Capítulo 35

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"UN AMOR QUE INTENTÓ DESAFIAR AL DESTINO".


El pelinegro venía con la gata entre sus brazos y yo me limité a abrir la puerta del apartamento. En cuanto lo hice, Franco me estaba mirando con un rostro de alivio y de regaño a la vez.

—¡Joder, al fin! —Levantó sus brazos al cielo de una manera un tanto irónica—. ¿Tienes idea de lo que hiciste?

Javiera estaba sentada en un sofá escribiendo algo en su agenda. Fueron unos segundos los cuales sus ojos alternaron la vista entre Chris y yo. Después solo se limitó a enfocar la vista en la hoja. A juzgar por su rostro, de seguro estaba enojada.

No vi a John ni a Alex.

—¡Pasaron días, Callie! ¡DÍAS! —continuó Franco—. Por suerte el escándalo que se mandaron ustedes dos sirvió para generar ingresos. ¡Aun así están locos!

—Y te volverás más loco con lo que te voy a decir. —Me gané un paso al frente y miré a Chris por encima de mi hombro. Él asintió, y tan solo con su rostro, me dio una confianza para llenar mis pulmones de aire y decir—: Franco... Voy a entrar a rehabilitación.

Él se quedó en blanco. Se dio unos instantes para reflexionar mis palabras y se puso de manos en las caderas, incrédulo.

—¿Qué?

—Eso, lo que escuchaste. Voy a entrar a rehabilitación y... También quiero una casa —aproveché de decir. Miré a Chris y él me miró con cara de: «sí, sí, pide, pide».

—¿Qué? —continuó, como si estuviera fuera de contexto.

—Quiero una casa de segundo piso... Y con piscina.

—También con cocina americana —me susurró Chris.

—Y con cocina americana —repetí en voz alta.

—Todo esto es broma, ¿no? —preguntó apuntándonos a ambos con el dedo índice—. ¿Están drogados?, ¿ebrios? Explíquenos su jueguito porque no entiendo.

—¡Solo quiero una puta casa donde vivir!

—¡La casa es lo de menos, Callie! ¡En este mismo momento te puedo comprar todas las casas que quieras! ¡El problema es que estamos a punto de sacar un puto nuevo álbum!

—Franco, déjala. —Javiera se paró del sofá—. Necesita ir. Es lo mejor para ella... Para todos. —ladeó la cabeza hacia Chris como si fuera una especie de indirecta.

—¿Tú estás de acuerdo con esto? ¿Es en serio?

Nos quedamos en silencio los tres, lo que claramente significaba que lo que él dijera, no lo tomaríamos en cuenta, así que nos llevó a tener la razón y terminó por acceder de mala gana.

Su celular sonó y terminó por contestar dándonos una mirada de papá molesto.

—¿Qué? ¿Cómo que necesitan su firma? ¡Mierda! ¿Los Bullet? ¡No, claro que no! —Él empuñó su mano con rabia—. Esos malditos. —Colgó y se apresuró en advertir—. Escucha, Callie: en este momento, Deltasonic necesita que firmes un documento, si no le darán un contrato a los BulletFord y perderemos millones. Si quieres entrar a rehabilitación, hazlo después de firmar el jodido papel... Por favor. —Lo miré un tanto asustada sin saber qué decir—. ¡Despierta! ¡Debemos ir ahora si quieres una jodida casa de dos pisos; una piscina y una jodida cocina americana!

Accedí un tanto confundida y salí tras él, fingiendo que entendía lo que estaba pasando. La cosa es que le seguí. 

Ambos bajamos rápido las escaleras con la intención de ganarle a la competencia, pero en cuanto íbamos por el quinto piso, un muchacho venía subiendo las escaleras.

Y entonces, con una mano en la barandilla, elevó la mirada y se fijó en mí.

Mi cuerpo se había detenido. Lo único que latía con un anhelo desesperante era mi corazón amartelado. Al fin el chico por el cual esperé durante mucho tiempo estaba ahí, quieto, con unos ojos brillantes y unos labios sutilmente entreabiertos. 

Una sensación de no saber qué hacer se había apoderado de mi alma. John tenía ese poder sobre mí. El hecho de que se preocupaba de manera sana me hacía querer ir a abrazarlo y no soltarlo jamás. 

Joder, estaba enamorada hasta las patas.

—¡Camina, Callie! —regañó Franco.

—¿Hacia dónde van? —inquirió John al fin saliendo del ensimismamiento.

—Los BulletFord nos quieren quitar un contrato —respondió él de vuelta, bajando más rápido que nosotros—. Vamos a por esos cabrones.

Me quedó mirando mientras yo bajaba hasta su mismo nivel. Ambos, de manera rápida, intentamos alcanzar a Franco.

—John... Yo... quería hablar contigo...

—¡No hay tiempo, bajen!

—Sí... Yo también quería... hablar contigo algo importante —dijo, apurado.

—Es que... —comencé a decir tal como lo había ensayado—: La primera vez que me besaste... Aquella vez cuando yo no paraba de gritar, fue una sorpresa para mí. Me dije a mí misma... Joder, este chico podrá ser odioso, pero besa bien y...

Él frenó de golpe y se mostró interesado en mis palabras, ladeando su rostro con una aparente ternura.

—¿A qué va eso?

—¡BAJEN RÁPIDO!

Aceleramos la marcha. Debía decirlo rápido; a la velocidad de la luz; sin siquiera respirar.

—Va que a la segunda vez que te besé fue porque no resistía no hacerlo... Estaba todo el día sin poder sacarte la vista de encima... En pensar si estabas enojado, triste... ¡Quería, moría saber cómo te sentías! ¡Hasta que me besaste de vuelta y ambos no queríamos parar!

—Callie...

Él me miraba como diciendo: «ahorita no, chiquistriquis», pero me valió, se lo dije como si fuera un trabalenguas.

—Después de eso y al conocerte mejor, no solo me sentí atraída hacia ti, sino que comencé a quererte de una manera que me asustaba... Así que cuando me dijiste que te habían golpeado porque querías protegerme ¡Me derretí! Me volví vulnerable... ¡Cada beso tuyo, incluso cada conversación que teníamos me hacía querer verte durante horas y no me cansaba en absoluto! ¡Mis ojos brillaban y mi estómago me torturaba con unas mariposas jodidamente inquietas y...! —Miré para todos los lados y le susurré de una manera bastante confidencial—. ¡Incluso tenía sueños malditamente calientes contigo!, ¿vale?

Él sonrió, divertido.

—¡¡¿¿QUIEREN APURARSE??!!

—Y eso no es nada porque el día de mi cumpleaños... Bueno, tú sabes lo que pasó entre nosotros... Sabes que una cosa llevó a la otra porque era lo que ambos queríamos y me decía a mí misma: ¿De verdad un chico me está tratando con esa delicadeza? ¿De verdad me pregunta si me siento cómoda? Quizá es lo que cualquier hombre debiera preguntar, pero créeme que para mí... Bueno... para mí... Eso es importante... Y entre más placer sentíamos mutuamente, terminé por perder la cabeza contigo y... después me mandaste esa carta donde me decías que me querías y yo también, pero no quería lastimarte y...

—Call...

—¡Y me gustas mucho, John! No, no me gustas... ¡Estoy enamorada de ti como no tienes ni jodida idea!

Cuando lo dije ya habíamos llegado hasta abajo. Percibí como en la puerta del hotel había una cantidad considerable de periodistas divididos en dos hileras cuyas barandillas bloqueaban el paso hacia nosotros. Ellos nos abrieron un sendero, un camino para que nos desplazáramos directamente hacia el auto que nos estaba esperando a unos metros. Si salíamos, seríamos fotografiados juntos.

—¡Apúrate, Callie! —gritó Franco desde el auto.

Miré a John esperando una respuesta, pero él solo me miraba y no decía nada.

—No quiero fingir esto, John... —añadí.

—¡Rápido, John! —insistió el productor de discos.

Mi profuso nerviosismo dio paso a la angustia. No sabía lo que pasaría entre nosotros, no sabía su respuesta ni su reacción... Solo me limitaba a ver un semblante con la vista fija en Franco como si tratara de tomar una confusa decisión..., pero, ¿qué era? ¡¿Por qué no me respondía?!

Como era natural de mi parte esperar siempre lo peor, creí que todo lo que le dije no había valido la pena.

—¡Callie! ¡Cuéntanos más de tu relación con Chris!

—¡Callie, es verdad que tu relación terminó porque John interfirió?

—¡John, concédenos una entrevista!

Él me miró de una manera ralentizada. Tragué saliva con la esperanza de que pudiera decirme en lo que pensaba; sin embargo, ante la inexistencia de palabras, agachó su cabeza y comenzó a avanzar hasta donde Franco.

—Debemos irnos. —Se adelantó.

Cerré los ojos con vergüenza.

¡Qué estúpida fui al creer que me diría lo mismo!

Comencé a avanzar con la cabeza agacha, colorada y también derrotada. No tenía pensado en fotografiarme con ningún periodista o concederle una entrevista. Solo lo quería a él, pero por lo visto confundí las cosas.

—No. ¿Sabes qué? —John se giró a mitad de la pasarela, sorprendiéndome.

Atisbé cómo Alex, Javiera y Chris se asomaron a la puerta, viéndonos. 

—¿Qué sucede, John? —traté de decir con calma, aunque ya estaba medio bajoneada.

Comenzó a avanzar hacia mí de una manera sorpresivamente rápida.

—Tú me dijiste que estabas harta de fingir, ¿no?

—¡Graben eso!

—¡Se le acerca!

—¡Está jugando con ambos hermanos!

—Pues me di cuenta de que fingir es una puta mierda, Callie. Me cansé de que todos digan que estás saliendo con mi hermano cuando en verdad el que te quiere como no tienes ni jodida idea soy y...

Lo besé.

Mis manos rodearon su cuello y mis labios reposaron en los suyos con toda la pasión que pude entregarle a alguien durante toda mi corta vida. Él parecía sorprendido. Sin embargo, instantes después, se dejó llevar suavizando el beso, también rodeando sus manos en mi cuello.

Fue un roce lleno de liberación, algo que va mucho más allá de lo que se puede expresar con palabras. Éramos dos muchachos desafiando al destino, jugando a amar, a intentarlo. Nos aferramos a la idea de que ambos nos queríamos y que durante todo ese tiempo dolió el no poder haber hecho todo lo que queríamos hacer. Hoy por hoy al fin lograba tener a ese chico sobre mi boca, y se sentía hermoso.

—¡Lo está besando al igual que como besa a Chris!

—¿Acaso Callie Morgan tiene una relación con ambos?

—¿Lo prefirió a él?

—Chris... ¿Un corazón despechado?

Durante unos minutos todo fueron sus labios y nada la prensa. Esa sensación probablemente fue la más reconfortante que tuve, y me alegré demasiado por aquello.

De manera ralentizada me despegué de los labios de John, dejando un sonido de nuestra piel que regañó al separarnos. Ambos teníamos la boca roja e hinchada. 

—Te acabo de besar —susurré, sorprendida.

—Sí, lo acabas de hacer —musitó también con un deje de sorpresa. Tragó saliva y me dijo con una voz un tanto áspera y entrecortada—: Creo que debemos.... irnos de esta mierda. No te imaginas que quiero... seguir besándote ahora mismo —sonrió.

Me di el tiempo de divisar el rostro de cada uno. 

Franco: enfado retenido. 

Javiera miraba a Chris. 

Chris se rascó la nuca mirando hacia abajo. 

Alex miraba a Franco. 

Y como mis  emociones estaban tan a flor de piel, desafié la figura del productor de discos y tomé a John de la mano para ir de vuelta al hotel y escapar por el otro lado.

—¡Callie, vuelve aquí! ¡Callie! ¡CALLIE! ¡Perderemos el contrato! ¡John! ¡Vuelvan! 

(**)

Horas después:

No nos fugamos ni tampoco desaparecimos, solo nos encontrábamos dentro del auto y en medio de la carretera disfrutando de una noche estrellada. A John le gustaba mirar las constelaciones de vez en cuando, aunque no entendía el porqué. Quizá solo era un pasatiempo y ya, pero según yo, mantenía un significado oculto.

Yo me giré para mirarlo a él, fascinada.

—¿Qué me miras tanto? —dijo inclinando su rostro hacia mí. Mantenía un brazo detrás de su cabeza, lo cual hizo que su sonrisa se viera mucho más juguetona.

—Eres más atractivo que las constelaciones. —Me encogí de hombros.

Él chasqueó la lengua y me bajó el gorro hasta los ojos.

—¡Oye! —reí.

—Solo mira el cielo, es hermoso. —Apuntó hacia arriba, dándome explicaciones del porqué debía apreciarlo.

—¿Desde cuando te gusta tanto la astronomía? 

—Solía tenía una colección de libros de física. Cuando era más pequeño, papá nos llevó a una de las tantas de ferias de ciencia de los Farett; eran buenísimas.

—Suena... ¿Entretenido? 

Él soltó una risa ronca. 

Me acerqué hacia él y le bajé la mano. Con una sonrisa, me incliné para darle un beso corto.

Él no tardó en devolvérmelo, al contrario, colocó una mano sobre mi cuello y profundizó el beso. No negaré que era uno increíblemente desesperante, y no porque fuera rápido y fogoso, sino porque era encantadoramente lento, delicado y exquisito. Mi cuerpo de por sí trataba de acercarse más a él.

Proyectó un movimiento tan fascinante que se me olvidó que mis emociones eran una montaña rusa. No voy a mentir diciéndoles que estaba limpia de drogas, al contrario, había abusado de ellas por mucho tiempo y seguía igual, por lo que tenerlo besándome, lógicamente iba a prender mi estado de euforia.

John mordió mi labio inferior de una manera tortuosamente fascinante. Bajo el silencio nocturno, sólo se escuchaba el roce de nuestros labios que se intensificaba de una manera agitada. 

Sin dudas él comenzó a excitarse, lo noté en su respiración densa. Sus manos empezaron a bajar hasta mi cintura para apretarlas. Cada vez era más y más intensidad, más movimientos, más roce con su regazo que se iba colocando más duro contra lo que había bajo mi falda. Esa presión de tenerlo bajo de mí me hacía apretar mis labios bajo un sufrimiento placentero.

Se despegó. 

—Oye, no pienses que te traje solo para esto... ¿Estás bien? 

—Solo bésame, ¿sí? Bésame hasta que me pierda en ti... 

Resopló en mi boca y se desvió hasta el lóbulo de mi oído. Puso ambas de sus cálidas manos en cada muslo para arañarlo con desesperación. Las venas de su pálida piel se marcaron y su respiración se comenzó a acelerar con sufrimiento.

—Te extrañé, Caliope.

 —Y yo a ti, John. 

—¿Puedo sacarte la remera? —musitó en mi oído, lo cual asentí de inmediato.

Levanté los brazos y él la sacó de mí. Volví a sus labios, pero esta vez aceleramos nuestros movimientos, gimiendo sobre nuestras bocas una y otra vez, reiteradamente, intensamente, dolorosamente, tortuosamente y todo lo terminado en ente que tenga un significado placentero, como placenteramente.

Mis piernas se quisieron juntar un poco al percibir como de su bóxer salía un bulto que estaba dispuesto a entrar en mí.

Cerré los ojos con sufrimiento durante unos segundos sobre su hombro, pero me puse en alerta cuando me había susurrado algo extraño:

—¿No quieres un trio?

—¿Eh?

—Mira como la toco. Está disfrutando. Te pagaré mucho dinero. 

Miré a John, pero lo único que vi fue el rostro de Marcos.

—¡NO!

Abrí la puerta del auto y salí cubriéndome los senos con mi remera.

John pareció quedar en blanco, sin embargo, se apuró en abrochar su cremallera y en bajar del vehículo dando explicaciones por algo que no había tenido la culpa.

—¿Pasó algo?

Tragué saliva sin saber qué decir. Mis manos temblaban de pavor y mente se comenzó a atormentar nuevamente.

Supongo que eso es lo que sucede con el mundo de las mentiras, de los secretos que no era capaz de contar, de la agonía que se oculta y te presiona como una camisa de fuerza. Por más que grites y te desesperes, permanece el dolor incrustado en cada maldita célula de tu cuerpo.

Traté de ponerme la remera, pero no era capaz, así que él me ayudó.

—Yo... Yo antes de verte, antes de llegar hasta acá... Había tomado la decisión de entrar a rehabilitación... Pero muero de miedo y...

—Y será terrible, lo sé. —Mordió su labio inferior por dentro, asintiendo, como si me entendiera.

—Pero entre más lo pienso, peor es. —Me acerqué hasta donde él—. Es por eso que... que mañana mismo le pedí a Sera que me fuera a dejar hasta allá antes de que me empiece a... volver loca —dije. Me tomé una pausa para mirar su semblante comprensivo—. Si... bueno, si tú quieres... pasar esta última noche conmigo... Te lo agradecería... Yo... Pido disculpas por lo que pasó hace unos segundos, no quería que pensaras que fue tu culpa, yo...

Me abrazó.

Apenas su alto cuerpo envolvió al mío, me eché a llorar. Tenía miedo. Pasar por rehabilitación era lo más temido por cualquier drogadicto y enfrentarlo sola terminaba por ser una agonía abrumadora de la cual nadie debería pasar.

—Joder, no me pidas perdón —susurró intentando calmarme.

Me aferré en la fuerza que me daba John con su cuerpo y al cariño que le regalaba a mi cabeza con sus besos.  Lo quería, lo quería demasiado; pero lamentablemente jamás fue un buen momento para quererse.

(**)

Esta parte de mi vida se resume en una cosa: nueve meses en rehabilitación.

Cuando Sera me fue a dejar, intenté escaparme, incluso la insulté de la peor manera. No quería ir, no podía... De hecho, la seguí odiando durante los primeros meses de desintoxicación por permitir que me llevaran y me hicieran sufrir de esa manera tan abrumadora.

Todo partió cuando corrí desde la recepción hasta afuera porque me había arrepentido. Los guardias me atraparon y me levantaron para llevarme a una habitación. Le dije a ella que me ayudara, pero no lo hizo.

—¡Te odio! —le grité con mis pies a flote.

—¡Callie, es para mejor!

—¡Eres un puta! ¡Por algo tu familia ni siquiera se preocupa por ti, idiota!

—Llévensela... ¡Y que se recupere, por favor!

—No me voy a recuperar, Sera. ¡Moriré aquí! ¡Agonizaré! ¡Estoy bien, estoy bien! ¡Aquí me harán año y tú serás culpable! —sollocé. 

—Suéltenla. —Sera intentó ayudarme—. ¡Suéltenla! 

—Puede ser muy persuasiva, no se deje engañar. 

—¡Sera! ¡Sera! ¡Van a matarme por tu culpa!  

—Callie, es lo mejor... 

—¡No quiero! ¡Suéltenme! ¡Déjenme ir! —Desgarré mi garganta. El recinto sintió mi voz desde el pasillo hasta la habitación donde me lanzaron hacia el cuarto y me cerraron la puerta—. Déjenme ir... Se los suplico... Por favor... 

Recuerdo rogar desconsoladamente de rodillas frente a la madera. Destrozada. 

Fueron noches, días, meses las cuales mi piel se bañaba en sudor, la cual mi garganta no daba más de tanta tos y vómitos frecuentes. Estaba pálida, ojerosa y se me caía el cabello a mechones.

Meses después me hice amiga de una chica que no hablaba. Le contaba mis problemas, sobre mi trágica vida, incluso mi historia con John. A ella no parecía molestarle, estaba horas y horas escuchándome. Claro, era muda, pero yo no lo sabía.

Me inscribí en varios deportes, pero me expulsaban por ser demasiado rencorosa y no me gustaba perder. 

Me golpearon entre varias por hacer trampa.

John venía a almorzar conmigo todos los domingos. Me ayudaba cuando no tenía las fuerzas necesarias para pelar un plátano o incluso abrir un dulce. Se quedaba junto a mí durante horas y traía a Dolly en su mochila para que pudiera verla de manera secreta durante unos minutos.

Sera también estuvo siempre ahí. Apenas terminó su año en la universidad y aprobó todas sus materias, arrendó un departamento en Tyne Y Wear para poder venir a verme prácticamente todos los días que se podía permitir una visita. Ella era la encargada de contarme todos los chismes.

—Alex no podrá venir... Él no está muy bien.

—¿Qué ocurre? ¿Le pasó algo?

—Estuvo tiempo sin drogas, pero recayó cuando su madre le dio nuevamente... Y Chris... está igual. John trató de traerlo, pero no pudo.

Me puse a llorar en ese momento. Los quería tanto que no podía resistir que sufrieran... Incluso me sentía culpable de que yo estuviera sanando y ellos no. Yo solo quería que tuvieran la fortaleza de poder enfrentar toda esa mierda... Y además los extrañaba demasiado.

—Sé que es difícil para ti, pero... Alex... ¿Le mandas mis saludos? ¿Le puedes decir que todo estará bien? 

—Se lo diré, no te preocupes. 

—Le escribí una carta. ¿Se la pasas? 

—Me encargaré de entregarle todos tus mensajes, dont worry, darling. 

Así que pasó el tiempo... Fui sanando, fui capaz de viajar al infierno y subir poco a poco mientras me quemaba. Lo hice, lo logré, a duras penas, pero cada vez me sentía mejor.

Y ese fue el error que me llevó a mi muerte.

En la única parte donde podía estar a salvo, era en aquel centro. Si daba un paso al costado, pues yo moriría.

—Callie, no estás lista para irte. —La directora del establecimiento me negó la salida—. Llevas nueve meses aquí... No es suficiente.

Miré a Franco desde mi asiento para que actuara.

—Ochenta mil libras por la salida. —Él colocó el maletín de cuero sobre la mesa y lo abrió como si tuviera oro en su poder—. Y en efectivo.

—¿Cree que me voy a dejar sobornar?

Franco no titubeó en decirlo.

—Claro.

La mujer rubia con el cabello recogido no resistió enfocar su vista en la maleta con ansias. Mis uñas tamborilearon encima de la mesa esperando una respuesta.

Ella se mordió el labio inferior con deseo.

—Esto no terminará nada de bien. 

—¡Ya me recuperé! Estoy jodidamente aburrida aquí. 

—Necesitamos sacar un nuevo álbum. 

La directora nuevamente miró el dinero, expectante. Tras un suspiro penoso, dijo:

—Bueno, después no me culpen si esto termina en una tragedia. —Cerró el maletín y se lo dejó consigo.

Grave error.

Tic tac... Tic tac...

(**)

PARQUE ASTRONÓMICO:

—¿Cómo se llama esa estrella? —le pregunté a John.

—No tengo ni puta idea, pero está linda, ¿no?

Estábamos acostados en el pasto mirando hacia el cielo. La noche estaba despejada y aún existía un pequeño calorcito reconfortante.

Creí que al salir de ahí y el poder estar con él me iba a devolver mi estabilidad. Fueron días enteros los que la pasábamos juntos, días donde él se quedaba en mi nuevo hogar y disfrutábamos de películas y buena música de los 80's.

Y sí, es cierto que le mentí respecto a mi alta y que aún no estaba lista. Quizá fue mi peor error y bueno... Ya saben como terminó todo.

Pero vamos por partes, aún me falta contar esta anécdota:

—Anoche soñé que estábamos aquí. Es raro... Siempre había querido que conocieras esto. Es asombroso, ¿no? —continuó John con entusiasmo.

El chico de tonalidades cobrizas podía parecer muy rudo a veces, pero tenía un ápice de niño interior que reflejaba mucho más allá que su astucia. De hecho, a veces era medio inocente.

—¿Te soñaste conmigo? —inquirí colocando mi cabeza en su pecho. Puse ambas manos sobre mi barbilla para mirarlo—. Apuesto a que era un sueño donde lo hacías conmigo aquí.

Él chasqueó la lengua, negándolo con diversión.

—Oye, no negaré que he soñado varias veces que te he follado, pero también créeme que tengo la capacidad de imaginarme a ti y a mí así... Y tiene el mismo valor.

Le di un beso corto.

Sin embargo, me calenté como una tetera.

Él continuó besándome de una manera tortuosamente delicada, así que cuando colocó su mano en mi cintura, me trepé encima de su regazo.

Él de inmediato afirmó sus codos en la tierra y miró como yo estaba montada encima.

—¿Quieres hacerlo aquí? —preguntó con un atisbo de alerta.

—Sí ¿y tú?

—Hay cámaras. Vamos al baño —se apresuró en decir.

Y entonces fuimos hasta allá con un deseo desesperante. Habíamos estado mucho tiempo solo viéndonos los domingos y no podíamos tener muestras de afecto. Así que apenas salí de ese sitio, lo único que queríamos era tocarnos por todos lados.

Dentro del baño mixto, John cerró con pestillo y me levantó hacia sus caderas. Me posicionó a orillas del lavamanos y comenzó a rozar su boca con la mía de una manera frenéticamente deliciosa.

—¿Esto es parte de tus sueños donde me follas? —pregunté sonriendo sobre sus labios.

—Depende. ¿Quieres que así sea? —respondió, ronco.

Asentí; sin embargo, como los movimientos se colocaron subidos de tono, caí como si la tapa de un inodoro estuviera abierta. El lavamanos con sensor largó el agua y me mojó el trasero.

Mi trasero quedó atorado. Me di cuenta de que, por más fuerza que hiciera, más apretada estaba.

John me tomaba de la cintura y ni eso, ni siquiera eso podía levantarme. 

—¡Deja de reírte y sácame! 

—¡Pero si me da risa! 

—¡Esta cosa me está lavando el culo, John!

—¡Estás atorada! 

—¡Tira más fuerte! 

—¿Hay alguien ahí? ¡Mi hijo quiere ocupar el baño!

—¡Estás apretada! 

—¡Empuja más duro! 

Intentó colocar sus manos en mi trasero a ver si podía sacarme, pero estaba como un anillo atorado en un dedo gordo. 

—¡No mete! Creo que necesitas algo para lubricar. 

—¡Dios mío, están haciendo el amor! 

—¡John, empuja! ¡Eso, más fuerte! 

—¿No te duele? 

—¡Supervisor! —gritaban desde afuera. 

—¡Ahí sí, ahí sí!

Y en cuanto me jaló de los brazos para afuera, logré salir al fin. Me acomodé la ropa y empujé a John que no se podía parar de reír. No era que soltara carcajadas, pero se rascaba la barbilla con una sonrisa burlona, como siempre. 

Abrimos la puerta y estaba el guardia ahí. 

—El sexo está prohibido en este lugar. Estuve a punto de llamar a la policía. 

—Oh, nosotros no... ¡Me quedé atorada en el lavamanos! 

—Sí, sí, muy buena excusa, ahora largo. 

(**)

Mi casa tenía olor a libro nuevo. Le pedí a la señora Laudrie que me ayudara con el aseo. Supuse que nadie era mejor que mi propia vecina para que me cuidara la casa, por lo que nunca se me pasó por la cabeza que ella me iba a traicionar.

Esa persona vivió conmigo para después participar en un homicidio.

En mi homicidio.

Esa noche la Sra. Laurie se había ido a dormir, por lo que nos quedamos con John tapados con una manta en el sofá del comedor, viendo una película mientras comíamos frituras.

Fue ahí cuando me llegó un mensaje.

Mi último mensaje.

Sera: Hi, my love! Te quería decir que Mía llegó a Liverpool. Me dijo que celebráramos mi cumpleaños y que ella lo organizaría. Hablé con ella y te quiere pedir perdón. Será una fiesta grande..., pero según ella, no habrá drogas. En todo caso si no estás lista no vayas :D Yo te pondré al día con todas las noticias.

Espero tu respuesta, te amooooooooooooo.

Y así fue como llegué a mi último día de vida. 







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