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Aubrey

Hago el amago de sonreír al ver que pone demasiada atención en mi cuaderno, quiero cerrarlo pero ya es tarde, solo espero que no piense que su compañera de clase es una desquiciada.

—Bonito dibujo. —puntúa con una sonrisa sacando a relucir sus muy bien alienados y blancos dientes.

Viéndola más de cerca me fijo en que a duras penas lleva maquillaje, algo de rímel y un delineado simple, sus labios están cubiertos por un gloss suave creando la ilusión de que son más gruesos. ¿Hay algo que no tenga perfecto?

—Gracias. —respondo inclinando la comisura de mis labios.

Y eso que casi nadie tiene el privilegio de recibir mi sonrisa. ¿Engreída? Sólo cuando no me dan mis bajones emocionales.

Ella finalmente se sienta a mi lado, saca un iPad, un cuaderno con la portada rosa y un estuche del mismo color. Sus movimientos son casuales pero con un toque elegante. Pocos minutos después empiezo a anotar unas cosas en su cuaderno y me fijo en su letra. Es como cursiva y le pone círculos a las ies y jotas.

Con un pestañeo me distraigo de los subrayadores de colores pasteles que saca de su estuche y centro mi mirada al frente. No quiero que piense que la estoy acostando así que tengo que poner mi mirada en las cejas de la señora Smith. Son tan grandes que llegan a incomodar.

—Por cierto. ¿Cuándo vas a sacar algo nuevo? Llevo esperando un milenio. —su respuesta hace que la mire un rato largo, descifrando a qué se refiere. Ella me mira con esos ojos verdes agua expectantes sin siquiera pestañear.

—¿Perdón? —sus labios van formando una sonrisa ladina y vuelve a posar su mirada al frente apuntando algunas cosas en el cuaderno. Esa reacción hace que mi corazón lata con más rapidez.

Que sepa información sobre mi vida privada sin yo saber ni su nombre da miedo. Mucho miedo.

—Sigo tu canal de YouTube desde hace un tiempo y no subes nada nuevo.

Separo mis labios no sabiendo qué decir, ¿Ella es la que me ha estado enviando esos comentarios?¿Y cómo sabe que estudio aquí? Mis dudas se quedan en un segundo plano con el ruido que los demás a nuestro alrededor forman recogiendo sus cosas y levantándose de las sillas.

A diferencia de todos ellos, la chica a mi lado mete las cosas en su bolso de marca cara tranquila, no prestando más atención que la necesaria al resto.

—Bueno. Supongo que lo haré. —digo sin estar muy segura de lo que suelto por la boca en un intento de opacar mi repentina inseguridad.

¿Qué te va a hacer?¿Clavarte un cuchillo? La chica solo está intentando ser amable.

—Hazlo. Eres buena en eso, tienes talento. —sonrío genuinamente y ella me ofrece una mano que no tardo en coger dudosa.

—Eva Easton. Un placer.

—Aubrey Jones. —respondo sintiendo sus dedos apretar mi mano. Son suaves pero joder, qué fuerza tienen.

—Ya nos veremos por ahí. —asegura con una sonrisa corta.

Yo solo asiento despacio observándola marchar. Tiene un aura extraña e incluso oscura que guarda muy bien bajo esa faceta de princesa.

—¡Boo! —exclama alguien a mi lado haciendo que pegue un salto en el sitio.
Es Henrik con una sonrisa de oreja a oreja.

—Casi me da un infarto.

—Tenías que haberte visto la cara, parecías un hamster asustado. —dice entre risas.

Me cuelgo la mochila en el hombro y ambos caminamos hasta la cafetería, donde estaríamos los diez minutos de descanso.

Él pone uno de sus brazos sobre mi hombro y enseguida la mirada de algunos estudiantes se posa  en nosotros, sobre todo en mi. Supongo que es por mi pelo, o por los pocos tatuajes que decoran la piel pálida de mis brazos. En realidad me importa un carajo, nunca tengo en cuenta lo que los demás piensan o dicen de mi.

—Oye, deberías tener cuidado con tu nueva amiga. —habla al aire bajo mi atenta y confusa mirada.

—¿Por qué?

Cuando entramos a la cafetería él se detiene y se posiciona frente a mi sin esa sonrisa de antes.

—Bueno, eres nueva y todavía no sabes los rumores que hay, pero ella y su familia son malas noticias. Son gente peligrosa con la que hay que tener cuidado, cuánto más tiempo puedas mantenerte fuera de su radar, mucho mejor. Porque créeme Aub, no quieres estar ahí. —es todo lo que dice antes de ir hasta una mesa donde está su novia y alguno de sus amigos esperándolo.

¿Cómo de malos son los rumores a los que se refiere? Gente peligrosa, ¿Por qué?¿Qué han hecho?¿Puede que tal vez solo sea un poco rarita? Maldita sea, la vida se empecina en ponerme malas influencias en medio y yo tampoco pongo de mi parte para evitarlas.



Eros



Al terminar de bajar los escalones que dan con la sala subterránea de la universidad en donde nos reuníamos a veces mis ojos caen en Adrik, él está moliendo a golpes a un chico para dejarlo inconsciente y conseguir lo que mi padre le haya dicho que necesita del cuerpo. Es su forma de anestesiar según él, totalmente inútil teniendo en cuenta que con el dolor se despiertan. Pero pensar a veces no es lo suyo.

—¿Culo o tetas? —la pregunta me es disparada con una voz ahogada por Nik, su hermano mellizo, que engulle una hamburguesa como si alguien se la fuese a quitar.

—¿Pará qué elegir? —respondo con desdén soltando la mochila sobre la mesa.

—Este es de los míos. —habla él con una sonrisa haciendo que las migas del pan caigan manchando la mesa.

Si Vanya estuviera aquí ya le hubiera dado un cortocircuito.

—¿Qué hay? —saluda Adrik pasando sus manos ensangrentadas por sus pantalones vaqueros en un estúpido intento de limpiarlas.

Le doy un asentimiento con la cabeza dejando mi cuerpo caer en una de las sillas, él mira a su alrededor frunciendo las cejas como si estuviera buscando algo.

—Mierda, necesito un cuchillo. —habla luego para sí mismo.

Quiero preguntar qué tipo de órgano necesita ahora, pero Nik me interrumpe.

—¿Si tuvieras que elegir, qué elegirías?

Suspiro aburrido de sus conversaciones de siempre. Si la gente piensa que yo soy una especie de playboy es porque no han conocido a los mellizos, además, yo no comparto mis fluidos con cualquiera. Ese es solo otro de los rumores que hay sobre nosotros, y seguramente el que más probabilidades tiene de ser mentira.

—Elegiría que te calles. ¿Dónde está Vanya?

A mis espaldas las escaleras rechinan con los zapatos de alguien más, giro la cabeza encontrándome con el semblante apaciguado del susodicho.

—¿Me llamábais? —su voz es serena, sin un ápice de emoción o algo más allá que no sea neutralidad. El muy hijo de puta siempre parece un robot.

—¿Culo o tetas? —repite, esta vez le doy una patada por debajo de la mesa que le borra la sonrisa.

Vanya estrecha sus ojos en las migajas de la mesa, después en el cuerpo inconsciente tirado en el suelo, mejor dicho en el charco de sangre, y me da una corta mirada de reojo.

—Dime para qué me habéis traído aquí antes de que les parta los dientes. —Nik levanta las manos.

—Mierda, ¿Ahora qué he hecho? Ya no se puede ni comer en paz.

—Los cerdos tienen más modales que tú al comer. —espeta cruzándose de brazos, mirándolo como si fuera una cucaracha, que es lo que era todo el mundo bajo sus ojos.

—Yo creo que tú eres más de tetas, así que gano yo. Te lo dije Niki. —suelta Adrik abriendo algunos cajones de las mesitas que teníamos sin demasiado cuidado.

—No me llames así.

—Como digas, Nikita. —murmura con una sonrisa burlesca, junté los labios reprimiendo una carcajada.

Mis tíos tenían que haberlo odiado para ponerle ese nombre, aunque no me extraña, a veces es verdaderamente insoportable incluso cuando duerme.

—Repite eso una vez más y te pongo las pelotas de corbata. —replica levantándose de la silla poniendo las manos en la mesa.

Saco la bolsa con las pastillas de éxtasis llamando la atención de los chicos y evitando otra discusión, Nik enseguida acerca su mano a la bolsa, pero antes de que pueda coger una de las tabletas le golpeo la mano.

—¿Cuántas hay?

—Las suficientes como para servir a nuestros invitados. —hablo haciendo que la sonrisa de Nik se ensanche mientras ladea la cabeza crujiendo su cuello.

Vanya, que es el que se encargaba de gestionar la mercancía entre otras cosas, mete la bolsa en su mochila.

—Oye, ¿Cuándo piensas volver? Se te echa de menos. —sonrío con ligereza.

Adrik es el único con el que comparto mis tendencias sanguinarias y violentas, aunque a diferencia de él yo si puedo controlar esos instintos la mayor parte del tiempo.

—Si mis tíos te tienen secuestrado sólo pestañea e iremos a por ti. Sería una buena oportunidad para echar a Vanya a los lobos por fin. —habla Nik con una mala mirada del castaño encima.

—Lo que echaremos será tu lengua cuando te la arranque.

—Tal vez vuelva el viernes. Portaos bien mientras. —digo moviendo mi mano a modo de despedida con una sonrisa burlesca. Claro que primero tengo que enfrentarme a mis padres. Otra vez.

Conmigo es algo que se esperan y a lo que están acostumbrados puesto a que estos dos años he estado viviendo en la casa del club que queda a unas cuantas cuadras de la universidad.

Pero con Eva, ella se mudaría a la casa en la que vivía la hermana de Vanya, Veronika, y otras chicas amigas suyas. Entonces a mí madre le entraría otra crisis como la que le dió cuando mi hermana mayor se mudó con su esposo y mi padre que no es capaz de verla mal ni un milisegundo nos obligaría a quedarnos en contra de nuestra voluntad si hiciera falta.

La universidad no queda tan lejos de nuestra casa, tal vez a un par de horas en coche. La primera semana se hacía pasable pero después era una tortura, así que es mejor encontrar un sitio cerca en el que vivir.

Me costó medio año convencer a mis padres de eso. Luego pude respirar con normalidad un par de semanas hasta que a él y a mi madre se les presentó la maravillosa idea de comprar una casa frente a la nuestra. Como si no fuera suficiente la legión de guardias que nos persiguen en la sombra a mi hermana y a mi.

Para mí suerte, a pesar de su imperiosa necesidad de no querer dejarnos crecer, todavía no se han mudado, pero temo que este año gracias a la partida de Eva mi buena suerte termine.

—¡Hey! —una voz femenina me llama a lo lejos, me doy la vuelta encontrando a Alana, la chica del otro día. Inclino las comisuras en una sonrisa ladina.

¿Cómo es eso? Cuando la montaña no va a Mohamed, Mohamed va a la montaña.

Una vez más me vuelvo a fijar en sus ojos cuando la tengo frente a mi, son de un azul casi transparente. Me quedo un buen rato analizando el color y la figura de sus párpados, pero aún así no puedo encontrar a qué me recuerdan.

—Iba de camino a la biblioteca, ¿Te vienes? —parpadeo haciendo de mi visión una menos borrosa.

—No veo porqué no. —respondo volviendo a sonreír. Me gusta ver la cara de los demás al hacerlo.

Sus ojos se iluminan y sus mejillas cogen ese rubor que es difícil de encontrar por la tonalidad de su piel, pero si te fijas bien está ahí. Me pregunto si pasará lo mismo con su sangre estando sobre su piel.

Ambos caminamos a la biblioteca, ella me mira en todo momento creyendo que no me doy cuenta.

Una vez en la biblioteca nos sentamos en algún lugar cerca de los ventanales, ella frente a mi con una actitud despreocupada en un intento de ocultar el nerviosismo de sus dedos mientras saca algunos libros y cuadernos de su mochila.

Después la observo con los brazos cruzados y la espalda totalmente apoyada en la silla, hay un momento en el que ella pone sus ojos en mis brazos, posiblemente queriendo descifrar el significado de los tatuajes de mi piel.

—No te he visto en clase hoy. —habla apartando la mirada al libro que abrió por la página me importa una mierda.

—¿No? Que raro. —ella levanta las cejas no siendo muy partícipe de mi ironía.

—Me mentiste. Ni siquiera estudias en mi facultad. —muevo la cabeza a un lado pasando el piercing ojos de serpiente de mi lengua por mi labio inferior.

Su reproche es más una indagación suya para asegurarse de que está en lo cierto y que lo hice por mi interés en ella más que a un enfado por haberle mentido en la cara.

—¿Cuál es el problema? —ella abre y cierra la boca con sus pupilas más dilatadas de lo normal.

—¡Me mentiste! —exclama exasperada en un susurro moviendo las manos.

Después se echa hacia atrás apartando algunos pelos de la cara y yo me acerco a ella poniendo mi mejor cara de arrepentimiento.

Nunca he estado ni cerca de saber lo que se siente eso realmente, pero aprendí muy bien a simularlo al igual que con otras emociones. Pueden ser inútiles, pero siempre son de gran utilidad para ayudarme a conseguir lo que quiero.

—Mira, lo siento. Como te habrás dado cuenta no se me da muy bien hacer amigos. Y bueno. Sólo quería encontrar una forma de acercarme a ti. —ella aparta la mirada mordisqueando su labio inferior, tal vez decidiendo si debería creerme o no.

Entonces me fijo en que en su cuaderno tiene escrito un problema de bioquímica que ha intentado resolver varias veces por los rastros de lápiz que son vagamente borrados por una goma.

—La respuesta es b. —digo de la nada captando su atención. —La ecuación está una unidad por encima del pK¹, así que la relación entre la forma zwitterión¹ y la catiónica² vale 10.

Ella entreabre sus labios mientras su ceño se arruga con desconcierto, cojo su cuaderno y un boli antes de apuntar la siguiente ecuación;

pH = pK¹+log [ -Ala+ /Ala+ ]

El ejercicio es para principiantes, así que no entiendo del todo porqué le sorprende tanto que sepa resolverla. Hasta un niño puede hacerlo.

—¿Cómo... cómo lo sabes? —murmura tras pestañear un par de veces.

—Estudié bioquímica un par de años atrás. En medicina. —aclaro moviendo los hombros no dándole más importancia de la que se merece. Pero una vez más, eso parece ser sorprendente para ella.

—¿Estudias medicina? —inquiere pronunciando las palabras con recelo, a lo que muevo la cabeza muy despacio asintiendo.

Ella acerca el cuaderno mirando una vez más la ecuación mientras piensa en algo.

—Tengo un parcial la semana que viene y la verdad es que no entiendo una mierda, así que si me ayudas a aprobar tal vez te perdone y podamos ser amigos. —tuerzo los labios escondiendo una sonrisa.

Nunca hago favores sin tomar algo de vuelta, así que acepto indagando en qué sería eso que tomaré de ella.

—Bien. Te espero hoy en el rellano de mi edificio sobre las siete. —vuelvo a asentir, ahora distraído por las imágenes que mi cabeza impone sin mi permiso sobre el edificio al que voy a escondidas de todos algunas noches.

Han pasado un par de días desde que no doy mis paseos nocturnos, supongo que necesito otro entretenimiento, lo malo es que aún no puedo divertirme todo lo que quiero con Alana. No aún.
Es demasiado pronto para sacar esa faceta que escondo de los demás.

Pero al final obtendría lo mismo de ella que obtuve de las tantas otras, y eso solo acabaría de dos formas. O ella encerrada de por vida en un psiquiátrico o encerrada en un espacio hecho de madera y sus padres llorando su cuerpo sin vida. Eran ellas mismas las que hacían el trabajo sucio de quitarse del medio. Una mierda que nunca tuviera la oportunidad de estar presente para presenciarlo.

Me levanto de la silla y cojo mis cosas despidiéndome con una sonrisa que me corresponde insegura.

Sé que no confía en mí, mucho menos me ve como a otra cosa que no sea una herramienta para aprobar su estúpida asignatura, pero no dejará de darle vueltas al porqué le he mentido y para qué, mucho menos será capaz de olvidar el porqué me he interesado en ella en un primer lugar. Es entonces cuando se acercará más a mi como una abeja atraída a la miel buscando unas respuestas que solo le demostraré con acciones.

El miedo y la curiosidad son mi mayor cómplice, sobre todo la última. Las personas curiosas como Alana no son capaces de escuchar sus instintos de supervivencia cuando tienen el peligro frente a sus narices si con eso sacian su sed por saber más.

Aubrey



Termino de apuntar las pautas de la pizarra que a duras penas pueden verse desde aquí. Marketing era una, sino la única, de las asignaturas que me gustan de la carrera, todo lo que tenga que ver con hacer volar tu creatividad son un si para mí.

—No tengo pareja para el trabajo, ¿Tú estás libre? —la voz de Eva a mi lado se hace presente una vez más. Le encanta hablar.

Hago un esfuerzo por poner una sonrisa amable, se ha empecinado con estar a mi lado en todas las clases y después de las palabras de Henrik la verdad es que me incomoda pasar más tiempo con ella.

Me cae bien, pero algo me sigue dando mala espina y por una vez quiero seguir mis instintos. La cuestión ahora es, ¿Cómo rechazarla? El resto de alumnos ya tienen sus respectivas parejas, así que si le digo que no sabrá que estoy mintiendo y eso no conllevaría a nada bueno.

Desconociendo los rumores que hay por ahí, tal vez es capaz de clavarme un cuchillo, o puede que sea de esas que se inventan rumores sobre los demás e inventase que tengo sida por acostarme con el profesor de contabilidad. Sea lo que sea negarse a su oferta no es una opción.

—Si no lo estás, no te preocupes, encontraré a alguien. —se me adelanta con una voz capaz de disipar esos turbios pensamientos que tuve sobre ella segundos antes.

—No. Yo tampoco tengo.

—¡Genial! Te daré mi número para organizarnos entonces. —arrugo las cejas.

Espera, ¿Ella no piensa invitarme a su casa o alguna mierda así para hacerlo juntas? Y yo que tenía ganas de saber cómo era. Por su bolso apuesto a que vive en una mansión.

—Oh. Si. Gracias. —musito recibiendo un papel con un número.

Lo guardo en el bolsillo de mi mochila mientras ella también recoge sus cosas.

—Oye. —la miro alentándola a continuar, por alguna razón está nerviosa y ella no parece él tipo de persona insegura. —Hay gente a la que no le agrado del todo por mi vínculo con mi hermano y les encanta inventar rumores que no son ciertos. —hace una pausa. —Solo me gustaría que me vieras por quién realmente soy y no por esos rumores ni por mi familia.

De todo lo que había dicho mi cabeza solo se quedó con la palabra hermano, indagando en qué tan malo podría ser como para que su hermana tuviera problemas a la hora de relacionarse con los demás simplemente por compartir lazos de sangre con él.

Me fuerzo a empujar esas dudas a una esquina de mi cabeza y poner mi mejor cara comprensiva.

—No te preocupes, siempre veo a la gente por lo que son, y mi radar de perras no ha pitado contigo. Así que todo bien. —respondo golpeando su hombro de forma amistosa, ella suelta una risa casi armoniosa.

—Me quitas un peso de encima. Además, me gustaría tener una amiga con los ojos tan bonitos como los tuyos, ¿De verdad que no son lentillas?

Mierda, se me había vuelto a olvidar ponerme las lentillas esta mañana.

Muerdo el interior de mi mejilla, si tan solo supiera la de problemas que me habían dado no pensaría lo mismo. Ante los demás mis ojos son bonitos, únicos, pero para mí son la razón de mis pesadillas y el cambio tan brusco que tomó mi vida unos años atrás. Fueron mi condena pero también mi salvación.

—Gracias. Y no, no son lentillas. —digo con la bilis subiendo por mi garganta.

Mis dedos se encogen en puños a la vez que espero ansiosa algún signo de incomodidad de su parte, pero su sonrisa solo se hace más grande haciendo que deje escapar un leve suspiro de alivio.

—Pues son preciosos. Bueno, nos vemos mañana.

—Chao. —muevo mi mano de un lado a otro.

En la puerta me está esperando Henrik moviendo su pie impacientemente.

—Joder chica, has tardado ahí atrás

Sonrío tímidamente dejando que ponga su brazo por mi hombro mientras vamos a la salida, en el camino se detiene a saludar a algunas personas y yo trato de hacer lo mismo sin parecer muy incómoda.

Mis ojos se encuentran con Trent en la puerta apoyado en su moto, su mirada va directamente a Henrik y su brazo, es entonces cuando sé que está cabreado por su forma de apretar los puños. Mi boca se seca y las manos me empiezan a sudar por los nervios.

—Nos vemos luego. —me apresuro a decirle a Henrik antes de su típico abrazo de despedida.

Intento que mis pasos sean rápidos y firmes, pero al estar más cerca de él tropiezo y mis mejillas se tornan rojas por la vergüenza.

—Hola. —saludo queriendo distraerlo de lo que sea que estuviera pensando.

Las esquinas de mis labios tiemblan por la tensión que estoy acumulando, él me coge del brazo con tanta fuerza que mis pulmones expulsan salvajemente el aire que había estado reteniendo.

Su cara está a pocos centímetros de la mía y sus ojos color miel descargan una ira que desconocía sobre mi. Nunca lo había visto así de furioso, ni siquiera sabía qué era lo que le tenía así, y a pesar de saber que sus dedos dejarán huellas en mi brazo quise disculparme por eso que, no sabía, había hecho mal.

—Vengo a recogerte y me encuentro la sorpresa de verte paseando por todo el campus con otro tío. ¿Estás jodiendo conmigo? —con cada palabra su fuerza incrementaba. Aprieto los dientes para no emitir ningún sonido de dolor.

—Responde de una jodida vez si no quieres que te arranque el brazo. —sea lo que fuera que hubiese visto en mi mirada tuvo que tranquilizarlo, aunque su agarre no aminoró ni un poco.

No es hasta que escucha a alguien llamándolo a mis espaldas cuando me suelta, por la gravedad de su voz tal vez fuera un chico.

Arrugo las cejas al tener esa misma sensación que tengo todas las noches al estarme cambiando de ropa cerca de la ventana en mi dormitorio, la de alguien observándome desde las sombras. La vergüenza que tengo ahora mismo por estar dándole al resto de estudiantes un espectáculo de celos es más fuerte que mi curiosidad por saber quién es el dueño de esos ojos que no dejan de verme, así que me voy con pasos apresurados sin mirar atrás ni una sola vez.







Zwitterión¹: molécula que puede ionizarse positiva o negativamente.

Catiónica²: Ion con carga positiva.

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