PRÓLOGO

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La noche había caído, y con eso otro cuerpo inerte de vida caía junto a los otros dos en el suelo del callejón sin salida. La máscara de calavera sería lo que protagonizaría las pantallas de toda la ciudad el día de mañana, pero era lo de menos porque él al final había cumplido con la misión dada.

Cubrió la máscara con la capucha y cruzó la carretera empezando a caminar al otro lado de la acera, asegurándose de que no hubiese nadie que pudiera servir como testigo. Para su mala suerte, si lo hubo.

Estrechó los ojos en una joven chica que había salido del club nocturno un par de calles atrás, ella parecía estar muy distraída discutiendo por teléfono como para prestarle atención al hombre que caminaba detrás suya con las manos metidas en los bolsillos.

La siguió unos metros más hasta que llegaron a una parada de taxis, fue entonces cuando la calló colocando una mano por encima de su boca y nariz, la cogió del cuello y la arrastró a la parte trasera del local en el que minutos atrás había estado. Allí le dió un golpe seco con la pistola que traía escondida en el cinturón de sus pantalones antes de coger su bolso y llevárselo junto a otras pertenencias para que pareciera un robo haciendo poco caso al charco de sangre que salía de su cabeza.

Normalmente no se fijaba en el físico de sus víctimas, le daba igual si era hombre o mujer, guapa o fea, pero esa vez sus ojos azules le habían llamado la atención hasta el punto de revisar su teléfono y encontrar su dirección. Con una sonrisa que dejaba a relucir sus intenciones lo tiró a un lado de la carretera y se marchó con la idea de volver a verla pronto si no había quedado muy malherida del golpe.



Cerré las cortinas de mi ventana sabiendo que esa noche también me estaría observando desde lejos, la sombra que había visto al aproximarme antes me lo había hecho saber.

La cortina no era lo suficientemente gruesa, así que mi reflejo se podía ver desde fuera. Me di la vuelta y me solté el pelo antes de quitarme la camiseta de tirantes que tan bien se adhería a mi cuerpo. Quería que supiera que no me daba ningún miedo a pesar de saber que había una probabilidad de que fuera la persona que me había atacado varias noches atrás, esperando a que diera algún paso en falso para atacarme de nuevo y esta vez acabar con mi vida.

La gente a mí alrededor insistía en que solo había sido un robo, pero estaba segura de que no era ningún ladrón, sino algo mucho peor, y mi curiosidad no iba a dejar que descansara hasta descubrir quién era mientras por las noches luchaba porque su sombra no me alcanzara. Era mi pequeño secreto.



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