51. Una oración desesperada +

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Si a Aidan le preguntaran tres años atrás cuál era el dolor más aberrante que había sentido en su vida sin pensarlo diría que fue la vez en la que estaba aprendiendo a montar bicicleta y por creer que las rueditas para niños estaban de adorno las quito, y lo siguiente que supo es que estaba estampado contra el rocoso concreto frente a su casa. Se le rompieron dos dientes, rasguños por doquier y un tobillo hinchado más tarde el doctor dijo que todo iba a estar bien, y que no se preocupara por los dientes, puesto que eran los de leche y volverían a crecer.

En ese momento pensó que no podía existir sobre la faz de la tierra peor dolor físico que ese, luego empezó a ser consiente de los regaños de su madre y pensó que no podía haber peor dolor emocional que ese. Pero luego llego Willa, con su cabello rubio hasta debajo de la cintura anunciando contenta que hablo con varios de sus amigos sobre su "inigualable belleza" y apretada carne, y que quedaron tan encantados con él que venían en camino para conocerlo supo que existía algo peor, mucho peor, un coctel de agonía pura sazonado con humillación que lo hizo pensar que más que una solución la muerte se había vuelto la única forma de liberación. De niño pensaba que "conocer" significaba eso, conocer a una persona, verla, presentarse, charlar, comer o dar un paseo mientras platicaban de la vida y otros temas, pero cuando tuvo la capacidad de leer y vio que en la Biblia usaban "conocer" para referirse al acto sexual se sintió incómodo con el uso deliberado de la palabra, ya no podía leer la Biblia imaginándose a Adán charlando animadamente con Eva mientras bebían el té junto a otros animales en el jardín del Edén, en su lugar pensaba en algo más. Le incomodaba la forma en la que muchos chicos y chicas de su edad se desvivían por "conocerlo", pero jamás pensó en llegar a sentir repugnancia por esa palabra.

Conocer.

Willa le dijo que si se portaba bien todo iba a mejorar, estaba en una situación delicada ahora que su padre se encontraba en una de las fases más seniles de la vejez, anticipando su muerte la mujer se reunió con cuanto aliado pudo conocer y le daba todo cuanto podía con tal de que apoyaran su reclamo para manejar ella el negocio familiar. Por el padre de Günther no debía preocuparse. Demasiado concentrado en hacer feliz a su unigénito como para recordarla.

— Wallace siempre me ha deseado — su voz estaba cargada de desdén, Aidan se mantuvo rígido con la cabeza recostada entre las piernas de la mujer, Willa tenía la extraña costumbre de tratarlo como si fuese una mascota a la cual consentir cuando se acordaba de su existencia. Insistía en que se sentara en sus piernas, se recostara en su regazo y pasaba horas acariciándolo, más sin embargo no lo había tocado, al menos no de la forma en la que estaba empezando a acostumbrarse —. No se atrevería a robarme lo que por derecho es mío, llevo años cuidando de nuestro desgraciado padre — sus dedos se tensaron alrededor de una de las hondas del chico, tirando de sus hebras negreídas como si fueran los hilos del destino —, sabe que lo merezco — su apretón sobre el cabello del puberto se desvaneció poco a poco y sus manos volvieron a ser tan gentiles como el viento en primavera — y si bien es un avaricioso insaciable no tiene ni el más mínimo interés en los negocios de nuestro padre, prefiere regodearse en el hecho de haber sido capaz de crear su propio imperio aparte — Willa acuno el rostro de Aidan entre sus delgados dedos, aquél juvenil pero asustadizo muchacho causaba en ella una extraña sensación, ese rostro tan parecido pero a la vez diferente...era como ver un espejismo distorsionado —, demasiado obstinado como para pelear por "sobras" — sus caricias se volvieron más gélidas, casi monótonas —. Por ahora mi preocupación son mis demás hermanos, pero espero de corazón que ni Wilbur ni ninguno otro se interfiera en mi camino, sería una lástima mandarlos a dormir permanentemente.

No le sorprendió que hablará con tanta facilidad sobre matar a sus hermanos, era la misma mujer que lo usaba a él y otro centenar más de jóvenes de su edad para satisfacer a personas que esperaba mantener felices para obtener quien sabe qué de ellos después. Algunos incluso apenas comenzaban a caminar. Niños, pequeños, criaturas dulces que deberían estar jugando en lugar de quedarse atrapados entre las lascivas manos de adultos que deberían desear protegerlos.

Era aterrador. Tantos adultos. Millares de niños, ¿por qué? ¿Cómo alguien podía ver a un niñito de cuatro años y pensar en nada más que apretar sus regordetas mejillas? ¿Cómo alguien podría ver a una niñita y pensar en algo más que no fueran los hermosos lazos de colores de su cabello? ¿Cómo? ¿Cómo? ¿Cómo alguien pudo verlo a él y pensar en algo más que en lo travieso que era? ¿Cómo? ¿Cómo? Pero aún más importante: ¿Por qué?; una parte de él se aferraba a la esperanza de que todo tuviera una explicación; maltratos en la infancia, drogadicción y demás, cualquier cosa que le pudiera dar indicios del porqué eran así, pero entonces recordaba a Günther y se daba cuenta que, en realidad, no siempre se hace un monstruo, también se nace como tal.

No se podía mover y aunque quisiera hacerlo no podría.

Le dolía todo, incluso pensar era una agonía, prefería perderse entre la seminconsciencia mientras rogaba no despertar jamás. No tenía nada roto, Willa se aseguró de que no pudieran romperle nada.

— Un muñeco roto simplemente será desechado, entre mejor estés más valioso serás — Willa ladeo la cabeza, jugueteando con la curva de su cuello —. Aunque podrías estar destrozado y aún así él te seguiría amando.

Su destrozado cuerpecito permanecía confinado a una cama de hospital en una clínica de que la los Vodja eran dueños. Intento pedir ayuda, pero la enfermera solo le recomendó guardar silencio y supo por qué cuando vio como le quitaban los órganos a una persona que solo llego al hospital por un brazo roto, los doctores y enfermeras jugaron piedra, papel o tijera para decidir quién daría la noticia a la familia y se repartieron las joyas que pudieron encontrar, incluidos un anillo de bodas.

Sangre, ríos de sangre. Muchísima sangre.


Era como si estuviera siendo violado por espadas, fuertes, filosas y rítmicas espadas que lo penetraban una, y otra vez. Aidan jadeo, ahogando un sollozo al permitir que uno de los miembros peludos y laxos penes llenasen su boca. Se turnaban para tomarlo. Para violarlo y torturarlo. Se quedó quieto, permitiendo que sus brazos fueran sujetados por dos hombres que lo forzaban a masturbarlos. Sus manos, la derecha y la izquierda estaban acalambradas mientras las movía rítmicamente sobre los troncos venosos, su boca era violada una y otra vez por penes, y vaginas por igual, sentía la sangre deslizarse entre sus piernas. Estaba desgarrado y aún así no emitió queja alguna. No lo hizo, ni siquiera protesto. Era difícil hacerlo cuando una niña de no más de diez estaba siendo masacrada a su lado. Ella no era valiosa, no según los estándares de Willa, era solo una muñeca tan inverosímil como reemplazable. Aparto la mirada en el momento en que notó que ella ya no lloraba. Intento tragarse las ganas de vomitar que lo embriagaban concentrándose en recorrer con su lengua lo ancho y largo de la longitud que yacía en su boca, pero de vez en cuando sus ojos divagan hacia ella o hacia lo que quedaba de ella: su brazo colgaba a su lado, su pierna se encontraba al otro lado de la habitación. Una de las mujeres bailo sonriente sosteniendo un par de orbes lechosos que alguna vez fueron sus ojos y el par de hombres que quedaban se deleitaron profanando aquél tronco con un muñón retorcido de lo que hacía menos de una hora fue una pierna derecha.

Dejo escapar un grito cuando lo levantaron y dejaron caer con alarmante facilidad. Sabía que era delgado, pero eso era demasiado. No quiso abrir los ojos, presentía saber lo que iba ver al abrirlos, pese a ello podía sentirlo, sentirla, aún estaba caliente, su cuerpo seguía caliente por la vida que tan solo una hora antes latía en su interior.

— Vamos, niño, dale un besito, no seas grosero — murmuro uno de los hombres dándole una fuerte nalgada.

— Se ven tan lindos juntos, ¿Creen que Willa...? — la mujer se interrumpió a si misma, negando con la cabeza —. De ninguna manera, tiene piernas esbeltas y bonitas, sería un desperdicio volverlo de esa manera.

Sintió un par de dedos tirando de su cabello y abrió los ojos horrorizado para encontrase con el rostro congelado en confusión de la infortuna criatura. No tenía ojos y su lengua parecía un tentáculo reseco de algún pulpo fuera de su boca.

— ¡No porfa...! — sus suplicas fueron acalladas cuando su cabeza fue forzada hacia adelante fundiendo su boca con la de ella, casi pudo saborear la desesperación y la muerte al mismo tiempo.

Y por fin se dio el lujo de gritar, grito, grito tanto que sus cuerdas temblaron, grito tanto que creyó que al terminar de gritar no habría más aliento que exhalar. Grito hasta quedarse sin voz pero nadie lo escucho.

Aidan lloraba contraído en un rincón, la única parte de la habitación que no estaba infestada con lo que eran partes del diminuto cuerpo sin cabeza frente a él. Lo forzaron sobre ella. Lo violaron encima de su cuerpo y luego, cuando llegaron al orgasmo la abrieron, separaron los muñones que quedaban de sus piernas hasta oír el desquebrajarse de su cadera, la partieron en dos y uno por uno defeco o se orino sobre sus tripas rojizas para luego alabarse mutuamente por su hazaña recién realizada, ¿cuál era el propósito de tanto sufrimiento? ¿De tanta depravación?

— Dulce niño — Aidan no levanto la cabeza cuando Willa se inclinó sobre él, acariciando su cabello con la misma dulzura con la que lo haría una madre —, lo has hecho bien, Aidan, lo has hecho muy bien — la mujer se le dio un beso en la húmeda mejilla, un grupo de limpieza tomo las partes del cuerpo y las deposito como si fuera la misma basura de un baño público en cubetas tan pequeñas que la cabeza quedó sobresaliendo. Aquellos orificios vacíos miraron al chico en una última suplica de auxilio, pero nada él pudo hacer —. Ahora todo será más fácil.

No pudo dormir esa noche, tampoco es como si hubiera tenido la intención de hacerlo, cada vez que cerraba sus ojos se encontraba con lo mismo: la carita tan pequeña como inocente contorsionada en lo que siempre sería confusión y temor en su máxima expresión; ¿así se vería él? ¿Así quedaría su rostro una vez le hubieran quitado los brazos, las piernas y la cabeza? ¿Así sería él una vez hubieran defecado en sus tripas? ¿Ese era su destino? ¿Morir violado, descuartizado y humillado? Ella no pudo saber por qué le hicieron todo aquello, la confusión, el miedo, ¿Habría pensado en sus padres mientras estaba siendo asesinada? ¿O solo se preguntaba por qué le hacían tantas cosas malas? Al menos sí llegaba a morir de esa forma sabría el motivo, privilegio que dudaba que otros niños hubieran tenido.

— Por favor, Dios — rogó Aidan, hundiéndose entre las cobijas —, si este es mi destino te ruego que me quites la vida, sé que soy débil y no seré capaz de soportar una vida llena de abusos, yo no nací para ser un esclavo sexual, sé que no lo podré soportar, prefiero la muerte, Dios, dame la muerte para no sufrir tales calamidades — sus ojos ardieron y se cubrió la boca para no gritar. Temblaba, su cuerpo entero temblaba mientras su mente reproducía una y otra vez la forma en la que su brazo fue lo primero en ser arrancado, luego siguieron con las piernas y por último la cabeza —. Te ruego por mis padres, por mí mamá y papá, hazles Señor entender que no había nada que ellos pudieran hacer, por favor, Señor, dales paz, incluso si ellos no saben de mi muerte, dales paz, que sepan que si he de morir lo hice feliz por no sufrir más — se preguntó si los padres de ella sabrían la forma en que murió, imagino a una pareja a mediados de los treinta liderando un equipo de búsqueda con la añoranza de recuperar a su hija, pero según lo dicho por Willa la mayoría de esos niños eran entregados por sus propias familias —. En tus manos también encomiendo a mi hermana, a mí gemela, a la otra mitad de mi alma, cuida a Haza, Señor Jesús, cuídala, no permitas que se culpe por lo sucedido y te imploro Padre Santo que la cuides, que ella jamás tenga que sufrir lo mismo que yo, dale paz, Señor Mío, dale paz — abrazo la almohada y de repente ya no era una niña desconocida, de repente era su hermana la que se retorcía en agonía con su brazo recién cortado, la que gritaba e imploraba en un idioma desconocido, ¿Habría estado gritando por una madre que la salvará? ¿Por un padre que su dolor calmará? El dolor y la desesperación eran un lenguaje universal, y él pudo verlos en su máxima expresión en los gritos de ella —. También te imploro por Ada, por mi hermanita, mi pequeña hermana, ella es joven y desconoce la maldad, pero yo también lo era y conocí lo peor del ser humano, en tus manos la colocó, Dios, cuídala, que ella no tenga que sufrir jamás lo que yo sufrí, que sea una niña, Padre Celestial, que sea una pequeña y feliz niña, que nunca la encuentren personas enfermas como Willa o Günther, que ella sea feliz y sana — todo su cuerpo dolía, la sinfonía de gritos, llantos, carne desgarrada y huesos rotos hacían eco en su memoria, y entonces pensó en Alma, y la vio tendida en una cama, con el torso destrozado y sus órganos siendo robados —. Por favor, déjame ver a mi tía una última vez, que ella sepa que esto es lo mejor, líbrala de este dolor, que ella pueda ser libre y hacerles saber a mis padres lo que paso, cuida a mi tía, Dios, cuídala y a mí — Aidan se sentó en su cama y miro por la falsa ventana —, déjame morir, te lo ruego Señor, déjame morir.

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