5. Eres mía, morenita, mía.

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— Ahora mismo soy como un avispero, nena: no me sacudas.

Byron está tenso, como si estuviese conteniéndose para no romper nada. Camina de lado a lado de la pequeña habitación, con los puños apretados y llevándose uno a la boca de vez en cuando para morderse el nudillo y contener un gruñido.

Liam ha dicho que seguro que estaba celoso y, sí, estúpida de mí no lo había pensado. Pero puede ser debido a lo inapropiado de la conversación.

— Siento haber hablado de eso. No pensé qué...

— Qué — bufa. Se detiene de golpe y me mira con tristeza e impotencia — ¿Que me fuese a doler? ¿Que me quemasen las venas de la rabia por todas las veces que me he perdido el poder tenerte y otros lo han hecho, porque he sido un gilipollas?

— Eh, oye... — susurro

Acorto la distancia que nos separa y me acerco a él con intención de calmarle. Al principio no me lo permite y da un paso hacia atrás, pero no se lo consiento. Esta herido por mis palabras y los celos son una sensación muy desagradable y dañina. Lo sé por todas las veces que durante estos años he sabido que él se había acostado con otras, y yo siempre me sentía insuficiente cuando él me trataba mal.

Le abrazo la cara con las manos y le obligo a mirarme.

— No son nadie, Byron — me aseguro de mirarle fijamente a los ojos para que le quede claro. — Mi primera vez fue contigo, recuérdalo. Te lo pedí a ti y no me arrepiento de ello.

Mi chico no dice nada, pero en sus ojos puedo ver la indecisión, lo perdido que se siente. Estoy casi segura de que, siendo como es Byron de sexy y atractivo, dominante y seductor, nunca ha tenido razones para sentirse celoso de nadie. Y no es para menos porque, a mi parecer, él no tiene competencia.

Hace semanas que no estoy tan cerca de él como ahora, inundándome de ese aroma embriagador que me vuelve loca. Le sostengo la mirada y me acerco a sus labios, dudosa. Esta tan tenso que la opción de que me rechace por el enfado que tiene es más que probable. Sin embargo, aunque resulte retorcido, verlo así hace que una descarga eléctrica me atraviese la entrepierna.

Para suerte la mía, no me rechaza. Aún así, le beso despacio, suave, aunque por dentro este muriéndome mientras siento un calambre directo de mi boca hasta mi bajo vientre.

Hago un esfuerzo sobrehumano por contenerme y no lanzarme a sus brazos como una loba y que vea la desesperación que siento de volver a sentirle. Soy consciente de mi inexperiencia en comparación a él, pero sé utilizar las armas de mujer que sé que tengo, y confío en que sea él quien venga a mí.

Dejo un beso casto en sus labios, rozo nuestras narices y, a la vez que le miro fijamente a través de mis pestañas, deslizo la punta de la lengua por su labio inferior.

Un gruñidito de lo más seductor sale de entre sus dientes apretados, lanzando una corriente eléctrica hacia mi clítoris. ¡Dios! Aprieto los muslos para aliviarme un poco. Sentir que tengo ese poder sobre él hace
que me crea la dueña del universo.

Sonrío en mi fuero interno, victoriosa. Su respiración pesada me indica que está peleando contra sí mismo, probablemente entre su enfado y sus ganas. No lo dudo más y le beso. Le beso como si mi vida dependiera de ello, demostrándole toda la falta que me ha hecho estos días. He estado muy enfadada con él, sí, pero eso no quita que mi cuerpo lo llamase a gritos a cada instante.

— Te he echado tanto de menos — confiesa en un susurro.

Byron, fiel a los reclamos de mi boca, me devuelve el beso con fiereza. Su lengua invade mi boca, su olor me hipnotiza, y sus dientes mordisqueando mi labio inferior, hacen que todo en mí se extremezca.

Se me escapa un gemido involuntario.

Me sobresalto cuando lleva ambas manos a mi trasero y me levanta bruscamente, haciéndome rodearle con las piernas. Avanza unos pasos hasta que mi espalda choca contra la pared, y la dureza de su miembro se clava en mis bragas. Es seductoramente agresivo, y me encanta.

— Byron — gimo en su boca.

Me desliza el vestido hacia arriba, dejando mis muslos y la humedad de mis bragas a su merced. Algo de lo que se da cuenta en cuanto desliza una mano hacia mi entrepierna. Siento su palma sobre mi vagina, presionándola.

— Joder nena — gruñe encantado — estás empapada.

Sin dudarlo un segundo, desliza los dedos alrededor de la tela, y me la arranca haciéndola pedazos. Suelto un gritito que Byron se traga con un beso hambriento. Me muerde el labio inferior con una brusquedad controlada, y después me lame aliviando el dolor.

Me mira fijamente a los ojos, resuelto, decidido, mientras desliza un dedo por mi hendidura, acariciándola en su recorrido hasta mi clítoris.

— Byron... — jadeo, moviendo la cadera en busca de más fricción.

Mi chico, correspondiendo a mis ganas y a las suyas, mima con suaves círculos mi punto de explosión. Sacudo las caderas todo lo que puedo moverme entre la pared y su cuerpo, y aunque su dedo hace maravillas, mi cuerpo está pidiendo a gritos aquello que sé que esconde para mí. Quiero a Byron al completo, y lo quiero ya.

— Te quiero dentro, Byron. Te necesito — suplico.

Su boca abandona mi cuello y me lame el lóbulo de la oreja.

— No podemos nena. No tengo nada que ponerme.

Sigue mordiéndome el cuello, besándolo, chupándolo hasta casi hacer que se me olvide el habla. Y estoy tan perdida en el placer que me otorga su mano entre mis piernas, que a penas soy consciente de dónde saco fuerzas para decirle:

— Tomo anticonceptivos, Byron.

Clava sus ojos en los míos, quedándose estático por un par de segundos. Cuando casi estoy apunto de gritarle que siga, arranca de nuevo con una brutalidad que me desarma.

Su mano abandona mis partes un segundo. Lo justo para desabrocharse los pantalones, pero lo suficiente para que toda yo grite de frustración por dentro. Resollo al sentir la punta de su miembro acariciando mi entrada, empapándose de mí.

Estoy perdida, tengo la vista nublada, ansiosa por lo que sé que me viene ahora. Lo que no me espero es que Byron me pellizque el culo con la mano que me mantiene sujeta, llamándo mi atención. Cuando lo miro, sus ojos vibran de deseo, de hambre, de...

— ¡Ah! — grito por la sorpresa, sintiendo su miembro entrar en mí de golpe.

— Eres mía, morenita, mía — gruñe en mis labios, mirándome fijamente a los ojos.

Byron sale y entra de mí con rapidez, con ganas, con ansia. Dejándome claro en cada embestida que me ha echado de menos tanto como yo a él.
Mis gritos mueren en la palma de su mano, haciéndome callar, recordándome que no estamos solos en la cabaña.

Una y otra vez, Byron arremete sin piedad, haciéndome estar más y mas cerca del clímax. Ya casi lo siento, las primeras coletadas del orgasmo están ahí cuando busco la mirada de mi chico, cómplice de este momento tan íntimo, y veo como cierra los ojos con fuerza para dejarse llevar.

No me hace falta más. Su orgasmo arrastra al mío, llevándome a una espiral de placer que me hace palpitar incluso las zonas más insospechadas.

— Cásate conmigo, nena — murmura, justo antes de dejar caer su frente sobre la mía.

Abro los ojos de par en par, incrédula por lo que acabo de oír. Pero todas mis alarmas se apagan en cuanto veo a Byron con los ojos cerrados, ido por el clímax, y evidentemente trastocado por el alcohol.

No me ha pedido matrimonio. No lo ha hecho en serio. Esta borracho, eso es todo. El alcohol el placer ha en una combinación extraña que te ha e decir muchas tonterías.

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