Capítulo 24

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Aunque debió de durar un minuto, quizá dos como mucho, aquel intercambio con San le había preparado una mañana terriblemente improductiva. Acabó con todas las esperanzas que Taehyung tenía de reducir la lista de preguntas abiertas y teorías sin confirmar en su muro del crimen, y acabó pasando la mayor parte del tiempo hasta el almuerzo sentado y encorvado en su escritorio, intentando y fracasando al terminar la primera página del documento que tenía en las manos, una y otra vez.

La mente de Taehyung se resistía a aquietarse; la concentración era una hazaña imposible. Un ejemplar del Daily Mirror de ese día, cortesía de Yoongi, yacía desafiante sobre su escritorio. El artículo principal, obra del inconfundible Lionel Church, cuestionaba la presencia frecuente del alcalde interino en la Torre Crispino, a pesar de su cómoda residencia en un lugar distante. Para Taehyung, era pura basura.

El papel impreso sostenía las especulaciones sobre las idas y venidas del alcalde, pero Taehyung no estaba dispuesto a permitir que el sensacionalismo de la prensa enturbiara su juicio. Sus ojos se deslizaron sobre las palabras impresas, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos inquietantes. La atención de Taehyung se desvió de las acusaciones infundadas, concentrándose en la complejidad de su propia situación.

Le picaba la mano.

Cuando se dio cuenta, ya tenía el auricular del teléfono entre el hombro y la oreja, esperando a que algo ahogara el ruido de su cabeza.

En cuanto la operadora conectó su llamada y oyó el suave "¿Hola?" de Jungkook al otro lado de la línea.

— Me preguntaste qué más podías hacer por mí, ¿verdad? ¿La última vez que estuvimos juntos?

—... Taehyung... — Jungkook sonó realmente sorprendido en cuanto se dio cuenta de quién le había llamado.— Pensé... No esperaba saber de ti tan pronto.

Taehyung se quedó mirando al suelo. Le entraron ganas de decir "yo tampoco", o algo así de inútil, hasta que las palabras se le atascaron en la garganta. Simplemente, se limitó a agarrar con fuerza el auricular.

— ¿Va todo bien?

No. No, en realidad no. Una parte de él quería admitirlo, susurrarlo con voz vacilante por la línea para que nadie más pudiera oírlo, o gritarlo desde lo alto de las escaleras para que todo el mundo pudiera escucharlo. Sonaba irracional, lo sabía, pero ¿realmente lo era? Al final, el resultado sería el mismo: fuera donde fuera, alguien le observaba. Lo sabía desde hacía tiempo, desde que aquel maldito expediente cayó sobre su mesa.

Pero el recordatorio de hoy había sido visceral y no podía quitárselo de la cabeza. San, Wooyoung, ese pistolero anónimo que le había disparado a Jimin, que era de la Tríada o no, ¿quién sabía cuántos más había? ¿Cuándo acabaría todo?

Necesitaba respirar.

Necesitaba alivio.

— Tengo que cancelar la sesión de este miércoles.

— Oh. — Si Jungkook no había querido dar a entender que estaba dolido por eso, lo hizo muy mal. — Oh, vale... Lo entiendo. No hay problema.

— ¿No vas a preguntarme por qué?

— No necesito una razón, — respondió. — Solo un aviso con veinticuatro horas de antelación o más, como generosamente me has proporcionado.

Sí... estaba siendo generoso, ¿verdad? Se preguntaba qué haría Jungkook el miércoles por la noche, ahora que había recuperado esa hora quedaría libre. Ahora que lo pensaba, ¿qué haría él mismo? Había que admitir que no había pensado con tanta allá.

— ¿Eso es todo, Taehyung?

— No. — Taehyung negó con la cabeza, olvidando que Jungkook no podía verlo.— ¿Estás... estarías...? — Cerró la boca con fuerza para evitar que el diluvio de inutilidad brotara a borbotones. Palabras, piensa en las palabras, se dijo a sí mismo. Dios, esto debería haber sido tan fácil para él. — ¿Qué vas a hacer este fin de semana?

Siguió un largo e incómodo silencio. — Nada que no pueda cancelar o posponer. ¿Por qué?

Porque me estoy volviendo loco, eso era lo que el detective deseaba decir en voz alta. En lugar de eso, hizo acopio de lo que pudo de sus nervios y soltó algo diferente en un solo suspiro.

— Quiero ver la casa de la playa.

+++

Era increíble, qué diferencia hacían dos horas de viaje fuera de Lues. Incluso durante el viaje, ver cómo los claustrofóbicos grupos de edificios, callejones, farolas y zonas en obras de la ciudad daban paso a espacios abiertos y a la nieve inmaculada hizo maravillas para aplacar la agitación de su mente. Taehyung sintió de inmediato el aire frío y limpio, y disfrutó de la paz de haber dejado atrás todo aquel caos familiar.

Yeontan, que había pasado la mayor parte del viaje en el asiento trasero con la cabeza asomada por la ventanilla abierta, ladrando a los pájaros y a la fauna que pasaban, salió corriendo en cuanto Jungkook le abrió la puerta del coche. Dio una vuelta alrededor del auto, olisqueó los zapatos del pelinegro durante medio minuto y luego echó a correr por el terreno cubierto de nieve que rodeaba la casa.

— No es un buen perro guardián, ¿verdad? —Se burló el menor mirando a la pequeña mota de pelos correr.

— No. — El primer encuentro de Yeontan y el doctor Jeon, que había tenido lugar sin ceremonias en la esquina de la calle esa mañana, había sido extrañamente similar a cómo había conocido a Seokjin: una fracción de segundo de contacto visual, un ladrido, una carrera loca... y luego, finalmente, un demonio y excitado peludo había derribado a Jungkook. Taehyung había protestado en vano, puesto que el menor parecía estarlo tomando bien. Era difícil quejarse de algo cuando este algo lo cubría de besos alegres. — Parece que le gustas de verdad.

La casa de playa de los Choi, o mejor dicho, la casa de la playa que Jungkook había comprado y ahora le pertenecía, estaba en el centro de un enorme terreno, flanqueada por un árbol que había pasado el invierno inactivo y un puñado de arbustos. Una valla blanca se extendía a lo largo de la propiedad, frente a la orilla, protegiéndola valientemente de los peligros de un montón de nada que se extendía por lo menos un kilómetro y medio en todas direcciones. La estructura en sí, - parecía una caja de fósforo rectangular, de un piso y medio de entramado de madera rematada con un tejado muy inclinado, atravesado en el centro por una chimenea de ladrillo negro - mostraba una austeridad que dejaba entrever cuándo podría haber sido construida. Probablemente, llevaba ahí muchas generaciones.

Quizá lo más notable de la casa era lo cerca que estaba del agua. Bajando un tramo de escaleras desde la terraza, en la parte trasera de la cocina, se llegaba directamente a la orilla. Cincuenta metros más allá, tal vez incluso menos, el manto de blanco daba paso a una franja de arena inmaculada, donde la nieve se había derretido gracias a los besos de las olas de la bahía.

–Bueno, aquí estamos. – La madera crujió bajo sus pies al subir los escalones del porche. Jungkook sacó el llavero, lo sostuvo por la llave de plata y se lo ofreció a Taehyung. –¿Quieres hacer los honores?

–Deberías hacerlo tú –, respondió él. – Después de todo, es tu casa.

–Tienes razón.

La casa estaba helada cuando entraron, lo primero que hicieron fue volver a encender la calefacción, lo cual no les resultó muy difícil, ya que, por suerte para ellos, la familia Choi no había tenido que palear carbón en el sótano en toda su historia reciente. No se quitaron los abrigos mientras exploraban el interior, que, sorprendentemente, no había sido vaciado del todo: habían dejado algunos cachivaches aquí y allá. Naturalmente, no se trataba de muebles ni de grandes objetos, pero en casi todas las habitaciones, además de una fina capa de polvo y algunas telarañas en los rincones, había al menos algunas baratijas que los anteriores propietarios habían olvidado.

En los armarios de la cocina había dos tazas desparejadas: una alta taza verde con intrincadas tallas y una taza de té blanca con el borde dorado, ambas claramente huérfanas de sus juegos originales. En la biblioteca quedaban algunos libros viejos esparcidos por las estanterías, la mitad de ellos en inglés o francés, todos con el lomo agrietado o las páginas rotas. Escondidos en una caja al fondo de un armario del pasillo había un surtido de herramientas: un martillo, un hacha, varios cuchillos y cinceles de diversos tamaños, todos viejos y cubiertos de polvo. Este último hallazgo bien podría haber sido un tesoro escondido, a ojos de Taehyung mientras tomaba nota de todas las pequeñas reparaciones que esa casa necesitaba desesperadamente.

Un enorme espejo con marco dorado, que colgaba del techo en el dormitorio principal, por lo demás vacío, hizo que Taehyung levantara una ceja. Jungkook arrugó la nariz en señal de disgusto, pero mantuvo en silencio su comentario al respecto.

– Parece que tenías razón. Realmente se fueron con prisas–, comentó Taehyung después de que volvieran a bajar las escaleras y se encontraran de nuevo en la cocina. Una inspección más detenida reveló una pequeña rotura en el borde de la taza verde que se habían dejado. –¿Alguna idea de por qué?

Jungkook negó con la cabeza. – No sabría decirte. Ahora empiezo a desear que el traspaso de la propiedad hubiera incluido una cláusula para que la limpiaran primero. – Observó el desayunador que habían construido en un lateral de la cocina, sin impresionarse. – El diablo está en los detalles.

– No está tan mal. Seguro que puedes contratar a alguien si no tienes tiempo. – Taehyung colocó las dos tazas en el fregadero, alegrándose de comprobar que en esa casa tenían agua corriente. – Ahora estarás mucho más ocupado, ¿verdad? Supongo que heredarás todos los pacientes del doctor Choi.

–¿Hmm? Oh, sí... bueno, entre los dos, quizá sea mejor así.

Jungkook deambulaba de habitación en habitación con Taehyung pisándole los talones, sus ojos barriendo las paredes, los suelos y los techos. ¿Buscaba algo? Taehyung no lo sabía, pero parecía distraído.

Aquella noche cenaron comida china para llevar que Jungkook había llevado cuando fue a recogerlos aquel mismo día. Cajas de arroz frito, fideos crujientes, fideos blandos, albóndigas y rollitos de primavera se alineaban en la encimera de la cocina, y Taehyung recalentaba su contenido en una sartén antigua que había encontrado languideciendo bajo el fregadero; había tenido que lavarla dos veces.

— Del Dragón Dorado, — leyó Taehyung en voz alta el recibo, que había quedado encajado entre los pliegues del lateral de la caja que contenía los fideos crujientes. — Huh.

— El mejor dim sum de esa zona, — declaró Jungkook, mascullando entre dientes un bocado de esos mismos fideos.

Aquel eslogan le sonaba extrañamente familiar. — Este es el restaurante que proporcionó la comida para la subasta de Son Chaeyoung, ¿no?

— El mismo. Incluso te traje algunas de sus albóndigas que tanto te gustaron aquella noche. Toma.

Jungkook le entregó un pequeño plato de papel, repleto de aquellas albóndigas redondas y bellamente cortadas que había probado por primera vez en la subasta. La comida que el pelinegro había traído podría haber alimentado fácilmente a cuatro personas. O, según Taehyung, al y a otra persona porque el apetito del menor parecía voraz.

— Dime, ¿cómo sabías que el Dragón Dorado servía el catering de la subasta? — Jungkook le hizo esa pregunta, estudiando el modo en que Taehyung lo miraba masticando con la boca llena, haciendo ademán de comer algo más, como para no tener la oportunidad de hablar.

— ¿Hmm? Oh. — Kim se metió uno de los dumplings en la boca, todavía caliente, y lo mordió antes de arrepentirse. Era mucho más fácil mentir con la boca llena. — Alguien lo mencionó de pasada, creo que en la mesa del lado. Les gustó la comida y querían contratarlos para uno de sus eventos. — Su voz estaba distorsionada por toda la comida, sosteniendo el cubierto y tapando su boca con la misma mano, dejó escapar lo que parecía ser la sonrisa más inocente.

— Ya veo.

—¿Y tú? — Taehyung tragó saliva y cogió otra bola de masa. — ¿Lo supiste antes de llegar?

— Si lo hubiera sabido de antemano, habría molestado antes al doctor Choi para que me invitara.

— ¿En serio?

— He estado recibiendo comida a domicilio del Dragón de Oro durante años. Ya soy un asiduo.

— ¿Quieres decir que los percances culinarios con pan rallado no son cosa de todos los días en la residencia Jeon? — El peligrís soltó una risita, sin poder evitarlo. De alguna manera, aquella cita en donde Jungkook lo invitó a aquel apartamento que no le pertenecía, regresaba a su memoria.

— Por mucho que me duela decepcionarte, no. — El menor finalmente se rio. — La mayoría de las noches simplemente no tengo tiempo. La verdad es que les he pedido tantas veces que Guang Hong, el jefe de cocina de allí, me conoce por mi nombre.

Guang Hong, ¿eh? Ese nombre le sonaba... ¿Del muro del crimen, o de algún otro sitio? Taehyung hizo una nota mental para recordarlo, ¿pero a quién quería engañar? Era obvio que las probabilidades de que él recordase algo, no eran tan altas.

A lo largo del resto de la comida, Jungkook intentó enseñarle a Taehyung a usar los palillos. Su mano temblaba nerviosa de vez en cuando, especialmente cuando el mayor intentaba moverse torpemente y sus dedos se deslizaban entre los del otro. Mientras tanto, Taehyung se distraía al ver a Jungkook demostrar la forma "correcta", comentando lo fácil que lo hacía parecer. Incluso soltó un comentario sobre lo curioso que era que en una cocina centrada en el arroz se usaran dos palillos como utensilio. En la respuesta ingeniosa y animada que Jungkook dio a ese comentario irreverente, Taehyung se distrajo lo suficiente como para no darse cuenta de que Yeontan ya había terminado su ración y se estaba sirviendo a sí mismo.

Por un momento, mientras observaba cómo el normalmente digno doctor Jeon intentaba razonar con un perro, Taehyung se olvidó de su caso, de la mafia y la tríada, de los peligros que le esperaban en cada esquina de la ciudad que habían dejado kilómetros atrás. Y tal vez aquel momento, por breve que hubiera sido, había sido suficiente.

Aquella noche, movido por la costumbre, y quizás impulsado por una necesidad innominada, pero que se asemejaba a la "locura", Taehyung hizo un verdadero esfuerzo por comenzar algo.

No era muy sutil, al menos para lo que él estaba acostumbrado. Por lo general, el roce de una mano en algún lugar inocuo, o incluso una simple mirada compartida entre ellos, era más que suficiente para que Jungkook captara la indirecta. Nunca había hecho falta mucho más que una chispa. Pero esta noche, las sonrisas de Jungkook eran rígidas y frías, se apartaba a cada paso. Después de un puñado de intentos fallidos, Taehyung decidió poner fin a su sufrimiento.

— Escucha, no estoy seguro de estar entendiéndote bien. Y... Bueno, no tienes que explicarme nada si no quieres. — Jungkook hizo una mueca. Parecía como si hubiera estado anticipando esta conversación y no quisiera tener nada que ver con ella.

—Taehyung...

— ¿Quieres que esta noche duerma en otra habitación? — Taehyung formuló la pregunta con despreocupación, aunque luego experimentó una sensación de incomodidad, como si hubiera desgarrado una venda. Ciertamente, esa impresión se reflejaba en la expresión dolorosa en el rostro de Jungkook. — No tengo ningún problema con eso, lo prometo.

— No, no es... — Jungkook negó con la cabeza.— No quiero que lo veas de esa manera.

— ¿Cómo?

— Como si yo... — Jungkook se retorció las manos, con tanta fuerza que ambos acabaron mirando las marcas rosáceas que sus pulgares dejaban en la delicada piel. — Rechazándote, o cualquier otra palabra que quieras usar en su lugar.

¿Qué otra palabra había? A Taehyung no se le ocurría ninguna. — Está bien, ¿sabes? No me importa que me rechacen. Si no me quieres aquí, dímelo.

— ¡Sí quiero! — Jungkook estalló. — ¡Sí te quiero aquí! Yo solo...

Taehyung esperó a que encontrara las palabras. Jungkook luchaba visiblemente consigo mismo, intentando una y otra vez reunir el valor para mirarlo a los ojos, quedándose corto en cada intento. Sin embargo, el mayor no tenía mucha prisa; tenían todo el fin de semana por delante. El único inconveniente era que cuanto más se prolongaba el silencio, más profundas y rojas se volvían las pequeñas medias lunas que Jungkook dejaba al clavarse las uñas en la piel.

— ¿Jungkook? — le llamó suavemente.

— Me... aterroriza... tocarte, — susurró Jungkook. — Después de la última vez...

Oh.

Oh, no. No otra vez. No después de haber pasado toda la semana superándolo. No cuando creía que finalmente había tenido éxito; después de todo, no estaría aquí si hubiera fallado, ¿verdad?

— ¿Sigues pensando en esa noche?

— Todavía lamento profundamente lo que te hice. — Taehyung suspiró. — Jungkook, para... — La situación era ridícula.

— No espero que me perdones por ello. Ni siquiera estoy seguro de poder perdonarme a mí mismo.

Quizás fue una tontería, en retrospectiva, esperar que Jungkook manejara las secuelas de esa noche de la misma manera que el detective, o al que menos intentara ignorar por completo el asunto. No había sido una de esas noches que se podían desechar fácilmente, lavando los remordimientos con la misma bebida que probablemente los había provocado en primer lugar, y Taehyung había experimentado muchas noches así a lo largo de su vida, por lo que conocía la diferencia. Aun así, el no tenerlo constantemente en mente siempre fue una opción, y al hacerlo, al ignorar esos recuerdos cuando surgían y reemplazarlos con la suave sonrisa y los besos tiernos de Jungkook, había logrado que esos recuerdos dejaran de tener poder sobre él.

¿Cuánto había tardado en superar aquella noche en la que pagó su deuda con el Don? ¿Dos días, tres? ¿Cuánto había pasado desde la noche de la subasta? Poco más de una semana.

Lo había pasado peor en el pasado. Mucho peor.

¿Y qué era una noche, una noche simple en la que Jungkook no había estado en sus cabales, y el propio Taehyung había tomado decisiones poco responsables? ¿Qué era una noche comparada con tantas otras noches que habían tenido, con tantas otras noches que aún estaban por venir?

Bueno, en realidad no importaba. No podía esperar que Jungkook, que vivía de darle vueltas a todo, llegara a las mismas conclusiones que él. Pero de una forma u otra, solo quería que esto terminara.

— Aquella noche estabas drogado, — dijo sin ton ni son. — Fui yo quien no te lo negó.

— Por favor, no me pongas excusas. — El pelinegro apretó los dientes. — No nos insultes a los dos.

— No te estoy excusando. Pero en cuanto a atenuantes, ¿no crees que es uno bastante grande?

— Vaya. — Jeon soltó una larga carcajada incrédula, su voz temblando todo el tiempo. — Esto es... Esto es lo que haces con todos los que te hacen daño, ¿no? Racionalizas su comportamiento, te convences de que, en retrospectiva, las cosas no fueron tan malas. Y si no fueron tan malas, entonces tienes que desafiarte a ti mismo y pensar, ¿fueron realmente tan malas? ¿Es eso? ¿Así es como lo haces?

— Para con eso. — Taehyung se echó hacia atrás. Empezaba a arrepentirse de todo. — No estamos en terapia. Ni siquiera es miércoles hoy. ¡No te metas en mi cabeza!

— No puedes dejar que lo que... Lo que te hice, sea solamente otra cosa que pasó. — Cerró las manos en puños. Dio un paso adelante, probablemente sin darse cuenta, para cerrar la brecha que el contrario había colocado entre ellos. — ¡Tú vales, Taehyung! Te mereces algo mejor que eso, algo mejor que lo que te di. Y tienes todo el derecho a enfadarte conmigo. ¡Demonios, deberías estar rabiando en este instante!

Taehyung lo entendía. Creérselo o no, ya era una cuestión totalmente distinta, pero era bastante fácil reconocer lo que Jungkook estaba pensando, y enmarcar sus respuestas en la misma óptica. La ira era la respuesta racional, supuso. Ciertamente era la esperada. Jeon tenía razón. Debería haberse enfadado. Sin embargo, a pesar de todo... No lo estaba.

— Bueno, ¿por qué demonios no lo estás?

Taehyung vaciló. ¿Lo había dicho en voz alta?

— Dímelo. Dímelo, por favor. Porque no lo entiendo. — La voz del pelinegro se redujo a un susurro. — ¿Voy a tener que suplicar, aunque solo sea para echarle un vistazo a tu cabeza? — Se rio. — Lo haré en un santiamén, si es necesario.

Taehyung recordaba con demasiada claridad el momento en que Jungkook le ofreció lo mismo en el ático, instándolo a quedarse; diablos, lo había hecho de nuevo a la mañana siguiente. Había un patrón evidente en todo esto: Jungkook ofreciendo sumisión, llegando al punto de la desesperación. ¿Por qué si no lo haría, cuando la mayor parte del tiempo tenía un control perfecto? Era como si fuera el último recurso para un hombre tan digno como él.

Pero aquel Jungkook que le suplicó que se quedara era la misma persona que luego se "enojó" lo suficiente como para intentar comprar la paz con una dosis de speedball. La misma persona que se autoproclamó un "hombre muerto andante". Y a pesar de todo, Taehyung se quedó con él, incluso cuando todo comenzó a ir tan, tan mal.

Porque Jungkook se lo había pedido... Y, de alguna manera, eso había sido suficiente.

— La verdad es que... — Comenzó a responder el mayor. — Te lo daría todo. Si lo necesitaras, te daría todo de mí y más, si pudiera.

— ¿Aunque te hiciera daño? — Jungkook no pudo ocultar su incomodidad, tal vez por eso alzó la voz y gritó frente a un Taehyung que lo observaba sorprendido. Una vez más contemplaba al doctor Jeon Jungkook. — ¡¿Incluso si te llegase a quebrar, si te rompía en mil pedazos de maneras inimaginables?!

Él no había llegado a ese extremo, Taehyung no sería tan idiota para permitir que alguien lo llevase al fondo del pozo. Al menos no sin una razón que le hiciera cerrar los ojos e ignorar. Jungkook no lo había roto. No lo había quebrado. No lo había hecho.

— No me arrepiento.

— ¿Por qué?

¿Por qué? Ahí estaba esa pregunta de nuevo, tan implacable. ¿Era importante conocer el motivo exacto? Era una pregunta que Jungkook podría seguir repitiendo una y otra vez, pero podrían quedarse atrapados ahí para siempre por eso. Porque necesitaba saber por qué y él mismo muchas veces no tenía la respuesta a esa pregunta.

Entonces, ¿qué había al final de ese bucle, de esa cadena en la que ambos se encadenaron sin querer? Taehyung se esforzó, a pesar de sus dudas, buscando la respuesta definitiva para resolver la situación de una vez por todas.

Y...

Bueno.

Sorprendentemente, había una respuesta.

Porque había una palabra para eso, se dio cuenta, una vez que todo estuvo dicho y hecho. Parecía casi absurdo contemplarlo de esa manera, y sin importar cómo lo enmarcara, definitivamente se sentía como una conclusión a la que debería haber llegado mucho antes.

Pero existía una palabra para describirlo... Cuando llevas a alguien tan cerca del corazón que estarías dispuesto a cualquier cosa, incluso a arrancarte el tuyo, con tal de protegerlo. Cuando al menos una parte de ti piensa en ellos en cada momento en que estás despierto, preocupado por su seguridad, cuidado y bienestar. Cuando te enfrentas a todos esos demonios que esperas no volver a ver, si ese sacrificio significa brindarles un poco más de consuelo, un poco más de paz.

Había una palabra para eso, cuando todo lo que deseabas era tenerlos cerca, pero una vez conseguido, cada segundo aterra la idea de perderlos.

Había una palabra para eso, cuando verlos fracturados y afligidos hacía que toda la felicidad que habías construido se desvaneciera, y estarías dispuesto a arriesgar tu propia alma por la oportunidad de verlos sanar de nuevo.

En realidad eran dos palabras y Taehyung se quedó a las puertas de pronunciarlas en voz alta. Sin embargo, Jungkook pareció entenderlo de algún modo. Tomó la mano de Taehyung entre las suyas, entrelazando los dedos. Se llevó la mano a los labios, depositando un beso suave y vacilante en los nudillos del peligris.

–Te lo he dicho, quiero volver a ganarme tu confianza. Deseo con todas mis fuerzas poder darte lo que necesitas–.

Taehyung soltó una débil risa. –Eso es más o menos lo que dijiste en aquel momento. ¿Te acuerdas?

–Esta vez no será la cocaína la que hable. – Y en ese mismo aliento, Jungkook le ofreció todo: su tacto, sus palabras, su cuidado. Su calor... Todo su ser. – O mi silencio y mi ausencia... También puedo ofrecerte eso, si es lo que prefieres.

Taehyung le dedicó una suave sonrisa esta vez, pasando la yema del pulgar por el pómulo derecho del contrario. –Eso es mucho prometer, doctor.

–Ya te lo he dicho. No hago promesas que no pueda cumplir.

— Acércate, ven a mí. — Esas fueron las palabras pronunciadas por el mayor. En un comienzo, la reticencia del doctor se mantuvo vigente, pero había desarrollado cierta debilidad por el hombre que frente a él.

No obstante, sus pies lo guiaron hasta quedar frente a un Taehyung que acariciaba su rostro con dulzura. En realidad apenas habían estado distanciados por escasos pasos, pero esa cercanía se sentía más íntima. Estaban dejando de lado todas las incomodidades que habían estado experimentando en el último tiempo.

Aquella noche, envueltos en las sombras que bailaban a la luz del fuego, volvieron a recorrer todas las líneas que Jungkook había trazado en la arena. Taehyung se aventuró con cuidado, sus esfuerzos vigilantes y sobrios mientras era despojado de su ropa. Cada presión de sus labios contra la piel que descubierta era entregada como un acto de reverencia.

–¿Esto está bien?– Taehyung se detuvo en sus caricias para apartar parte del pelo que había caído sobre los ojos de Jungkook. Él también deseaba tocarlo, despojar al menor de su ropa, pero por un momento, el pelinegro se tensó. – Quiero decir... ¿Estás bien...?

–Sí –, exhaló Jungkook, rodeando la cintura de Taehyung con los brazos. –Te lo dije, ¿verdad? Soy feliz con cualquier cosa que quieras dar o tomar, esta noche.

Dios. Después de todo este tiempo, ver a Jungkook así aún conseguía dejarle sin aliento. ¿Cómo era posible?

–¿Me prometes que me dirás algo si voy demasiado lejos?

–Lo prometo.

–¿Cuál es tu palabra?

— Baepsae, — susurró Jungkook dulcemente contra sus labios. – Hagamos el amor esta noche.

LORED

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