vergüenza y abrió la boca para defenderse, Katherina le cubrió la boca con las manos, sabía que si Aidan caía el niño haría a todos caer con él, todos sabían que Aidan era un niño indiscreto, solía hablar demás con la misma frecuencia que respiraba y la chica no estaba dispuesta a que el nuevo vecino supiera que era ella quien lideraba a la jauría de conejos que se comían las diversas frutas de jardín.

— Tranquilo, todo está bien — dijo el nuevo vecino, mandandole una mirada severa a Katherina para que liberará a su hermano, la chica lo hizo, completamente embobada con la belleza del chico —. El antiguo dueño dijo que había una plaga de conejos y mapaches que acababan con todo vestigio de fruta durante las cosechas. De haber sabido que había un conejo tan lindo como tu yo mismo habría llamado al exterminador para capturarte y tenerte — el chico de ojos azules le dio unas palmaditas en la cabeza a Aidan, como si fuera un cachorro que acabará de hacer algo tierno —, quizás una mascota, eres un conejo muy lindo.

Aidan miraba a su nuevo vecino maravillado, sentía que era como un superhéroe, todo en él era tan extraño y a la vez tan agradable que por alguna razón Aidan deseo ser su amigo.

— ¿Qué es eso? — preguntó el nuevo vecino señalado el bulto debajo de la camisa del niño.

— Oh, eso...— la chica se puso roja, deseando haber tirado el pastel pese a la oposición de su hermano.

— Pastel de manzana — respondió el niño extendiendo el recipiente.

El nuevo vecino lo tomo gustoso y lo abrió, dejando que el delicado olor de manzana dulce lo envolviera. Usando la cuchara que venía en el recipiente cortó un trozo de la rebanada y se la llevó a la boca.

— ¡Que delicia! — exclamó dichoso por tal sabor —. Es una de las mejores cosas que mis labios han probado en la vida. Mis felicitaciones al chef.

— ¿Enserio? Me alegra que te guste, lo hice yo misma — dijo Katherina, Aidan miró a su hermana confundido.

— Pero quien lo hizo fue...— Aidan al instante calló al sentir un apretón en su brazo, el niño miro enojado a su hermana por haberlo pellizcado y se frotó el brazo adolorido.

— En ese caso, mis felicitaciones a ti, eres una cocinera magnífica, todo es tan suave y dulce — Aidan supuso que el nuevo vecino no pensaría que era tan delicioso si supiera que el pastel estaba hecho con las manzanas de su jardín que Aidan había sacado de contrabando su ultima vez allí. ¿Quieren pasar? Hicimos algunas remodelaciones a la casa y supuse que les gustaría ver las cosas nuevas.

— Claro — respondió Katherina entrando sin dudarlo.

— Pero mamá dijo que no.

— Será solo un momento Aidan, no molestes.

— Adelante, pasen — el niño quiso resistirse, no le gustaba desobedecer a su mamá, pero la mirada de suplicá del nuevo vecino y la enfadada de Katherina finalmente lo hizo entrar.

Apenas el niño ojiazul puso ambos pies en el interior de la casa el nuevo vecino cerró la puerta. Katherina miraba todo encantada, pero sobre todo miraba encantada al muchacho.

— Me disculpo, no me presente correctamente, soy Katherina — volvió a presentarse Katherina, Aidan supuso que lo hacía para volver a tomar la mano del nuevo vecino, el joven rubio tomó la mano de Katherina y deposito un suave beso en la piel de la chica, provocando que la muchacha perdiera el aliento.

— El gusto es mío. Katherina, que nombre más hermoso. 

— Pero no tanto como el mío — comentó el niño en medio de ambos adolescentes que para él eran gigantes —, mi nombre es mucho más bonito.

— Aidan tiene razón, no existe nombre más hermoso en el universo que el suyo — el nuevo vecino le estaba agradando mucho a Aidan.

Era extraño estar allí, Aidan siempre veía el interior de la casa por las ventanas pero jamás soñó con estar en el interior, todo era más grande de lo que parecía y él era más pequeño de lo que deseaba, todo era tan grande y extraño también era bonito, y aterrador, en especial un par de estatuas, pinturas y afiches de unos seres extraños, una especie de dragón devorando un mundo y un sol con un ojo gigante, aquellas imágenes cohibieron al niño.

— ¿Quieres que te de la mano? Así no te vas a perder — el nuevo vecino ofreció su mano, notando la incomodidad del niño, el pequeño asintió extendiendo su manita.

— Sí, por favor.

— ¿Y tú cómo te llamas? — Katherina estaba enojada de que su hermano le quitará la atención del nuevo vecino, pero no se atrevió a demostrarlo, no frente al dueño de los ojos azules oscuros que le quitaban el aliento.

El chico de ojos azules se giró a Aidan con una mirada divertida.

— ¿Quieres responder esa pregunta, pequeño?

— La verdad no, no lo recuerdo — Aidan se sintió mal por admitirlo pero era cierto, no recordaba el nombre del nuevo vecino, sabía que empezaba con G de gato, de gancho, de Gutiérrez y de Gonzalo, pero no recordaba el resto de letras que conformaban el nombre, el niño se sintió aún peor al notar la mirada triste del nuevo vecino — ¡Perdón! — Aidan abrazo al nuevo vecino, el niño era tan pequeño a comparación del chico de ojos azules que apenas le llegaba debajo de la cintura — ¡No estés triste! — pidió el niño, apretando las piernas del joven con toda la fuerza que sus pequeños brazos poseían.

De forma inesperada Günther dejó caer el recipiente con el pastel y tomó al niño en brazos, Aidan se asustó cuando lo hizo, pero se tranquilizo al darse cuenta que solo lo alzó para abrazarlo.

— Esta bien, pequeño, no estoy triste — la calidez del cuerpo del nuevo vecino hizo a Aidan relajarse, sobre todo por el reconfortante aroma a jabón y limpieza que desprendía el muchacho.

— Se cayó el pastel — Aidan señaló el postre en el suelo triste de que su nuevo amigo no pudiera disfrutar más de la deliciosa comida de su padre.

— No importa, lo limpiare luego y mi nueva vecina puede hacerme otro, ¿cierto?— Katherina asintió sonrojada y todavía sin aliento por el atractivo joven —. Perfecto, vamos al jardín, ahí es más fresco — Günther le extendió su mano a Katherina y sin soltar a Aidan los guío por el interior de su casa hacía el jardín, Aidan se sentía más pequeño que de costumbre por la inmensidad de la casa, pero al estar alzado por el nuevo vecino y su compañero de juegos lo hizo sentir alto, imponente y poderoso, por fin ya no era pequeño, el niño deseó poder ser como su nuevo amigo: alto, fuerte y tan amable como lo era él. El nuevo vecino sonrio por tener a Aidan en brazos y con esa agradable sonrisa le susurro al oído al niño: — Y mi nombre es Günther, por favor, no lo olvides esta vez.

Aidan asintió riéndose por las cosquillas que le provocaba la gruesa voz de su nuevo amigo en su oído, el niño se prometió y le prometió a Günther que no lo olvidaría, nunca lo haría.

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