iv. unwell

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♱ 1 . 04
FOUR UNWELL
capítulo cuatro.






Todo parece estar bien a la distancia.

Me asombra la rapidez con la que todo a cambiado; sin embargo la noche me parece demasiado lejana. Aera y yo hemos estado en la prisión por al menos cuatro horas y estoy segura de que ella ya se ha acostumbrado a sus habitantes.

Yo no. Solo conozco a Rick, su hijo, Hana, Carol, Glenn y Maggie. Sé qué hay más, pero no he tenido la oportunidad de introducirme con ellos, y tampoco lo quiero, porque me van agradar y querré quedarme. Pero no puedo.

Inspiro profundamente entornando mis ojos para asegurarme de que no haya nada irregular en el perímetro.

Escucho el chirrido hondo que provoca la puerta de metal oxidado cuando alguien tira de ella para abrirla y de reojo veo como Rick viene caminando hacia mi tranquilo. Un atisbo de curiosidad se hace notoriamente presente en mi rostro y extiendo mi cuello hacia arriba para observarlo mejor, sin embargo, mantengo mis brazos recostados sobre la madera que cubre las rejillas.

Cierra la puerta detrás suyo y coloca sus manos sobre sus caderas echándole un vistazo a los grandes campos que rodean la prisión.

Me doy cuenta de que él tiene esa costumbre, también la de ver que todo esté perfectamente bien.

—Hey —saluda en cuanto sus ojos aterrizan en mi, notando que no he dejado de mirarlo desde que ha entrado.

—Hola —respondo lo más amable que puedo.

Recuesta su espalda contra la malla.

—¿Dónde está Aera?

—Está adentro durmiendo —digo, e inmediatamente siento una extraña sensación en el estomago, lo que me hace reír nerviosa, jugando con mis dedos una vez que quito mis brazos de la madera—. No puedo recordar la última vez que le dije eso a alguien —mi voz deja mi boca como un susurro al aire.

Rick sonríe de medio lado, pero no es una sonrisa completa, solo de manera parcial.

—¿Cuantos años tiene? —pregunta cruzándose de brazos y encuentro bastante interesante la forma en la que sus brazos se marcan incluso por debajo de la camisa, que la trae arremangada.

—Cinco. ¿Cuantos años tiene Carl? —pregunto con curiosidad.

—Quince —dice meramente.

—Vaya, diez años de diferencia —murmuro. Pese a que es una conversación tranquila, siento las vibras poco interesadas de Rick chocar contra mi, porque parece que este no es el camino que quiere que nuestra conversación tome.

—Sí, el tiempo avanza muy rápido, más en tiempos como estos —ladea su cabeza entornando los ojos un poco, sin apartar la vista de mi.

—Si —suspiro, volteándome de medio lado para no tener que verlo de frente y perder los estribos—. Tenía veinte años cuando la tuve, no lo creería si alguien me dijera que cinco años después viviríamos entre los muertos —me río a duras penas cuando enfrento la realidad de cara.

—Tampoco yo.

Y por más que trate, Rick no quiere ceder. Sus palabras son vacías, o con escepticismo; no busca por dónde entablar una verdadera conversación conmigo por más que yo lo intente, mantiene su semblante serio y me estudia con la mirada detenidamente.

Quiero dar por finalizada nuestra conversación, pero recuerdo cómo me preguntó el porqué lo dejé en el hospital tiempo atrás, algo lastimero.

Entonces, no logro mantener la boca cerrada y hablo:

—Lo lamento. El haberte dejado —levanto la cabeza en dirección al campo y observo los caminantes apiñarse en la malla cuando reparan en nosotros a la distancia.

Rick se remueve en su lugar confundido, soltando sus brazos.

—No es tu culpa —dice tranquilamente, pero la nota de su voz ha cambiado ligeramente—. Tenías que salvar a tu hija, yo hubiera hecho lo mismo. Y después de todo, estoy con vida, ambos lo estamos —musita poco efusivo.

En ese momento una ráfaga de viento gélido me choca contra el rostro y me veo obligada a voltearme hacia él.

—Si, supongo que ambos somos suertudos —mis labios se curvean hacia arriba y contemplo un atisbo de sonrisa en los rosados labios de Rick.

No pasan muchos segundos de que él coge una gran bocanada de aire. Baja la mirada hacia el suelo con fatiga y me muestra una faceta suya bastante idónea. Me pregunto lo que piensa, si puede decírmelo... pero sé que ni siquiera yo confío en él, sin importar que lo haya conocido en el pasado, ahora somos personas totalmente distintas.

Alza la cabeza bruscamente causándome un respingo, y veo como toma valor para decir:

—Mira, sé que que esto no es exactamente un refugio seguro, pero si quieres quedarte, puedes hacerlo —dice, tranquilamente.

Sé que no miente, algo dentro de él quiere que me quede y si dudarlo, yo también lo quiero. Solo me ha sorprendido el hecho de que lo haya dicho, que haya dejado de lado su recelosa actitud para decirme me puedo quedar si lo deseo. Quizá confía en mí, y quizá yo debo hacer lo mismo.

Pero no puedo.

—Rick... Realmente me gustaría, incluso Aera ama este lugar, y tu gente... pero no puedo —respondo contrariada. No estoy siendo atolondrada, estoy siendo cuidadosa en lo que a la vida de mi hija se refiere—. No cuando están en guerra, no cuando cualquiera de nosotros podría morir en cualquier momento -regreso a mi posición rígida, y ahora soy yo la que cruza los brazos en el pecho.

Rick se lame los labios apenas tocándolos con su lengua y no se digna a mirarme al rostro.

—Entiendo, y nunca te pediría que pelees con nosotros, pero puedes pensarlo —da un paso al frente queriendo inducirme su buena voluntad—. Si ganamos... no tendrías que jugar al escondite nunca más —dice, sorprendiéndome por la manera tan perceptiva en la que lo dice—. Esta también puede ser tu casa, Yejin. Me salvaste la vida una vez, déjame salvar la tuya ahora.

El sistema se me enerva y me da la impresión de que él siente que está en deuda conmigo.

—Realmente me gustaría, pero...

—No, claro, está bien —me interrumpe haciéndose hacia atrás—. Tienes una razón para dudar. Nosotros contra Woodbury, teniendo en cuenta que ellos son más...

Suelta el aire que tiene retenido y su mirada se pierde a la distancia. Entonces, siento un vacío monumental en el estómago cuando lo oigo pronunciar el nombre de cierta comunidad, causándome un martirio incesante.

Sacudo la cabeza apretando los ojos y levanto mi mano para detenerlo.

—Espera, ¿qué? ¿Woodbury? —le pregunto haciendo énfasis como si no pudiera creer lo que mis oídos han escuchado y necesito una confirmación.

Ahora, Rick me observa como si le fuera a recitar un mal presagio.

—Eso es lo que dije —reafirma mis dudas poniéndose tenso al verme rehuirle a ese nombre—. ¿Los conoces, Yejin? —pregunta casi exigiéndome, con afán de saber el porqué de mi reacción ante Woodbury.

Tengo mis razones, y sí, los conozco.

Despliego un suspiro cargado de pesar, recordando el pasado con suma lucidez, y debo admitir que odio el tener una memoria tan eficaz. Inusitadamente tengo la necesidad de contarle a Rick mi conexión con la comunidad, pero hay algo que me detiene.

Así que decido ignorarlo llenándome de valor.

—Cuando conocí a Hana y a Glenn en el bosque antes, ella me hizo una pregunta: «¿A cuántas personas has matado?» dije tres —trago saliva como si fuera un trozo de carbón—. Eran de Woodbury y tenían órdenes del Gobernador de traernos a Aera y a mi, pero sus hombres se detuvieron a mitad del camino, intentaron... —hago una pausa para inspirar aire fresco calmando lo iracunda que me he puesto de solo recordarlo— querían quitarme a Aera, así que hice lo que tenía que hacer —digo finalmente sin un ápice de duda.

Porque por mi hija la mano no me tiembla, y creo que en ese aspecto Rick me entiende, cuando tiene dos hijos por su propia cuenta.

—No lo sabía. Lamento mucho que te haya pasado eso —susurra, embriagado de pena. Parece realmente sorprendido por lo que he tenido que pasar junto con Sadie, más no muestra temor ante mis palabras o mi persona. Él me entiende a la perfección—. Creo que ahora sabes porqué estamos en guerra y porqué necesitamos ganar —dice enfatizando sus palabras.

Siento paz, verdadera paz porque creo que he encontrado un lugar en el que realmente puedo afirmarle a Sadie que me equivoqué con respecto a «la paz». Porque después de todos nuestros estragos, puedo confiarle a alguien mi vida, y ese alguien es Rick Grimes.

Así como él me la confió a mi el día de su accidente.

—Rick, si puedes prometerme que Aera estará a salvo con tu gente lucharé contigo, y no solo por lo que me hicieron, pero por lo que nos han hecho. No necesito saber qué le hicieron a ustedes, pero estoy dispuesta a ayudarte —le digo, y me parece inverosímil la seguridad con la que mis palabras salen. Pero ya no tengo miedo.

—Te lo prometo, Yejin —Rick sonríe verdaderamente por primera vez y siento como me transmite confianza pura en menos de cinco segundos.

—Gracias —mis mejillas comienzan a arder cuando sonrío imitando su acción. Pero, poco a poco, contemplo como la suya misma se desvanece porque esto no es todo.

Con cautela, su cuerpo se mueve hacia la puerta sin darme

—Antes de que vayamos adentro, debo contrate por lo que hemos pasado y lo que nos ha traído hasta aquí, básicamente las razones porqué tenemos una guerra contra el Gobernador, y quienes somos. Sé que me has dicho que no necesitas saberlo, pero sí lo necesitas. Tienes que conocer lo que he hecho, y lo que ellos nos han hecho, porque no es un camino recto y pulcro. Quiero que confíes en mí sabiendo la verdad.

Asiento, porque tiene razón. Y estoy dispuesta a quedarme toda la tarde aquí escuchándolo.

• •

Camino al lado de Rick en dirección al resto de su grupo, escondiendo mis brazos detrás de mi espalda para evitar que vean como me tiemblan las manos; con todo lo que me ha contado Rick es lo mínimo que hago, pero ahora estoy mucho más dispuesta a pelear a su lado, por mi hija y por este lugar.

Les han pasado cosas terribles, cometieron errores a lo largo del camino y han perdido muchas personas...

La cabellera castaña de Aera danza en el aire en cuanto ella se echa a correr en mi dirección, saliendo entre las piernas de Hana y Carl, inmediatamente sonrío y me hinco en el suelo para apañarla con mis brazos cuando ella da un salto y engancha los brazos en mi cuello. Nunca la había visto tan energética después de una corta siesta.

—Aera —le digo separándola de mi, recogiéndole el cabello para echárselo detrás de los hombros y hacer que me mire. Mechones rebeldes le caen por el rostro y se los aparto con los dedos—. Tenias razón, este es un buen lugar, y creo que podemos quedarnos —apreto mis labios tratando de sonreírle y ella abre la boca.

—¿En serio, mami? —pregunta jugando con sus dedos tímidamente, y asiento—. Pero ¿qué va a pasar con la guerra?

—Voy a luchar con ellos para convertir esto en un mejor lugar para ti —Aera sonríe y dejo un beso sobre su nariz, apoyando mis manos en mis rodillas para darme soporte y levantarme del suelo, dirigiéndome a una de las mesas donde estaba el resto del grupo.

Es la primera vez que le veo el resto a todos, y siento calidez al ver la familia que forman.

De izquierda a derecha los primeros en encabezar la fila son Maggie y Glenn, a su lado están Hana, Carl y seguido de ellos hay una muchacha de cabellos rubios, un señor mayor, Carol, y en sus brazos la pequeña bebé e hija menor de Rick.

Aera me jala el brazo para acercarnos a la mesa y tomar asiento junto al señor de cabellera blanca y su hija. Observo disimuladamente como no tiene una pierna y en el suelo están las muletas.

De solo pensar en las tragedias que han pasado para llegar hasta donde están todos y cada uno de ellos me estremezco internamente, como si la desdicha que desprende cada uno de los integrantes del grupo es palpable.

Por otro lado, sé que faltan tres personas. Los hermanos Dixon y una mujer llamada Michonne, que no se encuentran presente por un supuesto trato con el Gobernador que al final decidieron no llevar a cabo.

Saludo a Carol con la mano cuando paso a su lado y me dispongo a sentarme en la metálica mesa, detrás mío Rick se para frente al grupo mirando de soslayo a Maggie y Glenn, luego a su hijo y a Hana, quienes se sientan a mi lado y la pelicafé me sonríe amablemente una vez más.

Pese a todo, no tengo palabras para explicar lo amables que son.

—Hola, debes ser Yejin ¿no? —pregunta la muchacha de cabello tan rubio que casi llega a blanco reluciente como el de su padre—. Aera nos ha platicado sobre ti —sonríe inocentemente mirándome.

Tengo que girar el cuello porque ellos se encuentran al otro lado de la mesa.

—Sí. Disculpa, no conozco sus nombres —respondo. En eso Aera se abraza a mi brazo recostando su cabeza sobre mí.

—Soy Hershel Greene —se presenta el señor amablemente, pero sin sonreír. Parece exhausto—. Esta es mi hija Beth y supongo que ya conoces a mi hija mayor, Maggie.

Asiento, apretando mis labios.

—Es un placer conocerlos —les digo con honestidad, estrechando la mano de Hershel lacónicamente sin querer verme muy tosca o desconfiada, cuando se supone que quiero hacer todo lo contrario a ello.

Tengo el presentimiento de que, si deciden abandonar la prisión para atacar, todo puede salir muy bien. Quiero que todo salga bien, por mi hija, por los hijos de Rick, por Hana y el resto de esta gran y disfuncional familia.

Nunca me vi a mi misma yendo a la guerra voluntariamente cuando siempre lo que hice fue huirle, pero ahora no me podía echar para atrás. Ya había dado mi brazo a torcer.

Me volteo una vez que la pequeña conversación finaliza y mis ojos inmediatamente se dirigen a Rick. Su aire que superioridad no me intimida como quizá lo hace con el resto del grupo, tampoco le rehuyo cuando sus ojos se conectan con los míos de manera rápida antes de que empiece a hablar.

Baja la cabeza hacia sus pies y su mano comienza a jugar con sus dedos.

—Cuando me reuní con el Gobernador, él me propuso un trato -comienza a decir Rick a manera de discurso. Me tenso de forma súbita al escuchar su ronca voz—. Dijo... Dijo que nos dejaría en paz si le entregaba a Michonne —de inmediato siento la disconformidad del grupo hacerse presente, más que todo por Carl—. Yo había decidido hacerlo, para mantenernos a salvo. Cambié de idea. Pero Merle llevó a Michonne para cerrar el trato, y Daryl fue a detenerlo. No sé si es demasiado tarde —Rick comienza a enfadarse con sus propias palabras y errores, pero suspira volviéndome a ver, calmándose—. Estuve mal en no contarles. Lo lamento —murmura bajando la cabeza, rompiendo el contacto visual de nuevo, haciéndome removerme sobre el asiento.

» Lo que dije el año pasado, la primera noche después de la granja... No puede ser así, no puede —comprendo que dice que él solo no puede llevar el peso del grupo sobre sus hombros como anteriormente me lo mencionó—. Lo que estamos dispuestos a hacer, quiénes elegimos ser, no es decisión mía. No puede serlo —siento admiración y pena hacia Rick a medida que continúa hablando por lo feroz que puede ser en cuanto a la protección de su grupo se refiere—. Yo no podría sacrificar a uno de nosotros por el bien mayor, porque... Porque nosotros somos el bien mayor. Si seguimos aquí, es por nosotros, no por mí.

» Hablamos de la vida y la muerte. Cómo viven, y cómo mueren no depende de mi —dice Rick, con un gran pesar en sus palabras. Se está quedando sin aliento por la forma en la que su pecho se mueve y lo vidriosos que están sus ojos, pero aún así, continúa—: No soy su gobernador. Podemos elegir irnos o quedarnos. Pero vamos a mantenernos unidos. Vamos a votar. Podemos quedarnos a luchar o podemos irnos —dice con firmeza voraz, y una increíble cantidad de calaña.

Y sin esperar una respuesta del grupo, aferra el arma que porta en la mano a su cuerpo dándose la vuelta para irse, sin arrastrar los pies.

Me lamo los labios deteniéndome a sopesar los rostros de los demás. Creo que hemos llegado al punto donde se decide si morimos como héroes o continuamos viviendo lo suficiente para convertirnos en un villano más.




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