Capítulo 31

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HEY, TÚ: NO DEBISTE OLVIDAR ESE DETALLE.

Después de aquella conversación tan agónica que tuve con mi madre, me pareció que mi vida estaba comenzando a entrar en una etapa diferente, en una donde estaba al borde de caer como también de levantarme. Eran esas dos partes las que me perturbaban, pero, para ser sincera, estaba más hundida que recuperada.

Antes de tomar el bus y esperar a John en la otra parada, armé un par de líneas y las esnifé. No voy a negar que por cada día que pasaba, más drogas necesitaba. El efecto de sentirme segura, alegre y con mucha autoestima, no duraba ni unos modestos 20 minutos. Después de eso sentía que no tenía una personalidad definida, tanto así que decidí sacar el espejo de mi habitación para no tener que ver la silueta de una persona desorientada.

¿Había luz en mí? Casi nada.

Comprendo que en esta etapa de mi vida fracasé de cierta manera. Aun así, tenía esperanzas de que pudiera sanarme cuando recibiera el apoyo de mi madre.

Habíamos estado deambulando sobre la nieve durante una media hora si soy exacta. Yo no hablaba mucho, sin embargo, ese pequeño silencio no resultaba ser incómodo; de hecho, tenía dueño aquella nula locuacidad: Dylan, y sus palabras y amenazas. ¿Dónde había lanzado mi celular? Odiaba que compartiéramos eso en común: que los dos no queríamos que aquel vídeo saliera a la luz. Pero, de todas maneras, yo me aseguré en esconderlo por si algo me pasaba.

Antes de nada, pasamos a comer con la banda después de haber comprado los instrumentos; así que cruzamos el paso de cebra y llegamos hasta la calle comercial bajo una nieve considerable.

—¡Hemos caminado bastante, Alex! —regañó Javiera con una mueca de estar harta—. ¡Tengo hambre, sueño y estoy cansada!

Chris la miró y le sacó de sus pestañas un copo de nieve. 

—Es aquí —dijo Alex—. Este lugar es el más sucio, pero delicioso. 

—¿Nos trajiste hasta esta pocilga? —continuó la rubia.

—Oye, el presupuesto es limitado —replicó él abriendo la puerta del lugar.

El tintineo de la campana avisó de nuestra presencia. Agradecí que el lugar era más cálido comparado con allá afuera; sin embargo existía un olor a frituras con aceite rancio.

Rico.

Una vez que nos sentamos en una mesa circular, Chris se pidió una pizza individual, John y yo una promoción de patatas fritas, Javiera una hamburguesa y Alex una promoción de pollo frito con empanadas de queso y un sándwich extragrande con la bebida XL incluida. Más las salsas... Y el postre de helado más grande. 

John comía de mí mismo plato. Ambos compartíamos el gusto por el ketchup, así que en ese sentido no discutimos.

—También voy a querer lo que tiene él. —Alex apuntó hacia Chris. Este lo miró y frunció el entrecejo. 

—Tengo un chisme. —Javiera nos miró a todos con un entusiasmo absorbente. Chris y John no parecían muy interesados, sin embargo, yo y Alex sí—. Meredith me comentó que Dylan la había engañado. No sé por qué se aferra tanto en querer una relación con él. Es un idiota, ¿no?

—¿Engañado? ¿Con... quién? —pregunté y sentí que el corazón me latió a mil por hora. 

—No lo sé. —Se encogió de hombros—. Ella me dijo que una vez había encontrado un video de él con una chica. No me dijo con quién, pero como es de vengativa mi prima, yo creo que le dio su merecido.

Me atoré.

Hablaba del video...

¡Ella le habló del video!

¡De mi video!

¿Qué pasa si le dijo que era yo y Javiera me mentía? ¿O si ya estaba en todo internet?, ¿en la Deep web?, ¿en páginas prohibidas? ¿Qué pasa si todo el mundo vio lo que realmente pasó ese día? ¡No! ¡Era muy malo! ¡Nadie podía ver eso! ¡Nadie!

—Creo que al que debería darle su merecido es a él... —dijo Chris con un rostro de obviedad.

—Callie, ¿estás bien? —inquirió Alex. Supuso que lo dijo porque estaba media morada de tanta tos. 

—Está bien... Si tose es porque no tiene las vías aéreas obstruidas por completo, ya va a recuperar el aire. —John siguió comiendo sus papas con completa calma.

—¡Ya ves que se aprende con Greys Anatomy! —le exclamó la rubia, a lo que Freedman hizo una mueca de conformidad y luego le robó un pedazo de hamburguesa. 

Javiera miró ese robo de manera muy personal.

... Y yo traté de tomar aire por la nariz y calmarme. En ese momento me pareció que todo el mundo lo sabía y que guardaban el secreto con una dichosa discreción. No negaré que sentí, incluso, un ápice de paranoia, algo que me indicaba que todos, incluso los meseros, estaban coludidos en esto.

Todos estaban en contra de mí. 

Comencé a sudar frío. 

—Estoy... bien... Solo se me quedó atorada. ¿Te dijo algo más de ese video?

—No lo sé, solo me dijo... —Se quedó pensativa unos instantes, incluso sentí que algo le había hecho click en su cabeza—. Un momento... Recuerdas que una vez me pediste hablar con ella por...

—¡No! Digo, sí, pero fue un malentendido, solo buscaba fastidiarme. Nada de qué preocuparse. 

—Ah, entiendo. Es... una malintencionada, ¿no? 

Por un momento se me suprimió el apetito por culpa de los nervios. En efecto, me estaba comportando como alguien que no podía permanecer por mucho tiempo ocultando algo. No me podía conectar con la realidad teniendo en cuenta que mi mayor humillación podía filtrarse en cualquier sitio, incluso que John, Chris, Alex o Javiera lo vieran...

Dios mío... 

—Yo... Yo debo ir a una casa que está acá a la vuelta... Mi madre me ha invitado a comer —dije un poco ilusionada, aunque también con la intención de cambiar el tema.

—¿De verdad? ¡Eso es genial! —exclamó Javiera—. ¡Al fin compartirás con tu madre!

Chris me miró de reojo, serio. Luego bajó la mirada. Estaba claro que no estaba de acuerdo. 

En un dos por tres fuimos interrumpidos por unas muchachas que llegaron bastante entusiasmadas. Eran ¿fans? 

—¿Podemos tomarnos una foto con ustedes? —sonrió una, nerviosa, mirando a John.

—Sí, claro —accedió Alex con completa amabilidad... Tragando su comida.

—¿Nos tomas una foto? —le pidieron a Javiera.

—Oh, claro... —Recibió el celular. Los cuatro levantamos el dedo pulgar y ellas se asomaron a la cámara—. Ya está... ¡Y listo! 

—Chris, ¿me das tu autógrafo? Me llamo Alexia.

Chris lo firmó sin ningún problema y le hizo un corazón al papel. La miró hacia arriba y le sonrió.

—No sabía que eras zurda, Callie —me dijo una chica entusiasmada.

—Sí, lo soy... 

(**)

Ya era casi de noche y John accedió a acompañarme porque conocía Londres mejor que yo; así que agradecí que me fuera a dejar a casa de Hollie antes de que me perdiera y me abdujeran los marcianos.

John vestía una sudadera rosada y una chaqueta negra encima. Tenía la capucha puesta y se le escapaban algunos mechones de su pelo caramelizado. Lo más lindo de él era esa increíble seguridad y confianza que se tenía a sí mismo sin caer mucho en la arrogancia. Bueno, sí era presumido a veces, pero se le daba bien. 

Me gustaba mucho y me ponía triste por eso. 

—¿Crees que a mi madre le gustará esta coleta... o esta? —le pregunté, ya a punto de llegar a la casa de Hollie—. Yo le vi esta misma a ella. —Le mostré una de color dorado brillante—. Creo que es su estilo. Ella es perfectísima.

—Da igual cuál le guste... Mientras te guste a ti —respondió mirando hacia el suelo con las manos en los bolsillos, sereno.

—¡Pero quiero impresionarla! 

—¿Para qué? si te fuerzas en hacerlo bien, menos te quieren. Es ley.

—Lo dices... ¿por ti?

Se encogió de hombros.

—Solo te diré que si no la conoces, no te ilusiones.

Unas muchachitas nuevamente se aproximaron hacia nosotros, así que John me dijo que las iría a distraer mientras que yo tocaba la puerta. Él se quedó firmando autógrafos.

En cuanto sentí abrir la puerta, forcé una sonrisa de oreja a oreja ocultando mis nervios. Traté de permanecer serena, pese a que había un hombre extraño en la puerta. ¿Dónde estaba mamá?

—¿Sí? ¿Busca algo? 

—Hola... Hollie... ¿Está?

—¿Tú eres...?

—Callie Morgan... Yo soy... Bueno... Su... Soy familiar. 

Él me analizó con unos ojos verdaderamente sospechosos.

—Ah, tú... Morgan. Oye, no sé qué mentiras te habrá dicho ella, pero... —Él miró hacia atrás y le hizo un ademán a una muchacha adolescente para que saliera de ahí. Ella accedió, pero con un atisbo de curiosidad en su rostro—. Ella ya no vive aquí.

—¿No vive aquí? Pero... Ella me dio esta dirección.

—Mira, Hollie Johnsson se fue de esta casa el 2017. No la vas a encontrar. Te mintió.

—No... Yo... ¿Está seguro? De hecho, me dijo que me invitaría hoy...

—Lo lamento. Hollie siempre suele mentirles a las personas. Es una hija de puta. 

—No entiendo...

—No tengo que darte explicaciones. Lo lamento mucho, pero aquí, no vas a encontrarla.

—Pero... Espere, no, usted está mintiendo, ella está aquí... 

—Lo siento mucho. 

—¡Hollie! 

Y ¡Bam! Un portazo me dejó sin habla, confundida y nerviosa. La decepción volvió a aflorar en mí tanto como lo había hecho la impotencia. Mis ojos ardían y mi garganta quemaba tanto que ni siquiera podía tragar saliva. Era el sabor amargo de la verdad, del abandono nuevamente. 

¡Maldita sea!

¡Me había mentido!

Mis intentos por confiarle a una persona lo que me pasaba se esfumaron como una hoja seca en un día de viento. Sentí que iba a explotar en cualquier momento. Desesperación. No sabía qué demonios hacer, ni dónde ir. Estaba siendo la mujer de ninguna parte, la que no pertenecía a ninguna parte... ¡La que se ahogaba y deseaba arrancarse el cabello!

Me fui corriendo en dirección contraria a la de John para que no me vieran las muchachas. Él me miró por encima de su hombro mientras sostenía un lápiz y un cuaderno.

Me metí por un callejón cubierto de nieve y miré para todos lados. De manera rápida, saqué una bolsita de mi chaqueta, puse unos cuantos gramos contrario a la palma de mi mano y me fregué la nariz e inhalé fuerte.

—¡Callie, espera! —gritó John desde atrás, lo que hizo que guardara rápidamente la bolsa.

—¿Esperar... qué? —Me hice la desentendida arrugando la nariz mientras inspiraba duro. Si bien estaba consciente, no estaba pensando con claridad. A ese nivel ya estaba tan lastimada, que no me importaba qué cosas hacía ni qué decisiones tomaba. Tenía al frente al chico con el que deseaba estar con todas mis fuerzas, pero, ¿y qué? Mi vida era una mierda, y yo no quería arrastrarlo conmigo. 

—Salió mal, ¿no? Te lo dije, te dije que... 

—¡No hace falta que lo digas, John! ¡No hace falta que digas que me hice ilusiones por querer tener una mamá! —Golpeé la muralla y me raspé los nudillos—. Me quiero matar. 

—A ti te pasa algo más que eso, ¿no es así?

—Pasa que quiero que me dejen en paz de una puta vez, todo el mundo, incluso tú. 

—No, no vengas con esa mierda porque tú andas extraña desde antes. 

—¡Y qué! ¡Qué quieres que le haga! ¡No puedo hacer nada al respecto, John! ¡Es mi puto problema, de nadie más! ¡No te metas en mis putos asuntos!

—¿Sabes cuáles son tus putos asuntos, Callie? —Me jaló del brazo y metió una mano en mi cartera para sacar la bolsa y mostrarla en mi cara—. Esta jodida mierda. Y si tus problemas te sumergen en esto y no intentas resolverlo, te hundirás y nadie te va a sacar de ahí. ¿No lo entiendes?

—¡Tal vez quiera hundirme, John! ¡Tal vez quiera drogarme hasta que me muera de una puta sobredosis!

—¿Ah, sí? ¿Sabes cuál es la maldita cuestión aquí? Que, si decides eso, yo no voy a estar rogando, Callie —dijo. Yo le eché un vistazo con timidez, con culpabilidad—. Cuando quieras contarme, yo estaré ahí..., ¡pero no intentes que ande detrás de ti tratando de sacarte de un problema del cual no tienes intenciones de salir! Te quiero, Callie, pero no es justo para nadie que ocultes todo lo que te sucede... 

Te quiero...

—Tampoco tengo la intención de pedir tu puta ayuda. —Tragué saliva, a punto de un colapso nervioso.

—Y espero que la de Chris tampoco. Porque aunque yo te quiera, lamentablemente, sé cómo eres. Sé que cuando yo me vaya, lo usarás a él. Esa es la mierda que haces.

—No sé a qué te refieres.

—Me refiero a que es fácil adivinar cuál será tu próximo objetivo para obtener drogas. 

—¡Ya te dije que me dejes en paz! ¡Vete!

—Desde la primera vez que te vi, Callie, supe que esto te llevaría a la miseria, nadie jamás me hizo caso en esto. Mira a lo que llegamos. De verdad quiero que vengas a mí y confíes, juro que te quiero apoyar.  

—¡No quiero tu puto apoyo! —Retrocedí—. ¡Quiero dejar de verte la maldita cara, la de todos! ¡Quiero un puto respiro!

—¡Callie! 

—Escúchame bien lo que te diré. 

Lo que estaba por decirle hizo que mis ojos se volvieran agua. No quería hacerlo, no quería decirlo, pero lo hice al final de cuentas..., por él, por el bien de él... 

—Aléjate de mí, John. No entiendo qué haces aquí a mi lado cuando yo jamás te lo pedí. Eres una jodida molestia para mí. No te quiero, jamás te quise y... nunca te querré. 

—Callie. 

No sé cómo me aguanté el llanto, pero ambos sabíamos que si me rendía, él no me dejaría ir, y joder, no se lo merecía en absoluto. 

No llores, no llores... 

—Mírate, John, actúas como un patético. ¿Crees realmente que me enamoraría de ti? Solo te usé para olvidarme de mis problemas. Supéralo. No eres más que un puto juguete. 

En ese entonces salí del callejón y tomé el autobús más próximo. Ni siquiera lo quise mirar, no podía cargar con el peso de haberle roto el corazón. 

Era sabido que los Freedman colocaban sus límites y se protegían el uno al otro. Quizá yo fui un problema para ellos.

Tic... Tac...

NOTA DE AUTORA:

En el próximo capítulo vienen todas las revelaciones... 

Gracias por disfrutar mis cielas.

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