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Eros

—¡Trent! —chilla Nik a un puto centímetro de mi oído moviendo su mano de un lado a otro.

Si no fuera por la chica que está con Trent le hubiera partido la cara en ese segundo. Ella está de espaldas, su pelo blanco como la nieve ahora tiene unas mechas de color violeta en las puntas y ha añadido un tatuaje más a su brazo izquierdo.

Las posibilidades de que sea la misma de esa noche son más que obvias, tal vez por eso mis ojos no pueden dejar de verla. Lejos de jugar con ella en mis noches aburridas en las que paseo cerca de su bloque con un par de cigarros y un mechero, no me ha causado ni una pizca de interés, al menos hasta el día en que casi me descubre. Pero aún así mi interés no fue tanto como para averiguar cuál es su nombre o a qué se dedica, ni siquiera para recordar cómo se ve su rostro.

Lo raro es que a pesar de eso no encuentro otro entretenimiento para mis noches de insomnio que quedarme fuera de su casa esperando a que tuviera el valor suficiente para bajar otra vez. Es una especie de juego del que ella sin saberlo es partícipe.

Cuando deja de hablar con Trent pienso que se dará la vuelta, pero nunca lo hace y sale corriendo.

Ignorando la conversación en la que se sumergen él y Nik decido irme dando varias miradas al camino por donde ella ha desaparecido. Una sensación de angustia no deja de carcomerme la cabeza y tengo que distraerme con un cigarro para no bajarme del coche e ir por donde se ha ido para descubrir adónde lleva.






¿Qué es lo que tiene esa mocosa como para haber llamado tanto la atención de Trent? Esa pregunta no deja de rondar por mi retorcida cabeza en toda la tarde haciendo que me cueste más trabajo centrarme en los trabajos que tengo por terminar.

No me jodas que es por los ojos, no son para tanto, probablemente es un buen polvo y nada más. ¿Y qué tan buena es? Pensar en eso hace que me remueva en la silla giratoria de mi escritorio viendo la tienda que se está formando en mis pantalones. No he conseguido ponerme duro desde hace semanas, y ahora por el solo pensamiento de esa niñata con Trent tengo las pelotas azules y la sangre hirviendo.

Termino por cerrar el ordenador portátil dejando medicina para otro día. Todavía está bastante lejos de ser las siete pero el gran tamaño del palacio a veces me resulta asfixiante, así que busco en Maps dónde queda el edificio exactamente.

Levanto las cejas viendo que se trata del mismo edificio donde vive aquella mocosa, con eso la intriga desagradable que tengo por ella crece haciendo que me plantee la idea de ir más temprano y averiguar porqué demonios vive en el mismo lugar. Es demasiada casualidad, demasiada coincidencia.

Mientras meto el paquete de cigarrillos y otras cosas en la mochila mi cabeza va otra jodida vez a la niña pálida. Por lo que sé vamos a la misma universidad, y ella nunca me ha prestado la más mínima atención, prefirió dársela a Trent no sabiendo que podría aspirar a algo mucho mejor. Eso no debe importarme una mierda, pero recordarlo hace que la sangre me hierva cada vez más.

Bajando las escaleras encuentro a mi escolta de confianza, Larry, uno de los pocos americanos que hay en la casa. Nunca hace preguntas ni se mete donde no debe, dos cualidades que nuestra familia aprecia bastante en la gente que trabaja para nosotros. Un movimiento de cabeza es suficiente para indicarle que voy a salir usando mi moto favorita, él no tarda en llamar a otro hombre que se sube a la camioneta sosteniendo un AK-47.

Echo un último vistazo a mi motocicleta pensando en que Trent tenía una parecida a la mía, tal vez eso fue lo que le llamó la atención en una primera instancia. Acelero el motor alejando esas estupideces.

Cualquiera que esté dentro de mi cabeza pensará que estoy celoso, y no lo estoy. Joder, a mí ni me interesa ella, solo quiero saber porqué mierdas se fijó en él primero. La chica tiene que ser ciega o estúpida. Aparco la moto en el mismo lugar de siempre, mi casa queda algo alejada de la ciudad asi que es un paseo largo, pero siempre pensé que valdría la pena en cuanto viera su reacción al verme por primera vez.

Al final no estuve nada equivocado.

Enciendo el primer cigarro con la vista clavada en la ventana de su habitación tras pedirle a Larry y al otro que esperen en el coche. Las luces están apagadas, mi Cartier Santos indica que son las seis y cuarto, así que ella no puede estar durmiendo ahora. Tal vez está en otra parte de la casa. O viéndose con Trent. Dice esa maldita voz en mi cabeza. Quiero golpearme contra el cemento del edificio para ver si así se calla de una jodida vez.

Espero treinta minutos y las luces todavía no se encienden. Comienzo a desesperarme con cada segundo que pasa y maldigo no haberme traído más cigarros que consumir. Hasta que mi mirada cae en una pelinegra a punto de entrar al edificio. Es Alana.

Pronto sus ojos caen en mí arrugando las cejas en una expresión confusa a la vez que mueve sus pies hasta estar cerca de mi persona con una bolsa de plástico en las manos.

—Llegas pronto. —remarca con suspicacia, estiro la comisura de mi labio.

—Hola a ti también. —respondo antes de coger la bolsa sin que me lo diga.

En el rellano saludo con una sonrisa al conserje que nos mira bastante atento, ella pulsa el triángulo gris del ascensor dejando de por medio un silencio que aprovecho para mirarla de reojo. Cualquier idea que hubiese tenido de verla como a alguien sexualmente atractiva en el pasado se ha esfumado totalmente de mi cabeza sin ninguna razón aparente, ahora solo la veo como alguien insulsa sin ningún tipo de interés.

Claro que no descarto la idea de que fuera mi segunda mejor amiga, ella es de esas personas que encuentras peculiares a veces. Y desprende un olor jodidamente molesto a incienso.

Dentro del ascensor siento la sangre viajar por mis venas con más velocidad de lo normal, estoy ansioso por llegar, como si su casa tuviera un imán invisible para mis pies, aunque sé que la verdadera razón es que mi parte más irracional espera encontrarla merodeando por los mismos pasillos en la que queda la casa de Alana  queriendo que ellas dos sean vecinas.

Quiero arrancarme el cerebro por tenerla presente otra jodida vez. No sé qué mierdas ha desatado en mi interior verla esta tarde, pero no me gusta ni un pelo. Me desharía de eso al igual que de ella en cuanto descubra que es eso que la hace tan especial, si es buena chupando tal vez me la quedaría.

El ascensor nos avisa de que hemos llegado a la cuarta planta con un timbre y las puertas se abren acelerando aún más mi latidos. Tengo la urgencia de mirar a mi alrededor por si la encuentro, una urgencia que reprimo manteniendo la vista al frente esperando a que Alana abra la puerta.

Por dentro el apartamento parece ser bastante grande, tiene algunos cuadros de arte abstracto y otras decoraciones del mismo estilo moderno, nada fuera de lo común. La cocina está abierta por un lado formando un ventanal con la encimera donde dejo las bolsas y unos taburetes, la sala es amplia con unos ventanales que dan unas bonitas vistas de la ciudad, la televisión frente al alargado sofá está encendida con un programa cualquiera, pero no hay nadie viéndolo.

—Siéntate, iré a por los libros. —habla desapareciendo por una puerta que supongo daba a su habitación.

Me siento en el sofá fijándome en que la puerta que hay al lado de la suya está entreabierta con las luces apagadas. Escucho una puerta cerrarse a lo lejos antes de que unos pasos hagan eco en algún pasillo y la chica de pelo blanco aparece con el cabello húmedo y una toalla envuelta alrededor de su cuerpo dejando un rastro de gotas de agua. Sus ojos tienen algo diferente a la última vez que los vi, pero estoy demasiado ocupado buscando cualquier centímetro de su piel que observar como para fijarme en ellos.

Es bastante rápida en desaparecer por esa puerta que está entreabierta, pero aún así, en ese segundo sus piernas son capaces de causarme otra erección. La lava que había sustituído la sangre en mis venas solo incrementa el extraño instinto que tengo de seguirla.

En ningún momento puedo apartar mis ojos de aquella puerta con unas ansias de verla de nuevo cosquilleando la planta de mis pies, pero al ir a dar el primer paso Alana vuelve con una torre de libros y cuadernos en sus manos. Arrugo las cejas analizando sus rasgos, son muy diferentes a los de ella así que supongo que si viven juntas es porque tienen algún tipo de parentesco, ¿Primas tal vez? Tal vez solo sea una amiga lejana. Mierda, yo ni siquiera soy curioso, algo está jodido conmigo últimamente.

Alana coge uno de los ocho asientos que hay libres en la mesa alargada del comedor. Me siento a su lado ocultando mi anhelo bajo la misma máscara que uso siempre sin siquiera darme cuenta, centrando mi atención en los enunciados de los problemas de bioquímica durante unos minutos desesperantes en los que espero a verla de nuevo.

Cuando su puerta se abre levanto la cabeza casi de inmediato con el corazón en la boca, tuerzo los labios al ver que se ha cambiado de ropa teniendo ahora sus piernas cubiertas por unos vaqueros negros.

Pienso en algo que pudiera llamar lo suficiente su atención antes de que atraviese la puerta, pero Alana se me adelanta cuando ella pone sus ojos en mí. En los libros delante mía más bien.

—Oh, este es Eros, un... alguien de la universidad. —trago saliva en un vano intento de controlar el temblor nervioso de mis dedos mientras mi corazón late impaciente, y con ojos expectantes la miro esperando a que se presente propiamente o sonría.

—Mmm. —es todo lo que malditamente dice mirándome a la cara por un segundo, como si yo fuera poca cosa como para merecer más de su tan preciado tiempo. Tiene que estarme jodiendo.

Levanto las cejas aguantando las ganas de saltarle encima y sacudirla para buscar alguna reacción de su parte.

—Un placer, Eros. —habla pronunciando mi nombre con extrañeza sin ni siquiera mirarme antes de darse la vuelta y desaparecer.

Su voz es ligeramente ronca y con un toque femenino. Jodidamente sexy. Hecha para gemir y gritar mi nombre hasta que se quedara sin garganta. Mierda, necesito sexo.

Mis ojos caen descaradamente en su culo haciendo que con la dureza de mi polla olvide el aburrimiento de sus ojos al mirarme por última vez. Con un carraspeo desvío mi atención de ella y la fijo en el libro antes de que Alana se de cuenta de mi interés por ella y su trasero. Interés que, a pesar de no tener su aroma merodeando por el aire, sigue ahí sin saber porqué.

Me jode que me trate como a un chico más del montón.

En otro momento tal vez hubiera sido recíproco y hubiera ignorado su existencia, mi ego no era tan frágil como para sentirse herido por mierdas así, pero por alguna razón su actitud rasca esa parte de mi cabeza que mantengo oculta de todos menos de mi familia y seres cercanos. Aprieto el bolígrafo entre mis dedos viendo las letras de los enunciados ahora borrosas, hasta que un agudo pitido hace que pestañee volviendo a la realidad.

—Ahora vengo. —antes de que pueda reaccionar ya se había encerrado en su habitación a hacer no sé qué cosa.

Suelto el boli en la mesa dejando mi vista caer en el pequeño espacio que dejó la mocosa en la puerta de su habitación al no cerrarla del todo, como si fuera una invitación para entrar.

Echando un último vistazo al dormitorio de Alana me levanto de la silla haciendo el menor ruido posible, tres zancadas y ya estoy metido en su territorio. Mis fosas nasales se dilatan aumentando la intensidad de un olor dulce a mi alrededor, chicle, algodón de azúcar tal vez, no lo sé, pero es jodidamente adictivo hasta el punto de tenerme inhalando el aire como si fuera un puto drogadicto esnifando alguna droga.

Mis ojos vuelan por cada mueble de su habitación hasta caer en el escritorio, lo único que se ve desordenado aparte de la camiseta arrugada encima de su cama. Hojas sueltas, cuadernos abiertos por la mitad y un estuche abierto encima de su ordenador del cual sobresalen algunos lápices. Lo único que me llama la atención lo suficiente como para acercarme más es un cuaderno decorado con pegatinas de bandas cerrado por un candado.

Sonrío pensando en lo estúpido que es usar esa mierda, como si fuera a detener a alguien de leer lo que había dentro. No funcionaría conmigo.

Después vuelvo al salón con la idea de volver por la noche y coger prestado su estúpido diario por unos días. Descubriré cada uno de sus secretos y luego haré que se arrepienta por cada minuto en que eligió darle su atención a él y no a mí.






Abro la puerta del apartamento con la copia de llaves que he hecho esta tarde. Claramente no voy a hacer el imbécil trepando por las paredes como si fuera un jodido lagarto para colarme en su dormitorio. Echo un leve vistazo asegurándome de que no hay nadie despierto y guardo las llaves en el bolsillo de mi sudadera antes de ir hacia su puerta, con mis dedos enguantados pongo las manos sobre el pomo girándolo con delicadeza.

Dentro de su habitación cierro la puerta con cerrojo dejando que el dulce aroma me envuelva pegándose a mi como una segunda piel, ahora tiene un toque a tabaco que lo hace más adictivo.

Respiro lo menos posible y aparto mi atención de su cuerpo cubierto por las sábanas para poder centrarme en coger el jodido cuaderno e irme. Gracias a la lamparita que usa siempre para dormir puedo saber qué es cada cosa que veo, incluso distinguir las pecas apenas visibles que decoran el puente de su nariz y van a sus mejillas.

Al colgarme la mochila en el hombro ella se remueve en la cama arrastrando las sábanas consigo misma, quedando de espaldas a mi y dejando un pequeño rastro de su trasero y muslo a la vista.

Su piel es tan jodidamente pálida que resalta entre la oscuridad, aumentando las ganas que tengo de poner mis garras sobre ella y hacerla sangrar hasta que no quedara una sola parte de su cuerpo que no estuviera marcado. Ladeo la cabeza al escuchar un quejido sobresalir de sus labios sin esforzarme en evitar el endurecimiento alrededor de mi falo, estando un poco más cerca me fijo en una caja de pastillas que reposan sobre la mesita de noche, son somníferos.

Como si no es suficiente con el diario también meto el paquete de pastillas en la mochila junto a su mechero y una goma de pelo ignorando sus quejidos que más bien suenan a gemidos. Tal vez la use como pulsera bajo las mangas de las sudaderas si con eso puedo tener su aroma encima por más tiempo.

Mierda, ¿Es posible correrse por escuchar a alguien gemir? No lo sé, pero no pienso averiguarlo. Te dije que necesitas sexo urgente. Estás jodidamente mal. Murmura una voz en mi cabeza mientras voy a su armario.

En el momento de abrirlo me arrepiento por no haber cogido una mochila más grande, camisetas, faldas, pantalones y vestidos en su mayoría negros están colocados unos encima de otros o colgados en perchas, pero nada de lo que hay allí es lo que realmente estoy buscando. Aún así cojo un par de camisetas con el logo de bandas que a ella seguramente le quedan grandes antes de poner mi atención en los cajones de la mesita de noche.

Abro el primero sin necesidad de ser demasiado cuidadoso encontrando pañuelos y un par de compresas, ella de todas formas no se despertaría. Él segundo está lleno de bragas y sujetadores. Muerdo mi labio inferior acariciando algunas reprimiendo la necesidad de guardarlas todas en mi mochila, luego cojo un par hundiendo mi nariz en la tela con olor a lavanda y las dejo en su sitio sin estar satisfecho. Necesito tener su olor natural sin mierdas artificiales.

Examino la habitación buscando donde podría estar su ropa sucia, al no encontrarla voy a su cama con la vista clavada en la parte visible de su culo, mis manos van a las sábanas, apartándolas hasta tener su cuerpo a mi entera disposición.

La camiseta ajustada de tirantes resalta sus pezones erguidos dejando a la vista sus tatuajes y parte de su estómago, mi polla palpita con la necesidad de estar dentro de ella de cualquier forma posible y mis manos sudan de deseo por tocarla, arañarla y acariciar las heridas que dejara sobre su piel. Se ve tan jodidamente suave que no creo aguantar mucho más sin ponerle un dedo encima.

Dejando a un lado la imperiosa necesidad de enterrar mi nariz en sus nalgas toco el borde de su tanga, ¿Para qué querría ella dormir con algo tan malditamente sexy? Justo en ese momento la realidad me golpea. Ella había estado con él antes, pero sería la última vez en la que ella usara esas mierdas con alguien mas que no fuera conmigo.

Apretando la mandíbula cojo todas las bragas de encaje que encuentro dejando solo un par que eran normales, luego deslizo las suyas hasta que están fuera y las guardo en mis bolsillos importándome demasiado poco si parecía un depravado.

Por cómo suspira sé que necesita algo con lo que liberarse, de forma casi inconsciente rozo mi dedo pulgar por sus labios durante unos segundos en los que me decanto en ayudarla o no. Su quejido de después es todo lo que necesito para alejarlo con un cosquilleo en la almohada de mis dedos.

Solo follo, jamás he pensado en hacer otras cosas con una vagina antes, pero con Aubrey no puedo evitar que mis pensamientos me lleven a lugares a los que nunca imaginé ir. La mocosa me saca un lado peligroso que desconozco y no sé reprimir.

Con las mejillas ligeramente sonrojadas le pongo unas bragas de lunares rojos y cubro su cuerpo con las sábanas antes de salir en busca de mi motocicleta. Respirar el aire de fuera solo hizo que me odiara por desear volver a entrar en su habitación y estar envuelto en su aroma.

Acelero hasta que todo a mi alrededor se queda en una imagen borrosa y rozo las rodillas con el asfalto cada vez que tengo que girar en alguna curva.

Treinta minutos después estoy atravesando el gran portón del palacio que da con la sala principal. Algunas luces están encendidas y a pesar de ser casi de madrugada escucho los pasos de gente merodeando por las salas. En esta casa hay más ruido de noche que de día, pero es algo a lo que estoy acostumbrado.

—Hermanito. —habla una voz a mis espaldas al estar a punto de pisar el primer escalón.

Giro mi cuerpo encontrándome con los labios rojos de Eleanor esbozando una sonrisa mientras sostiene una copa de vino.

—¿No te alegras de verme? —pregunta en un tono burlesco inclinando más la comisura de sus labios.

—Nuestros padres no están. —digo sin camuflar mi sequedad al hablar.

No es un secreto para nadie lo competitivos que somos el uno con el otro y lo mal que nos llevamos desde siempre.

—Ya lo sé, justo por eso estoy aquí. Querían que os echara un ojo a ti y a Eva, que por cierto no está. ¿Tu sabes a dónde se ha ido? —chasqueo la lengua desviando la mirada a su marido que ahora está apoyado en la puerta que da con otra sala.

—No necesito ninguna jodida niñera y dudo que Eva quiera alguna. —hablo recordando el destino que tuvo nuestra última niñera un par de años atrás.

Eva la quemó viva y le dió los restos a los cocodrilos. Luego le dijo a nuestros padres que la mujer simplemente renunció, algo bastante creíble con ella, pero mi padre es demasiado astuto como para caer en sus mentiras.

Ignoro la mirada amenazante de su esposo y me dispongo a seguir subiendo las escaleras hasta mi habitación.

Tan rápido como me es posible empiezo a leer el diario temiendo que la intriga me carcoma más rápido que mi sed por ella. Muevo el piercing de un lado a otro concentrándome mientras leo las páginas lo más despacio posible. A pesar de sus tatuajes y su actitud desdeñosa por fuera parece alguien inocente, mientras que por dentro sus demonios luchan diariamente por salir.

Después de absorber y memorizar cada cosa llego a la conclusión de que Aubrey Jones puede ser la única capaz de equiparar a la bestia que llevo dentro, y eso la convierte en mi maldita presa a cazar. Más pronto que tarde ella será mía y el que se interponga de por medio le hará compañía al resto de cadáveres que cuelgan del techo en el sótano.





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