━ 𝐕: Palabras envenenadas

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── CAPÍTULO V ────

PALABRAS ENVENENADAS

───────⪻•⪼───────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        —SIGO SIN CREERME NADA DE LO QUE DICE. —La atronadora voz de Ubbe se impuso a cualquier otro sonido que pudiera escucharse en ese momento, acallando los cuchicheos de los hombres y las mujeres que formaban parte de aquel improvisado thing—. Primero se alía con Ivar y Hvitserk y les ayuda a derrotarnos. Y ahora nos ofrece un salvoconducto para, supuestamente, salvarnos la vida. No tiene ningún sentido —recapituló mientras negaba con la cabeza. Tenía la espalda apoyada en uno de los muros de piedra y los brazos cruzados sobre su pecho—. ¿De parte de quién está? Porque empiezo a pensar que se está riendo de todos nosotros.

Drasil soltó por la nariz todo el aire que había estado conteniendo. Ella era de las pocas integrantes del concilio que permanecía acomodada en torno a la hoguera, junto a los pequeños Hali y Asa. Casi todos los miembros del grupo se habían congregado en el interior de lo que quedaba de granja, a excepción de un par de guardias que se habían quedado en el exterior para poder vigilar a Rollo y a los dos soldados francos que lo acompañaban. Heahmund y Ealdian también se habían quedado fuera para poder rezar y encomendarse a su dios, puesto que ellos no tenían ni voz ni voto en todo lo que respectaba al duque normando.

—A mí también me da mala espina —secundó Torvi, a cuya derecha se encontraba Kaia. Ambas lucían expresiones serias y desconfiadas—. Es todo muy extraño. Se contradice todo el tiempo, como si nos estuviera ocultando algo... No creo que esté siendo sincero.

Una nueva oleada de susurros llenó el aire.

—Está dispuesto a permitir que nos quedemos en Frankia —intervino Lagertha, quien se hallaba a apenas un par de pasos de Björn. Este les daba la espalda a todos, con el cuerpo rígido y los puños apretados y pegados a ambos costados de su cuerpo—. Y también me ha asegurado que ni Ivar ni Harald podrán impedirle sacarnos de Noruega. Están en deuda con él y tienen una alianza que respetar —apostilló, intercalando miradas con cada uno de los presentes.

—¿Y tú le crees? —cuestionó Drasil, punzante.

La exsoberana de Kattegat la observó con un gesto vacío de toda expresión, queriendo sepultar en lo más profundo de su ser aquella vorágine de emociones que se había arremolinado en su interior a raíz de la súbita e inesperada aparición de Rollo. No habían vuelto a mirarse ni a dirigirse la palabra desde que habían discutido esa misma mañana, de ahí que las cosas continuaran bastante tirantes entre ellas. Hasta el punto de que Lagertha no era capaz de reconocer a la que había sido la más joven de sus hirðkonur.

—Yo tan solo os transmito lo que me ha dicho —solventó sin querer entrar en más detalles. No pensaba dar pie a una nueva disputa.

Todo cuanto pudo hacer la hija de La Imbatible fue poner los ojos en blanco. Tenía tantas cosas que decirle y reprocharle que no veía el momento de espetárselas una a una.

—Dudo mucho que Ivar se resigne a los deseos de Rollo —volvió a hablar Torvi a la par que se abrazaba a sí misma. Su atención se desviaba constantemente hacia sus retoños, quienes permanecían entretenidos jugando con la arena del suelo—. Jamás dejará que nos marchemos.

Ubbe profirió un lánguido suspiro, frustrado. Clavó la vista en la fogata y se atusó la barba —cada vez más larga y tupida— en un mohín pensativo. Su excuñada tenía razón al señalar que el duque normando no había hecho más que contradecirse desde que se había presentado de improviso en el páramo, pero ¿cuál podría ser la verdadera naturaleza de su proposición? ¿Qué era lo que le estaba impulsando a arriesgarse de esa manera, cuando habían sido sus propios guerreros los que les habían condenado a la derrota? Quizá sus sospechas fueran ciertas y realmente les estuviese tendiendo una trampa. Tal vez todo aquello estuviera fríamente calculado por su parte para poder conducirlos como ovejas al matadero.

—¿Tú qué piensas, Kaia? —quiso saber al tiempo que contemplaba a la susodicha. Su opinión empezaba a tener un gran valor para él.

La mayoría de los integrantes de la asamblea desviaron su atención hacia Kaia, quien no parecía en absoluto incómoda por haberse convertido en el centro de todas las miradas. Incluso Drasil, cuya actitud esquiva y distante no había variado lo más mínimo en las últimas horas, giró sobre su cintura para poder contemplar a su progenitora con un poso de curiosidad latiendo en el fondo de sus iris esmeralda.

La afamada skjaldmö respiró hondo y exhaló despacio.

—Pienso que, cuando un perro te muerde por primera vez, nada te asegura que no vaya a haber una segunda —declaró tras unos instantes más de mutismo—. Rollo nos ha traicionado muchas veces, demasiadas. No merece nuestra confianza, y menos en un momento tan crucial como este.

Por primera vez desde que se habían agrupado en el interior de la edificación, se hizo el silencio. Drasil sometió a todos y cada uno de sus compañeros a un riguroso escrutinio, queriendo analizar sus portes y expresiones. En algunos parecía bullir la misma convicción que había demostrado Kaia a la hora de lanzar su sentencia, pero en otros... En otros la duda era clara. No había que ser muy perspicaz para darse cuenta de que existía diversidad de opiniones, que algunos de los hombres y las mujeres que tenía delante se estaban planteando la posibilidad de aceptar la oferta del duque normando.

—¿Y qué propones que hagamos? —inquirió Leidolf con el ceño fruncido—. Porque te recuerdo que estamos con el agua al cuello. —Se encogió de hombros e hizo un mohín con la boca. La Imbatible, en cambio, se mantuvo inexpresiva—. Tal vez esta sea nuestra única oportunidad de sobrevivir. Si nos quedamos aquí, Ivar nos acabará dando caza. Y si nos vamos a Inglaterra como mencionan los cristianos, estaremos a merced de los sajones.

—¿Y crees que Rollo es la solución a todos nuestros problemas? —rebatió Kaia con una calma premeditada. Ella también se había cruzado de brazos, aunque su rostro no transmitía nada, ni la más mínima emoción—. ¿De verdad le confiarías tu vida sabiendo todo lo que ha hecho en pos de sus propios intereses?

El hombre chistó de mala gana.

—Al menos él nos ofrece un salvoconducto.

Drasil se masajeó cuidadosamente las sienes, que le palpitaban debido a un incipiente dolor de cabeza. La propuesta de Heahmund seguía estando en el aire, dado que aún no habían decidido qué hacer al respecto. Contaban con tres posibles opciones, pero ninguna de ellas se veía clara. Si se quedaban en Noruega y trataban de pasar desapercibidos, corrían el riesgo de ser descubiertos y entregados a Harald, Ivar y Hvitserk. Si accedían a ir a Inglaterra, Æthelwulf podría convertirlos en sus prisioneros —o directamente ejecutarlos— por todo el daño que le habían causado a su reino. Y si se iban con Rollo, nada les garantizaba que este no los dejase en la estacada a la primera de cambio.

—¿Cómo podéis siquiera planteároslo? —farfulló Björn, dándose la vuelta para poder encarar a sus camaradas. Aquella era su primera intervención desde que había comenzado el thing—. ¿Cómo podéis, eh? —repitió con rabia contenida.

Leidolf fue incapaz de sostenerle la mirada.

—Tenemos que sopesar todas las opciones —indicó una de las escuderas que habían accedido a acompañarles en su huida—. Nuestras vidas están en juego —remarcó. Su marido, que permanecía de pie a su lado, asintió de acuerdo con ella.

Una risa amarga se escabulló de la garganta de Piel de Hierro.

—Nos traicionó. Traicionó a mi padre en incontables ocasiones. Tú —manifestó, señalando a Lagertha con un rápido movimiento de mano— estuviste a punto de morir por su culpa, porque es un maldito traidor. Y ahora nos traiciona una vez más con Ivar y Hvitserk. —Su forma de gesticular, tan exagerada, le hizo saber a Drasil que se estaba conteniendo para no estallar allí mismo—. ¿En serio creéis que su palabra vale algo? ¿Cómo podéis sugerir que aceptemos sin rechistar su misericordia? ¡¿Es que acaso no tenéis orgullo?! —exclamó a la par que se golpeaba el pecho con el puño cerrado—. Prefiero morir antes que aceptar nada de ese sucio bastardo.

Apenas terminó de hablar, Björn escupió al suelo y volvió a girar sobre sus talones, dándoles la espalda a todos. El silencio volvió a caer sobre ellos como una losa de piedra, y Drasil pudo reparar en que tanto Hali como Asa habían dejado de jugar para poder encogerse sobre sí mismos debido a los gritos de su progenitor. Por lo vidriosa que tenía la mirada la benjamina de la familia, la castaña supo que estaba a punto de llorar, por lo que le hizo una carantoña para ayudarla a pasar el mal trago.

—Björn.

Lagertha fue rápida a la hora de acercarse a su primogénito y posar una mano en su hombro. Quiso estrechárselo con suavidad para poder transmitirle todo su cariño y apoyo, pero Björn no titubeó a la hora de apartarse, repeliendo su mero contacto. Incluso se volteó hacia ella para dedicarle una mirada incendiaria y cargada de advertencias. Algo que extrañó enormemente a Drasil.

—No. No digas nada —impugnó, apuntándola nuevamente con el dedo índice de su mano dominante—. Ya has hecho suficiente.

Ante aquellas crípticas palabras, la hija de La Imbatible frunció el ceño con confusión. No fue la única en reaccionar así, puesto que muchos de los allí presentes tampoco parecieron entender a qué se debía aquel inesperado reproche por parte del caudillo vikingo. Horas atrás Björn había defendido a su madre a capa y espada, protegiéndola de miradas incisivas y comentarios insidiosos. Pero ahora... Ahora las cosas habían cambiado, y Drasil sentía la acuciante necesidad de saber por qué. ¿Acaso Rollo le habría dicho algo? ¿Tendría el duque normando algo que ver en aquel repentino cambio de actitud por parte del rubio?

—Pienso matar a ese malnacido —continuó despotricando Björn. Tenía el semblante congestionado a causa de la ira que burbujeaba en sus venas—. Si he de morir, quiero hacerlo sabiendo que fui yo quien le arrebató la vida.

Al oírlo, Drasil volvió a mirar a su amigo.

—Pues entonces hazlo —soltó para sorpresa de todos, incluido el propio Björn—. De ser por mí, ya estaría muerto. No merece seguir respirando —le alentó en tanto se encogía de hombros.

Una vez más se hizo el silencio.

—Drasil —la reprendió Ubbe en tono severo.

Pero ya era demasiado tarde, dado que algo parecía haberse activado dentro del mayor de los Ragnarsson. Sus ponzoñosas palabras habían surtido el efecto deseado en él, desatando la peor de las tormentas.

Los orbes celestes de Björn se oscurecieron como un heraldo de lo que se avecinaba. Desenfundó su inseparable hacha de mano y, sin querer atender a razones, se encaminó hacia la salida de lo que quedaba de granja. Lagertha trató de detenerle, después Ubbe... Pero el guerrero los apartó de su camino de un simple empujón. Entonces Björn corrió hacia Rollo, quien, a su vez, comenzó a aproximarse a él con los brazos abiertos, como si estuviera dispuesto a dejarle ser su verdugo.

Los gritos y las exclamaciones no demoraron en llenar el aire, y Drasil se levantó de su asiento junto al fuego para poder salir al exterior y poder presenciar en primera fila cómo aquel sucio traidor exhalaba su último aliento. Porque todo parecía apuntar a que el duque normando moriría allí, siendo atravesado por el hacha de su sobrino. La castaña así lo deseaba, al menos. Por su padre y por todos los que habían perecido en Frankia por su culpa. Pero entonces intervinieron los dos cristianos y, junto a Ubbe, lograron contener a un desatado Björn.

—¡Soltadlo! —vociferó Rollo, que se había dejado caer de rodillas al suelo—. ¡Si quieres matarme, hazlo de una vez! ¡Vamos, hazlo!

Drasil frunció los labios en una mueca desdeñosa, justo antes de que Björn, en un intento desesperado por librarse del agarre de los tres hombres que lo mantenían prisionero, le propinara un fuerte codazo a Ealdian que lo envió directo al suelo. Entre tanta agitación Guðrun se acercó rauda hacia el sajón, que se tapaba la nariz con una mano.

Tan solo cuando Lagertha consiguió situarse frente a Björn y le exigió que se calmara, haciendo especial hincapié en que matar a Rollo solo haría que los francos también fueran tras su pista, Piel de Hierro se tranquilizó. Aunque no se privó de lanzarle una última sarta de improperios y comentarios soeces al que una vez había sido su tío.

La hija de La Imbatible comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. Poco después sintió la inconfundible presencia de Torvi a su izquierda. Esta llevaba en brazos a Asa, que había empezado a llorar debido al revuelo que se había formado en apenas unos segundos. Drasil observó a la rubia por el rabillo del ojo, pudiendo reparar en el rictus azorado que contraía su fisonomía. ¿Se habría alegrado de la muerte de Eivør? ¿Le habría supuesto un alivio saber que no tendría que volver a tratar con la mujer con la que su exesposo le había sido infiel?

—Tendría que haberlo matado. Ha desperdiciado una oportunidad de oro. —Fue lo único que dijo la castaña antes de darse media vuelta y volver a acomodarse frente a la hoguera como si nada.

Rollo se aseguró de que las cinchas de su corcel estuvieran bien ajustadas. Su reencuentro con Lagertha y Björn no había salido como esperaba —o más bien deseaba—, de ahí que un sabor amargo inundara su boca y que un intenso dolor martillease su pecho, justo donde se encontraba su corazón. La mujer a la que antaño había amado con locura le había dejado claro que no pensaban aceptar su oferta. Por no mencionar que su... que su hijo había estado a punto de ejecutarle. Porque sí, estaba convencido de que Björn no era su sobrino, sino su hijo. Sangre de su sangre.

Ese era el principal motivo por el que se había arriesgado a ir a aquel lugar dejado de la mano de Dios, porque no quería mancharse las manos con la sangre de su antiguo amor y la de su primogénito. Ivar y Hvitserk le daban absolutamente igual. Si había accedido a ayudarles era por el alto precio que les había puesto a cambio, porque aquella alianza entre Frankia y Noruega le haría mucho más rico y poderoso de lo que ya era. Pero también había querido ayudar a Björn, o al menos intentarlo. Era lo menos que podía hacer después de cómo habían terminado las cosas entre ellos.

Exhaló un tenue suspiro, abatido.

Lagertha no había querido confirmarle nada, aunque tampoco había sido capaz de negar la posibilidad de que el rubio hubiese sido engendrado por él en lugar de por Ragnar. Lo que habían tenido siendo jóvenes había sido fugaz y pasajero, además de prohibido. En aquella época la reputada skjaldmö ya estaba casada con Ragnar, de modo que no podía saberse a ciencia cierta de quién era hijo Björn. Pero Rollo estaba seguro de que era suyo. No podía explicarlo, simplemente lo sabía. Era mirarle a los ojos y tener la certeza de que era su padre.

Él mismo se había encargado de hacérselo saber, de confesarle toda la verdad. Luego de hablar con Lagertha y ofrecerle un salvoconducto, había tenido la oportunidad de intercambiar unas cuantas palabras con Piel de Hierro. Y había sido ahí que le había contado la verdadera razón por la que estaba en aquel páramo.

Él y solo él.

Por Odín, el cómo Björn había desestimado aquella posibilidad, confirmándole que Ragnar era el único padre que había conocido y querido, le había desgarrado el corazón. Aunque no tanto como el brillo asesino que había rielado en sus ojos cuando había estado a punto de arrebatarle la vida. Había podido percibir el odio y la repulsión que sentía por él, lo mucho que le asqueaba su simple presencia. Y no había sido hasta ese momento, hasta ese instante en que la realidad lo había golpeado con contundencia, que se había percatado de lo mucho que se arrepentía de haber tomado ciertas decisiones. No por Ragnar, ni por Lagertha, ni siquiera por él mismo... Sino por Björn. Porque todos y cada uno de sus actos lo habían alejado de él.

Detectó movimiento a su derecha.

Los dos soldados francos que lo acompañaban llevaron sus manos al pomo de las espadas que colgaban de sus cintos, tan tensos que parecían estar dispuestos a desenvainarlas ante la menor señal de peligro. El duque normando viró la cabeza para descubrir quién se había acercado a ellos, y fue ahí que se topó con la figura de aquella muchacha a la que había reconocido enseguida, puesto que era un calco exacto de su madre. Parecía haberse escabullido por detrás para que nadie la viera, de ahí que hubiera sido tan sigilosa y que ninguno de los tres hubiese sido capaz de reparar en su presencia hasta ese preciso momento.

—Björn ha cometido un error al no matarte. —La voz de la joven sonó ronca y rasposa, como si hiciera poco uso de ella. O como si la estuviera impostando para que saliese firme y amenazadora, sin el menor atisbo de temor o vacilación.

Rollo les hizo una señal a sus hombres para que no desenfundaran sus armas. Su mirada se desvió inevitablemente hacia aquella granja que tantos recuerdos le traía de su antigua vida. De ella emergieron dos figuras: primero la de Ubbe y luego la de Kaia La Imbatible. El primero compuso una mueca horrorizada al verlos juntos, lo que le urgió a echar a andar hacia ellos. La segunda, en cambio, posó una mano en el torso de Ubbe para que se detuviera. Los labios de la mujer se movieron, diciéndole algo a su sobrino que pareció conminarle a mantenerse inmóvil mientras no les quitaba la vista de encima.

El duque normando inspiró profundamente por la nariz cuando los iris grises de Kaia se posaron en los suyos, dedicándole una mirada tan afilada que le resultó imposible no sentirse pequeño e insignificante.

—Dar muerte a los de tu misma sangre es un pecado grave, tanto en mi religión como en la tuya —declaró Rollo, volviendo a focalizar toda su atención en la chica que tenía enfrente—. Björn tan solo ha sido sensato. Matarme solo le causaría más problemas.

Era idéntica a Kaia, de eso no cabía la menor duda. Incluso tenía rasgos y gestos de Jórunnr, aquella implacable escudera de espíritu fiero y bravo corazón que había tenido la mala fortuna de reunirse con los dioses demasiado pronto. Pero también podía ver a Søren en ella, especialmente a través de sus ojos, que eran idénticos a los del guerrero. Tenerla delante era como estar viendo a un fantasma. O a dos, mejor dicho.

La muchacha de largo cabello castaño rio de mala gana.

—¿Tu religión? No puedes ser más patético —se burló ella con inquina. Por la manera en que hablaba y se comportaba, con aquel fuego devastador consumiendo sus orbes verdes, el duque normando supo que se estaba conteniendo. Y es que podía imaginarse por qué estaba allí, el motivo por el que se había alejado de su grupo para acercarse a hablar con él—. ¿Sabes quién soy? —preguntó, provocando que sus sospechas se confirmaran. Tenía una cuenta pendiente con él.

Rollo asintió.

—Sí. Eres igual que tu madre —comentó.

Un pequeño músculo palpitó en el cuello de la joven.

—A mi padre no le mencionas, ¿verdad? —masculló ella entre dientes. El aludido no dijo nada, manteniéndose impasible—. Murió en Frankia, por tu culpa... Tus hombres, esos perros falderos que no hacen más que alimentar tus ínfulas de grandeza, lo mataron —prosiguió con la voz quebrada y la mirada brillante.

Rollo volvió a inhalar profundo.

—Muchos hombres y mujeres murieron ese día —puntualizó en tono plano y monocorde. Hacía tiempo que había dejado de ser ese hombre impulsivo y visceral que apenas podía controlarse a sí mismo. Ya no era tan fácil provocarle ni sacarle de sus casillas, sino que ahora procuraba caminar por la senda de la misericordia y el perdón—. Mi hermano los condujo a ello. Sabía que no tenía ninguna posibilidad contra nosotros y, aun así, su orgullo lo empujó a enfrentarse una última vez a mí.

Tras él, sus soldados volvieron a hacer el amago de desenvainar sus espadas cuando la castaña, con los labios apretados en una fina línea blanquecina, condujo su propia mano a la daga que pendía de su cinturón de cuero. Rollo la contempló sin inmutarse lo más mínimo, mirándola directo a los ojos. Ni siquiera se apartó, lo que solo sirvió para enfurecer aún más a la chica. Esta gruñó como un animal enjaulado, cojeando ligeramente al removerse en su sitio. Él sabía que quería matarlo, que estaba tentada a hundir aquel puñal en su corazón. Pero también sabía que no lo haría. No porque no tuviese las agallas para hacerlo, sino porque era lista.

Los dedos de la muchacha, cuyo nombre creía recordar era Drasil, se deslizaron por la empuñadura del cuchillo, aunque no llegó a desenvainarlo. No obstante, en sus ojos continuaba chispeando aquel fuego que la había impulsado a enfrentarse a él. Le resultó imposible no verse reflejado en ella, en aquel odio tan intenso y corrosivo que podía advertirse en el fondo de su mirada.

—He oído que tomaste como esposa a la princesa de Frankia —volvió a hablar la hija de La Imbatible, forzándose a mantener su sed de venganza a raya. Rollo no pudo evitar ponerse rígido ante la mención de Gisla—. Y que juntos habéis tenido tres preciosos hijos... —Ella sonrió con malicia, ocasionando que la máscara de imperturbabilidad tras la que se ocultaba el duque normando se hiciera añicos—. Me encomiendo todos los días a los dioses para que Hela te los arrebate uno a uno.

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· INFORMACIÓN ·

— ೖ୭ Fecha de publicación: 20/06/2024

— ೖ୭ Número de palabras: 3691

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· NOTA DE LA AUTORA ·

¡Hola, vikingos y valquirias!

Madre mía, cuánta tensión *o* Las cosas no hacen más que complicarse, ¿eh? Drasil está que no se calla ni una... Aunque mentiría si dijera que no me encanta esta nueva versión de ella. Adoro que se haya vuelto tan badass uwu O sea, ¿ella instigando a Björn para que se cargue a Rollo? 10 de 10. Disfruté de lo lindo escribiendo esa parte, no os voy a engañar xD Aunque en la primera escena hay más de una cosilla interesante, como ese reproche de Björn a Lagertha (͡° ͜ʖ ͡°)

El caso es que el gallinero está más revuelto que nunca u.u Los problemas no hacen más que aumentar y, para más inri, parece que hay diversidad de opiniones dentro del grupo. ¿Será esto un problema de cara al futuro? ¿Creéis que surgirán más fisuras con el transcurso de los capítulos? Contadme, contadme, que quiero saber vuestras opiniones respecto a todo lo que está pasando =P

¿Y qué me decís de la segunda escena? Porque a mí me ha encantado escribir desde la perspectiva de Rollo :3 Tenía tantísimas ganas de llegar a esta parte que uff... Su conversación con Drasil me ha dejado en el suelo. Creo que todavía no somos conscientes de lo mucho que va a cambiar Dras en este segundo libro, porque esas últimas palabras que le ha dedicado a Rollo son muy heavies :O

Que, a todo esto, ¿vosotros de quién creéis que es hijo Björn? ¿De Ragnar o de Rollo? Yo, sinceramente, creo que de Rollo. Aunque la propia serie se contradice bastante en ese aspecto, así que ¿quién sabe? Eso sí, me voy a ahorrar lo que pienso de Lagertha ahora mismo, porque me parece muy fuerte que se cargara a Aslaug por puro despecho cuando ella fue la primera en serle infiel a Ragnar... ¡Y encima con su propio hermano! Cómo puede ser tan hipócrita, por Odín >.<

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado la lectura. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

P.D. 1: ya sabéis que siempre actualizo los fines de semana, pero he adelantado la publicación del capítulo porque hoy es el cumpleaños de mi mejor amigo, aka DramaKingBitches. Así que este cap. va dedicado a él <3

P.D. 2: aprovecho para animaros a comentar vuestras impresiones sobre lo que llevamos de secuela. El feedback ha decaído mucho últimamente, y lo cierto es que me vendría bastante bien contar con algo más de apoyo para intentar volver a ser constante con las actualizaciones :')

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