Capítulo 27

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Este capítulo puede ser sensible para algunas personas ya que aborda temas como el abuso sexual. Si no quieren leerlo, les dejo en notas de autora un resumen.


(**)














UNA PARTE DE LA REVELACIÓN DE LO SUCEDIDO EN LA FIESTA DE CUMPLEAÑOS DE CALLIE. 

Y LO QUE CONLLEVA UN VIAJE ÁCIDO.


Eran las cinco y veinte de la noche y todo se tornó de negro. Las luces se habían apagado y la gente dormía en el suelo en una disputa por cubrirse con las pocas frazadas que habían disponibles. Teníamos acceso V.I.P en la habitación de Chris, pero se colaron algunas personas.

Javiera y yo estábamos envueltas en una sábana y nos reíamos por lo bajo. Aunque, si algo nos hacía mucha gracia, era imposible no soltar una carcajada y despertar al resto.

—¿Quieren dejar dormir la por la puta madre? —refunfuñó un sujeto que estaba a una distancia poco prudente de nosotras.

Javiera le lanzó un cojín y volvió a reír.

—Alex una vez —continuó entre risas— puso... puso su trasero en la fotocopiadora y... ¡las repartió por la ciudad! —dijo y estallamos en una carcajada—. ¡Creo que me voy a orinar!

—¡YA CALLENSE!

—¡Hey! Hablando de Alex, ¿¿cómo estará??

—Él estará bien, yo lo sé. Es solo que es muy ansioso por naturaleza y... con drogas por delante es aún peor. Cae y vuelve a caer desde que tenía quince años...

—¡¿Quince años?!

—Su madre le dio a probar a esa edad. Cada vez que voy a su casa ella está colgada —susurró.

Exhalé profundo con un poco de pena. La vida no era fácil para ninguno de nosotros, pero seguíamos sonriendo cuando estábamos juntos. Supongo que eso era lo más lindo, ¿no?, que  todos nos entendimos y nos complementamos mientras yo estuve viva.

Estábamos tan cubiertas con las mantas que solo se nos veían los ojos. Después de tener punzadas en el estómago de tanto reír, nos quedamos unos minutos mirando hacia el techo. Bueno, no duró mucho, porque, cómo se imaginan, ella era alguien que no podía permanecer en silencio ni durmiendo, así que volvió a chismorrear con entusiasmo:

—¿Tuviste sexo con John?

—¡¡¡Shhhhh!!!

—¡Ups! Perdón —susurró—. ¿Tuviste sexo con John? —dijo, pero más bajito.

—No sé de dónde sacaste eso, Jav.

—Andas con su ropa, hueles a él y tienes cara de haber tenido sexo.

—¡Cuál es la cara de haber tenido sexo! —reí.

—¡Vamos! ¡Es obvio! A John le gustas..., pero no lo reconoce.

—¿Tú crees? —La miré, interesada, pero después me di cuenta de mis palabras—. Digo... ¡No, no le gusto! Fue solo sexo y ya...

—¡Entonces tuvieron sexo!

Yes, sweetheart! Ellos tuvieron sexo, ahora dejen dormir —intervino otro sujeto que estaba a nuestro lado—. Menuda mierda de conversaciones que no le interesan a nadie. Me cago en la puta.

Entorné los ojos y le dije a Javiera que iría al baño. Así que me puse de pie y, entre risas, salí de la habitación de Chris y me dirigí por el pasillo hasta el fondo. Claro, yo nunca pensé que sería la última vez que volvería a sonreír de manera real...

—Hemos estado tratando de sobornarlo todo este tiempo y no hay resultados, joder. ¿Eres imbécil, Meredith? ¿Te entra en tu cabeza hueca? ¿O eres tan idiota para no entenderlo? —Escuché susurrar a alguien desde una habitación.

Como un rayo, me afirmé en la pared y miré sutilmente por un resquicio de la puerta. ¿Qué era lo que no entendía Meredith y por qué parecía bajo los efectos de la sumisión?

—¿Qué? ¿Me vas a golpear por no querer participar en esto? —preguntó ella, desafiante.

—Ya lo he hecho y no tengo ningún problema en hacerlo de nuevo, créeme.

—No necesita saberlo, Dylan.

—¡Consigue el maldito dinero, Meredith o Deni terminará por matarnos a los dos!

—¡No es mi culpa que te gastaras todo tu puto dinero en juegos de azar y que ahora debas dinero! ¡Ni en jodida broma te puede pagar! ¡De dónde!

—Es que yo sabía que no podía confiar en ti. ¡En qué momento si tu cabeza es del porte de un puto maní! Eres... una inútil, una mierda. —Pateó la base de la cama.

—Calma... yo... yo trataré de hablarle, ¿sí? Pero no es necesario filtrar el video, Dylan. Tú saldrás perjudicado también.

—¿Desde cuándo tu papel de buenita? No me vengas con esa mierda ahora. —La tomó de las muñecas—. Vas a hacer lo que yo te digo, siempre. Recuerda que yo soy el único que te soporta. Mírame. —Le levantó el mentón, obligándola al contacto visual—. Repite conmigo: Eres el único que te soporta. ¡Repítelo, Meredith!

Ella desviaba la mirada con pavor, pero él, de alguna u otra manera, se las rebuscaba para que devolviera la vista hacia sus ojos castaños.

—¡Ya, Dylan, está bien! ¡Conseguiré el dinero, lo haré! —sollozó.

Él la soltó de un empujón, pero antes de que se pudiera ir, escuché la verdad.

Mi verdad.

—Pero que te quede claro y que te quede bien grabado, Dylan. Algún día ella sabrá que tú, eres su violador.

Tapé mi boca automáticamente con ambas manos. Creo que aquella confesión nubló todo mi uso de razón. Más allá de sentirme fatigada, con las piernas y manos adormecidas y con un corazón tan acelerado, me sentí inútil, sucia e increíblemente frágil. ¿Cómo es que ellos sabían algo así y yo no? ¿Por qué ella no me lo dijo? ¿Por qué se sentía tan horriblemente mal que me hayan visto la cara de idiota todo ese maldito tiempo?

Resulta que las voces que sonaban de manera constante en mi cabeza recobraron todo el sentido del mundo. Era Dylan el que hablaba. Mi abusador. El del video... 

¿Acaso mi cerebro bloqueó el recuerdo?

Una lágrimas se escaparon hasta mi barbilla, pero no tuve tiempo de continuar, porque cuando él salió de la habitación, sus ojos penetraron con los míos.

El depredador y su presa.

De manera ralentizada ocurrió, como si el mundo que giraba a nuestro alrededor, se hubiera pausado y solo quedáramos nosotros dos. Yo, con tercianas que gritaban por ayuda, y él con un rostro serio, imponente, capaz de paralizarme, de dejarme sin habla y de hacerme sentir vulnerable. Patética.

Resultaba que era cuestión de tiempo que yo me enterara de esa situación, pero el estar al frente de alguien que gozaba la dicha de la influencia y de la posesión, me hizo decirme a mí misma que no debía cuestionar nada. Él sabía que yo lo había escuchado, sin embargo, solo  esbozó una sonrisa de medio lado y se fue caminando hacia abajo.

Él había abusado de mí y yo simplemente actué como alguien que le daba la razón. No sé si por miedo o porque aún no estaba segura si había oído bien. Pero lo dejé ir y ya..., sin ponerlo en duda ni un puto segundo. ¡Ni un puto segundo!

Agudicé mis ojos aguados hacia Meredith.

¿Valía la pena hablarle? ¡Claro que no! ¡Solo opté por darme la media vuelta para huir luego de todo y de todos! Quería desaparecer, que quería olvidar, que quería... Qué quería consumir drogas hasta matarme.

Corriendo, me desplacé hasta la entrada de la finca, quedando a centímetros de la carretera desolada. Resultaba que la noche estaba tan jodidamente tétrica y eclipsada por secretos que la neblina no quería borrar. Incluso la luna llena iluminaba y destapaba esas verdades tan dolorosas y abrumadoras de una manera tortuosamente silenciosa.

—¡Espera, Callie!

—¡Eres repugnante, Meredith! ¡Por qué demonios no me dijiste nada! ¡Te rogué que me ayudaras y no lo hiciste! ¡Abusaron de mí, Meredith! ¡De mí! ¡¿Acaso sabes cómo se siente eso?!

—¡Porque me obligó a hacerlo! No quería que se enojara conmigo, no quería...

—¿Qué te golpeara?

—Ha amenazado con matarme, ¿vale? ¡Siempre lo hace!

Noooo, ¡Tú no te vengas a hacer la santa, maldita hija de puta! ¿Ahora estás asustada? ¡Una persona asustada no se ríe de la situación como tú lo hiciste conmigo una y otra vez!

—Callie...

—Dame las llaves de tu moto.

—Pero...

—¡Dámelas!

—No puedes manejar en ese estado, estás demasiado alterada... 

—¿Cuando sucedió lo del video? 

—No... no sé... Yo solo lo vi que lo tenía en su celular para... para... 

—¡Para qué! 

—No... no puedo decirte... Pero... Quiere utilizarlo para... ¡Ay, no sé lo que tiene en mente! —Se largó a llorar. 

—Dame las llaves entonces. 

—Callie. 

—¡DÁMELAS! 

Ella revisó el bolsillo de su pantalón con las manos temblorosas y me las lanzó. Apenas las recibí, me subí y la puse a andar. No sabía en ese instante lo que pasaría conmigo. No me importaba en absoluto.

(**)

... Y mientras la gélida noche golpeaba mi cuerpo, las lágrimas se esfumaron con el viento. Mi cuello desnudo recordó aquella foto donde él lo besaba como si fuera de su propiedad. Lloré y lloré que, por un momento, pensé en desviar la moto hacia cualquier auto que conducía en dirección contraria..., pero no lo hice. No tuve la valentía para hacerlo.

Ojalá fuera menos cobarde. 

Aparqué la moto en el King Street frente a una de las casas victorianas y me bajé casi al borde de una crisis de pánico. Me posicioné frente a la puerta y comencé a tocar de manera desesperada, olvidándome de que las casas estaban juntas y que podían oírme los vecinos.

—¡¡¡Abre la puerta!!! —grité, pero nadie se asomaba—. ¡Oliver!

Me fregué la nariz por el frío. 

—Callie, ¡qué ocurre! —Abrió de inmediato, asustado—. Habla más bajo que si no mi madre me va a regañar...

—Quiero drogas.

—¡¡Yo te dije que no te vendería!! —susurró, preocupado.

—Te voy a denunciar a la policía si no me vendes.

—¡¡Shh!!... Basta. —Miró hacia adentro para quien sea que estuviera en su hogar, no escuchara—. Call... 

—Dame las malditas drogas, Oliver. Te pagaré lo que sea. 

—No puedo, ¿vale? Mírate, estás mal.

Tomé mi celular y comencé a marcar el número de la policía, mostrándole mi pantalla para que se diera cuenta lo que estaba haciendo y que estaba hablando muy en serio. Necesitaba olvidar... Y rápido.

—999, Policía de Liverpool.

—Acá en el Bootle hay alguien que vende dr...

Él tomó mi celular con desesperación, colgó y miró para todos lados con inquietud.

—Callie, estoy pagándole un tratamiento a mi madre, pero no puede enterarse que vendo drogas... Por favor vete... 

Le golpeé fuertemente el hombro. 

—¡Que me des drogas, maldito! 

—¡Callie, cálmate! 

—¡Eres un infeliz que quiere verme sufrir! ¡Siempre has estado en mi contra!

—¿Te pasó algo? 

—¡Solo quiero que me dejen en paz! ¡No te pido más que unas malditas pastillas! —Mi voz le suplicaba, estando al borde de las lágrimas. 

—¡Está bien! Joder, ¡te venderé! ¿Qué... qué quieres?

—Lo que sea... Lo que sea... 

Él sacó algo de su bolsillo. A juzgar por su mirada, lucía asustado y vulnerable. Oliver no era mal chico, solo era alguien sin dinero.

Tic, tac- tic, tac. 

—Ten.

—¿Qué es esto?

—Ácido. Te sentirás relajada y no es tan dañina. Te la regalo, pero por favor, no me vuelvas a pedir, ¿vale? No quiero verte mal.

—¿Cuánto tarda en hacer efecto esto? 

—Tarda... no tarda tanto, pero te sentirás más feliz... Tal vez, o no sé... Ojalá te sirva para la ansiedad. 

—No quiero que tarde mucho, quiero algo que me haga olvidar... 

—Esto o nada.

—Vale, está bien... Está bien.  Gracias... —Hubo una pausa, pero en unos patéticos segundos, exploté en llanto ahí mismo y no pude parar.

—Hey, hey.... ¿Qué sucede, Call? Tranquila... —Quiso abrazarme, y en cierta manera lo hizo, pero yo solo me limité a frotarme los ojos con las mangas de la sudadera. Sentí que mi niña interior estaba aflorando, una desprotegida y vulnerable niña interior que jamás tuvo cariño, menos amor. 

—Tranquilo, estaré... Estaré bien... —inhalé para después separarme y retroceder—. Te... te veo luego.

Corrí hasta la moto y me fui de ahí.

Por ahí por las seis de la madrugada recién llegué a mi casa. Desesperada, coloqué el cartón sobre mi lengua y esperé.

Miré hacia el cielo con los labios apretados, tratando de contener el llanto.

Inquieta, esperé por los resultados, pero creí que Oliver me había engañado.

No hizo efecto y me frustré. Recordar su rostro me repugnaba, me... ¡me hacía odiarme a mí misma! Lamentablemente, la droga no hacía nada, no me daba lo que yo deseaba: olvidar. Por desgracia, caí de rodillas, derrotada. Con la cabeza agacha, me vi obligada a pensar que abusaron de mí sin poder acordarme ni un maldito segundo. ¿Se habrá reído?, ¿disfrutado?... O quizá hasta... ¿se burló junto a sus amigos?

Me sentía asqueada. 

Una hora después, me comencé a sentir extraña, pero era como tomar un té al lado de una bebida alcohólica. Yo, a ese punto, me encontraba en la alfombra, llorando en una de las patas de la mesa.

Pasó otra hora más y levanté mi cabeza, ceñuda. Mis ojos aguados miraban hacia todo mi alrededor con sospecha. ¿Qué... estaba pasando y por qué veía los colores de una manera más intensa? ¿Por qué demonios el blanco de mis paredes tenía un hedor acre? Quise colocarme de pie, pero todo el suelo estaba derretido. Las baldosas se movían como si tuvieran vida propia y el reloj en medio de los sillones comenzó a acelerarse. Las manecillas se doblaban como un gusano e iban dejando rastros de múltiples colores mientras pasaba el tiempo. Pero, espera: ¿cuánto rato llevaba así?, ¿horas?, ¿o apenas unos minutos?... ¿Dónde carajos estaba?

Tic tac tic tac...

Ladeé mi cabeza un tanto desconcertada. El mueble frente a la mesa reflejaba imágenes caleidoscópicas. Los cuadros de fotos y las decoraciones de pequeños animalitos de bronce, empezaron a hablar, a reír. Mi planta, por otro lado, dio inicio a un crecimiento repentino. Era extraño, sonaba similar a sacar una cinta adhesiva de una caja. Se estaba estirando y le salía pus de arcoíris. Curiosa y sorpresivamente, el girasol del lado me había... ¿sonreído?

«Eeees reaaaal»

Nada era reaaaaaaaaaaal. 

Pero: ¿Yo tampoco era real? Claro que no, yo era una ilusión, un alma que se había salido de su propio cuerpo, una que era parte del universo, conectada con la infinidad del todo. 

Miré hacia el suelo e increíblemente comenzó a salir pasto, un pasto que tenía pequeños brazos y que danzaban al mismo tiempo como en un día de ligera brisa fresca. Cada uno de ellos me saludaba de manera infantil. Me puse de pie, pero me mareé y caí.

Me tumbé en el suelo, sintiendo como una corriente de agua me arrastraba hacia un paraíso que jamás había visto. Dios, me sentía tan bien. No quería que terminara, no quería volver a pensar que habían abusado de mí... ¡No lo quería!

—Buen viaje —me dijo una voz celestial que apareció del cielo, hablaba color dorado. 

Entonces, me puse de pie y comencé a bailar abrazando una botella de vino que se tornó de un color ocre, fulgurante; una pócima mágica que me incitaba a beber. Mis hombros se movían al ritmo de aquel soul de Janis con libertad. Con una falsa y atrapante libertad.

—¿Callie? —Retumbó una voz detrás de mí—. ¿Qué demonios haces bailando con esa botella?

Cuando me di la media vuelta, vi a una figura negra, alarmante, terrorífica. Era un fantasma, de esos que se escondían bajo la cama. Poseía llamas azabache sobre su cabeza y una boca que podía tragar mi cabeza. Para asustarme usaba sus uñas largas y sucias. ¡Bu!

Bueh, era Marcos, pero yo no lo sabía en ese instante.

Le lancé el florero.

Me había caído al suelo y comencé a retroceder, tratando de defenderme. 

—¿¡Pero qué demonios te pasa?!

—No, no, no, no ¡No! ¡Aléjate de mí! 

Dicho eso, me puse de pie y le lancé los jarrones de vidrio a su rostro. Él trataba de esquivarlos y de retenerme, pero me puse a correr por toda la casa y a trepar los sillones.

—No, no me hagas daño, te, te lo suplico, ¿sí? No más, por favor.

—Joder... ¡Bájate ya de ahí que pienso vender el puto cojín! ¡Lo estás ensuciando!

Después de estar corriendo como un torbellino, él me llevó hacia mi habitación.  Ya no distinguía lo que era real y lo que no. No tenía ni puta idea si seguía drogada, en otra dimensión o en la realidad. Al fin y al cabo así era el ácido, podía tener un buen o un mal viaje... Y cuando terminaba, me cuestionaba absolutamente todo. ¿Seguía alucinando o ya se me había pasado el efecto?

(**)

A las cuatro un cuarto de la tarde desperté y fui hasta el baño por agua. Vi a Marcos como limpiaba con una escoba los vidrios que yo había trizado. Exhaló y, a juzgar por su mirada, creo que no perdía la fe a que la buena vida tardaba en llegar.

—¿Y? ¿Te paso la locura?

Miré la tele y nuevamente estaban hablando del caso de Cassey, la chica embarazada de 13 años que murió por una sobredosis. Continuaban diciendo que alguien le dio alguna droga que le provocó un ataque cardiaco. 

—¿Callie? 

Le iba a contestar, pero un mensaje sacudió a mi celular. Marcos me esperó por una respuesta, pero miré el mensaje de la pelirroja.


New Message from Meredith 💬 


¿Quieres saber la verdad de todo, Callie? Este es el video. Por favor, no le digas nada a Dylan.



Exhala y no entres en pánico, Callie Morgan. Hay otro involucrado.











(**)

NOTA DE AUTORA:

Vale, resulta que el del video, como se lo imaginarán, era Dylan y... fue su abusador.

El problema es que hay más de un involucrado.

Y como me gusta dejar todo en claro, el LSD que le da oliver, no significa que no sea dañina, más bien, no causa abstinencia. Pero no deja de ser mala, así que no consumaiss drogas hijos mios o morireisss

¿Sospechan de alguien? 

Nos vemos.

Lía ❤️

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