ii. get out

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FLASHPOINT

Quinta semana.

— ¿Crees que esté haciendo las cosas bien?

—La verdad no tengo ni la menor idea. ¿Se supone que esto debería ir aquí?

—No. Barry, ¿qué demonios estás haciendo?

— ¿Yo? ¿Qué demonios estás haciendo tú?

Audrey enarcó una ceja regresando a su trabajo.

Resulta que la mudanza se había adelantado unas cuantas semanas y ahora estaban sobreviviendo con pocas cosas que habían conseguido para hacer comida. Pongan atención, dije comida. La pareja en este mismo momento estaba experimentando con un pastel imposible.

En primer lugar, tanto ellos como la cocina eran un desastre. En segundo lugar, el mismo nombre del postre lo dice: imposible.

— ¿Por qué estamos haciendo esto? —Preguntó Audrey— ¿No podíamos haber escogido una... gelatina?

—Audrey.

— ¿Qué? ¡Es más fácil!

Barry rodó los ojos y encendió la mezcladora para batir los ingredientes que crearían el piso de chocolate en el pastel. Él no estaba muy seguro de haber colocado las aspas correctamente pero de todas formas la encendió.

Y justo al momento en que lo hizo, Barry alcanzó a escuchar la voz de Audrey gritando: — ¡No lo pongas en máxima...!

Demasiado tarde.

La harina salió volando del bowl en cuanto la batidora la tocó haciendo que tanto Audrey como Barry terminaran blancos.

—Velocidad —terminó Audrey haciendo ruidos con la boca pues estaba intentando que la harina saliera de esta—. Ah, bien hecho, Bartholomew.

Él miró por todos lados apreciando el cómo había ensuciado más su cocina nueva con mezcla de chocolate y harina.

—Ups.

— ¿Ups? Barry, la mitad del piso de chocolate está en nuestra cocina.

Él observó la pared y entonces pasó un dedo para luego chuparlo y hacer una mueca.

—No está tan mal.

Audrey volvió a enarcar la ceja.

— ¿Pretendes que comamos de ahí?

— ¿Por qué no?

—Estas bromeando, ¿cierto?

Barry intentó mantenerse sereno y en total seriedad pero en menos de diez segundos ya estaba riéndose por el caos que había ocasionado.

—Deja de reírte —mandó Audrey con el ceño fruncido—. Barry, basta. No es divertido.

— ¿Entonces por qué te ríes?

La chica soltó las carcajadas que había estado aguantándose y en pocos segundos la casa se llenó de alegría y risotadas. Barry pensaba que estar a punto de casarse con su mejor amiga podría ser una ventaja enorme, por lo menos viviría una vida feliz. No al lado de la mujer que amaba desde que tenía memoria pero sería feliz. Sin embargo, a pesar de no amar de esa manera a Audrey, durante los últimos tres días Barry se había dado cuenta de que sería demasiado fácil amarla.

Si tan solo pudiera dejar de pensar en Iris West...

Audrey lo miró recargándose en el muelle sucio de la cocina, la chica sonrió con melancolía. Ella sabía que algo andaba mal, pero estaba tan reacia a dejarlo a ir que lo dejaba pasar; Barry siempre había sido nervioso, olvidadizo y ansioso pero últimamente lo era todavía más, Audrey sabía que no era por la boda, era algo más.

Algo tenía distraído a su prometido. Y si no era algo entonces era alguien.

Pero es que Audrey y Barry habían sido tan felices desde hace cuatro años cuando comenzó su relación que a Audrey le resultaba extraño todo esto, además Barry era el mejor que alguna vez conoció: era atento, inteligente, divertido, amable y alguien con quien podías pasar el rato demasiado a gusto.

— ¿Todavía quieres casarte?

Ella no supo por qué preguntó eso pero simplemente lo hizo, era algo que no la dejaba dormir desde hace cinco semanas luego de ver la manera en la que se comportó con Iris West. Él nunca se comportaba así y, como se lo dijo ese día, actuó como esa vez cuando le confesó a Audrey que le gustaba.

Barry ladeó la cabeza, dejando un trapo mojado que tomó para limpiar.

— ¿Por qué preguntas eso?

Audrey se cruzó de brazos mientras se encogía de hombros.

—Es solo... no lo sé, Barry.

Él tomó el rostro de ella entre sus manos pensando.

— ¿Por qué no querría casarme contigo?

Porque te atrae otra persona.

—Porque cambiaste de opinión.

Barry la miró fijamente durante unos segundos antes de besarla.

—Oye, yo no hago pasteles con cualquiera.

—Pero esto ni siquiera es un pastel.

—Bueno, yo no intento hacer pasteles con cualquiera —se corrigió él—. Mira, Auds, si no quisiera casarme contigo no te lo hubiera propuesto en primer lugar.

—La gente cambia. Las decisiones también.

—Si hubiera cambiado mi decisión ¿crees que me hubiera mudado contigo?

—Touché.

Barry le sonrió a su mejor amiga. Audrey le sonrió al amor de su vida.

Después de esa pequeña conversación la pareja decidió que fueron un desastre haciendo el pastel imposible y Barry se ofreció a ir hasta Jitters por algún postre en lo que Audrey terminaba de leer un libro para la editorial. Se había tomado el día libre porque estaba algo agobiada, eso además de que tanto Thalia como los demás trabajadores se habían negado a dejar entrar a la mismísima jefa a la oficina ese día diciéndole que descansara.

Y mientras Audrey se deleitaba con un nuevo mundo inventado, Barry estaba formado en la fila del Jitters para ordenar.

Fue un día tranquilo en Central City, de esos días donde Barry siendo Flash solo aparecería porque le apeteció salir a correr un rato. No hubo ningún inconveniente con el Rival ni asaltos ni algún asesinato extraño así que, Barry supuso, este también fue un día tranquilo para el Picture News.

O al menos eso pensó antes de ver a Iris West caminar con prisa en la cafetería con el celular entre el hombro y la oreja.

—Espera, ¿ya lo mandaron a la editorial? ¿Todavía no? No es lo que se dice temprano, recuérdale que deben leerlo antes de enviarlo a la imprenta.

Barry arrugó la frente intentando escuchar mejor la conversación.

—Dile que ya sé que no soy la jefa en Picture News pero el hecho de que su novia haya terminado con él no quiere decir que por primera vez en la historia el periódico no saldrá mañana —dijo Iris, empezando a recoger todas sus cosas—. No tiene sentido. Me niego, la imprenta cierra a medianoche, nos quedan cuatro horas y la editorial cierra en una.

El muchacho siguió escuchando la conversación incluso cuando fue su turno de ordenar y no por ser chismoso sino porque durante cinco semanas ya había pensado mil y un excusas para hablar con Iris y justo ahora tenía la excusa perfecta.

La editorial.

Barry procuró avanzar a la puerta en el mismo momento que ella provocando que chocaran.

—Oh, lo siento —dijo Iris.

—No te preocupes —habló Barry no dándole importancia—. Oye... estaba escuchando... no es que sea chismoso pero... en realidad...

— ¿Te sientes bien?

—Sí, yo... bueno, escuché tu conversación. Puedo decirle a Audrey que revise el periódico.

— ¿De veras?

—Claro.

Iris sonrió con alivio.

—El periódico de prueba que siempre enviamos a la editorial está en Picture News.

— ¿Periódico de prueba?

—Ajá —dijo Iris—. Es como el esqueleto del periódico con todas las noticias, lo leen en la editorial, hacen sus correcciones allí y luego llaman para pedir el archivo del periódico, cambian las cosas y lo envían a la imprenta.

Barry asintió un par de veces antes de asegurarle a Iris que Audrey estaría encantada de revisar el esqueleto, luego ambos se dispusieron a ir hasta Central City Picture News para que el jefe de Iris se lo diera a Barry.

— ¿Cuándo es la boda?

—Dieciséis de octubre.

Iris tronó la lengua.

— ¿Qué sucede?

—Nada, es solo que... tu prometida me cae mal.

A ella también le caes mal, pensó Barry.

—Es algo difícil.

— ¿Algo? —Se burló Iris— El otro día fue al Picture News a reclamar que uno de mis compañeros se equivocaba demasiadas veces en la redacción de las noticias.

— ¿Y eso qué?

—No entiendo. ¿Por ser jefa de una editorial se cree que tiene todos los conocimientos necesarios para escribir? —Dijo Iris— No, no. Ese chico tiene una carrera que prueba que es demasiado capaz para hacer redacciones.

Barry no pudo evitar reírse. Sabía que su mejor amiga podía llegar a ser una perra pero no lo hacía con intenciones, simplemente era su carácter.

—Pues si Audrey es jefa de la editorial debe ser por algo, ¿no lo crees?

La mujer parpadeó varias veces con incredulidad.

—Lo siento, olvidé que eres su prometido. Es obvio que vas a defenderla.

Barry se encogió de hombros.

Cambiaron de tema un minuto después mientras seguían caminando hacia el trabajo de Iris West; ambos deseando que el trayecto se hiciera más largo.

(...)

¿Cuánto se podría tardar alguien yendo a comprar un maldito postre a una cafetería que quedaba a seis cuadras de casa?

Audrey ya había hecho de todo. Terminado el libro, hizo anotaciones de unos pequeños cambios, llamó a Marilyn, se hizo un sándwich y Barry todavía no llegaba.

—Hoy no trajeron el periódico.

— ¿Disculpa?

—Creo que Fred está demasiado triste porque lo terminé.

—Thalia, ¿terminaste con él?

—Seh.

Audrey apretó la mandíbula.

— ¿Te das cuenta que una de las razones por las cuales el Picture News empezó a enviarnos el periódico fue porque Fred salía contigo?

Ella casi pudo visualizar a Thalia encogerse de hombros mientras enrollaba algún mechón de pelo en su dedo índice.

—Lo nuestro ya no funcionaba.

—Lo suyo nos daba dinero extra diario.

—No seas dramática, Audrey Cooper —dijo Thalia del otro lado de la línea—. Picture News y Hamilton Editorial tienen un contrato.

—Sí, y en un día se les olvidó y, ¿sabes qué? ¡La editorial cierra en diez minutos!

—Haré que algún empleado llame al periódico, Audrey.

—Haz eso —estuvo de acuerdo Audrey, esperando a que Thalia colgara la llamada pero cuando no lo hizo, Audrey gruñó—, ¡ahora!

—Oh, ¿ahora?

— ¡Sí, Thalia, ahora!

—De acuerdo, ya voy —dijo Thalia con exasperación—. Jesús, alguien no ha tenido sexo.

Audrey enarcó una ceja.

— ¿Qué?

—Ya me voy —se apresuró a decir Thalia colgando el teléfono.

La chica negó con la cabeza arrojando el aparato electrónico al sofá, el cual por cierto ya habían ido a cambiar y ahora en vez de tener esa fea piel encebrada eran unos lindos sofás de cuero negro con almohadas blancas y un conjunto de un sillón en forma de L.

Audrey fue hasta la mesa donde tenía un desastre. Tumultos de papeles, carpetas y plumas. Se estaba encargando de verificar quién faltaba de confirmar su asistencia a la boda.

Todavía faltaba su familia de Gótica.

Soltó un suspiro escuchando el sonido de unas llaves por el pasillo, luego su chapa se movió y al abrirse la puerta apareció Barry con una bolsa de cartón con el logo de Jitters.

—Hola, Auds.

—Hola, Barry —dijo Audrey, quedándose donde estaba.

El muchacho caminó hacia ella y besó su frente.

— ¿Por qué tardaste tanto?

Barry alzó su dedo índice luego de dejar la bolsa de Jitters en un lugar vacío de la mesa y Audrey se percató que llevaba otra cosa en su otra mano.

—Porque traje esto.

El prometido de Audrey le enseñó un par de hojas grandes que parecían ser las de un periódico.

— ¿El periódico?

—Nop —respondió Barry—. Es el esqueleto del periódico de mañana.

— ¿De dónde demonios lo sacaste, Barry? —Preguntó Audrey tomándolo de las manos de él— Thalia acaba de llamarme y me dijo que no se los llevaron porque al parecer Fred está desconsolado gracias a que ella lo terminó.

Justo antes de que Barry respondiera, el celular de Audrey sonó y ella corrió para recibir la llamada.

— ¿Thalia?

—Audrey, perdí mi dignidad para llamarle a Fred y me dijo que el esqueleto ya lo enviaron, ¿puedes creerlo?

—Lo tengo yo.

— ¿Disculpa?

—Barry justo acaba de llegar con él y... —entonces algo hizo clic en el cerebro de Audrey. Volteó a ver a su prometido—, ¿de dónde sacaste el esqueleto?

— ¿Audrey?

—Espera, Thalia. Te devolveré la llamada.

Y colgó.

El ex superhéroe de Central City rascó su cabeza con incomodidad empezando a titubear una clase de respuesta para su prometida en esta línea temporal.

—Iris me lo dio —dijo al fin.

—Iris —repitió Audrey—, ¿Iris West?

—Eh... sí.

Alguien lo tenía distraído.

Audrey inhaló profundamente arrugando la nariz.

Iris West era esa persona que tenía a Barry de ese modo.

— ¿Estuviste con ella toda esta hora?

—Me la encontré en Jitters —le explicó Barry—. Escuché que no habían mandado el periódico a la editorial y le sugerí que te lo diera a ti.

Audrey no dijo nada.

—Fuimos hasta el Picture News para que su jefe le diera el esqueleto.

— ¿Y te tuviste que quedar con ella una hora completa para hacer esa pequeña tarea?

—Sí. No. Quiero decir... perdí la noción del tiempo.

—Perdiste la noción del tiempo —repitió Audrey, asintiendo.

Miró a los ojos a Barry y por primera vez notó algo diferente en ellos.

No la miraban de la misma manera de siempre, quizá llevaba mirándola diferente desde hace poco más de un mes pero hasta ese día Audrey se dio cuenta. No tenían ese brillo especial ni estaban llenos de amor, la miraba como si fuera todo menos la mujer que amaba.

—Es Iris.

— ¿Qué?

—Has estado actuando demasiado extraño —dijo Audrey—, pensaba que era por la boda pero... es ella.

— ¿De qué hablas?

—Sabes de que hablo, Barry. Sientes... sientes algo por ella. Por Iris.

Oh, vaya.

Barry debió suponer que Audrey lo averiguaría de una forma u otra. Era bastante inteligente, incluso un poco más que Caitlin y Cisco juntos. Él siempre se preguntó porque prefirió ser editora.

Audrey tomó el silencio de Barry como su respuesta.

Su mamá solía decir el que calla otorga.

— ¿Desde cuándo?

—Audrey...

— ¿Desde cuándo sientes algo por Iris?

Él no supo responder. No podía decirle que desde que tiene memoria, ¿cierto?

—Dos meses.

—Y seguiste con nuestro compromiso dos meses.

—Audrey, no entiendes.

—Claro que entiendo. Mi prometido esta enamorado de otra.

La vista de la chica empezó a nublarse gracias a las lágrimas que se acumulaban en sus ojos.

Le habían roto el corazón años atrás, cuando terminaba con alguno de sus novios se sentía devastada, cuando su perro se murió ni les cuento pero esta ocasión era diferente.

Dolorosamente diferente.

Sentía una opresión en el pecho y empezó a hiperventilar.

—Audrey, yo...

—Me has visto volverme loca por la boda y tú sólo... Barry.

Y ahora el corazón de él se había roto ante el sollozo de Audrey e instantáneamente corrió hacia ella para abrazarla mientras se odiaba a sí mismo.

Audrey Cooper y Barry Allen.

Los mejores amigos del universo entero. Barry no podía recordar algún momento de su vida en el que Audrey no estuviera.

Barry Allen había jurado que si alguien la lastimaba se las vería con él.

Y ahora mismo, él estaba lastimándola.

—No me toques —dijo Audrey, removiéndose en sus brazos—, déjame. Déjame, déjame. ¡Déjame!

Barry se alejó.

—Audrey.

—Desperdicié casi un maldito año buscando el salón perfecto, la iglesia perfecta, el maldito vestido perfecto y todo para que alguien más te gustara.

—Audrey, detente.

Audrey dejó de hablar, sin embargo las lágrimas corrían en su rostro, entonces dirigió su mano derecha a la izquierda bajo la mirada de Barry y luego quitó el anillo de compromiso de su dedo anular arrojándoselo a Barry.

—Largo de aquí.

—Audrey, espera.

— ¡Vete, se acabó! —Gritó, dando grandes zancadas hasta él para empezar a empujarlo por el pecho.

—No, Audrey. Déjame explicarte.

Déjame decirte todas las estupideces que he hecho en este último mes.

—No quiero que me expliques nada, Barry —dijo ella—. No me importa si Iris solo te gusta o te atrae, no voy a casarme con alguien que siente algo mínimo por otra persona. Vete de aquí.

Audrey dejó de empujarlo para abrir la puerta de par en par, esperando a que Barry saliera.

— ¡Ahora!

Él frunció el ceño antes de resignarse y caminar hasta el umbral donde se quedó parado solo para que Audrey volviera a empujarlo y cerrar la puerta en su cara.

Mientras Barry se quedó de pie allí afuera incrédulo, Audrey por fin empezó a sufrir.

Se recargó en la puerta deslizándose hacia abajo y empezó a llorar escondiendo su cabeza entre sus piernas.

Ella ni siquiera pensó que fue una decisión precipitada, estaba decidida a no sufrir.

Sufrir en un matrimonio donde su esposo sentía algo por otra, no se lo merecía; Audrey no se lo merecía.

Abrazó sus piernas un buen rato antes de alzar la cabeza, con el maquillaje corrido por toda la cara gracias al llanto, se puso de pie, fue a la cocina, tomó un cuchillo y se dirigió a un cuarto extra que no usaban. Allí Audrey había puesto su vestido de novia.

Lo sacó del armario con las lágrimas corriendo por sus mejillas, le quitó el protector que lo cubría para no ensuciarse y le clavó el cuchillo. Una y otra y otra vez.

Llorando, gritando, descargando su enojo tantas veces pudo porque ya no sería Audrey Allen.

Seguiría siendo Audrey Cooper.

(...)

Henry y Nora Allen extrañaban a su hijo en casa, sabían que en algún momento se marcharía, sobre todo cuando se comprometió con Audrey. Barry llevaba fuera de casa cerca de una semana y media.

— ¿Qué cenaremos esta noche?

Nora le sonrió a su esposo, ignorando su pregunta. Había cocinado lasaña, platillo favorito de Henry y como casi todo el día estuvo ocupado ni siquiera se enteró así que sería sorpresa.

La mujer sirvió la comida en los platos y fue a la mesa.

— ¿Lasaña? —Dijo Henry sonriente.

—Con carne y espinaca.

—Justo como me gusta —habló él sonriéndole a su esposa.

Nora le sonrió de vuelta y rodeó la silla de su esposo para tomar asiento pero antes de sentarse el timbre sonó.

— ¿Esperamos a alguien? —Preguntó Nora.

—No que recuerde —dijo Henry con el ceño fruncido.

Nora volvió a enderezarse para caminar a la puerta y abrirla; se encontró a su hijo fuera de la casa, cabizbajo y con la mirada triste; Nora no podía verla, obviamente.

— ¿Barry? ¿Qué sucedió?

Barry tenía sus brazos colgando sin fuerza, se sentía extraño. Triste, vacío. No pensó que se sentiría de ese modo, Audrey era su mejor amiga, nunca había sentido nada por ella.

O eso creía.

—Es Audrey.

— ¿Qué pasó con ella? ¿Está bien?

Barry alzó su rostro y sólo así su madre al fin pudo ver esos ojos tristes.

—Se canceló todo, mamá. Ya no me casaré con Audrey.

Nora había cambiado de expresión en menos de un segundo y enseguida abrazó a su hijo sin decir nada.

Audrey ya no sería Audrey Allen.


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