Capítulo 30

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CASSEY FUE UN DÍA A COMPRAR.

EN UN CALLEJÓN, SE QUISO DROGAR.

PERO LO QUE ELLA NO SABÍA ERA QUE SALDRÍA MUERTA DE ESE LUGAR.

LO PEOR ES QUE PARA MATAR A CALLIE MORGAN, SE NECESITABA ESA EXCUSA PARA QUE EL HOMICIDA SE DEJARA SOBORNAR.

Detective Sofía Rymer:

—¿La drogabas?

—Sí.

—¿Por qué lo hacías, Franco?

—Porque así rendía mejor en los conciertos. Es obvio, ¿no? —dijo. Al ver que le di una mirada severa, se encogió de hombros—. ¿Crees que estar de gira en gira no agota? Todos los famosos lo hacen.

—Espera, pero Callie tiene un historial con las drogas desde mucho antes. ¿Creíste que era buena idea sacarle la presión a una adicta con drogas más fuertes?

—No fui el único que lo hizo detective. Dentro de la banda se maneja mucha droga, ya sabe. Hay muchos camellos, grupies, personal, incluso dentro de la misma banda alguien le proporcionaba drogas a parte de mí.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Quién?

—El día en que Callie y Chris se escaparon vivieron su faceta más oscura dicen por ahí.

—Explícate mejor.

—No sé más, pero supongo que dos drogadictos juntos no funcionan bien. —Se volvió a encoger de hombros.

Suspiré profundo y me repantigué en la silla, agotada.

—¿Tenías motivos para matarla?

—Si los tuviera no se los diría.

Cierto. Serás bruta.

—Soy millonario gracias a ella. ¿Cómo carajos la iba a matar yo? ¿eh?

—Recuérdame dónde estabas el día del asesinato.

—En Londres, en una reunión de trabajo.

—¿A las cuatro de la madrugada?

—Bueno, no "trabajo" exactamente. Me estaba divirtiendo. Orgías y cosas por el estilo.

Qué bendición.

Sofía, cállate.

—Mira, Franco —habló Gastrell—, te diré algo: Nosotros tenemos en nuestro poder el diario de Callie Morgan. ¿Sabes lo que decía?

Curiosamente, él tragó saliva. Sus ojos permanecían expectantes y trémulos.

Mmm...

—No tengo idea de qué diario hablan.

—Dice, textual: No sé con seguridad cómo puedo salir de aquel círculo de drogas y de explotación. He sufrido acosos de todo tipo que ya no sé qué más hacer. Me he guardado todo, pero quiero gritarle al mundo lo canallas que son los de deltasonic. Me han explotado hasta la última gota de sudor y me lo compensan con pastillas. Si hablo, me matan. La industria de la música apesta. Te manipulan por completo.

—Bueno, tiene razón, no es llegar en involucrarse con una disquera tan poderosa... Los famosos son esclavos de la industria. Ella claramente no tenía oportunidad de renunciar. Lamentablemente, Callie era una bomba de tiempo. Creo que su asesinato fue un alivio para ella.

—¿Alivio? ¿En serio?

—De todas maneras, no tengo el poder suficiente como para mandarla a matar. Ni tampoco lo hubiera hecho. Le tenía cierto cariño pese a todo.

(**)

Después de que Gastrell entrevistara a Franco me dormí afirmando mi cabeza en la mesa. Mi cuello estaba doblado que mi baba manchó mi cuaderno con mis apuntes.

—¡Despierte! —Golpeó la mesa el detective.

Di un respingo, asustada.

—Necesito hablar con ustedes. —Se dirigió a nosotros, Gómez, mirando un par de hojas que traía entre sus manos—. El nieto de la señora Laudrie fue acusado hoy de lavado de dinero.

—El nieto de la ama de llaves de Callie lavaba dinero. Mmm... eso significa que...

—El que está detrás del asesinato de Callie sabía esa información e hizo que la señorita Laudrie participara en el asesinato para no delatarlo a él —completé.

—Sí, Laudrie fue parte del asesinato de Callie porque fue sobornada por celular de una manera anónima por alguien que sabía lo de su nieto.

—Alguien tiene mucha información para sacar, ¿eh? —acoté—. Como para saber eso...

—¿Y ya rastrearon el teléfono?

—En eso estamos.

—¿Y el de Callie Morgan?

—No hemos dado con el paradero de su celular.

—¿Qué hay de la caja fuerte? —preguntó Gastrell.

—No hemos podido descifrar el código...

—Derek, Dylan... —Llegó Tina con una taza de té—. Uno de ellos de seguro fue.

—Pero es que... ¿por qué sus coordenadas nos dirigen a su asesino para abrir la caja fuerte?

Entonces levanté mi cabeza casi de un respingo. Mis ojos se abrieron tan grandes que todos fruncieron el ceño al verme.

Se me había prendido la ampolleta.

¡Qué idiotas fuimos!

¡La clave siempre estuvo en nuestras narices!

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