Capítulo 1

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Resumen de advertencias que casi nadie nunca lee: esto es +18 (Por uso de drogas, mención a ciertas drogas etc.) pero como sé que te vale verga, pues yo nomás te advierto :D 

¿De qué país me leen? :3 

Bueno, empecemos: 



¿Quieres saber quién me mató? Bueno, primero debemos viajar hacia el pasado, al famosísimo y repugnante bar en el que canté por primera vez.


—Mire, hagamos un trato: usted nos deja pasar y mi amiga Mía mañana le traerá unos deliciosos panqueques rellenos con dulce de leche.

—Soy diabético.

—¡Por favor! Necesito audicionar para ser la vocalista de una banda... ¡De usted depende mi futuro! Es una gran responsabilidad, ¿eh? 

Nos ignoró. 

—¿Y si le doy una noche de pasión? —soltó Mía. 

—¡Oye! —le susurré—. ¿Estás loca? 

—¡¿Qué?! —susurró de vuelta—. Es solo un engaño... ¡Los hombres siempre caen!

—Ya les dije: no van a pasar, y si siguen insistiendo me veré obligado a llamar a la policía para que las arresten.

Había pasado algunas noches en la comisaría local. A los policías ya les agradaba. Cuando me veían era algo así como: «Oh, tú de nuevo. ¿Cómo estás? Cuéntame, ¿qué hiciste ahora?» 

El guardia mantenía su postura: recto y con las manos firmes en su regazo. Se movía solamente para dejar pasar a las chicas adineradas que le mostraban una especie de ticket y que de por medio aprovechaban de dispararnos miradas desdeñosas. Al parecer, era muy notorio que nosotras no pertenecíamos a ese círculo de lujos y de buenas meriendas.

Resultaba claro que nos iba a dejar entrar, así que nos alejamos unos cuantos metros, pasamos por debajo de una malla metálica rota y comenzamos a trepar la ventana que daba hacia el bar.

—¡Rápido! —regañó Mía dejando que yo colocara mis zapatillas en su hombro— . ¡Apúrate! ¡Nos van a atrapar y nos sacarán con una pura patada en el culo!

—¡Qué ya voy! ¡No soy tan alta como tú!

Lo intenté, pero me impulsé tan fuerte con los brazos que ¡AAAH! Caí de cabeza contra el cemento. 

Oh, eso dolió, pero me paré con dignidad y acomodé mi cabello detrás del hombro con orgullo, pese a que sentí que se me había reventado una tripa. 

A mí nadie me iba a humillar. 

Lo bueno es que nadie nos vio..., o al menos eso creía.

—¡Debí grabar eso! —Mía soltó una carcajada dando un brinco desde la ventana hacia el suelo—. ¡Oh, Dios, esto jamás se me va a olvidar!  —continuó riendo.

No me extrañaba, me molestaba por todo.

—Claro, ríete —vociferé mientras me sacudía la ropa—. Estoy aturdida. 

No me caía duda que Mía haría un gesto de absurdez.

Pero, espera, porque esta es la parte de mi vida donde comienza el reloj a hacer: tic, tac, tic, tac. Tu camino hacia la muerte se ha activado.

Hay muchas formas en las que puedes activar tu camino hasta la muerte; por ejemplo, puedes estar amarrada a una silla en una habitación desolada y activar un cronómetro al moverte..., o también puedes pasar a llevar un cordón que activa una bomba y ¡boom! Te mueres. En mi caso, fue haber entrado a este maldito bar.

Me llamó mucho la atención que la gente comenzara a acumularse con entusiasmo cerca del escenario. Los jóvenes que vestían chaquetas de cuero con tachas y cabellos rebeldes de todos colores comenzaron a aglutinarse cerca del escenario. Las muchachas expresaban cierto nerviosismo acompañado de un coqueteo y picardía evidente. Me pregunté qué estaba pasando en ese momento, pero es que nunca tenía idea de nada. 

—La gente se acumula porque tocarán los Freedman. —Mía me codeó para que mirara al escenario.

—¿Los Freedman? —pregunté, ladeando mi cabeza—. ¿Y esos quienes son? 

En honor a la verdad, solo vi un anuncio en un poste de luz donde decía que necesitaban una vocalista. Y como yo cantaba un poco, creí que sería bueno audicionar. ¿La razón? Estaba muy corta de dinero. Más de lo habitual.

Uno de los tantos motivos que me condujo hacia mi muerte. 

—¿En serio eres tan despistada como para no conocerlos? —insistió Mía. 

Al ver mi evidente rostro de no saber lo que pasaba, me jaló hacia el centro del escenario, arrastrándome donde todas esas chicas que gritaban como si el mundo se fuera a acabar. Segundos después y gritándome al oído, comenzó a explicarme quienes eran, uno por uno a medida que subían al escenario y afinaban los instrumentos.

—La banda que busca una vocalista la cual quieres audicionar es la banda de aquellos hermanos. —Apuntó—. Mira, ¿ves al guitarrista de allá? Ese chico rubio, casi platinado, ojos azules y párpados totalmente enrojecidos... Bien, ese es chico es Alex, Alex Brown. Amigo de ellos.

—Luce cansado a mi parecer —grité en su oído.

—No está cansado, está drogado hasta el culo.

—Ah.

—Ahí en la batería se instaló nada más ni nada menos que John Freedman.

John era algo exótico, de una piel muy saludable que combinaba a la perfección con sus indiferentes y almendrados ojos pardo. Su cabello era de un castaño claro cobrizo, de hebras un poco onduladas y desordenados. Sus labios traviesos que sostenían un cigarrillo eran bastante rojizos y un tanto gruesos, como si ahí almacenara el noventa y nueve por ciento de su coquetería. Era alto, y también esbelto. En ese momento vestía con una sudadera roja, mucho más ancha que su cuerpo. Me dio la impresión de que sabía que era lo suficientemente atractivo como para que todos desviaran la mirada hacia él. Ese muchacho marcaba presencia aunque no le prestara atención a nadie.

—Los rumores dicen que es muy difícil de sobrellevar.... Pero es muy ardiente...

Y no lo niego, la verdad. John era a simple vista, adictivo de mirar. Sin embargo, era de las que creía que un rostro bonito no necesariamente tendría un alma bonita.

También vi a un muchacho de cabello negro y desordenado afinando el bajo. Increíblemente, sus ojos verdes centelleaban con el juego de luces del recinto. Su estatura, contextura y su piel clara  era similar a la de John. Vestía una remera negra bastante espaciosa, unos pantalones con múltiples bolsillos y unas zapatillas blancas algo sucias. A simple vista, se notaba un chiquillo realmente relajado.

—Y ese al que miras, es Chris, Chris Freedman. ¿No has escuchado de él? —preguntó en voz alta, casi gritándome en mi oído. Al ver que solo negué con mi cabeza, se preparó para contarme—: Él y John son mellizos, y son los más adinerados de aquí de la zona. Bueno, lo eran. Su poderoso padre los desheredó porque no soportó que se salieran de la escuela y que se dedicaran a esto. Se dice que John pasó con nota perfecta, pero no le interesaba todo el rollo del estudio y Chris... Bueno, él reprobó todo y lo terminaron expulsando. Si te unes a la banda tienes que saber que el complicado y de carácter realmente retador es John. Chris es más blando y dicen que hasta es medio romántico.

Esas dos últimas palabras las susurró con cierta confidencialidad chismosa, como si fuera algo realmente extraño presenciar a un chico romántico.

Y entonces, ya habían comenzado a tocar y el caos se había disipado como el sol espantando a la niebla. ¡Boom! Los gritos de las chicas se acentuaron y los hombres reacios y sudorosos del fondo comenzaron a avanzar y a empujarse entre sí, zarandeándonos para todos lados. Nació de inmediato mi impulso por corretearlos. Qué asco. 

Me quedó claro, eran poderosos.

Y yo de cierta manera, anhelé pertenecer ahí, junto a ellos, sin esperar lo que me pasaría a futuro.

Lo que nos pasaría a futuro. 

Qué estúpida.

De todas maneras, existía un problema: había una rubia cantando.

—¿Y esa quién es? —pregunté, curiosa—. Creí que necesitaban una vocalista.

—Ella es Javiera. Creo que es la mejor amiga de Chris. Solo la tienen como reemplazo. No canta muy bien.

—¿Cómo es que sabes tanto?

—Wikipedia.

—¿Wikipedia? ¿Están en Wikipedia?

Mía estaba lista para hablar, pero ¡ka-boom! De un momento a otro las luces se apagaron.

Y todos quedamos a oscuras.

Los murmullos ansiosos de las personas comenzaron a notarse. Comenzaron a gesticular confusión, cejas fruncidas, miradas desesperadas y susurros preocupados. ¿Qué sucedía? Mía creyó que se pudo tratar de algún corte de luz o simplemente que llegó la policía, por lo que sacó su celular del bolso un tanto apurada para prender la linterna. Lamentablemente, fue en vano porque: ¡Redoble de tambores! ¡Tss! ¡Todo era parte del espectáculo! Las luces volvieron a prenderse: destellos plateados, oscuridad, destellos, bombos, saltos, luces que comenzaron a pestañear a la velocidad de la luz, chicas subiéndose a las espaldas de los muchachos más altos rogando alcanzar a los Freedman. ¡Era el caos máximo! Traté de estabilizarme, traté de salir de ahí, ¡pero a Mía se le había caído el celular y no había caso de recuperarlo!

—¡Callie, mi celular! ¡Me lo compré apenas ayer! ¡No! ¡Mi mamá me va a estrangular!

Me limité a empujar a los borrachos de adelante para intentar buscar el aparato, pero es que no tenía paciencia con esa gente...

—¡Quítate, lerdo!

—¡¿Sabes lo que dirá mi mamá cuando le diga que quiero otro?! —lloriqueó—. ¡Dos te voy a comprar! ¡¡Dos!! ¡Y eso es un rotundo no!

Miré al escenario de una manera repentina y lo vi a él, riéndose de nosotras.

—¡Quiero bajarme del auto!

—¡Claro que no!

—¡Ahora, Chris! ¡Para el auto ya!

Chris Freedman mientras tocaba el bajo cerca del amplificador más cercano al público, se estaba riendo de nosotras.

Cruzamos miradas (...) y lo que me extrañó de todo eso fue que sostuvo ese contacto visual. Luego siguió, con la sonrisa aún en el rostro. 

Hice una mueca de confusión. 

Pero agradecí cuando la canción y el espectáculo terminó. Pude recoger el celular, observándolo como si fuera una especie de hostia sagrada. Claro que estaba hecho puré. 

—Ve el lado positivo, al menos se ve la hora —me atreví a decir.

Ella entreabrió sus labios para debatirme, pero el problema del celular no fue nada cuando vi pasar a la banda en hilera hacia nuestro lado. Se dirigían hacia las mesas V.I.P del fondo. Advertí que todos se habían detenido para mirarlos y sacarles fotos.

Exagerados igual, ¿no? Si ni mi abuela los conocía.

Aunque mi abuela estaba bajo tierra ahora que lo recuerdo...

Mejor que se hubiera muerto la veterana. 

Bien, sigamos:

John Freedman traía puesta la capucha de su sudadera Supreme, así que solo se veían pequeñas partes de su cabello ligeramente ondulado y revuelto. Sus manos reposaban en los bolsillos de su pantalón negro y hacía globos con un chicle mientras pasaba. Había empujado mi hombro, pero ni se molestó en mirarme.

Después pasó Chris prendiendo un cigarrillo. Se giró para verme y torció la sonrisa. 

La rubia, alias la vocalista, se le adelantó y él se ofreció para acomodar su brazo por su cuello para irse abrazados. Yo estaba cerca de ella, así que también pasó rozando mi hombro; pero a diferencia de John, ella me dio una mirada amigable.

¿Qué tanto me miran? ¿Tengo un moco o qué?

Cuando salí de mi turbación, la batería del celular se había caído de mis manos. Pero antes de que pudiera recogerla, alguien lo hizo por mí.

—Le tienen bastante fe a ese celular, ¿eh?

El rubio recogió el celular con cierta elegancia. Todo se estaba dando a mi favor en ese entonces.

Los ojos de ese chico me continuaban resultando extravagantes con ese color añil, ojeras casi moradas y esa rojez de los párpados superiores como si estuvieran algo inflamados. Era como si padeciera de sueño todo el tiempo, pero cuando quería dormir, no podía. 

—Tú debes ser Alex Brown, ¿no es así? —vi la ocasión para preguntar, alternando la vista entre él y Mía—. ¡Soy tu fan!

—Espera, ¿tenemos fans? —inquirió, ceñudo.

No.

—Sí. Los he estado siguiendo hace un tiempo, ya que vi anuncios sobre que necesitaban una vocalista. —Él solo asentía de manera amigable, quizá ni atención nos prestaba—. Me llamo Callie Morgan y me preguntaba si...

—¿Morgan? Conozco... a alguien de apellido Morgan. Marcos. ¿No serás algo de él?

—Eh... sí, de hecho es mi hermano. 

—¡Con razón me parecías conocida! Vivía cerca de Marcos y... éramos amigos. Pero bueno, le das mis saludos.

Se quiso marchar, pero no podía dejarlo ir...

—Oye, espera, espera..., quiero audicionar para la banda... Vi un anuncio y...

—Ah, sí, mira —llamó a un sujeto bastante parecido a Hopper de Stranger things—, con él tienes que hablar todo esto, él es Franco D'rulo, productor de discos. Ahí le explicas sobre lo de la audición. Bien, cuídense chicas ¡Espero verlas de nuevo! Ojalá quedes.

Con seguridad puedo decir que Alex era el más amable de todos. Pese a que su rostro me indicaba que estaba viajando por marte o que estaba dentro del álbum del Sargento Pimienta, me resultaba genuino.

El productor venía con sus gafas de cristal amarillo. Tenía un cigarrillo en la boca y nos sonrió casi a la fuerza, sin mostrar los dientes. Según yo, era bastante exótico para su edad, sobre todo porque tenía el cabello pintado mitad rosa y mitad verde; además, dejaba a la vista un ombligo que podía tomarse como muestra en una placa petri.

Estaba segura de que vi un par de hormigas paseándose por ahí, pero no quiero sonar habladora. 

Enfoqué bien la vista. 

—Bien, antes de que me digas algo, créeme, pocas veces me convencen; así que no te molestes. —Sacó billetera del bolsillo trasero de su jeans—. Siempre es lo mismo, ya sabes, «soy lo que ustedes buscan», «tengo la mejor voz desde Blondie» o «toco la guitarra como Joan Jett» y bla bla. —Suspiró—. No tengo tiempo.

—Por favor... ¡Necesito una oportunidad! De verdad que no lo defraudaré... Solo escúcheme, ¿sí? Traje un pendrive... Puede oír como canto y... 

—¿Crees que eres lo que andamos buscando? Pues lamento decirte que no. Eres corriente, básica... No... No llamas la atención, y eso no me sirve, niñita. Nos vemos, prueba con otra cosa. 

Eso dolió, lo admito.

Comenzó a avanzar hacia la sala V.I.P, dejándome parada como las estúpidas. Humillada. 

—Debería depilarse el ombligo mejor —solté. 

—¡Lo tendré en cuenta! —me gritó sin voltearse. 

Le di una patada al piso, furiosa. 

Creo que fue en ese instante donde pensé que todo el mundo se me venía abajo. Era mi oportunidad de conseguir dinero rápido. Y no lo logré.

Comencé a ponerme ansiosa y a repiquetear mi pierna. Una de mis manos tembló un poco cuando la llevé hacia mi boca para morderme las uñas.

—Callie, lo siento mucho —lamentó Mía—. ¡Ese tipo es un idiota! ¿No tienes buen escote? ¿Es en serio? Hay que vengarnos.

—¿Y cómo? —Continué mordiéndome las uñas, con la mirada fija en la nada. 

—Únete a su banda rival.

—¿A su banda rival? ¿Quiénes?

—Los BulletFord. —Se acercó a mí con cierta confidencialidad—. Hoy no tienen permitido tocar porque siempre se van turnando. ¿Quieres hacerlos arder? Pues ofrécete como su vocalista. Nada le molesta más a los Freedman que no se cumplan los tratos entre bandas.

Me quedé pensando. ¿Era buena idea hacerles competencia a los hermanos? ¿Realmente era lo correcto pasar a llevarlos así? Bueno, como te lo imaginarás, acepté.

Mala jugada. ¡Pésima!

Tic, tac, tic, tac.

Y como por primera vez en mi vida me hice notar, e hice justamente lo que Mía me sugirió, sentí miedo por lo que estaba pasando. En ese momento me di cuenta de que no debí haber jugado con ellos. En ese momento tuve mi primer encuentro con John Freedman.

Y vaya que fue mala idea meterse con él.

Sobre todo, por, ya sabes, todo lo que pasó esa noche antes de mi muerte.

¿Lo recuerdas, John?

Yo sí, perfectamente.


No olvides dejarme tu voto, lo agradecería :D 

Para los que están leyendo la nueva versión, los cambios parten desde el próximo capítulo, donde hay una nueva escena y las cosas pasan de diferente manera. 

¿Listos para ver papi John en el siguiente capítulo? Nos vemos!(❁'◡'❁)

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