Capítulo 11

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Era infinitamente tentador simplemente descartar el resto del día e ir directamente a su casa desde Piscis Tower. Desafortunadamente para Taehyung, el trozo de seda que había sido marcado como evidencia estaba en esos momentos sobre su escritorio, al otro lado de la ciudad. Mientras navegaba por el flujo interminable de oficinistas y turistas que se dirigían en todas direcciones a almorzar, él realmente deseó haber pensado en traerlo consigo la noche anterior.

Se dirigió directamente a su oficina una vez que llegó a la agencia, con la intención de escabullirse, tomar el trozo de tela y volver a salir. Por algún milagro, no se encontró con nadie más al entrar; probablemente los habían enviado al campo o se habían dirigido a las calles para pelear con el resto de la multitud por un almuerzo. Él en verdad no los envidiaba de ninguna manera, aunque si lo pensaba mejor, seguramente que ellos tampoco lo envidiarían a él.

Nunca se molestó en quitarse el abrigo, ni siquiera mirar la pila de correo que alguien, probablemente Yoongi, había dejado caer en el asiento de su silla. Simplemente entró, recogió lo que había ido a buscar y salió antes de que la puerta terminara de cerrarse.

Al salir, vio que Namjoon había dejado la puerta entreabierta. La luz que provenía del interior de la oficina también era un claro indicio. Taehyung se detuvo y sopesó las opciones en su mente. ¿Era esta una conversación que él quería tener?

Finalmente, caminó hacia la oficina de su jefe y llamó a la puerta abierta, habiendo decidido que esto era lo mínimo de cortesía común. Esa conversación que había estado evitando y lo que había sucedido en las últimas veinticuatro horas, no se correlacionaba con lo que él quería de todos modos, entonces, ¿cuál era el punto de romper esa racha ahora? Al mal paso había que darle prisa.

— Consultaré con un contacto mío para examinar la evidencia física que obtuvimos de Jimin. — Estaba demasiado cansado para pensar en una mentira convincente. — No sé a qué hora volveré.— Namjoon levantó la vista de su papeleo.

— Gracias por hacérmelo saber. — Miraba al menor por encima del borde de sus anteojos con el ceño fruncido. — ¿A qué hora terminaste de trabajar anoche?

Le tomó demasiado tiempo responder a eso. Por un lado, no estaba seguro de si Namjoon estaba preguntando a qué hora había salido de la oficina o de que a qué hora finalmente se había quedado dormido después de mirar por la ventana del Don durante la mayor parte de la noche. Por otra parte, en realidad no sabía la respuesta a ninguna de esas preguntas.

— ¿A la una? — Se encogió de hombros. — ¿Dos? No me di cuenta de la hora en la que me quedé dormido.

La mirada de Namjoon podría haber perforado agujeros en su cuerpo por lo fijo que lo observaba. Así continuó durante un tiempo incómodamente largo, antes de que finalmente suspirara.

— Tómate el resto del día libre.

Taehyung no iba a discutir con él sobre eso.

Si no hubiera tardado tanto en bajar, podría haber dejado la agencia sin encontrarse con otra alma. Ese era un día de decepciones, por lo que, por supuesto, Yeonsan estaba allí en el salón. Estaba estudiando detenidamente algunos archivos en la mesa de café mientras almorzaba. Por la apariencia de los documentos, se trataba de registros médicos, probablemente para un caso en el que estaba trabajando.

— Oye, no te vimos esta mañana. ¿Acabas de entrar? — Cuando Taehyung emitió un sonido evasivo, la sonrisa permanente de Yeonsan se ensanchó. — Lo entiendo. ¿Haciendo el paseo de la vergüenza?

— ¿Perdón?

— Llevas exactamente la misma ropa que ayer. Es evidente que estás escabulléndote para que nadie lo note. Por lo general, al menos cambiarías la corbata. Además...— El menor hizo un vago gesto con la mano alrededor de su cuello, con una sonrisa maliciosa. Taehyung resistió el impulso de subirse el cuello y deseó haber tenido una bufanda encima. — ¿Felicidades?

Existían momentos en donde él odiaba la curiosidad de las personas, algo hipócrita dado que, justamente él, comía de su propia curiosidad prácticamente. Además, solamente necesitaba mirar a su alrededor, había varias desventajas graves al trabajar en una agencia de detectives.

— Me acojo a mi derecho de guardar silencio. — Yeonsan se echó a reír.

— Uno de estos días, tú y yo necesitamos tomar una copa juntos. Parece que tienes las historias más interesantes escondidas en alguna parte.

— Realmente no es así. A menos que te guste mucho escuchar sobre mi perro, podrías terminar decepcionado. — En el proceso de evitar los ojos del otro detective, notó el vaso de papel que todavía humeaba sobre la mesa y la pequeña etiqueta en una cuerda que colgaba del borde. — ¿Eso es té?

— Sí. Nada mejor en un día como este.

— ¿Lo obtuviste de... cuál es el nombre de ese lugar? — Mierda, no podía recordar. San había mencionado el nombre. Seda algo.

— ¿El paraguas de seda? — Yeonsan enarcó las cejas y volvió a reír. — De ninguna manera. Eso estaría completamente fuera de mi rango de precios. Aunque escuché que sus cosas son realmente buenas, lamentablemente, no para tu billetera.

En silencio el peligrís se plateaba varias preguntas sobre como a Choi San aparentemente le gustaban sus productos no solo para él, sino también para hacer un acto de caridad al azar, comprándole también a él. Ese sujeto era reportero intrépido y una espina clavada en su costado, quien, según su conocimiento, siempre había operado más o menos en los mismos círculos económicos que él, ¿A qué se debió todo eso? Quizás la pregunta más importante era, ¿por qué se estaba fijando él en eso?

— Sí. No es solo té lo que venden. Hay de todo: porcelana, infusores, los trabajos. También leen las hojas de té, algo así como una adivinación, parecida a la lectura de mano. Tienen un servicio en el que pagas para poder hablar con algunas de las chicas que trabajan allí, mientras toman el té, por supuesto... — Yeonsan calló por un segundo, acomodándose un poco más en su asiento. — Eso me recuerda...

— ¿Qué?

— Bueno, solo estaba pensando sobre conversaciones que tienen un precio. — Ante la mirada deliberadamente vacía que Taehyung le dio, finalmente fue al grano. — ¿Es cierto lo que dicen? Que puedas programar reuniones con, ya sabes... ¿Cierta facción criminal?

Esta vez, fue el turno de Taehyung para reír. Debería haber sabido que esperar que el trato que había negociado con el diablo o lo que pasaba por el diablo en esa ciudad, no volvería a atormentarlo algún día. Simplemente, deseaba que su tormento no llegase de una sola vez y desde todas las direcciones, en ese día. Existía un límite para lo que las personas podían soportar, para lo que él podía resistir.

— La ignorancia es felicidad. — Lo decía en serio. — Disfruta de tu té.

+++

El sastre de Taehyung tenía una tienda en el primer piso de un edificio sin ascensor a media cuadra de su residencia. Se había mudado a la zona hacía cuatro años, la primera vez que se vieron fue cuando ambos estaban paseando a sus perros un domingo por la mañana. Recordaba al husky siberiano, caminando majestuosamente contra el telón de fondo de ladrillo, cemento y tristeza que era su vecindario, era imposible no notarlo.

Por parte de Taehyung, las primeras palabras del hombre para él habían sido: "Esa chaqueta que te queda horrible. Verlo me irrita. Déjame arreglarlo."

El detective llevó a Yeontan a su tienda ese día, porque aunque Song Mingi profesaba una profunda aversión por muchas cosas, tenía debilidad por los perros. Si sus visitas pasadas fueran indicación de algo, Taehyung habría adivinado que Yeontan era a quien realmente consideraba un invitado en su tienda; Kim simplemente estaba allí como un accesorio que había llegado a tolerar un poco más que a la mayoría.

— ¡Buenas tardes! — Gritó mientras abría la puerta. — ¿Alguien en casa?

Encontró a Mingi en el mostrador, trabajando en una pieza que tenía demasiados volantes, cosiéndolo a mano. Ni siquiera hizo además de levantar la vista.

— ¿Qué arruinaste esta vez? ¿Otra vez la chaqueta del traje a rayas?

— No, y en mi defensa, eso fue un accidente. — Taehyung cerró la puerta detrás de él y soltó la correa del pomeranian, dejándolo libre para vagar por la tienda como quisiera. — Estoy aquí en realidad para una consulta.

Yeontan se dirigió directamente al mostrador, donde Mingi ya había abandonado su trabajo manual para agacharse, esperando con golosinas en la mano. Si moviera los músculos faciales un poco más, el detective podría haber divisado la curva conservadora de sus labios como una sonrisa.

— Hola, Yeontan, buen chico. — Dijo esto con gran seriedad, como si estuviera leyendo un almanaque cualquiera. — Eres un chico muy bueno.

El padre de ese buen chico se acercó al mostrador lentamente, tratando de parecer informal, metiendo las manos en los bolsillos y examinando las prendas de los maniquíes. En verdad, era difícil caminar con su paso habitual, al menos no a un ritmo respetable. Eso pasaría, lo sabía, pero Dios, deseaba que pasara pronto.

— ¿Qué dices? ¿Quieres ayudarme a atrapar a otro asesino?

— Depende. ¿Obtengo algún beneficio si te ayudo de nuevo?

— ¿De qué estás hablando? Te di una parte de mi cheque de bonificación la última vez. — Esto había dolido, considerando lo que Taehyung había pasado en el proceso de ganar ese maldito dinero.

— Puedo obtener dinero de la forma habitual y aburrida. Hacer que los agujeros de bala desaparezcan de las chaquetas de los trajes es mucho más fácil y seguro que ayudarte a localizar a los asesinos que podrían venir a por mí en represalia. — Mingi le dirigió una mirada fulminante.

Bueno, era difícil discutir con él cuando lo decía de esa manera. — ¿Qué deseas?

— Ustedes, los estadounidenses, los políticos y sus leyes sobre las bebidas alcohólicas me causan mucho dolor.

Él era un funcionario público, no podía decirle que él también odiaba que Dimples se acogiera a las mismas leyes que los estadounidenses, como si fuesen una colonia más. Sin embargo, no era correcto que dijera esas cosas frente a un civil.

— Si hipotéticamente, yo tuviera un amigo que regularmente me conecta con un poco de ginebra casera, supongo que podría, hipotéticamente, pedirle que desvíe un par de botellas para ti. ¿Sería bueno eso? — Mingi arrugó la nariz.

— He probado tu ginebra, sabe a hierro fundido.— Acababa de lograr que Yeontan comiera de la palma de su mano, probablemente por eso estaba más agradable que de costumbre. — Pero lo aceptaré.

Taehyung asintió en señal de agradecimiento, buscando en los bolsillos de su abrigo tanto la muestra como el guante, para luego depositar ambos artículos en el mostrador antes de que el sastre pudiera cambiar de opinión.

— La muestra fue encontrada en la escena del crimen. Quiero saber si estamos viendo el mismo material.

Curiosamente, Mingi cogió el guante primero, palpando la seda mientras la pasaba de una mano a la otra antes de sostenerlo frente a la luz. Miraba los botones mousequetaire en el interior de la muñeca con los ojos entrecerrados.

— Este parece uno de los guantes de Jung Yuqi. — Taehyung mantuvo la boca cerrada.
— Un día, harás que nos maten a los dos. El hombre más joven dejó escapar un profundo suspiro y comenzó a abrir la única puerta detrás del mostrador.

Taehyung solo había vislumbrado la habitación trasera a la que llevaba, pero podía construir una imagen aproximada de ella en su mente. Una sola habitación abierta llena de resmas de tela, trajes colgados en varias etapas de terminación, una amplia mesa compartida por una máquina de coser y un microscopio. Solamente Dios y el sastre sabían qué más había en las partes de esa habitación que aún no había visto.

— Está bien, vamos. Sígueme.

— Gracias, — susurró Taehyung, empezando a caminar.

— No estaba hablando contigo. — Se detuvo en seco, un silbido bastó para que Yeontan trotase detrás de él. Todo un traidor.

De repente, Taehyung se encontró solo en la tienda, sin absolutamente nada que hacer. Era de cierta forma peligroso quedarse sin nada que hacer porque eso, causaba estragos en los recuerdos. Algo así podía hacer estallar la ansiedad, los momentos de pensamientos que poco apoyaban la vida, los deseos más volátiles y asesinos en contra de tantos malditos, principalmente, los integrantes de la familia Jung.

Hizo todo lo posible para mantener su mente despejada, pero allí arriba era un absoluto desastre. Esperaba que hubiera mejorado a lo largo del día, pero no fue así, y ahora ahí estaba, tratando de silenciar los susurros en su cabeza y frotándose los brazos para detener la sensación de picazón en su piel por toques que ni siquiera existía.

Vio los maniquíes a lo largo de las paredes de la tienda y trató de usarlos para distraerse. Sin embargo, cada vez que miraba demasiado a cualquiera de ellos, terminaba viendo que la cara del maniquí en blanco comenzaba a cambiar lentamente. Al momento siguiente, recordaba el cabello plateado y ojos violetas, al siguiente, un aliento olía como si hubiera estado teñido con humo de cigarro.

Necesitaba que esos recuerdos se detuvieran.

Taehyung metió la mano en los bolsillos de su abrigo por reflejo. Había llegado al punto en que ya estaba jugando con la rueda del encendedor en una mano y sacando el cartón de cigarrillos con la otra, antes de darse cuenta de lo ligero que era este último. Estaba vacío, se había quedado sin cigarrillos ayer por la noche. Las maldiciones no se acababan, últimamente sucedían cada día a su alrededor.

Metiendo todo de nuevo en sus bolsillos, apoyó parte de su peso contra el mostrador. Terminó teniendo que sujetarse cuando el mundo se tambaleó y todo se volvió borroso. Apenas pasada la una de la tarde y ya estaba muy cansado. ¿Cuándo había comido por última vez? No podía recordarlo, pero probablemente desde el día anterior no probaba bocado.

Debió haber sido ayer, porque Yuqi había asomado su linda cabecita en la habitación de su padre mientras él se estaba vistiendo, diciendo algo acerca de que Yeonhwa había preparado un brunch, invitándolo a quedarse. Había sido tentador, mucho, mas se negó porque cada segundo que pasaba en esa torre se estaba enfrentando a la posibilidad de volver a ver al Don. Eso era algo que él no quería. No hasta dentro de dos años más, al menos.

Fue el pago de una deuda, tenía que recordarlo cada tanto para poder consolarse mentalmente. Del mismo modo que tenía que cumplirle a su sastre con ginebra a cambio de sus habilidades para el análisis de telas. Incluso tenía que pensar en algo bueno para Yoongi, ya que le había cuidado a Yeontan muchas veces. Aquello que sucedió fue una transacción comercial, nada más.

— No coinciden.

Saltó ante el sonido de la voz de Mingi. Apenas se preparó a tiempo antes de que Yeontan se abalanzara sobre él, parándose sobre sus patas traseras, su cola moviéndose con alegría. Los ojos de Taehyung se distrajeron con el reloj cerca de la puerta trasera, ya eran casi las dos. ¿Había vuelto a perder el tiempo?

— Además, por si sirve de algo, — continuó el sastre — lo más probable es que los Jung y sus asociados importen su seda a granel y confeccionen las piezas que desean localmente.

— En otras palabras, no hay razón para creer que Yuqi estuvo cerca de la escena del crimen esa noche.

— No pareces sorprendido, — observó Mingi, estudiando su rostro.

— No, supongo que no. — Una vez que logró que Yeontan se calmara lo suficiente como para volver a colocarle la correa, recogió el guante y el trozo de tela de las manos de Song. — Sin embargo, estaría mintiendo si dijera que no esperaba un veredicto diferente.

— ¿Porque entonces tu caso estaría cerrado?

— Exactamente. — Esa explicación era tan buena como cualquier otra, y más fácil de descartar que la verdad. Taehyung le agradeció por su tiempo, llamó a Yeontan a su lado y se puso en marcha.

Los días posteriores transcurrieron en una niebla perpetua. En algún momento, nada menos que el domingo, Taehyung finalmente recordó comparar los comprobantes de depósito que Yuqi le había dado junto con los registros bancarios que ya había recibido de la viuda de Jo. Para ello se dirigió a su oficina, centrándose en las evidentes falsas donaciones de campaña.

Le contó a Jimin sobre los avances al día siguiente y este le prometió mover todos los hilos que pudiera en la policía para continuar con la investigación rápidamente. Después de eso, no obtuvo noticias por un buen tiempo, lo cual no fue una sorpresa; la burocracia era una cosa bien problemática.

En cuanto a Taehyung, él se las arregló de alguna manera, pasando cada día como si su memoria muscular fuese su único impulso para seguir hacia adelante. Pasó toda la mañana del martes ojeando los discursos de Jaeyoon y encerrando en un círculo todas las mentiras, hasta que todos los papeles estuvieron llenos de tinta roja a la hora del almuerzo. Su rutina volvía a estar establecida, bueno, no solamente la suya.

Miyeon comenzó a unirse a Namjoon en su hábito del té en la tarde. A las tres en punto cada día el segundo piso olía a un té diferente. Yoongi todas las mañanas le preguntaba si necesitaba algo, como si lo viera como un maldito inválido, haciendo que la irritación de Taehyung creciera diariamente cada vez que escuchaba esa pregunta. Hasta el momento, había sido capaz de sonreír cada vez que lo despachaba, esperando que Yoongi captase la indirecta y dejara de preguntar pronto, porque no estaba seguro de poder seguir haciéndolo para siempre. Tampoco quería sonar rudo frente a alguien que se preocupaba genuinamente por él, algo que no ocurría muy seguido.

Yeontan no se apartaba de su lado cada vez que estaba en casa, sollozando siempre que debía abandonar su hogar. No sabía qué hacer con eso porque tampoco es que pudiese llevar al canino para el trabajo. Su cuerpo habían dejado de doler después del segundo día, él estaba bien. A pesar de que el asa de la ginebra que Hoseok le regaló y siempre dejaba en su bandeja al lado de la bañera, se estaba volviendo cada vez más liviana. El sonido de las tabletas traqueteando dentro de la botella de barbital se hacía más fuerte cada vez que la sacaba, pero eso estaba bien. Todo en la vida se acababa en algún momento, lo único que le quedaba por hacer mientras pudiese era tomar nota y rellenar las cosas materiales y físicas siempre que pudiese.

Antes de darse cuenta, el miércoles había llegado de nuevo, lo que significaba un desvío necesario a la Clínica Psicoanalítica del Este, antes de que pudiera regresar a su casa. Había pasado la última semana intentando, con varios niveles de éxito, no pensar en muchas cosas, y Jungkook. Por razones particulares, el doctor era una de esas cosas que acababan. Desafortunadamente para él, sucedería, pero eso iba a ser bastante imposible que sucediera esa noche. Tendría que reunirse con él una vez más.

— ¿Señor Kim?

El nombrado parpadeó, sintiendo como si lo hubieran sacado físicamente de sus pensamientos. La sala de espera de la clínica lo recibió en silencio. ¿Cómo había llegado a ese lugar? ¿Había caminado? Parecía que sí. ¿Cuánto tiempo había estado sentado ahí antes de que la recepcionista gritara su nombre?

— ¿Señor Kim? — Lo llamó una vez más. — Él está listo para ti, ya puede atenderlo.

— Claro... — Él le devolvió la sonrisa con toda la calidez que pudo, mientras luchaba contra lo que parecía ser la primera ola de pánico.

El pasillo que conducía del área de recepción a las oficinas era angosto, incluso para los estándares de esa ciudad. Justo cuando estaba a punto de entrar, salía una hermosa mujer vestida con terciopelo y pieles.

No podía ubicar sus rasgos, el cabello negro azabache que había envuelto en un pañuelo de seda, las piernas interminables y la piel como el alabastro no lograron desencadenar ninguno de los recuerdos que yacían latentes en su mente. Seguramente hubiese recordado esa cara, esos ojos que parecían tormentas. Se hizo a un lado para dejarla pasar. Ella lo honró con una sonrisa cuando lo hizo, pero no dijo una palabra mientras seguía caminando hacia la salida.

— Llamativa y cautivadora, ¿cierto?

Ahora que lo pensaba, esa era probablemente la primera vez que veía abierta la puerta frente a la oficina de Jungkook, la que decía "MD Choi Jongho" en elegantes letras doradas. También era la primera vez que veía al hombre que ahora estaba parado frente a esa puerta, con una sonrisa, tan seguro de sí mismo. Le bastó una mirada para saber que el ego de ese hombre podría tener su propio código postal.

— Definitivamente, lo es, — murmuró en respuesta de todos modos.

— Lo sé. Soy el hombre más afortunado del mundo. — Optó por lucir la pulsera dorada y brillante en su mano izquierda de tal manera que, si hubiera estado a un poco más cerca, Taehyung hubiera tenido una buena justificación para lanzar el primer golpe del nuevo año. — Me aseguré de ponerle un anillo con una piedra bien grande tan pronto como me lo permitió.

El Dr. Choi estaba ocupando el espacio suficiente en el pasillo como para que Taaehyung no pudiese pasar junto a él sin terminar esa conversación o ser notoriamente descortés. Decidió no mencionar que sí, había notado el anillo en su mano, y sí, si hubiera sido más brillante, lo habría cegado cuando ella pasó caminando por su lado.

— Felicitaciones a los dos.

— Gracias. Lo siento, solo necesitaba sacar eso del camino, ya sabes cómo es, ¿verdad? — A Taehyung no le tomó mucho notar que aquel hombre estaba marcando su territorio. Él no era ciego, sabía reconocer una mujer hermosa cuando veía una, pero cuando la vio no pensó en nada más allá, no le interesó como persona. — Es necesario establecer algunas reglas básicas desde el principio. De lo contrario, ¿qué nos haría diferentes de los animales? — Choi se apartó de la pared y movió un brazo hacia el interior de su oficina. — Antes de empezar, ¿cuál será tu bebida esta noche? ¿Café? ¿Té?

Ahí finalmente el peligrís se dio cuenta de algo que debería haber captado antes. Todo ese tiempo, el doctor Choi había estado esperando a que entrara. ¿Qué estaba sucediendo?

— Lo siento, me encantaría conversar más, pero tengo una cita con el Dr. Jeon. — Le hubiese gustado decirle más abiertamente que lo estaba retrasando y que por su causa iba a llegar tarde, pero contuvo su boca.

En cualquier otro día, podría haber sido un ejercicio divertido separar la secuencia de emociones que se desarrollaron en el rostro del médico: confusión, comprensión, puro horror y luego una vergüenza persistente e incómoda. A Jungkook le hubiera gustado mucho, estaba seguro.

— M-Mi error, entonces, — tartamudeó. — Lo siento mucho... Honestamente, pensé que eras otra persona.

— Todos cometemos errores, hasta los mejores. — Con esa oración tendría la salida más elegante posible.— Discúlpeme, por favor. — Comenzó a moverse.

El Doctor Choi se hizo a un lado, acción que aprovechó para pasar a gran velocidad, olvidándose de esa extraña e inútil conversación. Entró directamente a la oficina de Jungkook, cerró la puerta, se quitó el abrigo y lo colgó junto a la puerta sin mirar al pelinegro a los ojos ni una sola vez.

— Siento llegar tarde. ¿Dónde me quiere hoy, doctor? —Después de una pausa embarazosa, el hombre que acariciaba sus espejuelos se dignó a responder.

— Donde quieras sentarte.

Taehyung quería sentarse en el asiento trasero de un taxi que lo llevase a casa. En su lugar, se conformó con una de las sillas frente al escritorio de Jungkook. Algo sobre el diván y la silla mullida de la semana pasada le parecía que sería... No quería usar la palabra "íntimo". Sin embargo, no se le ocurría nada más. Podía sentir los ojos ajenos siguiendo cada uno de sus movimientos, hasta que finalmente se dejó caer en su asiento. Incluso entonces, la mirada contraria le hizo mil y una preguntas sin que él tuviera que pronunciar una sola palabra.

— Pareces exhausto, Taehyung.

— Fue un día largo.

No recordaba claramente lo que había hecho durante la mayor parte del tiempo, pero aún se sentía igual al final, como si el tiempo se hubiera ralentizado a un ritmo lento, para igualar la niebla con la que había estado luchando durante los últimos días. ¿Cuántos días habían pasado, desde que eso comenzó? Sería simple solo contar, pero tal vez él realmente no quería una respuesta a esa pregunta, porque solo desencadenaría otra. Si ya había pasado tanto tiempo, ¿por qué aún no había mejoras de su parte?

— ¿Quieres guiarme a través de este día?

— No hay mucho que contar. El papeleo no termina... Bien, podría haber estado encadenado a mi escritorio por decisión propia.

Pronto el doctor sacó el cuaderno y el elegante bolígrafo, comenzando a escribir algo. Para el detective no pasó inadvertido que estaba utilizando un bolígrafo diferente esta vez. ¿Era nuevo? Podría serlo, no lo había visto. Se preguntaba si era un regalo o si Jungkook se lo había comprado. La respuesta no importaba mucho, Jungkook era un espectáculo para sus ojos adoloridos y cansados. Siempre lo fue, pero esa noche era algo diferente, con un traje de color burdeos profundo, hecho sin piedad para adaptarse a su cuerpo, haciendo que la lucha contra el repentino e irracional impulso de beberlo como un buen vino, fuera fructífera.

— Por el caso en el que estás trabajando.

— Sí.

Más garabatos. ¿Por qué Jungkook estaba escribiendo tanto? ¿Qué podría empezar a escribir sobre un relato tan aburrido como ese? Taehyung estudió su escritorio, el rico acabado de la madera, los nudos, remolinos y los patrones en los que podría perderse. Aunque no había absolutamente ninguna razón para hacerlo, le recordó a otro escritorio, en otro edificio en otro parte de la ciudad, junto a una ventana empapada en la oscuridad con vistas al Parque Principal, con un cenicero para muchos puros.

— ¿Taehyung?— La voz de Jungkook cortó sus pensamientos, pero no lo suficientemente profundo. — ¿Qué tienes en mente?

— Nada. — Dejó escapar un suspiro. — Perdón, estoy distraído.

— ¿Qué te está distrayendo?

Buena pregunta. Debería haberlo visto venir. Ahora, ¿cuál era la mentira que le diría? Debería haber estado listo para eso también. Maldita sea, ¿por qué estaba jugando tan mal en ese estúpido juego? Debería haber sido capaz de desviar esas preguntas incluso mientras dormía.

— No sé. Supongo que es este caso, todo lo que viene con su investigación.

— ¿El que no puedes contarme?

— Lamentablemente.

Jungkook suspiró, empujándose hacia atrás, alejándose de su escritorio, para poder cruzar las piernas y colocar el cuaderno sobre su regazo.

— Intentémoslo de nuevo, solo que esta vez, no me mientas. ¿Qué sucedió en los últimos siete días que ha estado ocupando todo el espacio en tu mente?

Ahí estaba, Taehyung volvía a sentir el escozor en la parte posterior de los ojos. Era una sensación que había llegado a conocer muy bien en los últimos días, esta estaba lejos de ser la primera vez que tenía que luchar contra ella. Esa noche persistía, negándose a morir, estableciéndose en un ardor bajo y constante. No sabía si eso necesariamente sería una mejora.

La única razón por la que terminó diciendo la verdad al final fue porque no tenía otras opciones. Mentir era caro e inventar una historia lo suficientemente sofisticada como para engañar a alguien como el Dr. Jeon requería una claridad de pensamiento que no podía lograr esa noche.

— Podría haber tenido un... ¿Encuentro? — Tragó algo amargo que se había deslizado por su garganta al final de esa palabra. — Un encuentro del cual me arrepiento.

Afortunadamente, Jungkook no le pidió que explicara a qué se refería con eso; la ligera apertura de sus ojos antes de volver a su expresión neutral y cuidadosamente curada le decía a Taehyung que lo había entendido.

— ¿De qué manera te arrepientes?

— Ojalá no hubiera pasado. — Esa era una verdad de la que era fácil desprenderse, porque podía significar una docena de cosas diferentes. — Sin embargo, no puedo retroceder el tiempo, así que desearía poder olvidarlo. — Pero de alguna manera, eso no estaba sucediendo lo suficientemente rápido para el gusto del detective.

¿Por qué?

— Eso es lamentable. — Los garabatos de Jungkook adquirieron una calidad más vacilante, llena de paradas y falsos comienzos, palabras que tachó y reemplazó con otras palabras, sin decir nada durante mucho tiempo. — Supongo que si pudieras retroceder el tiempo, con el conocimiento que tienes ahora, ¿te cuidarías de evitar el encuentro por completo?

Taehyung se estuvo riendo antes de darse cuenta, no pudo evitarlo, eso fue gracioso. ¿Por qué fue gracioso?

— No había manera de evitar esto.

Los garabatos se detuvieron abruptamente. Por primera vez desde que comenzó esa sesión, Taehyung se encontró mirando directamente a los ojos del hombre que en más de una ocasión le había robado el aliento. Le tomó unos segundos asimilarlo.

Oh, diablos.

— Y además, ya terminó, — añadió rápidamente, — así que en realidad no importa. ¿Qué se puede hacer?

— Taehyung. — La voz de Jungkook se había reducido apenas por encima de un susurro, pero sonaba sombría. — ¿Fuiste forzado?

El peligrís tenía una respuesta para eso, de verdad la tenía. Fue una transacción comercial. Había pagado una deuda, cuyos términos conocía desde hacía dos años. Había adquirido nueva información, algo que era vital para su caso.

— No. — Jungkook no se creyó eso ni por un segundo.

— No puedo saber si estás tratando de convencerme a mí o a ti mismo.

— No fue así. Yo... — Luchó con algo que le bloqueaba la garganta y se tragó todas las palabras. Su boca se sentía increíblemente seca. — Fui yo quien se acercó a él. Sabía... Sabía lo que iba a pasar una vez que entrara allí.

— ¿Porque querías?

Él debe haberlo querido. La alternativa a esa decisión que tomó habría significado no hacer nada, seguir debiendo esa deuda y dejar que San contara su historia. Ahora que tenían pruebas reales y sólidas, los policías finalmente abandonarían su teoría de la mafia, eso aliviaría parte de la presión que habían estado ejerciendo sobre Taehyung y la agencia. San retrocedería y lo dejaría solo, con suerte, por un largo tiempo. Al final del día, lo había hecho por su propio bien.

¿No era así?

— Él no puso un arma en mi cabeza.— Su voz estaba temblando. No podía detenerlo, ¿por qué no podía hacerlo? ¿Hacía frío? No, no era eso, porque la chimenea estaba encendida. Fue como en su apartamento, días atrás, estuvo temblando y tampoco pudo evitarlo. ¿Jungkook se dio cuenta? — Podría haberlo detenido en cualquier momento. Podría haberme ido.

— Sin sufrir ninguna repercusión por haberlo hecho, estoy seguro. — Jungkook se inclinó hacia adelante y Taehyung luchaba por ignorar el sutil sarcasmo. — ¿O me equivoco?

A don Jung le gustaban los espacios de trabajo limpios y las cosas bonitas.

Taehyung fu una inversión costosa y arriesgada.

— Yo... No quiero hablar más de esto.

Jungkook suspiró, pero su ceño se frunció por varios segundos, su mandíbula se tensó y hubo venas sobresaliendo de varias partes de su cuerpo, principalmente en su frente, cuello y en las manos que con fuerza sostenía sus utensilios de trabajo. Cerró el cuaderno y lo colocó encima de su escritorio, lo suficientemente lejos como para tener que esforzarse para alcanzarlo de nuevo. Taehyung no estaba seguro si se suponía que eso lo consolaría.

— Es importante ser honesto contigo mismo, Taehyung. Debes reconocer dónde se traza la línea entre los eventos que son consecuencia de tus propias acciones y las injusticias cometidas contra ti por causas ajenas a ti. — El mencionado se estaba riendo de nuevo. Casi no se dio cuenta porque su voz sonaba como si viniera de muy lejos. ¿Qué demonios le pasaba? Estaba tan cansado.

— Estoy bastante seguro de que esto fue mi culpa, — murmuró en voz baja.

— Entonces ilumíname, explícame cómo eso fue tu culpa. — El detective se burló de eso.

— Tendrías que despejar el resto de tu noche.

— ¿Y si lo hiciera? ¿Me hablarías entonces de todo eso que estás reteniendo en tu pecho?

Buena pregunta.

Lo que más le dolía era que, si se lo tocaba decidirlo por su cuenta, no consideraría hablar con Jungkook bajo ninguna circunstancia, ni con él ni con nadie. La víspera de Año Nuevo era solo un recuerdo en su mente ahora, comenzando a desvanecerse como todos los demás, pero una parte de él todavía se aferraba a ese sentimiento. El ser imprudente y estar relajado en presencia de otra persona por primera vez en mucho tiempo, cuánto lo había aliviado eso. Taehyung estaba dispuesto a hablar — o no hablar — con él toda la noche, todas las noches. Simplemente no ahí, no como el paciente Kim y el Doctor Jeon.

— Solo quiero ayudarte, Taehyung.— Pero desafortunadamente para él, era el Dr. Jeon quien le estaba hablando en ese momento. — Sabes eso, ¿verdad? Has construido muros sobre muros a tu alrededor, excluyendo a todos. Incluso a aquellos que solo te desean lo mejor.

El peligrís no dijo nada a eso. Jungkook continuaba hablando en ese tono suave y gentil de antes, y una parte de él lo odiaba. Se sintió condescendiente, le parecía que Jungkook estaba aterrorizado de quebrarlo. Eso no tenía sentido, porque no había nada que romper. ¿Por qué lo habría? Fue una transacción comercial.

— Me gustaría que me dejaras entrar. — Jeon mantuvo la conversación. — De la misma manera en que pareces confiar tan fácilmente con tu cuerpo, desearía que confiaras en mí con tu mente.

Taehyung retrocedió físicamente ante eso, como si lo hubieran abofeteado. Seguro que se sentía así, cuando repasó esas palabras varias veces en su cabeza, para asegurarse de que no las había oído mal, la sensación de escozor empeoró cien veces más.

—¿Qué diablos se supone que significa eso?

— Nada, — dijo Jungkook rápidamente, demasiado rápido. — Me retracto.

— Eso... Eso fue jodidamente poco profesional de tu parte.

— Lo fue, — coincidió con él en el acto. — Y me disculpo. No debería haber dicho eso.

Jungkook deseaba con todas sus fuerzas leer verdadera contrición en su rostro y palabras. Seguro que había sombras de ello allí, en su postura tensa, en sus ojos muy abiertos y preocupados. No obstante, había una razón por la que esas palabras habían sido tan duras y profundas. Habría esperado algo así del propio Don, Wooyoung o Yuqi, tal vez incluso Namjoon en un día muy malo. No imaginó, en ninguno de esos escenarios, que dolería tanto como ahora.

No era solo porque Jungkook sabía o decía saber lo que le había pasado. Recordando ese encuentro, él realmente no tenía un puto argumento o razón para evitar que pensar de esa manera, ¿o sí? Nadie lo había obligado a imaginarse a Jungkook en el lugar del Don. Cuando aquello finalmente funcionó, porque aparentemente era un depravado de mierda, nadie lo obligó a venirse.

Nadie le obligó a ir ahí esa noche sin antes pensar en disculparse con una excusa, apenas podía mirar a Jungkook a los ojos. Estuvo mal que se imaginara al doctor en una situación como esa, pero solamente así pudo sobrellevarla mientras ocurría.

Sin embargo, ahora al menos sabía exactamente lo que Jungkook opinaba de él. Era bueno saberlo, estar al tanto de ello.

— Solo lamentas haberlo dicho en voz alta.

— Taehyung, eso no es cierto -

— No. — Lo interrumpió. — ¿Sabes qué? He terminado. — Estaba temblando cuando se puso de pie, temblando cuando luchó por abotonarse la chaqueta de su traje, también cuando caminó hacia la puerta, cada paso lo alejaba más y más del Dr. Jeon para siempre. — Dile a Namjoon lo que quieras. Voy a terminar con esto.

Jungkook lo observaba el escritorio mientras se ponía el abrigo. No podía ver la expresión de su rostro, pero estaba bien. No estaba seguro si realmente podría mirarlo de nuevo sin que el escozor en sus ojos cumpliera lo con lo que le había estado prometiendo todo ese tiempo.

— Si te vas así, — Musitó Jungkook en voz baja, — no tendré más remedio que darle al Señor Kim mi verdadero diagnóstico. Sabes lo que eso significa.

— ¡Bien, hazlo lo peor que puedas! — Las palabras salieron como si hubieran sido arrancadas de su garganta. — ¿Qué va a hacer Namjoon, dejarme en el banquillo para que no trabaje en el campo? ¿Despedirme? — Se atragantó con una risa. — Cualquier cosa es mejor que tener que sentarme aquí, semana tras semana, mientras escarbas en mi cabeza y sacas todas estas cosas en las que ni siquiera quiero pensar, obligándome a revivirlas una y otra y otra vez y... ¿Para qué? ¿Para verme sufrir? ¿Te... te divierte eso? — Su voz se quebró al final de eso; la traición sabía a sal, y casi quería pegarse un tiro por sentirse siquiera traicionado por un hombre que seguía siendo un desconocido para él. Al diablo con toda esa mierda. — No puedes arreglarme. ¡Ni siquiera sabes qué demonios estás haciendo!

A lo largo de toda su diatriba, Jungkook permaneció en silencio. Taehyung podría haber esperado que él discutiera, que se pusiera de pie y le gritara, que se pusiera frente a él y le dijera que estaba equivocado. Que lo aplacase con promesas y disculpas en voz baja, un bálsamo para al menos hacer que doliera menos mientras se desangraba. ¡Que negara todo, se quejara, le diera algún tipo de pelea, al menos decir algo! Se merecía al menos eso, ¿no?

O no. Tal vez no lo merecía y tal vez eso tenía sentido. Si a Jungkook realmente no le hubiera importado, si todo ese tiempo, Taehyung no había sido más que un cheque de pago y algo cálido con quien jugar cuando le apetecía, ¿entonces por qué Jungkook se molestaría en gastar más energía y esfuerzo en él?

Todo había cobrado sentido ahora. Que hubiera llegado a esta conclusión a través de la razón debería haberle evitado el dolor, pero él no era tan afortunado. Porque no hacía mucho, había caminado a su casa desde la plaza principal con la cabeza iluminada por la bruma de un sentimiento que no había experimentado en años y el mundo le pareció un poco menos gris.
Era divertido cómo funcionaban las cosas a veces. Deseaba poder olvidarse de todo.

— Taehyung, por favor... — Jungkook finalmente habló cuando abrió la puerta.

— Adiós, Dr. Jeon. Lo siento por hacerle perder el tiempo.

+++

Al final del día, Taehyung ni siquiera recordaba cómo había llegado a casa. Recordó haber salido furioso de la clínica, luchando contra el ardor en sus ojos y lo que fuera que se había sentido como un tornillo de banco alrededor de su corazón. Salió a la calle y caminó en una dirección al azar, no supo por cuánto tiempo ni qué tan lejos fue, porque lo siguiente que recordaba era que lo dejó un taxi frente a su edificio y que el conductor no tuvo cambio. Le había dicho que no le importaba, que lo tomara todo, todo está bien. ¿Cuál era la jodida diferencia? Ya no le importaba.

Taehyung paseaba por su apartamento, tratando de encontrar algo que pudiera ayudar. Lo necesitaba, necesitaba algo, esa noche, algo para asegurarse de no pasar toda la noche pensando en Jungkook o Don Jung, o en ambos cambiando de lugar en un familiar y terrible delirio que ahora lo enfermaba. No confiaba en sí mismo para ir al Magic Shop y no beber a ciegas, así que tenía que ser en su casa.

Sin embargo, las botellas de ginebra que Hoseok le había regalado tan amablemente estaban vacías. Se había bebido lo último en lugar del café esa mañana y se dijo a sí mismo que se mantendría sobrio hasta la próxima visita de Hoseok. Mierda... Todavía no había comprado cigarrillos, aunque esta debía ser la centésima vez que se lo decía a sí mismo, porque Jungkook probablemente tenía razón y era permanente, ese daño cerebral, era para siempre, estaría así hasta en que se muriera y abandonara ese puto mundo al cual jamás debió llegar.

Yeontan chillaba y lo seguía por el apartamento mientras casi lo destrozaba en busca de un cigarrillo. Se mantuvo pegado al suelo, pero constantemente cerca, sentir su calor presionando contra su pierna era lo único bueno que tenía para aferrarse en ese momento, para conectarse a la tierra. El canino se merecía algo mejor. Quería disculparse, pero su garganta era un dique que iba a romperse en cualquier momento y no quería molestarlo aún más.

Resultó que solo le quedaban dos tabletas de barbital, esa basura era sinónimo de no tener ninguna, porque no le ayudaban una mierda. Dos era una dosis demasiado baja.

¿Eso era todo? ¿Era eso tocar fondo? ¿Había pagado finalmente su deuda, no con el Don, sino con alguna entidad más grande o con un poder superior en alguna parte del universo? Odiaba eso, lo odiaba, lo odiaba, lo odiaba y le dolía, maldición, dolía tanto. Pero podía soportarlo o al menos lo intentaría, si eso significaba que, de alguna manera, había sido perdonado por su locura de dos años atrás.

¿Podría ser...?

Por supuesto que no. Casi quiso reírse de sí mismo por pensarlo, aunque fuera por un segundo. ¿Se había permitido, en serio, pensar que tenía alguna alternativa? Eso fue simplemente patético.

No, así era y sería siempre. Porque el Don era una anomalía: un viudo resarcido en condiciones que había aceptado a pesar de que cada fibra de su ser le rogaba que no lo hiciera. ¿Porque de qué otra forma podría haberlo expiado? Esas ciento veintiuna vidas que se habían extinguido por su culpa nunca se pagarían por completo. No en esa vida. Su propia existencia siempre estaría en números rojos.

Justamente eso, entre todas las cosas, fue lo que finalmente lo llevó de vuelta a la desesperación. Cuando sus rodillas cedieron y la presa finalmente se rompió, no fue por lo que el Don le había quitado o las dagas que habían salido espontáneamente de los labios de Jungkook, tallando sus palabras una y otra vez en las paredes de su mente. No, después de todo, fue una verdad mucho más simple la que resultó ser su perdición. Todo lo que le estaba sucediendo ahora, de una forma u otra, se remontaba a su arrogancia, a su error de hace dos años. Así que se lo había buscado todo y sin importar cuánto sufriera, aún no era suficiente.

Nunca, nunca sería suficiente.

Nuestro Taehyungie... Espero que hayan leído y entendido el capítulo. Esta historia tiene un estilo ligeramente diferente, principalmente en la naracción. Amo mostrar todo el escenario, en esta sin embargo, por ahora, estuve más centrada con Taehyung porque cuando lo escribía batallaba para mantener un poco más el misterio. Este es un género un poco diferente para mí, así que espero que lo entiendan para poder disfrutarlo.

LORED

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