La rosa más blanca de todas

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Toda niña sueña con ser hermosa, tener una vida linda y un par de jovenes apuestos por ahí. Caballeros de reluciente armadura que harían todo por su amor, un príncipe que cumpliera todos sus caprichos y la inundara con su amor.

Katherina no era le excepción.

Desde pequeña creció rodeada por películas, libros, series y demás que contaban lo mismo pero diferente. Pareja lucha por su amor, se dan cuenta que lo físico no es lo único que importa, amor, amor, amor, ¿Sexo?, amor, amor, amor y ¡PUM! Final feliz, a veces con cáncer de por medio o alguna otra enfermedad que amenace el final feliz que debería ser ley, para que antes de los créditos se dejara un mensaje de esperanza mientras que el conyugue superviviente mira al futuro con el objetivo de cumplir la promesa que le hizo al difunto, <<Vive bien, ama mucho, no mires el pasado>> con algunos de los mensajes más populares en esa clase de historias. Fue por eso que resulto ser una autentica decepción y shock cuando a la ecuación de sumo: problemas de irá, infidelidad, lujuria desmesurada y una dosis de toxicidad lo suficientemente alta como para hacer a un elefante convulsionar. Al menos para Katherina. La muchacha había crecido en un entorno bastante protegido, rodeada de amor y dulzura, escuchando atentamente la historia una y otra vez de sus padres, y soñando con tener la suya propia.

No quería ser como su madre. Proteger, dominar y poseer. No, ese no era su instinto, simplemente no sentía la necesidad de proteger, no como lo hacía su madre, por el contrario, le gustaba la idea de ser protegida, amada, mantenida en una pequeña burbuja cristalina lejos del feroz mundo, en ese aspecto era más parecida a su padre, que desde siempre supo que quería a alguien que cuidará de él y a quien obedecer sin rechistar. 

Si bien Katherina no le agradaba tanto la parte de "obedecer", lo demás le parecía un rotundo placer. Más veces de las que pudo contar se halló a si misma imaginando su vida con algún chico al azar que le parecía medianamente guapo, suspiraba entre secretos pensamiento sobre su chico ideal y oraba hasta quedarse dormida por su futura pareja <<Que sea bueno, un fiel hijo tuyo, amoroso, protector y que tenga un intestino fuerte, Dios, sabes bien que el tema de cocinar me agrada pero en mis manos se podría intoxicar>> era su oración favorita. Jugaba religiosamente historias de amor entre sus muñecas quienes a falta de un muñeco tenían que conformarse con desposar a un peluche de conejo, formaba familias entre sus juguetes y planeaba bodas cada fin de semana. Con el tiempo dejo de jugar a las muñecas y el polvillo de hadas de la infancia fue cambiado por maquillaje, y vestidos ligeramente más escotados, perfumes menos dulces y más florales, no solo eso cambio, su cuerpo también lo hizo: esperaba ser bendecida con un buen par de senos pero no se quejo cuando tuvo una talla mediana aceptable, al menos había heredado la cintura estrecha de su madre y las piernas esbeltas de su padre; pronto las fantasías y pensamientos pasajeros de amor no fueron suficientes, eso es lo malo de las fantasías, nunca son suficientes. Siempre empezaban igual, veía a algún chico cuya apariencia le robaba el aliento y los suspiros, generalmente algún actor que en su vida podría conocer, hacía gimnasias mentales imaginando que aquél Adonis de carne y hueso de alguna manera terminaba llegando a su pequeña ciudad ubicada en la quinta porra y más allá, la conocía y veía en ella una gentil, bella y soñadora muchacha que solo deseaba ser amada. Tras unas tímidas charlas vivirían su amor intensamente, cartas de amor por aquí, canciones dedicadas por allá, citas románticas a la luz de la luna, besos secretos y cuando menos lo esperaba estaba sonriendo posando frente a la cámara tomando la mano de su ahora marido mientras posaba frente a la mansión victoriana que le había regalado en su primer mes de casados. Se imaginaba sonriendo, envuelta en los brazos de su esposo y mirando a la cámara, casi escuchando los quejidos de tristeza de las chicas que matarían ser ella, pero entonces podría mirarlo, tomar sus mejillas y saber que ese hombre era suyo, solo suyo y de nadie más, y ella era suya. Creados por Dios para estar juntos desde antes de nacer. Pero a penas ya tenía el acta de matrimonio firmada y el <<Sí, acepto>> en la iglesia más bella de todas...simplemente acababa, ¿No? Las historias siempre terminan ahí, nunca supo cómo continuar sus fantasías a partir de ese momento, intento imaginar su noche de bodas pero le era imposible imaginarse a si misma teniendo sexo, le era más fácil imaginarse saltando de un avión que aquello, tampoco le gustaba imaginar a sus futuros hijos, le causaba angustia pensar en aquellos niños imaginarios y en todas las travesuras que podrían cometer, una vez lo hizo y termino contratando seis niñeras imaginarias para que se encargarán de los niños mientras ella se iba de viaje con su esposo por el mundo, disfrutando de sus caricias y atenciones. No es que fuera una interesada, pero...¿Por qué no? ¿Por qué no merecería lo mejor? Era una hija de Dios al igual que el resto de personas del mundo y el Señor podría fácilmente bendecirla con un conyugue tal y como lo soñaba. Y luego la fantasía terminaba, regresando a ser una adolescente sumida en el temor de la perpetua soledad. Entonces, volvía a empezar, veía un chico guapo en la televisión, película o alguna revista, tan atractivo que le robaba el aliento, por alguna razón mística terminaba llegando a su pequeña ciudad perdida en el olvido y por otra razón aún más mística terminaba enamorándose de ella...y la historia se repetía, hasta que a otro chico de su imaginación volviera a amar.

Eso hasta que se entero que no todas las personas estaban destinadas a casarse.

No recordaba si era Pablo o Mateo quien decía aquello o si eran ambos, solo recordaba mirar a su madre con los ojos muy abiertos mientras hablaban del tema en una cena familiar, cuando escucho esas palabras casi pudo sentir que se le venía el mundo encima, ¿Y si ella era una de esas personas que no estaba destinada a casarse? De solo pensarlo sentía que le faltaba el aire, no era porque creyera que una mujer sí o sí necesitaba de un hombre para estar completa ni mucho menos, simplemente le era imposible imaginarse a si misma siendo una mujer eternamente soltera, no se sentía lo suficientemente fuerte o inteligente como para cumplir tal destino. Miraba a todas esas mujeres fuertes de las revistas, con sus trajes elegantes declarando alegremente que su vida sin hombres o alguna pareja había sido dura pero satisfactoria, se tenían a si mismas y eso era suficiente, Katherina supo desde el principio que no podría ser una de ellas, por más que lo quisiera o intentará. Ella quería ser amada, amada de forma romántica, deseada de forma sexual, deseada y amada de la forma en la que solo una persona enamorada puede hacerlo. Quería acurrucarse en los brazos de su pareja tras un día estresante luchando contra el mundo y simplemente respirar, porque sabía que sin importar qué tan horrible fuera la situación podría salir a delante, primeramente con Dios y con el apoyo de su pareja. Añoraba sentir la calidez de unas manos gentiles que la envolvieran en un abrazo protector y nunca más la dejarán. No quería estar sola.

Con el tiempo parecía ser que sus temores se confirmaban y cada vez más la muchacha estaba convencida de que era una de las personas que Dios había hecho para no casarse, no se consideraba la optaba maravilla del mundo ni mucho menos, pero se sentía bonita, no hermosa, bonita. Era la versión femenina de su padre, todos lo decían y Owen era conocido por su belleza gentil, y delicadeza envidiable, ya había heredado la pésima coordinación de su amado padre propenso a lastimarse, esperaba haber también heredado su belleza. Pero sin importar que tan hermosa se pusiera, cuanto ondulara su cabello, cuantas revistas de maquillaje siguiera al pie de la letra, vestidos bellos cubrieran su cuerpo o cuanto perfume aplicara nadie parecía siquiera mirarla.

Ya se estaba resignando a morir en soledad y ser la tía divertida cuando lo conoció. Fue tal como en su imaginación o en una comedia romántica. Ataviada con su ridículo uniforme rojo del trabajo, vigilando que su glotón hermano no acabará con todo el helado, el chico le robo el aliento, tan bello y guapo con una sonrisa de sol que la ponía a temblar, pero a diferencia de sus fantasías no quedó conmovido por su gentileza, al menos no en un primer momento, pero eventualmente aquellos ojos de un azul tan gélido comenzaron a brillar cada vez que estaba cerca de ella. Por primera vez en mucho tiempo la realidad fue tan hermosa como una fantasía y no tuvo que imaginar, nunca más.

Katherina suspiro tocando la puerta de la casa de Günther, tembló cuando sus nudillos chocaron contra la puerta y luego se sintió estúpida al ver el timbre a un lado, esperaba que no hubiera escuchado los golpes, pero aún así espero 10 segundos antes de tocar el timbre. Las puntas de sus dedos se apretaron contra la falda de su vestido. Usualmente a las muchachas de su edad no les gustaba usar vestidos tan seguido, a Katherina tampoco, sobre todo por tener que depilarse tan seguido, pero aún así le encantaba la sensación de libertad en sus piernas y desde siempre le resulto agradable la forma en la que el viento mecía la tela, como la espuma siendo llevaba a las entrañas del vibrante mar. Valía la pena pasar dos horas de su vida cada cuatro días en la ardua tarea de quitar todo vestigio de vello corporal con tal de lucir sus magníficos vestidos que tanto adoraba. Estuvo a punto de tocar la puerta de nuevo cuando del interior de la casa amarilla aquellos ojos frívolos la iluminaron con su presencia.

— Kat, te ves preciosa — fue lo primero que dijo Günther al verla.

La chica paso saliva pesadamente, le parecía inaudito que su vecino tuviera la capacidad de robarle el aliento con tanta facilidad.

— Gracias— susurro —, tu igual, te ves bien — musito, notando que las usuales ondas doradas del cabello de aquél Adonis hecho hombre habían desaparecido, ahora los mechones de sol estaban cortos y peinados hacía atrás, un peinado que lo hacía ver más maduro y atractivo, algo que hasta ese momento Katherina no pensó posible.

— Adelante, pasa — Günther se hizo a un lado, dejando entrar a la joven en su morada.

Sus ojos recorrieron la espalda de la doncella. Llevaba un vestido blanco sin mangas, que dejaba a la vista su fino cuello y clavículas, abrazando de forma encantadora el busto de la joven entre pequeños pliegues de encaje blanco y marfil, el cabello ondulado de Katherina caía armoniosamente sobre su espalda y el olor de su perfume le resulto encantador. Sería la madre perfecta, pensó. El estilo de su cuñada era bastante elegante, casi siempre usando vestidos de colores claros, predominando el blanco, marfil y sus derivados, aunque también parecía poseer una fijación por las prendas tejidas, usaba con bastante frecuencia suéteres, chalecos y las faldas tejidas eran su delirio. Usualmente pensaría que aquél estilo tan regio y pulido era el efecto colateral de una crianza insípida basada en la adoración de un ser que no existía, pero aunque anticuada, en la joven aquél estilo le resultaba simplemente encantador. El rubio extendió su mano y la coloco sobre su cálida espalda, se tensó al no sentir la sensación de corpiño debajo de la tela, pero supuso que el estilo del vestido le impedía usarlo libremente, sinceramente no entendía porqué las mujeres se sometían a semejantes maquinas de tortura, si él fuera mujer no tendría problema alguno con dejar su busto al aire, pero cada quien escogía con que torturar su existencia. Una pequeña sonrisa se formo en sus labios mientras sus dedos se tensaban en la espalda de la muchacha, disfrutando la sensación de la tela cálida y suave bajo sus dedos.

— Ady me dijo que querías verme — comento alegremente mientras dejaba que su vecino y aspirante a enamorado la guiara a donde él quisiera.

— Es cierto, ¿Cómo esta? Supe que se enfermo — se sintió culpable al recordar aquello, intento negarse a darle dulces, pero cuando esos enormes ojos celestes brillaron por las lagrimas saldas que se acumulaban en ellos y sus labios rojos temblaron en mohín al borde del llanto le fue imposible negarse a darle la quinta ronda de helado con malvaviscos.

Debía mejorar en ese aspecto, su pequeño debía aprender a respetarlo y a obedecer como un buen conyugue debía hacer, aún así no dudaría el malcriarlo a la primera oportunidad. A veces pensaba que el niño sabía muy bien lo que hacía, prontamente entendió que no se estaba aprovechando de él, si bien aún lloraba en algunos de sus encuentros íntimos siempre terminaba regodeándose entre juguetes y dulces manjares que calmaban sus manipuladoras lagrimas. Aunque una parte de él sospechaba que el malestar de su pequeño se debía al afrodisiaco que había usado en su ultimo encuentro, pero lo dudaba, aquella infusión de hierbas que le hizo beber debía ponerlo a jadear de rodillas deseoso de placer, no postrarlo en cama preso de mareos y dolores.

— Sobrevivirá — respondió con pesar, su pobre hermanito había vomitado hasta el apellido que no tenía, se sentía mal pero era su culpa, Aidan ya no era un niño pequeño que no sabía lo que hacía, debía aprender a tener autocontrol a la hora de comer — ¿Me necesitas en algo? Ady dijo que era urgente.

Günther sonrío y estiro sus manos, atrapando entre sus delgados dedos un rizo marrón de la joven, aquello hizo que su sonrojo aumentará.

— Cierra los ojos — ordeno con una sonrisa tranquila.

Katherina jadeo, ¿Tan rápido le iba a pedir matrimonio? ¡Ni siquiera eran pareja oficial! Pero no le importaba, Eva no llevaba ni un día de creada cuando se caso con Adán, tendría todo el tiempo del mundo para conocerlo mejor. Emocionada cerro los ojos, sin saber qué esperar.

Günther libero el mechón de su cabello y se puso de pie, buscando la caja con el regalo, la vio apretar la falda de su vestido emocionada, respirando con dificultad y una enorme sonrisa en sus labios sabor a frambuesa.

— Ábrelos — los ojos del muchacho bajaron hasta las piernas desnudas de la chica, mientras sostenía la caja contra su pecho, se relamío los labios. Si los dioses eran generosos tendría un hijo sano y hermoso del útero de Katherina —, sé que te gustan los vestidos — la chica abrió los ojos y pudo ver por la forma en la que inspeccionaba el contenido de la caja lo mucho que le gustaba, pero no supo discernir si era porque el vestido en sí era bonito o porque él se lo daba, había aprendido que podría darle una bofetada y ella aún así estaría agradecida.

— Oh, Güntty — exclamo estirando sus dedos y palpando la suave tela de distintos tonos de azul— ¿Es para mí? 

— ¿Para quién más podría ser? — le extendió la caja — Pruébatelo — dijo en un tono seductor.

Katherina lo tomó entre sus manos y fue al baño.  Regreso poco después luciendo el vestido, ella se erguía como una visión de la elegancia personificada, con un vestido que envolvía su figura con la gracia del viento acariciando las aguas del mar en calma. El tono de su vestido era un mágico espectro de azules, que variaban desde el azul cielo más pálido hasta el profundo azul rey que rivalizaba con la majestuosidad del océano en su plenitud.

El corpiño, delicadamente ajustado, realzaba la suavidad de sus curvas, mientras que la falda fluía como las olas del mar en un baile celestial. La tela, etérea como el aire y suave como un suspiro, se deslizaba por su piel como una caricia, dejando tras de sí una estela de gracia y belleza inigualables. El escote, adornado con encajes y detalles de ensoñación, realzaba su elegante cuello y hombros con la gracia de una diosa del cielo. Sus brazos, delicadamente al descubierto, se extendían como alas de un ángel, añadiendo una dimensión celestial a su figura.Con cada paso, el vestido de azules variados parecía cobrar vida propia, como si el mar y el cielo hubieran tejido juntos una obra maestra para su bella portadora. En este vestido, la joven irradiaba una belleza natural y una sofisticación atemporal que dejaban a todo aquél que la viera sin aliento, y su mirada, llena de misterio y encanto, invitaba a los corazones a perderse en la profundidad de su azul.En esta creación de tela y tonos celestiales, Katherina se convirtió en un sueño hecho realidad, una visión etérea que parecía pertenecer a un mundo donde la belleza y la elegancia reinaban supremas, y donde el azul, en todas sus variaciones, cobraba vida en su forma más divina.


— ¿Me quedá bonito? — pregunto sonrojada.

— Perfecto — exclamo Günther sin aliento —, parece como si fuera hecho para ti — ella se sonrojo ante sus palabras, los ojos azules oscuros recorrieron el cuerpo de la chica, admirando lo bello que le quedaba la prenda hasta llegar a los limites de la falda, notando que el dobladillo del tul azul estaba ligeramente enredado —, dejame ayudarte — susurro, inclinándose frente a ella, sus dedos se enrollaron alrededor de los muslos cálidos de la joven mientras arreglaba esa parte de la falda. Pudo sentir como se erizaba ante sus caricias. Lentamente sus ojos comenzaron a subir, pasando por la cintura estrecha hasta el busto ligeramente voluptuoso, sus dedos subieron un poco más, añorando descubrir el secreto sacro debajo de la ropa —. Eres hermosa, Katherina...— su voz fue como una leve llamarada apagada por el viento, la miro a los ojos mientras sus dedos indecorosos subían más y más, tanto que comenzó a sentir el calor inconfundible que desprendía la zona sensible del cuerpo de una mujer, la punta de sus dedos rozo la suave ropa interior, justo cuando ella lo detuvo.

— No...— jadeo —, no hagas eso, por favor — sus palabras lo negaban, pero todo su cuerpo clamaba por su tacto.

Günther tomo las manos de ella y las beso con pasión, dejando que su piel se derritiera como mantequilla entre sus brazos.

— ¿Por qué? — pregunto mientras sus dedos rodeaban su cintura — ¿Hice algo mal? — la atrajo hacía su cuerpo, su cálido aliento chocando contra su cuello.

— No...— dijo ella sin aliento — no hiciste nada malo, solo que...— su otra mano acaricio su espalda y la envolvió más en su abrazo, posando sus labios en el cuello pálido y ligeramente pecoso de la doncella. 

— ¿"Solo qué"? — hundió su rostro en el arco entre su hombro y cuello, inhalando su floral fragancia, sus ojos se llenaron de lagrimas, se sentía extraño, un sentimiento cálido lo embriagaba.

— Soy virgen — confeso con la piel de gallina por las caricias repentinas.

— ¿Y? — los dedos de Günther tomaron las mangas del vestido, jalándolas hacía abajo, descubriendo sus hombros —. Dejame ser el primero en llenar tu cuerpo.

— No...debo reservarme para el matrimonio — susurro, haciendo un débil esfuerzo por empujarlo.

— La virginidad esta sobrevalorada — murmuro, posando sus labios sobre su cálido hombro —, dejame enseñarte lo que se siente ser amada, Katherina — volvió a besar su piel, esta vez posando sus labios en el escote del vestido —. Además ni siquiera existe, la virginidad, es estimada como una noción social más que un concepto médico o científico, no es pasible de verificación empírica. De igual manera, carece de conexiones con los atributos biológicos y fisiológicos, y no posee una existencia intrínseca, sino que se erige como una construcción sociocultural originada en las primeras etapas de la monogamia, con el fin de ejercer control sobre la disposición de cuerpos y propiedades heredadas.

La muchacha abrió los ojos sorprendida, tratando de procesar aquellas palabras, no solo por la información en sí, también por la complejidad de las mismas.

— Yo...— los labios de Günther se fundieron con los de ella, saboreando su brillo labial de frambuesa. Acuno sus mejillas en sus manos, dando pequeñas probadas a su boca, para finalmente unirlos en un apasionado beso cálido. 

— No pienses, Kat, no pienses, solo sigue tus instintos — pidió mientras la recostaba contra el sofá, sus manos volvieron a bajar hacía la falda, introdujo sus manos debajo de la tela, reclamando con caricias firmes aquella suavidad de los cremosos muslos de la chica —, dejame amarte — susurro contra sus labios.

Y ella perdió cualquier índice de resistencia. Günther sintió una oleada de calor al ver la rendición en sus ojos, se inclino y levanto la falda por completo, deleitando su vista con la ropa interior de la joven, una pequeña sonrisa se formo en sus labios cuando se inclino besando sus muslos, Katherina aparto la vista avergonzada.

— Son lindos — susurro, acariciando las bragas de gatitos naranjas que cubrían la intimidad de la chica.

Mentalmente se maldijo por no haberse puesto las bragas de encaje rosa con blanco que había meditado ponerse en la mañana, pero no, escogió la de gatitos naranjas que parecían de abuela en aras de la comodidad, en su defensa, ni en sus más recónditos sueños pensó que su tarde transcurriría de tal manera. El rubio volvió a inclinarse, dejando un camino de besos en los muslos de la muchacha, cuando llego a la ingle introdujo sus dedos entre las tiras de las bragas, jalando hacía arriba, haciendo que se metieran un poco en la intimidad de la chica, viendo con lujuria aquella partición tan pura que no había sido profanada, aquella acción hizo que Katherina dejará salir un jadeo. Complacido, Günther le separo levemente las piernas, comenzando a acariciar el tesoro cálido entre los muslos de la muchacha, mientras se enderezaba ligeramente para besarla, como pudo sus inexpertos labios intentaron seguirle el beso, le encantaba que fuera nueva en el tema del sexo, le sería más fácil moldearla según sus inclinaciones. Libero los labios de ella mientras introducía sus dedos dentro de las bragas, acariciando gentilmente los pliegues suaves de su cuerpo, pudo sentir sus dedos comenzando a mojarse, aquello provoco una sonrisa de satisfacción en su rostro. Le besó el mentón y con su mano libre bajo el escote de su vestido, liberando los senos ya erectos de la virginal doncella, sus pezones duros cual roca —. Relájate — susurro contra sus labios, dándole otro beso. Se inclinó dejando un sendero de besos desde sus labios hasta su pecho, acaricio uno de sus senos con cuidado, como si fuera un tesoro frágil que temía quebrar, le dio un beso mientras sus dedos comenzaban a entrar más en ella. Pudo sentir cómo se estremecía — Shh — musito besando sus mejillas enrojecidas, pudo ver que le dolía —, tranquila, todo está bien — volvió a inclinarse hacia sus senos y envolvió su pezón con su lengua, aquél acto hizo que las paredes internas de la chica se estremecieran apretando los dedos de Günther. El joven sonrío, comenzando a mover sus dedos dentro de ella, pudo ver su lindo rostro contorsionado en placer y un ligero dolor, sus labios soltaron sutiles gemidos que intentaba ocultar, el príncipe le beso el cuello, sintiendo la humedad del interior de Katherina empapar sus dedos. Le separaron las piernas y no dejo de besarla mientras se desabrochaba sus pantalones y bajaba su bóxer, ella lo miro sorprendida, era la primera vez que veía un pene real, hasta el momento solo los había visto en los libros de anatomía de su colegio, pero le pareció que tenían una forma ligeramente graciosa, como la cabeza de una serpiente o una salamandra. Pero toda la ligereza repentina que sintió desapareció y se sintió cohibida al percatarse del tamaño.

— Eso no va a entrar — gimió asustada, le parecía imposible que algo tan grande y grueso pudiera yacer en su interior sin romperla a la mitad.

— Lo haré lentamente, me tomare mi tiempo y será agradable — susurro, besándola.

Separo las piernas de la chica por completo, dejando abierta su intimidad para él. Lentamente comenzó a frotar su virilidad contra los pliegues empapados de su interior, podía ver lo mucho que ella lo deseaba, sus ojos brillaban en éxtasis y suplicante deseo silencioso. La tomó de las mejillas y beso su frente, se inclinó y beso su estómago, rogando por la bendición de sus dioses para aquél útero joven y fértil, que recibiera su semilla y de las entrañas de la chica naciera su ansiado heredero.

— ¿Lista? — pregunto, dejando repentinamente de frotar su miembro.

Ella no respondió, pero su mirada brillante fue la respuesta que necesitaba. La tomó de las mejillas y la beso, sus labios se fundieron en uno solo mientras su lengua exploraba la boca de la chica cuya virginidad estaba a punto de reclamar. Sujeto sus caderas y lentamente entro.

Katherina ya era suya.

Al igual que Aidan.

Mordió sus labios cuando su virilidad entro por completo, la cálida y húmeda recibida en el interior de Katherina lo hizo jadear de placer, sus pliegues se enredaban con vehemencia alrededor de su miembro, como si su inexplorada carne lo llevara esperando muchos años y estuviera feliz de por fin recibirlo. Era estrecha, no tanto como su pequeño, pero lo era. La joven ahogo un quejido, dolía, dolía mucho, sentía como si le hubieran roto algo, también ardía. Era la primera vez para ella, sabía que dolería, pero no pensó que ardería, un umbral de sensaciones indómitas que se desplegaban ante su ser con misterio y anticipación.

Günther, con la paciencia de un amante devoto, deseaba que su experiencia inicial fuera una sinfonía de éxtasis. Con manos hábiles y ojos que reflejaban una ternura infinita, acarició sus temores y despejó las sombras que amenazaban con oscurecer el placer. La caricia inicial, un suave roce que despertó sensaciones inexploradas, se convirtió en un abrazo íntimo que fusionaba sus almas.

El dolor, al principio, era un eco distante, un recordatorio de la transición de la inocencia a la experiencia. Pero Günther, como un hábil músico, sabía cómo modular las notas de su pasión. Cada beso, cada suspiro compartido, era una promesa de placer inminente. Katherina, envuelta en el ardor de la entrega, permitió que sus sentidos se desataran, y el dolor se transformó en un eco lejano, eclipsado por la cascada de sensaciones que inundaban su ser. Cuando sintió como ella comenzaba a absorberlo en su interior las estocadas comenzaron, sus dedos se aferraron a su cintura mientras sus caderas chocaban al unisonó. Los senos de la joven rebotaban con cada penetración y sus ojos se llenaban de lagrimas, con indecorosos gemidos siendo emitidos por su garganta. La lengua de Günther recorrió el lóbulo de ella, mientras bajaba besando su cuello, se aferro a sus caderas con más fuerza, sintiendo el liquido preseminal comenzando a gotear en el húmedo interior de la joven. Enterró su rostro entre sus senos mientras aumentaba la velocidad de sus embestidas, pronto los gemidos de ella hicieron eco por el lugar, al igual que el sonido de sus cuerpos chocando. Las hondas castañas se volvieron negras, los ojos marrones llenos de lagrimas de placer se volvieron celestes. Entonces ahí estaba él. Disfrutando del placer que solo su fiel amante podría ofrecer.

— Te amo — gimió, besando el vientre plano de la chica.

Con cada caricia y cada movimiento, el placer crecía como un fuego ardiente que los consumía a ambos. Sus cuerpos, en armonía perfecta, se convirtieron en los protagonistas de una danza ancestral de amor y deseo. Günther, con su devoción incansable, guió a Katherina a través del laberinto de la pasión hasta llegar al éxtasis, donde el tiempo se detuvo y sus almas se fusionaron en un abrazo eterno.

En esa tarde soleada, el dolor de la primera vez se transformó en un placer insondable. Katherina y Günther, dos almas destinadas a encontrarse, habían cruzado el umbral hacia una nueva dimensión de amor y pasión, donde cada caricia, cada beso, se convertiría en un testamento de su conexión eterna.

Las piernas de Katherina lo abrazaron por la cadera y ella cerro los ojos rodeando el cuello de Günther con sus brazos, se sentía tan feliz, no sabía que Dios había creado algo que pudiera provocar tanto placer, pero le encantaba la sensación. Las ondas castañas se deslizaban como suaves raíces entre sus senos, el sudor se deslizaba entre sus muslos al igual que sus jugos. La sostuvo a horcadas, hundiéndose más en su interior, explorando con deleite sus confines inexplorados. Trazo con su lengua círculos en el cuello de ella, maravillándose por la sensación cálida de su carne. 

Katherina lloró internamente y finalmente dejo escapar sus gemidos cuando la lengua de Günther se encontró con la suya recibiéndolo sin barreras, extasiada por su sensación y sabor.

— ¡Te amo! — gimió Katherina, sintiendo su cuerpo temblar en un rugido orgásmico femenino.

Los ojos glaciares del joven se cerraron, disfrutando la sensación mientras se liberaba en su interior, su semilla colmando su inexplorado cuerpo, llenando su útero. La envolvió en sus brazos sintiendo los espasmos de su cuerpo, le beso la frente dejándose caer a su lado y la acuno con cariño, Katherina se acurruco entre los protectores brazos de Günther, cegada por las sensaciones extrañas que recorrían su cuerpo. Escucho el latir del corazón de su amado y se entrego al sueño de la misma forma que se había entregado al placer.

En el jardín secreto del amor, donde los corazones entrelazaban sus raíces, se desvela un misterio sutil. Bajo el resplandor de las estrellas, reposan los secretos más profundos de la pasión humana. La virginidad, como una rosa al amanecer, se desvanece en el delicado abrazo del deseo. En la paleta de los sentidos, los colores se entrelazan y fusionan, tejiendo un lienzo de amor puro y auténtico.Los cuerpos, como poetas del tacto, recitan versos de devoción en la ardiente danza de la unión. En este éxtasis, no hay inicio ni final, solo un flujo eterno de entregas y caricias. El tiempo, en su espiral eterna, borra las fronteras del pasado y del futuro. En ese instante, donde los amantes se entrelazan en un apasionado abrazo, la virginidad se disipa, dejando únicamente el dulce eco del amor compartido.Así, en el rincón sagrado de dos almas entrelazadas, se descubre que aquél cuento de viejos es una ilusión, una etiqueta que se desvanece ante el poder eterno del amor verdadero. En cada beso robado y cada suspiro compartido, se revelaba la sublime verdad: en el amor, son eternamente nuevos.

La realidad se había vuelto mejor que una fantasía.

Nota: ¡Y cual Lázaro he resucitado! ¿Me extrañaron? Yo sí, los extrañé mucho, hubo una inundación en mi casa y todos los aparatos electrónicos perecieron, y no tenía dinero para alquilar un computador, así que por eso desaparecí, pero heme aquí, ¡Regrese! Y con la ayuda de Dios no me iré, al menos no prontamente. Pequeño recordatorio en que sí, Günther tiene un pene grande y grueso, así que imaginen, si a Katherina le dolió, siendo ella una chica cuyo cuerpo ya esta madurando, imaginen el dolor del pequeño Ady, cuyo cuerpo aún es pequeño y frágil al ser sodomizado. Piensen en eso antes de dormir.

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