Capítulo 19

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13 de febrero de 1929

Si no recuerdo mal, se supone que hay una forma de pensar muy humana, como la de un animal de presa que mete la cabeza en la arena. No quiero llamarlo "filosofía", porque me parece que sería darle demasiado crédito. No ayuda que esta forma de pensar se atribuya normalmente a los muy jóvenes, los muy ingenuos o los muy ilusos:

"Si no lo miro, no está ahí."

"Si no pienso en ello, no importa y, por tanto, no es un problema."

"Si no lo recuerdo, no pasó."

Supongo que sabía desde el principio que iba a ser una idea terrible hablar de ELLA, sabiendo que significaría pensar en ella, cuando he estado intentando tanto no hacerlo. ¿Qué sentido tendría? Han pasado tantos años y no es como si pensar en ella y desear tener un poco más de tiempo fuera a traerla de vuelta. Lo sé, lo sé demasiado bien y estar consciente de ellos es quizás lo peor.

Pero entonces todo lo que hizo falta fue una noche, una conversación y fue como si me hubieran llevado de vuelta a ese mismo día, sintiendo que nada ha cambiado. Nada se ha curado.

Todavía la echo de menos. Echo de menos a todos los que me fueron arrebatados.

Supongo que eso nunca cambiará. Estoy destinado a perder a todos aquellos que lleguen a importarme, más si los llego a querer o amar.

Un amor que liquide un amor infame, uno lunar o uno sumido en un complot. Un amor que vaya más allá de las cámaras o las pantallas. Un amor que haya sido subastado, controlado o despedazado entre el hambre de dos lobos. Un amor color índigo y que siga una historia desconocida o familiar. Un amor que mime, cuide y proteja como un mayordomo a una casa, un pirata a su tesoro o su barco en altamar, un amor que robe más que suspiros o esté enredado y confundido.

No importa el tipo de amor que experimente, sé que está destinado al fracaso.

+++

Tal vez fuera inevitable que Taehyung acabara subiendo de nuevo las escaleras de caracol que conducían a ese reino de otro mundo de ladrillos, secretos y porcelana que era el Paraguas de Seda, apenas dos semanas después de su primera visita. A pesar de todo el terreno nuevo que había recorrido su equipo, de la pista decentemente sólida que había obtenido del hijo del señor Jo, aún quedaban demasiados agujeros por rellenar. El muro del crimen de su despacho tenía demasiados espacios vacíos, demasiadas conexiones por hacer.

¿Encontraría sus respuestas en ese lugar? La respuesta a eso estaba en el aire, dependería de demasiados factores que él no podía controlar. Mas no tenía ni idea de adónde ir, ese era el inicio de su camino.

— ¡Bienvenido de nuevo, detective! — Chittaphon Leechaiyapornkul o Ten, como mejor era conocido, nunca se enfrentaba a un cliente sin una sonrisa, por esto le saludó con una sonrisa de oreja a oreja. — Me alegro de que vuelva a visitarnos, ¿es por negocios o por placer?

— ¿Por qué? — Taehyung decidió consentirle en este jueguecito al menos durante un rato. La amabilidad era una carta que pagaba dividendos a la mayoría de los sujetos con los que hablaba en su día a día, pero este hombre estaba lejos de ser su sujeto típico. — ¿Cambiarían sus precios en función de mi respuesta?

— Nada de eso, señor. — Ten rio. — Simplemente, buscamos asegurarnos de darle la mejor experiencia posible.

— Claro, por supuesto.

Taehyung le echó un vistazo a la tienda. Para ser una lluviosa y tormentosa tarde de martes, estaba mucho más concurrida de lo que él hubiera esperado, con dos o tres clientes examinando los productos de la tienda y algunos más sentados en las mesas cercanas al estante. Un grupo de señoras mayores había juntado dos de esas mesas para poder jugar a algún juego de mesa. Un hombre sentado solo en la esquina más alejada esperaba mientras una mujer vestida con kimono le rellenaba el té. Sus cejas se fruncieron cuando el peligrís miró hacia él.

— ¿Y bien? — insistió Ten. — ¿De qué se trata?

— Negocios, — respondió el detective, pensando que no tenía sentido mentir. — Si no te importa.

— En absoluto. — No habría imaginado que fuera posible, pero, de algún modo, la sonrisa del tailandés se ensanchó aún más. — Ya me lo imaginaba, por la hora. De todos modos, ¿qué puedo ofrecerte? ¿Lo mismo que la última vez? — Taehyung asintió. — ¡Excelente! — Aplaudió. Unas rápidas y largas zancadas le llevaron de vuelta a su lugar tras el mostrador. — ¿Alguna chica en particular que tengas en mente?

— Cualquiera que haya tenido como cliente al difunto Jo Jaeyoon sería estupenda.

Sabía que eso era más directo de lo que debería, pero todos en la ciudad sabían que él era el detective detrás de ese caso, no tenía sentido pretender a esas alturas.

Pasó un rato. Detrás de él, oyó el tintineo de la porcelana.

Chittaphon era un profesional consumado en lo que hacía, pero nadie era perfecto. Se le escapaban detalles mínimos que no pasaron desapercibidos para el detective. Un arqueo de cejas y un tic en la comisura de los labios que forzaba la elasticidad de su sonrisa. Si el peligrís hubiera parpadeado, se lo habría perdido por completo.

— Ya hemos tenido esta conversación, señor. Como le he dicho antes, no llevo la cuenta de ninguno de los detalles de esas sesiones.

— Y tampoco sabes si las chicas lo hacen, sí, soy consciente. Pero estoy seguro de que cualquiera de ellas recordaría si le han servido, si no es por haber sido una celebridad, al menos lo recordarán por la espantosa forma en que murió.

— ¿Qué te hace estar tan seguro de que ese hombre pisó alguna vez nuestro humilde establecimiento?

— Vamos. — Taehyung le dirigió una mirada significativa. — ¿De verdad vamos a hacer esto?

— ¿Hacer qué? — Intentó disimular fatídicamente. — ¿Tener una conversación?

Taehyung suspiró y se tragó más de un par de réplicas cortantes, pero inútiles en última instancia. La fracción de segundo de satisfacción, aunque tan tentadora de imaginar, simplemente no valdría la pena al final. Estaba claro que eso no funcionaba.

— De acuerdo. Digamos que reservo una sesión de una hora con cada una de las chicas que trabajan aquí y les pregunto yo mismo. ¿Estaría bien?

— Es su dinero, señor. — Ten se encogió de hombros e hizo ademán de colocar algunos bolígrafos y otras baratijas detrás del mostrador. — Depende de usted cómo quiera desprenderse de él.

— Bueno, no soy un hombre con vicios especialmente caros. — Era mentira, por supuesto.

Pero lo peor de su farol era que en realidad no llevaba suficiente dinero encima para llevarlo a cabo; probablemente podría sentarse con una de las chicas, quizá con dos si se comprometía a volver a casa andando esa noche y todas las noches durante el resto de la semana. ¿Qué posibilidades había de tener suerte y encontrar un testigo útil en sus dos primeros intentos?

Un destello de movimiento en su visión periférica le distrajo y rompió su hilo de pensamiento. Se giró para ver a una chica con un kimono de flores que le resultaba familiar y que empezaba a dirigirse hacia una puerta que decía "Solo empleados". Estaba seguro de que era la misma chica que había estado atendiendo al hombre de la mesa de la esquina, pero había algo más que le resultaba familiar. ¿La había visto la última vez que estuvo ahí? Tal vez. No lo recordaba. Él y su jodido cerebro defectuoso eran un problema serio.

— ¿Puedo empezar por ella? — Preguntó, señalándola con la cabeza.

Ten inclinó el cuello sobre el mostrador para ver. — Ah, creo que te has perdido el final de su turno, llega demasiado tarde, ella ya terminó su jornada por hoy.

Taehyung miró el reloj justo cuando se cerraba la puerta. Eran las 13:42.

— Entonces no te importará que hable con ella normalmente, ya que está fuera de servicio.

Ignoró todas las protestas de Chittaphon mientras se alejaba del mostrador, sonriendo al grupo de ancianas en su camino. Un par de ellas le devolvieron la sonrisa; el resto lo miró con la mirada perdida o desviaron la mirada y murmuraron algo que no pudo oír. Oyó pasos, acercándose, desde el interior de la habitación, casi tan pronto como llamó a la puerta. Pero lo más seguro era que no se tratara de la chica de antes.

— Detective Kim. — La lenta y sensual sonrisa de Momo le erizó la piel. — Si se le han acabado los cigarrillos y ha decidido venir aquí a por más, me temo que esta vez voy a tener que cobrarle. — El nombrado reflejó su sonrisa con facilidad, obligándose a relajar la postura.

— Tentador, pero prefiero reservar mi dinero para una sesión de Té y Tête-à-tête hoy.

— Espléndido. Siempre me alegra ver que vuelven clientes satisfechos, — dijo ella, apoyándose despreocupadamente en la jamba de la puerta. — Pero siento decirle que las chicas y yo tenemos todo reservado para hoy.

— ¿Ah, sí? — Él volvió a mirar a Ten. Esta vez, parecía hacer ademán de hojear unos papeles, fingiendo que no estaba escuchando. — Quizá debería haber llamado antes.

— Quizás deberías haberlo hecho, — asintió Momo. — La reciente ola de frío en esta ciudad ha guiado a mucha gente a la búsqueda de calor en el interior. Ha sido muy bueno para el negocio.

— Me lo imagino, — murmuró. Intentó echar un vistazo a la habitación detrás de ella, pero Momo le bloqueaba la vista. Por las partes que podía ver, no había mucho que destacar, únicamente un pasillo corto y estrecho que se doblaba bruscamente hacia la izquierda. — Dicen que esta ola de frío no desaparecerá hasta dentro de un par de semanas. Supongo que tengo tiempo de sobra para volver para esa sesión.

— Y nos encantaría poder entretenerte, pero por desgracia, todas nuestras chicas están ocupadas el resto del mes.

— Así que guardan registros de estas sesiones después de todo.

Sí, Momo había sido sorprendida por eso, mas ciertamente no lo demostró. Inclinó la cabeza, dejando que unos largos mechones de pelo cayeran sobre sus hombros como seda hilada.

— ¿A qué ha venido realmente, detective?

— Lo mismo que la última vez, información. Aunque el té es un extra bienvenido.

— En efecto, pero dada la naturaleza de la información que creo que busca, tengo que negarme. Algunas de las chicas sin duda encontrarán el tema de conversación que has elegido algo desagradable.

Así que así eran las cosas. Debería haber sabido que solo sería cuestión de tiempo antes de que Momo descubriera la verdadera naturaleza de su investigación, que había ocultado lo mejor que pudo en su primer encuentro. En ese caso, decidió que también podría acabar con la vaguedad por completo.

— Me conformo con los nombres de las chicas que trabajaban la noche en que Jo Jaeyoon fue asesinado.

— ¿De verdad cree que, si alguna de ellas presenció algo importante aquella noche, no habría acudido ya a la policía?

— Hay muchas razones para no ir a la policía. — A él ya se le ocurrían una docena. — Tal vez una de ellas vio algo y no se dio cuenta de lo que era. Quizás una de ellas fue la última en verle con vida y recuerda algo que no sabe si es útil. Quizás habló de sentirse amenazado o asustado, o quién sabe, quizá una de sus chicas fue la que lo mató. — Se encogió de hombros. — Me gusta mantener la mente abierta.

Un breve silencio llenó el aire entre ellos, medido, pero no por ello menos pesado. Momo lo miró y el detective se sintió incapaz de leer su expresión. Y entonces el hechizo terminó, y ella soltó una carcajada incrédula.

— Estoy impresionada por su honestidad, detective. Me parece algo... refrescante. Especialmente en tiempos como estos.

— ¿Está tan impresionada como para darme la lista que le pido?

— Oh, por supuesto que no. Usted y yo ya hemos tenido esta discusión. La cortesía que extiendo a mis clientes protegiendo su intimidad se extiende también a mis chicas. — Ya se lo esperaba. Aun así...

— Interesante elección de palabras, — no pudo evitar comentar. — Tus chicas, ¿eh?

Momo sonrió. Salió a la sala principal de la tienda, acortando la distancia entre ellos y cerró la puerta tras de sí.

— Ven conmigo. No me gustaría que hubieras malgastado el viaje viniendo hasta aquí, así que vamos a asegurarnos de que al menos no te vas con las manos vacías.

El peligrís intentó protestar. Sin embargo, antes de que pudiera articular palabra, la pelinegra ya había pasado un brazo por el suyo y había empezado a tirar de él. Lo llevó y arrastró hasta el mostrador, donde hizo sonar el timbre del mostrador, a pesar de que Ten ya estaba allí y los miraba fijamente.

— Sr. Leechaiyapornkul, lamentablemente no podemos satisfacer la petición de este caballero para una sesión con una de nuestras chicas, — anunció. — ¿Sería tan amable de ofrecerle otra cosa como compensación? ¿Quizás complacerle con una lectura de hojas de té? — Le dio una palmadita en el brazo. — Puedes decirle al dueño que yo correré con los gastos.

— Estaría más que feliz de ofrecerlo a cuenta de la casa, — espetó el tailandés. — No querríamos perder a un cliente tan valioso. De hecho, si al señor le place... — Empezó a girarse hacia el armario empotrado y cerrado al fondo de la recepción, que Taehyung pronto descubriría que estaba lleno de tazas y demás parafernalia para preparar té. — Podemos hacerlo ahora mismo.

Empezó a preparar la lectura allí mismo, sobre el mostrador. Kim intentó moverse cuando Ten le daba la espalda, pero un fuerte tirón de Momo, que aún no le había soltado el brazo, se lo impidió. En cuanto a las advertencias, no fue demasiado hostil; después de todo, ella seguía sonriéndole. Y aunque ella le sujetaba el brazo, a él no le habría costado mucho soltarse de su agarre. Mas la cuestión era qué pasaría después.

Así que decidió quedarse.

Justo cuando Leechaiyapornkul empezaba a medir las hojas de té, Taehyung oyó abrirse la puerta desde donde Momo y él habían estado conversando antes. Giró la cabeza, apenas, para ver salir a la misma chica de antes. A pesar de lo extraño de la hora, parecía que acababa de terminar su "turno" y ya se había puesto la ropa de calle. La observó todo el tiempo, mientras se dirigía a la salida. Cuando por fin la perdió de vista, bajó la mirada hacia el lugar donde Momo tenía su brazo sujeto y hacia el familiar dibujo de flores blancas sobre negro que pintaba la seda de su manga.

— Estos kimonos que llevan todos, — preguntó, casi por pura curiosidad. — ¿Están hechos a medida?

— Sí. Cada chica nueva que contratamos recibe tres conjuntos de su talla.

— Todos parecen idénticos, — murmuró. — ¿Todas pasan por el mismo sastre?

— Naturalmente. Así garantizamos su uniformidad. — Canturreó. — No voy a darle un nombre, si eso era lo siguiente que iba a preguntar.

No lo era, en realidad. Taehyung ni siquiera estaba muy seguro de a dónde le estaba llevando este tren de pensamiento.

— No parece que se lo haya llevado a casa. ¿Los guardas en la tienda? — Momo se quedó pensativa durante un rato, antes de decidir que era seguro responder.

— Sí. Son propiedad de la empresa, después de todo.

— Ya veo. — Kim sopesó esa información en su mente y la dejó de lado por el momento.

Finalmente, parecía que Chittaphon había terminado sus preparativos. Llenó una taza de té verde muy caliente y se detuvo justo antes de que el líquido llegara al borde.

— Le daremos un minuto, — anunció, — después echaré un vistazo a los patrones de sus hojas de té y le daré un consejo que no debe interpretarse como adivinación.— Taehyung soltó una risita.

— Qué listo. ¿Te acordabas?

— Cuando tu medio de vida depende de tu talento para hablar con la gente, tiendes a recordar hasta el más mínimo detalle de las conversaciones importantes. — Empujó la taza hacia delante, con un toque engañosamente ligero; el líquido apenas se movió. — Beba, detective.

Kim se quedó mirando el té. La forma en que las hojas se hundían lentamente en el fondo le recordaba demasiado a las cenizas y los grumos que empezaban a formar le traían a la memoria las manchas oscuras del callejón exterior del Magic Shop. Tragó algo amargo que tenía en el borde de la garganta.

— Por favor, no lo tomes como una ingratitud, — habló, — pero últimamente he tenido algunas experiencias poco agradables con bebidas que me han preparado otras personas. Espero que lo entiendas.

—Ah, por supuesto. — Ten levantó la copa a la altura de los ojos y agitó el líquido, sin perder la sonrisa, aunque en algunos momentos estuvo a punto de derramarse, no desperdició ni una gota. — Entonces, como al final todo es lo mismo, hagámoslo a la antigua.

Ten vertió el té en un cuenco ancho y poco profundo. Luego puso la palma de la mano plana sobre el borde y agitó la taza enérgicamente de un lado a otro. Esperó unos segundos a que el líquido se asentara, antes de retirar la mano para dejar que las últimas gotas cayeran en el platillo. Por último, dio la vuelta a la taza.

— ¿Qué ves?

Kim miró dentro. La mayoría de las hojas se habían amontonado en una sola forma vagamente triangular, ligeramente alejada del centro de la taza. Una fracción de ellas se había desprendido, probablemente cuando el tailandés las había sacudido, formando una línea a lo largo del lateral que trazaba el arco del borde. Unas cuantas hojas sueltas, esparcidas aquí y allá, añadían un toque de caos al cuadro.

— No estoy seguro, — dijo finalmente. — ¿Una pirámide?

— Una montaña. — Ten señaló las hojas cercanas al borde y murmuró, — Y una serpiente.

— ¿Se supone que todo eso significa algo?

— Bueno, la montaña suele significar un viaje de obstáculos, — explicó. — La serpiente, bueno... probablemente pueda imaginar lo que representa.

— Ilumíname.

— Podría, pero eso únicamente serviría para insultarnos a los dos, detective. — Se echó a reír y, con un rápido movimiento, consiguió apartar la copa. La colocó en algún compartimento debajo del mostrador, fuera de la vista. — En cualquier caso, la sabiduría que sus hojas de té quieren que le imparta es una que ya debería conocer: a pesar de nuestros mejores esfuerzos, el peligro siempre acecha a la vuelta de la esquina. Perseguirlo voluntariamente, a pesar de las intenciones más nobles, es una idea insensata, que solamente puede acabar en tragedia.

Taehyung notó la advertencia en el repentino apretón de Momo alrededor de su brazo, amenazando ligeramente con cortarle la circulación. Fue entonces cuando se dio cuenta de que el interior de la tienda había enmudecido de repente; no necesitó mirar a su alrededor para saber que los ojos del resto de los clientes se habían clavado en su nuca.

Bueno... eso era probablemente toda la información que iba a obtener por hoy. Así que les dio las gracias por su tiempo, soltó con cuidado su brazo del agarre de la mujer y salió de la tienda sin atreverse a mirar atrás.

Cuando regresó a la agencia, lo primero que hizo fue buscar a Yoongi. No fue difícil, encontró al joven detective ya en su despacho, gracias a una llave de repuesto de Namjoon. Se encontraba añadiendo algunos recortes de periódico al extenso retablo de la pared. Min le preguntó cómo le había ido en su pequeña "excursión de pesca" sin siquiera mirarlo y en lugar de responder -o quizá esto era una respuesta a su manera, ya que Yoongi era lo bastante avispado como para darse cuenta de lo que significaba-, Taehyung le pidió que elaborara una lista de todas las lavanderías de la ciudad en un radio de diez manzanas desde El Paraguas de Seda. Preguntó específicamente por las que ofrecían lavado a mano, en agua fría, porque acababa de hablar con Song Mingi sobre cómo cuidaría la seda un profesional, y sabía lo que tenía que buscar.

— ¿Esto es realmente para el caso o te estás metiendo en algún extraño asunto secundario del que no quiero saber nada? — Indagaba Yoongi, arrugando la nariz.

— Es por el caso, — le aseguró. — Tengo una corazonada. — Lo que es más importante, ¿tienes algo interesante para mí ahí? — Echó el abrigo al respaldo de la silla y se acercó a la pared del crimen, observando las nuevas adquisiciones de Min.

— No mucho, — admitió. — La policía recogió ayer por la mañana un cadáver en la frontera de Chinatown. Una sola bala en la nuca. Balística lo comparó con el arma que tenía en la mano cuando lo encontraron.

— Eso es... trágico, — se encontró diciendo Taehyung. No estaba muy seguro de si podría haber encontrado una palabra más apropiada. — ¿Pero qué relación tiene con nuestro caso?

— Eso aún no está confirmado. Por eso la frontera que estoy usando es naranja, ¿no habíamos hablado de esto? — Yoongi murmuró algo en voz baja, algo sobre que Taehyung ya estaba senil. — De todos modos, la razón por la que pongo esto como "posible relevancia, es porque cuando registraron el cadáver, encontraron algo en su bolsillo trasero.

Taehyung hojeó el recorte de periódico que el contrario había clavado en la pared. El cadáver de un hombre identificado ahora como fulano de tal, fue encontrado cerca de la esquina del puerto. La redacción, parca en detalles y dramatismo, le pareció plana y fría. O tal vez se estaba acostumbrando demasiado a leer los artículos de San, que ahora tenía que revisarlos todos los días para asegurarse de que no escribía nada manifiestamente falso, peligroso.

— ¿Una nota escrita y firmada confesando el asesinato de Jo? — Murmuró el peligrís.

— Ya te quisieras. — Yoongi sacó un papelito del bolsillo trasero y se lo entregó. Estaba muy arrugado y doblado en octavos. — Es un recibo de una tetería. Adivínalo.

— Ni siquiera lo necesito. — Tras desdoblar el papel con cuidado, él ni siquiera se sorprendió al ver "El paraguas de seda" impreso cerca de la parte superior, en el mismo estilo elegante y atrevido que el folleto que había encontrado en el hotel. Debajo había un garabato mucho más desordenado: "5x mezcla especial de hibisco, 44,40 $, 02/02/1929"; lo mínimo para un recibo legal.

— Puede que no sea importante, — alegaba Min. — Este sitio se ha vuelto muy popular últimamente, ¿no? Quizás no sea nada.

— Puede que sí. — El mayor de los detectives empezaba a considerar esa posibilidad cada día menos. — Pero también puede que no. — Se separó del cuadro de la pared y señaló la puerta. — Acompáñame. — Yoongi hizo una mueca.

— Suena a esfuerzo físico y mental.

— Vamos, son solo dos puertas más abajo. Muévete.

El despacho de Kang Yeosang era un reflejo del propio hombre, con sus ventanas desprovistas de cortinas y persianas, dejando entrar con avidez toda la luz del sol de que podía prescindir esta lúgubre estación. Su escritorio estaba inclinado, alineado con ninguna de las paredes del despacho, y la única silla de invitados estaba repleta de cojines. Se rumoreaba que una vez había propuesto una mecedora, pero Namjoon se había opuesto.

— Eso no está bien. Desplumar así a tu clientela es de mala educación, — comentó Yeosang, estudiando el papel con detenimiento. De hecho, lo había examinado con una lupa y el peligrís trató de no reírse de la forma cómica en que entrecerraba los ojos a través de la lente. — Mezcla de hibisco.

— No había té en ninguna parte del cuerpo ni cerca de él. — Taehyung se volvió hacia Yoongi en busca de confirmación y recibió un asentimiento de vuelta. — La policía habría tomado nota de eso.

— Aun así, — dijo Min, — no hay forma de saber si el intercambio ya se había producido o si estaba de camino cuando la mataron.

— Correcto. — En otras palabras, no sabían casi nada de este crimen en sí y mucho menos si estaba realmente relacionado con el asesinato de Jo. Fantástico. — La redacción es interesante, sin embargo. ¿Cinco qué, exactamente? ¿Tazas? ¿Sacos? ¿Hojas de té individuales? — Taehyung ciertamente no terminaba de descifrarlo.

— Ahhh, ojalá lo supiera. — Kang Yeosang suspiró. — Intenté averiguar más sobre estas cosas, como me habías pedido. Pero creo que me descubrieron enseguida. — Se giró hacia Yoongi. — ¿Te grita mi cara "Detective"?

— Me acojo a la Quinta Enmienda. Tengo derecho de guardar silencio.

— ¿Qué dijeron exactamente? — Preguntó Taehyung.

— Algo así como "ahora mismo no nos quedan tés especiales", y cuando les pregunté cuándo tendrían más, se convirtió en "lo siento, señor, nos hemos quedado sin existencias indefinidamente". — Min resopló.

— Ni siquiera intentaron ser sutiles al respecto.

Taehyung frunció el ceño. No había esperado del todo que Kang tuviera éxito; eso habría sido prepararse para una decepción. Pero había algo que le preocupaba... ¿Era la redacción? ¿Algo más? No estaba seguro.

— Gracias por intentarlo, de todos modos.

— Espera, no salí de allí con las manos vacías. — Kang Yeosang se levantó de su escritorio, agitando los brazos para impedir que se fueran. — Esta tetería está siempre abierta, ¿no? Eso forma parte de su atractivo. De todas formas, he oído que el último día del mes van a estar cerrados todo el día. Son Chaeyoung, va a organizar una gran subasta y ha contratado a todo el personal del Paraguas de Seda como camareros y "animadores" para esa noche.

Taehyung podría haber hecho muchas preguntas: de dónde exactamente había oído Kang ese chisme y por qué había creído necesario hacer las comillas con los dedos. Pero acabó expresando solo parte de lo que tenía en mente

— ¿Quién es Son Chaeyoung? — Yoongi le dirigió una mirada incrédula.

— ¿Me estás jodiendo ahora mismo? No puedes ser tan viejo y estar tan desinformado.

— ¿Qué?

— ¿La princesa del Chinatown? ¿La socialité? — Ante la mirada inexpresiva de Taehyung, las cejas de Yeosang se alzaron hasta la línea del cabello. — ¿En serio, nada? Se supone que su padre es un pez gordo de la alta burguesía de China - coreana.

— ¿Qué hace ella aquí, entonces? — Preguntó el peligrís, realmente confundido.

— Bueno, para empezar, acaba de comprometerse con un médico... ¿Se llamaba John algo? ¿Jon Jongho algo?

— No tengo ni idea de quién es esta gente.

— ¿Cómo es posible que al menos no hayas oído hablar de Son Chaeyoung? De todos modos, ella también heredó el vicio de su padre por el arte de lujo, pero sus gustos se inclinan mucho más hacia el Oeste.

— ¿No encargó algo así como la mitad de todos los murales del Teatro Paramount? — Yoongi añadió. — Hubo toda una fiesta para ella cuando se inauguró, hace dos años. Sí, cerraron la avenida principal durante unas horas, fue muy molesto.

Taehyung intentó comprender cómo era posible que se hubiera perdido todo aquello. ¿Qué había estado haciendo hace dos años? Oh. Ah, claro, ya recordaba, al menos parte de ello.

— No me acuerdo. — Min puso los ojos en blanco.

— Inútil.

— En cualquier caso, no le iba a dar mucha importancia, — dijo Kang. — Pero entonces me enteré de dónde pensaban celebrar la subasta y pensé que te gustaría oír esto. Será en el salón de baile más grande del Hotel géminis.

Finalmente, Taehyun se sobresaltó. ¿Qué posibilidades había de que aquel lugar en concreto hubiera sido elegido por pura coincidencia?

— Tiene que haber algo ahí, — murmuró. ¿De qué se trataba? — ¿Supongo que este evento no está abierto al público?

— Lamentablemente, no... Habría pedido más detalles, pero sinceramente no creo que allí fueran grandes admiradores míos. — Yeosang se rascó la nuca y soltó una risita. — Algo sobre las miradas en sus caras me advirtió que debía dejar de indagar.

Taehyung suspiró y se frotó los ojos. Por supuesto, no habría sido tan fácil. Pero esta subasta a puerta cerrada prometía una rara oportunidad de echar un vistazo tras el velo que envolvía constantemente aquella tetería y, si tenía mucha suerte, también a la misteriosa Tríada. Iba a tener que pensárselo seriamente.

— Gracias por esto, Yeosang. Has sido de gran ayuda. — Realmente lo fue, mas Kim habría sido negligente si no lo atemperara con una advertencia. — Mantente alejado de esa tetería durante un tiempo, ¿de acuerdo? Tengo la sensación de que esa gente no será muy amable si vuelves a aparecer por allí.

— Si tú lo dices. — Yeosang rio.

El peligrís esperó unos segundos a que la puerta del despacho de Kang se cerrara tras ellos, ya habían recorrido la mitad del camino de vuelta a su propio despacho, antes de dirigirse a Yoongi.

— No me mires así.

— ¿Así cómo? Ni siquiera puedes verme, estoy detrás de ti.

— Crees que tengo algún motivo oculto para hacer que Yeosang retroceda. No lo tengo. Esta gente que estamos investigando es peligrosa y cuanta menos gente pueda involucrar directamente, mejor. — Aún no le había contado a nadie lo de la llamada amenazadora y que eso significaba que toda la agencia estaba bajo vigilancia. Aún cabía la posibilidad de que quien estuviera detrás de las amenazas solo tuviera como objetivo al propio Taehyung. En ese caso, sería mejor que trabajara solo. — Te diría que te mantuvieras alejado, si pensara que había una posibilidad de que escucharas.

— Sí, eso no va a pasar, viejo. — Yoongi se burló. — Me hiciste una promesa, ¿recuerdas? Una vez que averigüemos quién hizo esto, haré el arresto.

— Lo sé. — Era una promesa de la que empezaba a arrepentirse. — Lo recuerdo.

— Bien. Así que hasta que eso suceda, ¡no voy a ninguna parte! Namjoon ya me dio su bendición, así que no hay nada que puedas hacer al respecto de todos modos.

La idea empezó a formarse cuando entraron en su despacho, pero no la comprendieron hasta que cerró la puerta. Una vez superado el muro de bravuconería y vulgaridad de Min, Taehyung había aprendido tras una semana de conocerlo, que había en su interior poco más que la honestidad cruda y sin filtros. Basándose en eso, no estaba seguro de cómo sentirse ante la conclusión que sacaba ahora: era a la vez reconfortante, divertida y horripilante.

— Te... gusta este trabajo. ¿Verdad?

— Ugh... ¿Por qué siempre tienes que hacerlo todo tan raro? — Yoongi frunció el ceño y se puso a mirar fijamente la pared del crimen, llevándolo al único lugar de la oficina donde el peligrís no podía establecer contacto visual. —Entonces, a esta subasta... vamos a ir, ¿no? ¿Cuál es el plan?

+++

— Hablemos de tu padre.

Taehyung tuvo que darse un tiempo para procesar aquello. La idea de "saludo" por parte de Jungkook esa noche era aparentemente ese ataque imprevisto. Su propia versión sobre poner las manos a la obra, apenas un segundo después de que él se hubiera sentado y echara un vistazo para ver si había descubierto algo.

— Me atrevo a preguntar de dónde viene esto.

— Es una conversación que tú y yo íbamos a tener inevitablemente. Ya sea ahora, dentro de una semana o la semana siguiente. — Jeon no tuvo que mencionar el arma, la breve historia que él le había contado sobre su procedencia y todo lo que había seguido después; la leve y contenida sonrisa que lucía en el rostro lo decía todo. — ¿Quieres que te saque de tu miseria?

— No hay mucho de lo que sacarme, — murmuró Kim. Sentía las manos torpes y completamente fuera de lugar, apoyadas en los brazos de la silla. Las ganas de clavar las uñas en la madera crecían poco a poco. — Mi madre los abandonó a Corea y a él antes de que yo naciera. Creo que ni siquiera llegué a saber su nombre.

— Ya veo. — Una pausa. — ¿Te explicó por qué?

Taehyung negó lentamente con la cabeza. Tenía sus conjeturas, pero todas estaban demasiado cocinadas como para que Jungkook las desmenuzara. Además, solamente estaba ahí para ganarse de nuevo la confianza profesional de Namjoon, ¿no? ¿Por qué iba a ser eso relevante?

— Debe haber sido difícil para ella, hacerlo sola. — Jungkook echó un vistazo a su cuaderno, hojeando algunas notas que debía de haber escrito antes de la sesión. — El señor Kim Namjoon me dijo que su madre no tenía más parientes consanguíneos cuando se mudó a Dimples. Tampoco tenía mucho sistema de apoyo... ¿Es correcto?

Ahora Taehyung empezaba a preguntarse si las motivaciones de Namjoon para hacerle asistir a estas sesiones eran, de hecho, estrictamente profesionales.

— Él... él te dijo eso, ¿eh? — Hizo una mueca de disgusto por lo estrangulada que había sonado su voz. Jungkook le ofreció una suave sonrisa.

— ¿Tanto te molesta? — Se estaba cansando rápidamente de aquel estúpido juego de preguntas y respuestas.

— Un poco.

— ¿Por qué?

— Porque ahora es mi jefe, — se forzó a decir. — No debería tener que preocuparse por ningún otro aspecto de mi vida.

Jungkook asintió. Anotó algo rápidamente, una palabra, quizás dos como mucho. — ¿En contraposición a qué?

— ¿A qué?

— Acabas de decir, sobre el señor Kim: "Ahora es mi jefe". — Jeon subrayó otra palabra y lo miró por encima del borde de las gafas. — ¿Puedo preguntar qué era él antes para ti?

Algo que ahora no importaba, fue lo que le vino inmediatamente a la mente. Algo que no merecía.

— Era... Alguien que me ayudó en un momento difícil, — consiguió decir en su lugar. — Aunque no tenía motivos para hacerlo.

Jungkook asintió y procedió a llenar el aire con el sonido de sus garabatos sobre la página. Aquello duró demasiado; debieron de ser solo unos segundos, pero en algún momento dio la sensación de que iba a durar una eternidad. Taehyung odiaba eso; estaba claro que Jeon tenía muchas ideas sobre lo que acababa de decir, pero obviamente no las compartiría con él en un futuro próximo. Con Namjoon, tal vez; después de todo, técnicamente estaba a las órdenes de su actual jefe. Eso sería aún peor, ¿no?

— ¿Vamos a seguir hablando de tu madre, entonces? — Taehyung miró hoscamente al suelo.

— Claro, por qué no. — El pelinegro simuló una pequeña risa.

— Esta noche me estás dejando completamente fuera, Taehyung. ¿Por qué?

— No te estoy... — Tragó saliva. — No estoy dejándote fuera o lo que sea que eso signifique. Dije que podemos seguir adelante, ¿no?

— No así. No cuando cada pregunta que planteo está bloqueada por una pared más fría que las calles de fuera.

El hombre de gris cabellera sintió que sus ojos se dirigían a la ventana. La niebla que había comenzado a media tarde se había apoderado por completo de la calle. Sí, suponía que esa noche sería especialmente gélida; una cadena de cigarrillos fumados durante su paseo hasta la clínica había sido lo único que le había impedido olvidarse de sus dedos.

Jungkook únicamente hacía su trabajo, se tenía que recordar a sí mismo. Si a él personalmente le importaba o no conocer las respuestas a todas sus persistentes preguntas, era secundario. Que esa noche estuvieran hablando de la infancia de Kim también era eso... Secundario.

— Lo siento.— Se frotó los ojos. — Hagámoslo otra vez... Trataré de ser más amable.

Jeon cerró el cuaderno, con cuidado de no hacer ruido y lo dejó a un lado. Se ajustó las gafas y se inclinó sobre el escritorio. El contrario notó que cada músculo de su cuerpo le advertía de lo mismo y se preparó para la pregunta que estaba por llegar. Pero no llegó. En lugar de eso, Jungook se levantó de repente y le hizo un gesto para que hiciera lo mismo.

— Cambiemos de sitio. — El detective frunció las cejas.

— ¿Qué?

— Cambiemos de sitio, — volvió a decir Jungkook. — Yo ocuparé esa silla y tú puedes sentarte detrás de mi escritorio. La inversión de papeles podría hacerte sentir un poco más a gusto. — El peligrís no estaba tan seguro.

— ¿Tú crees?

— Si me equivoco, siempre podemos volver a cambiar.

Supuso que no podía discutirlo. Se levantó, miró el reloj de pared y deseó que las agujas se movieran un poco más deprisa.

Estar detrás del escritorio de Jungkook era... extraño, en una palabra. La perspectiva era totalmente nueva para él y ver el resto de su despacho extendiéndose desde allí, con la luz de las farolas filtrándose por la ventana a sus espaldas, le hacía parecer un lugar totalmente distinto. Permitió que sus dedos rozaran el borde del escritorio, saboreando el suave acabado de la madera bajo su piel. Se imaginó a sí mismo como un intruso en ese espacio; el cuaderno cerrado lo miraba fríamente y la silla que se había amoldado a la forma de Jungkook tras años de uso no le resultaba en absoluto acogedora.

Se preguntó cuántas personas como él se habían sentado frente a ese escritorio y cuántos diagnósticos habría disparado el pelinegro con esa vista. ¿Cuántas palabras había escrito ahí? Él nunca lo sabría.

— Ah, lo siento... Parece que me he olvidado...

— ¿Hmmm? — Taehyung siguió su mirada y sus ojos se posaron en una taza de té humeante al otro lado del escritorio, cerca del teléfono. — Oh. Aquí.

Se la entregó. En esa fracción de segundo, antes de que Jeon aceptara la taza en sus manos, Taehyung olió el té. Olía... ¿Familiar? De algún modo lo hacía, mas no podía ubicarlo.

— ¿Qué se siente?

— Diferente, — respondió con sinceridad.

— Diferente es bueno. Esa era la intención, después de todo. — Jungkook dio un sorbo lento y medido a su té. — ¿Cómodo?

Taehyung no estaba muy seguro. Se fijó en todo lo que había sobre el escritorio, cosas que ya había visto o al menos vislumbrado a lo largo de sus últimas sesiones: aquel teléfono suyo de aspecto elegante, aquellas plumas estilográficas dispuestas en fila, la pitillera con amapolas pintadas. Una pequeña pila de libros con caracteres coreanos en las portadas estaba en una estantería abierta que solamente era visible desde ese lado del escritorio. Un cuenco decorativo que había visto antes, pero en el que nunca se había fijado, realmente le devolvió la atención y concentración, mientras hacía balance del popurrí de objetos que contenía, sobre todo monedas sueltas, pero también unos cuantos caramelos envueltos individualmente y una llave de aspecto extraño con un lazo en forma de flor en el fondo.

— Es... un poco abrumador, — exhaló largamente.

— Ya veo. — El doctor hizo una pausa, observando la habitación. Se levantó y volvió a dejar la taza de té sobre el escritorio. — ¿Nos vamos para allá, entonces?

Esta vez miraba fijamente a la esquina de la habitación con el sofá cama y la silla acolchada. Taehyung no sabía si aquello sería una mejora; más de una vez se había perdido irremediablemente en los dibujos de los tapices que cubrían las paredes.

— Claro, — aceptó de todos modos.

Si el asiento de Jungkook detrás de su escritorio le había parecido demasiado rígido, este era todo lo contrario. Acabó hundiéndose hasta la mitad en aquella maldita silla acolchada.

Jungkook se quitó los zapatos y se recostó en el sofá cama. El peligrís recorrió lentamente las líneas del cuerpo de Jungkook y tragó saliva. No era común encontrarse con alguien que tuviese cada músculo debidamente marcado, en su sitio y del modo tan atractivo que ayudaba a acentuar su cintura, muslos, trasero, su pecho, espalda ancha, brazos, su maldito cuello. No pudo evitar pensar que preferiría unírsele en aquella cama, echarse aquella suave manta de chinchilla sobre los dos, besarle tranquilamente y tragarse todas sus preguntas punzantes en aquel beso hasta que por fin, por fin, se le acabaran.

— ¿Y bien? — Si Jungkook estaba al tanto de sus pensamientos, afortunadamente, no dio señales de ello. — Pregunta. — Volviendo a pensar coherentemente, Kim parpadeó.

— ¿Qué?

— Pregúntame algo. — Jungkook captó la expresión de confusión que llevaba en ese momento y se echó a reír. — ¿No quieres? Supongo que podemos quedarnos aquí en silencio hasta que se acabe la hora, pero eso no es un uso eficiente de tu tiempo. — Sonrió satisfecho. — ¿Verdad, doctor Kim?

Por alguna razón el cambio en su tono de voz y de roles le hizo tragar saliva con dureza. Ah, ahora comprendía, eso era lo que había querido decir con "cambiar".

— Cierto. — Masculló bajo, perdiéndose la mirada y sonrisa que Jungkook ensanchó.

Bien. Si así era como Jeon quería llevar a cabo el ejercicio, él iba a tener que seguirle la corriente. A pesar de que el pelinegro había formulado todo tan cuidadosamente como una pregunta, dudaba que realmente hubiera tenido alguna opción en el asunto.

Pero... ¿Qué se suponía que debía preguntar? Había mil y una cosas que aún no sabía sobre Jeon, quizás mil y una más que ni siquiera se daba cuenta de que no sabía. No tenía ni idea de por dónde empezar. Al final, era demasiado difícil ser creativo cuando se le ponía en un aprieto como este.

— Entonces. — Se aclaró la garganta y volvió a lanzar la misma pregunta con la que Jungkook había abierto la sesión de esa noche. — ¿Qué... qué puedes contarme de tu padre?

— Hmmm... Bueno, era un buen proveedor, aunque eso significaba que estaba fuera trabajando la mayoría de las veces. A veces durante días. — Jungkook se encogió de hombros. — Pero siempre que volvía a casa, llevaba consigo el olor de las máquinas de vapor. Era como un interruptor en mi cerebro, volver de casa del vecino, percibir ese olor al entrar en casa significaba que él había vuelto.

Eso seguía sin encajar. Taehyung se tomó un momento e intentó desconectar la parte de su mente, que insistía en tratar todo como una sesión de terapia, antes de continuar.

— ¿Eras cercano a él?

— No tanto como me hubiera gustado. Sin embargo, siempre supe que lo hacía lo mejor que podía y se lo agradecí.

— Ya veo... — Taehyung no podía creer que por decisión propia, el pelinegro le estuviese abriendo una ventana que le daba paso a una parte muy importante de su vida, dándole sin rechistar toda la información que le pedía. —¿Eras más cercano a tu madre, entonces? — Cuando el contrario asintió, continuó. — ¿Cómo era ella?

— Olía a lavanda y a humo de parrilla. — El pelinegro echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Inhaló profundamente, como si hubiera entrado en una habitación de su mente, intentando respirarlo todo. — Incienso por las mañanas. Dashi -es decir, caldo de cocina- y vino dulce de arroz.

— Vaya, — respiró Kim, sin poder evitarlo. Era casi como si él mismo pudiera oler la habitación, únicamente por las descripciones del verdadero doctor. Pero, al mismo tiempo, sentía que se estaba entrometiendo en un momento demasiado personal. Apartó la mirada y miró al suelo.— Eso... eso es realmente vívido.

— Nuestro sentido del olfato está íntimamente ligado a la memoria, quizá el que más cerca está de todos nuestros sentidos. — Jungkook abrió los ojos. — Hasta el punto en el que, a veces, ciertos olores pueden bastar para desencadenar el recuerdo de una experiencia pasada, incluso de una olvidada hace tiempo.

Taehyung reflexionó sobre ello... Como tenía los cables cruzados sin remedio en su cabeza, eso significaba pensar en sangre, humo y algo más, algo acre que no podía nombrar. Mismo así, Jeon parecía saber de qué estaba hablando.

— Ya... — Un asentimiento llegó con sutileza.

— ¿Me seguirás la corriente, solamente por un rato? — Podía sentir los ojos de Jungkook clavados en él mientras decía esas palabras. — Tienes veinte años menos, estás en la casa de tu infancia. Oyes a tu madre entrar en casa. No tarda en entrar en la habitación en la que estás. — Y entonces la voz de Jungkook baja, hasta casi un susurro. — Cierra los ojos. Respira hondo. Cuéntamelo.

Taehyung hizo lo que le dijeron y ese fue el comienzo de todos sus ahogados recuerdos.

¿Dónde estaba? Pregunta tonta; solo había una habitación en la casa que su mente sabía recrear casi a la perfección, sobre todo teniendo en cuenta adónde conducía esta conversación. Vio una gran mesa en el centro de la habitación, un microscopio, un mapa. Libros, libros y más libros por todas partes, muchos de ellos incluso más viejos que él. Pero la habitación no olía tanto a papel viejo y polvo como él hubiera imaginado.

Porque Jungkook había preparado la escena. Y cuando la puerta crujió al abrirse, respiró...

— El mar... Agua salada, y el sol. — Taehyung abrió los ojos, sin darse cuenta de cuándo los había cerrado. Respiró otra vez, más agitado. — Huele a mar y a aceite de máquina. Y... A etanol, creo. Un poco.

El silencio que llenó la habitación después de aquello probablemente solamente duró unos segundos. Pero aun así pareció toda una vida antes de que el pelinegro finalmente lo rompiera.

— ¿Etanol? Es una forma bastante precisa de describir lo que supongo que es licor... ¿Vodka, tal vez? — Taehyung negó con la cabeza.

— No, nunca bebía. Era solución de etanol, del tipo que se usa para limpiar cristalería y partes de alguna maquinaria, creo. Sí. — Era demasiado joven entonces y no habría sabido identificar lo que era.

Pero lo había aprendido poco después, tras haber recorrido cada centímetro cuadrado de su estudio al menos una docena de veces, estudiando detenidamente las pequeñas notas que ella se había escrito y escondido entre las páginas de libros que él ni siquiera le había visto leer, porque ¿qué otra cosa podía haber hecho? Incluso ahora, veintiséis años después de los hechos - porque Jungkook había sido un poco optimista con su línea temporal-, no podía pensar en qué otra cosa podría haber hecho de otra manera. No podía imaginar qué podría haber cambiado.

— Tu madre... ¿Trabajaba en algún tipo de laboratorio? — Se aventuró a preguntar el pelinegro, cuidando no tocar ninguna fibra potente en tan corto tiempo de inmersión. — ¿A qué se dedicaba?

— No lo sé. — Aquella frase empezaba a sonar cada vez más vacía de sentido, a medida que él seguía utilizándola. — Eso nunca me quedó muy claro.

— Tal vez ella no sintió la necesidad de compartir los detalles contigo en ese entonces, ya que eras muy joven.

— Es una posibilidad.

— No estás convencido.

— No. — Se rio, o más exactamente, emitió un sonido patético que se aproximaba a una carcajada. — Ni siquiera un poco.

Jungkook se sentó lentamente en el sofá cama. La manta le rodeaba la cintura, pero no le hizo caso.

— ¿Por qué no? — Indagaba en voz baja.

— Sí, ¿por qué no? — La voz que resonaba en su cabeza se burlaba de él y sonaba sospechosamente como la de Hoseok.

Joder.

Los dedos de Taehyung se enroscaron en los reposabrazos, con ganas de hincar el diente, como si de algún modo pudiera abrirse camino hasta que hubiera cavado un escondite en el suelo, fuera de la vista de Jungkook. Quizá entonces ya no se sentiría tan jodidamente expuesto.

— Taehyung.

— Ella era así, — terminó soltando. — Nunca... nunca le faltó de nada, al menos no sobre el papel. Tenía un techo. Tenía comida. Pero en realidad nunca compartió mucho de... ¿De sí misma? ¿Si eso tiene sentido? — Tragó con fuerza, sintiendo que le ardían las mejillas. — No sé si eso tiene sentido.

— Tiene más sentido del que crees, — espetó intentando contagiarlo de tranquilidad. Era difícil saber si estaba siendo sincero o únicamente le estaba tranquilizando. Tal vez se quedaba en algún punto intermedio. — ¿Dirías que era desagradable, entonces? ¿Quizá cruel?

— No, ella no era así. — Kim negó con la cabeza. — Solo era... era...

Dios, ¿pero cómo lo diría? Su mamá había corrido como agua tibia, todo sonrisas plácidas, ojos errantes y frases inconclusas, tan fácilmente distraída. Ella había sido el garabato apresurado en aquellas notas a medias que había dejado para que él las viera en su mesilla de noche por la mañana: "Trabajando hasta tarde. Sopa en la nevera. No me esperes levantada." Ella lo había amado, claro que sí -debió hacerlo-, pero su amor había residido en libros demasiado complejos que le había instado a leer, en historias fantásticas sobre los lugares a los que podría llevarlo "algún día", o en la llave de la casa que le había dado para que la llevara colgada del cuello.

Jungkook finalmente llenó el silencio con una conjetura.

— ¿Era distante?

— Sí, — eso debía reconocerlo. — Sí, supongo que sí.

Jungkook se limitó a asentir. Bajó la mirada y empezó a recoger la manta que había estado descuidando.

— Hay quien dice que lo contrario del amor no es el odio, sino la apatía. ¿Tú crees eso?

— No lo sé. No es que vaya a cambiar nada ahora.

— ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

Taehyung observó cómo doblaba la manta en mitades cada vez más pequeñas sobre su regazo. Jungkook trabajaba metódicamente, sus manos encontraban primero una esquina, luego la opuesta y las unía. Sus movimientos no eran muy distintos del ritmo de un vals y era fácil distraerse con ellos. Podía incluso pasarse horas viendo como el pelinegro doblaba sus calzoncillos si lo hacía de ese modo, él y seguramente un millón de personas más quedarían prendadas a un trabajo tan sencillo, única y exclusivamente porque era Jeon Jungkook quien lo hacía.

Habría sido fácil, si Taehyung no se hubiera dado cuenta de la táctica en dos segundos, porque mirar fijamente sus manos habría significado perderse la evidente falta de pregunta en los ojos de Jungkook, que en su lugar contenían algo que parecía anticipación. Oh, joder.

— Ya lo sabes... ¿No? — El pelinegro parpadeó suavemente.

— ¿Saber qué?

— No me mientas. Tú... — No pudo evitar reírse, a su pesar. Increíble. — Vamos. Hablaste con Namjoon sobre ella, ¿verdad? Deberías saber cómo termina esa historia.

— Tal vez. — Jeon dejó de doblar la manta y dejó caer las manos a los costados. — Pero entonces tú, más que nadie, deberías saber que una de las facetas más importantes de una historia es la persona que la cuenta.

Taehyung apretó los dientes. Una vez más, no podía discutirlo.

Quizá lo peor de todo era que, en retrospectiva, debería haberlo visto venir. Cuando uno ha pasado toda la vida con una persona, ha malgastado años y lágrimas tratando de entenderla con la esperanza de establecer una conexión significativa, se habría dado cuenta de que algo no iba bien.

Taehyung debería haberlo sabido.

Debería haber sospechado que algo pasaba cuando ella empezó a llegar antes a casa, a cocinar más, a cantar ante los fogones y a enseñarle lo básico: cortar, remover, cocer a fuego lento. Debería haber sabido que no era normal que insistiera en pasar los fines de semana con él, llevándole a la ciudad, al parque de diversiones, dejándole elegir el caniche de peluche más grande de la feria y prometiéndole un perro de verdad algún día. Debería haber desconfiado cuando ella le cogió de las manos, giró y bailó con él en el salón, cacareando una aventura, emocionante, ¡pronto! Y cuando lo metió en la cama, metiéndose bajo las sábanas con él, sacando un libro de cuentos, leyéndole de verdad... Bueno, simplemente debería haberse dado cuenta.

"El amor es energía", le había dicho aquella noche, justo cuando él empezaba a dormirse, "ni se crea ni se destruye. Solamente se transforma en otra cosa y a veces adopta formas que no reconocemos fácilmente."

— A la mañana siguiente, — susurró Taehyung, — se había ido.

— ¿Se había ido? — Jungkook resonó en voz baja.

— Me desperté con la casa vacía y... eso fue todo.

— ¿No dejó ninguna nota?

— No dejó nada. — Tragó saliva, conteniendo el nudo que se le había formado en la garganta. No, hoy no habría nada de eso. — O, bueno, quizá pueda decirse que lo dejó todo: sus libros, su ropa, sus joyas. — Su hijo. — El microscopio en su escritorio. El mapa en su estudio... Vi una nueva tachuela esa mañana, encima de Londres en ese mapa. Supongo que lo añadió antes de irse.

— ¿Es por eso que la policía era tu sueño?

— Es patético, ¿no? Nunca, nunca le dije a Seokjin el trasfondo de ese sueño que compartíamos... Dios, ¿cómo habría sonado eso de todos modos? Aquí está este hombre adulto, todavía manteniendo la esperanza de que será capaz de encontrar a la madre que lo abandonó. Estúpido.

— No es estúpido, — le aseguró Jungkook. — No has sabido nada de ella desde aquel día, ¿verdad?

— A veces me pregunto, si al menos hubiera recibido una respuesta... No sé, alguna confirmación de su muerte o incluso solo una postal, una maldita carta de ella diciendo: "Sí, es verdad, te dejé, nunca te quise."

— Estoy seguro de que eso no es algo que ella hubiera dicho, — interrumpió Jungkook.

— ¿Cómo demonios lo sabes?

Taehyung se mordió el labio para no arremeter más. No era culpa de Jeon, se recordó a sí mismo. Diablos, a día de hoy, ni siquiera era oficialmente culpa de nadie. Tal vez por eso era tan difícil de digerir.

— Me pregunto si hubiera dolido menos. Si hubiera dejado de doler.

Jungkook jugueteó con los bordes de la manta, sumido en sus pensamientos.

— En muchos sentidos, la falta de un cierre puede ser peor que una tragedia real, — murmuró. — Llevas soportando esa carga más de veinte años, ¿no? — Kim asintió débilmente. — Una herida que no ha tenido la oportunidad de cerrarse, por pequeña que sea, no cicatriza y duele mucho más.

Cierto... tenía sentido, por supuesto, cuando Jungkook lo decía así, le daba qué pensar. El detective no estaba seguro de que la analogía fuera perfecta, pero explicaba cómo seguía sintiéndose mucho después de que debería haber superado aquellos sentimientos. Después de que el tiempo, debería haber curado todas sus heridas, como le habían prometido unos desconocidos bienintencionados y sus tópicos vacíos. Todo este tiempo, todavía esperando, aún incapaz de no cultivar esa última pizca patética de esperanza -esperanza de que obtendría una respuesta, de que las cosas algún día tendrían sentido- que se negaba a marchitarse y morir. Ahora se sentía un poco menos irracional.

— ¿Cuánto tiempo pasó antes de que el Sr. Kim te encontrara?

— Unos días. — Días terribles, pero no lo dijo. — Y fue su esposa quien me encontró. Ella conocía a mi madre, vagamente. Dijo que solían trabajar juntas, pero no sé si creerlo. Namjoon es mucho más joven que ella, parecía más un hermano mayor que el padre que intentaron darme, de igual forma, me cuidó desde ese momento.

— Ya veo. ¿Y qué más te dijo ella?

— Que no sabía más que yo. — Se encogió de hombros. — Eso me lo creo, al menos.

— ¿Por qué?

— Porque al llegar a conocerla, llegué a reconocer cuando mentía. Nunca olvidé la expresión de su cara, aquella primera noche, decía la verdad. — Lo cual era algo que lamentar.

— ¿Qué pasó después?

— Ya te dije... Ella y Namjoon me acogieron. No tenían que hacerlo, pero lo hicieron de todos modos. No estuve demasiado tiempo con ellos: la familia de Seokjin se ofreció a acogerme al cabo de un par de años y yo también los dejé en cuanto pude. No quería ser una carga. — Suspiró. — Pero aún estoy en deuda con ellos.

— Entiendo.

El pelinegro asintió lentamente, aún jugueteando con aquella manta. Taehyung lo observó e imaginó que si hubiera tenido su cuaderno encima, podría haber llenado una docena de páginas de notas exclusivamente con esa sesión.

— ¿Escogiste la carrera de agente de la ley y más tarde la de investigador privado, como una forma de saldar parte de esa deuda que crees que tienes? — Indagaba abiertamente. — ¿O fue más impulsado por lo que pasó con su madre?

— Fue... Un poco de las dos cosas, creo, — se explayó Kim.

— ¿Podrías explicarlo?

— Tenías razón. No tener un cierre es perturbador, agotador. Sé que antes dijiste que mi trabajo no devuelve a ninguna víctima, pero si de algún modo puedo ayudar a los que quedan atrás, evitarles ese dolor... Es algo noble, ¿no? Por eso lo hago.

Jungkook reflexionó sobre sus palabras, dejando escapar un zumbido pensativo.

— No me lo creo del todo. — Taehyung rodó los ojos y exhaló fuertemente.

— Puedes creer lo que quieras.

— Más bien, no creo que eso sea todo. — Los ojos del doctor buscaron su rostro, aunque en realidad no podía verlos desde detrás del resplandor de los lentes que reflejaban la luz del fuego. — Creo que al menos algunas de tus motivaciones conscientes o no, surgen de la necesidad de aliviar tus propias frustraciones personales. La desaparición de tu madre, el primer gran misterio de tu vida, tan cercano a tu corazón, sigue sin resolverse.

— ¿Cuál es su punto, Doc.?

— Resolviendo todos estos otros casos, ¿a quién estás aliviando? ¿Solo a los supervivientes? ¿Es cada investigación que emprendes, sin contar el pago que recibes por ellas, un acto de puro altruismo? ¿O una parte de ti sigue intentando consolar a ese niño triste y asustado que se despertó una mañana y se encontró con que su madre había desaparecido, sin respuestas a la vista?

Algo le arañó el pecho, avivado por aquellas palabras. Taehyung intentó convencerse de que no lo sentía, de que no sentía nada. Pero eso solamente lo enfureció más y una parte de él se sintió como si le hubieran hecho pedazos. De repente, le costaba respirar. El dolor remitió por sí solo, al cabo de un rato, mas el alivio que debía haber ocupado su lugar nunca llegó.

— ¿Sería realmente tan terrible? — Cuestionaba amargamente, — ¿si fuera verdad?

— En absoluto, — susurró Jungkook. — Simplemente, significa que eres humano.

Taehyung no sabía qué pensar de aquello, tampoco supo qué pensar cuando el pelinegro colocó la manta a un lado, balanceó las piernas sobre el borde del sofá cama y se puso en pie. Recortó la escasa distancia que los separaba en dos zancadas y cuando puso las manos sobre sus hombros, se subió a su regazo y lo besó sin decir una sola palabra... Sí, Taehyung tampoco supo qué pensar sobre eso.

A veces el doctor Jeon le parecía un hombre tan controlado y dominante que cuando se comportaba como en ese momento, cuando cedía y sin miedo se mostraba a él del modo más vulnerable, lo despojaba de todo pensamiento. Jamás se imaginó a ninguna persona con el porte, el nivel y el estatus que gozaba el señor Jeon, comportándose de ese modo. ¿Cómo podría ser posible? ¿Cuántos lados tenía la moneda que llevaba por nombre Jeon Jungkook?

Chocó sus labios con tanta seguridad y confianza, enredó los dedos en su cabello gris para obligarlo a profundizar, marcándole un ritmo que dejaba poco espacio para seguir dándole vueltas a todo lo que tenía en su cabeza, al análisis tácito que estaba haciendo. Su lengua provocaba a la suya, instándola a rebelarse para correr juntas por la orilla del mar que eran sus deseos.

— ¿Qué...? — Su mente era un revoltijo de emociones encontradas y pensamientos a medio formar, luchando por recuperar algo de claridad cuando el pelinegro se apartó. — Pensé que cuando estábamos aquí, no podíamos...

— La hora ha terminado. — Jungkook se quitó las gafas y las colocó suavemente sobre la mesa, junto a la silla acolchada que ahora compartían. Trazó la línea del pómulo de Taehyung con el dedo. — ¿Bésame?

Si encontraba consuelo en ello, si los labios de Jungkook ahuyentaban algunos de los demonios que él mismo había despertado en su mente esa noche, tampoco sería tan terrible, ¿verdad? Taehyung esperaba que no. Esperaba que no fuera demasiado pecado dejarse perder en el abrazo de ese hombre, pasarle las manos por los costados y trazar la curva de su trasero, deslizarlas por debajo de la chaqueta y dejar que se quedaran justo debajo de la cintura de sus pantalones, persiguiendo el calor que allí habitaba, únicamente por la calidez tan exquisita que lo arrullaba. Jungkook lo besó con ternura, pero no como antes, cuando había sido demasiado cauto, cuando lo había besado como si fuera a romperse si lo agarraba demasiado fuerte. No, eso era diferente. Era... suave, pero no cuidadoso.

Esto era para consolarlo.
— Taehyung... — El contrario, apartó parte del pelo que solía caerle sobre el ojo y volvió a pasar la yema del pulgar por su pómulo. Era como si intentara secar unas lágrimas que simplemente no estaban allí. — Siento mucho tu pérdida.

— Gracias. — En los últimos veintiocho años, se dio cuenta, nadie le había dicho nunca esas palabras cuando hablaba de su madre. — Creo.

— Antes de nuestra próxima sesión, quiero que pruebes algo. — Jungkook no se bajó de su regazo, pero empujó los hombros de Kim hacia atrás, hasta quedar a un brazo de distancia. Con una mano, agarró su mandíbula, dejándole ver una vez más ese lado tan dominante que tenía, obligándole a mirarlo. Se miraron a los ojos, mientras el pelinegro esperaba a estar seguro de que le escuchaba. — Quiero que le escribas una carta. Dile lo que quieras, lo que piensas ahora, lo que sientes... Cuéntale todo lo que me dijiste a mí o no se lo digas, no eso. Háblale de todo lo que nunca tuviste la oportunidad de decirle. — Kim frunció el ceño.

— No sé si de algún modo no lo he insinuado, pero no tengo ni idea de dónde está mi madre.

— Ya lo sé. — Jungkook le dirigió una sonrisa irritada. — La intención nunca fue que enviaras la carta. Solamente que la escribieras.

— ¿Tendré que enseñártela?

— No. Puedes hacer lo que quieras con ella.

— De acuerdo. — Taehyung aún no estaba muy seguro de eso, ni de qué propósito se suponía que tenía esa tarea. No obstante, estaba demasiado cansado para seguir presionando en busca de detalles. — Dime, ¿me estás pidiendo que haga esto como mi terapeuta o ...?

— ¿Realmente importa? — Jungkook le robó otro beso, uno casto, rápido como un parpadeo, que lo dejó casi preguntándose si había ocurrido de verdad. — Pero tengo otra petición, como tu... No-terapeuta, pongámoslo así.

— Dime.

— ¿Me llamarás cuando llegues a casa esta noche? — El pelinegro extendió la mano y cuidadosamente enderezó el nudo de su corbata. — Debería estar aquí a esa hora. Únicamente quiero saber si has llegado bien a casa.

— ¿No confías en que pueda volver a mi apartamento?

— No confío en que esta ciudad, — agregó el doctor en voz baja, — te deje en paz. Estás rodeado de una ciudad que produce diariamente miles de monstruos. — Pasó la mano por la corbata de Taehyung, hasta que se detuvo en los botones del chaleco. Levantó la mirada y se encontró con sus ojos. — ¿Harías eso por mí?

Era raro tener a alguien preocupándose constantemente por él. No respondió inmediatamente, al menos no verbalmente. Tiró del contrario hasta que Jungkook quedó pegado a su pecho, con sus cabezas gracias a sus frentes.

— Lo que sea por ti, — murmuró en el pelo azabache, mirando el dibujo del tapiz que colgaba detrás de él.

Si no hubiera estado tan distraído y si Jungkook no hubiera estado tan cálido, habría pensado en lo fácil que había sido decir aquellas palabras, se habría sorprendido de lo mucho que las había sentido. Cada letra que formó esa palabra se sintió tan correcta que no tenía posibilidad de sentirlas extrañas en su boca.

Querida mamá...

No. Eso era estúpido. Taehyung arrancó el papel de la parte superior del bloc, lo arrugó en la mano y lo tiró a la papelera que había bajo su escritorio.

No tenía ni idea de lo que Jungkook esperaba o de lo que él mismo esperaba, con ese ejercicio. Sobre todo cuando la propia redacción de la carta parecía ser tanto la tarea como el objetivo final, era difícil no considerarlo inútil. Diablos, Jeon no tenía forma de saber si lo había hecho o no, así que ¿para qué iba a molestarse en perder el tiempo?

La siguiente página de aquel bloc le miraba sin comprender y no ofrecía ninguna respuesta a la pregunta que acababa de hacerse en su mente. Tampoco Yeontan, que deambulaba libremente por el apartamento detrás de él y parecía haber tomado un intenso interés en olfatear la moldura del zócalo bajo la mesa del comedor. Comprensible.

Sin embargo, allí estaba, sentado ante su escritorio, con un lápiz en la mano. Las marcas de mordiscos en la madera le recordaban un terrible hábito que había conseguido dejar antes de abandonar la Fuerza Policial. Ahí estaba, la prueba de que era capaz de olvidar algunas cosas.

Entonces... ¿Por qué no lo olvidaba todo?

Querida mamá,

Todavía tengo tu microscopio.

Eso fue un comienzo, ¿no? Y aún tenía el microscopio: estaba en una caja vieja, envuelto en papel aún más viejo y guardado en el fondo del estante superior del armario. Esa caja lo había acompañado en todas sus mudanzas, desde la casa de Namjoon, pasando por la casa de Seokjin y varios apartamentos destartalados de esa ciudad, hasta que llegó ahí. Sin embargo, no la había abierto ni una sola vez en los últimos veintiséis años.

Intenté investigarlo el día que desapareciste. Tardé mucho, mucho tiempo en ver algo, porque estaba desenfocado y había olvidado cómo arreglarlo. Al final lo conseguí. Pero seguía sin ver nada: la diapositiva estaba vacía.

Aún lo recordaba, la oleada de esperanza que sintió cuando la imagen se hizo nítida, que se disolvió al darse cuenta de lo que estaba viendo. Nada. Aquella había sido la primera de muchas pistas falsas y callejones sin salida, susurros y rumores de adultos que la habían conocido. Había seguido tenazmente todas las pistas que le habían trazado, solamente para que no le llevaran a ninguna parte. A nadie.

Un día -ya ni siquiera recordaba cuándo- incluso esos susurros se habían apagado por completo.

No sé muy bien qué era lo que buscaba. Supongo que una parte de mí pensó que lo habías dejado a propósito, que yo debía encontrar algo allí. Una pista en la diapositiva, algo que pudiera usar. Alguna pista que hubieras dejado, para ayudarme a encontrarte.

Pero no había nada allí.

No hubo o nada allí durante al menos una década, tal vez incluso más tiempo.

El detective lo sabía desde hacía tiempo. Lo sabía, y, sin embargo, había algo en verlo escrito explícitamente, nada menos que de su puño y letra, que lo hacía sentir algo más definitivo. Le recordaba, con mucha más gravedad de la que sus propios recuerdos y pensamientos podían producir por sí solos, que eso era todo y que eso era real.

Joder. Tal vez... Solo tal vez, Jungkook había dado en el clavo, después de todo.

"El primer gran misterio de tu vida, tan cercano a tu corazón, sigue sin resolverse."

Esas habían sido las palabras del doctor. Taehyung lo había intentado, lo había intentado y había hecho todo lo posible. Pero había pasado tanto tiempo, no había habido nada y eso ya no iba a cambiar.

Escribió el resto de la carta en medio de un mar de lágrimas, al principio sin derramar, y luego, cuando la presa que contenía sus ojos se rompió, tuvo que escribir alrededor de las salpicaduras que habían caído sobre el papel. Apenas pensaba mientras seguía, seguía y seguía, escribiendo cosas al azar que había querido decirle a los diez, a los veinte, a los treinta. Su letra se convirtió en un garabato desordenado que sabía que no podría leer por la mañana. Sin embargo, no importaba, porque no se trataba de eso, porque en ese momento todo lo que escribía no era más que una forma -como la energía, eterna e indestructible, podía imaginársela diciendo- de las mismas dos preguntas que ahora aceptaba que nunca tendrían respuesta.

¿Adónde fuiste?

¿Por qué no me llevaste contigo?

Solo dejó de escribir cuando oyó un quejido procedente de algún lugar cercano al suelo. Yeontan, que le había estado observando todo el tiempo, tenía la cabeza apoyada en su pie y le miraba con preocupación en los ojos. Dejó caer el lápiz y se olvidó por completo de la carta, colmándolo de elogios y disculpas por igual. El canino levantó la cabeza únicamente para apoyar la barbilla en su rodilla y él se rio entre lágrimas mientras lo rodeaba con sus brazos.

— Si un día no vuelvo... Si no vuelvo en mucho, mucho tiempo, — murmuró sobre el mullido pelaje de su perro, — es porque he muerto. No hay otra posibilidad. ¿De acuerdo? — Su respuesta llegó con el lento movimiento de su cola y una mirada de despiste en su rostro. Pero estaba bien. — Yo nunca, nunca te dejaría. Me gustaría que lo supieras.

Al final, nunca terminó la carta. La dejó en su escritorio y se fue a jugar con Yeontan el resto de la hora. No sabía si eso era lo que Jungkook esperaba de él. La aceptación hacía muy poco por mitigar el dolor que le quedaba, pero suponía que era un comienzo. Tal vez nunca desapareciera del todo, podría ser que viviera con ello hasta el final, mas, tal vez, lo que Jungkook había estado intentando decirle era que, quizás, eso estaba bien.

Antes de irse a la cama, bien pasada la medianoche, decidió acceder a la petición de su "no-terapeuta". Llamó a Jungkook a su despacho, para desearle buenas noches.

+++

Resultó que lo único que tenía que hacer para saber algo de Son Chaeyoung era bajar al sótano del edificio de la agencia, donde guardaban, entre otras cosas, cajas y cajas de prensa diaria. Taehyung solamente tuvo que abrir una caja para encontrar varios periódicos con artículos sobre ella. Su nombre estaba vinculado no solo a los murales del Teatro Paramount, como había dicho Yoongi, sino a docenas de instalaciones artísticas, galerías y eventos de recaudación de fondos relacionados con el arte en los últimos cinco años. Los periódicos que la favorecían la definían como un soplo de aire fresco, una filántropa apasionada, una "impulsora" del arte y la cultura de Lues que utilizaba su fortuna personal para ayudar a que prosperaran las energías creativas de la ciudad. El Daily Mirror la llamaba "una flor exótica que florece en las exuberantes praderas de una tierra engordada por las cenizas de la guerra", dos frases antes de preguntar descaradamente al lector si alguna vez había hecho algo realmente útil.

Encontró una foto de ella dos artículos después e inmediatamente se sintió como un idiota.

Así que ya había visto a esa mujer antes, el mismo día que había conocido a su prometido. Aunque habría jurado que había visto su cara al menos una vez más, no lo recordaba con seguridad y tal vez su cerebro solo intentaba llenar agujeros por el gusto de llenarlos. En cualquier caso, o bien el acento de Kang Yeosang era muy difícil de entender, o uno de los dos había oído mal el nombre en algún momento, lo que le había impedido establecer la conexión con Choi Jongho, el doctor de la Clínica Psicoanalítica del Este, el mismo lugar donde trabajaba Jungkook.

Era él. El pelinegro. Esa era su "entrada".

Pero eso significaba involucrar a Jungkook en la investigación, sin importar cómo lo hiciera. ¿Realmente quería eso?

Taehyung supo la respuesta incluso antes de que la pregunta se formara por completo en su cabeza. No, tenía que encontrar otra forma de comprobar lo que había detrás del velo. ¿Qué opciones tenía?

Permaneció en aquel sótano el resto de la tarde, sentado en el frío suelo, mirando el techo y las manchas descoloridas por el agua cerca del borde que daba a la calle, intentando pensar. ¿Qué le había dicho Ten, y qué le había dicho Momo? Tenía que haber algo que le sirviera...

Finalmente, encontró lo que no era tanto la respuesta "correcta" como la "mejor", y eso no era decir mucho, dadas las circunstancias. Aunque seguía entrañando muchos riesgos, en más de un sentido, era el enfoque que minimizaba todos esos riesgos y le encontró de nuevo en los sagrados, aunque decididamente poco acogedores, pasillos de la Jefatura Central de la Policía de Lues.

— ¿Estás investigando a la Tríada? — El Park Jimin que él siempre había conocido, ese que de alguna forma podría llamar amigo, lucía un rostro completamente desdibujado. Mirándolo por largos segundos, Jimin relamió sus labios y dejó a un lado cualquier otro papel en el que estuviera intentando trabajar al mismo tiempo, prestándole toda su atención una vez hubo procesado la petición que el detective acababa de hacerle. — ¿Es para el caso Jo o para otra cosa?

— El caso Jo, — confirmó Taehyung. — Ya sabes que únicamente me gusta trabajar en un caso a la vez.

— Hmmm. — Tamborileó con las yemas de los dedos sobre la parte superior de su escritorio, cerca del borde. — ¿Crees que la Tríada tuvo algo que ver con su muerte? Es sorprendente.

Taehyung lo miró y se echó a reír. Park pasó del contacto visual directo a mirar fijamente el puente de la nariz de su amigo. Tal vez otras personas no lo habrían notado, pero para el peligrís, que se ganaba la vida descifrando el más mínimo de esos signos, era exactamente lo contrario de discreto.

— No, no lo es. Eres un mentiroso terrible, — añadió, por si acaso. Al menos, ahora se sentía un poco más seguro de que Jimin no era, de hecho, el hombre que le había atacado en el callejón. — Yoongi ya te ha puesto sobre aviso, ¿no? — El policía lanzó un suspiro vencido.

— De acuerdo... Pero no te enfrentes a él por eso, si puedes... Estoy seguro de que no le gustaría. Sabes que solo tiene buenas intenciones. De alguna forma, parece enfocarse demasiado en este caso, al parecer la muerte del dueño del Magic Shop le ha golpeado, pese a que me dijo que apenas habían intercambiado algunas palabras.

Sí, Taehyung sabía que Yoongi tenía las mejores intenciones, así como también estaba al tanto de esa pequeña debilidad que se llamaba Park Jimin. Min jamás lo había admitido y las señales eran muy escasas, pero había notado su gusto por el hombre que frente a él se encontraba. Para Jimin, Yoongi podría parecer todavía demasiado joven, además, era tan lento, que dudada que se hubiese dado cuenta. Jimin quizás tenía otro amante. Mujer u hombre, quizás tenía cero interés amoroso, pero lo que sí era seguro era la complicidad entre los dos.

También recordaba el encuentro que Yoongi le había relatado de Hoseok cuando se estaba haciendo cargo de Yeontan, el modo en que ese supuesto insoportable hombre le hizo seguir hablando de él sin parar. Comprendía que, de alguna manera, a Min le hubiera chocado esa repentina muerte.

— ¿Qué más te dijo?

— Entre comillas, "que no te dejara hacer nada estúpido." Eso me dijo.

— Vaya. — Taehyung soltó una risita. — No sé si sentirme insultado o conmovido.

— Sin embargo, te admira. De una forma extraña y poco intuitiva, pero lo hace.

— Qué terrible elección por su parte.

Si Park estaba de acuerdo o no con esa afirmación, se canalizó en un simple encogimiento de hombros. Tal vez no se sintiera muy convencido de ninguna de las maneras.

— Vuelve mañana, más o menos a la misma hora. Para entonces debería estar listo.

Taehyung hizo lo que se le pidió, se presentó a las once en punto de la mañana siguiente, para encontrarse con un escritorio vacío y sin Jimin a la vista. Uno de los sargentos que llevaban allí más tiempo se apiadó de él y le informó de que Park se había retrasado por un interrogatorio que se estaba alargando. Habían pillado a un sospechoso abandonando la escena de un homicidio cerca del muelle o eso había oído. Taehyung le dio las gracias por avisarle e intentó encontrar un lugar apartado donde esperar.

Sin embargo, ahí no había lugares apartados, cosa que él ya sabía. Así que esperó donde estaba, aguantando entre miradas y susurros durante casi una hora antes de que Jimin apareciera por fin.

— Lo siento, lo siento mucho, esto no deja de pasar, siempre estamos llenos de imprevistos. He intentado llamar a tu despacho, pero no estabas... — Se detuvo el tiempo suficiente para ladrar a un joven recluta que seguía mirando para volver al trabajo. — No te dieron ningún problema, ¿verdad? — Kim sacudió la cabeza en una negación, con una sonrisa serena.

— ¿Listo?

— Cuando tú lo estés.

Al salir, las calles los recibieron con una gélida ráfaga de aire invernal. El detective se ciñó mejor la bufanda al cuello y se metió las manos en los bolsillos, reprimiendo un escalofrío. Por otra parte, eso era mejor que el calor que había sentido en aquel edificio, el cosquilleo en la piel de tantas miradas y el ligero ardor en el fondo de los ojos cuando había conseguido entender lo que decían algunos de aquellos susurros.

— ¿Estás bien? — Indagó Jimin una vez más en voz baja.

— Mejor que nunca, — respondió. — ¿Estás seguro de que esto no te está consumiendo demasiado tiempo? Hay toda una ciudad ahí fuera que necesita ser salvada, sargento.

— No pasa nada. Además, tengo que estar allí para que esto funcione.

— De todos modos. — Taehyung miró su reloj e hizo una mueca de dolor. Faltaban unos cinco minutos para el comienzo de lo que habría sido la hora de comer de Jimin. — Podríamos haber elegido una hora más conveniente.

— Esperar más solamente aumenta las posibilidades de que se enteren de que venimos.

Él tenía un punto allí.

Si había algún resquicio de esperanza, era que El Paraguas de Seda no estaba demasiado lejos del edificio de la sede central; diez manzanas hacia el norte, si acaso, que bien podrían no haber sido nada para el peligrís, que una más de una vez había caminado distancias inimaginables para su propio ocio. Le daba menos tiempo para pensar durante el trayecto, pero el plan era sólido; se habían cuidado todos los detalles.

Lo que no significaba que no hubiera nada en lo que pensar, por supuesto. Ejecutar este plan, cerraría inmediatamente muchas puertas a métodos más "diplomáticos", como solía llamarlos en su cabeza. Cómo acabaría todo esto dependería enteramente de lo caritativo que se sintiera Chittaphon Leechaiyapornkul hoy.

— Tengo una pregunta, — mencionaba mientras esperaban a que cambiara la luz. Ya podía distinguir la forma del paraguas en el letrero de la tienda a lo lejos. — Los policías que llevan allí más de dos años... ¿Me siguen odiando todos tanto ahora como lo hicieron por aquel entonces? — Jimin permaneció mirando al frente.

— No deberías prestarle atención a eso.

Ah, así que eso era un "sí".

Aun así, había sabiduría en las palabras de Jimin. Taehyung decidió hacerles caso y, cuando por fin cambió la luz, desechó todos esos pensamientos, hasta que únicamente tuvo en mente esta tarea y el hecho de que estaba a punto de hacer una declaración de guerra.

Fiel a sus expectativas, Ten -aunque todo sonrisas y cortesías, siempre el anfitrión profesional- los recibió con una recepción que parecía más fría que las calles de fuera.

— Sin duda, debe de haber algún tipo de malentendido, detective. — La sonrisa de Chittaphon era deslumbrante, pero un poco tensa. Se le notaba en las comisuras de los ojos, un poco más de esfuerzo del estrictamente necesario. — Empiezo a pensar que quizá intente acusarme de algo.

— No sé por qué llegarías a esa conclusión, — objetó Taehyung. — Creo que mi petición es sencilla, señor Leechaiyapornkul. Un simple pedido para echarle un vistazo a los libros de esta estimada tienda, con la esperanza de que puedan ayudarnos indirectamente en nuestra investigación que, casualmente, solo involucra a uno de sus clientes, parece que sería indolora para un negocio que no tiene nada que ocultar.

— Dando a entender que todo lo que no sea una cooperación plena e incondicional equivale a alguna actividad nefasta por nuestra parte, ya veo cómo es. — Ten cruzó los brazos sobre el pecho. — Sin embargo, como le dije antes, no soy más que un humilde servidor que lee los residuos que deja el té en algunas tazas. El dueño de esta tienda está de viaje de negocios.

— ¿Pero no estás, en este momento, actuando como su apoderado?

— Sea como fuese, me imagino que una solicitud de información tan intrusiva requeriría una orden judicial de algún tipo.

— Así es. — Park Jimin, quien hasta ese momento había permanecido de pie junto a su amigo en silencio, habló por fin. Sacó un grueso sobre del bolsillo de su abrigo y lo deslizó por el mostrador. — Aquí tiene la orden judicial.

Ten Leechaiyapornkul le miró con los ojos muy abiertos. No había reconocido a Jimin como policía, porque el largo abrigo que llevaba ocultaba su uniforme. No obstante, todo eso formaba parte del plan de Taehyung. De todos modos, la diferencia fue irrelevante cuando Park sacó su placa y la mostró con una sonrisa.

Taehyung vio cómo Ten abría el sobre y estudiaba línea por línea la orden que tenía en las manos. Si buscaba algún error o algún resquicio por el que escabullirse, no iba a encontrar nada. Kim se había asegurado de ello. Finalmente, después de unos minutos, el tailandés dejó caer la orden sobre el mostrador, echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír.

— Ohhhh, detective. Yo que pensaba que usted y yo nos llevábamos tan bien. ¿Dónde, oh, dónde nos hemos equivocado?

— Créame, hubiera preferido no tener que hacer esto.

— Esta orden que tu socio acaba de entregarme no concuerda con lo que me está diciendo.

— Y decidimos hacer esto como último recurso, — insistió el peligrís. Se acercó al mostrador y apoyó las manos en el borde para poder mirarlo directamente a los ojos. — Cuando nos conocimos, me aseguraste que dabas al César lo que le correspondía. Todas las preguntas a las que he tratado de encontrar respuesta tenían que ver con un cliente tuyo, no con la tienda en sí y, sin embargo, ni tú ni ninguno de tus colegas han sido muy comunicativos. Si tú no me dices la verdad, espero que tus números sí lo hagan.

Si no lo hacían o si acababan revelando más anomalías que no tenían nada que ver con el asesinato, bueno... Eso sería un problema mucho mayor para la tienda y algo en lo que al menos Park estaría bastante interesado.

Ten sacudió la cabeza, riendo por lo bajo. — Te has acordado de verdad, ¿eh?

Sí, y había sido sorprendente, incluso para el propio Taehyung. No obstante, ¿qué otra cosa le había dicho Leechaiyapornkul la última vez que se habían visto?

— Cuando tu medio de vida depende de tu talento para hablar con la gente, — le respondió citando sus palabras, — tiendes a recordar hasta el más mínimo detalle de las conversaciones importantes.

— Increíble. — Ten siguió riendo, al menos en parte para sí mismo, mientras se apartaba del mostrador y se agachaba hasta que Kim ya no pudo verle detrás de él. — Bueno, — gritó su voz apagada, — parece que no me han dejado otra opción, caballeros.

Salió a la superficie en un abrir y cerrar de ojos, arrojando sin contemplaciones un enorme libro de contabilidad sobre el mostrador que había entre ellos. Pesado, desgastado y encuadernado en cuero, estaba abierto hasta la página actual, unas tres cuartas partes, antes de ser cerrado sin preámbulos.

— Esto solamente incluye los registros de los últimos tres años. Sinceramente, no sé dónde se guardan los anteriores. — Ten dudó. — Únicamente lo preguntaré una última vez. ¿Es esto realmente necesario, detective?

— Si no lo fuera, ni siquiera estaría aquí. ¿Eso le decepciona?

— En absoluto. — El contrario negó lentamente con la cabeza y sus ojos no abandonaron el rostro de Taehyung en todo el tiempo. — Supongo que me divierte más que nada ver cómo desoyes por completo el consejo que te di la última vez que estuviste aquí.

— Bueno, espero que no te lo tomes como algo personal. Nunca se me ha dado bien seguir consejos. — Kim cogió el libro de contabilidad del mostrador, se lo metió bajo el brazo y se mojó el ala del sombrero a modo de saludo. — Le agradezco su colaboración. Estaremos en contacto.

Leechaiyapornkul no dijo nada ni envió a nadie tras ellos, la salida del Paraguas de Seda resultó un acontecimiento bastante tranquilo. Kim no sabía realmente lo que había estado esperando, ¿más resistencia, tal vez? Momo había estado notoriamente ausente, pero tal vez solo estaba trabajando. A diferencia de la última vez que lo había visitado, nadie más en la tienda se había fijado en él ni en Park.

En cualquier caso, habían conseguido lo que habían ido a buscar, todo el intercambio había ido mucho mejor de lo que había previsto. Tal vez había calculado mal, había dado demasiada importancia a los peores escenarios, que no eran ni de lejos tan probables como había imaginado. Abrió el libro de contabilidad en cuanto cruzaron la calle y comprobó el peso del libro en sus manos. Era más pesado de lo que parecía.

— Supongo que era demasiado lo que esperaba, — comentó, pasando los ojos por los caracteres manuscritos de una página cualquiera, — en verdad esperaba que los libros estuvieran escritos en dimplino.

— Eso habría sido demasiado fácil, — dijo Jimin. — Me pondré en contacto con un traductor de la comisaría y empezaré a trabajar en la traducción. ¿Te parece bien que seamos los primeros en hacerlo?

— Por supuesto. — Taehyung se lo entregó, agradecido de poder volver a meterse las manos en los bolsillos. Ese invierno nunca iba a terminar. — Realmente no puedo conseguir nada de él como está ahora.

— ¿Buscas algo en particular?

— Cualquier mención de Jo Jaeyoon por su nombre sería la veta madre. — Eso sería tan bueno como Caso Cerrado, así que, por supuesto, dudaba que fuera a tener tanta suerte. — En su defecto, tengo curiosidad por esos 'tés especiales' que ofrecen. Apostaría mi sueldo a que en realidad no quieren decir "té".

— Entendido.

— Y si puedes, averigua el nombre del verdadero dueño de esta tienda. — Podría haberle preguntado a Ten, pero eso seguramente le habría costado mucha de la buena voluntad del hombre. — Quién sabe, tal vez esté más dispuesto a hablar.

— Eso no debería ser muy difícil, si estos libros están limpios.

— Sí.

Había otras cosas que podía hacer con eso, por supuesto. Si podían cotejar alguna de las entradas de aquel libro con los nombres y recibos sospechosos que Yoongi había colocado en el muro de la delincuencia, podrían construir casos más pequeños y utilizarlos para sonsacar información a los empleados del Paraguas de Seda. Si conseguían descubrir la identidad del propietario y si averiguaban que era corrupto, también podrían utilizarla como palanca. ¿Habría algo ahí que pudiera darle a San, tal vez para mantenerlo distraído el tiempo suficiente para darle a un respiro, al menos durante unos días? Eso esperaba.

Mientras doblaban la siguiente esquina, Kim Taehyung seguía pensando en el libro que acababan de conseguir y en los secretos que podrían esconder en sus páginas. Se detuvo y su hilo de pensamiento se disolvió por completo, cuando Park Jimin se congeló de repente.

Al fin y al cabo, había demasiadas cosas, un centenar de personas en su campo de visión, arremolinadas en las aceras o conduciendo por la calle. Las nubes habían cubierto gran parte del cielo, haciendo que la ciudad pareciera más fría de lo que realmente era. Pero aún había luz, mucha luz en realidad, de modo que incluso con la nieve, los edificios, los coches y la gente distrayéndole, fue capaz de distinguir un destello metálico.

— ¿Qué...?

— ¡Atrás! ¡Cúbrete! ¡Tiene un...!

Al final, todo sucedió demasiado rápido.

El estallido de un arma ensordeció a la multitud.

Había pospuesto mucho la actualización de este capítulo. Me debatía en si realmente valía la pena editar un poco un capítulo de más de 14k de palabras para esta historia que pocas personas leen. Es muy tedioso, yo por eso odio editar o releer mis propios trabajos. Sin embargo, aquí está.

Espero que no les resulte muy tediosa e infinita su extensión. Pensé en cortarlo y darles una "doble actualización", pero no tenía sentido un corte en este capítulo. Rompía la fluidez y se sentiría solo como simple relleno.

Por cierto, dejé muchas pistas en este capítulo. Espero que nos veamos en el próximo pronto, ya que debe ser más corto y me costará menos sentarme a leer y editar superficialmente algunas cosas.

LORED

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