Capítulo 29

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HABÍA UN SEGUNDO IMPLICADO EN EL VIDEO.

Mientras todos ensayaban, solo me digné a morder una manzana estando sentada en uno de los parlantes. Mi cara era de un inminente aburrimiento y tristeza. No quería escuchar una canción ni tampoco podía cantar sin distraerme en el intento. No sé qué píldoras había tomado, pero ninguna me estaba haciendo efecto últimamente.

Estaba desactivada, como si un interruptor en mí se hubiera apagado y me hubiera colocado en modo neutro. Un sentimiento vacío y patético.

—¿Quieres afinar el maldito bajo, Chris? —regañó John.

—¿Por qué no vienes a tocar tú si crees que puedes hacerlo mejor? ¿Eh?

—¡Claro que puedo hacerlo mejor! —Se puso de pie y dejó las baquetas en la tarola—. Presta para acá.

Chris se le acercó con furia, pero Alex los separó. Admito que ese momento tan insignificante me causó un poquito de risa. El verlos pelear siempre me pareció cómico, sobre todo por el hecho de que regañaban el uno con el otro solo por la sencilla razón de que eran hermanos. Ni siquiera había problemática alguna.

Me limité a ponerme de pie, estirar el cuerpo y luego botar el corazón de la manzana al basurero. Chris se afirmó en la pared y me miró con un rostro de: «¿Y? ¿Ya te encuentras mejor?». Y claro, me lo preguntó, a lo que yo solo asentí tratando de parecer sincera. John analizó la situación de una manera no tan disimulada mientras mascaba su chicle.

—¡Atentos, vamos a comenzar a cantar! Callie, espero que rindas... —advirtió Franco y se inclinó hacia el micrófono. Lo veía desde ventanilla. Comenzó a configurar el equipo y a darnos órdenes.

—La canción se llama "Sad Boys Club". Necesito que también cante alguien que no sea Callie —sugirió Valerio, el dueño de la disquera. Se puso los auriculares para escucharnos desde afuera—. Adelante Chris, necesito que te acomodes en el micrófono de Callie y que canten juntos. Muéstrale a la chica tu sensual voz.

Vacilé un poco antes de situarme frente a la alta silueta del pelinegro. Su leñadora a cuadros color roja y su remera blanca coordinaba de una manera perfecta con el negro de su bajo. Sacó el gorro de su cabello y se peinó con su mano. Consecutivo a esto, carraspeé mi garganta y me preparé dedicándole una sonrisa. Él me la devolvió, mostrándome su hoyuelo.

—3...2...1, Alex comienza —ordenó Franco, pero el rubio solo miraba su celular, atento—. Alex... ¡ALEXANDER GERÓNIMO BROWN!

Alex dio un respingo como un cachorrillo asustado.

—¿Qué hago...?

—¡Andas en la luna, hombre!

—Sí, perdón, estoy un poco... Tengo un pequeño problema y...

—¡Toca, hombre! Después ves eso.

—No. —Me giré hacia Alex—. ¿Pasó algo?

—Callie, estamos pagando una millonada por hora aquí. Después ven sus problemas.

—¿Quieres siquiera fingir que te preocupas por nosotros? —Chris se puso los auriculares para oírles.

—Agh, y aquí vamos de nuevo. —Franco se hartó—. ¡Ya toquen una maldita canción!

—Sí, Cal, luego... lo vemos. No te preocupes.

—¿Seguro, Alex?

—Segurísimo, pequeña Morgan. —Me dio toquecitos en la cabeza y me sonrió—. Solo son problemas de mi madre, la han internado en el hospital, pero ya está mejor.

Nos sonreímos de una manera condescendiente y nos pusimos a tocar.

Entonces, la melodía comenzó y yo saqué la voz presionando los auriculares con mis manos. Sentí la batería, la guitarra y la mirada de Chris recaer en mi rostro. Admito que había mucha tensión en ese entonces, porque desde la ventanilla, Javiera miraba algo abrumada cuando ambos cantábamos.

Estuvimos alrededor de tres minutos, sorprendentemente, gozando de un canto perfecto bajo una sincronización que asustaba. Desde luego sentí que todos estaban impresionados por haber hecho una canción tan hermosa y no sonar como excremento de gallina campera. Si soy sincera, muy buenos músicos no éramos, pero teníamos estilo.

—¡Y... Listo! —Franco quedó completamente sorprendido— ¡Cuánta química!

—¿Son novios? —preguntó Valerio con su taza de té en la mano—. Porque deberían serlo.

Mis ojos abiertos se fueron hacia Javiera de inmediato. Ella solo se limitó  a mirarse los pies un tanto afligida. No decía nada, pero su expresión reflejaba cierta resignación.

Lo entendí, eran celos.

—Yo estoy de acuerdo con lo de ser novios —apoyó Franco con cierta astucia. Se frotó la barbilla y, con mucha malicia, dijo—: Sería una buena estrategia de marketing...

—¡Estás loco! —intervino Alex intercambiando su mirada entre Franco y Javiera—. ¡No podemos forzar a dos personas a estar juntas solo porque te quieres llenar los malditos bolsillos de dinero!

Todos nos miramos entre todos por la agresividad espontánea de Alex. Franco solo hizo un mohín de: «¿Y a este qué le pasa?» y Valerio le devolvió la mirada con el rostro de: «A mí ni me mires».

Las peleas dentro de la banda cada vez eran más notorias.

—Ya, vamos de nuevo. John, atento —exhaló Franco y pasó una mano por su cuello con cierto estrés—. Necesito que suenen perfecto, de lo contrario pensaré que son unos jodidos inútiles. Va, 1...2...3...

Cantamos.

...Y nuevamente nos interrumpió, sin paciencia.

—La batería está un poco floja, le falta ánimo, le falta "power" —dijo Valerio, elegante y resplandeciente—. John, guapo, ponle más energía.

Entonces miré hacia atrás, donde estaba él. Me regaló una mirada neutra y algo desabrida para luego mirar a Valerio y rodar los ojos, hastiado.

—Bien, decimo intento, vamos.

Bostecé. Tal presión me hacía querer sobrecargarme con drogas.

(**)

Agradecí que después de eso nos dieran un tiempo libre. En aquel entonces no estaba consciente de que estábamos adquiriendo mucha popularidad, tanto así que en redes sociales aumentamos seguidores y teníamos una página oficial. Wow.

Abrí mi botella con agua y comencé a tomarla mientras observaba como Chris y Alex se marchaban conversando.

Y... Desde otra perspectiva, John se quedó sentado en la batería. Me limité beber nuevamente para mirarlo de reojo, pero no fui disimulada y se me cayó el agua en la barbilla.

—Vaya, genial... Puedo decir que babeas por mí —comentó de repente, tratando de arreglar el pedal de su batería. Ni siquiera me miró, lo dijo tranquilo y ya.

—Ja, te gustaría. —Limpié mi boca.

—¿Y si fuera así qué? 

—¿Qué cosa?

—Que me gustaría llamar tu atención. —Se encogió de hombros.

Apenas esas palabras salieron de su boca, levantó su vista y se enfocó en mí con la cabeza algo ladeada. Como siempre, lo dijo en un tonito relajado, pero que escondía ese toque analizador que lo caracterizaba. Esperó mi reacción, pero yo solo tensé mi mandíbula y traté de fingir que sus palabras no tenían ese impacto tan magnético en mí. Si había entendido bien..., ¿había dicho que le gustaría que yo sintiera cosas por él?

Ya lo haces, John, pero no te merezco.

Bueno, de todas maneras, me limité a agachar la cabeza y a sonreír para no llorar.

—¿Te... quedarás a ensayar? —pregunté.

—Sí... ¿Y tú?

Negué con mi rostro.

Sabía que ambos queríamos hablar del tema, de lo que ocurrió entre nosotros en mi décimo noveno cumpleaños. ¡Tuvimos sexo! Y esos temas se conversaban, supongo. Lamentablemente, muy en el fondo de todo mi complejo ser, creí que no valía la pena. Y claro, quizá digan: ¿Cómo que no? ¡Todo hay que hablarlo! Sobre todo si se sienten cosas por esa persona, ¿no?, pero la verdad era que no quería dañarlo. Yo no le iba a revelar mi problema porque era un tema que me repugnaba y que me daba mucha vergüenza. Con el tiempo me di cuenta de que la culpa jamás fue mía y que debí haber pedido ayuda, pero no lo hice y le mentí a todos. ¿Cómo podía decirle a John que sentía cosas si estaba dispuesta a mentirle cada vez que fuera necesario? Sea como sea, quería estallar en llanto al no poder hablarlo con él.

Quería gritar.

Morir.

—Te veo luego —me despedí dándome la media vuelta. Cerré los ojos e intenté inhalar hondo para resistir mis ganas de ir a abrazarlo y plañir sin cesar.

Estaba abriendo la manilla de la puerta, pero él no se rindió.

—¿Qué harás mañana?

Mi mano se arrepintió y se empuñó con algo de nerviosismo. Nuevamente tomé aire y junté la valentía para girarme y verlo.

—Me juntaré con... un amigo —mentí.

Él sonrió, ladino, como si le estuviera estado presumiendo una mentira.

—Ya.

—¿Ya qué?

—Dile a tu amigo que mañana me acompañarás a Londres.

Me quedé unos segundos sopesando.

—Explícate.

—¿No te acuerdas que debíamos ir con la banda a a comprar instrumentos...?

—Oh, lo había olvidado. —Me rasqué la nuca, confundida—. Bueno... Supongo que me apunto.

—Okay.

—Okay... —repetí.

Él se puso de pie y dejó sus baquetas en la tarola. Estiró su cuerpo y despeinó su cabellera ondulada para acercarse hacia la puerta donde estaba yo. Sus gruesos labios no hacían otra cosa que morder su chiclé, pero de una manera astuta, sutil. Por otro lado, ese aroma varonil mezclado con la suavidad y calentura de su piel, me hacía querer dirigirme hacia él, pero sabía que debía abstenerme a lo que sentía.

—Recuerda que iremos a comprar instrumentos y es por un día. No vamos a ir a sobrevivir a una selva para que no lleves... una parrilla o lo que se te antoje llevar.

—¿Qué tal un carrito para cargar los instrumentos? —sugerí.

—¿Y si tú te subes a ese carrito y yo te lanzo del cerro? —me devolvió la sugerencia con un ataque peor.

—Bueno, y mientras te enfocas en lanzarme, te arrolla un auto.

—Sí, claro, en tus fantasías.

—Bien, me voy.

—Adiós.

Fijé mi vista en él y correspondió la mirada. Mascaba su chicle con completa relajación, así que le saqué la lengua y me fui.

Tarado.

Sonreí.

(**)

—¿Qué desea tomar?

—Un latte, por favor —respondí sobándome los muslos de tantos nervios. No sabía si mi madre aceptaría venir.

Bajo una sonrisa amigable, comencé a observar la cafetería. No propongo entrar en detalles, pero todos reían junto a sus parejas, amigos, incluso familiares. Yo solo me limité a mirar por el ventanal, esperando a que una mujer hiciera su aparición y me dijera: Hola, perdón por el retraso, permíteme presentarme: soy tu madre. Sin embargo, por más que pasaran las horas, no se veían indicios de que ella hubiera aceptado mi humilde propuesta.

2 horas más tarde...

Truenos más lluvia torrencial. ¿Qué podía salir mal?

Con algo de fe decidí aguardar, sacando una libreta para comenzar a practicar lo que le diría. Tachaba lo ridículo que salía de mí y lo corregía una y otra vez mientras daba una que otra mirada hacia el ventanal, buscándola. En mi mente, las personas de afuera caminaban rápido, como un video editado a toda velocidad. Si hubiera podido colocarle algunos efectos, me habría llamado la atención añadir un filtro en blanco y negro para que cuando ella llegara, su silueta terminara por tornarse de múltiples colores, como un arcoiris. ¡Qué fantasía! Lástima que manecillas del reloj pasaban en vano.

Young lady, ya vamos a cerrar...

—Creí que cerraban a las ocho. Son las siete... cincuenta.

—Está bien, cinco minutos más. —Hizo una mueca de pésame.

—Gracias —sonreí, apenas.

Volví a mirar el reloj mientras mi pierna manifestaba su inquietud. Definitivamente ella ese día no estaba dispuesta a ir. ¡Qué estúpida me sentí al creer que alguien me abandonó iba a venir por mí cuando yo la necesitaba! ¡Quizá ni siquiera vio mi carta!

Y de pronto ¡Flash! algo alumbró el cielo y un cuerpo se aproximó hacia mí. Una mujer relativamente joven, de estatura baja, de cabello negro y lacio, de ojos marrones y jeans ajustados, cerraba su paraguas mojado. No me correspondió el contacto visual hasta que sacó su chaqueta y se sentó en el butacón. Se cruzó de brazos en la superficie de la mesa y exhaló, colocándose su cabello detrás de su oreja.

Bueno... dicen por ahí que, si algo puede salir mal, saldrá mal.

—Hola, Callie...

—Hola..., mucho gusto —sonreí, fascinada.

Mis manos resistían los nervios rodeando la taza de café. Ella era hermosa, joven y fascinante.

—Estás... toda una mujer —sonrió tímidamente. Aun así, la notaba incómoda, y esa sensación me estaba carcomiendo.

—Muchas gracias —volví a sonreír.

—Y... ¿Cómo has estado?

—No muy bien... He estado con unos problemas que... que me afligen mucho y... creí que tú me podrías ayudar...

—¿Por qué yo?

—No lo sé, estoy un poco perdida y tú... tú eres mi madr...

—Callie —exhaló—. Entiendo que quieras confiar en mí, pero yo vine hasta acá... por otro motivo. A mí no se me hace fácil estar sentada con una cría que abandoné cuando tenías tres años, ¿vale? Yo...

—Oh, disculpa... ¿Quizá te incomodé por llamarte madre? —dije tratando de no ahuyentarla—. No, no debí hacerlo, yo...

—No es eso. —Tomó de mi mano y trató de explicarse—: Escucha, yo... yo te tuve a los quince años, ¿ok? Y sé que fue horrible para ti que yo te abandonara... Y Dios, me arrepiento tanto por eso y ahora verte... Me cuesta mirarte, Callie.

—Hollie... Quizá lo mejor sea que... que empecemos de nuevo, ¿no? Yo, yo te necesito, y mucho.

—Es que... ese es el problema, love. Yo vine hasta acá por... —Tomó aire y soltó de mi mano para eliminar una lágrima que se le escapó—. Porque... quería decirte que no me busques más.

—¿Por qué? ¿Hice... algo mal?

—No, yo... bueno... construí una familia, tengo hijos... Callie, quiero que entiendas que yo no puedo verte. No soy capaz...

—No... no entiendo...

—No puedo hacer esto, perdón. No debí haber venido. Yo no... no puedo resolver tus problemas.

Presencié como arrastró consigo su cartera y su chaqueta para marcharse velozmente. La seguí con una mirada que indicaba asombro y a la vez horror. No lo podía creer... ¡Me estaba abandonando de nuevo y el sentimiento de tristeza era tan grande, que las piernas poco me funcionaron! Quizá solo sirvieron para salir de ahí y empaparme en esa lluvia insolentemente fuerte para seguirla.

—¿Vas a abandonarme de nuevo, Hollie? —grité.

—¡Sí, Callie, sí lo haré!

—¡Espera! —Corrí hasta alcanzarla— ¿Hice algo mal? —pregunté tratando de hacer contacto visual—. Puedo mejorar... Puedo cambiar... No me dejes, ¿sí? No ahora...

Un trueno volvió a sacudir el lugar y la lluvia copiosa y ruidosa me daba una mala señal.

—¡No eres tú! ¡Yo simplemente no puedo verte! ¡Me das... rechazo!

—¿Te doy rechazo? Podemos... No lo sé, podemos solucionarlo... ¿Te molesta algo de mí? ¿Hice algo que te enfureció? ¡Cambiaré! ¡Lo prometo!

—No... tiene nada que ver contigo. Ahora déjame ir, ¿sí?

—¡No! ¡Dime qué pasó! ¡Merezco saber un poco de verdad después de todo, Hollie!

—¡Tu padre abusó de mí, Callie! ¡Él me obligó a tenerte!

—¿Qué dices?

Esperé su respuesta porque a mí no me quedaban fuerzas para seguir hablando. Me estaba conteniendo de todo, de tristeza, de rabia, de querer drogas... Yo ya no podía más, yo era una bomba de tiempo que recibió un atropello de noticias que no fui capaz de procesar. No, no me quedaban fuerzas.

—Callie, yo no quería abandonarte, pero lo hice porque... ¡porque era una niña que estaba perdida! No quería ver tu rostro ni el de tu padre. Mi mamá me obligó a permanecer junto a Terry durante un tiempo para que... formara una familia... En cuanto ella falleció yo... ¡Yo arranqué! No resistí...

—¡¡Eres una maldita mentirosa!! —La empujé.

—No, tranquila, no lo soy, tranquila, ya va a pasar, tranquila. —Intentó abrazarme.

—¡Déjame, mentirosa!

—Sé que duele, lo sé, lo sé. Dame un abrazo... Todo va a estar bien...

—¡Déjame! ¡Déjame por favor! ¡Si es que me quieres un poco... no me abraces, no me des cariño para después quitármelo!

—Está bien, aceptalo, darling... Tranquila, respira...

—¡No quiero! —Golpee su clavícula suavemente con mis puños. Rendida y sin fuerzas, le supliqué—: ¡Suéltame y vete si es lo que quieres!

Ella se tomó una pausa para mirarme; con su mano escondió mi cabello detrás de mi oreja. Agaché mi vista, incapaz de mirarla.

—Me duele, Love... Pero merecías saber la verdad. Toda la... Hey, mírame, mírame. —Levantó mi barbilla—. No siempre todas las verdades salen a la luz, pero sí hay que tener la madurez para saber cuando decirlas... Y... la jodí. Pero, aunque no lo creas, debes ver que se te va a terminar el mundo para que después ese cascarón se rompa. Ya verás la luz nuevamente...

—¡Es que duele mucho! —Traté de respirar. Ella, por instinto, situó su mano en mi nuca y la acarició.

—Lo sé, Callie. Lamento mucho todo. —Se despegó de mí—. Espero que entiendas mi desición de querer alejarme. Prometo que... cuando esté lista... Te buscaré y... compartiremos y... nos contaremos cosas y...

—Cuando estés lista, mhm... —Alcé las cejas—. Supongo que eso es un adiós definitivo.

—No, yo...

—No, entiendo... Me lo imaginé.

Ella parecía abrumada, incluso desesperada. No sabía con exactitud como interpretar los gestos de una mujer de treinta años que pretendía evadir a su hija. Era confuso. Desesperante.

—Ven mañana a mi casa en Londres. Te invito a conocer a mi... familia. —Se limpió una lágrima—. Quiero que conozcas a... a tus hermanas...

Mi vista se posó en ella de manera repentina. Vi la oportunidad de querer empezar de nuevo, de sentir apoyo, de sentir esa necesidad de protección por parte de una familia. ¡Ella me había abierto las puertas de su casa! Tal vez podría quedarme ahí por un tiempo...

—¿De verdad? —pregunté, con unos ojos brillando en ilusión.

—Nunca en mi vida hablé tan en serio —sonrió pellizcándome una mejilla.

Puse una mano sobre la de ella y acepté mostrando mi dentadura, casi de oreja a oreja, consternada..., pero con esperanza.

(**)

El sol ya se estaba ocultando y, apenas la vi marcharse bajo ese intenso temporal, terminé por caminar sola por la acera, con hambre y frío. Las tercianas me invadieron al sentir como la lluvia me atropellaba, cerniendo mi ropa a mi cuerpo, dejándome vulnerable. La gente se escondía del agua de una manera impresionantemente ridícula. A mí eso ni siquiera me importaba, nada lo hacía. Tenía algo de ilusión por recuperar a mi madre, pero la noticia de mi padre me destruyó.

Fui al terminal de buses más cercano, estaba vacío, pero esperé ahí a que pasara un bus. Me senté, puse mis rodillas a la altura de mi pecho y miré la lluvia sin querer sentir nada. Creo que estaba muerta en vida.

En cuanto llegué a mi casa, Dolly corrió hacia mí con la misma rapidez que el tintineo de su collar. La levanté y traté de fingir que no estuve llorando. Agradecí que no vi a Marcos. Lo que menos quería era que me comenzara a hacer preguntas sobre mis ojos aguados, así que me alivié un poco y cerré la puerta. Ah, no, espera, no estaba tan aliviada, porque alguien colocó una mano sobre la manilla.

—No cierres que quiero hablar contigo. —Se adentro Dylan y colocó ambas manos en su cintura.

No, no, no...

Entré tan en pánico que quise arrancar, pero él tomó de mi sudadera y me lanzó contra la pared.

—¡Joder! ¡Qué quieres!

—Hey, tranquila, tranquila, no vengo a hacerte daño... Solo quiero que me des tu celular...

—¡Déjame ya en paz!

—Vamos, esto va a terminar muy mal si no me das tu jodido celular.

—¡Para qué lo quieres! ¡Suéltame!

—¡Tú sabes para qué lo quiero! ¡Ya dámelo!

—¿Te... te da miedo que... —ahogué un grito— que te metan en la cárcel?

Desesperado, levantó mi sudadera y vio que lo tenía en el bolsillo izquierdo de la parte delantera de mi jeans, así que no dudó en meter mano y sacarlo.

—¡Devuélvemelo!

—Quiero decirte algo, Callie para que no pienses que soy tu enemigo, pero en este maldito momento. —Presionó mis mejillas—. En este jodido momento, tienes que saber algo: Se destapó una verdad alguien te mandó a matar. Tic tac, tic tac, corre. —Me soltó—. Ah, pero como tú eres una chica muy lista, ya sabes quién es, ¿no?







Nota de autora: Callie sabe cosas 👁👄👁
Me dio mucha pena lo de su mamá :(
Ya falta poco para terminarrrr qué nervios. Este libro ha estado como tres veces en borrador y aun así me da nervios sjsjjs

Gracias a los que me leen y comentan ♥️

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