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Aubrey


Acomodo el pañuelo en mi cuello, dibujo una sonrisa y empujo a mis pies a moverse por el pasillo, ignorando las miradas curiosas de algunos. Fingiendo que todo está bien y que nada de este fin de semana sucedió.

No vi lo que Eros le hizo a Thobias, no escuché lo que me dijo después en su baño, no volví a hacer eso que tanto me prometí no repetir, no apuñalé a Eros y no nos acostamos después de haber descubierto que es el mismo que disfrutaba con cazarme y perturbarme por las noches. Que ha estado jugando conmigo todo este tiempo.

Mi sonrisa se ensancha automáticamente al nombrarlo en mi cabeza, afirmando una vez más esta mañana que lo haré pagar. De alguna manera haré que se arrepienta.

—¡Hey! —exclama alguien a mis espaldas.

Al girar la cabeza encuentro a Henrik corriendo hacia mí.

—No he sabido nada de ti desde el jueves. Parece que tu nuevo novio te ha mantenido bastante ocupada. —habla pasando su brazo por mis hombros a la vez que mueve sus cejas con una sonrisa divertida.

—No es mi novio. Solo nos acostamos una vez y ya se piensa que somos algo.

—¿Por qué no me lo creo? —pregunta a mi lado, mirándome de reojo.

—Porque los porros te han fundido las neuronas. —respondo en una mofa. Él suelta una carcajada.

—Hubo una fiesta en casa de James el sábado. Te envié un mensaje. —muerdo mi labio inferior cuando un sentimiento de culpa invade mis hombros.

Nunca había faltado a una invitación suya, y algo me dice que no le sentará muy bien si le digo la verdadera razón de mi falta.

—Lo siento, no lo vi. —musito con una sonrisa de disculpas. Él me aprieta hacia él curvando sus labios hacia arriba por un momento.

—Está bien, este jueves hay otra. Y esta vez no aceptaré tus excusas de mierda.

—Hecho. —respondo sonriente. Mi ánimo que estaba por los suelos ahora ha subido ligeramente.

Entrando al aula estrecho mis ojos en la pizarra, donde la frase Aubrey Jones es una puta está escrita en letras grandes con una tiza morada. Las risas de los estudiantes no tardan en aparecer, y la sonrisa satisfecha de una chica sentada en la primera fila delata quién ha sido.

—Muy gracioso. —protesta Henrik con una mirada seria.

—No había pensado en ello. —digo poniendo un dedo bajo mi mentón, fingiendo pensar en algo. —A partir de hoy cobraré por mis servicios, empezando por tu padre. Dile que tengo un hueco libre a las seis. —añado con una sonrisa amable fingida.

La cara de la chica se empieza a poner roja y las risas de los demás se detienen.

—¡Con mi padre no te metas, maldita puta! —brama levantándose de la silla.

—¿O sino qué? —amenazo, dando un paso hacia adelante con una mirada desafiante.

Mis manos pican por tener su pelo entre mis dedos y tirar de él hasta que pueda aplacar toda mi rabia contenida. Mis ojos hoy indican que a la más mínima provocación le saltaría en la yugular a cualquiera, así que el resto de estudiantes hacen bien en no querer meterse.

Henrik me coge del brazo antes de poder lanzarme a ella y todo parece volver a la normalidad cuando la señora cejuda entra por la puerta.

—La próxima vez espero que se te ocurra algo más original. —susurro a su lado, siguiendo el camino hasta las sillas de la fila de en medio.

La chica aprieta los dientes, pero opta por enfocar su atención en la pizarra que ahora está siendo borrada rápidamente por un chico.

—Bien hecho. —murmura Henrik en mi oído, extendiendo su palma por debajo de la mesa.

Choco mi mano con la suya, sacando un par de cuadernos y el estuche después.

Nunca había prestado tanta atención en clases como aquella vez, pero necesito distraerme con cualquier cosa para no pensar en él y en que un par de horas empezaría el receso. Aunque la distracción dura poco cuando empiezo a trazar nuevas líneas en uno de mis cuadernos.

No lo he visto en toda la mañana, y tras haberlo bloqueado de todas partes ni siquiera ha hecho el esfuerzo de contactarme. Deberías de alegrarte, al fin y al cabo eso es lo que querías. Me digo cada vez que mis párpados arden con la amenaza de más lágrimas, pero solo funciona para que mi cólera con el crezca. 

Los dibujos de mi libreta han pasado de ser sobre osos y crucifijos a ser sobre su cabeza siendo atravesada por un cuchillo. Lo único de color que hay en el dibujo es el azul de sus ojos y la sangre que sale de su boca.

El timbre me saca de mis pensamientos y me detiene de seguir perfeccionando los trazos. Enseguida cierro la libreta y la meto en la mochila junto al resto de cosas.

—¿Vienes? —pregunta Henrik desde la puerta.

—No. No tengo hambre. Iré a dar una vuelta por el campus, respirar aire fresco.

—Todo lo fresca que pueda ser la nicotina. —responde risueño antes de desaparecer con el resto.

Moviendo la cremallera de la mochila echo un vistazo hacia atrás, asegurándome de que Eva no decidió venir en algún momento que estuve yo distraída.

La última vez que nos vimos fue en una situación extraña, y su actitud en el coche había sido distante. No había abierto apenas la boca y ella no suele ser así, algo le pasa.

Deja de meterte donde no te llaman. Me digo a mi misma atravesando los pasillos hasta salir al campus. No es como si fuéramos amigas íntimas para estarme preocupando por su vida privada, para consolación ya tiene a su hermanito. Su simple mención hace que una acidez aparezca en mi estómago.

Cuando distingo el único árbol solitario a unos metros de la facultad me muevo hasta allí con rapidez, queriendo transformar todo el ácido en el humo del tabaco. Apoyo mi espalda en la dureza del tronco, sacando un cigarro y después un mechero. Al estar dando la penúltima calada escucho el crujir de unas hojas a mis espaldas.

La tensión endurece mi cuerpo medianamente relajado al pensar que se trata de él. Estoy a punto de levantarme e irme, pero antes de poder hacerlo una voz me detiene. Es Eva. En su mano sostiene un cigarro de tamaño medio.

—Hola. ¿Me puedo unir? No me gusta fumar sola. —asiento con la cabeza, formando una corta sonrisa mientras aparto mis cosas para que pueda sentarse.

—¿Fumas? —pregunto después con ojos curiosos.

—Es marihuana. Se la he cogido a tu amigo Henrik de la taquilla. —responde moviendo los hombros. Yo pestañeo un par de veces, sin poder creer lo que acabo de escuchar. —¿Tienes fuego?

—Ehm, si. —murmuro volviendo a sacar el mechero del bolsillo.

—Gracias. —musita con una sonrisa que no le llega a los ojos.

Mis labios se tuercen en un mohín incómodo y más pronto que tarde abro la boca, mostrando mi preocupación por ella. Aunque ella se me adelanta antes de poder formular alguna frase.

—¿Cómo está tu cabeza? Siento mucho lo de ese día.

—No te preocupes. Está mejor.

Por fuera. Por dentro estoy perdiendo la razón por tu jodido hermano. Añado para mis adentros soltando un suspiro.

Ella me extiende el cigarro, curvando sus labios mínimamente hacia arriba, y yo lo cojo haciendo lo mismo.

—¿Y tú qué tal? No te he visto hoy en clase. —hablo expulsando el humo por la nariz.

—La verdad es que no estoy en mi mejor momento y no me apetecía añadir a mi tormento la voz de la señora Smith. —responde haciendo hincapié en señora.

Después me da una mirada de soslayo. Sus ojos normalmente brillantes y llenos de vida lucen opacos.

—Mal de amores. Supongo. —añade adelantándose a mi pregunta en un susurro.

Mi ceño se frunce, y por un momento quiero compartirle los míos como una forma de hacer que se sienta mejor. A mí a veces me funciona escuchar las miserias de los demás cuando estoy mal.

—Dímelo a mí. No ha pasado ni un mes y ya me han pisoteado el corazón dos veces. —suelto al aire con una mueca.

Aunque lo de Trent no sé si podría tomarlo de esa forma. Nunca llegué a sentir algo real por él. Al menos no como lo hago por... Antes de seguir pensando le doy otra calada al cigarrillo, centrándome en los efectos que la droga deja en mi cuerpo.

—¿Quiénes son? Tal vez podamos hacer algo al respecto. —murmura a mi lado con una sonrisa incipiente.

La idea de provocar más caos a su alrededor de lo que ya hizo el sábado le devuelve el brillo a los ojos, y por un segundo me hace sonreír de verdad. No sé porqué, pero me gusta verla feliz.

Teniendo en cuenta su parentesco con él no sé si sea buena idea compartir con ella el tormento de estos meses, pero tal vez el aire intoxicante que nos envuelve y la repentina comodidad que irradia facilita que mi lengua se mueva con soltura, relatando hasta los más mínimos detalles.






—Gracias por traerme. —Eva sonríe y desabrocha su cinturón para después abrazarme.

Sus muestras de afecto son cada vez menos inesperadas. La aprieto entre mis brazos un segundo antes de que nos separamos. Ella con una sonrisa sincera en la cara.

—Gracias a ti por lo de hoy. Ha sido divertido. —responde con un guiño de ojo. —Y no te preocupes por lo demás, lo tengo todo bajo control. —la determinación con la que habla me inquieta, pero lo dejo estar y le sonrío una vez más antes de bajarme del coche.

—Y no gastes tus neuronas en él. ¡No vale la pena! —exclama cuando el coche empieza a alejarse.

Lo que dice me llena de alivio al pensar en que no está en mi contra por el simple hecho de ser su hermana. Ella realmente me entiende y no me juzga. Incluso está dispuesta a ayudarme en mi venganza. Aunque teniendo en cuenta la conexión que tienen se me hace extraño que no haya puesto a su hermano por encima de mi y que hubiera dado las cosas por hecho. Tal vez ella lo conozca mucho mejor que yo y sepa de lo que es realmente capaz de hacer.

Muevo mi mano de un lado a otro, despidiéndome de ella a la vez que me pregunto cómo alguien puede ser tan dulce y estar llena de tanta oscuridad al mismo tiempo.

Estando de nuevo sola mis sentidos se ponen alerta por si aparece de la nada.
Camino con rapidez al complejo de apartamentos reprimiendo la necesidad de mirar por encima de mi hombro a cada segundo. Solo consigo tranquilizarme cuando estoy dentro del ascensor.

El aire dentro empieza a ser caliente y me asfixia con los recuerdos de sus labios. Más lágrimas empiezan a formarse entre mis pestañas y esta vez dejo que caigan.

Paso el dorso de mi mano por mis ojos antes de insertar la llave en la cerradura.

Nota mental: cambiar la jodida cerradura. Y de ciudad.

—¡Ya estoy en casa! —suelto al aire lanzando el juego de llaves a la mesita auxiliar.

Al entrar un olor a carne guisada se cuela por mi nariz, atrayendo consigo un manto de oscuridad sobre mi cabeza.

Mi madre se posa frente a mi, sus labios se mueven diciendo algo que no consigo escuchar y mi respiración empieza a ser una más errática a la vez que los recuerdos se hacen más presentes. Cómo si me hubiera transportado a ese día. A ese momento.

—¡Aubrey!

—Perdón. ¿Qué decías? —murmuro con un intento de sonrisa. Mi vista se empieza a enfocar, dejándome ver la cara confusa de mi madre.

—¿Dónde te habías ido? Estabas como ida.

—Cosas de clase. —respondo en una actitud indiferente fingida.

—Tu hermana está igual. No sale de la biblioteca. —murmura con un suspiro.

Algo me dice que esa biblioteca tiene nombre y una cara de la que aún no me acuerdo.

—Te estaba diciendo que traigo buenas noticias. —habla después con una enorme sonrisa en los labios. —¡Me han cogido en la entrevista que hice el domingo! —su entusiasmo hace que mi cuerpo se sienta ligero con alegría.

—Eso es genial, mamá. 

—Pagan una barbaridad. Y por hacer casi nada. —continúa, volviendo a las sartenes.

El alivio de su voz es evidente. Ha querido dejar su trabajo como enfermera desde que las ojeras y el cansancio de su cuerpo se hacían a cada día más notables, pero nunca encontraba algo mejor. O le pagaban mucho menos que en el hospital o el trabajo quedaba muy alejado de donde vivíamos. Y no podíamos permitirnos ninguna de las dos cosas.

—El único inconveniente es que tendríamos que convivir con ellos.

—¿Cómo? —musito frunciendo el ceño.

Lo poco que sé del trabajo es que sería para una familia millonaria o algo del estilo, con empresas multinacionales y con un apellido de renombre extranjero. Empieza por la M o N, no recuerdo bien. Así que tendrían que vivir en una casa bastante grande como para pensar en alojar a una familia entera.

—¿Y qué ha dicho papá? —sus labios se tuercen en una mueca. Eso indica que se avecina otra discusión entre ellos.

—Todavía no lo hemos hablado, pero creo que por esta vez estará de acuerdo conmigo. Es una muy buena oportunidad y necesitamos el dinero, además, nos sentaría bien un cambio de aires. ¿No lo crees? —habla mirándome de reojo.

Asiento con la cabeza lentamente, aún metida en mi estupefacción. Aunque tal vez no me venga mal una mudanza, y si es lejos de la ciudad mucho mejor.

Puede que incluso me cambie de universidad otra vez, y al convivir con personas nuevas podría darme la oportunidad de conocer a alguien más. Un clavo saca a otro clavo. Pienso para mis adentros cerrando la puerta de mi dormitorio y lanzándome a la cama de espaldas con una sonrisa, pensando que por fin el universo se ha puesto de mi lado. Solo espero que mi padre esté de acuerdo.


Eros


Al entrar al comedor las voces se suspenden y los tres pares de ojos caen sobre mi.

—Qué cara desde por la mañana. —dice Adrik para si mismo arrugando sus labios en un mohín.

—Lleva la misma desde el domingo por la noche. —responde Nik mirándome con el ceño arrugado.

Observo a los dos con una ceja levantada, pero ni eso ni mi mala mirada parece ser suficiente para detener sus cuchicheos sobre mi persona.

—Yo tendría la misma si mi novia me hubiera dejado después de haber follado con ella. —habla Nik con una sonrisa.

—Por no hablar de su suegra. Ya es jodido de por si llevarse bien con una normal, imagínate con una desequilibrada que anda suelta, intentando matarte. —secunda Adrik, moviendo su cabeza de un lado a otro con un suspiro de lamentación.

—Y no suficiente con eso tiene dos.

—Así cualquiera tendría esa cara. —murmura Adrik. Vanya a su lado esconde una sonrisa detrás de su taza de café.

Cuando suelto un carraspeo cierran sus bocas, olvidando lo que sea que fueran a decir, y sonríen, dándose cuenta de mi presencia.

—Buenos días. —habla Nik levantando su taza a modo de saludo. Como si acabara de entrar y sentarme.

Aprieto los dientes y me sirvo una taza de café negro, haciendo de oídos sordos a su previa conversación y volviendo a pensar en ella por décima vez en los diez minutos que llevo despierto.

La noche anterior le mandé un mensaje con uno de mis nuevos números telefónicos preguntándole si todavía seguía enfadada y el porqué. La única respuesta que recibí fue un nuevo bloqueo a ese número y a los siguientes con los intenté contactarla.

Normalmente el enfado le hubiera durado un día. Esto está siendo jodidamente extraño y no ayuda en nada a disipar las voces horribles de mi cabeza.

—Te he guardado un trozo de tu tarta favorita. —habla Nik acercándome un plato con un trozo de tarta de queso mordido.

Al levantar la cabeza me encuentro con su sonrisa corta sonrisa a modo de disculpas. Haciendo la tarta a un lado le doy un sorbo a la taza de café, dejando que la amargura en mi lengua se sume a la amargura de mi estado de ánimo.

La sala se sumerge en un silencio que es interrumpido por las cucharillas chocando con la porcelana y los sonidos de Nik al masticar.

—¿Qué tal la noche? —pregunta Adrik rompiendo el silencio. Muevo mis hombros a modo de respuesta, no queriendo ni teniendo las ganas suficientes para responder a eso.

—Hay más peces en el océano. Además, a todos nos han dejado alguna vez. —murmura Nik dándole una mirada de reojo a su hermano.

—A mi no. —responde este enseguida con determinación. Nik arruga el ceño y le da una mala mirada. —Quiero decir. Es parte de la vida. Naces, creces, a veces te reproduces, te dejan y mueres solo. —levanto una ceja en una expresión irónica. Soltando la taza en la mesa. —Que no quiero decir que tú te vayas a morir solo, pero...

—Cállate. —le interrumpe Nik. —Lo estás empeorando.

—Solo intento animarlo. Verle es deprimente. —responde con un suspiro.

Con un sonido chirriante me levanto de la silla y camino hasta la salida. No lo hemos dejado, simplemente estamos en una situación extraña que empieza a consumirme cada vez más, haciendo que no pueda centrarme en encontrar a su jodida madre. ¿Por qué no puede simplemente decirme que es lo que fue mal?

—Menos mal que intentabas animarle, si no hubiera acabado cortándose las venas. —escucho que dice Vanya antes de cerrar la puerta del comedor de un portazo.

Durante el camino reprimo la necesidad de volverle a hablar consumiendo un cigarro. Sus ojos violetas se apoderan de mi cabeza a la vez que pienso en una manera de acercarme y que podamos hablar en privado. Cuando el coche se detiene frente a las puertas de la universidad mi corazón da un vuelco y las ansias se apoderan de mi estómago.

Miro la hora en mi reloj. Faltan cinco minutos para que comience mi clase de comercio internacional, así que nuestra charla tendrá que esperar.

El aula se va llenando de gente y distintas voces a la par que da comienzo a los murmullos de siempre. En esta ocasión esos murmullos tienen un efecto en mi, haciendo que me sea más imposible sacarla de mi cabeza y que mis puños se tornen blancos por la fuerza con la que sujeto el lápiz.

En cuanto la profesora entra a la clase todo el mundo hace silencio y se sientan a la espera de que de comienzo lo que sea que fuera a decir hoy. No me interesa, pero aún así mantengo mis ojos puestos en ella al igual que ellos en los míos, fingiendo que estoy prestando atención cuando por dentro estoy haciendo un esfuerzo sobrehumano por no quemar la universidad entera y llevarla conmigo.

Reprime. Murmuro para mis adentros cada vez con más esfuerzo. Un par de minutos después una parte del techo se abre, dejando caer un husky siberiano con las entrañas colgando de su torso al suelo, manchando las primeras filas con su sangre. Era su jodida mascota.

Los gritos no se hacen esperar. Algunos se acercan para sacar fotos al animal muerto y otros cubren sus caras ante el fuerte olor a hierro y podredumbre.

—¡Milo! —exclama la mujer viendo la escena con ojos horrorizados antes de lanzarse hacia él sin importarle manchar sus ropas.

Si hubiera sido otra la situación hubiera sonreído, pero ahora mismo ni siquiera las lágrimas que empeñan sus ojos me dan la satisfacción que esperaba. Aunque una cosa es cierta, y es que con esto demostraba una vez más que nadie en el jodido universo jugaba con nosotros.

La sangre que ha salpicado mis botas hace que mi cuerpo arda del deseo por desahogar mi frustración de la mejor forma que sé. No deberías estar aquí. Me reprocho a mi mismo, sabiendo lo que podría suceder si sigo observando el estómago abierto del animal u oliendo su sangre. Sé lo difícil que es que mantenga el control con Aubrey siendo un enigma para mi cabeza, pero mis ojos no parecen querer despegarse de la imagen.

No es hasta que recibo un mensaje cuando vuelvo a la realidad, desbloqueando el teléfono lo más pronto posible al pensar que se trata de ella.

Arrugo la nariz insatisfecho al ver que solo se trata de Vanya.

Vanya: Tenemos un problema. Ven a la casa. Ya.




Nunca antes había llegado tan puntual a una reunión con ellos.

Al estarme aproximando con la moto a nuestra casa las llamas que la consumen me ciegan por un momento, arropándome con un calor abrasador.

—¿Qué mierdas? —musito frenando en seco cerca de los chicos que observan todo desde una distancia alejada con sus cejas fruncidas.

Nuestros escoltas intentan apagar el fuego, fallando estrepitosamente en ello, y un camión de bomberos se acerca a nuestra calle.

—Llegas 35 minutos tarde. —se queja Vanya por lo bajo dándome una mirada de reojo.

—Había atasco. —miento antes de quitarme el casco de la moto.

—Quien sea que haya hecho esto va a tener el mismo destino. —murmura Adrik apretando los puños a cada lado.

Las llamas se reflejan en sus ojos, dándole a su ira mucho más poder del que ya tiene.

Es entonces cuando mi vista cae en la máscara que solía usar siempre para visitarla por las noches pegada a un palo a un lado de la casa. Justo donde está mi Bugatti La Voiture Noire convirtiéndose en cenizas.

Mis labios se estiran hacia arriba y mi estómago vuelve a llenarse de hormigueos. Parece que a mi ratoncita le gusta jugar. Pues que comience el juego entonces.

—Dime que aún te queda de ese chocolate que compramos en Suiza en el palacio. —habla Nik a mi lado con una cara de resignación.






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