Capítulo 12

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10 de enero de 1929

Me está volviendo loco.

No sé si lo está haciendo conscientemente o no. Y si le dijera esto, en su cara, me pregunto cómo reaccionaría. Conociéndolo, probablemente se reiría, pensaría que estaba bromeando. Incluso podría darle la vuelta y preguntarme por qué me siento así. No tendría una respuesta para él.

No lo hace menos cierto. Me he encontrado soñando con él en las noches cuando no sueño con cosas peores, y tal vez eso haya influido en lo mucho que he estado pensando en él durante todo el día. Sus ojos, sus labios, su voz. El calor de su cuerpo presionado contra el mío. El sabor de su piel nunca desaparece.

Se suponía que debía hacerlo. Nos separamos en los peores términos, y él dijo algunas cosas que fueron más profundas de lo que nunca hubiera creído posible. En contra de mi buen juicio, les pedí consejo a Y y M; mantuve todo hipotético, por supuesto, y no creo que sospechen nada. De todos modos, ambos me dieron la misma respuesta: nunca volver a verlo. Que no vale la pena. Hay alternativas, dijeron, mejores opciones que no te harán daño. Déjalo mientras estás adelante.

No sé por qué, después de todo lo que ha pasado, no puedo alejarme.



Taehyung pasó la mañana siguiente inmerso en una extraña sensación de calma. No estaba seguro de si era la primera señal de recuperación — lo peor ya había pasado — o si simplemente simulaba la paz que se apoderaba de un hombre que estaba a punto de ser ahorcado. Había un entumecimiento que se había asentado en sus venas, adormeciendo sus terminaciones nerviosas. Supuso que llorar durante la mayor parte de la noche hasta que no quedara nada por lo que llorar y quedarse dormido acurrucado contra su perro causaba eso. De alguna manera, eso hizo que funcionar fuera más fácil.

Más importante aún, facilitó el trabajo. Los ciudadanos bien intencionados habían estado llamando a la agencia con informaciones desde que comenzó el año, aunque ninguna de las llamadas había servido hasta el momento; analizando todas las especulaciones y rumores, Taehyung dudaba seriamente de que alguna vez le sirvieran de algo.

Archivos de viejos casos de asesinatos que podrían haber estado conectados llegaron a su escritorio sin que él se diera cuenta. Se abrió camino a través de la pila lentamente, captando una tendencia después de la tercera o cuarta carpeta; asesinatos espeluznantes cuyo único criterio de selección parecía ser el hecho de que eran locales y las víctimas habían recibido múltiples heridas de bala. Aun así, los revisó, minuciosamente, uno a la vez. Eso estuvo bien después de todo, era mejor que no tener nada que hacer.

Sus ojos seguían yendo a la puerta y al teléfono en su escritorio. Estaba esperando algo, y sabía que vendría. En cualquier momento, recibiría un golpe en la puerta por parte de Namjoon, llamándolo a su oficina para despedirlo cortésmente, o una llamada telefónica de la Clínica Psicoanalítica del Este, formalizando el final de su terapia, que probablemente sería seguido por Namjoon despidiéndolo, sin importar los caminos, el resultado sería el mismo. Era solamente cuestión de tiempo.

Tocaron a su puerta justo cuando estaba descartando otro archivo sobre un cadáver que había sido encontrado colgado en un granero fuera del estado, asesinado con dos balas en la parte posterior de la cabeza; no sonaba ni remotamente similar al asesinato de Jo Jaeyoon. Echó un vistazo a su reloj, ni siquiera le permitieron llegar a la hora del almuerzo? Al parecer, Namjoon podía ser cruel cuando quería.

— Adelante. — Para su sorpresa, no fue su jefe quien se encontró parado frente a su puerta una vez abierta.

— Oye. — Yoongi no parecía enojado con él ese día, lo que supuso era una pequeña victoria. — ¿Estás recibiendo visitas en este momento?

— Depende. — Taehyung suspiró, tirando toda la carpeta en la caja desbordada y marcada como "descartar" a sus pies. — ¿Es otra persona que intenta vendernos información sobre la vida personal de Jaeyoon? Dudo que obtengamos algo útil de eso en este momento.

— No, no creo que esté aquí para eso. — Yoongi frunció el ceño, inspeccionando la desastrosa zona de papeles y cajas que era la oficina. Parecía que estaba a punto de decir algo al respecto, pero decidió no hacerlo en el último segundo. — Él dice que está aquí para entregar algo, pero eso suena vago como el infierno. Es obvio que no es cierto o al menos está incompleto ese cuento, sin embargo, no me dirá más que eso. — Taehyung lo miró de reojo.

— ¿Una entrega?

— Como dije, no sé qué mierda sea.

Había interactuado con Min Yoongi las suficientes veces en su vida como para saber que no obtendría más información de él, incluso si sabía más de lo que le decía.

— ¿Podrías enviarlo arriba, por favor?

— Sí, eso no va a pasar. — El contrario se burló. — Probablemente, deberías verlo por ti mismo. Está abajo.

Taehyung estuvo a punto de preguntarle algo más, pero Min hizo caso omiso a sus gestos, se alejó caminando por el pasillo, muy probablemente para dirigirse a la oficina del detective que le habían asignado para ser su sombra ese día. Kim finalmente se levantó de su asiento e imitando a Yoongi, caminó por el sinuoso camino de espacio libre entre las cajas y salió por la puerta, deteniéndose para mirar por encima de la barandilla. No veía a nadie desde ahí, el área del salón se encontraba justo en un punto ciego.

Realmente no sabía lo que estaba esperando. Visiones de cartas amenazantes en sobres sin marcar y paquetes sin dirección de remitente que contenían partes ensangrentadas y recortadas de un cuerpo bailaban en su cabeza. Otra posibilidad, era una caja con un explosivo dentro, preparado para explotar en el momento en que la abriera. Era una posibilidad remota, sin duda, pero también era la que traía consigo la mayor ironía, ¿y no parecía que algún poder superior disfrutara de ese tipo de cosas? Por alguna razón a los dioses le gustaba jugar con las posibilidades de la forma más divertida y cruel posible.

Sin embargo, no anticipó que vería cuando llegase al salón, un enorme y elaborado arreglo de flores blancas sobre la mesa de café. Docenas de rosas y claveles descansaban en una canasta de mimbre pintada, salpicada de lirios en plena floración que lo miraban fijamente. Las flores ocupaban todo el espacio de la mesa, recordándole un arreglo funerario y algo más, algo de una memoria reciente o lejana que no lograba recordar.

La famosa entrega eclipsaba el rostro del hombre sentado detrás de la misma, por lo que Taehyung tuvo que mover la cabeza para ver de quién se trataba. Tal vez no esperaba ver a esa persona, pero en retrospectiva, debería haberlo pensado.

— ¿Qué estás haciendo aquí?

Jungkook no se puso de pie automáticamente en ese momento, mas se puso rígido cuando escuchó la voz del detective. Aclarándose la garganta mientras enderezaba la columna, dio un pequeño asentimiento y lo miró a los ojos.

— Hola, Taehyung. Yo... — Relamió sus labios antes de ladear una sonrisa. — Te ves bien. Mejor que ayer, al menos. Me alegro.

Esas escuetas palabras no significaban mucho para quien las estaba recibiendo, no después de ese dolor casi cancerígeno que lo envió al suelo y lo envolvió en llanto la noche anterior. Su instinto fue golpearlo, darse la vuelta y dejarlo en su sitio, mas relamiendo también sus labios, buscó la mejor forma de dirigirse al doctor para no hacer una escena en su lugar de trabajo.

— No respondiste mi pregunta. ¿Por qué estás aquí? — Hizo un gesto hacia el arreglo floral, que comenzaba a verse más y más ridículo por segundos. — ¿Qué es todo esto?

— Un gran gesto, supongo. Dicen que cuando una persona comete un grave error, debería hacer un buen gesto que se le iguale. Me pareció una buena idea en ese momento. — Jungkook se inclinó hacia delante y juntó las manos, mirando el bulbo de lirio aún cerrado que tenía cerca. — También es una disculpa... Si deseas aceptarla.

— Una disculpa, — repitió el peligrís sin desviar la mirada.

— No tienes que aceptar, — espetó rápidamente en voz baja. — A decir verdad, entendería si eliges echarme.

— Si te soy sincero, una parte de mí lo está considerando.

— ¿Una parte de ti y no todo tú? — Jungkook se rio. — Eso ya es mejor de lo que esperaba.

El detective optó por no responder a eso. De todos modos, no era como si él pudiese pensar coherentemente en algo que decir. Algo en Jungkook se veía raro hoy. Seguía siendo completamente hermoso, como siempre, pero había una ligera joroba en sus hombros que no pasó desapercibida para él. Fue difícil comprobarlo a través de los cristales de sus gafas, pero también parecía tener bolsas debajo de sus ojos.

Taehyung suspiró y rodeó la mesa para sentarse junto al pelinegro en el sofá, dejando una distancia medida entre ellos, un amortiguador cuidadoso que probablemente ninguno de ellos se atrevería a romper. No sabía con certeza por qué se molestaba con eso. Bastaba una sola palabra para haberlo expulsado del edificio desde el principio. Todavía podía hacerlo, pero no podía evitar sentir que ya había perdido la oportunidad.

— ¿Por qué flores? — Indagó finalmente.

Jungkook levantó la cabeza, parpadeando lentamente, logrando que el contrario se preguntase cuánto habría dormido, si pegó los ojos en absoluto.

— ¿Te desagradan?

— Son hermosas. — Por alguna razón, admitir eso no parecía una gran concesión. Sin poderlo evitar, extendió la mano y pasó la yema de su pulgar por un pétalo de rosa. Era tan suave al tacto. — Sin embargo, me sorprendieron un poco.

— ¿En el buen o mal sentido?

— Las llamaste un gran gesto. Si no sabes cómo va a reaccionar tu objetivo ante tu presencia, deberías agitarlas primero para ganar algo de tiempo. Es algo que podría funcionarte con muchas personas. — Taehyung comprendía el proceder del pelinegro, maldición, él mismo había acudido a estrategias similares en el pasado, había jugado ese estúpido gambito innumerables veces antes. — Sin embargo, estás tratando conmigo en estos momentos y no aprecio que me manipulen así, Jungkook.

— Anotado, pero esa no era mi intención. En verdad solo quería disculparme y esto, — señaló las flores, — encarna y muestra cuánto lo siento. Es algo más que una ofrenda de paz y disculpa.

Taehyung le echaba otro vistazo al arreglo floral. No tuvo más remedio que entretenerse con la idea de que el doctor podría haber estado hablando en serio. Aunque solo fuera por el esfuerzo que debió tomarle subir todo eso por las escaleras y atravesar la puerta principal. Lucía muy pesado y por su tamaño, ni siquiera estaba seguro de que pasara por la puerta de su oficina sin contratiempos.

— Si te sirve de algo, — Jeon interrumpió sus pensamientos, — hubiera llenado esta habitación con flores si hubiese podido. No obstante, no creo que el señor Kim Namjoon esté dispuesto a eso.

Había muchas cosas que Taehyung desconocía de Namjoon, incluyendo que ellos compartían gustos muy similares por los hombres. Por eso tratar de imaginar la reacción de su Jefe ante esa escena, fue una lucha valiente que no produjo nada útil. No se imaginaba a Namjoon actuando de una forma que podía ser considerada cursi.

— No, no creo que lo esté.

— Bueno, realmente lo siento. Sigo pensando en esa sesión y deseando poder retractarme. — La voz de Jungkook se redujo a un murmullo, examinando los gemelos de sus mangas en un intento transparente por evitar los ojos del detective. — Lo que te dije anoche no tenía cabida en tu terapia, lo lamento mucho. En mi cabeza, quería decir algo completamente diferente. Supe en el momento en que esas palabras salieron de mi boca que nunca debí haberlas dicho.

— ¿Qué quisiste decir en realidad? — No pudo evitar preguntar. — En tu cabeza, ¿cuáles fueron las palabras tuviste rondando?

— No importa ya, lo verdadero importante es que no debería haberlo dicho... Especialmente, a la luz de lo que te pasó, no fue correcto o justo decirte algo tan ruin.

Ahí iban otra vez. Taehyung no tenía ganas de repetir esa cansina discusión una vez más. Revolver el avispero siempre traía consecuencias que deseaba evitar.

— No me pasó nada a mí, — dijo con los dientes apretados. — Simplemente se dio esa situación.

— Correcto, por supuesto. Mi error.

La prisa con la que Jungkook había estado de acuerdo con sus palabras lo irritó. Se preguntaba si estaba siendo engañado, tal vez Jeon, a pesar de todas las dudas y remordimientos que proyectaba, lo estaba conduciendo a un árbol de preguntas que había sido diseñado para atraparlo, lento, pero seguro. Ciertamente, no era una posibilidad demasiado descabellada; después de todo, había sucedido antes.

Cuando el silencio prometió extenderse para siempre, decidió seguirle la corriente, exhalando un largo suspiro.

— Tampoco tienes que ser condescendiente conmigo de esa manera.

— De nuevo, no es mi intención, pero, está bien. — El pelinegro acomodó sus anteojos más arriba en el puente de su nariz y se frotó los ojos con un silencioso gemido. — Lo siento, estoy haciendo todo mal. Solo quiero hacer las paces.

— No voy a volver a poner un pie en esa clínica.

— No esperaba algo diferente.

— Entonces, ¿qué estás proponiendo? ¿Qué deseas?

— Cena conmigo. — Las palabras salieron precipitadamente de la boca contraria, como si hubiera estado esperando que esa pregunta fuese formulada, forzando la respuesta antes de que Taehyung pudiera retractarse por completo.

— ¿Perdón?

— Es lo menos que puedo hacer. Viniste a mí en busca de ayuda y cuando más la necesitabas, todo lo que hice fue empeorar las cosas. — Tentativamente, levantó la cabeza y miró a al peligrís a los ojos. — No puedo deshacer lo que pasó en la clínica, no importa cuánto desearía poder hacerlo. Déjame compensarte. — Ofreció una sonrisa dubitativa. — Al menos, déjame tratar de liberarte de tu cabeza, aunque solo sea por un rato.

Cuidadosamente, Taehyung dividió esa oferta en palabras, en malditas letras, para poder descifrarla en su mente. No importaba de qué manera lo organizara, todo sonaba igual para él al final.

— Tu idea de terapia... ¿Es una cita?

— ¿Cita? — Repitió Jungkook analizando él mismo sus palabras. Su rostro se suavizó y logró soltar una pequeña carcajada. — Eso lo has dicho tú, no yo, pero no tiene que ser así si no deseas. Tampoco es terapia. Asumí cuando te fuiste anoche que me despediste extraoficialmente como tu terapeuta.

— Ah. — Hizo una mueca. En retrospectiva, sí, tal vez eso había sido grosero de su parte.

— Es solo una cena. — Jungkook metió la mano en su abrigo y sacó un trozo de papel de un bolsillo interior, escribiendo algo en la parte de atrás de un papel, sobre el escaso espacio vacío que había quedado en la mesa de café frente a él. — ¿Mañana por la noche, si estás libre? No tienes que decidirlo ahora, pero llámame esta noche para saber si cocinaré para dos.

Taehyung tomó el papel tan pronto como se lo ofrecieron. Terminó revisando el frente primero, porque ese era el lado que se mostraba cuando lo agarró en sus manos, también porque tenía curiosidad y no podía evitarlo. Era la copia al carbón de un recibo de un lugar llamado El Dragón Dorado, un restaurante por lo que parecía. Algún pedido de comida para llevar no especificado. En la parte de atrás, había escrito un número de teléfono. La sensación de déjà vu que se apoderó de él en ese momento fue potente.

— Bueno, no tomaré más de tu tiempo. — El hombre de negros cabellos finalmente se puso de pie. Tomándose el tiempo para ajustar un par de rosas que se habían desviado muy levemente de sus lugares originales, probablemente por haber cargado el arreglo hasta ahí. — Y Taehyung, está bien si tu respuesta es negativa. Lo entiendo completamente.

Cuanto más miraba los números garabateados en el papel, más parecían desafiarlo a hacer algo. No estaba seguro de qué; todavía no estaba seguro de cómo se sentía acerca de que Jungkook apareciera en su trabajo, mucho menos de su poco ortodoxa oferta de reconciliación.

— ¿Y si lo es? — Preguntó. — ¿Qué pasaría entonces?

— Entonces aquí es donde nos despedimos. — Jungkook no lo estaba mirando, pero podía escuchar el matiz de dolor en su voz tan claramente, como si hubiera estado vestido de luto y despidiendo a un ser querido. — Te diría que conocerte ha sido un privilegio y que espero que encuentres la paz. Que te deseo lo mejor en tu investigación actual. Y luego, si me siento particularmente valiente, te haría saber que siempre lamentaré el modo en el cual te alejé.

Se sentía mal, muy mal. Hubo una pesadez en el aire entre ellos, sin nombre y horrible, que no podía disipar. Por extraño que pareciera, un pensamiento errante brilló en su mente justo cuando Jungkook se dio la vuelta para alejarse; algo a medio formar, sobre cómo momentos como ese deberían terminar con un beso.

Pero no fue así y mientras Jungkook salía por la puerta, todo lo que hizo fue quedarse mirando las flores que el doctor había dejado atrás, sintiéndose hueco, vacío.

Quizás, eso explicaba la respuesta que eventualmente terminó dándole a Jungkook por teléfono más tarde ese mismo día. Mientras colgaba el auricular y fue tratado con un silencio que se sintió algo opresivo, se preguntó si estaba cometiendo un error.

Cuando levantó la vista para ver qué estaba haciendo Yeontan, lo sorprendió mirando el jarrón de flores, en su mayoría rosas, acomodadas en el medio de la mesa del comedor. De hecho, el arreglo de Jungkook había sido demasiado grande para que él pudiera hacer algo práctico. Así que lo dividió en ramos más pequeños, repartiéndolos como mejor consideró.

Le entregó a Miyeon la canasta y la mayor parte del arreglo floral para su deleite, también le entregó a Namjoon una ramita de lirios que creía que, inevitablemente, terminaría en el vestidor de la dueña de un infame cabaret, ignorando que fue su amigo el policía, quien terminó recibiéndolo. Un ramo fue atado y dejado en el Magic Shop, a cambio, recibió botella de bourbon y una invitación abierta de Hoseok, murmurada muy cerca de su oído para no escandalizar a sus clientes.

Sin embargo, él se había quedado con la mayoría de las flores más jóvenes, desde los capullos bien cerrados hasta los que apenas comenzaban a abrirse. La mitad estaba acomodada en el alféizar de la ventana de su oficina, en una botella de vidrio reciclado porque fue lo más parecido a un jarrón que pudo encontrar. Las demás estaban ahí, en el apartamento con él.

Tal vez hubiera tenido más sentido dejar todas las flores en la oficina o simplemente deshacerse de ellas como había sugerido un Yoongi ceñudo tan amablemente. No obstante, decidió que también le gustaba la idea tener algunas en casa. Echarles un vistazo mientras se movía por el apartamento no era desagradable. Animaban ese triste y diminuto espacio más de lo que esperaba.

Además, era más fácil admirarlas en la tranquilidad de su hogar sin ser interrumpido o tener que responder preguntas implacables de detectives curiosos que, de repente, parecían tener muy poco trabajo que hacer.

Sin embargo, las flores eran realmente hermosas. Esa era la única razón por la cual seguía admirándolas y el motivo por el cual a veces sonreía cuando le recordaban a Jungkook. Se dio cuenta de que su mente se encontraba divagando continuamente. Con un profundo suspiro, haciéndole una seña a Yeontan para que se acercara.

— No pensarás que me estoy volviendo loco, ¿verdad? — El canino trotó y brincó hasta acomodarse para descansar en su regazo. No estuvo seguro de si eso fue un sí o un no. Aun así, le hizo sentir un poco mejor.

Más tarde, mientras hurgaba en los bolsillos de su abrigo en busca de monedas sueltas, encontró la tarjeta de presentación de Jungkook. Recordó después de mirarla durante un minuto que se trataba de la misma en la que le había escrito el número de su casa la semana pasada. Sin embargo, cuando lo comparó con el número que le había dejado en el reverso del recibo esa mañana, notó que no coincidían.

Eso fue extraño.

Pero era tarde y los primeros tragos del bourbon que Hoseok le regaló, se habían asentado muy bien en su estómago, dejándolo algo acalorado y tranquilo. Por lo tanto, se permitió no pensar nada al respecto.

+++

La dirección que Jungkook le entregó conducía a un elegante edificio alto, justo a varios pasos del Parque Principal de la ciudad. El hecho de que la residencia de los Jo estuviera solo un vecindario más allá, fue una desafortunada coincidencia con la que trató de no obsesionarse demasiado. Tenía sentido, de todos modos, que alguien con la riqueza aparente del doctor Jeon viviera en un edificio de guante blanco como ese. Taehyung pensaba que debía ser agradable estar protegido por torres como esas, lejos de las arterias más sucias de la ciudad, obstruidas por el humo, las balas y el derramamiento de sangre.

Llegó segundos antes de que el reloj diera las cinco, con una caja de bombones bajo el brazo. Lo que en realidad había querido llevar fue la bufanda de Jungkook, la cual había tenido la intención de devolver todos los días desde que comenzó el año. Sin embargo, parecía que algunas partes de su memoria todavía tenían la consistencia de un queso suizo, así que, naturalmente, lo había olvidado por completo. No lo recordó hasta que ya estaba en el tren.

En otra vida o momento, podría haber llevado una botella de vino. Al ver una confitería justo cuando salía del subsuelo, fue su oportunidad para no llegar con las manos vacías. Así que ahí estaba, sin pensar en las implicaciones de una caja de bombones. Jungkook había comenzado con esas cosas raras de todos modos, fue su gigantesco y lujoso arreglo floral lo que rompió el hielo. A pesar de esto, Taehyung podía escuchar claramente a Yeonsan riéndose de él y a Yoongi mirándolo con una ceja enarcada, tratando de descifrar si estaba sobrio y cuerdo. No podía dejar de pensar en ellos mientras tocaba la puerta y esperaba.

No hubo respuesta.

Contó mentalmente un minuto y volvió a llamar, esta vez más fuerte. Eso tampoco parecía funcionar y podía sentir las posibilidades agitándose en su cabeza. Que Jungkook no estuviese ahí, que se le hubiera olvidado o que él mismo se hubiese equivocado de hora, de edificio o de número de apartamento. Podría haber sido una combinación de todo eso, también.

Existía la posibilidad de que fuera algo mucho más simple, tal vez Jungkook no podía escucharlo. La disposición irregular de las ventanas que separaba la fachada de piedra caliza del edificio de la vista de la calle, sugería que la disposición de los apartamentos en todo el interior era probablemente más compleja de lo que habría imaginado. Quizás ese apartamento fuera enorme. Dado que las únicas otras puertas que podía ver en ese piso eran las del ascensor, ciertamente era posible.

Una tercera serie de golpes quedó sin respuesta antes de que finalmente probara suerte con la manija de la puerta. Esta cedió fácilmente, aunque la puerta en sí requirió un poco más de esfuerzo de su parte. El vestíbulo de la entrada se abría a una enorme sala de estar, con un techo que debía tener más tres metros de altura. Era imposible no quedarse boquiabierto. Podría haberse contentado con observar a su alrededor un poco más, si no hubiera escuchado de repente un grito desde la otra habitación, seguido rápidamente por el sonido de algo pesado, posiblemente metálico, golpeando el suelo.

Arrojó la caja de chocolates en el sofá más cercano. Para el momento en que irrumpió por la puerta de la habitación de donde procedía el sonido, ya había sacado su arma.

Resultó que esa habitación era la cocina, decorada con paredes verde menta, gabinetes blanquecinos y relucientes azulejos. Allí, en medio de todo, estaba Jungkook solo, de pie junto al fregadero y pasando la mano por debajo del grifo. Una gran cacerola plana de metal yacía volcada a sus pies. Taehyung podía sentir las migas de pan que veía cubriendo el piso, crujiendo bajo sus zapatos.

— ¿Hola? — Fue todo lo que pudo decir.

— Hola. Ah... — Miró suavemente en su dirección. — ¿Llegas demasiado temprano?— Sacudió la cabeza en una negación. Ni siquiera tenía que comprobarlo.

— No, realmente no he llegado temprano, vine a la hora acordada.

Jungkook fue quien terminó teniendo que mirar el reloj de la pared. Cuando lo hizo, dejó escapar un susurro que Taehyung pudo reconocer como una maldición.

Estando seguro de que no había peligro, Taehyung finalmente bajó su arma. Jungkook, se veía bastante diferente esa noche. Había una parte de la mente de Taehyung se negaba a reconciliarse con ese hombre frente a él. Ese que se curaba una quemadura con un delantal arrugado colocado sobre su camisa, mangas arremangadas y un poco de harina espolvoreándole la mejilla. No se parecía al doctor Jeon de trajes llamativos, zapatos relucientes y una gracia inconmensurable. No, ese Jungkook estaba tembloroso y nervioso, algo que Taehyung no hubiera podido imaginar ver hace menos de un minuto.

— ¿Qué pasó? — Preguntó, colocando su arma de nuevo en su funda, dejando a un lado las lesiones menores, la vista era algo entrañable.

Jungkook cerró el grifo. Su rostro se había vuelto de un tono rojo intenso, tanto que Taehyung apenas notó la pequeña quemadura en su mano.

— Nada. Un momento de descuido que estoy ansioso por olvidar.

¿Qué?

Los ojos del detective comenzaron a escanear la cocina, tratando de averiguar qué había querido decir con eso. Una mirada más cercana al horno con la puerta entreabierta, le mostró que en realidad se había derramado bastante pan rallado dentro. Una hipótesis comenzó a formarse en su cabeza.

— ¿Tiendes a tener contratiempos mientras cocinas así?

— Admito que realmente no cocino tan a menudo... — Jungkook se enfurruñó, mirando al horno como si este le hubiese ofendido personalmente. — Y no con este tipo de cosas.

Taehyung había esperado la primera mitad de esa oración, pero el resto lo hizo detenerse. Frunciendo el ceño, apagó el horno, algo que Jungkook se había olvidado de hacer. Ahora que lo analizaba más detenidamente, en los tres segundos que había pasado en la sala de estar antes de correr a la cocina, no recordaba haber notado ningún cuadro enmarcado o decoraciones, solo había colgado un abrigo en una clavija del vestíbulo.

Mientras miraba alrededor de la cocina ahora, notó que en realidad estaba inmaculada, excepto por la bandeja de pan rallado derramada y el mostrador donde Jungkook había comenzado a preparar algo. Lo cual habría estado bien en otras circunstancias, pero con toda honestidad, le fue difícil detectar cualquier señal de que ese lugar hubiese estado ocupado y habitable durante mucho tiempo. Eso junto al hecho de que el número que el pelinegro le dio el día anterior era diferente al número de su casa en su tarjeta de presentación. Usualmente, llegar a una conclusión lógica era su propia recompensa. Ahora, sin embargo, todo lo que hizo fue sembrar más confusión.

— Tú no vives aquí, ¿verdad? — Jungkook no respondió, pero por la forma en que agachó la cabeza y bajó los ojos ante eso, bien podría haberlo hecho.— ¿Quién vive aquí? — Cuando parecía que el doctor tampoco iba a responder a eso, los ojos del detective se endurecieron. — Jungkook, si no me dices de quién es realmente este apartamento, saldré por esa puerta...

— Es de un amigo mío, — espetó finalmente sin dejarle culminar la frase. — Pedí un favor. Su trabajo, él... Él recibe muchos invitados del exterior de la ciudad. — Se encogió de hombros y mantuvo sus manos ocupadas, limpiándose las palmas una y otra vez en su delantal. — Algunos de ellos terminan quedándose aquí durante semanas. Otros simplemente no se sienten cómodos alojándose en hoteles, al menos ahora ya no lo están.

Si eso era cierto, Taehyung no estaba seguro de poder culparlos; un político popular y supuestamente muy querido fue asesinado en su propia habitación de hotel. Eso no era exactamente una fuente de confianza para cualquiera de los visitantes. ¿Pero no era ese el estilo estadounidense y dimplino, sacar provecho de las peores circunstancias?

— Y me trajiste aquí... ¿Por qué, exactamente? ¿Para impresionarme o porque no confías en mí?

— Porque pensé que era importante elegir una ubicación neutral. — Suspiró. — Si te hubiera llevado a mi lugar de residencia, no habría sido tan diferente de estar en la clínica. Seguiría habiendo desequilibrio allí, que es precisamente lo que estoy tratando de evitar con este arreglo. — Una pausa. — Eso, y... Supongo que estaba tratando de impresionarte, un poco. ¿Está funcionando? — El peligrís volvió a mirar el suelo cubierto de migas de pan.

— Oh, sí, estoy muy impresionado en estos momentos.

— Grosero, — Jungkook se burló de él, finalmente esbozó una sonrisa. Había perdido parte de la tensión que el contrario había notado en su postura al entrar por primera vez, lo cual era una vista alentadora. — ¿Qué es lo que quieres hacer?

— Bueno, creo que todavía podemos salvar esto. — Se encontró mirando con curiosidad los ingredientes que el pelinegro había puesto en el mostrador, en varias etapas de preparación. ¿Pan rallado, huevos, arroz, una botella de vino blanco de la cual Jimin seguramente no necesitaba saber y chuletas de cerdo? Ganó la curiosidad. — ¿Qué estamos cocinando?

Después de insistir un poco, Jungkook reveló que había planeado darle una muestra de algo de su país, o mejor dicho, el país de sus padres, porque ellos nunca llegaron a conocer del todo Corea más allá de las historias y los libros, las lecciones de caligrafía y las recetas que probaban en algunos restaurantes de la ciudad.

Un platillo como ese Tangsuyuk, que era lo que Jungkook esperaba preparar para él esa noche, una mezcla de trozos de cerdo agridulces y arroz. Un amigo cercano suyo había conseguido la receta hace unos años y la sirvió en una fiesta de inauguración de la casa a la que había asistido Jungkook. Se convirtió un placer culpable desde entonces.

Taehyung, que había estado hambriento de estos pequeños fragmentos de información casuales que socavaban al doctor Jeon sin siquiera darse cuenta, decidió que quería ver si esa receta estaba a la altura de todos esos elogios. Hizo a un lado todas las protestas del pelinegro y sacó otro delantal doblado en uno de los cajones.

Tuvo que escuchar al doctor quejarse, diciendo que lo tenía bajo control, que no quería su ayuda, que qué clase de anfitrión sería si permitía eso, todo era predecible. La receta estaba escrita en un gastado papel de carta, en caracteres que Taehyung supuso eran provenientes del chino. Debajo de cada línea, se había escrito una traducción, reconoció de inmediato la letra del doctor Jeon.

Trabajaban codo con codo en el mostrador, la mayor parte del tiempo en un cómodo silencio que ninguno de los dos rompía por nada realmente importante. Esa noche no se habló de asesinatos, de los inútiles que jodían esa ciudad, ni de otras atrocidades que dejaron cicatrices que, aunque invisibles, tardaron en sanar.

El pelinegro preguntó por Yeontan; Taehyung prometió que lo conocería algún día, si así lo deseaba. Jungkook mencionó que algunos de los ingredientes que requería la receta eran más exóticos que otros y que no había tenido tiempo de buscarlos con antelación, por lo que tendrían que arreglárselas con los mejores sustitutos que se le ocurrieron. Otra cosa que hizo el detective, fue elogiarle su manejo rápido y preciso con el cuchillo, observándolo cortar cebolla tras cebolla en pedazos casi inquietantemente consistentes, sin siquiera parpadear.

— Gracias, — musitaba Jungkook con una pequeña sonrisa. — En realidad estuve entrenando para ser cirujano, una vez. Obviamente, no pude terminarlo, aunque por el lado positivo, al menos algunas de las habilidades más fundamentales las he mantenido, fueron algo útiles-

— ¡Vaya! — Exclamó bajo. — ¿Por qué no seguiste con ello?

— Supongo que fue como tú y Scotland Yard, simplemente no estaba destinado a ser.

El silencio fluyó de regreso a la habitación después de eso. La revelación improvisada lo había desconcertado un poco, pero Taehyung no estaba exactamente seguro de qué hacer con eso. ¿Un sueño roto de cuando era más joven, tal vez? Esa ciudad estaba saturada de millones de sueños rotos. ¿Qué era uno más?

Podía sentir los ojos de Jungkook sobre él mientras echaba chuletas de cerdo en un tazón de harina.

— ¿Qué pasa?

— Nada. — Esa fue su respuesta, mas seguía mirándolo, sin hacer un movimiento para fingir que no lo estaba. — Pareces muy cómodo con esto, a pesar de nunca antes lo hayas hecho.

— Creo que cocinar siempre me ha sentado bien. Tuve que aprender cuando era muy joven.

No había sido demasiado difícil encontrar la motivación, si se ponía a recordar. La alternativa hubiera sido, durante cinco días a la semana, pan duro, remojado en agua y rehorneado, carnes enlatadas que podrían o no haber sido raciones de guerra en algún momento. Cualquier cosa que pudiese haber encontrado para no morirse de hambre. Aprender a cocinar fue casi una obligación para sobrevivir con algo más comestible.

— De todos modos, no suelo cocinar mucho ahora. El departamento en el que vivo en este momento hace que abrir la puerta del horno sea un riesgo de incendio.

— Ya veo. — El doctor regresó a sus cebollas, aparentemente perdido en sus pensamientos por un rato. — ¿Sin embargo, lo encuentras relajante cuando puedes hacerlo?

— ¿Supongo que si? Realmente no lo he considerado.

— Opino que es una salida más saludable que la mayoría. Es una que mantiene ocupadas tanto las manos como la mente. — El detective se dio cuenta, sabía a dónde iba esto. Levantó la vista y se encontró con los ojos de un Jungkook con el ceño fruncido.

— Para.

— ¿Parar qué?

— Me estás hablando como si estuviéramos en una sesión de terapia. Deja de psicoanalizarme.

— No estoy haciendo tal cosa. — No se había molestado en hacer que su negación sonara en lo más mínimo creíble.

Taehyung lo dejó pasar de todos modos, volviendo su atención a las chuletas de cerdo que estaba preparando. ¿Qué decía la receta? Primero, harina, luego yemas de huevo, por último pan rallado. Encontró el cartón de huevos, lo acercó a él y comenzó a romper algunos en un tazón.

— Me imagino que sea una verdad universal, no solo específica para ti, — murmuró Jungkook. — Hay algo innegablemente curativo en pasatiempos como este, donde puedes crear algo sin ninguno de los peligros y las consecuencias de esos peligros que a veces enfrentas en tu trabajo diario. — Taehyung exhaló profundamente.

— En serio, por favor detente.

— Crimen, justicia o la falta de la misma...

— Jungkook, esta es tu última advertencia.

— Muerte...

De acuerdo, ya estaba cansado. Taehyung abrió de un tirón el cajón de la harina, tomó un enorme puñado y lo arrojó todo en dirección a Jungkook. Únicamente, había tenido la intención de distraerlo, en el peor de los casos, tal vez incluso molestarlo un poco, aunque solo fuera para descarrilar su línea de pensamiento. No obstante, había subestimado su puntería o juzgado mal lo cerca que estaban el uno del otro, porque en el segundo siguiente, Jungkook tenía la cara llena de harina.

— Uy.— Taehyung lo miró boquiabierto.

Mierda.

El pelinegro tosió, enviando al suelo una lluvia de harina que había quedado atrapada en su cabello. Abrió y cerró la boca, luego lo volvió a hacer unas cuantas veces más.

— Tú... — Lo que sea que vino después de eso, Taehyung no lo escuchó, porque ya se estaba riendo.

Había algo increíblemente liberador al respecto. Se sentía como si el peso permanente que había estado ejerciendo sobre él en todos los lugares a los que había ido recientemente se estuviera aliviando, poco a poco, aunque solo fuera por un tiempo.

Se obligó a disculparse a medias entre estallidos de risa, pero el ceño fruncido de indignación en el rostro de Jungkook no hizo nada para eliminar el hecho de que parecía haber metido la cara en el cajón de la harina, haciendo que el detective terminara riéndose más fuerte. Eventualmente, terminó aferrándose al mostrador, jadeante, por primera vez en lo que debe haber sido una eternidad, no le dolía.

Taehyung finalmente dejó de reír cuando el pelinegro cerró la brecha entre ellos y lo besó sin previo aviso. Dejó de respirar después de eso. Fue una simple unión de labios, lenta y suave, que le permitió sentir la caliente respiración del doctor cuando este expulsó todo el aire por la nariz.

— Perdón. — Jungkook se apartó después de apenas un segundo. — Creo que no debería haber hecho eso.

Durante un largo rato, el peligrís lo miró fijamente. Sintió que debería haber estado de acuerdo inmediatamente con eso, debería.

— Debe haber tomado mucho valor, para que lo hicieras. — Veía al contrario morderse el labio inferior.

— ¿Quieres irte?

No. Al menos de eso estaba seguro. Probablemente, sería una buena idea marcharse, pero él no quería. Más allá de eso, lo que le preocupaba era como le acechaban la docena de preguntas que Jungkook podría hacerle, que probablemente le haría y no estaba seguro de tener respuestas para ninguna de ellas.

Así que hizo lo siguiente mejor que pudo en ese instante, tomar la mandíbula del doctor con su mano, acercándolo suavemente para poder besarlo de nuevo.

Fue evidente el momento en el cual Jungkook por fin se relajó contra él, suspirando en el beso, atrayéndolo más cerca, tirando de su corbata con una mano, aferrándose a su cuello con firmeza con la otra. Taehyung lo siguió, hasta que tuvo la espalda del pelinegro presionada contra la puerta del refrigerador. Se pasó las manos por el cabello, enharinándolos a ambos, pero nada de eso importaba.

Ese sabor tan familiar era todo lo que realmente importaba.

— Ah. — Jungkook descendió sus manos hasta sus hombros para aminorar la velocidad, sin aliento, separándose finalmente. — Honestamente, no esperaba eso.

— He querido besarte desde que te conocí, — admitió Taehyung. — No creo que eso haya cambiado nunca. — El contrario lo observó con una mirada que contenía más cariño que sorpresa.

— ¿Incluso después de lo que pasó en la terapia?

— Bueno, ya no eres mi terapeuta. — Así que eso ya no importaba. — ¿Entonces, qué hacemos ahora?

— ¿En general? Tendremos que resolver esto sobre la marcha. — Lamiendo su labio inferior, Jungkook sopesó la idea durante unos segundos antes de inclinarse para robarle otro beso; los fuertes latidos de su corazón obligándolo a ir por un poco más, antes de finalmente empujarlo hacia atrás. — Pero terminemos de cocinar por ahora. Hay un lugar al que quiero llevarte después de la cena.

¡Hola, hola! Espero que estén bien y disfruten esta nueva actualización.

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