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♱  1 . 05
FIVE DREAM ON
capítulo cinco.






Inhalo y exhalo.

Apreto el arma contra mi pecho manteniéndome firme contra la pared. Estiro mi cuello ladeando la cabeza para asomarme y poder ver a lo largo del pasadizo, donde del otro lado me encuentro con Maggie, quien me hace un ademán con la cabeza.

Retrocedo y vuelvo a pegar la espalda contra la pared.

Entonces, una explosión resuena por todo el lugar; doy un respingo cerrando los ojos con fuerza y una lluvia de balazos se desata afuera. No estoy asustada, en realidad estoy excitada.

Debo mantenerme en mi lugar, sin moverme un solo centímetro, sin flaquear, sin hacer ruido... Estoy más que preparada.

Imágenes fugaces de Aera pasan por mi mente y mi corazón late con fuerza.

Afuera están los hombres del Gobernador, y él hombre mismo quizá, no sé, pero sí sé que están luchando contra nada, disparando a paredes sin saber que no hay nadie ha excepción de los que nos estamos escondiendo, esperando el momento indicado para atacar.

Los estruendos me provocan escalofríos.

Una explosión más, y otra torre de vigilancia cede.

Hay un silencio corto, los disparos acaban, pero no se han ido. Oigo los motores de los autos de milicia acercarse más a la prisión, junto con los gritos autoritarios del Gobernador.

Cadenas resuenan cuando rompen una puerta y se adentran a los bloques.

Observo sus ajetreos intensos por una ranura e inmediatamente me agacho sobre mis pies cuando uno voltea la cabeza hacia arriba. Trago saliva sintiendo como el corazón se me quiere salir del pecho con lo rápido que late, ser minuciosa es una regla obligatoria en este momento; no puedo fallar, un paso en falso y la misión puede terminar de una peor manera.

Debo actuar con escepticismo y la mano no me tiene que temblar a la hora de disparar.

Hay mucha tensión, tanto que es palpable. Ahora que se han adentrado a los pabellones, es cuestión de segundos para que salgan corriendo.

Maggie me hace una seña con la mano, y tengo que apretar los labios para no sonreír, no es momento, pese a que las comisuras de mis labios tironean hacia arriba. Todo lo que Rick Grimes me ha proporcionado se siente muy bien, anoche dormí perfectamente y aún no puedo creer lo descansada que me siento... Quiero luchar por ver la luz de mañana, por darle una mejor vida a mi hija.

Vamos a ganar. Sí o sí.

Mi excitación aumenta un diez por ciento cuando escucho las bombas de humo estallar en el interior, seguido de gritos de pánico lejanos.

Comparto otra mirada cómplice con Maggie en cuanto la alarma de la prisión resuena en nuestros oídos, seguido de otra lluvia de disparos. Le hago una seña al ver a los hombres de Woodbury salir corriendo y ambas nos ponemos de pie.

No dudo un segundo en meter el arma entre uno de los huecos de la reja y mi dedo va al gatillo para disparar sin más con saña.

El uniforme me molesta pero ignoro la comezón que me provoca y me dedico a apuntarle a los hombres, escuchando los gritos de Glenn.

Tratando de huir, nos devuelven los disparos, entonces Maggie y yo nos lanzamos al suelo para taparnos.

El sonido se detiene y oigo de nuevo el motor de los autos. Contengo la respiración y me pongo de pie, sosteniéndome el casco con una mano, tomando la cinta del arma antes de que se me caiga al suelo por la rapidez con la que me levanto.

—¿Lo logramos? —grita Maggie viendo hacia abajo, donde se encuentra Glenn.

Atisbo su rostro de paz a medida que el Gobernador y sus hombres se alejan de la prisión huyendo a toda velocidad.

Sonrío, porque ahora solo queda un paso más que seguir antes de estar completamente en paz. Me siento bien, esa sensación en mi pecho que repercuta en mi ser como si fuera la felicidad pura. Después de todo, Rick tenía razón.

—Lo hicimos —responde Glenn—. Bajen.

Soltando suspiros y con la respiración bastante pesada, avanzo detrás de Maggie para dirigirnos al patio cementado.

La inercia me consume cuando observo alrededor, humo saliendo de dos torres de vigilancia porque se encuentran totalmente destruidas. Uno de los portones machacado, caminantes muertos por toda la estancia y más aproximándose a la prisión debido al ruido que causó la gente de Woodbury. La prisión se ve mucho peor de lo que estaba cuando llegué.

Detengo mi andar quitándome el casco, dejándolo caer al suelo un tanto cansada. Definitivamente disparar metralletas no es lo mío.

Me tomo unos segundos para cerrar los ojos, en busca de la mínima paz que el día pueda brindarme, sin embargo, esto aún no acaba.

—Lo logramos. Los echamos —la voz de Rick me hace abrir los ojos para darme cuenta de que ha llegado hasta nosotros.

Los cuerpos de Maggie y Glenn nos separan; Daryl Dixon, Carol y Michonne ahora están parados junto a él, y la mujer de tez oscura me observa con rictus, lo que me obliga a apartar la mirada confundida por su actitud hacia mi, pese a que no nos conocemos.

Mis ojos se clavan en el suelo sintiéndome insegura.

—Deberíamos seguirlos —propone Michonne.

—Deberíamos terminar con esto —le apoya Daryl.

Rick voltea su cuerpo, ya que estaba dándonos la espalda mientras observaba la prisión, y ver su rostro intransigente me hace dudar acerca de mi posición en este momento y lugar.

Él no me mira, pero yo a él sí, casi absorta.

—Ya terminamos —espeta Maggie endureciendo su tono de voz. Alzo la cabeza en dirección a ella y ella gira su rostro para verme, posicionándose a mi lado—. ¿No vieron cómo huyeron?

Ahora mi apoyo recae sobre ella.

—Quizá se reagrupen —insiste Michonne iracunda.

Me mantengo en silencio y evito el contacto visual con todos a toda costa por obvias razones. Mi voto es inválido, y sinceramente no tengo ganas de formar parte de su discusión, pero por alguna razón, ahora tengo la mirada fija de Rick sobre mi.

—No podemos correr el riesgo. Él no se detendrá —habla Glenn enfadado, pero no con su esposa.

Me lamo los labios y elevo la vista recorriendo el pecho de Rick lentamente, su cuello, hasta llegar a su rostro, el cual se ablanda cuando hacemos contacto visual. Trato de respirar tranquila, en un intento de no quedarme sin aire por el agarrotamiento de mis músculos bajo la atenta y tranquila mirada de Rick Grimes.

—Tiene razón —habla Carol por primera vez—. No podemos seguir viviendo así.

—¿Ir por ellos en Woodbury? La última vez, casi no volvemos —dice Maggie.

—No me importa.

Las voces me empiezan a parecer lejanas, y debo parpadear varias veces debido a la claridad del día. He de admitir que la mirada de Rick no me pone incómoda, pero sí nerviosa, como si esperara que yo dijera algo, lo cual no planeo hacer.

Y no pasa un segundo más cuando ya ha dirigido sus ojos a otra dirección.

Lo único que puedo sentir es una inusitada y tenue confusión.

•  •

Abrazo a Aera contra mi pecho, susurrándole que esto no es una despedida, que voy a regresar con ella y que todo va a estar bien, que este es nuestro nuevo hogar y no iremos a ningún lado. Que estamos juntas en esto, y que lo esteremos para siempre, porque es mi pequeña princesa.

Pero tengo que ir, es algo necesario para el futuro que busco.

Al subir al auto, siento que no puedo respirar correctamente. En mi estómago se desata una epifanía que me provoca náuseas irremediables.

Glenn y Maggie han decidido quedarse en la prisión por si el Gobernador regresa, y nosotros vamos a Woodbury a deshacernos de lo que queda antes de la que sea demasiado tarde. Sé que Carl quería venir para reemplazar a la pareja, pero Rick y Hana protestaron contra él, provocando una pequeña pelea entre ellos, lo cual parece que no acabo bien, al menos no desde mi punto de vista.

Pero, de nuevo, no debo entrometerme.

Por mera costumbre, echo mi cabeza hacia atrás, relajando los hombros sin perder la cordura, sobre el asiento de copiloto. No puedo bajar la guardia, aunque la carretera esté demasiado pacífica.

Siento como si los minutos se vuelven horas, aunque es imposible.

En el camino nos hemos topado con los carros que manejaban los hombres de Woodbury, sin rastros del Gobernador, únicamente hallamos muertos. Caminantes; eso era todo lo que quedaba.

Una sobreviviente llamada Karen nos explicó entre lágrimas como el Gobernador perdió la cabeza y los masacró a todos porque el miedo los había consumido una vez que abandonaron la prisión. Me tomó varios segundos sopesar lo que íbamos a hacer, comparado con lo que su supuesto Gobernador les había hecho, y simplemente me pareció tétrico, y me indispuse en ese momento.

Rick logró confortarme.

La idea de ir y asesinar personas inocentes me puso mal, lo que me llevó a un intercambio de palabras con Michonne, quien obviamente estuvo en mi contra.

Pero era Rick quien tenía la decisión final. Así que dejando de lado la aversión de la mujer de rastas contra mi, emprendimos camino nuevamente a Woodbury ideando un nuevo plan para escabullirnos dentro sin causar caos o disturbios que nos guiarán a una guerra innecesaria.

En ningún momento pude dejar de pensar en mi hija durante el trayecto.

Cuando arribamos a Woodbury, la noche ya ha caído y con eso mis nervios aumentan.

Los autos quedaron atrás, y con euforia, Rick, Michonne, Daryl y yo nos desplazamos por la calle hasta llegar a la entrada principal de la comunidad con arma en mano.

Un disparo casi aterriza en el rostro de Rick y este da un paso atrás chocando su espalda contra mi por la impresión. Entonces, nosotros disparamos a los hombres que se encuentran en el gran muro.

Mis manos se aferran a la metralleta disparando a mi suerte.

Nos escondemos tras un viejo auto cuando recibimos balazos de vuelta.

Contemplo el rostro intranquilo de Rick, veo cómo apreta los dientes y su cuerpo se tensa. Trato de buscar una respuesta en su mirada, pero no hay nada...

—¡Tyreese! ¡Soy yo! ¡No disp...

Frunzo el ceño cuando Karen se pone de pie alzando los brazos y grita, pero es detenida de repente por Rick, quien la toma del brazo y la obliga a agacharse de golpe.

Me muerdo el labio inferior cuando Rick voltea a verme.

—¡Karen! —grita a la distancia una voz masculina y muy gruesa, desde el muro. Los balazos se han detenido y al parecer la mujer que hemos traído conoce a quien nos estaba disparando—. Karen ¿te encuentras bien?

—¡Estoy bien! —grita ella de vuelta soltándose de Rick para ponerse de pie y caminar con las manos en alto.

Pongo mi mano sobre el hombro de Rick para evitar que la persiga y él suspira calmándose.

—¿Dónde está el Gobernador?

—¡Nos acribilló! ¡Mató a todos!

Un escalofrío recorre mi espalda al oírla pronunciar esas palabras.

Un silencio se prolonga y el ambiente se vuelve tenso cuando la chica de cabellos colochos termina de hablar. Rick se da cuenta de mi incomodidad y ahora es él quien me sostiene del brazo para no dejar que yo caiga al suelo, pues las rodillas han comenzado a temblarme.

—¿Por qué estás con ellos?

—¡Me salvaron!

Detrás mío, Daryl llega a nuestro lado arrastrándose por el suelo sin importarle que se ensucie. Me regala una mirada comprensiva y coloca su mano sobre mi espalda para ayudar a darme soporte, no obstante, no dice nada.

—¡Vamos a salir! —exclama Rick contrariado, pues estoy segura de que no quiere terminar con una bala en la frente, y conozco bien por lo que pasó con Tyreese tiempo atrás—. Vamos a salir.

Rick me mira y ambos asentimos al mismo tiempo.

Tomo la mano de Daryl y me pongo de pie con su ayuda, saliendo justo detrás del auto, mientras que Rick y Michonne van por delante junto con Karen.

Alzo las manos en el aire y sostengo el arma con una, mientras avanzo a paso entrecortado pues los nervios me carcomen viva. Suelto suspiros pesados y jadeos bastante agudos, pero me sorprendo al ver como la puerta de Woodbury se abre mostrando dos figuras que logro vislumbrar debido a la oscuridad de la noche. El hombre y la mujer caminan hacia nosotros portando armas de igual manera, con los rostros lastimeros por las noticias que Karen les ha convenido. Parece que su disgusto hacia la situación es tan grande como el mío.

—¿Qué hacen aquí? —pregunta el hombre.

—Íbamos a acabar con esto hasta que vimos que hizo el Gobernador —explica Rick sin afán, tragando saliva con dificultad. La forma en la que su manzana se movió me provocó un cosquilleo en el estómago—. Los mató. Karen nos dijo que Andrea saltó el muro y fue hacia la prisión. Pero nunca llegó. Tal vez esté aquí.

Comparto una mirada discreta con Rick y el hombre llamado Tyreese junto con su hermana nos invitan a entran a Woodbury.

Este lugar se tan infame como el hombre que lo gobierna.

Paro en seco antes de entrar a una especie de tumba tenebrosa llena de cosas viejas, donde al parecer tienen a la amiga de Rick. No soy capaz de adentrarme al lugar por las malas vibras que me transmite, así que me hago a un lado para dejar pasar al resto. Sé que han pasado cosas terribles aquí adentro, así que mis pies se resignan a moverse dentro.

Rick también se detiene al ver que le doy la espalda a la entrada.

—Me quedaré en caso de que venga alguien —le informo y él asiente siguiendo su camino detrás de Tyreese.

—Me quedaré con ella —Daryl afirma su comentario en dirección a Rick y él vuelve a asentir yéndose.

Contemplo como el arquero se coloca en la misma posición que yo, pegando la espalda contra la pared al otro lado de la puerta y mantiene la vista fija en el horizonte. No parece incomodarle mi compañía, en realidad, me da la impresión de que también prefiere quedarse afuera.

—Tu amiga puede estar adentro, ¿no quieres verla? —le pregunto con vilo, colocándome me medio lado, apoyando mi hombro el la pared de piedra agrietada.

Daryl voltea a verme haciendo una mueca.

—No es mi amiga —sentencia—. Solía conocerla, una vez me disparó en la oreja, pero... —hace una pausa. Levanto mis cejas por lo tranquilo que habla al respecto— realmente nunca hablé con ella.

Asiento cabizbaja sin decir nada más.

Unos pasos que corren hacia nosotros me toman totalmente por desprevenida ya que, en cuanto me volteo para ver de qué se trata o quién es y qué intenciones tiene, me llevo la peor parte.

Es un hombre, pero no puedo ver su rostro.

Blande frente a mi rostro un cuchillo sumamente filoso que lleva en la mano y solo siento como mi mejilla y parte de mi oreja comienzan a arder, seguidamente, la sangre baña mi rostro.

De pura impresión agacho la cabeza y Daryl aprovecha este acto para golpear al hombre con su arma y dispararle.

De adentro de oye otro disparo al mismo tiempo, pero ambos sonidos ensordecedores se han mezclado, así que lo he pasado por alto sin intención.

—¿Estás bien?

Me llevo las manos al rostro totalmente horrorizada ante el pensamiento de que me ha cortado y mis pulmones se han quedado sin aire. Daryl me toma del brazo y me quita el arma de las manos, con sus dedos levanta mi mentón lo suficiente como para que pueda examinar mi rostro con la vista. Y su expresión facial me indica lo peor.

—¿Tan mal se ve? —me sorprendo de lo temblorosa que mi voz abandona mis labios, pero es inminente que estoy apunto de flaquear.

Y es que duele. El dolor es casi insoportable, pero debo sobrellevarlo, y le doy crédito al shook por ayudar a disiparlo.

Daryl suspira. De su bolsillo saca un pañuelo, lo extiende y me lo pasa por el cuello y la mejilla cuidadosamente, tratando de no tocar la herida.

A pesar de no verla, sé que abarca desde mi labio izquierdo hasta mi lóbulo izquierdo, pues mi oreja ha sufrido la peor parte y el ardor no cesa.

Me observo la mano cubierta con sangre y siento un arcada, así que debo taparme la boca con mi mano libre.

—¿Te da asco la sangre? —pregunta Daryl ahora colocándome el pañuelo en la mano para que me limpie. Niego con la cabeza.

—No estoy en conflicto con la sangre, créeme, era enfermera antes de esto —le explico respirando lentamente para calmar mis nervios, pero mi voz suena como farfullos—. Pero cuando se trata de mi propia sangre... —contengo otra arcada.

Por la puerta salen Michonne, Rick, Tyreese y su hermana, quienes observan de manera compleja al cadáver que yace en el suelo.

Rick me observa el rostro y súbita e inmediatamente se aproxima a mi, totalmente preocupado. Su rostro me lo indica muy bien, y cuando lo veo levantar la mano hacia mi mejilla llena de sangre, debo retroceder para evitar que me toque, por la sensibilidad del corte. Sé que no es profundo, pero igual.

—¿Qué pasó? —exige saber.

—Se nos acercó por la espalda y la atacó —esclarece Daryl—. No es grave.

Rick exhala un poco más tranquilo y yo asiento dándole la razón a Daryl. Me muevo un poco y los hermanos avanzan por la calle.

—Nos adelantaremos —indica la mujer—. Traeremos el autobús y reuniremos a las personas. Nos vemos en la entrada en unos minutos.

Dicho esto, salen corriendo, con Daryl y Michonne detrás.

—¿Estás segura de que estás bien? —pregunta Rick una vez que nos quedamos solos. Una de sus manos acuna mi rostro y me hace girar la cabeza para poder observar la herida, sin tocar. Sin embargo, por su mueca, sé que se ve mucho peor de lo que se siente.

—Sí, no te preocupes. ¿Qué sucede? —le pregunto refiriéndome a lo que dijo la hermana de Tyreese anteriormente y él apreta sus labios, formando una fina línea con ellos.

Subo la mirada a sus ojos y él me suelta el rostro.

—Llevaremos a los habitantes de Woodbury con nosotros a la prisión. Es lo correcto —me dice, colocando sus manos sobre sus caderas.

Debido a la admiración que le tengo, por el gran hombre que es, sonrío a medias, pero mi rostro se contrae por el dolor que me provoca mi acción en la mejilla. Incluso las manos me tiemblan, la sensación es horrible.

—¿Tu amiga...? —cuestiono, ya que no vi a nadie más salir.

Rick niega con la cabeza, y la pena me inunda obligándome a desviar la mirada, pues en su rostro hay un ápice de dolor. Trago saliva con muchísima dificultad.

Me niego a decir nada más.

—¿Yejin? —murmura en voz baja, haciendo que se me enerve el sistema. Levanto la mirada lentamente hacia él para confrontarlo, sintiendo como el dolor de mi rostro se disipa a medida que pasan los segundos—. Cuando lleguemos a la prisión, ¿te quedarás?

Rick no lo sabe, no sabe que ya he tomado la decisión, pese a que hablamos de ello.

Me costó llegar a decirme a mi misma que es lo que quiero hacer, por el bien de mi hija únicamente. Pero cuando veo a Rick, una sensación de hace presente en mi pecho, logra hacerme derribar mis muros impenetrables con respecto a la confianza y otros... Sé que tiene sus altibajos, y por supuesto que yo también, no lo conozco ni él a mi, pero no quiero irme.

Entonces, parpadeo dos veces en lo que trato de verlo por la penumbra. Si pudiera sonreír, lo haría.

Rick parece darle mucho matiz a mi respuesta, y después de todo, se ha preocupado por mi. Puedo ver las cosas muy claras, incluso si antes me negaba a hacerlo.

—Me quedaré.




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