Capítulo 17

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25 de enero de 1929

Hoy, más que nunca, siento que la gente me observa.

No solo la gente con la que trabajo o los pocos que me conocen por algo más que el trabajo, sino todo el mundo. Sé que me miran, en las calles y a través de los cristales tintados de las tiendas. Hay ojos bajo las rejillas del metro y bajo las grietas de la acera. Están por todas partes.

Ya no hay paz en esta ciudad. Incluso si volviera allí, a ese lugar donde el mundo era tranquilo, en otro tiempo... Tengo miedo de sentir sus ojos mirándome desde dos metros bajo tierra.

Sé lo que están pensando, aunque nadie lo diga en voz alta: "¿Por qué tardas tanto?"

Es una pregunta justa. He hecho trabajos más difíciles en el pasado. Pero con este, sigo metiendo la pata a cada paso y todo el mundo está mirando.

No sé cuánto tiempo más durará esto. Tiene que pasar algo pronto, o me repongo y lo consigo, o todas esas amenazas, ojos y sombras que me acechan desde hace tiempo me alcanzarán finalmente. Si tengo mucha mala suerte -y dejaré que la historia lo juzgue-, esto acabará con alguien a quien empiezo a querer profundamente.

Pase lo que pase, únicamente quiero que esté a salvo. Moveré cielo y tierra para que así sea, pero no puedo hacer mucho. No puedo tenerlo vigilado todo el tiempo. No puedo protegerlo para siempre.

Dios, ¿qué se supone que debo hacer?

+++

Ese parecía no ser uno de los días en donde la pasión tomaba la batuta de su encuentro. Normalmente, cuando Jimin y Namjoon se encontraba como algo más que socios y colaboradores, cuando no eran policía y detective, lo primero que hacían era fundirse en besos que guiaban a mucho sexo. Esa noche fue diferente.

Se encontraron en la puerta del apartamento de Jimin cuando este terminó su jornada laboral, un encuentro que no fue planeado o esperado. Sin embargo, el oficial no dijo mucho, le permitió pasar con la naturalidad que sus encuentros habían propiciado. Namjoon se quitó su sombrero, los zapatos y mientras se dirigía al sillón, también se deshizo de los tirantes.

— Tú también estás preocupado. — Musitó Jimin aquella afirmación, entregándole una taza de té con varias gotitas de whisky. — Temes que Taehyung pierda el rumbo, que lo maten o se termine matando él mismo.

Con un suspiro, el detective aceptó la taza y contempló la silueta de Jimin mientras este cambiaba su uniforme por algo más informal y cómodo. Bebió y luego depositó un calmado beso en sus labios cuando el menor se sentó en su regazo.

— Debes hacer algo con él. — Agregó el policía, acariciando con suavidad su rostro. — Tal vez alejarlo de esta investigación sea lo mejor para él. El caso del político está causando mucho alboroto y él se ha convertido en un objetivo andante.

— Taehyung es el mejor de mis detectives, no sé cómo lo hace, pero siempre da en el clavo. Su tasa de éxito es perfecta.

— ¿No estás pensando únicamente en los beneficios que le trae a tu agencia?

— Mentiría si dijera que no he pensado en ello en lo absoluto, pero va mucho más allá de eso. — Hablar de sus trabajos cuando estaban en un ámbito tan personal e íntimo no era común, pero sus encuentros en los últimos días se habían visto considerablemente reducidos. — Él es como parte de la familia, eliminarlo por completo del caso, arrebatarle el hueso que ya ha mordido podría descontrolarlo más. Es por eso que opté por ayudarlo de diferente manera, procuro que él solucione todo eso que lo tiene así y le afecta mientras continúa haciendo lo que mejor sabe hacer.

Jimin lo contempló en silencio durante varios segundos, se levantó para tomar la taza vacía y luego regresó, tomando asiento en el sillón continuo.

— ¿Crees que el lugar al cual lo mandaste resolverá algo? — Cerrando los ojos, Namjoon pensó por última vez en esa decisión.

— Sí, creo que ese doctor podrá ayudarlo.

— No estoy muy seguro de eso, lo vi merodeando el caso del Magic Shop y su dueño. Lucía en trance y completamente confundido, como si frente a sus ojos se mezclaran la fantasía y la realidad, sin saber distinguir cuál era cuál. Él era uno de los regulares en ese sitio, su dueño, Jung Hoseok y él eran amigos.

— Otro amigo... — Namjoon exhaló lentamente el aire acumulado en sus pulmones, viendo a Jimin asentir.

— Puede que le haya afectado su mente más de lo que debería. — Veía como Namjoon se ponía de pie, confundiéndolo, porque por un momento creyó que se quedaría a pasar la noche o al menos un par de horas. — ¿Te vas? — La pregunta que le seguía se vio interrumpida por el sonido del teléfono que el policía ignoró.

— Contesta sin problema, yo me iré ahora porque tengo cosas que organizar. Vine porque necesitaba verte aunque fuese unos segundos. — Espetaba acercándose a él para envolverlo en un abrazo y besarlo profundamente. — Estamos en contacto.

El sonido del teléfono se había detenido, así que Jimin disfrutó un poco más de su tranquilidad. Posiblemente, tendría que volver a la comisaría antes de que saliese el sol. Esa llamada podría haberlo obligado a regresar incluso en ese instante. Así que, si podía extender aquello un poco más, lo haría.

Con una última mirada al rededor de su apartamento, se dirigió al baño. Una ducha después de un día agotador siempre era bienvenida, así que no dudó en tomar una. Cuando salió, mientras envolvía en la toalla, guardó total silencio. Una mano se extendió hacia la repisa arriba del espejo y de ahí, sacó un arma que apretó con fuerza mientras caminaba lentamente hacia el exterior del baño.

Sintió una presencia en su casa, no hubo un ruido delator o algo similar, simplemente lo sintió. Todo parecía despejado, pero no estaba confiado. Un pie detrás de otro, en extrema lentitud, lo llevó hacia su habitación y fue, justo ahí, que el aire que estaba respirando se atoró en su garganta.

— Mejor suelte el arma, oficial Park. — De la sombra sentada encima de su cama provino una voz que reconoció inmediatamente. Siéntese, tenemos que hablar.

+++

¿Sí fue Jung Hoseok?

Taehyung procesaba el informe que Jimin le facilitó en la comisaría. Él podría haber jurado que quien vio sin vida en el suelo era Joseok en vez de su mejor amigo, pero se había confundido. Esa parte ni siquiera le extrañaba, a veces no sabía qué tanto podía confiar en su cabeza, pero esa confirmación se llevaba todo ápice de esperanza. Ese era el sentimiento que guardaba por Hoseok, la esperanza de que su desgraciada vida no lo alcanzara, mas se equivocó.

Estaba confundido, pero no tenía más remedio que aceptarlo.

Entrar a su casa y ver a Yeontan fue una especie de realización. Volvía a quedarse solo, las personas que o acompañaban en su vida siempre terminaban muertas, su madre, Seokjin, Hoseok...

Siendo seguido por el pequeño canino, buscó una de las tantas botellas de alcohol que el difunto pelirrojo le había regalado. Gracias a él, en medio de esa Ley Seca, su garganta siguió quemándose con el alcohol. Destapó la botella con la boca, lanzó la tapa al suelo y se sentó en una esquina de aquel diminuto apartamento. Allí, en el suelo, lloró, bebió hasta desmoronarse y caer en un profundo sueño.

No supo cuánto durmió, fueron las lamidas de Yeontan y el frío del suelo lo que le hicieron abrir los ojos y levantarse. Cuando prendió la caldera para el agua caliente y permaneció frente al espejo, suspiró profundamente. Como la calma después de la tormenta, no quedaba rastro de su llanto a excepción de sus ojeras. Eso, y su deseo de obtener respuestas, iría hasta el fondo de todo porque se lo debía a Hobi, a la familia del difunto e incluso a sí mismo.

Justo así comenzaría su día, yendo a ver a la familia del fallecido político.

— Realmente no entiendo por qué está aquí, detective... Ya le conté todo la primera vez que me visitó.

— Y estoy muy agradecido por la cooperación que ha mostrado hasta ahora. — Las investigaciones de asesinatos eran una pesadilla para los "dejados atrás". Taehyung sabía que cada vez que volvía a la casa de los Jo significaba abrir de nuevo las heridas de esa pobre viuda. Lo odiaba, pero tenía que... — No me imagino que haya sido fácil.

La señora Jo intentó esbozar una sonrisa. Puso una taza de té caliente delante de él, sobre la mesita. Él hizo una pausa mientras hojeaba su cuaderno en busca de una página en blanco e inspiró. Olía a naranjas, un aroma con unos tonos que le parecían familiar. Aquella última tarde en la oficina de Jungkook, cuando la lluvia lo empapó, sintió un aroma similar.

— Algunos días son más duros que otros. — Cruzó las manos sobre el regazo. — Hay momentos en los que casi me olvido que ya no está aquí. ¿Te lo imaginas? Estaré haciendo la cena y una parte de mí querrá gritar y pedirle que la pruebe, que me diga si necesita más sal o qué... — Su voz se quebró al final. — Lo siento. Es una tontería.

— No lo es, — le aseguró Taehyung. — No tiene que disculparse por afligirse y mostrar su luto.

— Es que... Me siento tan mal. No me atrevo a aceptar que ya no está aquí, pero sigo luchando por aceptarlo al mismo tiempo.

— Sí, eso nunca cambia.

Taehyung cerró la boca y bebió de un trago el té que le habían ofrecido. Sabía exactamente como que estaba recién hecho, si se había quemado el paladar en ese momento, fue porque él mismo se lo buscó, se lo tenía bien merecido.

— ¿Cómo está? ¿Quiere más azúcar?

— No, está perfecto. Gracias. — Dios, quizá sus sentidos no eran perfectos, pero esa mujer lucía como un ángel. No le habría deseado nada de esa tragedia sin sentido, pero parecía que el universo tuvo otras ideas. — Si me permite, esperaba poder hacerle algunas preguntas más sobre su marido.

— Ah. — La señora se secó unas lágrimas invisibles de las comisuras de los ojos. — ¿Dicen que tiene algunos sospechosos?

— ¿De dónde ha sacado eso, del Daily Mirror? — Ella asintió con la cabeza y Taehyung contuvo el impulso de lanzar un suspiro. Era criminal, a su manera, darle falsas esperanzas. — Tengo que ser sincero con usted. Aún estamos muy al principio de nuestra investigación.

— Cualquier cosa es mejor que nada. Por favor, quiero ayudar en lo que pueda.

¿Hablaba por dos?

Porque mientras su madre se comportaba con una gracia silenciosa que solo podían poseer los que sufrían dignamente, el hijo del difunto, sentado en el otro extremo del sofá, parecía a punto de echar a correr o de estallar. El ceño fruncido que llevaba combinaba bien con sus cejas, arqueadas de una manera que eliminaba cualquier idea de que pensara que se trataba de una mera visita amistosa. La sospecha era obvia, como si pudiese ver a través de las intenciones de Taehyung.

— Bueno... — El detective apartó la taza de té, encontrando por fin la hoja en blanco que había estado buscando. Estaba decidido a acabar con eso lo antes posible. — Por casualidad, ¿su marido le mencionó alguna vez un lugar llamado El Paraguas de Seda?

Esperó ver algún signo de reconocimiento en su rostro, no hubo nada que le insinuara siquiera que ella tenía una remota idea de aquel lugar. Supo cuál iba a ser su respuesta mucho antes de que ella negara con la cabeza.

— Lo siento, detective. Me temo que no me suena.

Al mirar la cara del joven que fugazmente miraba a su madre, Taehyung vio que su rostro contaba una historia muy diferente. Sin embargo, no era una que él pudiese explorar y profundizar todavía porque el menor parecía estar en alerta con cada uno de sus movimientos, como si quisiera evitar que dijese parte de la investigación.

— De acuerdo. — Agachó la cabeza y fingió anotar algo, aunque solamente fuera para que el hijo tuviera la tentación de pensar que Taehyung ya no le vigilaba. — Ahora bien, no hay forma educada de formular la siguiente pregunta, así que voy a preguntarle sin más, ¿ha sospechado alguna vez que su marido tuviera tratos, o lo que es más importante, enemigos dentro de un grupo que se hace llamar la Tríada?

Ella negó con la cabeza.

Taehyung se tomó un momento para explicarle lo que era, hasta cierto punto. Su presencia en la ciudad parecía mucho menor que la de la mafia, pero el crimen organizado era, en cualquiera de sus formas, era justamente eso, crimen organizado. Su marido se había convertido en enemigo de todos los que se dedicaban a ello. Enumeró los nombres de un par de sospechosos más que la investigación de Yoongi había descubierto: un garito clandestino que se hacía pasar por un pequeño banco comunitario y una ferretería de Chinatown que llevaba ocho años organizando una "venta de liquidación". Ninguno de ellos provocó reacción alguna en la mujer, lo cual no fue una sorpresa.

La lectura a cada gesto del menor de los Jo tampoco aportó nada útil. Sin embargo, esto no hizo más que confirmarle algo que llevaba mucho tiempo sospechando. Si alguna vez iba a obtener respuestas de ese chico, no sería dentro de esa casa.

— Tengo que agradecerle de nuevo que me haya concedido su tiempo. — En la puerta, con un pie ya en el porche, se detuvo e hizo ademán de comprobar su reloj de pulsera. — Parece que tengo el resto de la hora para descansar antes de tener que volver a la oficina.

— ¡Oh, siéntase libre de quedarse aquí si quiere! — Habló la señora Jo.

— Gracias, pero no podría imponer mi presencia así.

— No sería ninguna imposición, — le aseguró ella. No insistió, por suerte para él, porque habría arruinado por completo su plan. — ¿Adónde irá ahora?

— Creo que me quedaré un rato en el parque. — Taehyung sonrió, asegurándose de que el hijo le estuviese mirando. — Hace un día muy bonito después de todo.

Las palabras de despedida no habían sido del todo mentira. El aire exterior era más cálido de lo que tenía derecho a ser para un día de finales de enero, el sol había decidido asomarse y quedarse durante un buen rato. Esperó en un banco no muy lejos de la casa de los Jo, mirando hacia el parque. Todavía no había mucho que ver; la vista de los árboles secos e inactivos, de bañados de nieve y hielo, una vista hermosa a su manera, pero con casi nadie fuera a esa hora del día, no era muy diferente de mirar una pared. O el océano, supuso, recordando cuando pasaba horas con los dedos de los pies metidos en la arena, intentando engañarse con la posibilidad de perderse en el horizonte.

Aquellos fueron buenos días, bueno, quizás "buenos" era exagerar, mas fueron mejores que los vividos los últimos años.

No llegó a la mitad de su primer cigarrillo cuando el hijo Jo apareció a su lado, tal como había predicho. Le estiró una mano, pidiéndole también un cigarrillo. ¿Qué edad tenía? Seguía siendo adolescente.

— ¿Tu madre sabe que fumas?

— Bueno, lo que no sabe no la mata, ¿no?

Taehyung se planteó negárselo, solo por el hecho de que era un menor de edad. No se había hecho ilusiones de conseguir que el hijo de Jo Jaeyoon cooperara sin implicar algún tipo de soborno. Había entrevistado a innumerables sospechosos y testigos de la misma calaña y, por mucho que apestaran mostrando su desesperación por hablar, siempre hizo falta algún tipo de incentivo para llevarlos al límite. No obstante, él no tenía mucho más con que negociar o utilizar; apenas llevaba dinero en efectivo para llegar a casa esa noche. Además, si se ponía a pensar, cualquier otra cosa de la que se hubiese antojado el menor podría haberle costado más que eso.

No tenía derecho a juzgar, era en eso en lo que pensaba mientras le daba un cigarrillo y lo encendía. ¿Cuántos años tenía cuando empezó él a fumar? Mucho más joven que el hijo de Jaeyoon, eso era seguro. El chico tuvo un ataque de tos a mitad de la primera calada. Maldijo, mirando a Taehyung con ojos llorosos y confusos.

— ¿Se supone que siempre sabe así de asqueroso?

— No, — respondió Taehyung, quizá demasiado alegre. — Entonces, ¿supongo que tienes algo que decirme?

El mini Jaeyoon se removió en su asiento. Mantenía los ojos fijos en el suelo mientras se colocaba obstinadamente el cigarrillo entre los labios.

— Antes, cuando estábamos en casa, me preguntó si mi padre iba a menudo a esa tetería.

— El Paraguas de Seda. — El peligrís asintió. — Él patrocinaba bastante ese lugar, ¿verdad?

— Sí. Me imaginaba que ya lo sabías, lucías muy obvio cuando lo mencionaste. — Lo supo con certeza desde aquella sesión que había tenido con Momo. No obstante, ese único dato no era muy útil para él. Necesitaba más. — ¿Qué crees que le gustaba?

— Quiero decir, son una tienda de té, así que... Ya sabes, compraba muchos de sus tés. Sobre todo los que tenían en promoción en ese momento. Lo que cobran por los pedidos especiales es un auténtico atraco. Se burló mirando un poco al chico que recientemente se había quedado sin padre. Parecía que ya le había cogido la vuelta al cigarrillo, porque su respiración sonaba mucho menos agitada cuando empezó a hacer crujir hielo bajo las suelas de sus zapatos.

— Ya, es bastante malo que todo allí sea tan caro.

— Bueno, han encontrado su nicho y una clientela fiel para mantenerlo, por lo que parece. — Taehyung hizo una pausa. — Incluido tu padre.

— Sí. Bien por ellos.

— Pero seamos sinceros. No era sólo el té lo que le mantenía como un cliente fiel, ¿no es así? — El sonido del hielo crujiendo se detuvo de repente. — ¿Sabes en cuántos sitios se puede tomar té entre El Paraguas de Seda y donde vives? — Insistió. — Docenas. Ahora, puedo suponer lo peor o puedes hacernos la vida más fácil a los dos y decirme lo que sabes.

El menor mantuvo los ojos en el suelo, pero sus manos se apretaron alrededor del borde del asiento del banco. Su mandíbula se tensó y su frente se arrugó. Justo cuando Taehyung empezaba a considerar la posibilidad de que el joven saliera corriendo, este finalmente se quebró.

— Vale. De acuerdo... — Inhaló y exhaló suavemente. — La verdad es que, a pesar de que presentaba esa imagen de hombre decente y limpio ante todos los demás, mi padre... Él tenía un vicio.

¿Vicio?

La viuda de Jaeyoon había atestiguado que había dejado de fumar mucho antes de su muerte. Dada la cantidad de investigación que Yoongi había hecho sobre el hombre, si hubiera sido un bebedor en algún momento de su vida, seguramente ya se habrían enterado. Así que Taehyung optó por la siguiente suposición más lógica.

— ¿Mujeres?

— Sí. — El menor soltó una carcajada y sacudió la cabeza. — Sí. Bueno, nadie es perfecto, ¿verdad?

Cierto. Con cada día que pasaba y cada nueva información que descubrían, la imagen de Jo Jaeyoon que Taehyung tenía en la cabeza cambiaba, alejándose cada vez más de la perfección.

— Jae, te lo voy a preguntar otra vez. Tu padre no visitaba ese lugar únicamente para comprar té, ¿cierto?

El chico abrió la boca, pero no salió nada de allí. Lo intentó una y otra vez. Pero las palabras se le atascaban en la garganta. Su semblante evidenciaba una mezcla de rabia y dolor que acongojaba un poco el pecho del detective.

— No tienes que preocuparte por meterte en algún lío, — le aseguró. — No soy policía, ¿recuerdas?

— Lo sé. Solo que... — Elevó la mirada del suelo para observarlo fijamente. — No puedes contarle nada de esto a mi madre. — El mayor asintió.

Se lo había imaginado, tenía una idea aproximada de cómo iba a ir esa conversación desde que se sentó allí por primera vez. Sencillamente, necesitaba confirmar todo lo que ya sospechaba.

— ¿Qué hizo, Jo?

— Prométeme que no se lo dirás.

— Tienes mi palabra. No le contaré nada de esto a tu madre.

Una vez más, el menor respiró hondo, esa y una docena de veces más antes de responder finalmente.

— Seguía yendo a esas sesiones con las chicas, ya sabes, esas en las que te sirven té y te hablan durante unas horas. Solo que... Solo que no era para hablar con él exclusivamente. — Los labios del adolescente temblaron y Taehyung se tuvo que tragar las palabras de disgusto que ya tenía en la punta de la lengua.

— ¿Alguna vez te llevó con él?

— Un par de veces. Yo no estaba interesado, la primera vez que fui creí que íbamos a tomar el té y me daría algún tipo de sermón. Fue una tarde al recogerme de la escuela, mis compañeros se reían porque una chica me rechazó. Él estaba muy enojado cuando me llevó allí. Dijo que quería enseñarme lo que es ser un hombre de verdad. — Hizo una mueca. — Me dijo que nunca dejara que una mujer jugara conmigo porque ellas solamente servían para dos cosas, tener una familia digna y saciar las necesidades de los hombres. A mí... A mí no me gustaba la idea, pero se ponía muy agresivo si yo no hacía nada. Me regañaba a mí y golpeaba a las chicas. Yo...

Las lágrimas del joven invadieron su rostro, secándolas rápidamente acto y seguido, como si fuese un pecado llorar. Por lo que había escuchado, el señor Jo seguramente le había inculcado la creencia de que los hombres no podían llorar.

— Aquella primera vez, mi padre hizo que me sujetaran y luego le demandó a una de las chicas que me hiciera un hombre de verdad. Siempre que me invitaba a tomar el té, yo intentaba escabullirme, pero mi mamá, al estar ajena de todo, casi me obligaba a aprovechar el tiempo con mi padre. Estaba siempre ocupado, así que lo veía como una manera de estrechar el lazo entre padre e hijo. Por mucho que quise evitarlo, era llevado allí cada vez. Él estaba allí también, yo lo veía con ellas, era muy manoseador con algunas de las chicas. Así que...

Dio una calada en lugar de terminar la frase. No hacía falta; Taehyung entendía perfectamente lo que intentaba no decir. Sin embargo, algo no encajaba.

— Yo mismo he estado en una de esas sesiones. Por lo que tengo entendido, son estrictamente "té y conversación". — Momo nunca le dio la impresión de que él pudiese intentar algo más.

— Claro, sí. Eso es lo que ponen en el papel. — Bufó. — Pero allí hay unas cuantas chicas que están desesperadas, que necesitan más el dinero. Algunas de ellas están... — Se interrumpió de nuevo, vacilando visiblemente antes de decidirse por la palabra. Rotas.

— ¿Qué quieres decir? — Taehyung frunció el ceño, mas el menor se limitó a negar con la cabeza. Dejó caer el cigarrillo bajo el zapato, aplastándolo contra el hielo. Estaba a punto de callarse y joder, el detective necesitaba más información. — ¿Tienes algún nombre? — Intentó cambiar de táctica. — ¿Tu padre tenía tal vez alguna favorita? ¿Qué quisiste decir con rotas?

— Tenía muchas favoritas, pero ningún nombre. — El hijo del difunto se metió las manos en los bolsillos del abrigo y se puso en pie de un salto. — Mire, lo siento, detective. Pero eso es todo lo que tengo.

No importaba qué tipo de milagros existiesen, había una cantidad limitada de agua que se podía sacar de un pozo antes de que se secara. Al no tener otra opción, Taehyung se limitó a agradecerle su tiempo y le vio correr hacia su casa.

De vuelta en la Agencia, Taehyung dio un paso atrás y examinó toda la información que habían reunido sobre la Tríada hasta el momento. No parecía mucha, incluso después de tanto tiempo de investigación. Por eso le sorprendió ver cuánto espacio físico ocupaban todos los papeles, carpetas y cajas que abarrotaban su despacho, empezaban a estar fuera de control.

Su escritorio no tenía espacio suficiente para contener todo lo que quería ver a la vez, por eso acabó tirando los expedientes boca arriba al suelo. Cuando este método no funcionó, empezó a pegar cosas en la pared, notas, recortes de periódico, copias de antiguos informes policiales que Jimin había "extraviado" tan amablemente. Colocó hojas de papel en blanco para tener espacio para apuntar sus pensamientos a medida que se le ocurrían, sin tener que escribir por todas las paredes y provocar la ira de Namjoon.

Yoongi llegó un poco después de la hora de la comida con una nueva caja llena de expedientes. Echó un vistazo a lo que estaba haciendo Taehyung, dejó la caja en el suelo y suspiró.

— Muy bien, muéstrame y explícamelo todo. ¿Qué significan los colores?

Tuvieron que discutir un poco, Yoongi nunca le dejaba decidir sin más, pero al final se pusieron de acuerdo en un sistema. Las anotaciones en los márgenes: de dónde procedía la información, cuándo y hasta qué punto confiaban en su exactitud. Cadenas que conectaban personas, lugares, acontecimientos y todo tipo de permutaciones; rojas para las conexiones seguras, blancas para las más dudosas.

En el centro del muro -y después de haber arrancado todas las piezas que Taehyung ya había colocado allí-, Yoongi empezó a crear un organigrama o al menos algo bastante similar. Basándose en la jerarquía documentada de un arresto masivo de una rama de la Tríada de Europa del Este y parte de Asia Oriental. Sin embargo, no tenían nombres para ninguno de los puestos importantes, solo un par de alias y fotos borrosas de registros de arrestos menores, de hombres que probablemente habían sido iniciados en el mejor de los casos y que, de todos modos, ya no vivían en la ciudad.

Curiosamente, ambas detenciones habían tenido lugar a pocas manzanas del Paraguas de Seda. ¿Coincidencia? Taehyung no estaba seguro.

— Increíble. — La cabeza de Kang Yeosang se asomó por la puerta del despacho de Taehyung al final de la jornada, mucho después de que Yoongi se hubiera ido a casa.

Se desvió bruscamente de las escaleras para inspeccionar de cerca los inicios del muro del crimen creado por Taehyung y su sombra, Yoongi. Yeosang pasaba la yema del pulgar por las cuerdas entrecruzadas, canturreando mientras ojeaba los pequeños fragmentos que ellos habían garabateado en trozos de papel amarillo: hechos, teorías y preguntas. Sobre todo preguntas. Muchas preguntas.

—Por lo que se ve, parece que ya has cubierto mucho terreno. — Miró un trozo de papel en el que Yoongi un enfadado, había garabateado varios signos de interrogación antes de golpearlo contra la pared. — ¿Te estás acercando a alguien en particular?

— Ojalá. — Taehyung se colocó a su lado. — Parece que estoy tanteando y vagando por la oscuridad la mayor parte del tiempo.

— Sí, esa parte de la investigación nunca es divertida.— Yeosang sonrió. — ¿Necesitas que te eche una mano? Sé que ya tienes a Yoongi, pero ojos y manos extras no hacen daño.

— ¿No estás ocupado con tu propio caso? —Taehyung se devanó los sesos para recordar los detalles. — La cantante de salón cuyo cuerpo apareció en la zona este del río, ¿no?

— En realidad fue en el lago, — le corrigió con una risita. — Fue un camino tortuoso, pero resulta que mi primera teoría era la correcta; la celosa exmujer de un amante secreto. A veces hay que seguir el instinto.

— Ya veo. — ¿Cuándo se había resuelto? No tenía ni idea. Dios, el caso Jo se lo había tragado entero últimamente, tanto que apenas era consciente de las cosas que pasaban a dos puertas de él. Sentía como si le hubieran aislado del resto del mundo y así continuaría siendo al menos hasta que se cerrara el caso. Obviamente, eso no impedía que el mundo siguiera girando. — Felicidades.

— ¡Gracias! De todos modos, tengo algo de tiempo antes de que Namjoon se dé cuenta de que es hora de darme otro caso, así que... Lo que necesites.

¿Qué necesitaba?

Necesitaba más café o dormir bien, mas una cosa era infinitamente más fácil de conseguir que la otra. Necesitaba un fin de semana largo en la playa con Yeontan, necesitaba que acabara el invierno y que volviera el sol. Necesitaba una noche tranquila en la cama de Jungkook, donde pudiera permitirse el lujo de no pensar en políticos muertos y en los sucios secretos de sus hijos, en sus tratos con sindicatos del crimen, en su afición al té...

Un momento.

Taehyung volteó su rostro y fijó los ojos en la pared del crimen, buscando el panfleto del Paraguas de Seda que sabía que había colocado allí. Cuando por fin lo encontró, se centró en la línea de la parte inferior del folleto, justo encima de la dirección de la tienda. "Pregunte por nuestras raras especialidades de té".

— ¿A qué viene eso? — Se preguntó en voz alta.

— ¿Hmmm?

— Las "raras especialidades de té". — Taehyung señaló el folleto y se volvió hacia Yeosang. — Has estado varias veces en el Paraguas de Seda, ¿verdad?.

— Culpable. Me encanta su mezcla de capullo de rosa y té verde. — Kang se rio, centrando su mirada en el folleto. — Me temo que no sé qué significa esa frase, pero si tuviera que adivinar... — Se encogió de hombros. — ¿Quizá guardan las cosas caras y elegantes en la parte de atrás de la tienda?

Taehyung no estaba convencido. Encontró las primeras notas de Yoongi sobre las supuestas actividades preferidas de las Tríadas, entre las que se incluían: productos falsificados, fraude sanitario, contrabando de drogas, armas de fuego...

— ¿Tienes otra teoría? — preguntó Yeosang.

El detective peligrís negó con la cabeza. No podía deshacerse de la sensación de que la oportunidad de echar un vistazo detrás de la cortina que los envolvía perpetuamente podía estar delante de sus narices. En el mejor de los casos, el vínculo era tenue -demonios, tal y como estaban las cosas ahora, había muchas posibilidades de que ni siquiera existiera-, pero ahora la idea había echado raíces y no desaparecería hasta que la llevara a cabo.

— La primera vez que fuiste a ese lugar, — preguntó Taehyung, — ¿cómo te presentaste? ¿Detective Kang?

— En realidad, no me presenté. Lo único que he hecho ha sido comprar té... Creo que ni siquiera les he dicho mi nombre, mucho menos dónde trabajo.

— Perfecto. — Ten, había tachado de "consejos" sus evidentes actividades de adivinación leyendo el té; bueno, no era el único en esta ciudad que sabía manejar las medias verdades. — ¿Puedo pedirte un gran favor? La próxima vez que estés allí, pregúntales por esas raras especialidades de té, a ver adónde te lleva esa conversación.

— Claro, — Respondía Kang casi entusiasmado. — Pero espera... ¿Significa esto que ya no investigas a La Cosa Nostra? — Esta vez le tocó reírse a Taehyung.

— ¿No lees el Daily Mirror? No, esa teoría se desestimó enseguida.

— Bueno, le haré una visita al Paraguas en algún momento de esta semana. Te haré saber cómo va.

Cuando se marchó, se hizo el silencio en la segunda planta del edificio de la Agencia. Taehyung se había quedado solo, pero no podía marcharse todavía. No cuando por fin podía pensar. Y había mucho en lo que pensar.

"¿Sabías que la Tríada asignaba códigos para representar rangos dentro de su grupo? Tenía que ver con la numerología china..."

Yoongi le había dicho eso, basándose en la información que habían conseguido sonsacar a una banda que operaba en Hong Kong.

Increíble, estaban tan desesperados por conseguir algo, cualquier cosa que les sirviera para esta investigación, que tuvieron que recurrir a las fuerzas del orden de otro país para conseguir sobras y miseria. Menudo desastre en el que se habían envuelto al tomar el caso del político Jo. Si al final esa información resultaba útil, diablos, se haría el de la vista gorda y le daría a Yoongi el bourbon que había guardado para una buena ocasión.

Recostándose a una de las paredes, Taehyung suspiró profundamente. A eso debía saber el cansancio o quizá sabía más al cigarrillo que estaba sacando de su bolsillo. Mentol, humo y nicotina, su quinto de la noche.

Apartó los ojos de la pared del crimen y se concentró en la llama de su mechero. En medio de todos los recortes de prensa, informes de incidentes y sus propias especulaciones garabateadas a mano después de medianoche, estaba el principio de aquel organigrama, todo huesos y sombras, inútil para él, al menos por en cuanto. Los títulos eran tan crípticos como los propios códigos, frases como: "Cabeza de dragón", "Zapatilla de cristal", "Abanico de papel blanco", "Asta roja". ¿Qué significaban? Nada, lo sabía, no significaban nada sin nombres reales asignados. No obstante, tenía que empezar por algún sitio.

Alguien en esa ciudad -o varios, si tenía suerte- sabía lo que había pasado la noche en que murió Jo Jaeyoon. Si todas las pruebas de las últimas semanas eran fiables, tenía algo que ver con la Tríada. Averiguaría cuál era esa conexión y resolvería el caso. Pondría la ciudad patas arriba si hacía falta.

El teléfono de su mesa sonó, un sonido agudo y penetrante que le desconcentró y le hizo perder el hilo de sus pensamientos. Taehyung apagó el cigarrillo en el cenicero de la esquina de la mesa y lanzó un suspiro mientras cogía el auricular. Después de todo, quizá era hora de tomarse un descanso.

— Agencia Kim.

— ¿Detective Kim Taehyung?

— Al habla. — ¿Qué hora era? Rebuscó entre la pila de papeles de su escritorio, tratando de encontrar su cuaderno. — ¿En qué puedo ayudarle?

— Prefiero decirle cómo puede ayudarse a sí mismo, — respondió la voz. — Puedes hacerlo abandonando este caso.

Las manos de Taehyung se aquietaron. El silencio a su alrededor se hizo exponencialmente mayor.

— ¿Cómo dice?

— Estoy seguro de que me has oído la primera vez. La investigación del asesinato de Jo Jaeyoon, tienes que dejarla.

Se esforzó por escuchar algo familiar, algo en el matiz de esa voz que le recordara a alguien con quien se hubiera encontrado desde que empezó la investigación. No había nada, por más que lo intentaba, ni siquiera podía distinguir si la persona que llamaba era un hombre o una mujer; su voz sonaba extraña, como si la hubieran amortiguado con un pañuelo o algo parecido.

— ¿Y por qué demonios iba a hacer yo eso?

— Porque si no lo haces, él será el siguiente.

— ¿Quién es él?

— ¿Tienes que preguntarlo? Piensa en quién te queda.

Fue más difícil de lo que esperaba, evitar de alguna manera que eso le afectara. La imagen de Hoseok en aquel callejón junto al Magic Shop seguía siendo dolorosamente nítida en su mente, cada detalle, desde la longitud del cordón, hasta las manchas rojas por todo el callejón, pasando por el maldito tono azul de la insignia en el uniforme de Jimin. Aún podía oler la sangre.

Con aquella desgarradora imagen en la mente, se encontró a sí mismo cayendo en cuenta de quién le quedaba.

— No merece la pena, detective. Piénselo.

— Lo único que estoy pensando ahora mismo, — consiguió decir el peligrís, con una voz calmada que le sorprendió incluso a sí mismo, — es que no me estarías amenazando así si no tuvieras miedo de que me esté acercando.

— Por favor. Sencillamente, te estoy haciendo un favor. — Otra vez aquella risa, seca y burlona, completamente irreconocible para él. — Aléjese, detective. Esto está muy, muy lejos del alcance de un ex policía desprestigiado y acabado que probablemente esté a un mal día de que lo encierren en un manicomio.

Taehyung guardó silencio mientras dejaba que esas palabras lo invadieran. Luego se acercó a la ventana todo lo que le permitió el cable del teléfono y se atrevió a mirar a través de las persianas. Ya estaba jugueteando con su pistola, como si esta le ofreciera la valentía suficiente.

— ¿Por qué no vienes aquí y me dices esto otra vez a la cara?

Lo único que obtuvo fue un clic y, a continuación, el zumbido inquietante de un timbre bajo que le indicó que la llamada estaba cortada.

Inmediatamente después, Taehyung se dirigió a su casa, saliendo por una ventana de la parte trasera del edificio en lugar de hacerlo por la puerta principal. Corrió a toda velocidad hacia la calle grande y bien iluminada más cercana, siguiendo por allí hasta que pudo llamar a un taxi.

Desde el momento en que salió de su despacho hasta que echó el último cerrojo de la puerta de su apartamento, con Yeontan observándole con curiosidad a sus pies, mantuvo la mano libre para desenfundar el arma en un santiamén.

No tenía sentido contarle a Namjoon lo que había ocurrido. Taehyung meditó sobre esa decisión durante una buena hora, mucho después de haberse calmado y haber comprobado tres veces cada ventana, armario y alacena de su pequeño apartamento. De todos modos, Namjoon no lo habría sacado del caso, la prensa se daría un festín y eso únicamente serviría para envalentonar aún más a los culpables. Simplemente, no quería que Namjoon se preocupara por él y empezara a tener pensamientos paranoicos innecesarios. Ya era bastante malo que uno de ellos los tuviera.

Así que no llamó a Namjoon esa noche, mas sí llamó a la clínica del doctor Jeon, escudando como este descolgaba al segundo timbrazo. Taehyung tampoco le contó a él de la llamada, no quería que volviese a tener esos pensamientos de héroes que la había comentado el otro día. Por mucho que quisiera ayudarlo, había un límite para lo que un simple doctor podía hacer.

— ¿Qué haces este fin de semana? — Fue lo que acabó diciendo. Cuando Jungkook le dijo que, de hecho, no tenía planes para el sábado por la tarde, Taehyung inmediatamente lo reclamó para sí.

— ¿Quieres que pase a recogerte? Tengo tu dirección registrada.

— ¡No! — Exclamó casi demasiado alto. — Te recogeré en tu oficina, si te parece bien.

— Por supuesto. — Ah, eso era refrescante, un alivio escuchar a Jungkook sonreír. — Me hace mucha ilusión.

Taehyung colgó el auricular, sintiendo que se le agolpaba en las tripas un pavor silencioso y carcomido. Ese sentimiento se convirtió en un compañero constante durante las siguientes cuarenta y ocho horas, manteniéndole la cabeza en un eterno vaivén, robándole el sueño. Le llevó a pasar horas estudiando a fondo todos los casos antiguos que pudieran encontrar y que estuvieran "posiblemente" relacionados con la Tríada, porque tenía que resolver este caso.

Tenía que resolverlo pronto. Antes de que ocurriera algo.

El pavor era un imán que atraía su mirada hacia el teléfono más cercano, estuviera donde estuviera; tenía la sensación de que, en cualquier momento, estaba a segundos de que volviera a sonar. Pero en lugar de potentes amenazas de una voz enmascarada e incorpórea, sería algo mucho peor. Escucharía algo como... "Ha habido un incidente. Ha ocurrido algo. Sí, están seguros."

Eso no podía ocurrirle, no otra vez.

Como siempre, espero que les haya gustado...
LORED

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