Capítulo 14

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14 de enero de 1929

Algunos días es fácil de olvidar, y algunos días te golpea tan fuerte como un tren de carga. Pero nunca desaparece: este sentimiento, este conocimiento de que todo el tiempo que tenemos en esta tierra es tiempo prestado.

Hace mucho tiempo, cuando tuve la edad suficiente para pensar en la idea de la muerte, decidí que ganar significaba evitarla tanto tiempo como pudiera. Si todo tuviese que terminar, entonces quería vivir una vida pacífica, llegar a una vejez madura y luego morir tranquilamente, como entrar en un sueño, rodeado de personas a las que amaba. Por un tiempo, pensé que podría lograr eso. Pensé que podía ganar.

Tal vez todos lo hacemos, cuando somos jóvenes e ingenuos.

Luego pasa el tiempo, la vida continúa, miras a tu alrededor y te das cuenta de que el juego ha estado en tu contra desde el principio.

Es difícil pensar de otra manera, especialmente cuando comienzas a aprender que, a pesar de lo que todos dicen, realmente no hay evidencia de que ser una buena persona y hacer cosas buenas te ofrezca alguna protección contra un final horrible. Un político popular, uno de los 'mejores', aparece asesinado en la suite de su hotel, destrozado por tantas balas que únicamente los periódicos más repugnantes se molestan en incluir con fotografías al día siguiente. Una operadora de centralita, embarazada de cuatro meses, es empujada a las vías del metro por un hombre que salta detrás de ella, justo cuando el tren llega. Un almacén en alguna parte de la ciudad se incendia en medio de una helada noche de enero, matando a treinta de los ocupantes en el interior. Un joven corredor de bolsa de cara fresca o lo que queda de ella, pinta, con sangre, los adoquines de una calle intrincada.

Una explosión 'accidental' en una destilería mata instantáneamente a dos docenas en la calle; estos son los afortunados, porque deja a casi cien atrapados en un edificio de apartamentos en llamas, sin poder escapar. Todos mueren también.

Escucho sobre todas estas tragedias y las leo en los periódicos. Pienso en cómo todas estas personas, incluso aquellas que quedaron reducidas a marcas en un conteo de cadáveres, tenían vidas, historias y sueños como los míos, cómo trabajaron, amaron y lucharon como yo. La mayoría de las veces, me hace ver lo que he hecho con mi propia vida, los caminos que tomé y este negocio en el que estoy, las decisiones que estoy tomando en este momento.

¿Cuándo estará disponible mi número dentro de ese conteo?

¿Cuándo y cómo será mi día final?

+++

La luz de la luna se filtraba a través del espacio entre las cortinas y el alféizar de la ventana, lanzando astillas de luz sobre la silueta de Jungkook. El detective trazó con sus ojos los rumbos tomados, siguiéndolos mientras trepaban por su brazo, descendían por la pendiente de su hombro, rodeaban la curva de su cadera y saltaban a la manta que se había subido hasta la cintura. Se movían con cada aliento que tomaba el pelinegro, moviéndose y retrocediendo como olas hacia la orilla, imposible no permanecer mirándolo fijamente, como si estuviese paralizado por su físico, belleza, por su mera existencia.

Estaba tan caliente. Jungkook era cálido más allá de su temperatura corporal, esa que tan bien podía percibir estando a su lado, estaba ahí y era real.

Taehyung enganchó un brazo alrededor de su cintura y lo atrajo más cerca, enterrando su rostro en la curvatura de su cuello, escuchando como el contrario dejaba escapar un suave suspiro sin llegar a despertarse. Dormía tan pacíficamente a sus ojos, que lo envidaba por tener esa posibilidad.

Rememorando lo sucedido horas atrás, se encontraba todavía un poco sorprendido por el modo en que todo se dio. Es como si hubiesen roto una barrera, pero sin poder disfrutar al máximo, sentía que podían haber llegado más allá. Jungkook tenía la posibilidad de llevarlo por lugares que él normalmente no recorría. El único inconveniente era que su cabeza no siempre estaba en el lugar adecuado para poder valorarlo o experimentarlo. Él no era la mejor compañía para alguien como el pelinegro.

Levantó la cabeza muy levemente, de modo que su nariz chocó contra el lóbulo de la oreja de Jungkook y sus labios se cernieran sobre la piel cerca de la mandíbula. Presionó un tierno beso allí y lo dejó reposar hasta que pudo sentir el pulso del contrario débilmente, justo debajo de sus labios. Taehyung cerró los ojos. Ese ritmo constante, junto con el lento subir y bajar del pecho ajeno, debió haber sido suficiente para castigarlo, recordándole todo lo que no podría tener. Intentó concentrarse en lo positivo del momento, en Jungkook y en nada más.

El doctor inhaló, luego exhaló, logrando que el peligris abriese los ojos, causando también que la luz que Taehyung había estado contemplando se moviera.

Fue entonces que el detective tomó una nueva decisión... Él no podía hacer esto.

Su cabeza se negaba a calmarse, revolviéndose con pensamientos de esa oficina con las luces apagadas, el diván traidoramente tranquilo y el Dr. Jeon sentado inescrutable en su silla. Podía escuchar los sonidos de la pluma del doctor raspando las páginas de su cuaderno, una y otra vez, entonces cualquier esperanza que hubiese tenido de quedarse dormido ahí se disolvía en nada, devolviéndolo a la realidad.

Con mucha reticencia, se apartó del lado de Jungkook. Se permitió unos segundos más de debilidad, mirando fijamente la parte posterior de su cabeza, entreteniéndose con la idea fugaz de quedarse a pasar la noche, incluso si el sueño nunca llegaba a él. Sin embargo, eso conduciría al desayuno y a conversaciones que se derivarían de este, algo que a él nunca le había gustado. Para empezar, ¿qué más iba a hacer con un conocido al que acababa de conceder acceso completo al desastre que estaba dentro de su cabeza?

Trató de no permitirse sucumbir a la culpa mientras recogía su ropa de toda la habitación y se vestía en silencio cerca de la puerta. Sacó el pequeño cuaderno que había estado usando en parte como diario y en parte como depósito de notas de casos, arrancó una página en el medio y escribió una nota rápida: una disculpa sobre lo mucho que le encantaría haberse quedado, pero teniendo que volver para sacar a Yeontan, como al día siguiente debía comenzar a trabajar muy temprano en la mañana... y así sucesivamente. "Anoche fue encantador. Gracias. Lo siento, esto es grosero de mi parte..."

Taehyung dejó la nota en la mesita de noche, la que estaba en su lado de la cama, lejos de Jungkook, porque fue un cobarde hasta el final. Después de todo volvería a ver al Dr. Jeon para sesiones de terapia muy pronto, ¿qué diferencia haría una sola mañana juntos?

Ninguna. Se convenció a sí mismo mientras salía del apartamento que aquella fue la mejor opción. Una ráfaga de viento lo obligó a subirse el cuello del abrigo y le hizo preguntarse en qué momento comenzó a hacer tanto frío. Tras horas de calor corporal y tibieza general, la soledad se sentía mucho más fría y precaria.

La inquietud de esa noche lo siguió todo el camino a casa, pasó la mayor parte de las siguientes horas mirando el techo. Había dejado que Yeontan saltara a la cama con él, para su deleite. El calor que le brindaba mientras se acurrucaba contra él era relajante y más que bienvenido después de un gélido viaje a casa. Aun así, no pudo evitar pensar que estaba muy lejos de lo que podría haber tenido si se hubiera quedado en aquel lugar.

Esa no era una opción, se recordó a sí mismo. Y ya era demasiado tarde para deshacerlo; no era como si pudiera volver a colarse al apartamento de Jungkook, incluso si se volvía loco de repente y cambiaba de opinión. No, ya el final del maravilloso encuentro estaba predestinado: llegaría la mañana, Jungkook vería su patética notita y haría lo que quisiera con ella. El mundo seguiría girando. Lo más probable es que, antes de que terminara la noche, hubiese otro asesinato. La ciudad, en general, era imposible de matar, seguiría respirando como el resto del mundo.

Al final, ¿influía en algo lo que él hiciese con su vida, importaba que no se quedara a pasar la noche con Jungkook? Tal vez no, tal vez esa era la parte reconfortante.

Salió más temprano que de costumbre a la mañana siguiente, todavía estaba oscuro afuera, pero su sueño era una causa perdida imposible de conciliar. Se dio cuenta, aproximadamente a la mitad de la primera parada, que el Hotel Géminis no estaba demasiado lejos de su ruta habitual a la agencia. Así que tomó un desvío en el último segundo, decidido a ver si tendría mejor suerte esta vez.

Taehyung consultó su reloj justo cuando entraba en el vestíbulo: las cinco y media, perfecto. Tal vez podría alcanzar al conserje al final de su turno para hacerle algunas preguntas que no pudo la vez pasada. No esperaba ver a su llegada a una joven menuda y pecosa saludándolo desde detrás del mostrador.

— ¿Mmm? No recuerdo ese nombre... — La chica a la que le habló parecía estar realmente desconcertada por su pregunta, se mostró pensativa, pero un ligero cambio en su rostro le mostraba que podía comenzar a recordar. — Oh, debes referirte al hombre que tuvo este turno antes que yo. — Ella le devolvió la tarjeta de presentación que él le había dado y le dedicó una sonrisa de disculpa. — Lo siento, pero ya no trabaja en este hotel.

— ¿Qué? — Taehyung no se molestó en ocultar su sorpresa. — ¿Desde cuándo?

— Su último día fue la víspera de Año Nuevo. — Sus labios se fruncieron mientras miraba la pared, tratando de refrescar su memoria. — No conozco todos los detalles, pero creo que fue una emergencia familiar de algún tipo, de repente tuvo que regresar al Oeste del país. Es tan trágico, especialmente porque sucedió durante las vacaciones...

El detective recordó las historias del hombre y un llavero con "Sacramento" impreso en él. Era difícil no formar teorías que alimentaran sus sospechas a partir de esa información.

— ¿Supongo que no dejó una dirección de contacto? — Ella sacudió la cabeza lentamente.

— Lo siento mucho, señor... ¿Hay algo más en lo que pueda ayudarlo?

En realidad, había otra cosa. Mientras trataba de repasar cada sílaba que podía recordar de la conversación que había tenido con el viejo conserje, también recordó algunas otras cosas, específicamente, fragmentos de conversación con Yoongi y Jimin, y algo más del encuentro más reciente con este último. Otra pregunta comenzaba a formularse en su cabeza, algo que debía preguntar discretamente.

— Yo... No sé por qué cree que ofreceríamos ese tipo de servicio, — tartamudeó, riendo nerviosamente. — De hecho, eso sería ilegal.

— Sería ilegal, sí. — Taehyung tarareó de acuerdo. — Pero no soy policía, ¿sabes? No voy a meterte en ningún problema. Solo estoy tratando de darle sentido a algunas pruebas que encontramos en la escena.

— Me temo que realmente no puedo ayudarle. — La sonrisa que ella le dedicó ahora era incómoda, forzada. — Lo siento, detective.

— Está bien. No te preocupes por eso. — No esperaba que ella saliera y admitiera abiertamente, en palabras concretas, que el hotel ofrecía vino a sus huéspedes o al menos a aquellos que elegían sus habitaciones más caras. La expresión de su rostro le había dicho más que suficiente de todos modos.

Una pareja de ancianos llegó para hacer el check out. Taehyung se hizo a un lado para darles espacio, pero no quería irse todavía.

El tablón de anuncios del vestíbulo, junto a los ascensores, era un caos de folletos y anuncios. Una preciosa nota manuscrita mostraba el menú del servicio de habitaciones y las ofertas diarias de desayuno en el comedor del hotel, pero los precios dolían físicamente al mirarlos. Sin embargo, era bueno ver que la dirección del hotel tenía cierta conciencia de sí misma, por la colección aleatoria de menús de comida para llevar pegados en el mismo tablón, algo para cada tipo de poder adquisitivo de sus clientes. Había uno de Lindy's, cuya tarta de queso Yoongi había tachado de "sobrevalorada" mientras se atiborraba de ella como un gorrino hambriento; un sitio llamado El Dragón Dorado, en pleno Chinatown, que presumía de "¡El mejor dim sum de los tres estados!"; Lombardi's Pizza, cuyas tartas de cinco céntimos eran más adictivas que el propio licor...

Justo ahí, entre todos esos, algo le llamó la atención. Un volante impreso en papel verde claro, medio escondido detrás de un anuncio de "Empleado del mes". A pesar de estar trabajando, Jungkook volvió a su mente por un breve segundo, el tenue color verde le recordó a las paredes de aquel apartamento en el cual ambos se vieron. Relamiendo un poco sus resecos labios, el detective alejó la imagen del pelinegro.

¿Qué fue lo que le dijo la señora Jo? Rebuscó en su cerebro tratando de encontrar las palabras exactas. Podía recordar el clima ese día, el color de su blusa y la forma en que su hijo se había acomodado en el sofá junto a ella, pero ¿qué había dicho ella? Algo acerca de cómo su esposo había cambiado al té en el último año y sin beber nada más hasta que murió. Eso fue todo, ¿verdad? Por supuesto, probablemente había docenas de casas de té y cientos de vendedores de té en Lues. No obstante, los números extrañamente específicos de cada transacción, la conexión del té y el hecho de que estaba mirando el volante en este hotel creaban un lazo que enlazaba muchas coincidencias. Desconocía desde cuándo había estado el panfleto ahí, pero valía la pena echarle un vistazo.

La ceremonia del té completa era demasiado cara. No tendría sentido realizar varias lecturas de las hojas de té en un solo día. Así que realmente solo quedaba una posibilidad...

Terminó teniendo que hacer los cálculos a mano, en una página al azar, en medio de ese cuaderno que llevaba consigo a todas partes. Ya tenía una corazonada, pero la comprobó de todos modos, dos veces. Los números encajaban muy bien y el resultado fue el mismo: la cantidad que Jo había estado retirando de manera regular era exactamente suficiente para pagar una sesión de cuatro horas de Té y Tête-à-tête.

— ¿Ves algo que te interese? — La pareja debió haber terminado de registrarse, porque la mujer dejó su puesto detrás de la recepción para pararse junto a él. — Me leyeron mis hojas de té allí una vez.

— ¿Sí? ¿Qué dijeron?

— Que hay amor esperándome a la vuelta de la esquina, supuestamente. — Ella se rio. — Tenía sentido, ya sabes, porque el té sobrante en el fondo de la taza parecía un corazón.

— Eso tiene sentido. — Su murmullo fue casi una burla oculta, todos los supuestos adivinos, lectores del futuro o fortuna, solían decir las mismas cosas.

Vienen grandes cambios, el amor está a la vuelta de la esquina o podrás lograr todos tus proyectos, dinero también, esto último no podía faltar. Eran las frases típicas que el noventa por ciento de la población buscaba escuchar para animar, darse un poco de esperanza para continuar su vida diaria. Después de todo, eso buscaba cada individuo, mejora, salud, dinero, amor...

— ¿Quieres intentarlo?

— Tal vez algún día. Por ahora, estoy más interesado en otra cosa... — Se detuvo y girándose hacia ella, le dedicó la más dulce y cuadrada de las sonrisas. — ¿Tienes otra copia de este volante?

En realidad, encontrar El Paraguas de Seda resultó ser una de las cosas más fáciles que había hecho para la investigación hasta el momento. Estaba escondido en una de las esquinas más tranquilas de la zona, pero un letrero con su nombre montado en lo alto de la pared sobresalía sobre la acera, con la forma caprichosa de un paraguas. El edificio de ladrillo de dos plantas en realidad albergaba dos unidades diferentes. El segundo piso era el de la tienda de té, tenía su propia entrada a través de una escalera de caracol alrededor del costado.

Sorprendentemente, también estaba cerca de su casa, a unos 20 minutos a pie, más o menos. La aparición de Choi San en su vecindario esa vez, sosteniendo dos frascos de té, tenía un poco más de sentido ahora. Pero era extraño... Taehyung estaba seguro de haber caminado por esa misma calle innumerables veces antes, debió haber notado ese lugar con anterioridad, pero era la primera vez que lo veía.

— ¡Bienvenido, señor! — El tendero, un joven asiático de piel bronceada y una sonrisa de megavatios, salió de detrás del mostrador para saludarlo. — Vaya, sí que es brutal ahí fuera, ¿verdad? Este invierno debería acabarse pronto.

Taehyung se dio percató de cuando empezó a frotarse los brazos y cerró rápidamente la puerta. Había menos ruido de lo que esperaba, aunque seguramente se debía a la hora del día. Dos de las paredes de la sala principal estaban forradas de suelo a techo con tarros de porcelana blanca, etiquetados con una preciosa cursiva negra pintada a mano.

— ¿Ve algo que le guste, señor? — Había estado dando vueltas sin rumbo, o bien el tendero le había estado siguiendo todo este tiempo, o bien se había materializado de alguna manera a su lado sin que él se diera cuenta. — Nuestro té de flores de crisantemo está a mitad de precio hasta el fin de semana. Estaré encantado de prepararle una tacita si quiere probarlo.

— En realidad, estaba más interesado en alguna de sus ofertas especiales. — Sacó del bolsillo el folleto que le habían dado en el hotel y lo desplegó delante del sujeto.

— Ya veo. — Le brillaron los ojos. — ¿Cuál tenía en mente? ¿Le preparo una taza de algo más 'hablador', digamos, para que pueda leerle el mensaje en las hojas?.

Taehyung le miró ahora con una nueva y leve curiosidad. — Entonces, usted debe de ser Chittaphon Leechaiyapornkul.

— Vaya, pocas personas pueden decir un nombre tailandés tan fácilmente. Puede llamarme Ten, es más corto y agradable al oído. ¿Qué me delató? — Ten se rio. — ¿Sería tan amable de devolverme la cortesía? Hasta ahora no me ha dicho su nombre y veo que ya conoce el mío.

— Kim Taehyung. — Le entregó su tarjeta de visita, extraída del bolsillo de su saco. — Sabe que la adivinación es ilegal en la ciudad de Lues, ¿no es así?

— Entonces, menos mal que no somos adivinos. Verá, leer las hojas de té es un arte muy diferente, no hacemos predicciones ni promesas sobre el futuro.

— Entonces, ¿qué ofrece?

— Hmmm... — Ten golpeó su dedo contra su barbilla. — Me gustaría llamarlo sabiduría, hasta cierto punto. A veces, todo lo que necesitamos saber para aprovechar al máximo nuestras vidas está justo frente a nosotros. Solo necesitamos que nos guíen en la dirección correcta.

— No me diga. — El detective decidió dejarlo pasar porque ya no era policía y realmente no le importaba en lo más mínimo. Eso no era por lo que había ido ahí. — Supongo que no lleva un registro de todos los clientes que aprovechan los servicios especiales de su tienda, ¿verdad?

Chittaphon parpadeó un par de veces antes de responder. — Si existiera tal registro, tendría mucha curiosidad por saber qué querría usted con él, detective.

— Tengo razones para creer que una persona de interés en un caso en el que estoy trabajando podría haber sido un cliente frecuente de este servicio de 'Té y Tête-à-tête' que ofrece. — Mezcló un poco los detalles, por si acaso.

— Eso realmente no me sorprende. Es una de nuestras ofertas más populares... Pero me temo que no puedo ayudarlo mucho.

— ¿Puedo preguntar por qué no?

— Bueno, esas sesiones a menudo se reservan directamente con las damas que las organizan, y no sé si realmente mantienen registros detallados de las personas que las reservan, especialmente aquellas que no son necesariamente habituales.

— Siempre creí que mantener algún tipo registro era un requisito básico para cualquier negocio decente, — murmuró, casi para sí mismo.

— Llevamos un registro de los números, detective, si es eso a lo que se refiere. Que nadie diga que no le damos al César lo que le corresponde. — Ten continuaba riendo entre dientes. — El propietario no dejaría pasar ese tipo de cosas.

— ¿Usted no es el dueño? — Taehyung frunció el ceño.

— ¡No señor! Solo soy un humilde taseomamante. — El tailandés extendió su brazo e hizo una reverencia exagerada. — Dicho esto, si todavía cree que su sospechoso era un cliente habitual nuestro, siéntase libre de hablar con una de las damas.

— ¿Puede decirme cómo puedo organizar un encuentro?

— Bueno, ya sabe cuánto cuesta su tiempo.

Ciertamente lo sabía. Por precaución, ya Taehyung había separado el dinero por adelantado para una sesión de una hora. Realmente solo quería probar las aguas por sí mismo, ver de qué se trataban estas sesiones y tratar de sondear cualquier indicación de que Jo asistiera regularmente a ellas mientras estaba vivo. El mínimo indispensable tendría que ser suficiente para eso; no es que a él le sobrase el dinero como para andar gastando en lecturas de té.

Mientras Chittaphon felizmente aceptaba su dinero y le mostraba un armario donde podía dejar sus zapatos, Taehyung se encontró pensando en Jungkook, y en cómo probablemente no habría pestañeado al pedir una sesión completa de cuatro horas sin siquiera preguntar el precio. Ahora que lo pensaba, se preguntaba si estas sesiones de hablar de lo que se quisiera serían tan diferentes de las sesiones de terapia semanales que tenía con el Dr. Jeon.

Tal vez era la culpa la que hablaba y le hacía pensar constantemente en el pelinegro; habían pasado dos días desde que se había escapado en medio de la noche. Jungkook no lo había llamado desde entonces, y él había decidido que no quería tratar de interpretar qué significaba exactamente esa decisión por parte de su doctor.

— Hola. — Una mujer menuda y bonita con un kimono de seda floral lo encontró justo cuando se había quitado los zapatos. — ¿Puedo tomar su abrigo y sombrero, señor?

— Llámame Taehyung, por favor, — respondía mientras dejaba su sombrero. Estaba empezando a cansarse de que lo llamasen señor. Lo hacía sentir viejo, bueno, más viejo de lo que ya era. — ¿Cómo te llamas?

— Tzuyu, — respondió ella con una sonrisa. Sus suaves ojos marrones y su delicado rostro en forma de corazón hicieron maravillas para tranquilizarlo hasta le hizo señas de nuevo para que se quitara el abrigo. — Sin embargo, no seré yo el anfitrión de su sesión hoy. Esa sería Momo. Tiene buena suerte, ella es una de las mejores.

Taehyung comenzó a quitarse el abrigo y esperó a que ella le dijera que también dejara su arma. No lo hizo, pero cuando le quitó el abrigo, notó los vendajes envueltos alrededor de su mano derecha.

— ¿Qué le pasó?

— ¿Mmm? ¿Oh esto? — Se cubrió la boca con la otra mano mientras reía. Era un sonido tan alto y delicado, como el sonido de pequeñas campanas. — Es vergonzoso. Fui descuidada con una tetera y luego tuve demasiada prisa mientras limpiaba.

— Ah. Lo siento — dijo con una mueca de dolor. Él simpatizaba con la situación.

Hacía muchos años, demasiados para recordarlos, se había apresurado a limpiar la evidencia de un vaso roto que se había caído con minutos de sobra antes de que su mamá llegara a casa del trabajo. Para su crédito, ella nunca se dio dado cuenta del recipiente que faltaba, de los fragmentos de vidrio en la basura de la cocina o de su mano vendada. A decir verdad, su mamá nunca se dio cuenta de muchas cosas, presente y ausente por igual.

— Por aquí, por favor. — Tzuyu puso una mano en su brazo y lo condujo hacia un estrecho corredor. — Puerta verde al final del pasillo. ¡Disfrute!

Una mujer con aire de experimentada, pero asombrosamente hermosa, estaba sentada de rodillas en medio de la habitación, colocando tazas de té, tazones y otros instrumentos en una bandeja de madera frente a ella. Llevaba un kimono que era idéntico al que llevaba puesto Tzuyu, pero en lugar de tener el pelo recogido en un moño, había optado por dejar el suyo suelto y flotando sobre sus hombros, con un broche en forma de hibisco en flor que apartaba un mechón de su rostro.

Ese broche le pareció similar, pensó durante varios segundos dónde había visto uno igual y recordó a aquella mujer que había conocido cuando fue a la consulta con Jeon, la prometida de su colega. Gracioso, todo de alguna forma lo continuaba llevando a Jungkook, ya no recordaba cuántas veces durante el día había tenido el mismo pensamiento. La mujer puso de pie cuando escuchó que se abría la puerta corrediza y se giró para mirarlo con una reverencia baja y elegante.

— Bienvenido. Mi nombre es Momo. — La mirada que la mujer le daba era una mezcla de sorpresa con resignación, como si le sorprendiera su presencia, pero a la vez lo esperara. — Antes de comenzar, ¿cómo debo dirigirme a usted?

Taehyung trató de imitar su venia, dándole una última estudiada visual a la mujer.

— Taehyung está bien. — Ella asintió.

— Por favor, siéntate entonces, Taehyung.

Se encontró mirando un cojín plano en el suelo, al otro lado de la bandeja, con los utensilios que ella había estado preparando. Observó como ella regresaba a su puesto anterior, doblando las piernas debajo de los muslos, hasta que estuvo prácticamente sentada sobre sus talones. Consideró la idea de probarlo él mismo, antes de darse cuenta rápidamente de que no podría mantener esa posición por más de un minuto. En su lugar, se sentó con las piernas cruzadas frente a él.

— ¿Esta es tu primera vez? — Ella sonrió cuando él asintió con la cabeza y le mostró un pequeño cuenco lleno de hojas de té. — El té destacado de hoy se llama gyokuro, significa rocío de jade, en japonés. A diferencia de la mayoría de los otros tés verdes, sus hojas se cultivan a la sombra durante tres semanas antes de la cosecha, en lugar de al sol.

— Interesante, — se limitó a responder, porque no podía pensar en mucho más que decir a eso. — Tengo que admitir que no soy muy bebedor de té.

— Bueno, espero que esta sesión pueda hacerte cambiar de opinión. — Retiró el cuenco que contenía las hojas de té con una sonrisa de labios cerrados.

Taehyung la observó mientras centraba una tetera de cerámica abierta con un asa curiosamente acampanada en la bandeja frente a ella, y vertía en ella una medida de agua de la tetera. El agua parecía recién hervida, — por el vapor que salía de la tetera, — la dividió entre las dos tazas de té idénticas. No tenían manijas y eran más pequeñas de lo que estaba acostumbrado, pintadas a mano con imágenes de grullas y conejos en un lado.

Había una gracia tranquila en la forma en que se movía, cada movimiento tan refinado y deliberado, pero aparentemente sin esfuerzo al mismo tiempo. No podía dejar de mirar sus manos.

— Entonces, si no eres realmente un gran bebedor de té, ¿puedo preguntarte qué te trajo a este lugar? ¿Alguien te recomendó o fue simple curiosidad?

— Soy un investigador privado—, respondió, una vez que finalmente se acordó de hablar. — Mi cliente notó que algunos retiros extrañamente precisos aparecían repetidamente en la cuenta conjunta que ella y su esposo compartían. — Una vez más, estaba mezclando un poco los detalles, pero eso no debería doler.

Algo que había aprendido en sus años de carrera era a mezclar la verdad con la mentira para que siempre fuese creíble. A la hora de investigar, siempre se podía decir que se confundió a decir algo, pero también podían analizar el resto de la información y constatar que era cierta.

— ¿Y esto te trajo aquí?

— En cierto sentido. Estoy en la etapa en la que estoy tratando de eliminar posibilidades.

— ¿Y qué posibilidad estás tratando de eliminar ahora?

— Los retiros repetidos fueron por $ 6.72. — Observó su rostro en busca de una reacción. No había ninguna, así que siguió adelante. — Dicho sea de paso, ese sería el precio de una sesión como la que estamos teniendo ahora, pero por un máximo de cuatro horas.

— Ya veo.

Momo volvió a colocar el agua de las tazas de té en la tetera y las volvió a ubicar en la bandeja. Había una simetría perfecta compartida por esos tres implementos por la forma en que estaban dispuestos ahora, no pudo evitar recordar como Jeon parecía ser igual de perfeccionista en su oficina o incluso durante una tarea tan doméstica como cortar cebollas.

La mujer se reclinó, metió la mano en una caja de madera larga y delgada que había en el suelo detrás de ella y sacó una boquilla de jade.

— ¿Sabes por qué una hora de estas sesiones tiene un precio de $1.68? — Sacó una caja de fósforos y una pitillera de la misma caja de madera. — Tiene que ver con cómo los números a veces suenan como otras palabras en otros idiomas. Dependiendo de cuáles sean esas palabras, los números mismos se consideran afortunados, desafortunados o supremamente desafortunado.

El detective se quedó mirando el cigarrillo que ella escogió a lo largo de todo su recorrido, desde el estuche que tenía en la mano hasta el final de la boquilla. Dios, deseaba tener uno también. Ahí estaba, tratando de reprimir los recuerdos de compartir un mismo encendedor y cigarro con Jungkook, que se había sentido casi como un tímido beso. No es que eso importara; se habían besado correctamente muchas veces la otra noche. Maldita sea.

— Supongo que 168 es un número de suerte, ¿no? — se aventuró a preguntar.

— Significa "fortuna hasta el final". — Encendió su cigarrillo y sopló el fósforo para apagarlo una vez que terminó. Después de dar una calada, giró la cabeza para quitarse el humo de la cara. — No te desesperes. Te ofreceré uno más tarde, después de que hayas tomado el té. — Kim sonrió.

— ¿Fue muy evidente que estaba anhelando uno?

— Parece que estás jadeando, Taehyung. Desesperado.— Momo le dio una sonrisa ilegible. — Pero si tu anhelo es solo por fumar, por un descanso en este caso que estás investigando o por algo completamente diferente... eso, no puedo asegurarlo.

Taehyung se acordó tardíamente de devolverle la sonrisa. Él era, al menos, algo competente en ese juego que parecían estar jugando.

— ¿No estamos todos desesperados por una cosa u otra? Es solo la naturaleza humana, estar siempre persiguiendo algo.

— Tal vez tengas razón. — Momo usó su mano libre para transferir las hojas de té a la tetera. Luego, cuidadosamente vertió el agua hasta la última gota. Dejó la tetera descubierta mientras tomaba otra calada. — Lo dejaremos reposar durante dos minutos, — anunció.

— Entonces, sobre este hombre que estoy investigando, el esposo de mi cliente, — enfatizó.

— ¿Sí?

— Si le diera su nombre, ¿sería capaz de decirme si alguna vez fue cliente suyo o tal vez de uno de sus colegas?

— Lo dudo mucho, desafortunadamente, — dijo la mujer. — Entiendes, ¿verdad? Esta no es una ciudad pequeña, las chicas y yo no necesariamente hablamos entre nosotras sobre este o aquel cliente, de lo contrario nunca haríamos ningún trabajo. Y no es como si nos aferráramos a esa información en primer lugar... No quiero ofenderte, Taehyung, pero no puedo prometer que recordaré tu nombre cuando termine la noche.

— ¿Y si te dijera que el nombre de este hombre es uno que seguro reconocerás? Tal vez has oído hablar de él, has oído sus discursos. Quizás incluso leíste sobre él por primera vez en los periódicos la Nochebuena pasada.

La sonrisa que tenía la mujer en ese momento vaciló, solo un poco, pero fue suficiente. Momo dio una última calada larga y sopló el humo hacia la puerta. Aplastó la punta de su cigarrillo en el suelo, apagando la llama.

— No tengo la costumbre de hablar de clientes pasados con otras personas, — murmuró finalmente.

— ¿Por qué no?

— Bueno, quiero que consideres este experimento mental: reservas una de estas sesiones conmigo, digamos que, una o dos horas después de que te vayas, llega otro sujeto. Está enojado, supongamos que también tiene un arma y me pregunta: "¿Kim Taehyung estuvo aquí?".

El detective reprodujo toda la conversación en su cabeza, retrocediendo solo unas pocas líneas. Se cuidó de mantener su expresión neutral, pero no pudo evitar puntualizar algo.

— Nunca te dije mi apellido.

— Le dijiste a alguien más. ¿Recuerdas? — Sonrió. — Descuidado. — Ella cambió el tema de conversación antes de que algo más pudiera salir de él. —Pero eso no es importante. Dime, en ese escenario, ¿qué querrías que le dijera a esa persona que llega preguntando por ti?

— Depende, ¿el arma es para mí o para ti? — Suspiró.

— Vamos, tú y yo sabemos que eso no importa. Simplemente, no hay manera de saber, con total certeza, cuáles son sus intenciones. Puedo decir lo mismo de ti.

— Tal vez sea así. De igual manera, creo que tú y yo también sabemos que no le deseo ningún daño al hombre por el que estoy preguntando.

— ¿Lo sabemos? Después de todo, hay tanta destrucción que se puede infligir a una persona póstumamente...

No estaba seguro de por qué ella lo miraba con tanta atención, como si pudiera leer y desentrañar todos los pensamientos que él tenía si solo lo deseaba lo suficiente. Tampoco sabía realmente cómo había llegado a esto, cómo se las había arreglado para hacerle sentir que se estaba quemando bajo su mirada, manteniendo una sonrisa tan tibia en su rostro.

Sin embargo, había una cosa de la que estaba seguro. Porque él podía leerla igual de bien, a pesar de todas las desviaciones y posturas que ella acababa de hacer, aun así obtuvo su respuesta al final.

— Tu lealtad a tus clientes es noble.

— Preferiría no llamarlo así. Mantener el contenido de estas conversaciones en privado es más que una simple cortesía. Finalmente, comenzó a verter té en las tazas. Alternaba entre los dos, entrando poco a poco, yendo y viniendo. Cuando terminó, dejó la tetera y giró una de las tazas para que la grulla y el conejo quedaran frente a él. Al aceptarlo en sus manos, notó que apenas había una cucharada de líquido dentro. — Aquí.

Taehyung bebió el té como si fuera un trago o los posos de un cóctel mezclados con hielo derretido en el fondo de un vaso bajo. Estaba medio esperando sentir que se quemaba, como lo hacía con el alcohol cuando pasaba por el camino de su garganta.

Pero no fue así, se quedó atónito ante las notas ricas, casi sabrosas, golpeándolo con tal intensidad que se sintió como si hubiera tragado humo. Tomó aire y, de repente, estaba de pie en la playa, cerca de la casa de su mamá, mirando el mar en uno de esos días opresivamente húmedos de finales de verano, junto a un Seokjin que hacía malas bromas y se reía a su alrededor.

— Guau, — murmuró. Se sentía como si le hubieran robado todas las demás palabras y lo dejasen con ese único recuerdo.

— Como mencioné antes, estas hojas de té fueron cultivadas a la sombra. La lucha por extraer energía del sol, hasta los últimos momentos en que finalmente son recogidos, cambia enormemente su composición. Sin embargo, esta lucha, esta futilidad, se presta a la belleza: es lo que estás saboreando en este momento.

Le preparó dos infusiones más, volviendo a remojar las hojas durante un minuto al principio, luego durante dos. Estas rondas produjeron mucho más té que la primera, el sabor era más herbáceo, con algunas notas más ásperas al final. Si hablaron mucho durante ese tiempo, todo fue intrascendente: cultivo de té, enredos filosóficos, la ética de sondear los asuntos de un hombre hipotético una vez muerto. Todas estas eran cosas que Taehyung filtró una vez en su mente y consideró olvidarlas tan pronto como esa sesión terminara.

Con el té calentándolo e instalándose cómodamente en su sistema, más de una vez se encontró imaginando al Dr. Jeon al otro lado de la bandeja, sirviéndole té y citando a Rousseau. Tenía que sacudirse de encima su recuerdo cada vez.

Le echó la culpa al elocuente hablar, la seguridad y el intento de no dejar ver más allá de lo que mostraba a simple vista.

Cuando terminó su hora, una serie de golpes en la puerta terminaron su sesión. Momo lo detuvo con una mano en su brazo justo cuando estaba a punto de salir de la habitación.

— Como fue prometido. — Colocó todo su paquete de cigarrillos en el bolsillo de la chaqueta de su traje. Por el peso, se sentía como si todavía estuviera casi lleno. — Sé que solo ofrecí uno, pero el resto corre por cuenta de la casa. Considéralo tu recompensa por ser tan buen oyente.

— Eso es muy generoso, gracias.

— Una cosa menos que anhelar, — murmuró. — Cuídese, detective.

Salió a la calle y encendió un cigarrillo del regalo que le acababan de dar, porque el calor del té había comenzado a desvanecerse, pero el frío del invierno no se iría a ninguna parte. Sentía que no podía entender absolutamente nada de lo que acababa de suceder, hubo cosas que Momo dijo y que tendría que evaluar una vez que pudiera encontrar el tiempo.

Estuvo bien; había conseguido lo que había ido a buscar ahí de todos modos. Ahora estaba seguro de que Jo había sido un patrocinador frecuente de las sesiones de esta tienda de té, y en algún momento, cuando los retiros se habían vuelto más frecuentes, podría haberse convertido en una especie de ritual o una obsesión. ¿Cuál fue? ¿Qué encontró Jo ahí o en las dulces palabras y el amargo té de las mujeres que le habían vendido su tiempo? Esas eran las preguntas que ardían en su cerebro ese momento, aunque sabía que nunca encontraría sus respuestas de la boca de esas personas.

No obstante, la nueva carga que le impusieron era... Tolerable, así lo llamaría si tuviera que expresarlo con una palabra. Tal vez eran los restos del té los que hablaban en su cabeza, pero ahora que tanto la policía como La Cosa Nostra lo estaban dejando ser, sentía como si finalmente hubiera encontrado un poco de espacio para respirar. Por primera vez en mucho tiempo, tenía tiempo.

Ya sé que el desarrollo de esta historia es un poco lento, por favor, un poco de paciencia. A partir de ahora, aunque los capítulos guardados sean muy largos, no los dividiré, quizás así sientan que todo avanza más rápido.

Espero que lo hayan disfrutado y también captado las pistas que he ido dejando 🙈 Nos leemos pronto.

LORED

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