08 | the threat

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng










OCHO
la amenaza







Después de una docena de bailes, apenas puedo mantenerme en pie. La noche en vela, los bailes y la bebida de antes hacen que mi cabeza parezca a punto de estallar de dolor. Me siento en unos sofás, buscando a Finnick con la mirada. O a cualquier rostro conocido. No hay ni rastro de él. ¿Dónde se habrá metido?

—¿Buscas a alguien, querida?

Me giro de golpe y veo a Vicky frente a mí. Dae la sigue en silencio. Fuerzo una sonrisa.

—Solo estaba intentando encontrar a Finnick. Pero ya aparecerá. Me alegro de verte, Dae.

Vicky se sienta a mi lado y Dae toma asiento frente a nosotras. Su rostro permanece impasible, pero distingo el maquillaje corrido, el pelo alborotado y las ropas arrugadas. Han tratado de camuflarlo, pero es imposible ocultar todo. Además, tengo la impresión de que Vicky tampoco quiere que no se note lo que ha sucedido.

Es una victoria tener a un Vencedor para ti. Apuesto a que a les gusta presumir de ello.

—¿Estás disfrutando la fiesta, Leilani? —pregunta Vicky, tendiéndome una copa que no puedo rechazar.

—Sí, mucho —miento.

—Te he visto bailando antes. Eres una bailarina popular, ¿no? Aunque es normal. Aquí todos te adoran.

—No creo que sea para tanto —murmuro.

—Sí, lo es. —Sacude la cabeza, divertida—. ¿Has visto la muerte de esa chica en las pantallas?

¿Ha habido una muerte? No me he enterado de nada. Mi corazón se encoge. ¿Ha sido Rue? ¿Snow no ha cumplido con su parte del trato?

—¿Quién ha muerto? —pregunto, con algo de histeria en la voz.

—La chica del 8. ¿Mackenzie? No recuerdo su nombre —admite, encogiéndose de hombros. Dae aprieta los labios—. Encendió una hoguera y se durmió. Una estupidez, ya ves. Los profesionales la encontraron. Casi descubren a Katniss, que estaba en un árbol cercano. Se ha enterado de que Peeta está en la manada. Todos están preguntándose qué pasará con los trágicos amantes del Distrito 12.

Ha hablado muy rápido y eso, sumado al alcohol y a su insufrible acento, hace que me cueste seguirle el hilo. Asiento un par de veces, lo que ella entiende como que deseo que siga hablando.

—Siempre me ha gustado ese distrito, ¿sabes? Creo que tiene potencial. Recuerdo que patrociné a la niña del 12 en tu año. Pensé que podría ser divertido si hubiera acabado ganando... ¿Cómo se llamaba?

Contengo las ganas de darle un puñetazo. Yo sí recuerdo bien a la chica del 12, con más claridad que a otros tributos. Tenía solo doce años, pero se las arregló para llegar bastante lejos.

Recuerdo que yo la vi morir.

—Rosemary —respondo, con voz plana—. ¿Rue y Thresh están bien?

Advierto que eso trae a Vicky sin cuidado. Ni siquiera parece escucharme.

—Están escondidos —responde Dae, en cambio. Es la primera vez que habla—. Pero vivos.

Miro a la pantalla, que está mostrando a los profesionales y Peeta paseando por el bosque. Buscando tributos para cazarlos. Esbozo una mueca. Recuerdo cuánto detesté a la manada profesional en mis Juegos y, precisamente, son sus muertes las que más me pesan, excluyendo las de Jared y Annie.

—¿Puedo preguntarte algo?

Miro a Vicky, curiosa. Me asusta lo que pueda ser, pero no es como si tuviera muchas opciones. Asiento con la cabeza.

—¿Hay algo entre Finnick Odair y tú? Sería la noticia bomba de estos Juegos: creo que eclipsaría hasta a los tributos del 12.

—¿Entre Finnick y yo? —digo, y mi voz se vuelve un par de tonos más aguda. Pienso en lo que dijo Rue y las bromas de Johanna. ¿Sí que ven algo que no deberían ver?—. Solo somos buenos amigos.

Vicky levanta una ceja. Sus ojos naranjas me examinan.

—En ese caso, pagaré por él —responde, antes de marcharse— Hasta pronto, Dae.

Fantástico. Cada vez tengo más ganas de marcharme. Es poco probable que consiga patrocinadores aquí, pero acabo de lograr que una mujer quiera pagar por Finnick. Esta fiesta va de mal en peor.

—¿Cómo lo llevas? —me pregunta la Vencedora del 8, y me limito a soltar un gemido por lo bajo y ocultar el rostro entre las manos—. Sí, mi primera fiesta también fue así.

—Odio todo esto —le digo, notando la histeria aflorando en mi voz—. Lo odio, lo odio, lo odio.

—Lo sé —suspira Dae. Lanza una fugaz mirada a su alrededor y se apresura a cambiar de asiento, ocupando el que Vicky usó antes—. Mira, todos hemos pasado por esto. ¿Mi consejo? No bebas más. Deja la copa tan pronto te quiten los ojos de encima. Quédate hasta que la anfitriona se vaya; en el caso de Drusilla, no es muy tarde. Luego, puedes irte libremente. Búscame cuando se largue, si quieres, y nos iremos.

Asiento lentamente. Solo puedo esperar que tenga razón con lo de Drusilla, porque no aguantaré mucho más aquí.

—¡Leilani!

Finnick aparece a nuestro lado. En cuanto le veo, sé que se ha pasado con el alcohol, porque camina dando tumbos y parece tener problemas para enfocar la vista. Me pongo de pie de un salto y le sujeto por el brazo, sintiendo algo de pánico.

—¿Dónde te habías metido? —pregunto, haciéndole sentarse.

—Estaba con Drusilla —responde, arrastrando las palabras—. No quería despegarse de mí. Me ha obligado a beber varias copas. Demasiadas.

—Ya lo veo —murmuro—. ¿Crees que ella se marchará pronto? Llevamos casi unas cinco horas aquí. Sé que las fiestas en el Capitolio duran tres días, pero no puedo aguantar tanto tiempo.

—Sí, Drusilla me ha dicho que la limusina está fuera. Que podemos irnos cuando queramos. Ella se ha marchado ya.

Suspiro, aliviada. Miro a la Vencedora del 8 y asiento. Dae se pone de pie y hago que Finnick se levante; las dos le sostenemos con cuidado.

—Ahora, entonces —digo—. Vámonos.

Guiamos a Finnick hacia la salida. Afortunadamente, nadie nos pide bailar. Varios nos observan y murmuran, pero no se acercan.

Un avox nos acompaña hasta la limusina y nos abre la puerta del coche. Hago a Finnick entrar primero y luego voy yo.

—Mi coche espera detrás —me informa Dae, echando un vistazo a su espalda—. Marchaos vosotros, yo tengo que cogerlo. Nos veremos mañana.

Asiento y me despido de ella. Cierro la puerta y el vehículo empieza a moverse.

—¿Has conseguido patrocinadores? —pregunto, tras un momento de duda. Finnick se ha dejado caer en el asiento y no parece encontrarse bien del todo.

—Ni uno.

—Ni yo.

Suspiro y me echo hacia atrás, cruzando los brazos. Ha sido un esfuerzo inútil el asistir a la fiesta, o así me siento al menos. Sigo mareada por el Cóctel de Vencedores, como me han dicho que se llama. Solo quiero llegar al Centro de Entrenamiento y tumbarme en mi cama.

—No te preocupes. Ya conseguirás más —dice él, tratando de incorporarse—. Además, tus dos chicos están vivos. Y sabes que aguantarán una semana. Tienes tiempo.

—Eso no hace que deje de preocuparme —susurro—. ¿Tú no estás preocupado por Marina?

—No —responde, y su sinceridad me pilla por sorpresa—. Ha dicho todo tipo de cosas desagradables sobre ti. Me ha contado varias veces que quiere matar a Rue para hacerte sufrir. Se ha negado a escucharme una y otra vez. Te odia por lo de Annie. No estoy preocupado por ella. Se las apañará en la arena. Por quien estoy preocupado es por ti.

—¿Por mí? —repito, sin entender—. No soy yo quien está en la arena ahora mismo.

Sus ojos verdes me observan. Recuerdo lo fascinada que me sentía por el tono de éstos cuando lo conocí. Aún sigue impresionándome, porque parecen el mar, el profundo océano.

Pero no la gran masa de agua que me aterra. Es una que me da paz, calma. Algo que necesito urgentemente ahora mismo.

—Sé que, pase lo que pase al final de los Juegos, tú sufrirás —responde lentamente Finnick—. Y odio que sufras.

—Saldré adelante —digo, con un hilo de voz—. Es lo que hacemos, ¿no? Nos desmoronamos, y luego volvemos a levantarnos. Por mucho que cueste.

—Recuperarse se vuelve algo complicado cuando parece que no haces más que hundirte —murmura, pensativo. Sé que habla tanto de mí como de sí mismo.

—Lo sé, Finn. Lo sé —respondo.

He estado el suficientemente tiempo hundida como para aprenderlo. Sigo recuperándome y no creo llegar a curar las heridas del todo nunca, pero trato de avanzar.

A cada paso que doy adelante, más tentador resulta volver a desmoronarme, pero siempre me he obligado a seguir adelante. Podré seguir haciéndolo, ¿no?

Nos miramos a los ojos y suelto un suspiro. Me inclino hacia él y apoyo la cabeza en su hombro. Él cierra los ojos y me rodea con el brazo.

—Estoy agotado —dice.

—Yo también.

Pero sé que no puedo permitirme estar cansada, porque este es solo el principio de todo.

—¿Nos vemos mañana para ver los Juegos? —pregunto.

Finnick niega con la cabeza y hace una mueca.

—Tengo que hablar con Cashmere, Augustus, Brutus y Enobaria —dice con desagrado—. Por lo de la alianza. Ah, y con Haymitch. Se me hace raro que uno del 12 esté con los profesionales.

—Si te soy sincera, no creo que dure mucho más en la alianza —mascullo—. Los profesionales le matarán más pronto que tarde. Siempre hacen eso.

—No todos somos así —responde Finnick, y no sé si suena ofendido, pero sé que él también está pensando en todas las traiciones que se viven en los Juegos.

En las que nosotros mismos vivimos en nuestros Juegos.

—Hablaba de Cato —respondo, aunque realmente estaba pensando en otra persona—. En su entrevista dejó claro cómo le gustaba matar.

Finnick chasquea la lengua, molesto.

—Sí, Brutus y Enobaria están muy contentos con él. Y con la chica, Clove. Están convencidos de que ganarán este año.

—¿Después del chico del año pasado? No lo sé, dos años consecutivos son raros. ¿Cómo es que él no ha venido este año de mentor?

Finnick niega con la cabeza.

—Nadie quitará a Brutus del puesto —responde, con disgusto—. Le encanta venir todos los años. Y Enobaria también lo disfruta bastante. Si Snow no interviene, tardará aún unos años en venir.

—Tiene suerte —murmuro, porque en mi caso sí que intervino. Solo hay dos Vencedoras de mi distrito, después de todo, y a Seeder la tienen ya demasiado vista en el Capitolio. No hace nada que dé juego y ya es mayor. Apuesto a que estaban deseando que yo viniera—. ¿Y por qué sigues viniendo tú? Ron podría sustituirte perfectamente.

—¿Estás diciendo que preferirías que no estuviera aquí? —pregunta, y no hay no rastro de broma en su voz.

—Claro que no —protesto—. Solo me gustaría saber por qué sigues viniendo, teniendo la opción de quedarte en tu distrito y pasar de todo lo que conlleva estar aquí.

—Lo cierto es que este año pensaba no venir —confiesa él.

Aquello no me sorprende, porque imagino que hay muchos Vencedores que piensan en ello. Lo que me extraña es que haya terminado accediendo a pasar por esto de nuevo: apenas es mi primer año como mentora y estoy odiando cada segundo.

—¿Y por qué has venido?

Finnick gira la cabeza hacia mí.

—Porque tú ibas a venir. Quería verte. Quería ayudarte y estar para ti.

Me siento horrible cuando dice eso, porque significa que Finnick ha escogido no solo el ser mentor, sino el ser vendido durante todo el transcurso de los Juegos, y todo por mí.

—¿En serio vas a dejar que te vendan solo por verme? —murmuro, echándome hacia atrás—. Finnick, no tenías...

—Claro que sí —responde débilmente.

—¿Y por qué? —pregunto, negando con la cabeza. Desearía poder escupirme en la cara o algo similar.

Finnick no responde. Le miro y me doy cuenta de que se ha quedado dormido. Ha bebido demasiado. Contengo las lágrimas, porque sé que todo esto es por mí.

Finnick podría estar ahora durmiendo en su casa en el 4 y no borracho en una limusina en el Capitolio. Sí, me siento despreciable, y más aún cuando me doy cuenta de que estoy totalmente agradecida con él por haber venido.

Le voy a hacer pasar un calvario, pero le tengo a mi lado. Soy una egoísta y una hipócrita. Me pregunto si yo sería capaz de hacer por él lo que está haciendo por mí.

Me asusta conocer la respuesta a esa pregunta.

Duermo durante toda la mañana. Por la tarde, me encuentro con Johanna en la sala de mentores. Su compañero, Blight, está durmiendo en un sofá. Wiress y Beetee, del 3, están en un rincón, y Chaff y Thorburn, del 5, están bebiendo y cantando una canción de borrachos. Maravilloso panorama para disfrutar de los Juegos en la pantalla.

Me siento junto a la vencedora del 7 y miro la televisión. Muestra a Katniss en el bosque, caminando con dificultad. El presentador explica que sufre los efectos de la deshidratación. O encuentra agua pronto o se acabó todo para ella.

—¿Algo nuevo? —pregunto.

—Los profesionales cazando, la chica en llamas deshidratándose y los demás apañándoselas. —Johanna se encoge de hombros—. Tus chicos van bien.

Rue aparece entonces en la pantalla. Está casi completamente oculta en la copa de un árbol. Sus ojos aparecen a través de las hojas. Los profesionales se acercan, así que salta a un árbol cercano sin hacer ruido. La manada se aleja, y le veo sonreír con orgullo a través de las ramas.

—Es buena —comenta Johanna—. Bastante más inteligente que los idiotas de los profesionales. Aunque la del 5 parece también muy astuta. Está siguiendo la estrategia de casi todos los vencedores de su distrito. Ashleen debe haberle dado consejos. ¿Dónde está Finnick?

—¿Por qué debería saberlo yo? —pregunto al instante, sin saber por qué me pongo a la defensiva.

—Lo sabes —responde, como si fuera obvio—. Ayer fuisteis a esa fiesta juntos. ¿Dónde está él?

—No lo sé —digo, solo para no darle la razón.

—Sé que lo sabes.

Johanna me mira, con una sonrisa burlona en el rostro. Frunzo los labios, pero sé que no me sirve de mucho negárselo a Johanna.

—Tenía una reunión con los mentores de la alianza —admito.

—En ese caso, hoy no vendrá. Esas reuniones son asquerosamente largas. —Mira a la pantalla y bebe un sorbo de su copa—. Supongo que los Vigilantes actuarán mañana o pasado si no pasa nada. Desde que mataron a la del 8 no ha habido nada interesante. Los del Capitolio no tardarán en aburrirse.

—A saber qué tendrán pensado para esta vez —digo, en voz baja—. Dicen que Seneca Crane es bueno. Incluso mejor que Lucia Elestren.

—A Lucia la destituyeron cuando gané. —Johanna suelta una carcajada—. Mis Juegos decepcionaron, o algo parecido.

—Pues en los míos lo hizo bastante bien —respondo, con claro rencor en la voz—. El terremoto, la inundación y los mutos acuáticos fueron muy entretenidos, sin ninguna duda. Lo disfruté muchísimo.

—Aquí te adoran, Diosa Dorada —dice con burla—. Les tuviste pegados a la pantalla cuatro días completos. No recuerdo unos Juegos tan cortos en mucho tiempo.

—Que se mataran casi todos en la Cornucopia no fue culpa mía —protesté.

—No, pero fueron unos Juegos increíblemente emocionantes —responde, imitando el exagerado acento del Capitolio—. ¡Oh, no pude dejar de temer en todo momento qué pasaría! ¡Nos diste tan buenos momentos!

Johanna finge enjugarse las lágrimas de emoción y yo mascullo algo por lo bajo.

—¿Estás segura de que no naciste aquí? —pregunto, burlona.

—Acabas de insultarme, querida —contesta ella, aún con ese ridículo acento.

—Pero dudo que eso te ofenda, Mason.

Ambas giramos la cabeza y encontramos a Dae a nuestra espalda. Debe de acabar de llegar. Sonríe, pero muestra unas profundas ojeras bajo sus ojos rasgados.

—¿Qué tal estás, Leilani? —me pregunta, y yo me limito a encogerme de hombros—. Ya veo.

—¿Y tú? —digo. No se me ha olvidado cómo aparecieron ella y Vicky. Dae me imita al encogerse de hombros—. Supongo que las dos estamos igual.

—Así que fuiste a la fiesta —observa Johanna, levantando una ceja. La del 8 asiente—. Debió de ser divertidísima.

—Por supuesto, me encantó —respondió Dae, sarcástica—. Deberías venir a la siguiente, te lo pasarías genial.

Un avox aparece a mi lado y me entrega una nota. Al abrirla, lo primero que huelo es a rosas, que me produce náuseas, del mismo modo que la última vez. La leo rápidamente y me pongo de pie.

—Me tengo que ir.

Las miradas de Johanna y Dae cambian. Ambas asienten. Ya sé que Dae ha pasado por lo mismo, y supongo que Johanna también, a no ser que se haya negado y hayan matado a su familia. No quiero saber qué pasó.

—Hasta luego, Chica Cereal —se despide la Vencedora del 7, con rostro serio.

—Nos vemos, Leilani —añade Dae.

Me marcho a mi habitación a toda prisa y repaso la rutina de preparación que seguí para la fiesta anoche. Me ducho, me visto, me maquillo y me peino. A este paso, acabaré arreglándome todos los días. Voy a la salida del edificio, esta vez sin nadie para guiarme, y entro en la limusina que ya está esperándome.

Cuando llego a la mansión presidencial, un avox me lleva al lugar donde me espera Snow. En esta ocasión, me aguarda en una amplia biblioteca, tumbado sobre un diván y con un jarrón lleno de rosas al lado. El presidente sonríe al verme.

—Me alegro de verte, señorita Demeter —saluda—. Aprecio tu rapidez. Siéntate.

Obedezco y acepto la copa que me ofrece sin siquiera pensarlo.

—Espero que disfrutaras la fiesta de ayer —continúa diciendo. No me sorprende que sepa que fui: han aparecido fotografías mías sola, con otros invitados, con Finnick y con Dae esta mañana en la televisión.

—Sí, estuvo bien.

Miento con descaro y sé que él se da cuenta.

—¿Te recuerdo nuestro acuerdo?

Suspiro con resignación.

—No mentirnos. Lo sé.

—Me alegra que no lo hayas olvidado.

Snow bebe de su copa y me observa con sus ojos de serpiente.

—Tengo entendido que no conseguiste ningún patrocinador.

Aprieto los dientes.

—Lo conseguiré. Aún estamos al principio de los Juegos. Empezarán a verse los que tienen posibilidades de ganar pronto. Rue tendrá patrocinadores.

—¿Y qué hay de Thresh? ¿El chico con el que compartiste un beso el otro día?

Habría sido raro que Snow no lo supiera, pero sigo odiando que parezca saber todo de mí y que controle cada segundo de mi vida.

—Yo no lo planeé —contesto, algo brusca—. Fue cosa de Thresh. No tuve nada que ver.

—Sí, eso esperaba escuchar —comenta Snow, echándose hacia atrás—. Confío en que seas lo suficientemente inteligente como para evitar que eso se repita. La hermana de Thresh podría verse... comprometida.

Aprieto los labios.

—No volverá a pasar —confirmo.

Sus ojos de reptil me examinan. Bebo un poco más y procuro eliminar la tensión de mis músculos, a la espera de que él continúe hablando.

—¿Qué harás con el chico si la niña muere? —pregunta Snow.

Casi me quedo en blanco. Carraspeo.

—Intentaré sacar a Thresh con vida —respondo, intentando sonar firme—. Pero no abandono el plan de salvar a Rue.

No parece darse por satisfecho.

—¿Sabes las pocas posibilidades que tiene de ganar?

—Yo también tenía pocas posibilidades —respondo.

—Tú eras seis años mayor de ella cuando fuiste a los Juegos y tuviste una mejor puntuación en los entrenamientos privados. Además de que tu hermano y querida amiga Annie Cresta se sacrificaron para salvarte. Y no olvidemos a la niñita del 12. De lo contrario, no estarías aquí. Rue no tiene a nadie.

Como siempre, la mención de Jared, Annie y Rosemary me duele. Sé que Snow lo dice precisamente con esa intención y trato de no dejarme intimidar. Miro al presidente directamente a los ojos.

—¿A qué quiere llegar con todo esto?

—A que tu hermana no saldrá viva de esa arena.

Si Snow lo dice, Rue no vivirá. El nudo en mi estómago se aprieta porque basta con que el presidente lo diga para hacerlo una realidad a la que tendré que adaptar mi vida.

Porque Rue no va a volver de aquella arena.

—¿Y qué gana usted diciéndome eso?

—Quiero que te centres en salvar a Thresh.

Aprieto los labios.

—Tampoco he conseguido patrocinadores para él.

—Pues intenta conseguirlos.

—¿Rue sobrevivirá una semana y estará entre los finalistas? —pregunto—. ¿Mantiene esa promesa?

—La mantengo.

Asiento con la cabeza. No voy a abandonar a Rue, no puedo hacerlo. Pero si digo otra cosa, Snow mandará a los Vigilantes que la manten en este mismo instante. Tengo que tratar de mantener el trato.

—De acuerdo. Pero prométame que no la matará uno de sus mutos, ni una de las trampas de los Vigilantes. —Entrecierro los ojos—. Usted no intervendrá. Si Rue muere, será porque uno de los tributos la mate.

Rue puede sobrevivir. Si sigue con su estrategia y huye de los profesionales, manteniéndose oculta, puede ganar. Tengo que confiar en ella. Si Snow me asegura eso, existe la posibilidad de que ella sobreviva.

Tengo que aferrarme a esa esperanza.

—Muy bien —dice el presidente, tras un rato en silencio—. Y ahora, señorita Demeter, creo que sabes lo que toca.

Disimulo las ganas de vomitar bebiendo de la copa de vino y sonrío. Claro que lo sé. Y ya no voy a poder retrasarlo más.

—Sí, lo sé.












maratón 5/5 (se me olvidó subirlo lmao perdón)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro