34. Una noche en la cabaña

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Carum, 2019

Isla

Casi olvidé cómo respirar

¿Por qué ahora?

-Tienes diez segundos para decidirte, porque ahora me iré a emborrachar y no será seguro subirse a un coche conmigo más tarde. -Estiró la mano hacia mí, y la chica que lo esperaba salió corriendo. Él no se dio vuelta, solo se encogió de hombros como si nada importase en ese momento.

-No sé si debería... yo...

Rodó los ojos, y miró a su alrededor como si estuviese dispuesto a retroceder con su propuesta, pero de pronto se mordió el borde del labio inferior, y habló:

-Desde hace algún tiempo me gustaría mostrarte un lugar. Si te sientes incómoda, te vengo a dejar. -Lo dijo de una forma que sentí que era más que una simple invitación, como si me estuviese abriendo una parte de su corazón, y yo no podía rechazar eso. Como si yo fuese la única afortunada de tener la oportunidad de conocer un poco más de él.

Pero mi mente era un caos, del que me hubiese gustado alejarme para analizar un poco la situación, y poder decidir mejor.

¿Qué estoy haciendo?

No lo hagas.

Pero la vida es corta.

Tengo que hacerlo.

Dios, ¿cómo es tan guapo?

¿Y Gastón?

Miré por sobre mi hombro en caso de que él hubiese salido detrás de mí; y asumo, un poco avergonzada, que no verlo me produjo un cierto grado de decepción.

Después de todo, no es un novio real. Es tu mejor amigo.

Me encontraba a punto de desaparecer en la mitad de otra fiesta. Hice una mueca, y volví mi vista a Gaspar, que esperaba a que yo me decidiera.

Di un paso al frente, y hasta el último segundo no tenía seguridad de lo que iba a hacer, sin embargo, cogí su mano y envolvió sus dedos con los míos. Quizás suene absurdo, pero en ese instante sentí que de alguna forma nuestras manos encajaban a la perfección, y cuando nos tocamos, sentí una pequeña chispa de electricidad, como si dos cosas que se pertenecían habían estado desconectadas, y de pronto se unieron, permitiendo pasar el calor entre ellas.

Noté un cambio en su mirada, y me pregunté si él había sentido lo mismo, porque sus ojos celestes emitieron un destello cuando nuestros dedos se entrelazaron. Comenzó a guiarme por las escaleras. De los nervios, las piernas me temblaban y tuve que concentrarme para no tropezar y caer.

¿Qué estoy haciendo? ¿Es esto correcto?

Su imagen frente a mí, me gritaba que sí, que era correcto porque así lo sentía.

-¿Estás seguro de esto? -pregunté, acercándome a su oído. Al escuchar, se detuvo y se giró. Acercó su cara a tan solo unos centímetros de la mía, permitiendo que su aliento tibio golpeara mi piel.

Pensó sus palabras antes de abrir la boca, y temí que me dijera que no, pero soltó aire, como si estuviera resignado.

-De pocas cosas estoy seguro, no te miento cuando te digo que no me iría con nadie más, ¿tú estás segura? -soltó, y se arregló un mechón de cabello que había caído en su frente.

Sus palabras eran fuego para mí.

Salí en busca de él porque ya no aguantaba más mi corazón quemándose por el deseo de estar con él, o de al menos decirle que me gustaba tanto que quizás podía renunciar a todos los planes que tracé.

Y ya sabía desde antes que no podía seguir negando mis sentimientos. Me sentía atrapada en mis propias trampas, amando a alguien sin poder decirle.

No logré que mi corazón se tranquilizara, y con cada paso o movimiento que mi vista captaba de él, era un estremecimiento no solo para mi pequeño cuerpo, sino para el alma. Y hay algo muy importante a tomar en cuenta cuando nuestra alma se mete en los temas amorosos, si no haces algo al respecto, mueres lentamente. Cada día más, añorando un amor que se te escapó por entre los dedos...y tú, sin siquiera intentarlo.

Eso es a una de las cosas que yo más le tenía miedo. Perder algo -o en este caso a él-, y no saber qué habría sucedido si yo hubiese sido más valiente.

Yo soy valiente.

Llevé su mano a mi corazón que latía acelerado.

-Estoy segura. -Asintió con una sonrisa cautivadora. Me cerró un ojo, y siguió guiándome por la escalera. Al llegar abajo solté su mano, y lo seguí.

Salimos de la casa y la música de a poco fue quedando atrás, y así escuchaba cada vez más fuerte mi corazón acelerado en mi pecho, restregándome en la cara que era capaz de salir disparado. Comenzamos a avanzar por entre las filas de coches estacionados.

Se giró, como para ver si yo iba detrás.

-Isla, con esa rapidez no llegaremos a ninguna parte -gruñó. Dio un paso grande hacia mí, me cogió de la cintura y me echó al hombro.

-¿Qué? Gaspar bájame. -Le di un pequeño golpe en la espalda. A pesar de que no había nadie a esa altura del estacionamiento, caminando así, sentía que tenía un cartel brillando en mi cabeza que decía que me estaba escapando con el hermano de mi novio-. bájameeeeeee. ¡Nos van a ver!

-No.

-¿No? Gaspar bájame o no iré contigo a ninguna parte. -Frenó en seco, y cuando pensé que me iba a bajar, deslizó su mano acercándose peligrosamente a mi trasero.

Rayos.

-No, no te bajaré. Y cada vez que me digas que te baje, esta mano -dijo, ejerciendo una presión ligera-, va a seguir subiendo, ¿entendido?

Recuerda respirar.

El calor en mis mejillas apareció de inmediato.

-Bájame que nos pueden ver -gruñí, pataleando. Su mano subió algunos centímetros, quedando a una distancia peligrosa de mi trasero. Mi piel vibraba al querer más de su contacto. Era como si desde allí se extendiese una red de pequeñas llamitas que amenazaban con hacerme perder el control. Si mi piel hubiese tenido vida propia, habría gritado: tócame más, tócame más.

-¿Algo más que decir? -preguntó, lacónico. Con la frialdad característica de él.

Resoplé.

-Eres un idiota.

-Entonces tú también, porque aquí estás con este idiota. -Rodeó su camioneta y me dejó junto al asiento del copiloto, hizo una enorme sonrisa fingida, y me abrió la puerta con delicadeza.

Cuando se subió se quedó con la vista pegada en sus manos sobre el manubrio, movía su pierna derecha sin parar y de repente resopló. Sin mirarme, habló:

-Te mostraré...-carraspeó-, un lugar importante para mí. Es donde...-se peinó el cabello con ambas manos, y yo no podía dejar de quitarle la vista de encima. Definitivamente lo que iba a hacer no era algo que hacía de forma usual. Arrugó el entrecejo, como si él mismo estuviese impresionado de sus palabras-, es donde voy cuando quiero estar solo o cuando necesito pensar...o eso. Queda a un par de horas de aquí.

-¿Allí es donde llevas a todas las chicas? -bromee. La verdad es que estaba tan nerviosa que agradecí que algunas palabras salieran de mi boca.

Rodó los ojos. Tuve ganas de coger su cara y darle un beso.

-No, tú eres la primera persona con la que quiero compartir esto -dijo, mientras encendía el coche. Se acomodó en el asiento, y comenzó a conducir.

-¿No me vas a llevar a algún lugar para asesinarme?

-Dios, Isla, ¿siempre haces preguntas raras cuando te pones nerviosa? -rio, y meneó la cabeza.

-Puede ser.

Apenas dejamos la casa atrás, la oscuridad de Carum se cernió sobre nosotros, y me estremecí al mirar el bosque a mi lado. Negro, espeso y perturbador.

-Si aparece un vampiro o un hombre lobo te puedo defender -dije, sin pensar muy bien en mis palabras.

-Gracias, pero no esperes lo mismo de mí. Lo siento, yo me salvaría primero.

-¿Ah, sí? Entonces que te coman vivo -repliqué, llevando mi vista hacia la ventana.

-¿Quién? ¿tú?

Dios.

-Eres un dolor de cabeza Gaspar Fonseca.

-Tú, también.

Aparcó frente a un mini market que seguía abierto a esas horas de la noche.

-Compraré algo comida. Vuelvo de inmediato. -Salió del coche y se apoyó en la puerta, con sus brazos en el borde, me sonrió-, ¿quieres algo en especial? ¿para comer o beber? Te traeré lo que tú quieras.

Ay, mi corazoncito.

-hmmmm... ¿Un helado de crema y galletas?

Me cerró un ojo.

-Ok

-Te acompañaría, pero alguien podría ver -dije, en voz bajita. De inmediato me sentí terrible porque salir con el chico que me gustaba no tenía por qué ser algo prohibido-, y además tengo frío.

Se desapegó del borde, y dio un paso atrás. Comenzó a sacarse su sudadera, y con eso la camiseta que tenía debajo se le subió hasta la mitad de su abdomen.

¡Que ganas de tocarlo!

Isla, contrólate.

Me quedé pegada mirándolo, ¿por qué iba a desperdiciar una oportunidad de verlo así? El problema es que cuando por fin se sacó la sudadera, yo seguía con una cara de impacto. Carraspee al enfrentarme a su mirada divertida y satisfactoria. Me la entregó y me la puse de inmediato solo para no enfrentarme a su expresión de orgullo.

-No quiero que te enfermes.

-Gracias. -Me la puse, y su olor envolviéndome se sintió tan increíble que casi le digo. Se quedó mirándome con una ceja alzada, ya se había vuelto a apoyar en el borde de la puerta-, ¿qué?

-Te ves bonita -murmuró, bajando la vista. Se fue caminando tranquilamente hacia el mini market.

¿Cómo voy a sobrevivir un fin de semana con él?

El sonido de mi celular me sacó de la estupefacción. Era una llamada de Francia.

-¿Dónde estás? -Fue lo primero que preguntó.

-Estoy con Gaspar.

-Me matarás de un infarto si sigues desapareciendo así de las fiestas, ¿y dónde estás?

-Ahora estoy en el coche. Fran, necesito tu ayuda.

-Oh, no...no, no.

-Por favor, ni has oído lo que quiero pedirte.

-No necesito escucharlo porque sé que es una locura que involucra mentir. Además... -vaciló, y se quedó callada.

-¿Además?

-No sé. Gastón. -Escuché que suspiró profundamente.

-¿Qué pasó con Gastón?

-Se fue enfadado, nunca lo había visto así. No ha parado de repetir que Gaspar siempre se lleva todo, hasta me dijo que era el favorito de su mamá.

Auch.

Sabía qué hacer sufrir a mi amigo era un problema al que me tenía que enfrentar, pero no en ese momento.

-Mañana...mañana hablaré con él. Fran, di que estoy enferma y que no quiero que nadie entre a mi habitación.

-Estás loca -rio-, ¿lo dices de verdad? ¿Quién va a creer algo así? Isla... no desaparezcas con él.

-Por favor...

-Está bien -gruñó-, pero recuerda que el domingo tienes una cena con los Fonseca.

-Mierda, lo había olvidado.

-Isla, estás perdiendo el norte... ¿qué haces?

Me llevé los dedos al puente de la nariz, y lo único que quería responder era que no sabía, que simplemente -al menos esa noche- mi corazón tenía el total control de mis actos, pero no me sentí tan valiente para decirlo.

-¿Me ayudarás?

Resopló.

-¿Me vas enviando mensajes?

-Lo prometo.

-Y dile a Gaspar que si te toca un pelo sin tu consentimiento, lo voy a cortar en rebanadas, y lo digo en serio.

-Se lo diré.

Unos minutos más tarde, Gaspar volvió con dos bolsas llenas de comida. Dejó las bolsas en el asiento trasero, y luego volvió a sentarse junto a mí.

-Oh, dejé el helado atrás.

-Comámoslo antes de que se derrita. -Me giré y pasando casi la mitad de mi cuerpo hacia el asiento trasero, comencé a buscar en la bolsa, y luego en la otra.

-¿No te puedes apurar?

-Es que no lo encuentro.

-Ya pero tienes tu trasero en mi cara y no me puedo concentrar en la pista. Si chocamos será tu culpa. Así que o te sientas o paro y eso hará que nos demoremos más.

-Dios...ya lo encontré -respondí, agitando el helado junto a él. Sus palabras me provocaban demasiadas cosas y cada vez se me hacía más difícil poder disimular el efecto que tenían en mí; y a veces no eran solo sus palabras, sino que sus actos-. Recordaste que soy vegana. Gracias, Gasparín. -Saqué una cucharada y la acerqué a su boca. Apretó los labios uno contra otro para impedir todo paso de comida-, ¿no te gusta el helado?

-Nunca lo he probado -respondió serio, y sin mucho interés de seguir ahondando en el tema.

-Detente -respondí, con toda la seriedad que pude. Dejé el helado fingiendo enojo sobre el posa vasos-. Detente ahora.

Arrugó el entrecejo.

-¿Qué? ¿pasa algo?

-Sí, si pasa algo. Para por aquí. -Gaspar me miró confundido. Se hizo a un lado y se detuvo al costado de la carretera. Lo único que iluminaba el lugar eran las luces del coche y la luna que nos observaba.

-Isla, ¿te arrepentiste? Si quieres nos devolvemos.

-No -respondí, en voz bajita-. Es algo más importante. Cierra los ojos.

Suspiró y se relajó en el asiento, apoyando su cabeza en el respaldo.

-¿Me vas a besar? -preguntó, ladeando su cabeza. Deslizó su mirada color mar hacia mis labios, y sin dejar de analizarlos, continuó-: porque si es así...

-Shhh. Cierra los ojos -ordené, pero él no quitó la mirada de mis labios, e incluso comenzó a avanzar hacia mi cuello-. Cierra los ojos -repetí, entre dientes. Subió las manos como si se estuviese rindiendo.

-Ok, ok...pero no me des de esa cosa de helado-. Cerró los ojos, y por primera vez, me atreví a mirarlo con detenimiento. Llevé mi mano a centímetros de su cara. Ahora que sus ojos azules no me nublaban la mente, podía concentrarme en el resto de él. Su nariz pequeña pero de alguna forma varonil, las pestañas más largas que las mías, sus labios formando un arco definido en la parte superior, y su cabello castaño desordenado. En fin, un conjunto que formaba a algo tan precioso como Gaspar Fonseca-. Un beso si lo acepto, aunque no será tan fácil.

-¿Confías en mí?

Oh, quería acariciarlo con tantas ganas que yo misma me sorprendí.

Cogí mi celular y le saqué una foto, simplemente no podía no tener esa imagen de él guardada.

Saqué una cucharada de helado.

-Abre la boca -pedí, y la voz me salió temblorosa.

-Ya sé lo que harás -murmuró, y volvió a cerrar los labios con fuerza.

-Si no lo haces, no nos moveremos.

-Estás loca.

Acerqué la cuchara con helado al borde de sus labios.

-¿Cómo es que nunca has probado el helado? ¿acaso eres de este mundo?

-No lo voy a probar -gruñó-. Cuando éramos niños Gustavo me convenció que el helado era veneno y sabía a vómito, y que él tenía que sacrificarse por nosotros y comérselo. No, no lo haré.

Solté una carcajada.

-Gaspar -dije, como si la paciencia se me estuviese acabando, pero la verdad era que me podría haber quedado discutiendo sobre el helado toda la noche. Cogí su cara, no dispuesta a rendirme-. Si no te gusta, me podrás pedir lo que quieras durante este fin de semana. Una cosa. -Su cara se iluminó de tal forma juguetona que tuve que hacer una aclaración-: Que no ponga en riesgo mi vida... o mi dignidad.

-Que aburrida. Está bien, lo probaré. -Abrió la boca a regañadientes, como si le fuese a dar una cucharada de algo rancio, y arrugó su cara por completo. Incluso así, se veía hermoso.

-Si te gusta, me debes algo -dije, y sin esperar su respuesta metí la cuchara en su boca. Ansiosa de su reacción. Aún saboreando el helado la expresión de desagrado no desaparecía, hasta que me quedó mirando con los ojos tan abiertos, que temí lanzarme al mar que para mí significaban-, ¿te...te gustó? -quise saber, ansiosa. Su mirada se deslizó de mi cara a la cuchara en mi mano, repetidas veces- ¿Te gustó? ¿No te gustó?

-No sé, quiero más -dijo, abriendo la boca. Le di otra cucharada y la saboreó sin dejar de clavarme la mirada.

No deambules en ojos azules.

-¿Y?

-No me gustó -dijo finalmente. Se giró y encendió el coche-. Ahora te puedo pedir algo.

-A mí no me engañas, te encantó y no quieres admitirlo. -Me llevé una cucharada a la boca y luego saqué otra para él, y la dejé a escasos centímetros de sus labios. Se saboreó, esperando que se la diera.

-¿Ahora me torturas? -Avanzó con la boca abierta, hasta que se comió el helado-. ¿o tu plan es engordarme así ninguna otra chica me mirará?

-Ese es exactamente mi plan.

-Está bien... me puedes pedir lo que quieras. -Acercó su mano y buscó la mía sobre mi pierna-. Gracias. Oh, esta canción me gusta.

Subió el volumen.

Ay, dios.

The weeknd.

Los dos en la fiesta.

Yo corriendo, y dejando mi ropa interior atrás.

Gaspar comenzó a cantarla, y me enamoré de su voz en tan solo una estrofa. Se sabía la letra a la perfección y yo también comencé a cantarla con él, como si fuera algo que hacíamos usualmente, porque así parecía.

Y así nos fuimos el resto del camino; cantando y comiendo helado. Relajados, siendo nosotros mismos. Nos olvidamos del mundo durante poco más de una hora, y no pensé en nada más que en nosotros en ese momento. Se sintió asombroso.

De repente, redujo la velocidad, y entró por una calle lateral. Bajó el volumen de la música.

-Es por aquí. -Siguió avanzando por un camino de piedras por unos minutos, hasta que estacionó y las luces del coche se apagaron. Abrió la puerta y lo cogí del brazo.

-¿A dónde vas?

-Abriré el portón para que podamos pasar, ya vuelvo.

-Gaspar, así pasa en las películas de miedo.

Soltó una carcajada, y lo solté a regañadientes.

Volvió más rápido de lo esperado y seguimos avanzando otros minutos más hasta que se detuvo nuevamente.

-Llegamos, Bienvenida a la otra casa de los Fonseca.

Tuve que forzar la vista para notar que en el costado había una casa de madera. Era como una casa de campo, tamaño extra grande. Abrí la puerta del coche, y aun con su sudadera puesta me estremecí del frío. Caminamos en silencio hasta la entrada de la casa, acompañada de los sonidos de los animales lejanos y las ramas quebrándose bajo nuestros pies.

______

Mis beibis finalmente nuevo capítulo <3

AYYY. Una Isla y Un Fonseca en una cabaña... ¿qué podría salir mal?

Si les gustó no se olviden de darme estrellita.

#TeamGaspar

#TeamGastón

#Team Gustavo

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