Capítulo 18

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El deseo exacerbado que despertaba el doctor, junto al temario sentimiento de pérdida que continuamente acarreaba Kim Taehyung, le había hecho casi imposible la espera de ese encuentro. Cuando se levantó ese sábado, se encontraba irritado por decirlo menos, hasta el ruido cotidiano le parecía insoportable.

Estaba en su peor momento justo antes de la hora acordada. Al salir corriendo de la estación de metro y recorrer todo el camino hasta la clínica, su mente por segundos se quedaba en blanco, cuestionándose qué era eso que despertaba su relación con Jungkook. Se gustaban, eso estaba más que claro, se deseaban fervientemente y todo iba más allá del placer carnal que en ocasiones se daban. Su relación con el doctor Jeon era una cosa, con Jungkook, era otra.

Sus pensamientos estaban por todos lados y a su vez no lograba formar una idea coherente, pero todo eso quedó relegado a un segundo plano en cuanto sus orbes se posaron en un pelinegro que yacía de pie frente a la clínica. Junto a su Rolls-Royce Phantom negro, fumándose un cigarrillo sin ninguna preocupación, se mostraba una imagen que disipó el pavor. Verlo ahí, con un sombrero cubriendo su negro cabello, la camisa blanca y la corbata negra que sobresalían del largo abrigo del mismo color, majestuoso, atractivo y seguro, fue como soltar por fin el aliento que había estado conteniendo durante los dos últimos días.

Jungkook sonrió cuando se acercó, ese era un hombre que le hacía un agradable regalo a su vista.

— Buenas tardes, detective. — Jungkook lo saludó, dejando caer la colilla del cigarro en el suelo mientras centraba su mirada en el peligrís que tenía al frente. Se movió, fue un impulso que Taehyung detuvo mirando a los alrededores.

Sin decir palabra, ambos supieron lo que esa lejanía de cuerpos significaba. Se encontraban a plena luz del día, en una zona lo suficientemente respetable, como para convertirse en el foco y la comidilla. Dos hombres besándose en la calle a esa hora, estaba lejos de ser conveniente. Con una sonrisa, Jungkook asintió, indicándole con la mano que se subiera al vehículo.

— ¿Hacia dónde? — Preguntó tomando asiento.

Taehyung le dio escuetas indicaciones ya en el coche y eso fue suficiente, porque una vez que salieron de la parte más meridional de la isla, la mayoría de los nombres de las calles daban paso a números, lo que resultaba mucho más fácil de navegar. Era interesante ver como pese a ser un hombre que se pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su clínica, Jungkook parecía conocer tan bien cada calle de la ciudad.

Verlo conducir con elegancia y hasta una cierta arrogancia escondida, logró que el detective disfrutara de esa vista privada que pocas veces tenía la oportunidad de controlar. Fueron en silencio, cómodos con la simple presencia del otro.

Si Jungkook estuvo decepcionado cuando por fin llegaron a su destino, desde luego no lo demostró; se limitó a lanzarle al peligrís una mirada desconcertada, aunque ligeramente interrogativa, mientras se detenía ante la fachada del edificio.

Taehyung llevaba años yendo al mismo campo de tiro. Había entrenado ahí con Kim Seokjin, luego con Yoongi, le hubiese gustado llevar a Hoseok ahí, quizás así podría haberse defendido un poco más, quizás todo hubiese terminado con una leve herida y un desafortunado deceso. De vez en cuando iba para practicar solo o a veces con Yeontan.

Allí había aprendido a disparar por primera vez, cuando sus manos eran más pequeñas y le temblaban demasiado. Sin embargo, Namjoon había sido paciente con él, agachándose para ajustarse a su línea de visión, enderezando sus hombros, criticando su postura. No le había agradado la idea de que Taehyung, uno de sus detectives y acogidos, tuviera un arma sin saber usarla. Mejor empezar de joven, había dicho. Le dejó sus opciones muy claras desde un primer instante, aprendía bajo su supervisión o le confiscaba el arma.

Era la misma pistola que le entregaba ahora a Jungkook, un viejo revólver Colt que había visto días mejores, pero al que aún le quedaban muchos años por vivir.

— ¿Para qué me das esto? — La voz del pelinegro por un momento tembló, fue casi imperceptible, pero hubo confusión en él.

— Quiero que te la quedes. — Sabía que el doctor no solía llevar un arma propia, pero con todo lo que estaba sucediendo, prefería precaver a lamentar cuando fuese demasiado tarde para defenderlo. — No actúes como si fuese la primera vez que tienes un arma en la mano. — Jungkook ladeó su cabeza mientras esbozaba una sonrisa.

— ¿Desde cuándo lo sabes?

— ¿Sinceramente? Desde la primera noche que nos conocimos. — Ahí hubo otra mirada que Taehyung trataba de descifrar, no sabía si era confusión, orgullo, sorpresa, alivio o una mezcla de todo eso y algo más.

— ¿Qué me delató?

— Te manoseé en aquella cabina telefónica, bueno, nos manoseamos mutuamente. Así es difícil guardar secretos. Tus manos son tan delicadas como se espera de un doctor, pero mucho más callosas y firmes. No es que eso dictamine que ya has disparado varias veces, pero no lo sé, simplemente fue un pálpito que tuve, veo que no me equivoqué. — Taehyung le dirigió una mirada que decía más de lo que sus palabras podrían decir y se rio al ver la cara del contrario. Hizo un gesto con la cabeza hacia el blanco colgante, una lámina de cartón con la tosca forma del torso de un hombre y anillos que se extendían desde el centro. — Vamos.

Jungkook bajó la mirada, probando el peso del arma en su mano. La pasó entre una mano y otra, mirándola detalladamente. Dudó durante un minuto, antes de apuntar y disparar una primera vez.

El disparo salió completamente desviado, fallando por un margen bastante amplio el anillo más exterior de la diana. Como había predicho Taehyung en su mente, Jungkook, al igual que él en sus primeras veces, también subestimó mucho el retroceso. Dando un paso hacia el doctor, Taehyung lo agarró de los hombros para que no se sacudiera demasiado al disparar.

— No te lo esperas de esa cosa tan pequeña, ¿verdad? — El pelinegro sacudió la cabeza en negación, con los ojos muy abiertos.

— ¿Quieres volver a intentarlo? — Lo había dejado asimilarlo un rato antes de preguntarle.

Jungkook intentó unos cuantos disparos más, tomándose su tiempo. Únicamente sus disparos resonaban en las paredes del vacío campo de tiro, probablemente porque era sábado por la tarde. La gente tenía cosas mejores que hacer los fines de semana. Demonios, Taehyung se imaginaba que si no hubiera llamado, el doctor estaría ahora mismo en algún sitio mucho más interesante.

Sin embargo, él no había podido estarse quieto desde aquella extraña llamada, con la idea de lo que le había pasado a Hoseok rondándole por la cabeza...

Namjoon y Yoongi podían protegerse. No estaba seguro de si preocuparse o no por Jimin, en parte porque aún le sacudía el recuerdo, por muy borroso e ilógico que fuera, de aquella noche en el bar. Además, dudaba que quienquiera que fuera tras él intentara ir a por un policía, sobre todo teniendo en cuenta que la Policía de Lues apenas había intervenido en el caso. Solo le quedaba una persona a la que consideraba relativamente cercana.

Era ese hombre parado frente a él, quien cada fibra de su ser anhelaba proteger.

— Esta no es tu arma, ¿cierto? — Mientras descansaba de disparar, el doctor volvió a inspeccionar el arma que tenía en las manos, esta vez con una mirada más cuidadosa y crítica. — Te he visto desenfundar la tuya antes, no es esta. Taehyung lo recordaba con demasiada claridad.

— ¿De aquella noche en el apartamento de tu amigo? ¿Después de tu pequeña riña con las migas de pan y la gravedad?— espetó con una sonrisa.

— Eso, y que también he tenido mis manos por todo tu cuerpo, aquella primera noche, también sentí su pistola, la forma que toqué, difiere de esta que sostengo ahora. — La voz de Jungkook llegó en un murmullo lejano, como si estuviera reviviendo un sueño. Sacudió la cabeza y volvió a centrar su atención en la pistola, recorriendo con el dedo la longitud del cañón. — Tampoco parece nueva. ¿Es solo una pieza de repuesto?

Al detective le vino a la mente una imagen del estudio con el enorme ventanal que daba a la playa, con las plantas, las plumas y el microscopio, los libros franceses con garabatos cirílicos en los márgenes y el mapa extendido sobre la mesa. Muchos años atrás, había destrozado aquella mesa entre lágrimas, buscando pistas. Lo único que había encontrado era el falso fondo del cajón del medio, que escondía una pistola de la que no sabía nada.

— En realidad, era de mi madre, — admitió. Justo ahí, vio la curiosidad volver a bañar el rostro ajeno.

— Seguro que se avecina otra interesante noche de miércoles. — Ah, el doctor, pocas veces se alejaba de Jungkook, a veces a Taehyung le gustaría que se mantuvieran más distanciados.

— No hay nada de que hablar, créeme. — Sonrió. — Simplemente, creo que ya no le hará falta.

— Hmmm. — El contrario parecía tener mil preguntas que quería hacer después de aquello, pero en vez de eso prefirió contenerlas. El detective sabía que eso significaba que, de todos modos, probablemente escucharía todas esas preguntas en su próxima sesión de terapia. — ¿La has necesitado a menudo? Tu arma, quiero decir.

— Intento no enfrentarme a sospechosos en el campo si puedo evitarlo. Ya no soy policía, y sé que no era lo que Namjoon tuvo en mente cuando me contrató.

— Ya veo... ¿Es como último recurso?

— Sí. — Taehyung frunció el ceño. — Ya deberías saber todo esto, ¿verdad? Tienes los archivos de mi caso.

— De los cuales pude obtener hechos, fechas y cifras, sí. No obstante la intención, es más difícil de determinar a partir de simples palabras en un papel.

— ¿Por qué siento que viene una pregunta?

— ¿Por qué haces esto por mí?

El detective sopesó las palabras en su lengua. No quería tener que enfrentarse a esa pregunta todavía, pero sabía que acabaría llegando el momento.

— Depende de quién lo pregunte, — dijo finalmente, fue probablemente la respuesta más honesta que se le podía haber ocurrido.

— ¿Es en serio? — Suspiró elevando sus comisuras. — Bien, entonces supongamos que es Jungkook.

Ese era exactamente el problema, ¿no? ¿Cuándo estaba hablando con Jungkook en lugar de con el doctor Jeon, y cómo se suponía que iba a diferenciarlos? La puerta de la clínica había sido el límite impuesto antes, pero ahora claramente ya no lo era. Tras lo que había pasado durante su última sesión, junto a todo lo que el pelinegro y él habían dicho esa noche, seguía sin estar completamente seguro de cuál era su posición.

— Me salvaste la vida una vez. — Eso era cierto, independientemente de con quién estuviera hablando, sin duda Jungkook lo entendería. No había podido salvar a Jin. No había podido salvar a Hoseok. — Si alguna vez llegase el momento en el cual esto pueda salvar a los tuyos, me gustaría que lo tuvieses contigo.

— ¿Hay alguna razón en particular para que sienta que mi vida puede estar en peligro?

En realidad, no la había: nada respaldado por pruebas sólidas, nada que se hubiera explicitado. Pero quien le había llamado sabía que, de algún modo, estaba siendo tratado por un terapeuta. No era difícil imaginar que sabían quién era exactamente ese terapeuta.

— Estás ligado a mí. Profesionalmente, y... — Agitó una mano delante de su cara, porque de lo contrario, sentiría un final vacío e insatisfactorio para esa frase. — Así es como funciona. Si me han convertido en objetivo, significa que la gente cercana a mí también lo es.

Jungkook no dijo nada, se quedó mirando a media distancia, sumido en sus pensamientos. Lo entendía, ¿verdad? Tenía que entenderlo, Taehyung rogaba porque lo hiciera, sin preguntarle nada más.

Una puerta crujió en algún lugar; el sonido procedía de más adentro del edificio. Esto fue lo que hizo que el detective levantase la vista hacia el reloj que colgaba de la pared del fondo, casi podía oír el tic-tac mientras observaba cómo se movía el segundero.

Quizás estaba siendo injusto.

Si de verdad quería mantener a salvo a Jungkook -y lo quería, claro que sí-, había una forma más segura y eficaz de hacerlo.

— Entiendo si esto no es algo en lo que quieras involucrarte. — Las palabras dejaron un dolor sordo en su pecho. Apenas pudo forzarlas a salir. — Lo último que quiero es ponerte en peligro. Si quieres irte...

Sus palabras quedaron inconclusas cuando un Jungkook serio y casi conmocionado tiró de él, lo agarró por los hombros, silenciándolo con un beso. Fue intenso y exigente, como la mayoría de los besos del doctor, pero también fue suave, lánguido y pausado, como un cálido suspiro compartido entre los dos. La manera en la que sus lenguas siempre parecían ser cómplices no dejaba de sorprenderlo, Jungkook tenía la capacidad de hacerle perder la cordura de la forma más positiva. Por eso cerró los ojos, permitiendo que le rodeara la cintura con los brazos, profundizando el beso.

Se olvidó del resto de lo que había planeado decir.

No le importaba.

Ansioso, entreabrió más su boca para acaparar todo lo que pudiera, demandándole libertad de movimiento a esa que por instantes dominaba y devoraba a la suya. Se besaron con vehemencia tal que sus pulmones terminaron tomando el control, obligándolos a separarse para inhalar aire. Cuando por fin se separaron, Taehyung estaba más confundido que al comienzo.

— ¿Qué se supone que significa eso? — No obtuvo respuesta.

Jungkook cogió la pistola con una mano y agarró la muñeca del peligrís con la otra. No dijo o hizo nada, sus ojos brillaron mientras asentía dirigiéndose a la salida, viendo su mano entrelazada con la del doctor.

— Vámonos de aquí. — Fue todo lo que el pelinegro se limitó a decir.

El subidón de adrenalina que Jungkook había obtenido en el campo de tiro acabó durando mucho más de lo que probablemente debería haber durado. Taehyung no volvió a pronunciar palabra, pero podía sentir su emoción, densa y palpable en la forma en que la mano ajena se tensaba, sus nudillos blancos contra la palanca de cambios. Atravesó las tranquilas calles del sábado con una expresión en el rostro que habría hecho reflexionar a Taehyung, si no le hubiera dado otras ideas completamente distintas.

— ¿Te importaría decirme por qué tenemos tanta prisa? — Indagó el detective al ver como la velocidad del vehículo, en vez de disminuir, aumentaba.

— ¿Te estás quejando?

— ¿Si vamos a donde promete esa mirada? En absoluto. — Taehyung se rio, colocando una mano sobre la del pelinegro en la palanca de cambios. Tenía la mano tan fría que estuvo tentado de ofrecerle sus guantes. — Aunque quizá quieras ir un poco más despacio. Nunca se sabe cuándo hay un policía de tráfico aburrido o que ha tenido un día terrible.

Jungkook miró por el retrovisor, finalmente empezando a reducir la velocidad, pero para entonces, ya estaban en el puente.

Una vez que llegaron a la entrada de la casa del doctor, escondida en la parte trasera del estacionamiento, acabaron pasando diez segundos, tal vez incluso menos, antes de que descendieran del automóvil y el doctor le agarrara la mano para arrastrarlo impacientemente al interior de la casa. La puerta lateral ni siquiera se había cerrado cuando Jungkook le empujó contra la pared y lo fundió en un tórrido beso, electrificante y deliciosamente sofocante.

Taehyung no se sorprendió demasiado; lo había visto venir por la forma en que se había comportado durante el trayecto en coche. Sin embargo, era imposible no sentirse un poco desconcertado por el roce de los dientes de Jungkook o por la forma en que enrolló la mano en su corbata antes de tirar con fuerza y arrastrarlo hacia el interior de la casa.

Eran un amasijo de miembros enredados subiendo las escaleras a un ritmo angustiosamente lento. Ya habían llegado al umbral del dormitorio de Jungkook cuando el detective se dio cuenta de que ya le faltaba la chaqueta del traje. Pasó las manos por debajo del dobladillo de la contraria, las deslizó hacia arriba y tiró de la chaqueta de Jungkook para abrirla desde dentro y ajustar cuentas.

En cuanto se la quitó, vio la pistola y el cuero de la funda cortando líneas sobre la seda del pecho de ajeno. Maldita sea... Comenzaba a entender que fue lo que activó esas reacciones. Fue entonces que su mirada se fijó en unos redondos ojos oscuros que lo admiraban hambrientos. La lengua de Jungkook jugaba con el interior de sus mejillas cuando este lo empujó ligeramente hacia atrás y retrocedió hacia la habitación, alejándose de él y de sus labios, de sus manos necesitadas.

Siguió caminando hacia atrás, manteniéndose justo fuera del alcance de Taehyung, mientras se quitaba la funda, con movimientos enloquecedoramente lentos y deliberados. El peligrís sintió una sacudida cuando el arma cayó al suelo. Lo comprendió.

— Cierra la puerta, Taehyung.

El nombrado dejó escapar una bocanada de aire cuando escuchó ese tono demandante filtrarse por sus oídos. Esas mandíbulas tensadas y la diversión en sus ojos casi le obligaban a arrodillarse y arrastrarse hacia él, cumpliendo todas y cada una de sus demandas.

Oyó el sonido, un golpe seco que resonó en toda la habitación, pero no se dio cuenta de dónde provino. En un abrir y cerrar de ojos, cruzó la distancia que lo separaba de la cama y volvió a capturar los labios de Jungkook. Los abrió, deslizó la lengua en su interior y pensó en lo poco que le importaría ahogarse en aquel calor.

Quería más.

No, necesitaba más. Llevaba tiempo deseándolo. Volver a abrazar a Jungkook, perderse en él, envolverse, enrollarse y asfixiarse con él. Únicamente por un rato. Solamente para no tener que pensar durante una noche.

Deseaba aferrarse a él, que esos ojos lo mirasen exclusivamente a él cada día, cada minuto y segundo del día. Jungkook rompió el beso con un grito ahogado, dejando escapar una risa temblorosa cuando los dedos de Taehyung, ansiosos y torpes, estropearon los botones del otro chaleco.

— Oye, en realidad me gustaba este chaleco. — Se burló estirando su lengua, dejando un rastro de saliva desde el mentón de Taehyung hasta sus labios, mordiéndolos y succionándolos antes de volverlos a liberar.

— Lo siento. — Musitó entre abriendo su boca para alcanzar la lengua que se le escapaba. — Conozco a un sastre excelente. — Las palabras del detective sonaban tan lejanas a sus propios oídos que apenas las registraba, todo lo que hacía era apretarse contra la cadera de Jungkook, escondiendo un gemido en el pliegue de su cuello.

— Taehyung...

Seguía pensando. No era suficiente, aún no. Necesitaba más. Sólo por una noche. ¿Era eso egoísta?

Intentó tomarse su tiempo con los botones de la camisa de Jungkook, pero se rindió a mitad de camino y arrancó el resto.

— Taehyung, espera...

Cuando oyó eso, ya había girado a Jungkook y le había arrancado la camisa dejando al descubierto su espalda, ansioso por poner sus labios sobre su cálida piel. Al conseguirlo ya estaba tan ido que tardó un rato en reconocer lo que estaba mirando. Cuando por fin lo hizo, se le heló la sangre. De repente, se olvidó de cómo respirar.

— Baepsae.

Aquella única palabra se clavó como una daga en el espacio que los separaba y sintió que se le revolvían las tripas cuando recordó lo que significaba.

Joder.

La mirada de Jungkook por un momento parecía asesina, pero también contrariada. Fue por esto que Taehyung retrocedió a trompicones, casi tropezó con sus propios pies en su prisa por alejarse. Eso era lo que Jungkook quería, ¿no? Tenía que serlo, por el acuerdo que habían hecho antes, por la agresividad con la que lo había estado besando. ¿Confundió las señales?

— ¡Oh, Dios, lo siento, lo siento mucho! No estaba pensando... — Justo con esa disculpa, los ojos oscuro que lo observaban, volvieron a suavizarse.

— No pasa nada. — Le cortó, en voz tan baja que apenas pudo oírle. — No tienes nada por lo que disculparte, Taehyung.

Desde luego, no lo parecía, la mirada que le había dado y sus palabras eran muy distintas. El peligrís se tragó el nudo en la garganta, deseando no haber sido tan imprudente. Si hubiera tenido más cuidado, entonces Jungkook...

Una parte de él se preguntaba si lo había imaginado o tal vez se había equivocado; tal vez había visto algo totalmente distinto. Estaba tan atrapado en el doctor y su propia locura que conjuró algo de su propia jodida imaginación, algo que no podía ser real.

— ¿Quieres verlo otra vez? — Indagaba en un tono bajo el pelinegro.

— ¿Qué?

— Lo que viste en mi espalda, solo lo viste de refilón, ¿verdad? Probablemente, ni siquiera estés seguro... — Habían tenido intimidad en distintos niveles y todavía seguían sin conocer a sus personas, ni siquiera habían terminado de conocer sus cuerpos. — Así que, adelante. — Girándose en su sitio, Jungkook posó sus ojos en la ventana, caminando hacia la misma en un paso lento. Respiró hondo y dejó caer la camisa al suelo. — Míralo bien.

Taehyung hizo exactamente eso, mirarlo.

La segunda vez que la vio no fue menos angustiosa que la primera; tal vez fue incluso peor, porque en lugar de echar un vistazo en una fracción de segundo, un accidente en realidad, ahora la miraba consciente y deliberadamente. Aun así, la reacción que tuvo fue la misma, un shock enfermizo y paralizante, al ver las quemaduras por toda la espalda de Jungkook.

Era imposible no reconocerlas por lo que eran, ahora que las miraba de cerca. Unas quemaduras redondas y blancas cubrían toda la superficie de su espalda. Si hubiese tenido que adivinar, lo más probable era que fueran de cigarrillos, basándose en el tamaño de las cicatrices y la consistencia de los patrones que habían dejado las quemaduras. Fueron tantas que le costó encontrar grandes tramos de piel sin marcar. Ni siquiera intentó contarlas porque aquellas que carecían de quemaduras redondas, también portaban otro tipo de cicatrices.

— ¿Quién te ha hecho esto? — susurró.

— Ya no hay nadie a quien puedas llevar ante la justicia.

— Así que han sido castigados... ¿Han pagado por esto? — ¿Era eso lo que Jungkook estaba diciendo? Deseaba tanto que eso fuera lo que el pelinegro estaba diciendo. — ¿Era alguien que conocías? Parecen marcas viejas... ¿Cuándo ocurrió?

— Responderé todo eso a su debido tiempo. — El semblante del doctor era extrañamente tranquilo cuando se dio la vuelta, apartando las quemaduras de la vista de Taehyung. Si era a propósito o no, el contrario no pudo saberlo. — Pero por ahora... ¿Me enseñarás algo a cambio?

— Cualquier cosa, — respondió rápidamente. Cualquier cosa para compensar eso, aunque no tenía ni idea de cómo sería posible. — ¿Qué puedo hacer?

Jungkook no respondió. En cambio, lo rodeó y se agachó para coger la pistola, esa que ahora era suya, sacándola de la funda. Sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta, que había dejado tirada en el suelo y empezó a limpiar el cañón del arma.

— Recuerdas tu palabra de seguridad, ¿verdad? — Una vez más, el tono de su voz era jodidamente calmo y bajo, pero firme, demandante.

— Sí, la recuerdo. — Por la reacción de su cuerpo, Taehyung podía sentir que se tensaba un poco. Era la misma sensación que tenía cada vez que alguien estaba armado en su presencia y él no lo estaba. No podía evitarlo; probablemente su propia pistola se encontraba inútilmente tirada en alguna parte, ya fuera al otro lado de la puerta del dormitorio o a mitad de la escalera. No lo recordaba. — No tenemos que seguir con esto, si no quieres. Metí la pata, crucé una línea. — Jungkook negó con la cabeza.

— Tú no lo sabías, no has hecho nada malo. — Sin decir algo más, estiró su mano a la espera de que el contrario la tomase. — Ven aquí.

Tiró de Taehyung hacia la cama, haciendo que se tumbara boca arriba en el centro del colchón. Poco después se subió él mismo, colocándose de rodillas, no demasiado lejos del borde de la cama, pero lo bastante cerca como para inclinarse hacia delante y apartar el cabello de la cara del detective. Todavía sosteniendo la pistola en la otra mano.

— Tendremos que establecer otra regla. Si no puedes decir tu palabra de seguridad, golpea la cama. Tres veces, así. — Cogió una de las manos de Taehyung para guiarla hacia al colchón y hacer exactamente eso. — ¿Te parece bien?

— Claro. — Echó un vistazo a la pistola ahora que Jeon había terminado de limpiarla, asegurándose de que el seguro seguía puesto. — Aunque es un poco redundante, ¿no crees? No voy a olvidar la palabra. — O dos palabras, en realidad.

El pelinegro finalmente sonrió por primera vez desde que el detective le había arrancado la camisa. Ese simple gesto volvió a llenarlo de alivio.

— ¿Confías en mí, Taehyung?

El aludido se quedó mirando el cañón del revólver en la mano del doctor. La luz que se había filtrado en la habitación desde el minúsculo espacio entre las cortinas corridas, bailaba sobre la superficie del metal cuando Jungkook se movía, haciéndolo brillar.

— Sí, — empezó con cuidado, — en el sentido de que aún no me has dado una razón para no hacerlo.

— Qué halagador. — Jungkook soltó una suave risa, robándole un rápido beso en la mejilla para luego apartarse. — Espero que recuerdes lo que acordamos, — murmuró justo sobre su oído, erizándolo.

Fue la única advertencia que recibió Taehyung antes de que en su cuello se afincara una mano firme que se elevó hasta sus mejillas, pareándolas para que abriese la boca y esta se le llenara con el sabor del metal. Sus brazos se sacudieron y sus manos volaron hacia la muñeca de Jungkook antes de que se diera cuenta, agarrando con fuerza e intentando apartar el brazo. Sin embargo, el ángulo era incorrecto, y el pelinegro de estrecha cintura y elegante figura, era más fuerte de lo que parecía.

¡Maldición!

Joder.

Taehyung intentó desesperadamente aferrarse a la razón mientras su pulso se disparaba. El seguro estaba puesto, se repetía a sí mismo, por supuesto que había descargado el revólver antes de salir, por supuesto que lo había hecho... ¿No? Mierda, ya no estaba seguro.

Movió las caderas, intentando levantarse de la cama, pero el pelinegro lo sujetó con fuerza. Ese Jungkook que le había estado permitiendo salir con la suya en la intimidad de una cama, parecía no estar dispuesto a ceder. Lo miró, casi le rogó con la mirada mientras se le humedecían los ojos. Sin poderlo evitar, un gemido ahogado y entrecortado logró escapar de su garganta.

— Respira. — Ordenó serio el pelinegro. Él mantenía la mano libre apoyada en el cuello del peligrís, pero la descendió levemente hasta el hombro, sujetándolo desde arriba. Sus rodillas, apoyadas a ambos lados de las piernas del detective, impidiéndole que se agitara. — No dejaré que te pase nada.

Entonces, ¿qué demonios estaba haciendo? Taehyung no lo tenía claro.

— Hay una teoría que llevo mucho tiempo queriendo probar. — Jungkook soltó su hombro solo el tiempo suficiente para agarrar su mano de nuevo, presionándola contra la cama en señal de recordatorio. Cierto, el golpeteo, su nueva palabra de seguridad. Debería habérselo imaginado. — Puedes terminar esto en cualquier momento. ¿De acuerdo?

Sí. Podía. Podía terminar esto ahora mismo. Solamente unos ligeros movimientos de su mano pondrían fin a todo, al igual que una sola palabra de Jungkook lo había alejado a cuando fue demasiado lejos. Ese era su acuerdo. Apoyó la palma de la mano contra el colchón, pero no hizo más que eso.

Ese fue un pase libre que le permitió al pelinegro continuar mientras él aguantaba valientemente.

Fue una sensación extraña, el tener el cañón de una pistola entrando y saliendo de su boca. Esta vez se movía un poco más suavemente, con el metal resbaladizo por su saliva y la mano de Jungkook estableciendo un ritmo constante y pausado. De vez en cuando sentía la mira rozando el paladar o notaba lo cerca que el pelinegro tenía el dedo del gatillo. No necesitaba nada de su formación anterior como detective o como policía, para saber que había algo profunda y terriblemente malo, peligroso, incluso en todo eso. Era ridículo que estuviera embadurnando de saliva aquel revólver como si fuese un miembro masculino.

Sin embargo, sus manos permanecieron obstinadamente inmóviles.

— ¿Taehyung? — Jungkook sacó el arma de su boca. Suavemente, pasó los dedos de su otra mano por el pelo gris y acarició sutilmente su labio inferior. — Dime qué tienes en mente.

El nombrado estaba demasiado ocupado aspirando bocanadas de aire puro y libre que no estaba seguro de tener realmente mucho en mente.

— ¿Eso es todo?— Jadeó. — ¿Me has castigado lo suficiente?

— Lo siento. — Un destello de contrición pasó por el rostro del doctor, aunque solo lo vio un momento porque este no tardó en inclinarse hacia él y darle un tierno beso en la sien. — Supongo que una parte de mí no quería ser la única que estuviera completamente expuesta.

Esa simple admisión, se sentía como un logro. Escuchar a Jungkook admitir eso en voz alta, era más de lo que había obtenido de su parte en mucho tiempo. De cierta forma, estaba complacido de verlo bajando sus barreras, al igual que él, no ser el único dejándose guiar por precipitaciones peligrosas que podrían desembocar muchas penurias.

— Ya veo.

— Y, bueno...

— ¿Qué?

— Bueno... Tampoco luces como si lo odiaras, todo lo contrario.

Al parecer, esa era la teoría que el pelinegro había estado probando al jugar con sus límites, como si se hubiese dado cuenta de que la adrenalina causada por el peligro podría ser un afrodisiaco para Taehyung. Porque uno en el campo de tiro y otro ahora, ambos habían reaccionado a ello. En lo principal, se destacaba esa necesidad de castigo que Taehyung se proporcionaba a sí mismo, ya fuese mental o físico.

Jungkook arrastró la mirada hacia abajo y el contrario la siguió hasta la mitad antes de darse cuenta de lo que él estaba mirando. No tenía ni idea de cuándo había empezado, pero ahora que ya no le estaban metiendo una pistola por la garganta, no podía ignorar su erección, presionando contra el lateral del muslo de Jungkook. Maldijo en voz baja, porque no podía comprender qué coño le pasaba para reaccionar así ante algo tan... ¿Peculiar? Podría decirse que algo tan equivocado como eso.

— Puedo ayudarte con eso a la vieja escuela. — Hizo un gesto vago, presionando más su muslo contra la erección del peligrís. — O podría continuar... Como quieras.

Fuera lo que fuese, eso que había pensado del pequeño experimento de Jungkook al principio, no podía negar que había resultado ser más receptivo a ello de lo que había esperado. Eso fue definitivamente una sorpresa, algo que requeriría una seria auto-introspección más tarde. Por el momento, Jungkook esperaba una respuesta, acomodado en esa cama, justo encima de él. Esa vista podría quitarle el sueño, pero se levantaría feliz y energizado.

Ya habían cruzado tantas líneas. Lo correcto era llegar hasta el final, de alguna manera, sentía que no había un punto al cual regresar.

— Haga lo que pueda, doctor.

Una sonrisa lenta y perversa se dibujó en el rostro de Jungkook al oír esas palabras. Con esa mirada, ese ángulo y las sombras que bailaban sobre sus rasgos mientras se movía para quitarle los pantalones a Taehyung, y luego los suyos, casi volvía a parecer otra persona.

Jungkook se apartó el cabello de los ojos y pasó una pierna por encima de las caderas del detective antes de sentarse a horcajadas sobre él. Enderezó la espalda, aun con la misma sonrisa. Sin duda era otra persona, eso era lo que le decía la mente de Taehyung mientras separaba los labios a la espera de una invitación que el contrario aceptó, volviendo a introducirle el cañón de la pistola en la boca.

Continuaba fría, el calor del cuerpo del doctor y toda esa escena le hizo echar la cabeza hacia atrás, tratando de aliviar la presión del cañón sobre su lengua. Sin embargo, Jungkook únicamente aprovechó para deslizar el arma más adentro. Taehyung gimió, cerró los ojos e intentó controlar la respiración. Sus manos encontraron los firmes muslos de Jungkook, calientes y tensos alrededor de sus caderas. Hundió las yemas de los dedos en la carne y disfrutó del silencioso jadeo que recibió a cambio.

— Te gusta esto, — susurró Jungkook ladeando una sonrisa, casi fascinado y feliz con lo que confirmaba.

No era una pregunta, ni una observación altiva y fría hecha a la luz del fuego en un sillón acolchado. Era cruda y volátil, y si Taehyung hubiera podido hablar, habría respondido que a él también le gusta que él estuviese así, en ese estado. Disfrutaba sometiéndolo de ese modo, viéndole meterse el cañón de un revolver en la boca, imaginándose que era su goteante polla desplazándose por su estrecha garganta.

No lo dijo, pero, de todos modos, debió de notarlo en sus ojos, porque Jungkook levantó las caderas y se movió un poco hacia atrás, hasta que la polla de Taehyung quedó a ras de la suya. Aun con la tela de los calzoncillos que los separaba, Jungkook enredó su mano alrededor de sus miembros. Sin sacudirlos o moverlos, se limitó a apretarlos con fuerza hasta que jadeó el peligrís.

Una vez más, el pelinegro se movió unos centímetros hacia adelante, dejando que fuese ahora su trasero lo que quedase a ras con su pene. Llevó la mano libre hacia atrás y guió a Taehyung hacia el centro, de modo que cuando sus caderas se hundieron por fin, el detective sintió cómo se deslizaba entre unas nalgas que era evidente, no le permitirían volver a coger, al menos no esa noche. El calor que lo envolvía le hizo desear ahogarse alrededor del cañón, pero no el metálico, sino ese de carne entre las piernas del doctor Jeon.

— Te fascina. — Jungkook soltó un jadeo ahogado, provocándolo, moviendo sus caderas en un vaivén que no satisfacía a ninguno de los dos realmente, pero que ayudaba a mantener la tensión, a friccionarse y desearse más. — Diablo, ojalá pudieras ver cómo eres.

Taehyung gimió. Aún sabía a metal, pero olía a almizcle y a calor, deseaba mucho más que eso. Levantando las caderas, empujó hacia aquel calor mientras Jungkook lo volvía a colocar en su sitio y se movía encima de él, una burla muy cruel porque Taehyung sabía que no le permitiría tomarlo esa noche, lo presentía. Mucho menos lo cabalgaría de ese modo que fingía hacerlo únicamente para molestarlo. Lo hubiera maldecido, de no ser porque estaba resultando igual de eficaz. Rastrilló sus uñas a lo largo de los muslos de Jungkook y observó a través de sus pestañas como este sacaba su miembro para masturbarse.

En todo ese tiempo, no había dejado de empuñar la pistola, follando la boca del detective con ella. De los dos, estaba creando un lío bastante agradable. Su mano se aceleró para adaptarse a los movimientos de sus caderas, ya no era tan suave como antes. Los golpes más bruscos hacían que el cañón golpeara el interior de la mejilla de Taehyung o se acercara peligrosamente a la parte posterior de su garganta. Si gritaba, se lo tragaba completamente. Por eso mantenía las manos sobre el pelinegro, no se atrevía a soltarlo.

Taehyung no estaba seguro de lo que le llevó al final, si era solamente el calor y la fricción o el sonido de la voz de Jungkook mientras susurraba alabanzas con el nombre de Taehyung como estribillo. Todo lo que sabía fue que en un momento dado, cuando ya estaba peligrosamente cerca, había levantado la vista para ver el dedo de Jungkook posado sobre el gatillo, había oído el clic del seguro al soltarse y, de repente, su vista se volvió blanca.

Tardó mucho en bajar de esa altura placentera. Lo único que supo cuando abrió sus ojos, era que había embarrado de semen su abdomen y parte del de Jungkook también. Cuando sus ojos finalmente se enfocaron, la mirada de Jungkook continuaba seria, recogiendo en su mano todo el semen posible, girándolo con la mano que había estado agarrando la pistola.

Quedó con su trasero desnudo levantado al aire y un dedo lleno de semen presionando su hendidura. Estaba sensible, debería ser doloroso, pero no lo fue. El estiramiento de ese primer dedo y luego el segundo lo hicieron aferrarse a la cama con fuerza. Los dedos del doctor se movían obscenamente hacia dentro y hacia fuera, siempre buscando profundidad, estirando su esfínter y sus paredes.

Fue en el instante que su próstata fue tocada, que todo él tembló mientras jadeaba, podía sentir a Jungkook masturbándose con su trasero. Movió su mano fuerte, rápido, pero cuando más lo estaba disfrutando Taehyung, el pelinegro sacó sus dedos de su trasero, cambiándolos por una erección que no lo penetró. Simplemente, la colocó entre sus nalgas y las apretó fuertemente a los lados. Pronto sus caderas cobraron vida, moviéndose como si lo embistiera en su interior a pesar de mantenerse frotándolo y nada más que eso.

Una vez más, Jungkook cogió la pistola en su mano, lo siguiente que sintió Taehyung, fue el cañón que él había estado mamando, pegado contra la parte posterior de su cabeza. Eso, los gemidos de Jungkook, la fricción de su pene contra la cama y las pseudo embestidas lo llevaron una vez más a un orgasmo que contagió al doctor que por lo bajo maldecía.

Segundos más tarde, sintió el peso desplomado sobre él, tardíamente se dio cuenta de que ya no tenía la pistola contra su cabeza o boca, pero la seguía sintiendo como fantasma entre sus labios. Se lamió los labios y trató de concentrarse en los latidos del corazón de Jungkook contra su espalda, rápidos y erráticos. El suyo estaba en igualdad de condiciones, pero nada podría importarle menos en esos momentos.

— Vaya, — consiguió decir.

— No te has rendido. — Jungkook se separó apenas lo suficiente para desplomarse al otro lado de la cama, jadeando con fuerza. Tiró la pistola por el borde; otra vez, tan malditamente descuidado. El sonido suave y sordo que se oyó al hacer contacto con el suelo debió de significar que aterrizó entre sus ropas desechadas. — Estoy impresionado.

El detective respondió con un gruñido, sin palabras. No podía imaginarse que se le ocurriera algo digno que decir después de que hubieran hecho... Lo que fuera que acababan de hacer. Estuvo a punto de hacer una pregunta, pero al arrastrar los dedos por su espalda los sintió pegajosos y húmedos. Ya no tuvo que hacerlo, sabía exactamente dónde había terminado el semen de Jungkook.

— ¿Puedes acercarte a mí? — Preguntó en su lugar.

— Espera un poco. — Jungkook gimió suavemente. Con mucha dificultad, se inclinó sobre el lateral de la cama y rebuscó entre la ropa del suelo. Volvió con un mechero en una mano y un cigarrillo en la otra.

— ¿Es mío o tuyo? — Taehyung observó el resplandor de la llama bailando sobre sus manos mientras encendía.

— Tuyo— respondía el pelinegro. — Los míos estaban fuera de mi alcance, eso creo. Sinceramente, no sé dónde están. — Tiró el mechero sobre la mesita auxiliar y lanzó un chorro de humo hacia el techo. — Te lo compensaré más tarde.

— No me importa, no hace falta que me devuelvas un cigarrillo. — Taehyung estaba recordando ahora que le quedaba un único cigarrillo, pero seguía sin importarle. Tiró de la mano de Jungkook y se acercó a su cuerpo. — Ven aquí.

Compartieron aquel cigarrillo en silencio la mayor parte del tiempo, abrazados, compartiendo el calor del humo y de sus cuerpos. El detective no había olvidado lo que tanto le había preocupado antes de distraerse tanto, pero decidió esperar unos minutos más para prolongar aquel hechizo de paz, antes de que acabara inevitablemente con el ambiente.

— Por cierto, ¿me he ganado una respuesta a mi pregunta? — El pelinegro cerró los ojos y lanzó un profundo suspiro.

No respondió de inmediato; simplemente volvió a arrancar el cigarrillo de la boca de Taehyung, se lo puso entre los labios, dándole una larga y lenta calada. Expulsó el humo hacia la ventana y, sin querer, volvió a mostrarle al peligrís las quemaduras de su espalda. Solo mirarlas le daba náuseas. Quería inclinarse y darle un beso a cada marca, como si eso pudiera cambiar algo.

— Por si sirve de algo, — empezó, — iba a enseñártelo. Con el tiempo.

— Lo siento, — en verdad lo sentía. — ¿Es muy malo que estemos teniendo esta conversación ahora?

— Eso, aún no lo he decidido.

Dio otra calada, cerrando sus ojos y removiendo su propio cabello. Taehyung esperó, subiendo y bajando las manos por los costados de los brazos ajenos, dejando que sus palmas fantasmas recorrieran su piel. Sabía que no debía intentar apresurarlo; con conversaciones así, se debía esperar, dejar que la otra persona dictara el ritmo, de lo contrario corría el riesgo de asustarla para siempre.

— Fue hace mucho, mucho tiempo. Yo era un niño complicado, por decirlo suavemente. — Apagó el cigarrillo en una bandeja de la mesilla de noche, con los ojos fijos en las cortinas. — Propenso a los "ataques" de ansiedad, se podría decir. No era algo agradable de ver. — Otro suspiro. — La paciencia humana es finita, sobre todo para los problemas que no tienen una solución limpia. Mirando atrás, no apruebo lo que hicieron, pero creo que una parte de mí lo entiende.

— ¿Tus padres...? — Taehyung no quiso adivinar, mas si no decía algo, temía que Jungkook callara.

— ¡No! — El arrebato del doctor los sorprendió a ambos, lo vio negar vehementemente con la cabeza. — No, jamás. Ellos siempre fueron excelentes padres conmigo, guardo únicamente buenos recuerdos de ellos, al menos los que quedan.

— ¿Entonces quiénes? — El pelinegro bajó una mirada hacia sus penes flácidos, notando como la mano de Taehyung se entrelazaba a la suya. Dejó escapar una risita baja y entrecortada que poco tenía de alegría.

— ¿Adónde van los niños pequeños cuando les quitan a sus padres de repente, detective? — El aludido sintió que se le hundía el corazón.

— Se los llevan a... — Podía significar una cosa u otra, pero ya había sacado suficiente de esta conversación como para dejar preguntar. — Lo siento mucho.

— No pasa nada. Como dije, fue hace mucho, mucho tiempo. — Jungkook dio otra calada, esta vez de aire inexistente porque ya había apagado su cigarro. No fue suficiente, rebuscó en la mesita al lado de su cama sin moverse del lugar, encontrando otro cigarro que sabría Dios desde cuándo estaba ahí. Ahora sí dio una calada de verdad, más rápida esta vez. No parecía haberle ayudado mucho, a juzgar por la expresión de su cara. — En cualquier caso, duró un año hasta que finalmente cerraron esa lamentable excusa de orfanato.

— ¿Y qué pasó con la gente que lo dirigía?

— Les dieron su merecido. — Se encogió de hombros. — Fue terrible y no se lo desearía a nadie, pero ahora, en retrospectiva, veo que salí ganando un poco. Ya no me dan esos ataques. — Se rio, soltando una bocanada de humo. — El dolor me ayudó a alinearlos.

— El dolor te ayudó a controlarlos... — ¿Eso servía de algo? Taehyung no podía imaginar que hubiera valido la pena, a qué niño le enseñaban de ese modo. Quizás ellos compartían muchas similitudes, pero al menos él no tuvo que pasar por una niñez así, no fue la mejor, pero tampoco tan cruel.

— Control no es la palabra que yo usaría. No obstante, si se trata de las emociones, cuando llegan, diría que he aprendido a sublimarlas con algo diferente. — Tragó saliva. — Algo más tolerable.

— Tolerable. — Qué palabra tan cargada.

Taehyung lo apretó con fuerza, hundiendo la cara en su pelo. Todavía estaba aturdido por lo que había escuchado, pero ahora una parte de él solo quería encontrar a la escoria que consideró apropiado torturar a un niño con quemaduras de cigarrillo y asegurarse de que nunca tuviera la oportunidad de volver a hacerle daño a nadie. Otra parte de él acabó fijándose en las últimas palabras de Jungkook, preguntándose qué emoción subyacente se habría sublimado en besar a un completo desconocido en Nochevieja o en usar un arma de una forma para la que no había sido diseñada.

— Sigo lamentando que te haya pasado esto.

— Para.— La voz de Jungkook no fue alta, pero sí firme, incluso algo fría mientras negaba con la cabeza. — No me gusta que me compadezcan, a decir verdad, lo detesto.

— ¿A alguien le gusta?

— Te sorprenderías. Todos venimos en diferentes trazos y formas. — Se movió entre sus brazos hasta que dejó de estar de espaldas al pecho de Taehyung y pudo girarse para mirarle. — Algunos somos más interesantes que otros. — Esta vez le tocó a al peligrís suspirar.

— Ahora es cuando le das la vuelta a la conversación para que dejemos de hablar de ti, ¿no?

— ¿Ya te has dado cuenta de mi táctica? Ahora estoy aún más impresionado. — Le puso una mano en la mejilla y le obligó a mirarle a los ojos. — Eso es mucho decir, teniendo en cuenta que acabo de verte venir con una pistola en la boca.

— Hay una pregunta al final de esto, estoy seguro.

— ¿Tienes ganas de morir, Taehyung?

Ahí estaba. Taehyung evitó los ojos azabaches, miró la colilla del cigarrillo en el cenicero y deseó desesperadamente tener otro. Se preguntó qué debía decir. Probablemente, Jungkook esperaba una respuesta concreta por su parte, lo cual no era demasiado exagerado, dado que las únicas opciones eran "sí" o "no". De cualquiera de las dos respuestas podían surgir dos árboles de preguntas muy diferentes, pero elegir el silencio también conllevaría a su propia serie de complicados problemas. Y probablemente no era en verdad una opción, no cuando el contrario lo estaba mirando así, esperándolo.

Ah, diablos.

Jungkook había dicho que quería probar una "teoría". Creyó que se centraría únicamente en lo más superficial, a la parte sexual, no pensó que incluso en ese momento estuviese analizándolo tan profundamente. Recordó su primer encuentro, la recomendación escrita del doctor y el tercer grado que le habían dado sobre sus casos anteriores durante su última sesión. Sabía que sobre el papel tenía mala pinta su situación, pero Jungkook había sacado conclusiones erróneas sobre él desde el principio.

¿Verdad?

Pero el Estrangulador y sus casos más recientes eran más consecuencias que otra cosa. Cierto, quizá esto -y muchos otros aspectos de su vida sobre los que Jeon podría escribir disertaciones enteras- había empezado mucho antes. Y, bueno, si él se había dado cuenta de eso, entonces tal vez ya sabía la respuesta correcta desde el inicio.

Tal vez esto era únicamente una formalidad.

— No. — La larga pausa debió darle al pelinegro suficientes razones para dudar de que aquello fuera el final.

— ¿Pero?

— Pero nunca me quitaré la sensación de que debería haber muerto hace dos años, en la calle Chambers. — Dejó escapar un suspiro tembloroso. — Eso es todo.

— No lo buscas activamente. — Meditó esas palabras. — Pero lo aceptarías si llega.

— ¿Algo así? — Se echó hacia atrás, apoyando la cabeza en el cabecero. El techo le devolvió la mirada, sin ofrecerle ninguna respuesta. — Tal vez. No lo sé.

Era una advertencia que sus superiores le habían inculcado desde su primer día en el Cuerpo Policial y era un sentimiento del que Namjoon se había hecho eco, aunque no con palabras, la primera vez que le entregó la llave de su despacho en la Agencia de Detectives Kim. La gente que entraba voluntariamente en esa industria tenía que saber que las cifras de esperanza de vida no eran tan favorables como podrían haber sido en carreras más seguras y tranquilas. Aun así, incluso de niño, Taehyung nunca se había imaginado haciendo otra cosa. La preocupación vivía en el fondo de su mente, siempre, pero era una voz silenciosa y apagada en un mar de gritos más fuertes e inmediatos.

Hasta que ocurrió lo de la calle Chambers.

Taehyung sospechaba -no, estaba seguro- que aquel día había quedado destrozado para siempre, y que por muy horrible que fuera vivir con las secuelas de aquello, era lo justo. Diablos, tenía suerte de poder "vivir", ¿no? Mas si algo sabía sobre cómo funcionaba esta vida era que la suerte era algo finito y precioso, repartido por algún poder indiferente, sin la menor compasión por los condenados.

Algún día, de un modo u otro, tendría que saldar todas sus deudas.

Jungkook debió darse cuenta de que estaba pensativo, porque apretó un beso contra su mandíbula para sacarlo de sus cavilaciones.

— ¿Puedo decir algo potencialmente inapropiado, posiblemente no deseado, ciertamente poco profesional, completa y absolutamente egoísta? — Murmuró.

— Adelante.

— Me sentiría desolado si murieras. — ¿Eso lo había dicho el doctor Jeon?

A Taehyung se le cortó la respiración.

Parecía casi patético sentirse tan afectado por aquellas palabras, sentir cómo el calor se extendía por su pecho hasta no tener adónde ir, llenándolo tanto que empezaba a dolerle. Supuso que era lógico; se había volcado en su trabajo durante sus días como policía, porque entonces Seokjin y él tenían objetivos. Echar raíces y encontrar gente con la que establecerse podría venir una vez que ambos hubieran abandonado por fin aquella isla o país.

No obstante, todos esos sueños quedaron en nada, Kim Seokjin había muerto, y en realidad no hubo nadie más. No había estado buscando compañía por ahí, por supuesto que no, y por razones completamente diferentes. Los más cercanos que pudo tener de amigos y confidentes eran Hoseok y Yeontan; más allá de eso, no había nadie.

Bueno... No hubo nadie.

A pesar de haber estado solo durante tanto tiempo, algo que le gustaba pensar que había sido por su propia elección, oír aquellas palabras de Jungkook le conmovió más de lo que había creído posible, y con ellas se despertaron unas cuantas esperanzas y deseos dormidos que creía haber puesto a dormir hacía años. Había alguien que le cuida. Alguien a quien le importaba.

— Gracias, — logró decir.— Haré todo lo posible por evitarlo...

— Te obligaré a que lo hagas. — Jungkook le sonrió y apoyó la cabeza en su hombro. — Me lo dirás, ¿verdad? Si... Si esto es demasiado para ti.

— Creo que no entiendo lo que quieres decir.

— Lo entenderás... — Jungkook se levantó y le pasó una mano por el pelo, jugando con los mechones plateados. — No hay leyes que prohíban lo que estamos haciendo, lo que yo estoy haciendo. Pero a veces me preocupa.

— No vas a romperme, Doctor. — Él ya estaba roto cuando lo conoció.

— Esa no es la cuestión. Sé que eres inteligente y sabes lo que quiero decir. — La voz del pelinegro bajó a un susurro. — Se puede argumentar que, debido a nuestra relación, no soy mejor que... — Se interrumpió, y Taehyung nunca había agradecido tanto oír una frase sin terminar.

— No llegaste tan lejos como él. Si eso ayuda en algo.

— ¿Quieres que lo haga?

Otra vez esa pregunta. Si Jungkook se lo hubiera preguntado hoy, él sabía que su respuesta habría sido diferente de la que le dio la primera vez. Podría haberlo dicho ahora, pero algo le decía que eso no era lo que Jungkook buscaba esa noche. Todavía no.

— ¿Por qué no dejas que esa sea tu línea en la arena? Si tanto te interesa trazar una. — Jungkook se burló.

— No tiene sentido, ¿no crees?

— Sí, la verdad es que no tiene sentido. — Se rio. — Pero podría estar bien. Podríamos pasar una buena velada. — Volvió a acercar a Jungkook y le acarició la sien. — En cuanto deje de ser tu paciente, vendré. Podemos volver a hacer ese, cómo se llamaba, la comida coreana que me preparaste. Quizás compartir una botella de algo especial, aunque lo negaremos a muerte si la policía decide hacer una redada en tu casa esa noche. — Ahora ambos reían tontamente, mirándose a los ojos y luego al techo.

— Dios no lo quiera.

— Podríamos encender la chimenea, tomárnoslo con calma o no, porque ya hemos esperado bastante. — Apretó un beso contra el hombro de Jungkook, apenas rozando el borde de una vieja quemadura. — Por la mañana, te haré el desayuno. Te despertaré antes de que se enfríe, y me odiarás por ello, pero te pondré un café buenísimo y todo quedará perdonado. — Sonrió contra su piel, disfrutando de su calidez. — ¿Qué te parece?

— Mmmm.— El doctor trazó patrones sin rumbo en el pecho ajeno. — Suena bien.

Si se quedaban allí en la cama de Junhgkook, descansando en su calor compartido durante más tiempo del que era responsable, bueno, Taehyung no se atrevía a preocuparse. Sabía que muy pronto tendría que volver a ese mundo donde la gente mentía, amenazaba y se mataba, tendría que preocuparse por la seguridad de Jungkook cada segundo que no estuviera en sus brazos. No obstante, era difícil pensar en balas volando o en presagios de fatalidad transmitidos a través de las líneas telefónicas, cuando estaba rodeado de esas sábanas que olían tanto a su dueño, encerrado en un abrazo con el propio Jeon Jungkook.

— No pasarás la noche aquí, ¿verdad?

Ahora era el pelinegro el que mataba el ambiente, esto los igualaba. Taehyung le dirigió una sonrisa apenada. — Esta noche no. Lo siento. — Esta vez lo sentía de verdad. — Tengo otras cosas de las que ocuparme, y Yeontan...

— Vete.— El ceño de Taehyung se frunció frente a esto, sus ojos estudiaron al contrario, viéndolo apretar las palmas de las manos contra su pecho, empezó a prepararse para abandonar la cama. — Está bien, no dejes que te retenga. Aunque al menos déjame acompañarte a la puerta.

Al final, terminaron quedándose unos minutos más en la cama, después de que Taehyung tirara de él hacia atrás y murmurara algo sobre que no lo echara tan pronto. Lo besó y logró que ese semblante molesto desapareciera.

En algún momento, Jungkook finalmente reunió el suficiente autocontrol para soltarse de su agarre. La conversación fue superficial mientras se limpiaban: seguridad con las armas, horarios de los trenes, la sesión de la semana siguiente. Taehyung enumeró algunos lugares cercanos a la clínica donde se podían comprar balas y le dijo a Jungkook que le avisara cuando quisiera volver a practicar tiro.

— ¿Prefieres que te lleve a casa? — El peligrís negó con la cabeza.

— Los trenes todavía están funcionando y conozco el camino de regreso a mi casa, muchas gracias. — Vio al pelinegro enarcar una ceca y luego dar media vuelta ocultando su ligera incomodidad por dejarlo marchar por su cuenta.

— Así no es como quiero hacer las cosas contigo, no quiero que te levantes mientras duermo y desaparezca, tampoco que vengas a mi casa, folles y te largues.

— No es eso lo que estoy haciendo. Realmente tengo cosas que hacer, me encantaría quedarme más tiempo, pero sabes lo mucho que me demanda el trabajo ahora mismo. Por favor... — Se acercó para depositar un último beso en sus labios.

— Taehyung.

Jungkook le llamó por su nombre en la puerta, justo cuando se había puesto el sombrero. Apenas había empezado a darse la vuelta cuando el pelinegro agarró el extremo de su corbata, tiró con fuerza hacia abajo y juntó sus labios contra los de suyos en un beso que le dejó sin aliento y sin ningún deseo de marcharse.

— La próxima vez que hagamos esto, haré que te quedes.

Esa promesa susurrada siguió a Taehyung todo el camino a casa.

A medida que avanzaba por las calles cada vez más concurridas, sentía que los ojos de la ciudad le quemaban como siempre. Pero al menos por esa noche, todo le importaba un bledo. Leus y Dimples podían irse a la mierda, no le importaba nada más que el hormigueo que los besos de Jungkook dejaron en sus labios.

Hola por aquí! ¿Todo bien? Yo un poco triste, entre la entrada de Hobi al servicio, mis exámenes, las otras noticias que han llegado, pues, me desvelé y decidí actualizar esta historia.

Recuerden que tiene un desarrollo un poco lento, pero pronto comenzarán a esclarecerse algunas cosas.

Todavía no llega el smut fuerte 🙈😂 pero llegará. Espero que les haya gustado el capítulo.

LORED

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