Capítulo 23

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Una gran punzada se apoderó de mi cabeza cuando recuperé la conciencia.

Ruidos extraños comenzaron a escucharse a mi alrededor: pasos, voces, y lo que parecía ser animales. Un poco confundida abrí los ojos, entrecerrandolos cuando estos fueron cegados por una brillante luz blanca. Al acostumbrarme a ella me encontré con las caras de cinco robots viendome fijamente.

Sobresaltada intenté sentarme, pero no pude. Mis brazos y piernas se encontraban amarrados, y mi cuerpo estaba recostado sobre una camilla de metal. Me apresure a ver el lugar donde me encontraba: era un laboratorio, o bueno, eso parecía.

Unos molestos zumbidos me obligaron a girar la cabeza hacia un costado, encontrandome con un mutante. Este tenía la altura y tamaño de un hombre normal, a excepción de unas alas en su espalda y la gran cabeza de mosca que poseía.

Al sentir mi mirada él me observó.

- Oh, y-ya deespertasste- dijo acercándose, viendo el monitor de pulsaciones cardíacas que había junto a mi camilla.

El sonido que emitía se aceleró cuando empecé a forcejear, intentado liberarme. Mi mente me repetía una y otra vez que debía salir de aquí. El hombre mosca apuntó hacia una pequeña mesa de aluminio, y uno de esos robots se la acercó. Sobre ella se encontraban jeringas de diferentes tamaños y grosores. Tomando un trapo limpió una de ellas, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Mi corazón latía tan apresurado que parecía que en cual momento se detendría, rogando con que nada malo me sucediera.

Tomó mi rostro de una manera brusca y lo apretó con fuerza, haciendo que mi boca se abriera levemente. Reemplazando la jeringa por un hisopo, pasó ese pequeño objeto por los lados internos de mis mejillas. Una vez hecho, lo dejó dentro de un pequeño frasco de su mismo largo y se lo entregó a uno de los robots.

Se volteó a verme, tomando la jeringa nuevamente, acercandola a mi brazo.

Mis ojos se abrieron ante la sorpresa, y lo observé con temor. Sin poder evitarlo, algunas lágrimas se formaron en ellos.

- Desscuida, n-no te dolera... mucho.

(***)

Un golpe sobre mi mandíbula hizo que corriera el rostro hacia un costado. Aguantando la ira que consumía mi cuerpo levanté la cabeza, encontrandome con Tiger Claw.

- ¿Eso es todo lo que tienes?- le sonreí sarcásticamente, recibiendo otro puñetazo de su parte.

Mi cuerpo cayó sobre uno de mis brazos, con las risas de Rahzar y Fishface taladrando mis oídos. Me fue inevitable no fruncir el ceño por eso, sintiendo como mis piernas palpitaban por todo el tiempo en que estuve arrodillado, y como las cadenas lastimaban mis muñecas (las cuales estaban atadas detrás de mi espalda)

Con esfuerzo observé hacia el frente, viendo con Shredder sentado en su trono. Su Kuro Kabuto escondía las miles de expresiones que su rostro debía tener en estos momentos, pero de algo estaba seguro; él lo estaba disfrutando.

Desvíe la mirada hacia Karai, centrandome en sus ojos hazel. Los mismos ojos que alguna vez fueron mi perdición ahora me observaban preocupados, con culpa, y posiblemente con lástima. Odiaba ese sentimiento, lo aborrecia en verdad. Más viniendo de ella, que fue la causante de mis más grandes cicatrices.

- Es tu turno, Karai- le ordenó Tiger Claw, extendiendo una de sus armas hacia su dirección- tú fuiste quien logró capturarlo, así que sería lo ideal que nos dieras los honores.

Sin decir objeciones ella se separó del lado de su padre y caminó hacia nosotros. Rahzar jaló de mi hombro obligandome a arrodillarme, y sentí como mi respiración se volvía más agitada por los efectos de las toxinas de aquella bomba de humo.

Karai tomó el arma, y se puso frente a mi. Lo único que podía ver era como Shredder contemplaba como su hija lograba lo que él jamás pudo hacer: venganza.

- ¿Esto es lo que quieres?- le dije elevando mi rostro para confrontala, pero enmudeci al ver las múltiples lágrimas que corrían de sus ojos. Sostenía la daga con fuerza por encima de su cabeza, queriendo aparentar la seguridad que no tenía. Se estaba resistiendo, la conocía muy bien, y sabía más que nadie que la presencia de su padre era un gran peso sobre su espalda.

A través del reflejo de la daga observé la luna, tan grande y blanca, hasta que dos sombras pasaron frente a ella.

- Hazlo, princesa- dije bajando la cabeza, dandole paso libre a mi cuello.

Ahora era el momento en que le entregaba mi vida a las manos del destino, implorando que esta vez estuviera de mi lado.

Lo único que aún me hacia conservar la cordura era pensar en ella, en Kim. En los miles de momentos que nos esperaban por delante, en las infinidades de fotografías que ella me tomaría a partir de mañana, cuando estuvieramos juntos, y a salvo. Y de las miles de sonrisas que me sentiría orgulloso de arrebatarle.

- ¡Booyakasha!- gritó Mikey cuando los cristales del techo se rompieron, y entraron en combate.

Shredder se puso de pie, gritándoles a sus soldados que nos destruyeran.

- ¿Dónde esta Raphael?- le pregunté a Donnie mientras me liberaba.

- Se adelantó, fue a buscar a Kimberly.

- Chicos... si no nos apresuramos los próximos que necesitaran ayuda seremos nosotros!- exclamó Mikey con nerviosismo, viendo como eramos rodeados por los ninjas y mutantes.

Sin duda alguna nos habíamos metido muy adentro de la boca del lobo.

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