37.2

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Las dos plantas superiores del club habían cerrado durante la gala de otoño, así que Jungkook le dio un rápido recorrido por los lugares que se habían perdido durando su última visita en la biblioteca.

Ahí pasaron... cosas.

—¿Sigues enfadado por no haberme sacado la sorpresa en el coche? —preguntó Jungkook cuando se detuvieron frente a unas puertas dobles en el cuarto piso.

—Nop.

—Al menos los dos tuvimos orgasmos —dijo con simpleza—. Fue una situación en la que todos salimos ganando.

Jungkook soltó una carcajada cuando Jimin le dio un manotazo en el brazo, con la cara sonrojada, pero Jungkook tenía una sonrisa infantil tan entrañable que no pudo contener su enfado.

—Como he dicho, es algo que es mejor ver que contar. —Jeon inclinó la cabeza hacia la habitación cerrada—. Este es el espacio polivalente. Los socios puedes reservarlo y convertirlo en lo que quieran. Ha sido una sala de conciertos privada, una exposición de muñecas de porcelana antiguas...

Las cejas de Jimin se alzaron.

—Uno de los socios es coleccionista. No preguntes. —se apresuró en decir antes de abrir las puerta—. Con suerte, esto compensa la espera.

Jimin aspiró con fuerza.







Las estrellas brillantes salpicaban las altas paredes y el techo y se arremolinaban bajo sus pies. El "cielo" estaba salpicado de constelaciones, entre ellas Andrómeda, Perseo y una distintiva forma de reloj de arena que hizo a Jimin respirar con dificultad.

Orión. Su favorita.

—No se pueden ver las estrellas desde casa —dijo Jungkook—. Así que te las he traído hasta aquí.

Una bola de emoción se formó en la garganta de Jimin.

—¿Cómo has...?

—Tuve una llamada con tu hermana. Me dijo que era tu favorito. —dijo Jungkook guiándolo hacia la habitación—. Aparentemente, no te callabas sobre Orión cuando era más joven.

Jimin quedó sorprendido. ¿En qué momento se contacto con su hermana?

El rostro de Jungkook se suavizó.

—¿Te gusta?

Jimin unió sus dedos con los de su prometido, su pecho indescriptiblemente apretado.

—Es perfecto.

El hecho de que Jungkook se hubiera tomado la molestia de organizar todo y de consultar con alguien a la que aprecia mucho cuando podría haberlo llevado fácilmente a cualquier otro lugar... tocó una parte de él a la que no había pensado que nadie pudiera llegar.

Los hombros de Jungkook se relajaron y apretó la mano de Jimin en respuesta silenciosa mientras caminaban hacia el centro de la habitación, donde los esperaba una pila de mantas, cojines y una cena.

—Domaine de la Romanée Conti —Jungkook descorche el famoso vino tinto y lo sirvió en dos copas—. Cortesía del sumiller del club.

Esa bebida era conocida por su alta calidad y su limitada producción.

—Sacando la artillería pesada —se burló Jimin—. Jeon Jungkook, ¿Intentas impresionarme?

—Depende —tomó un sorbo del vino—. ¿Funciona?

—Sí —dijo Jimin, ya embriagado con un sorbo delicioso y la noche apenas comenzaba—. Bastante bien.

—Entonces sí, lo estoy —dijo con diversión—. Te estás poniendo rojo, amor mío.

Jimin era extremadamente sensible al vino tinto, hacían que su rostro se supiera rojo después de una o dos copas.

—No es culpa mía —dijo, avergonzado—. Son los taninos.

—Eres adorable —Jungkook pasó un pulgar por la mejilla sonrojada de Jimin.

El malhumorado y melancólico Jeon Jungkook había crecido en los últimos meses. ¿Pero el dulce y juguetón Jungkook? Era la criptonita del corazón de Jimin.

POV JIMIN

Las estrellas centelleaban sobre nosotros como un despliegue de diamantes sobre el terciopelo de medianoche. Eran proyecciones, pero parecían tan reales que casi creía que estábamos en algún lugar de la naturaleza, observando el cielo y escuchando el silencio.

—Cuando era pequeño, nuestros padres nos llevaban de campamento. Mi padre conducía, mi madre empacaba demasiados bocadillos y mi hermana y yo tratábamos de divisar todas las matrículas de los estados en la carretera que pudiéramos.

»Odiaba los bichos y no era una persona muy aficionada a las actividades al aire libre, pero me encantaban esos viajes porque los hacíamos en familia.

—Por la noche, cuando se suponía que debíamos estar durmiendo, mi hermana y yo nos escabullíamos de nuestra tienda y contábamos las estrellas —continué—. Fingíamos que eran personas que vivían en un reino celestial y nos inventábamos historias de fondo para todas ellas.

—¿Alguna interesante?

Sonreí.

—Toneladas. Uno conspiraba para derrocar al gobernante del reino. Otra tenía una aventura con el guardia de mayor confianza de su horrible marido. Las estrellas fugaces eran personas que habían sido exiliadas y arrojadas a la tierra.

Jungkook rió.

—Suena como una telenovela.

—Éramos niños, ¿ok? No me digas que nunca imventaron historias así.

—Sientoo decepcionarte, pero mi imaginación no es tan buena como la tuya —frotó un pulgar sobre la cadera de Jimin—. Mi familia nunca fue de camping. Mi abuelo era estrictamente un tipo de resort o finca privada. No quería que Joo Hyuk y yo perdiéramos el contacto con nuestra cultura, así que nos enviaba a Italia con So Jo cada verano. Teníamos casas por todo el país. Roma, Toscana, Milán... visitábamos un lugar diferente cada año.

—¿Cuál es tu lugar favorito en Italia?

—Villa Serafina. —la finca de su familia—. El lago, los jardines... a los doce me parecía mágico.

—Donde se celebrará la boda —murmuré—. No puedo esperar a verlo.

—Sí. —una nota extraña entró en la voz de Jungkook—. Donde se celebrará la boda.

—Mi madre no lo querría de otra manera —dije secamente—. Al menos mi padre no me acosa también sobre los patrones de la vajilla. Consiguió la fecha que quería. Eso es lo único que le importa.

—Ya me lo imaginaba. —El tono de Jungkook se enfrió como siempre lo hacía cuando hablábamos de mi padre.

Levanté la cabeza. Una expresión de distracción cruzó su rostro, pero desapareció al verme mirar.

—No te agrada mi familia.

Cada vez que mencionaba a mis padres, la cara de Jungkook se apagaba y podía sentir que se retraía mentalmente.

—No me gusta mucha gente —dijo evasivamente—. Pero si somos sinceros, Naun y yo nunca seremos mejores amigos. Tenemos diferentes... visiones de la vida.

Antes de que pudiera responder, me cogió la cara y rozó mis labios con los suyos.

—No hablemos más de la familia —dijo—. Tenemos la habitación para nosotros solos por esta noche, y se me ocurren algunas otras cosas que preferiría estar haciendo...

Cualquier resistencia que tuviera se derritió cuando profundizó el beso. Mis labios se separaron y mi suspiro lo invitó a entrar.

Deslizó su lengua contra la mía, con sabor a vino, calor y pecado.

Jungkook tenía razón. Era una noche hermosa, y no había razón para empañarla hablando de la familia.

Una persistente sensación de inquietud me recorrió la nuca, pero la aparté.

¿Y qué si Jungkook y mi padre no coincidían en todo?

Era de esperar cierto antagonismo entre los padres y sus yernos. No era como si fueran a pegarse en la próxima reunión de vacaciones.

Además, mis padres vivían en otra ciudad. De todos modos, no los veríamos mucho.

No tenía por qué preocuparme.

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