Capítulo 20

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28 de febrero de 1929

¿Qué he hecho? Oh Dios, ¿qué he hecho?

Lo último que quería era ponerle en peligro. Pero cómo iba a saber

Debería haberlo visto venir. ¿En qué estaba pensando? Era únicamente una subasta, se suponía que solamente asistiría. ¡Fui tan estúpido!

Ahora conocen su cara. Y ESE hombre, y sus hijos que no son mejores que él, y todos los demás que podrían haber estado mirando... lo recordarán, seguro. No hay palabras suficientes para describir cuánto lo lamento.

Pero si así es como va a ser, que así sea. Mis objetivos no han cambiado, y mi determinación sigue siendo la misma. Todo lo que tengo que hacer es vigilarlo, estar cerca de él y asegurarme de que no quede atrapado en el fuego cruzado hasta que todo esto termine.

(Después de eso, tal vez, solo tal vez... ¿Podremos ser felices?)

+++

El Dr. Jeon Jungkook estaba sentado en su despacho poco iluminado, con un fuerte aroma a cigarro en el aire. La habitación estaba adornada con muebles de madera oscura, libros encuadernados en cuero y una variedad de objetos peculiares que dejaban entrever sus intereses más allá del psicoanálisis. Una fotografía en blanco y negro del mismísimo Sigmund Freud, mentor e inspiración de Jungkook, adornaba una de las paredes, proyectando una sombra inquietante sobre la habitación. Jungkook se recostó en su sillón de cuero, con los dedos entrelazados y los ojos penetrantes, fijos en el hombre nervioso, de aspecto elegante y esbelto que, evidenciando su nerviosismo, aplanaba la tela de su traje sentado frente a él.

El hombre, un empleado leal, se movía incómodo en su asiento. Le temblaban las manos mientras hablaba.

— Doctor Jeon, ha ocurrido algo. Algo grande, algo que no podemos ignorar.

La mirada de Jungkook permaneció inquebrantable mientras se quitaba lentamente las gafas y las colocaba sobre el escritorio de caoba. Su mirada era tan fría como la habitación.

— ¿Qué está pasando ahora? — Inquirió. — ¿De qué se trata este acontecimiento? — El rubio frente a él tragó saliva con dificultad y se le formaron gotas de sudor en la frente.

— Hace un momento, en la ciudad, ha habido un tiroteo. — Los labios de Jungkook se curvaron en una fina y calculadora sonrisa.

— Seguramente, personas imprudentes que ignoran los riesgos de esta ciudad. — Sus dedos tamborilearon suavemente sobre el escritorio, haciendo eco en la habitación. — ¿En qué nos afecta eso a nosotros? ¿Pone en peligro a mi clínica o mis pacientes? ¿Nos están amenazando? ¿Cuál es el mensaje que están enviando?

Jungkook escuchó cada palabra con tranquilidad. Veía a ese hombre detallar todo lo ocurrido. Sin poderlo evitar, la sonrisa del pelinegro se ensanchó muy ligeramente, revelando el destello de una mente peligrosa bajo el barniz de psicólogo.

— Bueno, parece que alguien está jugando un juego peligroso. Hace falta agendar una nueva consulta. — Movió el teléfono de su escritorio, un modelo antiguo que parecía extrañamente fuera de lugar en la era moderna.

Al descolgar, la tensión en la habitación se hizo palpable. El rubio observaba a su jefe, dividido entre el asombro y el miedo, incapaz de comprender la profundidad del carácter de Jungkook.

Sonó el teléfono. Para contestar la llamada telefónica, descolgó con parsimonia el receptor, activando así un conmutador interno que conectaba el teléfono a la línea de quien en esos momentos le importunaba. La voz de Jungkook se mantuvo firme mientras contestaba.

— Jeon Jungkook al habla.

Escuchó atentamente, una tormenta de emociones parpadeando detrás de su estoica fachada. Las palabras de la persona que llamaba eran inaudibles para el otro hombre, lo que le hizo preguntarse qué tan bien conectado con los puntos y personas claves de la ciudad estaba su enigmático jefe. Los ojos de Jungkook se dirigieron hacia los del rubio después de colgar, con un brillo de complicidad en su mirada.

— Prepara todo, tengo que salir.

La habitación parecía oscurecerse a medida que el pelinegro se alejaba de su escritorio y se paraba de su silla. La forma en la cual buscó su abrigo, un sombrero y su encendedor. La línea entre el psicoanalista y un cerebro tan increíble que podía ser científico o criminal se difuminó, haciendo que la otra persona que llegó a la habitación con un portafolio y se ubicó junto al rubio, no pudiera evitar tener la sensación de que el Dr. Jeon Jungkook era mucho más que un simple psicólogo.

+++

— Eso no parece molestarte tanto como hubiera esperado.

... ¿Qué?

Taehyung parpadeó. La voz de Jungkook lo había sacudido de un trance en el que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba. Una obstinada nube de niebla permanecía en su cabeza, haciéndole imposible ordenar sus pensamientos. No podía concentrarse.

Sin embargo, la niebla era también lo único que le impedía entrar en pánico.

¿Dónde estaba?

¿Qué hora era?

¿Qué día era?

Reconoció fácilmente el interior del despacho de Jungkook. La suavidad de la cama bajo él y el desconcertante estampado del tapiz que colgaba de la pared le resultaban familiares. Sentía un calor insoportable en las manos; al mirar hacia abajo, se dio cuenta de que había enrollado una manta, posiblemente de chinchilla, alrededor de sus manos, y estas habían quedado atrapadas en su calor.

Pero aún le faltaba algo. Le faltaban muchas cosas.

— ¿Perdona?

— Me estabas contando hace un momento que un colega tuyo recibió un balazo para salvarte. Aunque, por la forma en que hablas de él, quizá lo consideres más un amigo.

¿De verdad? ¿Había dicho todo eso?

¿Por qué no recordaba el resto de la conversación, o cómo había empezado? Dios, ni siquiera podía recordar cómo había llegado hasta ahí. Debió de arreglárselas de algún modo, dado que, por lo que podía ver, seguía en una pieza.

Sin embargo, había cosas que sí recordaba, cosas que empezaban a volver a su memoria... o tal vez eran cosas que no olvidaría pronto. Si se esforzaba lo suficiente, probablemente podría engañarse a sí mismo, haciéndose creer que todavía estaba en medio de todo aquello, el caos que estallaba en aquella calle, las salpicaduras húmedas y espesas que chocaron contra su cara antes de que todo lo que pudiera oler fuera sangre. Había una mujer cerca de ellos, a punto de entrar en un edificio. Sus gritos le habían hecho un agujero en el cráneo.

¿Qué había hecho? Se había quitado el pañuelo y lo había apretado contra la herida de bala sin pensarlo, justo en la unión del cuello y el hombro de Jimin, intentando contener el chorro de sangre. Había tanta sangre...

— ¿Taehyung? — Jungkook le interrumpió. — ¿Estás escuchando?

¿Estaba escuchando? Sí. Juraba que sí.

El peligrís abrió la boca para formar palabras, pero todo lo que ocurría en su cabeza era un revoltijo de gritos, el recuerdo de cómo todo había olido a sangre. Park se había agarrado a su brazo, resollando, luchando por mirarle a los ojos mientras Taehyung decía algo, algo estúpido e inútil, probablemente, "aguanta", "intenta no moverte" o "sigue respirando".

Respirar.

Era tan estúpido.

— Dime qué tienes en mente, por favor. — Volvió a oír la voz de Jungkook o algo que sonaba vagamente parecido, intentando disipar el caos de su cabeza. — No es bueno dejarse atrapar solo dentro.

Pero la sangre ya se había filtrado por las grietas de la acera para cuando llegó una ambulancia. ¿Quién disparó? ¿Nadie había visto al tirador? En aquel momento no había lugar para otros pensamientos, no cuando Kim sabía que un tirón de su brazo o ceder al impulso de encontrar al tirador y perseguirlo calle abajo, habría significado la muerte instantánea de Jimin. ¿Cómo había sucedido?

¿Cómo había podido ser tan malditamente estúpido?

— Eh.

De repente, hubo una mano en su mejilla. Taehyung se sacudió en su asiento, pero el pánico que había ido creciendo y aumentando en los últimos minutos, amenazando con desbordarse apoteósicamente, se detuvo cuando vio la tierna mirada del doctor tan cerca de la suya. Se había arrodillado en el suelo, junto al sofá cama, y esperó pacientemente a que los ojos del detective pudieran por fin enfocar su rostro, antes de sonreír.

— Eso es, — susurró. — Vuelve conmigo.

Kim dejó escapar un suspiro tembloroso que ni siquiera se había dado cuenta de que había estado conteniendo. Más que nada, deseaba poder inclinarse hacia delante, olvidarse de todo y fundirse en los brazos del pelinegro. Estaba tan cansado.

— Lo siento, — murmuró. — Ya estoy aquí.

— Bien. — Jungkook rozó su mejilla con la yema del pulgar. — Te necesito aquí, conmigo. Volver a visitar la escena de la tragedia en tu cabeza no la deshará.

Una vez más, Taehyung asintió y tragó saliva. — Supongo.

— ¿Sobrevivió?

— Sí. — Era un pequeño consuelo para él, a decir verdad, aunque sabía que suponía un mundo de diferencia. El caso no había terminado; siempre había otra esquina que doblar, otro enemigo acechando en las sombras. — Conseguimos llevarlo al hospital lo bastante pronto y los médicos pudieron sacarle la bala. Está estable, signifique lo que sea que signifique eso, esas fueron las palabras de los doctores. Fue lo último que supe.

Como siempre, Jungkook estudiaba su rostro. —¿Pero...?

— Pero aún no se ha despertado.

— Ya veo. Bueno, ya sabes que a veces estas cosas llevan su tiempo. No deberías considerar esto un indicio de algo necesariamente mortal.

Mortal.

Qué mala elección de palabra a oídos del detective.

Jungkook se levantó y se dirigió a la silla acolchada, donde le esperaban el cuaderno y el té. Al momento, el contrario echó de menos el calor de su mano en cuanto desapareció. Deseaba que el doctor lo acariciara un poco más, la cercanía y tibieza de su mano funcionaba como un calmante bálsamo.

— Has tenido un par de días duros. ¿Has dormido algo en todo este tiempo?

— Mmm, — fue todo lo que Taehyung consiguió decir. Había pasado todo ese tiempo acampado junto a la cama de Jimin o deambulando por la sala de espera, tomando café rancio y con el dedo en el gatillo, parecía picarle cada vez que se apoyaba en la pistola oculta bajo la chaqueta. Ya no podía permitirse el lujo de descuidarse; por un descuido había perdido a Hoseok, casi había perdido a Jimin.

Y... hace dos años...

Seokjin.

— Lo tomaré como un no. — Jeon dio un sorbo lento a su té, mientras con la otra mano garabateaba una frase que parecía no acabar nunca. — Seguro que no necesitas que te recuerde las consecuencias de la privación prolongada del sueño.

— Las conozco, sí. — Pero Jungkook no tenía ni idea: si él le dijera, ahora mismo, cuántos "accidentes" habían ocurrido desde que había empezado a trabajar en el caso Jo, quizá no se atrevería a dormir nunca más.

— Este caso te está comiendo vivo.

— ¿Se suponía que eso era una pregunta, Doc.?

— No. — Suspiró. — Me cuesta creer que el señor Kim Namjoon apruebe la forma en que te estás exigiendo.

Taehyung se encogió de hombros. La "aprobación" de Namjoon siempre había sido secundaria con respecto a los resultados que había conseguido. No podía decir mucho sobre cómo funcionaba como detective por derecho propio, pero como jefe, Namjoon era el epítome de "más vale pedir perdón que solicitar permiso".

— Y estoy seguro de que no es una expectativa razonable que continúes con tu investigación, cuando ha quedado claro que tu vida corre serio peligro por ello. Deberías dejar de investigar, de profundizar en este caso. — Ante esto, Kim no pudo evitar soltar una carcajada.

— Pero es que esto es señal de que estoy haciendo bien mi trabajo. Si no me estuviera acercando, no tendrían tanta prisa por acabar conmigo. Solamente necesito resolver este caso antes de que eso ocurra.

El pelinegro se quedó callado y le miró fijamente durante largo rato. Tenía la cabeza inclinada para que la luz de la lámpara de su escritorio diera en sus lentes exactamente en el peor ángulo, una pose debidamente escogida, porque así, Taehyung no pudo leer su mirada. Él quería leer la mirada de sus ojos para saber o al menos adivinar para de las palabras no dichas por Jungkook.

— ¿Va a decirme que me equivoco, doctor?

— Sinceramente, no sé muy bien cómo responder a lo que acaba de decir. — Jungkook sacudió la cabeza con una sonrisa. — Ya se imaginará que no es algo habitual en mí.

¿Por qué Jungkook repentinamente le estaba hablando con tanta formalidad? Sabía que eso era algo de cierta forma común entre ellos, se tuteaban por momentos y luego jugaban a respetar la ética de sus trabajos y posiciones. Sin embargo, por algún motivo, el tono tranquilo en la voz de su doctor, le hizo pensar que algo era diferente esta vez.

— Avísame cuando quieras cortar por lo sano. — Suspiró, tal vez Jungkook se había dado cuenta de que él no era la mejor persona o compañía que podía tener a su lado

— No me refería a eso. Me comprometí contigo y pienso cumplirlo. — Esta vez fue el detective quien se quedó mirando.

— Compromiso, ¿eh? — Sintió la tentación de preguntar qué tipo de compromiso era ese.

— Lo estás pensando demasiado, — Jungkook interrumpió risueño sus pensamientos. —Pero de verdad me preocupo por ti, Taehyung.

— ¿Sí?

— Es verdad. Temo la posibilidad de que, algún día, ya no pueda ayudarte.

Había algo en esa frase que no le gustaba. La idea de que "un día" Jungkook "ya no pudiera ayudarle"... ¿No era ese el objetivo de la terapia? ¿Que el Dr. Jeon arreglara su cabeza, para siempre? Seguramente ese arreglo no iba a ser permanente. En algún momento, los demonios que estaba encarcelando en profundas jaulas lograrían liberarse y rebelarse contra él. A pesar de todo, Jungkook le había dado una oportunidad, sin querer, por cómo sonaba, pero Kim iba a aprovecharla de todos modos.

— En realidad puedes ayudarme mucho, — espetó en voz baja, — resulta que hay algo en lo que me vendría muy bien tu ayuda.

— ¿En qué sentido?

Él no quería hacer esto. Realmente no quería.

Pero ahora que Jimin había quedado fuera de servicio, bien podía haber quedado completamente aislado de la Policía de Dimple. Salvo en el peor de los casos -y ni siquiera quería pensar en ello, no-, tendría que esperar a que Park se curara antes de seguir adelante con la investigación.

Ya no disponía de tanto tiempo.

— ¿Qué tan... cercano... eres a Choi Jongho?

Las palabras sabían a arrepentimiento, incluso antes de salir de sus labios. Las cejas de Jungkook se fruncieron ligeramente, lo que le hizo desear retractarse de la pregunta. Maldita sea.

— El doctor Choi y yo somos colegas, — respondió, tras lo que pareció un silencio medido. — Me gustaría pensar que él y yo somos capaces de mostrar algo más que un cierto grado de civismo el uno hacia el otro. Pero no diría que somos especialmente amigos, no.

Suficientemente bueno para lo que él necesitaba, Taehyung no necesitaba que ellos dos fuesen los mejores amigos.

— ¿Conoces a su mujer?

— ¿La señorita Son? Bueno, supongo que sería más exacto decir que sé de ella.

También estaba más que dispuesto a conformarse con eso. — Ya veo.

— ¿De qué se trata todo esto, Kim?

En pocas palabras, Taehyung se obligó a confesar lo que necesitaba de él, aunque se encontró luchando contra el impulso de abandonar la petición a cada momento. Intentó dar los detalles con parsimonia: había una subasta a nombre de Son Chaeyoung que se celebraría el día 28 por la noche, dentro de poco más de una semana, en un lugar que él calificó de "hotel de lujo". Tenía muchas ganas de asistir a la subasta, pero se trataba de un acto privado, vedado a todo aquel que no hubiera sido invitado. Por suerte, hacía poco se enteró de que estaba casada con un colega de Jungkook. Le hizo aquel escueto resumen y se detuvo justo antes de hacer la pregunta, dejando que fuese el pelinegro quien la formulara.

— Interesante petición, — murmuró. — No estoy seguro de poder concedértela, ya que tampoco fui invitado a esta subasta. Dime, ¿es para tu caso actual? — Taehyung asintió. — ¿Y entonces, sospechas de Son Chaeyoung?

— Oh, no, en lo absoluto. — No directamente, al menos. Por eso sacudió la cabeza para afianzar su negación. — Sin embargo, tengo la corazonada de que podrían asistir algunas personas de interés.

— ¿Por qué? — Taehyung sonrió débilmente.

— No puedo decírtelo.

— Por supuesto. — El pelinegro puso los ojos en blanco.

— Aunque ojalá pudiera. Pero... si eso es un impedimento para ti, lo entiendo perfectamente.

Estudió la cara de Jungkook en el silencio creado tras decir aquellas palabras, preguntándose si no habría insistido demasiado. En cualquier otro día, no habría pensado en dirigir la conversación de esa manera o en ese rumbo, porque usualmente solo utilizaba esa táctica contra sospechosos o testigos. Le resultaba más fácil desvincularse de personas sobre las cuales pensaba exclusivamente a lo largo de una investigación y que desaparecían de su vida en cuanto se cerraba el caso. Al verse obligado a utilizarla ahí, ahora, con el doctor Jeon... con Jungkook... se sentía diferente, de algún modo. Casi sucio.

Pero justo cuando empezaba a preguntarse si el disgusto que sentía consigo mismo era algo más cercano a la "culpa", la táctica dio resultado. — Veré qué puedo hacer para ayudarte, — dijo Jungkook, — siempre que accedas a una petición mía.

Taehyung casi no pudo creer que aquello funcionara. — Cualquier cosa. ¿Qué necesitas?

Jungkook hojeó hacia atrás varias páginas de su cuaderno y hojeó algo que había escrito de antemano. — Hablemos del estrangulador de Bayes.

— Oh.— Realmente debería haberlo visto venir; era más que un poco desconcertante cómo no lo había hecho. Fue como si, por un momento, se hubiera olvidado de todo lo importante: dónde estaban, qué hora era ese miércoles por la noche y que, en los confines de ese tiempo y espacio, el Dr. Jeon Jungkook era su terapeuta. Nada más.

Dios, necesitaba un café ahora mismo.

— De acuerdo. Por supuesto. — Se aclaró la garganta. — Bueno... ¿Cuánto sabes ya? — Jungkook le esbozó una sonrisa.

— ¿Respondes a una pregunta con otra pregunta, Taehyung?

— Es que... Namjoon ya debe haberte contado algo. Tienes todos los expedientes de mi caso y todo está también en el registro público. — Incluso hubo una rueda de prensa, de la que se había enterado meses después de los hechos, y precisamente por San. — Todo esto puede ser redundante. No quiero aburrirte.

— No, por favor. Abúrreme. — Jungkook se recostó en su silla. — Adelante.

El detective soltó un suspiro.

¿Qué había para decir? Pensó en lo que San le había dicho hacía algún tiempo: todo lo que había que saber sobre aquel caso ya estaba ahí fuera, en alguna parte, flotando como trozos de ceniza en un viento inquieto. Habría sido muy fácil encontrarlo por sí mismo, si Jungkook se hubiera molestado en buscar. Pero, de nuevo, quizá no era tanto el "quién" y el "qué" lo que le interesaba a Jeon, sino algo más, todo lo demás que no podía destilarse en pequeñas notas periodísticas e informes de incidentes.

En retrospectiva, debería haber sido uno de los casos más fáciles. El Estrangulador del Lado Este, como se le conocía entonces, ya había matado a cinco personas cuando la Agencia Kim fue invitada a consultar. Habían aparecido tres cadáveres más antes de que Taehyung redujera su zona de asesinato al área de Bayes.

Uno más después de eso, y Namjoon había establecido un plan de captura.

— En aquel momento me pregunté si me había lanzado una bola blanda con este caso, ya sabes, algo sencillo para simplemente decir que me había dado algo de trabajo. — Habló en un suave murmullo, mirando fijamente la lámpara del escritorio de Jungkook, al otro lado de su despacho. — La zona de caza del asesino, la frecuencia de sus asesinatos, todo encajó más rápido de lo habitual.

— ¿Crees que fue descuidado? — Preguntó. — ¿O que se estaba burlando de ti?

— Al principio, sí. Sin embargo, hacia el final, nos dimos cuenta de que era más una compulsión. Tenía que cazar allí, ¿qué eran, once manzanas cuadradas? Y tenía que tirarlos al río. — El doctor asintió mientras anotaba algo.

— Parece que había aspectos de su método de asesinato que rozaban lo ritual. En la mente del asesino, actuaba así, comportándose de forma predecible, haciendo estos movimientos que cualquier observador razonable consideraría errores por una cuestión de necesidad.

— Cierto. De lo contrario, no habría tenido sentido. En algún momento tuvo que saber que íbamos tras él.

El pelinegro siguió garabateando. Según las estimaciones del contrario, escribió una página entera de notas. Intentó encontrar consuelo en el silencio o al menos en el breve respiro que le habían dado al no tener que responder preguntas ni hablar de aquel caso. Pero era difícil; todavía quedaba algo al final de esto, y saberlo le hacía desear acabar de una vez.

— Hábleme del 30 de noviembre de 1928, la noche en que por fin detuvieron al estrangulador de Bayes. — Ahí estaba.

— Solamente puedo decirte lo que recuerdo.

— Por suerte para los dos, eso es lo único que me interesa en este momento.

Taehyung soltó una carcajada, consiguiendo reprimir un comentario sobre lo conveniente que era aquello, al menos para uno de ellos. Ahora que lo pensaba, ¿era absolutamente necesario? Estúpida pregunta; para eso había preparado Namjoon todo aquel maldito acuerdo. La garganta se le cerró, y aunque el recuerdo, en su mayor parte, permanecía intacto en su cabeza, las palabras no salían. Se disolvían, morían y resucitaban para volver a morir, y pensó que realmente preferiría estar en cualquier sitio menos ahí.

No obstante, si no hablaba, no podía ir a esa subasta, tenía que recordarse eso a sí mismo. Solo Dios sabía cuándo volvería a encontrar una pista como esa, sobre todo teniendo en cuenta que el libro de contabilidad que habían confiscado era tan útil como un puto pisapapeles en ese momento.

Finalmente, respiró hondo y cerró los ojos. En cualquier sitio menos ahí. Imaginó que las paredes del despacho se desplazaban hacia atrás, cambiando de color y orientación. Las sillas se movían a su alrededor, debajo de él, y las luces se atenuaban, hasta que...

Hasta que ya no estaba en la Clínica Psicoanalítica del Este, sino descansando en el dormitorio principal de una lujosa casa adosada de ladrillo blanco. Porque incluso después de todo este tiempo, no podía atreverse a hablar de esto con el Dr. Jeon... Pero tal vez, solo tal vez, podría hablar con Jungkook.

— Sabíamos que iba a cazar esa noche; después de todo, lo había estado haciendo como un reloj. — Kim se abrazó a sí mismo, luchando contra un escalofrío que le había venido de Dios sabía dónde. — Namjoon ideó todo el plan. Debería haber sido infalible. Bloqueamos la avenida desde la calle 23 hasta la 34. Policías y coches patrulla prácticamente en todas las intersecciones urbanizadas... No sé qué hilos tuvo que mover Namjoon para que la policía de Lues accediera a prestarnos tanto personal aquella noche, pero por Dios que lo consiguió.

Jungkook ya no tomaba notas, se dio cuenta. Taehyung no podía ver la expresión de su cara, pero ya no oía el rascar de aquel bolígrafo contra el cuaderno. Lo único que oía en ese momento era el suave crepitar de la chimenea.

— ¿Dónde estabas exactamente?

— Cerca del cordón en la avenida, alrededor de la calle 29, junto con todos los demás de la Agencia. — Miyeon, Yeosang, Namjoon... diablos, incluso Yoongi había estado allí. La casa llena. — Ya sabíamos quién era este tipo, solo teníamos que hacer el arresto. Namjoon nos dijo que nos quedáramos atrás y dejáramos que la policía hiciera su trabajo, porque ellos están entrenados para ello, y nosotros no. — De hecho, Taehyung imitó el acento de Namjoon para decir esa última parte, porque podía, y porque permitirse esa pequeña mezquindad podría haberle hecho sentirse un poco mejor con todo esto. — Se olvidó de que yo también fui policía o pensó que estaba oxidado.

— O no quería que te pusieras en peligro innecesariamente.

Taehyung se encogió de hombros.

Jeon tomó su falta de respuesta como una señal para continuar. — Namjoon mencionó que te escapaste del cordón policial justo antes de las siete. ¿Lo recuerdas?

— Sí.

— ¿Qué pasó allí? — Kim tragó saliva.

— Me di cuenta de que... Podríamos haber cometido un error.

— ¿Por qué?

— Porque todo el plan giraba en torno a la suposición de que aún no había matado esa noche. — Recordó que estaba allí de pie, consumiendo todo su paquete de cigarrillos, preguntándose por qué no podía deshacerse de esa terrible sensación en sus entrañas por mucho que lo intentara. — Había franjas horarias que él prefería para sus cacerías y, por lo que sabíamos, siempre mataba al aire libre. — El mosaico permanentemente inacabado y a medio construir que era Bayes, se lo había puesto ciertamente fácil, con todos sus callejones de tierra ocultos, confusos callejones sin salida y barreras de construcción aleatorias. — Estábamos dispuestos a esperar toda la noche. Estábamos tan seguros de que teníamos tiempo de sobra.

— ¿Cuál era el fallo del plan?

— ¿Si las suposiciones que habíamos hecho eran ciertas? Nada. — Negó con la cabeza. — Nada. Se suponía que era infalible.

— Hasta que no lo fue.

— Exactamente. Nuestras suposiciones eran erróneas.

— ¿Cómo se dieron cuenta?

— La niebla. — Tan pronto como esas palabras salieron de él, casi podía imaginarla, blanca, espesa y sofocante, implacable, envolviendo toda la habitación. — Todo ese tiempo, pensamos que estaba sincronizando sus asesinatos con la luz del día o la falta de ella, para ser más precisos. Tenía sentido, ¿no? Se había limitado a un espacio diminuto y a un horario rígido... ¿Por qué no iba a hacer lo mismo con esto?

— La lógica no es infundada.

— Bueno, esa noche había una niebla infernal. Hubo niebla desde la mañana. Recuerdo que me preparaba en la tarde, pensando que algo no iba bien.

— Pero no actuaste en consecuencia hasta más tarde.

— No me di cuenta hasta más tarde. — Mirando hacia atrás, era tan fácil arrepentirse, pensar que había sido tan estúpido. — La hora del día no era una de sus limitaciones, simplemente las había programado así para que la oscuridad se lo hiciera más fácil. — Era tan fácil odiarse por ello, porque si no hubiera sido tan estúpido... — Nos equivocamos al llegar a esa conclusión tan pronto.

Por si servía de algo, Jungkook no se autoflageló más, ni se lanzó a un relato condescendiente de cómo la retrospectiva siempre era miope y poco productiva. Se limitó a escuchar, cuando Taehyung se detuvo y dejó que volviera el silencio, él mismo lo disipó preguntando.

— ¿Qué pasó entonces?

— Me fui hasta los muelles. — En su mente, podía ver los muelles. Las calles, la gente y el resto de la maldita ciudad en su periferia desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, pero aun así supo que iba demasiado despacio. Sentía el corazón en la garganta y el frío punzante del aire de finales de otoño en la cara. — Si había una parte de su modus que sabíamos con certeza que era un ritual, era la de arrojar los cuerpos al agua.

— ¿No había presencia policial en los muelles?

— No, porque nunca cazaba allí. — Sacudió la cabeza, sabiendo que al salir de esa maldita consulta habría muchas cosas que lamentar de aquella operación; no había tenido tiempo de volver a pensar para entretenerse con todas y cada una de ellas, tal cual pasó aquella noche cuando fue hacia el muelle. — Como dije, pensamos que teníamos tiempo.

— Ya veo. ¿Y qué pasó cuando llegaste a los muelles?

— Bueno... La niebla era aún más espesa cerca del agua. Una vez allí, se convirtió en una cuestión de quién encontraba primero al otro. — Jungkook se inclinó hacia delante.

— ¿Y entonces?

— Y entonces... Tragó saliva. — Él me encontró primero.

— Debió de ser aterrador, — susurró Jungkook.

— Lo fue, durante el primer minuto más o menos. — Jugueteaba con la manta, incapaz de decidir qué otra cosa hacer con las manos. — Después de eso, solamente fue...

— ¿Fue qué?

— Sereno. — No estaba seguro de si decir eso debía quitarle un peso de encima. No estaba seguro de si se sentía como algo en absoluto. — Como si lo hubiera aceptado. S hizo más fácil.

— O tu cerebro llevaba tanto tiempo sin recibir oxígeno que empezaba a apagarse. — Kim se encogió de hombros.

— O eso.

— El hecho de que puedas ser tan frívolo sobre esto es preocupante.

— Bueno, ¿qué quieres que haga? ¿Que me obsesione? La semana pasada, cuando hablábamos de mi madre, hablabas de dejarlo ir.

— No tiene sentido comparar las dos cosas. Ella te dejó. Te precipitaste imprudentemente en una situación peligrosa, casi consigues que te maten.

— Se habría escapado, — forzó su respuesta entre dientes apretados, — si yo no lo hubiera hecho. Habría vuelto a matar.

— Tal vez. Por otro lado, no habrías tenido que sufrir tanto.

Taehyung no tenía respuesta para eso. Tampoco supo qué decir cuando el pelinegro se agachó, sacó un sobre de su cajón inferior y depositó su contenido encima de su escritorio. Aunque estaba demasiado lejos para poder leer nada del texto, reconoció algo más, el membrete del hospital, prominente e inconfundible, adornando la parte superior de cada página.

— Has tenido mucha suerte de que el señor Kim te encontrara cuando lo hizo. — Hojeó las primeras páginas del historial médico del detective. Taehyung hasta ese momento no se había dado cuenta de que eran tantas páginas almacenando información sobre su persona. —Apenas sobreviviste con la tráquea intacta. Si hubiera llegado un minuto más tarde, incluso menos, quizá no estaríamos teniendo esta conversación ahora.

— Qué pena sería, — ironizó en voz baja.

— La prolongada falta de aire ya era suficiente para causar un daño considerable. Los dolores de cabeza, los cambios de humor, las lagunas en tu memoria a corto plazo, los lapsus en el juicio... Imagino que todo esto ha hecho que sea extremadamente difícil funcionar y hacer tu trabajo.

Oír todos esos síntomas enumerados uno tras otro, como una maldita lista de la compra, hizo que a Taehyung se le revolviera el estómago. — No es tan grave como lo pintan. Estoy lidiando con ello.

— No tendrías que hacerlo, si simplemente le hubieras dicho a alguien adónde ibas esa noche.

— ¿Eso fue lo que te metió Namjoon en la cabeza? — Dejó escapar una carcajada incrédula. — Dime la verdad, porque esas son sus palabras, ¿no?

— Son mías, — espetó con calma, — y no son menos ciertas por eso.

— Qué conveniente.

— ¿Por qué no le dijiste a nadie adónde ibas esa noche?

— No lo sé, me entró el pánico, ¿de acuerdo? — Maldita sea, ¿por qué este tema no podía simplemente morir? —No estaba pensando...

— Inténtalo de nuevo.

Taehyung sabía que más tarde, recordaría la sesión y se preguntaría si lo habría hecho mejor de no haber estado tan agotado. Supuso que siempre cabía la posibilidad de que Jungkook hubiera sido capaz de ver a través de él de todos modos, a pesar de sus mejores esfuerzos. Ese era el peligro de haber pasado tanto tiempo juntos; mientras él empezaba a ser capaz de detectar y eludir las preguntas capciosas y los pequeños tópicos "sugerentes" de Jungkook, a su vez, el pelinegro mejoraba en su capacidad para descifrarle.

Entonces, ¿tenía realmente sentido intentar jugar a este juego? Jungkook probablemente ya tenía una respuesta en mente.

— No quería involucrar a nadie más, — dijo finalmente, — por si las cosas se ponían feas.

— Pones el bienestar y la seguridad de los demás por encima de los tuyos, — le comentó el contrario. — Conscientemente. Constantemente. Incluso cuando la alternativa, muy probablemente, habría sido segura y quizá hasta beneficiosa para todos los implicados.

— Sí, bueno, ahora ya no importa, ¿verdad? Sobreviví.

— ¿A qué precio? — La mirada de Jungkook sobre él, aunque no enfadada o particularmente disgustada, aún le dejaba la sensación de que podría estar sangrando por ello. — ¿Serás tan afortunado la próxima vez?

— La próxima vez...

Recordó, de repente, el sonido de unos pasos, débiles al principio, pero cada vez más agudos y fuertes a medida que su visión empezaba a oscurecerse lentamente. Recordó una serie de disparos, y luego...

¡Tae, no te mueras...!

Ya. En realidad no había sido capaz de reconocer la voz de la persona en ese momento; la única razón por la que fue capaz de ubicarla después del hecho, mientras yacía aburrido y miserable, solo en una oscura habitación de hospital, fue porque nadie más en esta ciudad lo llamaba Tae.

De todos modos, Taehyung comprendía el pánico de Namjoon. Después de todo, que mataran a uno de sus investigadores sobre el terreno habría sido una mancha negra en la buena reputación de la Agencia de Detectives Kim.

Por el amor de Dios, ¡por favor, no te mueras!

Jungkook cerró el cuaderno con un chasquido, sacando a Taehyung de su ensueño.

— No voy a pedirte que escribas nada y puede que no tengamos que hablar de ello la semana que viene. En cualquier caso, quiero que te tomes unos minutos y pienses en ello. Piensa en las acciones que realizaste, trata de deconstruir el patrón en las elecciones que sueles hacer. Y luego, piensa en lo que eso podría implicar para el siguiente caso, y el siguiente. Y así sucesivamente.

— Espera, ¿hemos... terminado? — ¿Había vuelto a perder el tiempo? Miró rápidamente el reloj y respiró aliviado. No lo había hecho; era realmente temprano, solo la mitad de la hora.

— Por esta noche, sí. — Jeon se rio al ver sus expresiones. — Pensé que te gustaría tener la mitad de la hora para ti solo. — El mayor parpadeó. No podía estar seguro de que no se tratara de algún tipo de prueba.

— Um...

— Piensa un poco en todo lo que hemos hablado esta noche, ¿vale? — Le ofreció una sonrisa suave y cálida. Solo con verla, Taehyung pudo tranquilizarse de inmediato. Debía de ser una especie de regalo, poder deshacer la mayor parte del malestar que le había causado en la última media hora, con una sola mirada. — Intenta descansar un poco. Lo necesitas.

Pero no había descanso posible más allá de las paredes de la consulta del buen doctor, ni en la ráfaga de aire invernal que le aulló en cuanto salió del edificio. Caminar por las calles de la ciudad, a menudo un ejercicio tranquilizador que le ayudaría a despejar la mente, no le tranquilizó en absoluto esta noche.

Se encontraba demasiado inquieto, todavía atormentado por aquella conversación en el despacho del pelinegro como para dirigirse directamente a casa. Quizás ese había sido el motivo para dejarle salir antes o quizás había sido una afortunada coincidencia. En cualquier caso, decidió aprovechar el tiempo que había ganado para hacer una visita a la oficina.
Para su sorpresa, una vez allí descubrió que no era el único que había tenido la misma idea.

— ¿Puedo suponer que el hecho de que estés aquí tan tarde significa que estás cerca de algún tipo de avance en nuestro caso? — El resoplido de Yoongi fue su respuesta.

— Ya me gustaría. ¿Qué hay de ti? — Taehyung sintió los ojos del más bajo clavados en él todo el tiempo mientras se quitaba el abrigo y lo tendía sobre el respaldo de una silla. — ¿Sabes algo de Park?

— Todavía no hay novedades, — comentó con un fuerte suspiro. — Los médicos dicen que está estable. Pero aún no se ha despertado.

— ¿Cuándo te dijeron eso? ¿Anoche?

— Hace dos noches. — ¿De verdad habían pasado ya dos noches?

Cierto, debían de haber pasado justo ese tiempo. Le parecía recordar que habían pasado dos días enteros, más o menos, desde aquella noche en que había llevado a Yeontan y una manta a la habitación de Jimin en el hospital, con la intención de acampar hasta la mañana siguiente. Había decidido no dormir nada aquella noche, pero lo siguiente que recordaba era haberse despertado de un tirón al oír un crujido en la puerta, ponerse en pie de un salto y casi apuntar con su pistola a la hermana de Jimin, que acababa de llegar del tren de medianoche.

—Mañana haré otra visita.

— Deja de preocuparte. Estoy seguro de que se recuperará.

Min interrumpió la admonición con un movimiento de cabeza, como si pudiera dar por terminada la discusión a su antojo, y cualquier cosa que Taehyung dijera después no sería más que el comienzo de una nueva. Hablaba mucho, pero Kim se dio cuenta de que intentaba ocultar su propia preocupación. Yoongi golpeteaba frenético y sin ritmo con los pies, algo no era nada sutil y casi distraía. No le hizo mucha gracia que Taehyung se lo señalara, porque era algo que no podía evitarlo.

— Cállate, viejo. Además, una vez te encontramos casi muerto, ¿y mira lo que pasó? Al final te salvaste, ¿verdad? Haciéndonos... Haciendo que Namjoon se preocupara por nada.

Bueno. Él tenía un punto allí, no importa lo endeble que era. Taehyung estaba demasiado cansado para señalar por qué un incidente no era de ninguna manera un precedente para el otro.

— Correcto.

— ¿Y ahora qué?

— No lo sé. — Honestamente, no lo sabía. — ¿Quieres hablar del caso?

En todo caso, hacer precisamente eso resultó ser una distracción eficaz, aunque no necesariamente productiva. El libro de contabilidad de cual únicamente se había obtenido a nombre de Park, seguía en posesión de la policía de Lues por el momento. Desgraciadamente, Kim se había enterado, gracias a una discusión con otro sargento que había sido tan divertida como arrancar una muela, de que no solamente el trabajo de traducción era lento, sino que la sangre de Jimin había destruido muchas de las páginas.

Sin embargo, había un pequeño resquicio de esperanza, los traductores habían marcado un par de caracteres que aparecían docenas de veces en las primeras páginas limpias que habían guardado. Lo más probable es que se tratara del nombre del propietario del Paraguas de Seda que estaban buscando.

— ¿Qué más sabemos de este...? — Taehyung miró la parte superior del informe que le había dado Yoongi. — Jeong Yunho.

— ¿Además de su nombre? No mucho.

— ¿Un alias?

— No lo creo. Hay registros de al menos un Jeong Yunho que se remontan quince años atrás. Algún miembro de la alta burguesía china, vieja guardia, adinerado de cuna, ese tipo de cosas. — Yoongi se encogió de hombros. — Si tuviera que adivinar, diría que debió de venir aquí por negocios. Pero no sabemos mucho más de él.

— Qué lástima. — Taehyung sabía que no debía esperar tanto, al menos no tan pronto. Incluso haber obtenido el nombre ya era una victoria. — Tan pronto como sepamos lo suficiente para encontrarlo, deberíamos traerlo para interrogarlo. No debería ser muy difícil, si al menos los papeles de la propiedad están en regla.

— Entendido. — Min asintió.

— ¿Tienes algo más para mí?

— Únicamente esto. — Rebuscó en la desgastada caja de cartón que había en el centro de la habitación, con la útil inscripción "Para ser gestionado". Fiel a su nombre, contenía un revoltijo de sobres cerrados, formularios por rellenar y papeles sueltos sin clasificar de casi todo tipo. Cerca de la parte superior de la pila, sacó una sola hoja de papel ligeramente amarillento. — Unas cuantas personas vieron a tu pistolero en la calle, algunas de ellas se quedaron para dar una descripción. El dibujante hizo lo que pudo, pero no es mucho, así que no te hagas ilusiones.

Taehyung se quedó mirando el papel que tenía en las manos. El boceto que le devolvía la mirada parecía el de un hombre corpulento, de nariz bulbosa, ojos pequeños y brillantes, con una gran quemadura en el izquierdo. Por desgracia para ellos, todos los testigos coincidían en haber visto un pañuelo que le cubría la mitad inferior de la cara, así que ni siquiera tenían una imagen completa de a quién buscaban.

— No tengo ni idea de quién es, — dijo finalmente.

— ¿Sí? No me lo imaginaba. — Respondió Yoongi con sarcasmo. — Te iba a dar un premio si adivinabas quién era el imbécil con solo verle los ojos. Deberíamos estar pegando copias de esto por toda la ciudad, ¿qué opinas?

— Que lo decida Namjoon. — Kim negó con la cabeza, no quería tener al mayor detrás de él por estar tomando decisiones sin consultárselo. Lo iba. Seguir haciendo, pero al menos debía minimizar las veces que lo haría, lo dejaría para ocasiones más importantes. — En cualquier caso, es mejor que nada.

— ¿Lo es, de verdad? — Yoongi resopló. — Parece que hemos vuelto al principio.

Así era, la mayoría de los días. ¿Quién sabía cuándo volverían a tener una oportunidad como la del libro de contabilidad? Hasta entonces, seguirían presionando.

— No podemos hacer mucho más.

Ese respiro que esperaba, que no era realista esperar hasta al menos otro mes de callejones sin salida y frustración, acabó llegando al día siguiente. Un paquete llegó con el resto del correo de la Agencia exactamente a mediodía, dirigido específicamente a "Kim Taehyung". Dos entradas para la subasta personal de Son Chaeyoung el 28 de febrero, así como un par de gemelos dorados, con la inscripción de unos caracteres coreanos.

También había una nota, doblada y escondida en la parte inferior:

Querido Taehyung,

Te ruego que me disculpes si he sido demasiado presuntuoso al enviarte los artículos extra que adjuntaba a los billetes que habías solicitado. La familia Son siempre se ha movido en círculos cuya obsesión por la pompa y la grandeza (incluyendo: delirios de la misma) merecería toda una tesis doctoral. Siéntete libre de usarlos como tuyos, puedes devolvérmelos después de la subasta, cuando lo consideres oportuno.

Atentamente,
Jeon Jungkook

— ¿Qué? — Yoongi, que había estado de pie detrás de él y revoloteando sobre su hombro, rompió el silencio por él. — Joder.

Taehyung apenas lo oyó. Cogió los billetes y salió corriendo por la puerta, componiendo ya el discurso que utilizaría para intentar convencer a Namjoon de que, en realidad, no era una idea terrible.

El fin de mes le llegó demasiado rápido y de la nada. Fue como si cerrara los ojos -algo que había estado deseando hacer cada hora y cada minuto de la última semana- durante un instante. Y cuando volvió a abrirlos, estaba ahí, de pie, en medio de un salón de baile empapado de galas barrocas, con un esmoquin alquilado que venía con la promesa de mil infiernos de Song Mingi si se manchaba en lo más mínimo.

No era lo único "prestado" que llevaba. Cada pocos minutos, más o menos, se veía obligado a juguetear con los gemelos que Jungkook le había enviado, en parte para asegurarse de que seguían ahí. Por otro lado, el recuerdo le reconfortaba un poco. Empezaba a darse cuenta de que pensar en Jungkook, en general, le reconfortaba.

Namjoon se había mostrado sorprendentemente abierto a la idea y Taehyung no tardó mucho en obtener su aprobación para la operación. Tenía sentido, estaban atascados en casi todas las demás vías. El hecho de que la subasta tuviera lugar en el gran salón de baile del mismo edificio donde Jo Jaeyoon había sido asesinado, era una constante en su mente. Esto, sin lugar a dudas, fue un factor en la decisión final de Namjoon. Era imposible olvidarlo, ni siquiera por un segundo. Tal vez, otra de las razones pro las cuales había accedido tan pronto fue porque se lo preguntó cuando se lo encontró visitando a Park Jimin y no en la oficina, como había intentado en un comienzo.

— ¿Y bien, detective? — Preguntó su "acompañante" de la noche. — ¿Alguno de estos tipos de la alta sociedad le parece un asesino?

— Difícil decirlo. — Taehyung vio inmediatamente a sus anfitriones de la noche, que pasaban de un invitado a otro, entre cumplidos, charlas triviales y risas enlatadas, a veces forzadas. Chaeyoung era una visión en rojo y dorado, con un vestido ceñido al cuerpo, con las mangas cortadas justo por debajo del hombro, cuello alto y bordados que parecían dragones danzantes. El Dr. Choi, siempre a su lado, iba muy elegante, pero también llevaba un accesorio mucho más interesante, el brazo izquierdo en cabestrillo.

Tenía que haber una historia detrás de eso.

Desde el escenario, oyó una voz familiar que pedía pujas por un artículo. Chittaphon Leechaiyapornkul era el subastador de la noche. De algún modo, no le pareció sorprendente.

¿A quién más reconocía? Había mucha gente, tanto invitados como personal de servicio, de un lado a otro. La multitud, las luces y el barullo de las interminables conversaciones se sumaban y combinaban para formar un ambiente que, aunque elegante, resultaba un poco mareante.

— ¿Qué hay del hombre que le disparó a Park Jimin?

— No por lo que veo. — Aunque Kim dudaba mucho que aquel hombre se atreviera a asomar la cara por ahí. No hacía mucho que le habían disparado a Jimin, era evidente que el furor, a raíz de ese incidente y el fuego provocado, no se iba a apagar tan prontamente. — ¿Un caballero rico, señorial y posiblemente mayor que nosotros, que podría llamarse Jeong Yunho? — Cho Miyeon se rio.

— ¡Elige! Debe haber docenas de esos.

Una camarera se acercó a la mesa y les preguntó si querían tomar algo. No pestañeó cuando Miyeon, bromeando, pidió champán. Qué bien. Era bueno saber que la Ley Seca no parecía aplicarse dentro de esas paredes, al menos por esa noche.

— ¿Y para usted, señor?

Taehyung se fijó en sus ojos rasgados, su piel lechosa, su pelo negro y liso, recogido en una coleta alta que le llegaba hasta la parte baja de la espalda. No recordaba si la había visto antes en el Paraguas de Seda, porque, por alguna razón, todas las mujeres que servían comida y bebida vestían el uniforme de camareras del hotel. Aunque la paleta de colores seguía siendo más o menos la misma, era un poco diferente pasar de los kimonos de seda a los delantales blancos con volantes y las mangas más ajustadas.

— ¿Café solo, por favor?

— Increíble. — Miyeon chasqueó la lengua, sacudiendo la cabeza después de que la camarera se inclinara y se marchara. — ¿Vas a desperdiciar una noche con bebida gratis y sin pagar con un café?

— Estamos trabajando, — le recordó Taehyung.

Decidió no compartir el hecho de que había dormido unas doce horas en los últimos cuatro días, sus venas tenían más café que sangre corriendo por ellas en ese momento, eso podría haber sido lo único que le impedía desmayarse ahora mismo.

Por supuesto, había "olvidado" compartir este hecho con Namjoon también. De lo contrario, sabía que habría cancelado la misión antes de que empezara, por muy jugoso que estuviera el campo para obtener información.

— Como quieras. — Miyeon suspiró y se apoyó en la superficie de la mesa. La habían pulido hasta dejarla impecable, tan lisa que era prácticamente reflectante. — ¿De verdad crees que todo el mundo en este salón de baile en este momento es parte de la Tríada?

— No todos. Algunos solo son invitados para tapar la letra. — Miró hacia el escenario cuando Ten golpeó el mazo y anunció alegremente que un sillón de época había sido vendido. — Lo mismo vale para las camareras y el resto del personal que parezcan del Paraguas de seda.

— Son muchas personas para nosotros dos solos. — Ella tarareó con la copa en sus labios, mirando disimuladamente a su alrededor. — ¿Y qué hay de tu precioso doctor? — Kim se puso tenso ante su mención.

— ¿Qué pasa con él? — Preguntó con cuidado.

— Fue él quien te dio las invitaciones, ¿no? Yoongi me habló de él. Bonitos gemelos, por cierto. — Se rio. — ¿Crees que sea de la Tríada?

Para ser una pregunta tan sencilla y clara, le llevó mucho tiempo procesarla.

¿Realmente no había pensado en ello en el pasado?

Seguro que sí; tenía una conexión con el Dr. Choi Jongho, aunque tenue, en el mejor de los casos, con Son Chaeyoung también. Taehyung habría sido un tonto ciego si no se hubiera preguntado al menos de dónde podía proceder todo aquello. No tenía ni idea de a qué categoría fiscal pertenecía un profesional de una "clínica psicoanalítica", ni de cuánto pagaba Namjoon entre bastidores por una hora de conversación cada miércoles por la noche. ¿Podría Jungkook haber heredado el dinero de algún modo? Tenía buenas conexiones, un buen status social y dinero, era obvio. Jungkook era huérfano, al fin y al cabo, aunque la descripción que él mismo hacía de los trabajos de sus padres no parecía muy glamurosa, quizá las cosas hubieran cambiado más tarde. Tal vez sus fortunas habían cambiado, en algún momento antes de sus muertes. Tal vez Jungkook había sido acogido por una familia más rica, tras su paso por aquel horrible orfanato.

Tal vez estaba pensando demasiado en esto. Y tal vez deberían haber tenido esa conversación antes, en retrospectiva, tenían que haber hablado de muchas cosas, pero había tan pocas maneras de hacer ciertas preguntas como esas con delicadeza.

Al fin y al cabo, ¿importaba todo eso?

Lo único que sabía con certeza era que Jungkook trabajaba con un hombre que probablemente había sido invitado a unirse a la Tríada a través de su futura novia. Eso, y que Jungkook estaba prácticamente nadando en dinero. Ninguna de las dos cosas parecía especialmente condenatoria. Sobre todo si tenía en cuenta, que si Jungkook formaba parte de la Tríada, toda esta reciente historia que habían comenzado a tener y compartir, implicarían muchas cosas para él.

— Creo... No sé. Puede que ni siquiera aparezca. — Taehyung negó con la cabeza. — Además, estoy bastante seguro de que no está metido en ese tipo de asuntos.

— ¿Cómo es eso? ¿Cómo puedes estar tan seguro? No cualquiera puede tener el contacto de las personas que se encuentran ene este lugar y él tiene trato directo con el novio de la protagonista de esta noche.

— Bueno, si lo estuviera y si la Tríada realmente tuviera algo que ver en el asesinato de alguna manera, digamos que ya ha tenido muchas oportunidades de sacarme del juego.

Mientras Miyeon reflexionaba, llegó la camarera con las bebidas. Miyeon agitó la copa de champán y brindó con ella, pero no bebió ni un sorbo. — Cubriremos más terreno si nos separamos.

— Estoy de acuerdo.

— ¿Nos vemos en Herald?

— A medianoche, — confirmó Taehyung. Tal como habían acordado. Solamente se trataba de una operación de recopilación de información; Namjoon se había asegurado de inculcárselo a ambos en la cabeza, en voz alta y repetidamente. No tenía intención de desviarse del plan que habían elaborado juntos. Como le habían recordado brutalmente hacía poco, siempre que lo hacía ocurrían desastres. — No importa lo que pase aquí.

Miyeon asintió, chocó su vaso contra el borde de su taza de café y desapareció entre la multitud con una sonrisa.

Ahora que estaba solo, Taehyung cogió la taza y se puso a pasear, observando a los ricos y famosos de Lues que se habían reunido en aquel lugar. Una multitud considerable se había congregado cerca del escenario, donde Ten hablaba con entusiasmo de una chaise longue forrada de terciopelo, el lote que se iba a subastar. Pero un buen número de personas se había dividido en grupos más pequeños, normalmente de tres o cuatro, que permanecían alrededor de las columnas decorativas o cerca de las mesas dispuestas por toda la sala. Hasta el momento, las únicas caras conocidas que había visto eran las de los camareros que recorrían las sinuosas rutas entre las columnas, las mesas y los grupos de invitados con bandejas de bebidas y comida en las manos.

Taehyung estuvo a punto de chocar con uno de aquellos camareros, cuya bandeja estaba repleta de pequeñas cestas de bambú humeantes, apiladas unas sobre otras. Se disculpó profusamente, pero el camarero se limitó a inclinarse y a ofrecerle algo de la comida que llevaba.

— Dale unos panecillos, — espetó una voz demasiado familiar desde la mesa de al lado. — Ah, algunas de esas albóndigas de sopa también, nada puede salir mal con esa combinación, incluso si no tiene mucha hambre, le servirá.

La vista de Taehyung buscó rápidamente esa voz que le había seguido hasta algunos de sus sueños, la siguió hasta que divisó al dueño. Allí, como si fuese el protagonista principal de la película más taquillera, exudando elegancia y seguridad, se encontraba un pelinegro pulcramente arreglado. Taehyung no iba a mentir, entre todas las personas que había visto esa noche, de los hombres, Jungkook era quien más resaltaba, a sus ojos, quien más atractivo lucía.

— ¿J-Jungkook?

— Taehyung... — El pelinegro le regaló una ladeada sonrisa, logrando que todo su interior revolucionara solo con su presencia.

Maldición, ¿qué le había hecho Jeon Jungkook?

Hola por aquí. Pasando a dejarles un capítulo con muchas pistas, aunque quizás todavía no logren verlas bien. Aquí ya pueden ir uniendo muchas piezas con los primeros capítulos. Espero que les haya gustado, nos vemos en el próximo.

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