Rice

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Su madre siempre le dijo que el flojo trabaja doble.

Sana jamás había estado tan de acuerdo con su progenitora, lastimosamente.

Llámalo karma, mala suerte, desgracia divina o cualquier otro término que sirva para explicar la extraña razón por la que ahora parecía más atareada que nunca. Después de su día de vagancia de hace una semana, las cosas habían parecido dar un giro de 180° y ahora tan solo quería lloriquear por lo ocupada que se encontraba en esos momentos.

Okey, empecemos a enumerar.

Primero, una semana de exámenes estaba acercándose y el maestro más hijo de puta de todos no había dejado de mandar trabajos y tareas para molestar y perjudicar a su clase. El muy desgraciado disfrutaba de verlos en apuros, pero no contaba con la astucia de Sana y que esta, apenas enviarlos ya había empezado a realizarlos.

Bueno, algunos. La verdad, solo uno. A la mitad.

¡Pero eso era algo!

Luego estaba su jefa, la de la pastelería en la que trabajaba. Al ser Sana la cajera, era importante que también llevase cuentas de las ganancias del día, al menos así lo pensaba la mujer mayor, quien se lo había pedido en un intento de no hacerlo ella, alegando que su vista no funcionaba como en los viejos tiempos, donde ella era una bella jovencita que andaba de lugar en lugar junto con su fiel bolsa de cosméticos.

Pero, Sana, ¿Cómo podría confiar en ella si siempre la veía acomodando productos de su tienda por cantidad y orden alfabético? Todo eso sin mencionar que por una mancha mínima que veía en alguna vitrina o cajón, hacía que lo limpiase de inmediato.

¿Qué si no veía bien? ¡Podría leer un libro a tres metros de distancia! No literalmente, pero sí, estaba segura que todo estaba bien con aquella señora.

Retomando el tema, también su mamá le recordó que se encontraba sin suficiente despensa y que su alacena estaba bastante vacía; se había gastado todas las bolsas de frijoles, salsas, pastas, aceites, ¡todo lo que cabía en ese lugar! ¡Y lo peor es que llevaba mucho tiempo así!

Aunque no debería juzgar a su mamá, tal vez las telarañas que estaban posadas orgullosamente dentro ese lugar como centro de decoración se estaban haciendo aburridas o quizá la mujer recordó finalmente que ya no era época de Halloween luego de meses, uno nunca sabe.

No había problema con eso, a excepción de que al parecer, ese era el día de sobreexplotar a Sana, de estresarla y evitar que haga lo que mejor se le da, es decir, dormir una buena siesta y comer frituras mientras ve televisión.

Oh, hablando de eso, no se había acercado a aquel aparato en todo el día, ¿debería...?

¡No!

Podía sufrir luego por enésima vez la muerte de su querida Natasha Romanoff, ahora era una chica súper ocupada que no tenía tiempo para absolutamente nada.

Claro que lo vería luego.

Organizándose por fin, según había decidido terminar con sus tareas y luego recibir la visita de madre, quien iría a buscar las compras encargadas más tarde; ese era el plan, pero ahí se encontraba ella, revisando el refrigerador y preparándose para usar la cocina.

Comer es algo de seres vivos como ella, ¿Cómo podría concentrarse en sus ejercicios si constantemente escuchaba sonidos de tigres dentro de su estómago?

Un Grrr no resuelve ninguna ecuación.

Tan, tan injusto.

Mientras encendía la estufa para terminar de hacer el arroz de un par de días atrás, decidió no perder ningún solo minuto, porque con cada uno podría hacer cosas que sí le gustasen, como dormir, pasear o pensar en la preciosa bombera que uff, pa' qué te cuento.

Así que luego de poner el arroz a fuego lento, intercalaba su atención en moverlo y girar hacia la mesa para proseguir con su tarea. Toda una multitarea.

Minutos después, determinó que su plan no estaba funcionando, el arroz se estaba tardando más de lo normal y su borrador era casi un maní por tantos errores que cometió en el mismo ejercicio.

¿Así eran las mamás que daban a luz a gemelos? Joder, que trabajo.

—Acabemos con esto— susurró bajito mientras avivaba el fuego. —Por un poco más no pasará nada, se hará más rápido— asintió, convenciéndose a sí misma.

En medio de tanto movimiento, pegó un brinquito del susto cuando la alarma de su celular sonó justo al lado de ella. En la pantalla se leía algo relacionado a su grupo favorito.

¡Claro! ¿Cómo pudo haber olvidado que sus chicas darían una entrevista sobre su reciente álbum? ¡No podía perdérselo!

De forma veloz, tomó el control entre sus manos y prendió la televisión de su sala. El ruido invadió su casa nuevamente, pero ahora con un motivo muy importante. Casi chilló cuando la integrante de aquel grupo, la de cabello negro, rizado y largo, hizo aparición frente a sus ojos, tan, tan guapa. Le recordaba a alguien con facciones marcadas, nariz fina, con traje rojo...

Oh, mierda, aquí vamos de nuevo.

La alarma contra incendios la interrumpió de su ensoñación, de la imagen mental que se hizo de la bombera sexy mojada y ella sacándose el uniforme por el calor.

Corrió de inmediato a donde el grisáceo humo era procedente y se apresuró en apagar la estufa, viendo que ahora su arroz era negro, como cada desgracia que le pasaba.

Puchereó con desánimo, ¿había hecho tantas maldades en su otra vida?

A punto de abrir las ventanas, un nuevo timbre irrumpió su hogar, pero esta vez viniendo de la puerta principal. ¿Era su mamá? Joder que la iba a matar, ella le había repetido mil veces que estuviera más atenta a la hora de cocinar y que no se distrajera con nada, ¿debería comenzar a pensar en alguna excusa?

¿Qué la estufa se prendía sola? ¿Qué la alarma de incendios se activó por prender un fósforo? Por Dios, estaba acabada.

Mientras se dirigía a abrir la puerta principal, pensaba: ¿El día podría ser peor?

Juró que baba había caído de su boca al ver a la protagonista de sus pensamientos. Siempre tan atractiva, con esa mandíbula afilada y pálida piel que no dudaría en algún día, probar su suavidad; el traje ciñéndose a su cuerpo a pesar de ser algo grande, y ¿Cómo no fijarse en esa hermosa sonrisa gomosa? Tan única y preciosa.

—Al parecer algo arruinó tu cena, ¿o me equivoco? — bromeó con la omega una vez que verificó que esta se encontraba en buen estado. — ¿Qué fue esta vez? —

—Um... — se sintió un poco apenada, pero también feliz al saber que la alfa ya la reconocía. —Arroz, estaba un poco despistada con mi tarea— no pensaba decir que fue gracias a que prefirió lloriquear como adolescente enamorada de una idol en la televisión.

Si va a pensar que es torpe, mejor que piense que es una torpe responsable.

La alfa frente a ella no pudo evitar soltar una carcajada, pensando que aquella omega era todo un caso.

—Deberías tener más cuidado— advirtió, quitándose su casco al no ver necesidad de tenerlo puesto y para más comodidad.

Sana asintió varias veces, pero volvió a perderse de la realidad cuando observó con más detalle el azabache cabello de la contraria.

Era simplemente magnífico.

— ¿Acaso eres algún tipo de sol? Porque con tu simple presencia iluminas todo mi día— soltó embobada. ¿Quién no caería ante semejante mujer? Toda una creación de los dioses, el paraíso, la belleza y lo extraordinario en carne y hueso.

Justo frente a ella.

La risa de la alfa la dejó más que encantada. ¿De verdad esa mujer era real? Parecía de ensueño.

—Linda— halagó la pelinegra cuando su risa cesó. Sana no sabía siquiera cómo aún se mantenía de pie. — ¿Necesitas ayuda con algo?

Levantó ambas cejas sin saber a qué se refería, pero al ver que la alfa le apuntaba hacia el interior de su departamento, supo que podría tratarse de una propuesta para ayudarle a cocinar.

¿Era eso, acaso? ¿O quizá había entendido mal?

—Y-yo... sí, claro que quier-

El reloj que colgaba de la muñeca de Mina le advirtió con varios pitidos que otra emergencia se había presentado en algún otro lugar.

Resopló mientras se colocaba el casco de regreso con rapidez, mirando la nueva dirección que su reloj apuntaba.

—Lo siento, el deber llama— tomó una de las manos de la omega al ver un rastro de decepción pasar por sus ojos. —Por favor, por hoy, ordena algo de comer— se inclinó para depositar un veloz beso sobre sus nudillos, para luego separarse con una sonrisa.

Sana no supo cuánto tiempo se quedó mirando por donde su bombera se había ido, dejándole embobada y jugueteando la zona donde esos seductores labios hicieron contacto con su piel.

¿Sería un mal momento para avisarle a su mamá que, otra vez, casi quema su casa?

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