50. Quién sabe +

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Advertencia, a partir de este capítulo los consecuentes serán violentos y tratarán temas delicados, intente suavizarlos lo mejor posible pero para ser honesta no quiero censurar esta parte crucial de la historia, recomiendo encarecidamente que sí eres una persona sensible te saltes cualquier escena que te cause incomodidad. Seré honesta, últimamente no he estado bien, le he rogado a Dios su ayuda y sé que en algún momento veré su misericordia en su máximo esplendor. Ya la he visto en muchas ocasiones pero últimamente la necesito con mayor premura, así que tomé una decisión, confiar en Dios y trazar mis frustraciones, y angustias de una manera mucho más saludable que las de Aidan: escribir. Repito, serán capítulos donde se verá UML en su más horrendo, repulsivo y agonizante esplendor, sin embargo, por el bien de ustedes, mis sueños, mis obras de arte elimine/modifique algunas escenas para evitar mayor incomodidad, pese a ello sé con seguridad que gran parte de los capítulos que van a leer a partir de aquí será algo horrible. UML es prácticamente Sodoma y Gomorra con esteroides, me base en esas ciudades para crearlo, siempre fue mi objetivo crear una ciudad y un grupo de personas que hicieran parecer el infierno un paraíso, y creo que lo logré. Pero recuerden, sin importar los horrores del mundo terrenal, más allá del sol tu y yo tenemos un hogar en el que Dios está ansioso por llevarnos a gozar. Desaparecí por tantos días debido a que estuve modificando dichas partes de la historia, pero como mi objetivo es ser ingeniera Ambiental las voy a reciclar para una próxima historia titulada "¡Vivir como un rey!" la cual no sé dónde podré publicar porque quise mostrar en esa historia las bajezas más grandes que el hombre y la mujer pueden cometer, me siento mal y algo desanimada por esto, intente publicar los capítulos tal cual pero me llegaron advertencias, nunca en wattpad me habían censurado y me parece tonto que censuren mi historia (que sí, que las escenas eran pesadas) pero dejen intactas historias donde normalizan y romantizan las mismas cosas que yo escribo sin romantizar, porque a diferencia de esos otros escritos los míos están hechos para provocar asco, repulsión y tristeza, no para romantizar. Todos los capítulos que tengan un + en su título serán los de escenas explicitas.
Que Dios te bendiga.

No hubo psiquiátrico, ni antes ni ahora. Despertó en una habitación vacía, con nada más que una cama y un tragaluz que flotaba burlonamente en el techo sobre su cabeza, solo podía ver el cielo, el gris cielo, sin rastro del sol y en las noches las estrellas lo privaban de su luz. Por medio de una pequeña abertura, de no más de 10 centímetros de largo, una mano sin aparente dueño le dejaba una canasta con comida y bebida. El primer día golpeo la puerta, suplicando y rogando que lo dejasen salir, imploraba por ver a su tía Alma. No hubo respuesta, ni el primer día, ni el día después de ese, ni el después de ese otro. No comía, tampoco bebía, solo se la pasaba acostado en la cama, observando con añoranza el tragaluz.

A veces fantaseaba con volverse un pájaro y salir volando, huir por el tragaluz, volver a casa, pero el problema es que ya no sabía dónde estaba su casa. Pasaba sus días recostado en la cama, mirando por horas y horas a la pequeña ventana que se había vuelto su única esperanza de algún día volver a obtener su tan ansiada libertad, no había mucho con que entretenerse en aquella habitación tan pequeña, solo estaba una cama adherida a la pared, un colchón, una almohada, una manta y un poster gigante que simulaba ser una ventana, al despertar el primer día creyó que era real y se dio un placentero golpe cuando se estampo contra la ventana en un patético intento de huir. Pasaba las interminables horas observando el tragaluz y cuando se aburría miraba el poster, y cuando se aburría de mirar el poster miraba el tragaluz.

235 hojas contenía el árbol impreso en el afiche, pudo contar 1725 flores en el campo detrás del árbol y la madera del pórtico contenía 15 clavos, el edredón tejido a mano tenía 44 estrellas amarillas, 34 azules y 11 rojas. El doctor Stilinski le dijo una vez que las ratas en el laboratorio cuando estaban en absoluto aislamiento se daban choques eléctricos contra la jaulilla con tal de tener algo que hacer, Aidan comenzaba a desear tener algo que hacer, pero como no estaba en una jaula que daba descargas eléctricas debía conformarse con rasgar su piel y pellizcarse, pero maldita sea, sus uñas estaban tan cortas que a penas y sí podía causarse un pequeñísimo rasguño. Dormía, dormía mucho, aunque en realidad pasaba las horas con los ojos cerrados, viajando con su imaginación a tan anhelada libertad hasta que la falta de comida lo hacía sucumbir. Aidan se removió en la cama, sentía cálidas manos tocando su cabello.

— Mamá — susurro entre sueños.

— Te equivocas, pequeño — se despertó de un salto al escuchar una cantarina voz en su oído.

Se acurruco contra la esquina de la cama, observando la inmensidad de la oscuridad frente a él, una tenue luz se colaba por el tragaluz, podía ver lo que parecía ser una silueta de mujer, sin embargo su rostro se mantenía oculto entre la penumbra.

— ¿Quién eres?

Escucho un suspiro tan suave que fácilmente pudo ser el viento, tras ello un chasquido de dedos. La luz lo cegó por un momento y pasaron varios segundos hasta que pudo ver algo más de manchas borrosas de colores. Frente a él se alzaba una majestuosa criatura que lo miraba con ternura, la mujer estaba parada frente a la puerta abierta de su prisión, varios hombres uniformados la miraban esperando cualquier indicación, no fueron necesarias las palabras, tan solo un ligero movimiento de sus dedos y los uniformados cerraron la puerta que chirrío al volver a colocarse el seguro.

— Dulce niño — su voz era sedosa, casi seductora, con un timbre cantarín y enigmático oculto tras cada palabra —, estoy tan feliz de que por fin estés aquí, no tiene idea de lo mucho que te estábamos esperando — su sonrisa era radiante, como la luna iluminando la noche oscura del firmamento, era casi como la sonrisa de un ángel, no, la de un ángel no, era más parecida a algo, a alguien que Aidan vio alguna vez —, así que los rumores son ciertos y eres poseedor de una belleza exquisita — la mujer le sonrío con calidez, su mirada era dulce y su sonrisa tan radiante como la de...—, eres en muchacho más bello que he visto en mucho tiempo — ella se movía con la gracia de las olas del mar, tan delicada que daba miedo solo mirarla —, mi nombre es Willa y estarás a mi cargo por el próximo medio año — ella extendió su delicada mano, ofreciendo lo que Aidan supuso era un amigable apretón de manos —, ciertamente tengo muchas esperanzas puestas en ti — bajo la mano cuando Aidan no la tomó, pero su sonrisa no titubeo —, verás que nos llevaremos de maravilla si haces las cosas bien.

— ¿Hacer las cosas bien? — dio un trago amargo de saliva, todo su frágil cuervo temblaba como un pilar a punto de desquebrajarse, demasiado agrietado como para mantenerse erguido — ¿Y qué es "hacer las cosas bien"? ¿Quién es usted? ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está mi tía Alma? — Willa bajo momentáneamente la cabeza, no por vergüenza ni mucho menos, solo para ocultar la estridente carcajada que amenazaba altivamente con abandonar sus labios.

Siempre tuvo una gran intriga por conocer al misterioso chiquillo que le robo tan despiadadamente el corazón a su sobrino, si bien era hermoso como solo un efebo podía serlo Willa no entendía el por qué tanto alboroto, aunque no iba a negar que la redondez de sus mejillas se le hacía tanto familiar como tentadora.

— Como ya te he dicho, mi nombre es Willa — ella comenzó a caminar por la habitación, se sentó con la gracia de una reina al borde de la cama, con su larga melena rojiza serpenteando grácilmente por sus brazos y espalda, una cascada de fuego que abrazaba seductoramente su cuerpo, sus ojos brillaban con un azul tan oscuro como las profundidades infernales del océano —, supongo que tu amado no te hablo mucho de mí, no me sorprende, para ser honesta a veces desearía no ser parte de esta familia.

— ¿Amado? — sonrisa radiante, ojos de un azul oscuro y un rostro tan hermoso que podía resultar doloroso mirarlo —. Günther...— Willa levanto las manos como una esfinge que lo había retado a resolver un acertijo que ni los más sabios hubieran podido resolver.

— Mi sobrino siempre ha sido un romántico empedernido, me complace saber que esta vez tenía motivos para serlo — cruzó sus manos sobre el regazo, balanceándose juguetonamente mientras su oscura mirada lo recorría de pies a cabeza, quería apartar la vista, le incomodaba verla, pero resultaba tan singular, tan hermosa y perfecta que apartar la mirada le parecía una tontería, ¿Y si jamás volvía a ver ese rostro majestuoso en su vida? Quería verlo todo, descubrir todos sus gestos, cada uno de ellos, empaparse de su aroma tan indescriptible como indescifrable. No entendía la razón de su sentir, pero no podía dejar de verla, de ver esa obra de arte tan extraña, tan hermosa como intuía que podía llegar a ser repugnante —. Ahora veo que no tenía motivos para no serlo — lo miro a los ojos y su rostro se ilumino de una forma tan majestuosa como si su piel estuviese hecha de oro, sus dientes de perlas y sus ojos fueran un par de oscuros zafiros —, eres una belleza, un deleite a la vista y...— rosó con su suave dedo la mejilla de él, una caricia suave de una pluma tan rápida que ni siquiera tuvo tiempo de apartarse — al tacto — observo con atención el dedo con que el que lo toco, como si buscara algo, un fragmento de su alma, sangre o lágrimas.

Volvió a tragar saliva, tratando de controlar el temblor que lo colmaba. Ahora todo tenía sentido: los hombres uniformados, el secuestro; fue tan tonto por pensar que Günther algún día lo dejaría en paz, los primeros meses tras el ataque estuvo paranoico, seguro de que él volvería a buscarlo y llevarlo consigo o a terminar el trabajo, y matarlo, pero creyó, tras meses sin señal alguna de que él volvería que todo estaría bien y que mágicamente con solo violarlo el apetito voraz de Günther por él quedo saciado.

— ¿Günther...hizo esto? — Willa negó.

— Él no lo sabe — se levantó y se paseó altivamente por la minúscula habitación, su vestido que hacía juego con la oscuridad de sus ojos ondeo encantadoramente por el escaso viento que proporcionaba la rejilla en la puerta —, al menos no por ahora.

— ¿Entonces? ¿Qué hago aquí?

— Eres un regalo — la sonrisa de Willa se ensancho —, un magnifico regalo, un presente de los dioses para complacer a nuestro amado heredero.

No se le ocurría peor destino que estar ligado a Günther el resto de su vida. Lo amaba, lo amaba por todas las cosas buenas que hizo por él, por su familia pero lo odiaba casi con la misma intensidad por haberlo roto de tantas maneras posibles y regresar por los trozos en busca de causarle más daño.

— No...no soy un objeto que se pueda vender o ceder, ¡Soy una persona! — ¿Por qué nadie más parecía notarlo? ¿Por qué todos al mirarlo no veían más que un objeto que poseer y romper? Era una persona, un ser vivo y razonable, sentía si le pegaban, lloraba si lo insultaban, sonreía si lo abrazaban. Estaba vivo, pero al parecer él era el único que se daba cuenta de ello.

— Y por eso es que se te ha concedido el honor de complacerlo, tanto en el lecho como — Willa se llevó la mano al pecho, golpeteándose juguetonamente la parte de arriba de su seno — en el corazón.

No. No. No. No podía haber peor destino que ese. Se cubrió los oídos, harto de escuchar, sabía que Günther lo iba a destrozar, lo sometería de mil formas, lo humillaría de trillones más y al final ni siquiera en la muerte podría hallar paz.

— Jamás, ¡Preferiría morir antes de estar con mi abusador!

— ¿Abusador? — ella sonrío de manera divertida, como si estuviera diciendo alguna clase de broma sin gracia —. No existe tal cosa como abuso por parte de un amado de los dioses y — bajo su mirada, llevándose la mano al cuello cubierto por una especie de collar unido a su vestido, eran como escamas de serpiente cubiertas por oro, entrelazadas con joyas que brillaban casi tanto como su sonrisa, cientos de escamas intercaladas con diminutos pero vistosos diamantes adornaban su cuello, pero cualquier vestigio de escamas desparecía al llegar al escote, permitiendo que el azul rey se alzara entre lo demás, cubriendo cada exquisita curva de su cuerpo — no tienes opción — se levantó lentamente, Willa era alta pero exquisitamente proporcionada, la tela de su vestido se deslizaba dulcemente por sus curvas —. Si no lo haces no solo tú, dulce niño, morirás, también tu tío que postrado en cama esta, tu madre, tu padre, tu melliza, tu pequeña hermanita y — Aidan no supo de dónde Willa saco un par de fotografías, la mujer le dedico una dulce sonrisita, extendiéndole los trozos de la foto — Alma, obviamente.

Sostuvo las diversas fotografías y su corazón se detuvo al ver que eran todas de su familia, incluso Dan aparecía en alguna de las fotos, su estómago se hizo un nudo al percatarse de que tres de las fotos, una de Haza y dos de Dan era relativamente resientes, Haza estaba tan grande y Dan, bueno, él estaba igual, pero llevaba en la foto la misma ropa que en su cumpleaños y se notaba a leguas que estaba en el hospital, sosteniendo un celular, supuso que fue tomada cuando le contaba sobre lo que le pasaba a Roxelana.

— ¿Qué debo hacer? — no tenía por qué sacrificarse, ¿sería noble? Por supuesto, siempre es noble morir para que otros puedan vivir, pero no era su obligación, no le debía la vida a otros sin importar que fueran de su familia, ¿pero qué más podía hacer? Aidan jamás podría vivir si algo le llagase a pasar a su familia.

— No mucho, solo hazlo feliz, ese es tu propósito en este oscuro mundo, dar felicidad y una vez lo hayas hecho bien podrás renacer, y en lugar de servir serás servido — trataba de explicarlo de la manera más sencilla y hermosa posible, pero él no la escuchaba, solo gimoteaba patéticamente mirando a la nada. Willa lo sujeto de la barbilla, forzándolo a mirarla, su sonrisa se desvaneció momentáneamente al ver sus lágrimas rodar por sus mejillas, pero volvió a instalarse con fuerza en su carnosa boca —. Eres un regalo de cumpleaños, por lo tanto no serás entregado a Günther hasta esas fechas, mientras tanto serás entrenado en la profesión más antigua de la historia, en el arte de dar placer — Aidan aparto el rostro, volviendo a mirar al suelo. <<Otra vez no, Dios te lo ruego, ¡Otra vez no!>> —. Duerme un poco, vendré por ti temprano en la mañana y espero que tengas una actitud tan buena como tu cara para comenzar tus lecciones — camino hacia la puerta, dio tres golpes rítmicos y se giró para dedicarle una sonrisa al abrirse la puerta —. Dulces sueños.

Desde entonces su vida se había convertido en una interminable odisea, en una pesadilla donde era violado día tras día, hombres y mujeres de todas las edades llegaban a la habitación, agitando sus peludos miembros al verlo y sacudiendo sus flácidos pechos con provocación, pero generalmente no estaba despierto, las primeras veces grito y lucho, pero tras un par de castigos no tuvo más opción que someterse a su nueva vida, aunque Willa le prometió que si pasaba el periodo de prueba ella le daría la posibilidad de dormir cuando todo sucediera. Pero él no estaba ahí, no, él no estaba debajo de esas personas, él no estaba siendo tocado, penetrado, rasguñado y destrozado, no, él era un pajarillo que volaba entre los arboles cantando, al menos hasta que alguna fuerte nalgada o azote lo traía de regreso a su inmundo cuerpo.

Lo alimentaban principalmente con cosas que nutrieran pero que no aportarán mucho. Debía comer, sino Willa regresaría con un "regalo" y ciertamente Aidan no sentía emoción alguna de seguir recibiéndolos tras contemplar un rizo del cabello de Ada, el pánico lo invadía al pensar en la forma en la que pudieron conseguir tal cosa.

— Debes conservar la figura — había dicho Willa —, debes verte deseable para tu futuro marido y la figura lo es todo en la intimidad, además — la mujer apartó la mirada del muchacho, suponía que si no tuviera ese rostro y esas curvas probablemente nadie querría fornicar con un chico tan delgado, claro estaba que para todo existía algún degenerado — necesitamos que estés bien, saludable para tu esposo.

Saludable para Günther, saludable para los amigos de Willa. Nunca para él. Negarse a comer no era una opción. Nunca lo golpeaban en el rostro o demasiado fuerte como para dejar una marca permanente, aún así recibía constantes amenazas y humillaciones, lo encerraban en celdas oscuras y frías durante tanto tiempo que por momentos se preguntaba si se habría quedado ciego, lo colocaban en lugares tan silenciosos que el palpito de su corazón era doloroso de escuchar, lo mantenía atado en formas tan incomodas como dolorosas hasta que no podía sentir el cuerpo, le colocaban un bozal que mantenía su boca abierta, incapaz de cerrarla era obligado a comer hasta vomitar y luego lo hacían comer ese vomito para que volviera a vomitar, y repetir el proceso una y otra vez. Tales castigos eran demasiado insoportables como para hacerlo comer. Aidan jamás pensó que las manzanas pudieran ser tan asquerosas.

Le habían dicho que Günther quería tener hijos con él. La sola idea le revolvía las entrañas. ¿Cómo podría criar a un niño o niña inocente con el mismo hombre que no tuvo estupor en profanar su pequeño cuerpecito? Desde niño Aidan supo que quería hijos, le encantaban las regordetas mejillas de los niños pequeños y su corazón se derretía como mantequilla al imaginar esas tiernas, y chillonas vocecitas llamándolo papá. Pero le preocupaba mucho tener que criar un hijo con su abusador. Willa le había asegurado que Günther nunca tocaría a un hijo o hija, <<Él no es así>>, pero Aidan no le creía. Sabía que si llegaba a haber un niño en la ecuación no podría respirar por vivir preocupado por la criatura, imaginaba a Günther siendo tan amoroso como lo fue con él, pero enseñándole los "juegos" que le enseñó a él, casi podía verlo sujetando al niño o niña que le forzaran a tener, con su sonrisa de príncipe encantado diciéndole que se llevaría al hijo de ambos a jugar un rato —un código que ahora Aidan entendía significaba violar hasta la saciedad—.Sí era niño el abuso sería malo, pero si era niña sería horripilante. Se imaginaba sujetando las manos de alguna niñita linda, rubia como Günther, tierna como él e intentando explicarle que su vientre estaba tan hinchando no porque hubiera comido algo en mal estado, sino porque su propio padre había puesto un bebé en el. Entonces supo que si alguna vez había un bebé lo amaría con todo su corazón pero a la hora del baño lo dejaría en la tina y se olvidaría de sacarlo, se aseguraría de quedarse allí, sujetando su pequeña mano mientras se ahogaba, que supiera que fue amado antes de morir. Muchas personas podían argumentar que era cruel, matar a un bebé sería un acto de crueldad desmesurada, ¿o no? Aidan no podía tener la certeza de que Günther abusaría a su propio hijo ciertamente no quería averiguarlo, por eso, dadas las circunstancias no dudaría en tomar a aquella criatura y acabar con su vida. Era un acto de amor, en realidad. Que muriera siendo dulce e inocente, que muriera intacto, que muriera en manos de la única persona que podría amarlo de manera sana y desinteresada.

Había aprendido que Wallace Vodja, el padre de Günther, no lo iba a tocar, el hombre veía en él una muñeco de placer para su precioso hijo, un regalo anticipado que sabía que su unigénito iba a amar con todo su ser. Para Wallace Aidan tenía escrito <<propiedad de Günther>> en la frente, pero eso no impedía que mientras él estaba afuera Willa trajera personas con las cuales divertirse, a todos les parecía increíblemente excitante estar jugando con el futuro esposo de un heredero de renombre como lo era Günther y los demostraban entre caricias no consensuadas, y dolorosas penetraciones.

Hasta entonces todo había sido tortuoso pero llevadero, sin duda lo que más le perturbó fue cuando tuvo que acostarse con un tal Nigar Villanelle Zaragoza, una inminencia en UML, lo que le perturbó no fue el hecho de acostarse con él, sino que el señor Villanelle le pidiera que fingiera ser su hijo, un niño de su edad, que lo llamará papá y le rogara que lo follara mientras le decía que asesinara a su madre, y fueran a ser felices juntos.

Entonces Aidan se dejó llevar.

Pobres chicos, pobres chicas.

Pensaba mientras apretaba su camisa, intentando que un tal Thomas no descubriera la poca desnudez que le quedaba. No fue fácil, pero una vez consiguió dejarse llevar, dejarse ir y no volver todo fue mucho más sencillo, solo revoloteaba por los aires, lejos de su cuerpo violentado, lejos de las manos que lo tocaban, de los flácidos penes que ni con una toneladas de viagra lograban ponerse duros y se veía forzado a chupar hasta vomitar e incluso entonces debía tragarse su propio vómito, sonreír, pedir más y gemir, lo peor era cuando lo forzaban a tragarse los litros de semen amarillento y de repulsivo olor. Sin duda iba a terminar con alguna enfermedad de transmisión sexual incurable o alguna que aún no era descubierta, el pensamiento le causo una ligera sonrisa mientras una desconocida cabalgaba sobre él como si no hubiera un mañana, sus senos caídos ondeaban como una bandera con cada movimiento de sus caderas y no dejaba de retorcerse como un gusano expuesto a la nociva luz del medio día, su voz se tornaba chillona mientras intentaba apretarlo lo más que su suelta vagina le permitía. Muchas personas deseaban que su nombre quedase inmortalizado, ¿pero por medio de una enfermedad de transmisión sexual? Sonaba vergonzoso, pero al fin y al cabo inmortalizado, ¿Cómo sería recordado? Esperaba que lo hiciera ver como un mártir que tras una noche alocada termino contrayendo una enfermedad sin nombre e incurable, ya se estaba adaptando a la idea de que nadie sabría lo que pasaba en aquella diminuta celda, nadie más que las hojas del poster, nadie más que los clavos hechos de vinilo y sus pestañas caídas. Nadie más que él. Al menos esperaba ser recordado, le aterraba pensar en que sería solo uno más, un hueco que llenar, una boca que diera sexo oral, un cuerpo que violar...no, al menos quería tener un rostro, quizás tener un nombre fuese ya algo avaricioso, pero esperaba que algún par de años, cuando sus abusadores estuvieran confinados a unas camas de hospital con cientos de tubos saliendo de todas partes de su cuerpo pudieran reírse mientras les contaban a sus nietos sobre sus alocados años de juventud y recordaran con una leve sonrisa — o una erección si aún podían — a ese chiquillo de ojos celestes que se entregó sin protesta alguna. Si tenía suerte tal vez le harían una estatua que prontamente sería vandalizada o el color de sus ojos quedaría para siempre en una pañoleta como símbolo de la lucha por la extraña enfermedad sin nombre, sin cura.

No intento luchar. No intento pedir ayuda. ¿De qué iba a servir? Si todos esos hombres, si todas esas mujeres no tenían problema alguno en yacer con un niño de su edad, con un jovencito, ¿qué clase de ayuda le pondrían brindar? Aunque muchos parecieron decepcionados cuando no lo hizo, blandieron sus gruesos dedos y lo azotaron tantas veces que le fue incapaz sentarse por una semana, y hacer sus necesidades fue una tortura. Estaba desgarrado. Willa se disculpó mientras enrollaba un trozo de algodón en sus dedos anular y corazón, limpiando con una gentileza aterradora el interior masacrado de su cuerpo, le prometió que nunca volvería a estar con más de uno a la vez, eso era un consuelo.

Lo estás disfrutando.
Lo estás disfrutando.
Lo estás disfrutando.


Mira lo apretado que te estás poniendo ahí abajo.

Te estás mojando.

Te gusta, ¿verdad? No seas desvergonzado, vi la forma en la que me mirabas.

Repetían una y otra vez, pero más para ellos mismos que para él, Willa le dijo que no era usual tener a un chico del exterior en esas condiciones, pero parecían tan seguros de sus palabras que comenzaba a dudar, ¿Y si tenían razón? ¿Y si él los provocaba? Sus supuestos amigos, sus conocidos e incluso personas que nunca llegó a conocer lo decían. Era lo mismo, una y otra vez.
Una vez Aidan escucho un dicho: si todos a tu alrededor son el problema lo más probable es que TÚ seas el problema. Y por un momento se preguntó si entonces era verdad lo que las malas lenguas rumoreaban, ¿Y si de verdad era un pervertido que disfrutaba haciendo caer en sus redes a tanto hombres como mujeres? Quien sabe...

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