Capítulo 34 PARTE II

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"Yo acabé con tu vida porque no tuve otra opción"

Hoy presentamos: Cassey.


"Ella ingresó por un callejón... Luego... Bueno, luego ella le pidió drogas a un tal Marloc... Y nosotros estábamos ahí. Él no quiso dárselas y..." .

"...Y tú se las diste".

"Sí. Yo no pensé que moriría por una sobredosis. Ella estaba desesperada".





(**)

ESCAPA CONMIGO.

SUMERJAMONOS EN LA LOCURA.

PERO PROMÉTEME QUE NO ME ILUSIONARÁS.


Ya estaba amaneciendo y lo que menos quería escuchar era a Meredith.

—No sé qué parte de "no quiero hablar contigo" no entiendes. ¿Es mucho pedir que me dejes en paz? 

Supuse que Meredith se estaba colocando algo impaciente. Era como si se molestara por tener que darme explicaciones. No sabía con exactitud hasta dónde llegaría su tolerancia, pero no me importaba dar guerra para que me dejara tranquila de una vez por todas... Aunque si me decía que yo iba a morir, quizá me podía interesar escucharla un poco.

—Cuando... Joder. Cuando yo vi el video de Dylan y tú..., yo estaba saliendo con él y... me entraron celos.

—Entonces era verdad que eres medio idiota. Abusan de mí y a ti te dan celos. Jodete, Mer.

Me fregué la nariz y vi sangre en mis manos. 

—¡Yo solo vi una parte del video! Escucha: Dylan y Marcos se conocían. No eran amigos, pero él siempre le arreglaba una que otra computadora. Yo no sabía que él te había...

—¿Violado?

—Él me dijo que estaba arrepentido.

Empuñé mi mano y me largué a toser. 

—Oye, ¿viniste hasta aquí para decirme eso?, ¿que eres alguien sin amor propio? —La sangre me corría en forma de hilo. 

—No... —Me pasó un pañuelo que sacó de su chaqueta un tanto apurada y nerviosa—. Vengo a suplicarte que no muestres el video.

—¿Qué pasa si lo hago? ¿Tienes miedo a quedarte sin novio?

Ella agachó la vista y comenzó a desesperarse, al borde de un arrebato explosivo. Sin embargo, se contuvo.

—Yo jamás fui querida en mi hogar... Mi madre... jamás me quiso, ¿vale? Yo no tenía nada antes de conocerlo... Él me llevó a su casa, me cuidó, me dio... cariño... ¡Le debo todo!

—Meredith —le hablé mirándola fijamente a los ojos—. No me hagas que sienta compasión por ti, porque en este momento, tienes todo el dinero del mundo... Él no te sirve y, para ser sincera, tampoco creo que tú le sirvas mucho a él.

—Él me salvó de todas las cosas malas que pudo haberme hecho mi padre. Le debo todo. Además, ¿quién eres para juzgar? ¡Tenían diecisiete años! La gente comete errores. 

—Sí, efectivamente a tu mamá le faltó consumir ácido fólico. 

—¿Sabes? Solo te vine a decir que no muestres el jodido video, porque si lo haces... no solo seré yo la que estaré metida en un problema y lo sabes. ¿Quieres vivir? deshazte de cualquier evidencia. Te estoy ayudando. ¿Acaso no lo entiendes?

—Me da igual tu ayuda. Mostraré ese video y todos se darán cuenta de la clase de personas que son. Te pudrirás en la cárcel por ser testigo de algo así y ocultarlo.

Ella resopló, hastiada.

—Te lo advertí, Callie, te lo advertí.

Me encogí de hombros y nuevamente me invadió la tos.

—¡Agh! ¿Sabes? Creo que me subestimas —continuó. Mi expresión cambió al escuchar ese tono mucho más ácido y amenazante—. ¿Dónde está tu gato? ¿Eh? Sería una pena que desapareciera, ¿no?

Bajo un rostro de horror, me giré hacia la recepción y no la vi en su jaula ¡porque estaba abierta!

—¿¿Qué hiciste con mi gata?? ¿Meredith...? 

—Lo siento, Callie, pero te lo dije... No te metas con Dylan.

Fui corriendo hacia el mesón, agitada. Ella era lo más especial que yo tenía... Si me la quitaban, ¡yo ya no tenía nada! No quería ni pensar en ese momento que Dylan o incluso Marcos pudieron haberle hecho daño.

—¡Dónde está mi gata! ¡Se las dejé para que la cuidaran!

—¡Pido disculpas! ¡Un muchacho se acercó para distraerme! Era... Derek Dunoff... —dijo—. Cuando me giré, su gata no estaba... ¡Mil disculpas, señorita Morgan!

—¡Callie! —gritó Franco. Chris venía trotando detrás de él—. ¡En media hora es el concierto, apúrate!

—¡Se cancela el puto concierto!

La pelirroja se cruzó de brazos y sonrió.

—¡Dónde está mi maldita gata, Meredith!

En aquel momento, Chris no dudó en avanzar hacia nosotras y posicionarse un paso más adelante que yo. Con bastante determinación, tomó a la muchacha del brazo y la increpó.

Meredith quedó mirándole y su expresión no cambió mucho, más bien, mantenía una postura burlesca.

—¿Qué le hiciste? —preguntó Chris algo airado—. Habla rápido, Mer. Yo no tengo mucha paciencia con gente como tú.

—Uuuhh, los hechizaste a ambos... No vaya a ser que se peleen muy en serio por ti, Callie.

—No estoy para tus juegos —replicó Chris, tenso, apretándole más el brazo.

—¡Auch!

—¡Me robó a mi gata! —le hice saber con los ojos aguados. Limpié unas lágrimas con la manga de mi sudadera y traté de mantener la calma—. Derek me.... me la robó.

—¿De verdad te rebajas de esta manera, Meredith? —continuó el pelinegro.

—¡A la mierda el gato, tenemos un concierto! —intervino Franco.

—¡Me rehúso a cantar! ¡Quiero a mi gata!

—¡No hagas berrinches por un animal!

—¡Tú eres un animal!

Me pareció ver a Chris ruborizarse más de la cuenta, así que soltó a Meredith y se fue hacia el evento con la intención de buscar a Derek. Por supuesto que lo seguí. Los cuatro lo hicimos.

En cuanto llegamos, el pelinegro comenzó a pasar entremedio de toda la gente que estaba disfrutando en el backstage. No supe con exactitud qué fue lo que pasó después de darle un buen chapuzón a Patrick, solo me preocupé de seguir al muchacho de ojos verdes bajo la poca luz que existía en ese entonces.

Se abrió un camino, un sendero que delató que Derek estaba afirmado en uno de los mesones del bar mientras bebía y conversaba a gusto con unas muchachas. Su rostro carismático hizo una pausa y le dio prioridad a un semblante ceñudo. No sé con qué rapidez lo hizo Chris, pero en cuanto lo vio, ¡zas! lo desplomó en el suelo, creando que la misma gente hiciera un círculo sorprendido a su alrededor.

—¿Dónde dejaste a la gata?

Javiera llegó a la escena y Meredith se posicionó al lado de su prima. Percibí un rostro que todo estaba saliendo perfectamente a como ella quería.

—¡Qué ocurre! —gritó la rubia.

—No te lo preguntaré nuevamente, Derek —dijo tomándolo del cuello de su camisa para inclinarlo hacia adelante—. Dónde dejaste la gata de Callie...

Derek rió en su propia cara.

¡Zaz! Voló un golpe por parte del pelinegro.

—Oye, qué demonios te pasa, ¿eh? —intervino Dylan, metiéndose al círculo y empujando a Chris—. ¿Qué tenemos que ver nosotros con ese estúpido animal?

—Déjalo, de seguro anda drogado —volvió a hablar Derek desde el suelo—. No me extraña, Chris. Deberías dejar las dr... —Voló otro golpe.

—¡Chris, ya! —Javiera intentó detenerlos. 

Y entonces, tomé el recurso más desesperado que tenía a mi alcance. El del video. 

—Si no me dan a Dolly yo misma mostraré el...

—¡Ya, ya! —Dylan se apresuró en decir—. Está fuera de su apartamento, joder. No le hicimos nada. Maldita llorona. Ojalá te mueras algún día para hacer una puta fiesta —se dijo para él mismo.

Apenas esas palabras salieron de su mugrosa boca, fui corriendo hasta arriba. No me importó que Franco me obligara a cantar, no lo iba a hacer. Tampoco me importó en ese momento la gente que me estaba esperando ni cuánto esfuerzo hicieron por ir a verme. Yo solo quería a mi gata. Solo la quería conmigo.

Agitada, logré subir hasta el tercer piso y la vi, desorientada, a las afueras de nuestra puerta. Corrí hasta el pasillo y me dejé caer de rodillas para abrazarla con una aparente celeridad y mucho llanto.

No podía creer que la usaran en mi contra...

—Lo lamento por dejarte sola, Dolly, lo lamento...

Al final del pasillo vislumbré a dos muchachos que reían mientras se dirigían hacia la escalera del otro extremo. Con seguridad puedo decir que era Alex acomodándose el cinturón y Oliver con el cabello hecho un desastre mientras se colocaba la camisa. No le tomé mucha importancia, porque de nuevo centré mi vista en Dolly.

Y fue ahí donde me di cuenta de que las manecillas que apuntaban a mi destino, volvieron a acelerarse. Estaba viviendo mis últimos días sin darme cuenta.

—Callie, necesito que me escuches. —Chris llegó corriendo hacia mí.

—¿Qué pasa? —Limpié mis ojos aguados, aún de rodillas.

—El recital... Donde se suspendió... La gente viene a manifestarse hasta el hotel.

Yo ya a ese punto estaba tan abrumada que no podía tolerar nada más; así que solo se me vino un llanto irreparable que no curaba nadie... Excepto Chris.

—Me quiero morir... —sollocé. Ya no daba más. El vaso ya se había derramado, incluso había caído al suelo. Crash

—No, no, escucha. —El pelinegro se hincó y trató de hacer contacto visual—. Mi padre tiene una casa en el lago, ¿vale? Una casa que no usa desde hace mucho tiempo. Si nos apuramos, podemos irnos hasta allá sin que venga la multitud.

Me quedé pasmada por unos segundos mirando al vacío, a lo que él tomó uno de mis hombros y lo sacudió con un poco de delicadeza.

—Callie, necesitamos irnos...

Volví a tierra y asentí, sin siquiera dar un pestañeo.

Él me ayudó a colocarme de pie y me aseguró que todo iba a andar bien. Y joder, esperaba que así fuera. Tenía esperanza. 

Lo único que quería era que, de cierta forma, la gente dejara de idealizarme. Pasaban semanas donde yo era lo mejor del mundo, lo que ellos admiraban; y era tema de conversación de los adolescentes durante horas diciendo lo genial que yo era. La verdad era que deseaba que me odiaran, deseaba que no me pusieran en un pedestal, deseaba que se dieran cuenta de que solo era una persona igual que ellos, una que cometía errores, una que no hacía todo como se debería hacer. Lo peor siempre llegaba justo en el momento en que te dejaban caer. Pasabas meses en la cima para luego verte en el infierno. 

Quería que se jodieran todos. No era un puto modelo a seguir.  

En cuanto llegamos al estacionamiento y Chris dobló hacia el asiento del copiloto de manera rápida, le propuse algo: «que nadie se enterara hacia dónde yo iba, ni siquiera John».

Admito que me costó decirlo y, juzgando el rostro de Chris, supe que le costó procesarlo, pues después de todo él era su hermano. Así que se mantuvo dubitativo unos segundos hasta que al final accedió.

Rápidamente salimos del hotel, pero fue demasiado tarde. La multitud había llegado odiando a una persona: a mí.

Me costó descifrar lo que realmente estaba pasando, pero me empaparon el vidrio con huevos, con tomates, incluso con gente tratando de romperlo mientras me insultaban. El mundo se me vino abajo, aún más abajo. Aun así, traté de mirar hacia el frente para ignorarlos. No sé si lo logré, debido a que comencé a sacarme los cueros del labio y me salió sangre... Incluso mi cuerpo expresaba respingos de miedo cuando se asomaban mucho.

—Chris... Van a... romper... Van a romper el vidrio...

—Tranquila, sí, todo estará bien. —Chris me miró directamente a los ojos mientras los guardias intentaban disipar a la multitud. El flash de todas las cámaras nos apuntaban con violencia. 

—Me odian. 

—Nos odian, Callie, pero... —Para mi sorpresa, él puso su mano sobre la mía que reposaba en mi muslo. Comenzó a acariciar mi mano con su pulgar. Eso, de cierta manera, me hizo sentir más tranquila—. Ni tu vida ni la mía depende de esto, ¿sí? 

Asentí. En ese momento no intenté expresar mucho lo que sentía, ya que todos los ojos estaban puestos en nosotros. Nos gritaban que querían la devolución del dinero. 

Los periodistas no tardaron en especular un romance entre nosotros.

"La fuga de dos enamorados dispuestos a dejarlo todo".

Chris logró doblar en una esquina y aceleró hacia un camino que me pareció desconocido. Atisbé a las personas correr hacia nosotros para alcanzarnos, pero fue un intento fallido. Se cansaron apenas Freedman dobló la distancia.

Limpié mis ojos aguados y comencé a acariciar a Dolly.

De ahí en adelante condujo bajo una lluvia copiosa. Los limpiaparabrisas se deslizaban de un lado a otro con rapidez. La carretera y el cielo se pintaban de gris y los árboles frondosos nos daban la bienvenida hacia la casa del lago.

De ahí el camino asfaltado daba paso a la tierra mojada, a las piedras. A unos cuantos metros, el auto comenzó a bajar su velocidad apenas avistamos una pequeña cabaña de madera arriba de una ladera. Era sencilla y hogareña, completamente distinta a la finca de Patrick. Lo agradecí. Era algo tan discreto que jamás me encontrarían.

—Bien —dijo haciendo un cambio con la palanca y mirando por el espejo retrovisor—. Llegamos.

—¿Crees que alguien nos siguió?

—Por lo visto... no. —Se sacó el cinturón y quitó las llaves. Se tomó un tiempo para observar la casa hasta que decidió abrir la puerta del auto.

De la cabaña desembocaba una escalera de concreto. Por lo tanto, apenas nos bajamos, corrimos hacia esta misma y llegamos hasta el techo de la entrada, donde logramos cobijarnos de la lluvia. El clima gélido no nos daba tregua.

Aquella entrada tenía unos sillones de mimbre con almohadas blancas, uno que otra planta y una cerca de madera que podía servir para afirmarse y mirar el agua correr durante horas.

Exhalé y me relajé un poco con tal clima y con el majestuoso e implacable aislamiento.

Al fin un poco de soledad...

De un instante a otro me percaté de que Chris se quedó pensativo mirando fijamente a la puerta. Yo lo observé, dudosa.

Se rascó la nuca y después se puso de manos en las caderas, mirando hacia la puerta.

—No tengo las llaves —soltó.

—¿Eh?

—Sí... Creo que se me olvidó ese detalle. Creo que... —Comenzó a dirigirse hacia la ventana—. Por aquí había una oculta... O quizá bajo un macetero o del nomo...

Y bien... Debo confesar que a los quince años vi una puerta similar. No ingresé para robar, sino para dormir ahí dentro. Me estaba escapando de un policía, así que ese pedazo de madera no era tan difícil de abrir.

Saqué una brocha de mi cabello y la coloqué minuciosamente por la cerradura. Busqué y busqué el lado concentradamente hasta que la abrí. Ni siquiera me tomó tiempo, por lo cual Chris me miró con la boca algo abierta y el ceño fruncido, como diciendo: «¿Cómo carajos hiciste eso?».

Cosas que me enseñó el barrio, en fin. 

Sonreí sin mostrar los dientes y pasé primero. Él me siguió, impresionado.

No voy a entrar tanto en detalles, pero la cabaña era realmente acogedora. Apenas entré y vi una chimenea con un televisor arriba y unos sillones apuntando a esta, supe que quería quedarme ahí. Y no solo eso, el hecho de tener libros en los esquineros rústicos y juegos de mesa en uno de los muebles, hizo que mi entusiasmo por quedarme durante un tiempo se acentuara.

—¿Te gusta? Es linda, ¿no?

Dolly se bajó de mis brazos para olfatear y yo me dediqué a observar detalle por detalle, incluida las fotos familiares de los Freedman Sinclair.

—Esta cabaña es de mis padres. Si necesitas ropa, hay en la habitación. Y si necesitas algo más... Yo puedo bajar e ir a comprar, no te preocupes de eso.

—¿De verdad tus padres no se asoman por aquí?

Noup.

—Gracias Chris... Este lugar es... 

—Asombroso, lo sé —completó y tomó el control de la chimenea para prenderla—. Oye, aquí hay de todo, ¿sí? Cualquier cosa que necesites... 

Se había posicionado frente a mí con un rostro un poco preocupado, pero que trataba de disimular. De inmediato tomé en cuenta de que estaba nervioso. 

—No me cansaré de agradecerte, realmente necesitaba un respiro. 

—Sí, también yo. —El pelinegro avanzó y afirmó la espalda en la isla de la cocina—. A veces desaparecer es todo lo que necesitamos. Ya sabes, ser invisible. No pertenecer a ningún lado. 

—Nowhere Man. 

—¿No es un poco como tú y yo? 

Solté una pequeña risita y él lo hizo de vuelta. Nos quedamos mirando a los ojos por unos instantes y sentí que de cierta forma me vendría bien un abrazo por parte de él, pero no me atreví a dárselo. 

—Iré a... tomarme una ducha. 

—Claro, ve. Hay agua caliente, toallas, lo que quieras. 

Asentí y me fui con una sonrisa agradecida hasta allá. 

Admito que en ese entonces mi cabeza se llenaba de voces, de fantasmas y de pesadillas internas. Ni siquiera el agua caliente dejaba relajar a mi cuerpo de la negatividad, por lo que continuaba atormentada por las drogas y por mis pensamientos autodestructivos. 

Las voces sobre querer quitarme la vida cada vez sonaban con más fuerza. 

(**)

El baño estaba dentro de la única habitación que había, y en cuanto salí de la ducha, respiré todo ese vapor del agua caliente, envolví la toalla en mi cuerpo y me miré en el espejo mientras pasaba mi mano sobre esta misma..., nerviosa y harta de sentirme como una maldita drogadicta.

Por supuesto que abrí el mueble del espejo y analicé la pila de medicamentos que existían: paracetamol, antibióticos, suero fisiológico y... metanfetaminas. 

—Callie, ¿terminaste de ducharte? 

Cerré de inmediato. Podía hacerlo, podía no consumir, podía hacerlo. 

Volví a abrirla. 

—¿Callie? 

—¡Sí, y estoy bien! —vociferé. 

—Vale. Hice pizza. 

Titubeé un buen resto. Chris me había comentado que había estado limpio desde hace algunas semanas, y le creía. El color le volvió al cuerpo; su cabello estaba muy sedoso; su aspecto en general se mantenía muy pulcro y atractivo. No quería arruinarle nada, pero... ¿De verdad no se le antojaba consumir teniendo toda esa pila de medicamentos? 

Maldita sea. 

Tomé un frasco de somníferos, lo abrí, puse uno en la palma de mi mano y luego lo eché a mi boca con desesperación. Cogí agua de un vaso y lo tragué. 

Salí del baño y saqué del closet una sudadera y un pantalón de buzo que me doblaban la altura, pero no me importó. Durante unos segundos, y por el aroma, me hizo recordar a John.

En cuanto llegué hacia el comedor, me encontré con Chris mirando la TV. Estaba hundido en el sofá con las piernas en la mesita de centro. Su ropa negra, su cabello brillante y la palidez de su rostro con un ápice de rubor, calzaba perfecto con una serie de vampiros. 

Me senté a su lado y subí mis pies al sillón, cruzando mis piernas. Naturalmente me ofreció y yo saqué sin dejar de mirar a los actores. 

—¿Te gustan musculosos, Callie? —Chris rió bajito. 

—¿Qué? No, en verdad se me hacen atractivos los flaquitos. 

Los ojos párpados comenzaron a pesarme. 

—Perdón por lanzar a tu padre al agua, Chris... 

Chris torció su labio, risueño.

—No, no... De hecho, lo agradezco. Me hizo darme cuenta de que definitivamente mi familia no tiene remedio. Nadie se quiere con nadie. 

—¿Por qué piensas que no te quieren?

—Porque maté a su hijo.

—Fue un accidente, Chris.

—Yo siempre cometo accidentes, Callie. La culpa que siento me mata a diario. Yo acabé con mi familia. 

Fijé mi vista en él unos instantes y luego agaché la cabeza con algo de angustia. 

—John te ama, Chirs. 

—También amaba a Kai. Cuando lo miro siento que aún me tiene rencor, pero no me lo dice. 

Fue a sacar la pizza del horno y me sirvió en un plato. Se repantigó nuevamente en el sofá y miró la tele mientras me hablaba. 

—Ya me acostumbré a ser el chico que es rechazado por todo el mundo. 

—No por todos, Chris. Me tienes a mí.

No tardó en colocarme un mechón detrás de la oreja. Lo sentí como una caricia muy reconfortante. Una mirada tan penetrante y cálida como la de Chris traspasaba barreras. Era mágica, genuína. 

Me mantuve quieta hasta que se incorporó en mi piel. Me había besado la mejilla suavemente como agradecimiento. 

Su mano en mi cuello y su dedo pulgar en mi barbilla me acariciaban de una manera sedosa y hogareña. 

—Tú también me tienes a mí —susurró. 

Mi cuello se fue hacia adelante y mi plato con la pizza se cayó en mi regazo. 

—¿Cal? 

Ya no lo sentía, tenía mucho sueño. 

—Joder, ¿qué tomaste, Callie? 

La mano izquierda se aflojó completamente. Solo quería dormir. 

—Mierda, no sabía que había medicamentos, lo... lo siento... —Sentí calor cuando me cubrió con una manta y me llevó en sus brazos hacia su habitación. Me acomodó con la almohada, me cubrió lo necesario y cerró las cortinas—. Sacaré todas las malditas pastillas de ahí, ¿vale? 

Asentí, acurrucada en la cama, sin ánimos de hablar. 

—Ahora duerme, descansa, Callie. 

(**)

Durante todo la semana, pasamos en ese plan de ver series, películas y más series. Después comíamos en el mismo sofá y jugábamos ajedrez. El que perdía, debía lanzarse de las laderas para abajo.

Por lo que ahí estábamos, como unos estúpidos bajo la lluvia, como unos tontos en la colina gozando de la naturaleza. Dándonos un respiro. Disfrutando del olor a petricor.

—Escucha —exclamó fuerte debido a la lluvia que chapoteaba en los charcos de agua—: yo nunca he hecho esto. Creo que tengo que... entrar en calor y...

—¡Ya lánzate! —dije empujándolo, sin rodeos.

Rápidamente, comenzó a girar como un neumático. Con esa lluvia era algo ambicioso decir que podías frenar. Era imposible. Por lo que regañó todo el trayecto hasta caer a un charco con lodo y quedar impresionado por lo que acababa de hacerle. Su rostro era como de: «¿Es en serio? ¡Pude haber muerto!».

Serán muchas las personas que tildan a Chris como un chico serio y poco expresivo, pero la verdad era que era un muchacho que solo quería sentir cariño. Como yo.

Y también a veces era medio dramático.

...Y ahí lo tenía, negando con su cabeza y mostrando los dientes para soltar una risa incrédula. Me asomé mejor para mirarlo, pero resbalé y caí como un poseído.

Giré, giré y giré hasta que mi cuerpo llegó al final, llena de barro y de risa avergonzada. 

—Oh, por Dios... —reí y me cubrí la boca. Le di mi mano a Chris, pero este estaba concentrado en no reírse. 

Joder, nunca lo había visto sonreír de esa manera... 

—Perdón... es que... —Miró hacia el cielo tratando de contenerse—. Joder, ven aquí. —Me estrechó la mano, riendo.

No voy a negar que fue la primera vez que hicimos semejante locura, sino que se repitió durante varios días. Incluso en aquellas noches despejadas, él tocaba la guitarra y yo me dedicaba a mirar al cielo. Tampoco mentiré: usamos drogas. Todo partió el día en el que comencé a vomitar por mi abstinencia. Le rogué que no quería pasar por eso, así que, tratando de evadir al destino, nos aferramos a las drogas alucinógenas. 

—¿Has sabido algo de Javiera? —pregunté. 

—Sí, ella sabe que estás aquí conmigo. Yo... yo le cuento todo a ella. Es mi mejor amiga. 

Junté un poco las cejas, sorprendida. Admito que la primera vez que conocí a esa chica, la noté insegura, pero después me di cuenta lo confiada e independiente que podía llegar a ser. A ese punto también sentí algo de culpa porque sabía que Chris sentía algo por mí... Y en ese momento, estaba yo escapando junto a él, no ella.

—Sabes que ella no te ve como amigo, ¿no? 

—¿En serio? —Juntó las cejas.

—Hombre tenías que ser. Se muere por ti, Asshole

—No soy bueno para captar indirectas. —Chris se mordió el labio inferior—. La verdad no la veo con otros ojos, no como... no como miro a otra persona. 

—¿Ah, sí? ¿A quién?

Entonces, él me miró directamente a los ojos. 

—Tú sabes que a ti, Callie. Siempre serás mi debilidad. 

No pude razonar con claridad, porque mi corazón estaba más apurado que mi mente. 

—Pero antes de que me digas algo, sé que yo no soy la tuya, que no soy tu debilidad. Pero ten en cuenta de que yo me sumergiría al vacío junto a ti si es necesario.  

—Chris... 

—No importa. —Él se puso de pie y se limpió un poco el barro del trasero. Se inclinó hacia mí y, antes de darme un beso en el cabello, susurró—: No importa si yo no soy el chico que quieres, Callie; te amaré de igual modo en silencio.

Y después simplemente se marchó hasta la cabaña. 

De la frustración, me lancé hacia atrás y me quedé mirando las estrellas hasta que me invadió el frío y volví hacia dentro. 

Pasaron algunos días y yo estaba tratando de cocinar algo mientras que Chris llegaba del pueblo más cercano después de haber hecho las compras. Él dejó las bolsas de tela encima de la mesa de la isla y me dijo que se iba a tomar un baño. Algo me decía que se sentía incómodo, pero no sabía el porqué.

Hasta que descubrí una hoja bajo el envase de la leche.

Admito que me pareció extraña ese papel mojado e incluso indecente, así que lo abrí con cierta duda.


Ya que apagaste tu celular, no me queda de otra que recurrir a métodos de mierda antiguos.

Sé dónde estás, ¿vale? No soy un estúpido, pero sí, no negaré que ando medio borracho.

Te escribo esta carta porque... espero que estés bien, Callie. Créeme que entiendo por lo que estás pasando. Sé que lidiar con toda esta mierda no es fácil y también sé que tienes problemas que no nos quieres decir. Cómo ya te dije, no soy estúpido.

Me dije un montón de veces a mí mismo que no era buena idea involucrarte en este mundo, pero me di cuenta de que eres medio porfiada y terca. Así que no me quedó de otra que aceptarte... tal como eres.

Una persona fascinante.

Agradece que estoy borracho escribiendo esto. Es loco lo sé, pero joder, tú sabes que me gustas mucho... Y no quiero manipularte con eso... Pero ver cómo te destruyes, ver como mi hermano o como Alex lo hace, se me vuelve jodidamente difícil. Si pudiera tener todo el control bajo mis manos sería fantástico... ¡Pero no lo tengo! Y eso me consume un poco.

No sé con claridad qué es lo que va a pasar a futuro, pero... si tú quieres y si sientes que yo te correspondo... Me gustaría que volvieras, Callie. Me encantaría como no tienes ni puta idea.

Confesaré que a mí me hubiera gustado estar ahí contigo.

Como sea, si decides volver, hazlo por ti misma... Solo quería que tuvieras en cuenta de que yo te voy a estar esperando.

Y no me despediré con esa mierda de Atte. Pero como eres medio despistada, soy John, por si las dudas.

Caliope.

Mi cara se contrajo y una lágrima se escurrió por mi mejilla. Presioné mis labios para no tratar de llorar, pero no pude. Miré hacia el cielo y tragué saliva, rogándole a alguna fuerza divina que me diera valor para enfrentar mis problemas; mi soledad, mi locura. 

Aquella carta del hombre que yo quería con todas mis fuerzas llenó mi alma, pero a la vez la hundió porque yo aún no estaba lista. Yo anhelaba estar con él, anhelaba sentir ese cosquilleo y esa pérdida de razón; sin embargo, y tal como lo decía él, no quería lastimarlo.

Tal vez en otra ocasión pudimos haber sido felices. 

Y así fue como pasé mis días junto a Chris. Y si bien ese muchacho resultó ser mi complemento, también fue como cavar un pozo sin salida. Todo lo que nos unía, terminaba por hundirnos.

Estaba en el cerro envuelta con una manta mirando las estrellas. Chris llegó con un clavel. De hecho, siempre me regalaba uno y todos eran bajo esa misma sonrisa encantadora.

Se sentó junto a mí y prendió un cigarrillo.

Admito que reflexionamos en silencio. Yo ese día estaba algo inquieta, pensativa. No quería irme de ahí, pero me carcomía la conciencia el saber cuánto daño nos hacíamos. Así que discutimos en el momento en el cual no fui capaz de prender mi cigarrillo por los temblores de mis manos.

—¡Mierda! —me frustré mirando hacia el pasto.

Chris permaneció en silencio, mirando hacia el horizonte. Yo en aquel instante tenía la sensación de que estaba pensando lo mismo que yo. Así que sus labios guardaron reserva.

—¿Qué estamos haciendo, Chris? Joder, míranos. 

Él dejó soltar el humo de su cigarrillo y se encogió de hombros.

—No tengo ni puta idea, Callie. Quizá solo estamos evadiendo la realidad...

—Es que ese es el problema... Mira como la evadimos, Chris, mira como estamos... Yo...

Percibí que Chris se rascó su frente, algo inquieto, lo cual me molestó, porque yo quería encontrar una solución y él quería quedarse, permanecer así. Hundirse. Entonces me puse de pie y lo increpé:

—¿Te molesta lo que digo o algo? 

—No, Callie, pero ¿qué quieres que le haga? 

—¡Me duele estar así! ¿Que no lo entiendes?

—¡Por supuesto que lo entiendo, Callie! ¡Pero no sé qué pasa por tu cabeza al creer que yo te puedo ayudar!

—Jódete Chris. 

Él se puso de pie. ¿Qué me hizo pensar que dos drogadictos tendrían una charla completamente normal?

—Te di un escape, pero no tengo el control de tu jodida vida. 

Cerré mi boca sin saber qué decir, así que continuó:

—¡Me haces sentir culpable, Callie!

—¡Yo solo quiero que entiendas que ya no quiero esto! ¡Maldito! 

Lo empujé y le di puñetazos débiles en el pecho. 

—Déjame. 

—¡Te odio! 

—¡Que me dejes! —Me empujó. 

—¡Muérete! 

—¡Es que yo no tengo la jodida culpa que tú estés metida en esto, igual que yo! ¡Por qué le pides a un drogadicto como yo que intente rehabilitarte! ¡Te he dicho millones de veces que te alejes de mí y aun así permaneces a mi lado! ¡No soy tu ángel de la guardia! ¡No soy tu jodido ángel de la guardia, Callie! ¡Qué demonios quieres que haga si no quieres ser ayudada!

Cubrí mi frente con mis muñecas y me eché a llorar. Mi impulso por ir a un centro de rehabilitación eran fuertes, pero temía pasar por la abstinencia. 

—Y ahora te largas a llorar. 

—Me quiero morir... 

—¿Sabes? —se limitó a continuar su discurso—. Por un momento sentí que... que cuando leyeras la carta... Te irías corriendo hacia él... Y no lo hiciste... Te quedaste conmigo y me pregunté una y otra vez... ¿por qué lo hizo? ¿Por qué decidió permanecer a mi lado? ¿Sentirá algo por mí?

—Chris...

—Le di muchas vueltas a eso, Callie... Y la respuesta es que solo te quedaste conmigo porque compartíamos una cosa en común... Porque podía proporcionarte drogas. —Se tomó una pausa y trató de que expresarse nuevamente—. Lo peor es que sé que tú te irías con él y yo aun así daría todo por ti.

—Chris, no me hagas esto... 

Él no me dejó continuar. Le dio una calada a su cigarrillo y se sentó, apaciguado. Las palabras que salieron de su boca, fue el quiebre definitivo entre nosotros.

—Cuando mamá me prometía que yo podía volver a casa; empezar de nuevo, perdonarme... llegaba mi padre y todo ese cariño que juró prometerme resultaba ser falso. Sabes que lo mismo estás haciendo tú. Me estás entregando una ilusión, un brillo para después opacarlo cuando llegue él. Y no te culpo, estás enamorada de mi hermano y me estás manipulando a mí porque compartimos una cosa en común. No quiero ser tu juguete Callie. Tu y yo pudimos haber dado vuelta al mundo y manejarlo a nuestro antojo, pero no hubiera sido real.

Y mi corazón terminó por romperse por completo.

Destrozada, me arrodillé y él cayó frente a mí. Por inercia, nos abrazamos y me dejó llorar en su hombro. Las drogas me estaban carcomiendo y definitivamente era el momento de volver. 

Ahí pude sacar una pequeña ventaja antes de morir. 



Nota de autora: 

Quedan tres capítulos para terminaaaaaaaaaaaar 

Recuerden que tengo una playlist de Feedback en mi Ig.  

Nos vemos, Lía <3 


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