iii. drunk

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 FLASHPOINT

Octava semana.

Si Audrey Cooper pensaba que organizar una boda era agotador y agobiante, su idea había cambiado ante la cancelación de esta.

Cancelar una boda era mucho más agotador y agobiante, además de difícil. Llamar a todos los invitados para decirles que ya no habrá boda, a la Iglesia para que liberen el día, al salón rentado para que te devuelvan el dinero, pedir el reembolso del servicio y de los arreglos y un sin fin de cosas.

Entonces sí, cancelar una boda era más complicado que organizarla. Y mucho más doloroso, también.

Era por eso que Audrey no estaba encargándose de la cancelación de todo sino su madre y su hermana, y mientras ellas hacían el trabajo pesado, la muchacha no salía de su casa a menos que fueran pasadas medianoche; ahí era cuando Audrey se aventuraba en las calles nocturnas de Central City para ir a bares y emborracharse y liarse con quien pudiera. Tenía casi veintisiete años y estaba haciendo cosas de una joven rebelde de dieciocho años pero es que le dolía demasiado.

No había asistido al trabajo desde hace casi tres semanas, ella la verdad ni sabía si seguía teniendo el maldito puesto de jefa en la editorial, no le importaba. Estaba demasiado ocupada hundiéndose en su propia depresión.

Y Marilyn Cooper estaba demasiado ocupada tocando a la puerta de los Allen.

—Señora Allen, disculpe las horas en las que vengo a molestar pero ¿dónde demonios está su hijo?

Si Audrey estuviera a su lado seguramente le hubiera pegado por ser tan grosera.

—Sigue trabajando, Marilyn —le respondió Nora Allen.

—De acuerdo, allá iré.

—Marilyn, espera —la hermana mayor de Audrey ya se había dado la vuelta cuando Nora le llamó.

— ¿Qué sucede?

— ¿Cómo está Audrey?

Marilyn ni siquiera volteó para responder: —Siendo miserable.

Porque era la verdad. Audrey ni siquiera tomaba, nunca le gustó, pero ahora por una extraña razón tenía muchas botellas de alcohol en su departamento.

Se había quedado en el mismo lugar donde iba a vivir con Barry, no porque ella quisiera sino porque ya había firmado un contrato en el que decía que permanecería en el departamento al menos medio año y apenas llevaba un mes.

Marilyn subió a su auto, lo encendió y tomó rumbo al departamento de policías. Era ya medianoche pero Audrey seguramente ya llevaba dos horas y media en el primer bar que se le cruzó por el camino, quizá Mooney's. Marilyn Cooper, nombrada en honor a Marilyn Manson según ella, no odiaba a Barry Allen, pero en este mismo momento, a sabiendo que lo que su hermana menor estaba haciendo, lo único que quería era lanzar al forense por un acantilado.

Cuando llegó al departamento de policías estacionó el auto en el primer lugar libre que encontró, lo apagó y bajó de él dando grandes zancadas hacia el recinto.

Le tomó unos minutos al fin llegar a donde debía, salió de la caja metálica apenas abrió sus puertas e ignoró todas las miradas confundidas encima de ella mientras subía las escaleras.

—Bartholomew Henry Allen, contigo vine a hablar, bastardo.

De nuevo, si Audrey estuviera ahí, le hubiera pegado por usar el término bastardo incorrectamente.

—Marilyn...

—Ah, no. No, no. Dije que vine a hablar contigo no que tú podías decir algo.

Barry soltó un suspiro mientras sentía un dolor en el pecho.

Nunca, desde que tuvo memoria, vivió un día sin hablarle a Audrey, y ahora habían pasado tres semanas desde la última vez que la escuchó hablar, y lo último que ella le dijo fue un Vete de aquí, ahora; ver a Marilyn en estos momentos le rompía el corazón.

Si bien ella no existía en la otra línea temporal acá sí que era la hermana de Audrey, tenían el mismo color de ojos, la misma presencia intimidante y el mismo color de pelo. Lo que las diferenciaba era su carácter, su forma de ser.

—Audrey lleva tres semanas sin ir al trabajo y le importa un comino si la corrieron o no —gruñó Marilyn— mientras tú estás demasiado tranquilo haciendo tu asqueroso trabajo de forense. Audrey lleva tres malditas semanas emborrachándose cada maldito día en cualquier maldito bar que se encuentra en su maldito camino.

— ¿Qué?

Barry parpadeó varias veces incrédulo porque su Audrey, su mejor amiga, la que había sido su prometida en esta línea, no tomaba.

—Barry, está perdida —dijo Marilyn—, y seguramente me matará si se entera que vine contigo pero necesito tu ayuda, maldita sea.

Él arrugó la frente.

— ¿En dónde está?

—Siempre cambia de bar —le explicó ella—. Los últimos días ha ido a Mooney's. Está liándose con alguien ahí.

—Eh, ¿qué?

—No es como que quiera echarte la culpa pero sí quiero echarte la culpa, Bartholomew.

El joven hizo una mueca con su boca, sabiendo que Marilyn tenía razón. Él tenía la culpa de esto y debía arreglarlo, o al menos sacar a Audrey de ese maldito bar.

—De acuerdo.

— ¿Te llevo?

—No —dijo Barry—. Puedo llegar solo.

De algo debía servir su velocidad en estos momentos.

(...)

La música ensordecedora se escuchaba hasta en el rincón más lejano del bar —no, no era un bar, se recordó Audrey. Era un antro, que no es lo mismo. Antro, antro, antro.

La muchacha se encontraba en medio de la pista con un chico que ve tú a saber cómo se llamaba detrás de ella, bailando lo suficientemente pegado a su espalda y trasero como para dar otra impresión; frente a Audrey había una chica con sus manos alrededor del cuello de ella; la menor de las Cooper tenía su cabeza sobre el hombro del chico mientras él mordía el lóbulo de la oreja de Audrey. Cuando ella levantó la cabeza del muchacho los labios de la chica impactaron con los suyos, sus lenguas se mezclaron y Audrey estaba casi segura de que algo atrás de ella se había movido.

Segundos más tarde ya no estaba besándose con la muchacha sino con el chico detrás de ella quien en medio de la pista de baile la levantó para que envolviera sus piernas en su cintura.

—Audrey, ¿podemos ir de una maldita vez a mi casa? —Le preguntó él a gritos debido a la música.

—Nunca —respondió Audrey, soltando un gruñido cuando la chica le tocó el trasero—. Deja de insistir, Jason.

—No te entiendo —refunfuñó él.

—Yo tampoco me entiendo.

Audrey sonrió volviendo a besar a Jason quien de la nada empezó a caminar con ella todavía rodeándole la cintura con las piernas, fue hasta los gabinetes del antro donde se sentó para seguir besándola, Jason bajó sus besos a la clavícula de Audrey mientras ella restregaba su cadera contra la de él, la muchacha le despeinó el cabello pero entonces, antes de que Jason pudiera besarla otra vez y seguir subiendo sus manos hasta el resorte del sostén de Audrey, unos brazos jalaron a la chica de la cintura con fuerza para separarla del chico.

—Sí, siento interrumpirlos pero creo que ya tuvieron suficiente diversión por esta noche.

— ¿Qué demonios, hermano?

— ¿Qué demonios de qué, hermano? —Repitió el recién llegado.

Jason dirigió la mirada a Audrey quien intentaba zafarse del agarre de fuera quien fuese ese chico.

—Estaba ocupado.

— ¿No me digas? —Dijo el otro con fastidio, luego miró a la muchacha— Audrey, basta. Detente.

—Quiero ir con Jason.

— ¿Lo ves? Déjala en paz.

—No, déjala en paz tú.

Justo en ese momento Audrey decidió voltear atrás para ver quién la estaba deteniéndola.

—Barry —dijo ella—. Barry. Barry, Barry, Barry. ¿Por qué no te llamas Harry? Como Harry Styles. Styles. Sty... les. Harry. Styles. Barry Styles. Ay, no, suena feo.

Mientras la chica balbuceaba esas cosas, Jason se puso de pie.

—Suéltala.

—Nunca.

—Jason —dijo Audrey sonriente volteando a verlo—. Este es Barry. Barry, te presento a... Jack.

—Es Jason.

—Por eso, Mason.

—No Mason, Jason.

— ¿Como el asesino?

Jason frunció el ceño mirando a Audrey dejando de retorcerse en los brazos del tal Barry. Él no sabía quién era ni por qué no soltaba a Audrey pero lo que sí era segura es que le daría una paliza si no la dejaba libre.

Quería tener sexo esa noche, sí. Y lo tendría con Audrey Cooper.

Barry analizó la situación detenidamente, tenía que sacar a la chica de ahí pero era obvio que el estúpido chico que literalmente le estaba comiendo la boca hace un rato no la dejaría ir.

—Chicos, ¿qué sucede?

—Oh, hola, Beverly. Te presento a Barry.

La tal Beverly miró con asco al chico.

— ¿Por qué sostienes a nuestra chica?

— ¿Su chica?

—Beverly —repitió Audrey—. Te llamas como la niña de It.

Y entonces sin que Barry estuviera preparado, Audrey se zafó de su agarre y fue directamente hacia Beverly para besarla.

— ¡Audrey Sophia Cooper!

Se separó de Beverly.

— ¿Qué?

—No voy a permitir que te comportes de esta manera. Tienes veintisiete —gruñó él—. Vas a venir conmigo. Ahora.

—Pero yo...

—Ahora.

—De acuerdo.

Audrey dibujó una sonrisa sensual en su rostro volteando de nuevo hacia Beverly a quien volvió a besar, luego fue con Jason para hacer lo mismo.

— ¡Audrey!

Jason se quejó porque la chica había mordido su labio gracias al grito de Barry. A continuación, Barry sacó a rastras a Audrey no dejando que se detuviera en ningún momento a seguir tonteando con la gente.

Audrey apestaba a sudor y alcohol, él no podía decir si era tequila o whisky o cerveza o las tres.

— ¿Y tu auto?

—Caminaremos, Sophia.

Audrey hizo un mohín antes de empezar a caminar con ayuda del hombre que en estos momentos ella no recordaba por qué estaba evitando.

—Auds, ¿qué demonios estás haciendo?

—Divirtiéndome —dijo ella, pensando que él se refería a que en estos momentos ella se había alejado de él para bailar en medio de la calle.

—No, quiero decir esto. Yendo a antros día sí y día también.

Audrey dejó de bailar.

—No lo recuerdo —dijo, agachando la cabeza—. Bueno, sí.

—Te escucho.

Barry estaba listo para que una Audrey borracha la reclamara, le pegara, le escupiera, lo insultara o lo que fuere posible con tal de que ella descargara todo su dolor y detuviera lo que estaba haciendo. Él odiaba verla así, era la primera vez que Audrey estaba ebria frente a sus ojos y Barry ya había hecho una nota mental sobre lo mucho que detestaba que Audrey esté de esa manera.

—Barry no me ama.

—Mmm, ¿qué?

—Barry. Mi prometido —le explicó ella, pero luego negó con la cabeza—. El que era mi prometido.

El ex superhéroe ladeó su cabeza dándose cuenta que Audrey estaba demasiado perdida como para saber que él era Barry, lo que se le hacía extraño era que hace unos minutos en el antro ella sí sabía quién era.

—Barry —repitió, caminando hacia él como si fuera una niña pequeña—. Está enamorado de otra. Estaba dispuesto a casarse conmigo estando enamorado de esa... esa...

— ¿Perra?

—Exacto.

Barry rodó los ojos con gracia sabiendo que esta circunstancia era de todo menos graciosa pero es que le parecía anormal que Audrey odiara a Iris incluso en tal estado.

— ¿Por qué crees que estaba enamorado de ella?

—Es sencillo, ¿sabes... tú, persona que se parece mucho a él? —Habló, enrollando su brazo en el cuello de él, dejándose ayudar— Desde que la vimos en Jitters hace dos meses. Era demasiado evidente. Conozco a Barry mejor de lo que me conozco a mí y lo vi pero no quise decir nada.

— ¿Qué viste?

—Empezó a comportarse extraño, cuando le hablé para decirle algo de sus noticias él estaba muy nervioso —dijo ella—. Solo se ponía así de nervioso conmigo. Además desde ese día estaba más distraído.

Audrey agachó la cabeza pateando una piedrecilla en su camino hipando a la vez.

—Pero era obvio, ¿quién amaría a un desastre como yo?

Barry dejó de caminar obligándola a detenerse también. El chico parpadeó varias veces para luego fruncir el ceño y mirar a Audrey.

— ¿De qué hablas?

Audrey soltó una carcajada.

—Mírame. Lo digo en serio, mírame —dijo—. Llevo cerca de tres semanas siendo miserable porque el amor de mi vida no me ama. No he ido al trabajo, la verdad me importa un maldito bledo si me corrieron o no. Me comporto como una adolescente y estoy a casi tres años de cumplir treinta. ¿Treinta? Sí, treinta. Espera, ¿si nací en mil novecientos...? Treinta. Sí.

Barry decidió ignorar esos pequeños comentarios que no hacían falta pues él sabía perfectamente cuántos años tenía y cuándo los cumplía.

—Te estoy mirando —le respondió él, tomando la barbilla de Audrey para alzar la cabeza que había agachado cuando él habló—. Y veo a una chica fuerte, capaz, independiente, terca, inteligente y hermosa que en estos momentos está sufriendo por un idiota que arruinó las cosas. Veo a una chica amable que merece el mundo porque el mundo no la merece a ella. Veo a una chica que sería capaz de sacrificar su felicidad con tal de que sus seres querido estén bien. Veo a una chica que odia las mentiras y que por eso siempre dice la verdad sin importar cuan dolorosa o cruel sea. Veo todo menos a una chica que es un desastre, lo que está pasando que estás siendo miserable por algo que terminó y es completamente normal pero las cosas pasan, Audrey. Esto también pasará.

—Esto también pasará —repitió ella—, ¿no es un diálogo de La Boda de mi Mejor Amigo?

El ex superhéroe de Central City guardó silencio.

— ¿De todas las cosas que te dije es lo único que escuchaste?

—No, escuché todo lo demás, lo juro —habló ella—. Pero de repente todo me empezó a dar vueltas. Gracias, por cierto. Me hacía falta un discurso motivacional. Ahora, enrolla tus brazos en mi espalda.

— ¿Por qué?

—Porque me voy a desmayar.

— ¿Qué...? No. Audrey.

Justo como la chica predijo, cayó desvanecida y Barry la atrapó en el acto. La miró por unos segundos antes de suspirar y salir corriendo de allí hasta el departamento de Audrey. Él no sabía si ella se había quedado en el mismo lugar así que al entrar al departamento que iban a compartir hace tres semanas y encontrar todo intacto se sorprendió.

Hizo una mueca antes de volver a correr pero ahora en dirección al cuarto de Audrey y justo al entrar, ella despertó.

—Oh, hola, sujeto que se parece a Barry —dijo.

—Pregunta: si estás demasiado inconsciente como para saber si soy Barry o no, ¿por qué me presentaste como Barry?

—Porque te pareces a él pero eres más agradable.

Él enarcó una ceja mientras caminaba hacia el armario de Audrey a agarrar una pijama para ella; luego se la extendió. Audrey hizo otro mohín mirando las prendas de vestir.

— ¿No puedo quedarme así?

—No —negó Barry.

Audrey hizo una mueca.

—De acuerdo.

Empezó a quitarse la blusa a cuadros.

—Aquí no, Audrey.

—Eres un mojigato.

Dicho esto la muchacha como pudo se dirigió al baño que estaba incluido en su habitación y apenas cerró la puerta, Barry soltó un suspiro sentándose en la cama haciendo los muelles crujir.

Talló su cara con las manos.

Le dolía el corazón, le dolía ver a su mejor amiga de este modo. Le dolía más de lo que él imaginaba.

Audrey salió del baño con su ropa entre las manos y su ceño fruncido.

— ¿Qué?

—Quería sexo esta noche.

Barry estaba seguro de que si hubiera estado tomando agua la habría escupido, pero como no era el caso simplemente se atragantó con su propia saliva.

— ¿Qué?

—Con Jason y Beverly.

— ¿Disculpa?

—No me dejaste divertirme.

La chica caminó desganada hasta su cama y se sentó al lado del muchacho soltando un suspiro.

—Me tendré que conformar contigo.

— ¿De qué ha...?

Muy tarde.

Barry no pudo terminar de decir su oración pues Audrey ya había chocado sus labios en los de él. Al principio el muchacho se quedó quieto, preguntándose cómo es que a) había terminado en una línea temporal donde estaba comprometido con su mejor amiga, b) rompiéndole el corazón a su mejor amiga; y c) devolviéndole el beso a una Audrey borracha que tal vez en sus cinco sentidos lo odiaba con ganas.

Pero él simplemente no pudo, lo cual era extraño. Uno no besa de vuelta a su mejor amiga si está enamorado de otra, mucho menos si su mejor amiga está ebria; y aquí estaba él, dejando que ella subiera sus manos a su cuello mientras él empezaba a recostarse encima de ella.

Unos minutos más tarde, Barry subió la playera de Audrey un poco mientras seguían besándose y cuando ella estuvo a punto de desabrochar los pantalones de él...

—No.

— ¿Qué?

—No. No está bien. Estás ebria y yo... no, Auds.

Él ni siquiera se quedó a escuchar represalias por parte de la chica pues salió corriendo de allí para ir directamente a su casa donde se quedó parada fuera de la puerta de entrada.

Su mente estaba descontrolada y lo único en lo que podía pensar era en que él realmente había deseado estar con Audrey y que estaba volviéndose demasiado loco.

(...)

—Últimamente has estado muy miserable, Flash —dijo el de traje amarillo—, ¿quién está haciéndote infeliz? Ese es mi trabajo.

— ¿Se supone que era un chiste?

—No. Era la verdad.

Desde que se había separado de Audrey hace tres semanas visitaba más a menudo a Eobard Thawne evitando a toda costa contarle lo que había sucedido entre ellos. Aunque justo en este momento lo que más necesitaba era hablar con alguien que no fuera su madre o su padre o alguien del departamento de policías.

—No voy a casarme con Audrey.

— ¿Disculpa? ¿Qué fue eso?

Barry apretó los dientes. Estaba seguro de que Eobard lo había escuchado.

—Dije que no voy a casarme con Audrey.

Vio a Eobard sonreír antes de suspirar decepcionado y cruzarse de brazos con desdén.

—La única cosa buena en tu vida y la echas a perder.

—Bueno, gracias.

—De nada —dijo Eobard—. Esto que hiciste... lo que creaste, pudiste haber cambiado todas tus líneas en todos tus universos.

— ¿De qué hablas?

—De que hiciste algo monumentalmente estúpido.

— ¿Esta línea temporal?

Reverse Flash se quedó pensando unos segundos y tronó la lengua.

—Bueno, hiciste dos cosas monumentalmente estúpidas. Y ahora ya no vas a conseguir a la chica.

— ¿Conseguir a la chica? ¿De qué hablas? Todo este tiempo a quien he intentado conseguir es a Iris, no Audrey.

Eobard se levantó de su silla con la ceja enarcada y de nuevo sonrió pero esta vez con malicia.

—No es por nada, Flash, pero he pasado casi toda mi vida investigándote un montón —le dijo a Barry—. Además conviví contigo siendo tu gran héroe o sea Harrison Wells, por si se te había olvidado.

Barry gruñó volteando a otro lado. Por supuesto que no lo había olvidado, esa fue la primera vez que confió en alguien pensando que eran buenos y que todo lo hacía con buenas intenciones, la segunda vez fue con Jay Garrick pero esa era otra historia.

—Si hubieras estado intentando conseguir a Iris —dijo Reverse Flash, rodando los ojos ante la mención del nombre—, no estarías así porque ya no vas a casarte con Audrey.

—Estoy así porque voy a vivir aquí para siempre sin mi mejor amiga.

—Ah, no. No lo harás.

—Sí. Sí lo haré.

Eobard Thawne hizo un sonido desaprobatorio con su boca.

—Vendrás a mí rogando que haga lo que se supone debí haber hecho.

—No.

El hombre se encogió de hombros.

—Preferir a Iris antes que a Audrey. Bueno.

Barry entrecerró los ojos.

—Sabes algo.

— ¿Qué? Nah.

Ahora Barry enarcó una ceja.

—Vas a decirme lo que sabes, Thawne.

— ¿O qué?

—Puedo hacer muchas cosas, ¿sabes? Después de todo tú eres quien está atrapado.

—Tu vida depende de mí, Flash.

—No. Ya no.

Reverse Flash lo miró amenazadoramente.

—De acuerdo —dijo—. Lo diré sólo por tu bien común el cual es mi trabajo arruinar. Hay cincuenta y dos tierras.

—Ajá.

— ¿Cuál es la mitad de cincuenta y dos, Flash?

—Veintiséis.

—He viajado a cada una de ellas buscando cómo destruirte —le explicó—. En diez estás casado con Iris. En otras dos estás soltero y en las que quedan... termina, por favor.

—Estoy casado con Audrey.

—Lo que significa que...

—Si me casaba con Audrey en esta línea ella llevaría todavía más la delantera y entonces...

—Habría una posibilidad de cincuenta cincuenta de que en la tierra restante también te casaras con ella —siguió hablando Reverse Flash—. Lo que significa que si así lo deseas, en realidad Audrey tiene ventaja porque ella consiguió enamorarte en cada una de esas tierras. Que son en total cuarenta, claro que ahora siguen siendo treinta y ocho, ¿no?

—Pero en esta tierra yo debo casarme con Iris, tú mismo dijiste que...

—Sé lo que dije —interrumpió Eobard—. Nadie dice que en ese momento no habías sido un idiota regresando en el tiempo para salvar a tu madre. Tú, Barry Allen, haciendo eso, pudiste cambiar tu futuro de una manera más drástica y hacer que en vez de que exista una Iris West Allen...

—Exista una Audrey Allen.

—Exacto.

Barry parpadeó varias veces.

¿Qué demonios había hecho? 

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