vi. i'm not okay (i promise)

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♱  1 . 06
SIX I'M NOT OKAY (I PROMISE)
capítulo seis.






—Quédate quieta.

Hago una mueca torciendo el gesto ante las palabras de Hershel mientras él se encarga de retirar los puntos de mi herida. El dolor es soportable, pero no es como que me agrade sentir la mejilla arder incesantemente.

—Lo lamento —me disculpo en voz baja, y siento como hala el último hilo, haciéndome cerrar los ojos y apretar la mandíbula con afán.

Abro los ojos y recorro la estancia pasándome las manos por el pantalón para limpiarme el sudor; Hershel procede a colocar unas mariposas de venda en la herida de mi mejilla para finalizar, y el estómago se me revuelve provocándome un mareo. Frunzo el ceño ante ello y desvío la mirada hacia una de las esquinas de la celda. Estoy tensa e incómoda, odio la sensación de inercia...

—Ya está —habla Hershel bajando las manos, botando en la basura unos pedazos de algodón y aprovecha que está desocupado para limpiarse las manos con un trapo—. La cortada a sanado perfectamente, tienes suerte. Pero debiste de haber ido con el doctor S y no conmigo, él sabe más de esto —suspira con fatiga, girándose sobre su asiento para luego ponerse de pie.

Logro imitar su acto pero de forma más lenta, estirando las piernas porque se me han entumecido.

—Fuiste tu quien me suturó la primera vez porque yo no pude hacerlo —farfullo recordando el temblor incesante de mis manos en cuanto llegamos a la prisión luego de atacar Woodbury, y sacudo la cabeza eliminando mis pensamientos—. Preferí que me los quitaras tú también.

Me encojo de hombros frotándome el brazo con las manos, y Hershel niega con la cabeza divertido, poniendo un pie fuera de la celda.

—Eres terca... —musita, pero logro escucharlo.

Elevo la mano en el aire y con los dedos me acaricio la mejilla sin llegar a tocar la herida, pero fue un movimiento efímero ya que por poco mis pies se enredan y choco contra la espalda de Hershel. Él asoma su cabeza dentro de una celda y luego cierra los ojos resollando, tocándose el puente de la nariz.

—¿Sucede algo? —ladeo mi cabeza para tener una mejor vista de su rostro ya que estoy detrás suyo, pero él se da la vuelta haciéndome erguir la espalda.

Hershel hace una mueca.

—Es Hana. No vino a dormir anoche, es la tercera vez en lo que lleva del mes —se cruza de brazos bajando la cabeza, y por un segundo creí que flaquearía, pero solo recostó su cadera contra la baranda—. Si durmió otra vez en esa torre y Maggie se entera, le dará la regañiza de su vida.

Apreto los labios con fuerza para evitar reír, porque no es el momento ni la situación lo amerita.

Comprendo a la perfección la preocupación de Hershel, lo imprudente que puede ser Hana, pero también sé que ella está... dolida. Desconozco los detalles del porqué, lo que la ha llevado a aislarse del resto, pero puedo ver cómo poco a poco va construyendo unos muros impenetrables a su alrededor, los cuales únicamente pueden ser traspasados por Maggie y Glenn.

Pero bueno, no me gusta mucho meterme en sus asuntos familiares cuando yo tengo los míos.

—Es solo una niña —le digo, suavizando mi voz—. Todos hemos pasado por un corazón roto alguna vez —Hershel inspira con pesadez asintiendo—. Pero, si quieres puedo salir a buscarla, ver que esté bien —me ofrezco tratando de darle una sonrisa amable.

—No, no te preocupes. Pero si puedes asegurarte de que esté en la torre, sería de gran ayuda —me pide, colocando una mano en mi hombro cuando trato pasar a su lado.

Asiento y sin decir nada más, emprendo camino en dirección a la salida del bloque.

Ha pasado exactamente tres meses desde que Aera y yo nos instalamos en la prisión junto al grupo de Rick Grimes. Después de llegar a Woodbury con intenciones de matar a los pueblerinos del lugar tan infame, Rick tomó la decisión de no llevarlo a medidas extremas y optar por la paz entre todos. Por ende, acabamos limpiando más pabellones para instalar a las nuevas personas que habitarían junto a nosotros y muy recelosos logramos convivir...

Todo es muy diferente ahora.

Al salir del pabellón el sol no tarda en chocarme contra el rostro, cegándome. Luego de parpadear tres veces pude vislumbrar la plaza cementada, ahora equipada para el uso de todos los habitantes. Mis pies me dirigen automáticamente hacia uno de los estañones con agua hasta el tope y aprovecho esto para meter mis manos en él y lavarlas, mojando el suelo y mis pantalones en el proceso.

Le echo un vistazo a las cosechas, y continúo con mi camino.

Me lamo los labios cuando el olor a carne asada inunda mis fosas nasales; la cocina está llena de personas, algunas desayunando y otras esperando por su porción. Todo está bien.

Aunque... aún hay algo que me molesta, carcome y atormenta.

—¡Mamá! —oigo un grito eufórico provenir entre la gente y alzo la cabeza estirando el cuello para poder ver a la personita que me llama. Su mano se levanta y comienza a agitarla llamando mi atención, Aera se encuentra en una mesa junto a Carol y sostiene a la bebé Judith entre sus brazos.

No puedo evitar esbozar una sonrisa, levantando mi mano para saludarla también, a lo que ella ríe.

Por inercia vuelvo la cabeza hacia mi izquierda donde contemplo el gran patio verdoso por la hierba que crece todos los días, que ahora no se ve tan vacío debido a que tiene cosechas, casillas de madera y un corral con cerditos, el favorito de Sadie.

Mis ojos atisban la torre y recuerdo que es ahí donde debo dirigirme para asegurarme de que Hana esté bien, para la paz mental de Hershel.

Giro mi cuerpo y sigo caminando. Me pregunto si podré suscitar algo dentro de la pelicafé, si lograré hacer que baje, pero no me parece que ella tenga afán de abandonar su refugio, pues mis manos tiran un par de veces de la manija oxidada pero esta no cede. Me da la impresión de casi arrancarla por la fuerza con la que tiro, pero algo me dice que está cerrada desde adentro. Doy un paso atrás y levanto la cabeza lo más que puedo tratando de localizar a Hana, pero la luz del sol me deja ciega. Definitivamente es misión imposible.

Volteo la mirada a todas partes en busca de algo o alguien con quien pueda hablar, o preguntarle sobre la ubicación de la pelicafé.

Entonces lo veo.

No puedo evitar soltar un suspiro, casi quedándome sin aliento. Nunca me he puesto a pensar por qué me siento de tal manera cuando veo a Rick Grimes, incluso a la distancia, es como si el corazón me comenzara a latir desbocado y mi anatomía se paralizara. Un tanto tedioso.

Él está junto al corral de los cerditos y tiene pinta de estar atareado al alimentarlos. En cuanto se da cuenta de mi presencia, levanta la mano para saludarme.

Me doy por vencida en cuanto a Hana se refiere y mis pies comienzan a llevarme hacia Rick en contra de mi voluntad, porque voy repitiéndome que me de la vuelta a medida que me acerco a él, solo que mis músculos no hacen caso y continúo con mi descenso. El cuerpo se me agarrota, tengo que tomar una gran cantidad de aire y retenerla en mis pulmones hasta llegar donde se encuentra él, o sino voy a tener que salir corriendo.

Al llegar al corral, mi mano se aferra a la madera que encierra los cerditos y tengo que inclinarme un poco al frente para ver la extraña actitud que han tomado, como si estuvieran enfermos.

—Buenos días —dice Rick, haciéndome soltar el aire retenido.

—Buenos días —le respondo un poco atolondrada, dedicándome a verlo. Cómo se encuentra del otro lado del corral, únicamente lo veo sonreír efusivo en mi dirección. Doy unas zancadas hacia él—. De casualidad, ¿sabes dónde se encuentra Hana? —le pregunto.

Rick alza la cabeza haciendo una mueca y con esta señala la torre.

Arrugo el entrecejo y sigo su mirada hasta lo más alto de la torre, donde, sentada sobre el balcón y con los pies guindando al aire se encuentra Hana. Debido a la distancia no puedo ver lo que está haciendo, pero sostiene algo entre sus manos, y sé que es ella por la forma en la que su cabello cafecino danza en el aire gracias al viento.

Quiero suspirar, pero no lo hago.

Mido una mueca y entrecierro mis ojos sacudiendo la cabeza para mirar de nuevo a Rick.

—Hershel está preocupado por ella. Dice que no ha ido a dormir a las celdas —digo encogiéndome leve, a lo que el líder deja de lanzarle comida a los cerditos para mirarme, haciéndome tragar saliva.

—Carl a estado igual, distante, ya sabes... —murmura un poco complejo—. Pero nada de lo que yo le diga logra convencerlo de hablar con ella, ambos se han encerrado en su propia burbuja. Ya no sé que hacer o decirle, tampoco quiero obligarlo, pero esta situación parece ir de mal en peor —suelta un suspiro pesado, tocándose el puente de la nariz inquieto—. Se conocen desde el inicio, ¿sabes? Incluso antes de que yo me reencontrara con él luego del coma.

Asiento recordando perfectamente; de igual forma me sorprendo cuando lo oigo decir que Carl y Hana se conocen desde que comenzó el apocalipsis. Me siento casi sin palabras.

—No tenía idea. Es bastante tiempo.

—Sí —su tono cansado me indica que a él también le martiriza la situación de su hijo—. A todo esto, quizá simplemente yo no soy bueno manejando los problemas amorosos adolescentes —con una mueca graciosa me hace reír.

Baja la cabeza y aprovecho para tomar aire inspirando con profundidad.

—Rick, independientemente de lo que suceda entre Carl y Hana, no hay que olvidar que solo son chicos. A esa edad todos sentimos alguna vez que el mundo se nos venía encima por el más mínimo problema —apreto mis labios tratando de transmitirle paz, por lo que él se cruza de brazos y se dedica a escucharme—. Más que pareja, son amigos y se necesitan mutuamente. En cualquier momento pronto estarán juntos de nuevo.

—Es que, tienes razón, más allá de todo son amigos y son niños. Y ambos son unos orgullosos —rueda sus ojos con diversión, acariciándose la sien con un atisbo de sonrisa en sus labios—. Ella no va a hablar con él a menos de que él lo haga primero. Siempre he sabido que su relación es complicada, porque tanto Carl como Hana tienen sus problemas y batallas contra sus propios demonios, pero lograban ingeniárselas para congeniar, aunque a veces tuvieran sus arranques de odio. Ahora, él casi no duerme durante las noches, le cuesta conciliar el sueño —apreta su mandíbula evitando reír por su propio comentario, y debo taparme la boca con la mano con la misma intención. Rick parece demasiado contrariado por sus palabras, no sabe a quién darle la razón, y se encuentra en estado de debate constante por la terquedad de su hijo y de la pelirroja—. Él la necesita, y eso es todo lo que yo sé.

Alzo la barbilla y me topo con sus ojos.

Qué complicado es cuando se discute sobre los problemas de alguien más, más cuando yo no conozco la verdadera historia detrás. Jamás me he sentado a preguntarle a Carl o a la misma Hana, principalmente porque creo que no me incumbe, y aunque Rick parece estar enterado sobre todos los detalles, está más caótico que yo.

Me muerdo el labio inferior para no soltar otro suspiro.

—Es complicado, lo sé, pero no debes martirizarte por ello —murmuro insegura de mis palabras, porque no tengo idea si estoy ayudándolo o empeorándolo todo.

—Tienes razón —asiente más calmado, tamborileando la barandilla del corral con sus dedos—. ¿Qué opinas de estos cerditos? —alzo una ceja por el repentino cambio de conversación—. ¿Te parecen enfermos? —apunta a uno de ellos que se encuentra echado sobre el lodo, casi inerte.

—Eh... no lo sé, no soy veterinaria. Quizá deberías preguntarle a Hershel.

Rick me mira alzando las cejas y me encojo de hombros, dando un paso atrás para inspeccionar el corral sin querer verme apática. No puedo negar que el cerdito luce enfermo, pero puede que solo esté durmiendo.

—Le agradas —suelta Rick de repente, haciéndome dar un respingo.

—¿Al cerdito? —pregunto confundida, observándolo con un tanto de aberración. Rick vocifera una risa contagiosa, y sonrío como si nunca lo hubiese visto reír de aquella forma, tan tranquilo y relajado... que me provoca un cosquilleo en el estómago.

—No, a Carl —dice dejando de reír. Mi rostro cambia drásticamente ante sus palabras y me quedo casi absorta hacia él—. Él no es confianzudo, es muy receloso y tiende a sospechar de absolutamente todos, pero es diferente contigo. Y Aera... él adora a tu hija —corriendo la mirada hacia otro lugar, Rick sonríe de manera furtiva.

Mi corazón da un vuelco.

—Bueno, ella tiene ese efecto en todos —alzo mis hombros desinhibida, escondiendo mi sonrisa socarrona—. Tus hijos también me agradan —Rick sonríe imitándome.

Me da la impresión de agradarme demasiado la compañía de Rick, y por un segundo siento que el sentimiento es recíproco.

—¿Te gustan los bebés? —pregunta, y solo logro asentir. Rick hace lo mismo, pero más lento, clavando los ojos en el corral, recostando sus brazos sobre la baranda de madera, con una sonrisilla impregnada en su rostro.

No respondo nada más, solo me inclino sobre el corral y con el rabillo del ojo me doy cuenta de como una figura masculina viene caminando toscamente en nuestra dirección. Con las manos en los bolsillos, con una expresión de aburrimiento y sin el sombrero, Carl da un par de zancadas hasta llegar a nosotros.

Destrabo los brazos sobre mi pecho al momento que Rick se incorpora sobre sus pies y ambos volteamos hacia Carl.

—No me despertaste —alza la voz el muchacho de cabello largo dirigiéndose a su padre, mediando una sonrisa al pasar a mi lado—. Hola, Yejin.

—Hola, Carl —le sonrió amablemente cerrando mis ojos.

—Sabía que habías pasado la noche leyendo cómics con una linterna, ¿cuando fue la última vez que dormiste temprano? —cuestiona Rick posándose a mi lado, colocando sus manos sobre sus caderas. Le observo una vez y luego a su hijo, tragándome una sonrisa cuando él ríe disimuladamente, enganchando sus manos a la puerta del corral, posando sus ojos sobre el cerdito del cual Rick y yo hablamos.

—¿Qué le pasa a Violet?

—¿Violet? —me giro hacia Carl agitando mi cabeza para quitarme el cabello del rostro y él alza la cabeza para mirarme alzando y bajando sus cejas, reprimiendo una risa, contagiándome casi al instante.

—Carl —le regala Rick—, te dije que no les pusieras nombres. Ya no son cerditos. Son comida.

Hago una mueca e intento ignorar la mirada suplicante por ayuda de Carl sobre mi. No puedo pasar sobre la autoridad de Rick, ni siquiera por Carl.

—Pensé que hasta que... —se corta a sí mismo cuando Rick lo ve, y lo único que logra hacer es soltar un suspiro abatido. Puedo ver en sus ojos el inusitado cansancio que lo consume, por la falta que le hace Hana, combinado con todo lo que ha sufrido desde que el mundo se fue a la mierda. Por más que no quiera, no puedo evitar sentir lástima y muchas ganas de abrazarlo—. Está bien —termina susurrando, con su mirada perdiéndose a la distancia.

Me llevo el pulgar a los labios para morder mi uña, compartiendo una mirada con Rick.

—Sé más sensato —le susurro acercándome a él, aprovechando que estoy en medio de ambos Grimes y él apreta los labios formando una fina línea con ellos.

—No sé qué le ocurre —dice Rick en voz alta mirándome, para luego voltear hacia el cerdito—. Quizá esta enferma. Quizá no sea nada —chasqueando la lengua, intenta llamar su atención, pero el cerdito no se inmuta así que Rick baja los hombros—. Que te sientas mejor, Violet.

Pasando sus ojos sobre mi y hasta su hijo, Rick sonríe, provocándole una risa a Carl.

Mis mejillas se tornan rojas.

El estruendo de una puerta metálica abriéndose llama la atención de los tres e inmediatamente volteamos en dirección a la torre para ver la cabellera despeinada de Hana saliendo por la puerta de abajo, con una lentitud extrema, ni siquiera repara en nosotros, pero Rick aprovecha que la pelicafé a abandonado su fuerte para llamarla de un grito.

—¡Oye, Hana! Ven un momento.

—Papá —masculla Carl tenue, y cuando está apunto de salir corriendo, lo sostengo del brazo dándole un apretón. Él inspira nervioso.

Rascándose un ojo, Hana llega hasta nosotros sosteniendo un juego de llaves entre sus manos. Me sorprendo cuando no mira a Carl ni de reojo, y se las ingenia para pasarle de lejos. En cambio, a mi me observa con una sonrisa un tanto fingida y forzada.

—Buenos días —musita.

—Buenos días —le responde Rick, estirando su mano hasta ella para quitarle un par de mechones del rostro. Hana retrocede sobre sus pies torpemente, sonrojándose ante el tacto del Grimes mayor, ¿acaso a Hana...?—. Maggie me ha dicho que la vayas a buscar después de que Glenn salga.

—De acuerdo —Hana asiente, peinándose el cabello aún con las mejillas coloradas.

—Además, Carl tiene algo que decirte —Rick aprovecha la situación. No puedo evitar abrir los ojos y el Grimes menor se estremece a mi lado, fulminando a su padre con la mirada—. Yejin —farfulla.

Me toma del brazo y sosteniéndome rodeamos a la pelicafé y a Carl, dejándolos solos atrás. Rick sonríe, y de nuevo siento un retortijón increíble en el estómago a medida que suelta su agarre y mi mano queda vacía.

Estoy segura de que mis mejillas están igual de rojas que las de la pobre Hana.




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