Capitulo 6

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- ¿Cómo está tu pie?- pregunta Grace desde el otro lado de la línea.

- Bien, la hinchazón ya bajo- contesto.

- No puedo creer que te lo hayas dislocado. Digo que persona normal se dobla un tobillo yendo a un parque.

- Estás hablando con "esa persona normal"

- "Normal" y "Kimberly" no van juntos en una misma oración.

- Ja, ja, que graciosa.

- Es verdad, no lo niegues- reimos- te dejare descansar, te llamo luego.

- De acuerdo, adiós Gracie.

Arrojo mi celular a algún lugar de mi cama y me acuesto sobre ella.
Mientras observo el techo algunas imágenes de lo ocurrido ayer llegan a mi mente. La forma en la Leo me protegió de esos robots, en cómo me hizo sentir segura. Todavía puedo ver su mirada azulada sobre mi, y cierro los ojos para que esa sensación sea más real.

El timbre anunciando la comida que había ordenado hace que salga de mis pensamientos. Con un suspiro abro los ojos y me levanto con cuidado. Sento una pequeña puntada en mi pie que desaparece tan rápido como llego.
A paso lento bajo las escaleras, y en la puerta le pago al repartidor para después dirigirme a la cocina. Dejo las cosas sobre la mesa y voy al sofá. Me recuesto sobre él y escucho música a la espera de mi padre.

(***)

Ya son las once y mi padre no da rastros de vida.

Lo llamo dos, tres, cuatro veces. En todas ellas me atendió el contestador, al menos el fue el único que se digno en atender. Mis ojos batallan por quedarse abiertos, pero creo que en esta pelea el sueño saldrá triunfante.

Antes de caer dormida la puerta siendo abierta hace que me sobresalte. Me incorporo al instante, miro hacia la entrada y veo a mi cansado padre dejar su arma y placa de policía sobre un mueble que hay en la entrada.

Al verme sonríe y yo hago lo mismo.

- Hey, me esperaste- dice sorprendido mirando su reloj- ¿no deberías estar durmiendo?

- Son las once, ya no soy una niña que se va a dormir a las diez.

- Dile eso a tus ojeras- ríe levemente.

- Ordene comida, está sobre la mesa.

- Cuando será el día que cocines como una "niña grande"- dice dirigiéndose a la cocina.

- Cuando admitas que Hugh Jackman no es gay- sale de la cocina con dos cajas de fideos chinos y un par de tenedores.

-  Sabes que eso jamás pasara- me entrega una caja y se apodera del control remoto.

- ¡Oh, por favor!- empiezo a comer los fideos- ¡él es muy atractivo! se nota a leguas que no es gay. Además... ¡viste esos músculos!

- Músculos llenos de esteroides.

- Lo que tú digas papá...- mi padre ríe y deja el canal de boxeo, como todas las noches.

Cuando mi padre era joven fue un gran boxeador, pero una bebé se interpuso en su camino.

- Papá... ¿extrañas luchar?- pregunto.

Él me observa, sabe a lo que me refiero.

- Un poco a decir verdad. El boxeo fue... un sueño que tuve de adolescente, pero el ser tu padre lo es todo para mí ahora.

Sonrío.

- Lo se, pero si no hubiera interferido...

- Jamás digas eso- dice serio- admito que llegaste a una temprana edad a mi vida pero me alegra que lo hayas hecho Kimberly- sonrio y lo abrazo.

Él fue padre a la edad de dieciocho años. Mi abuela siempre me recriminó que por mi culpa mi padre tuvo que sacrificar muchas cosas: fiestas, amigos, y el ingreso a una buena universidad.

Nos separamos y él vuelve su total atención al televisor.
Con mi tenedor busco más fideos dentro la caja, y seguramente te preguntaras ¿Por qué como fideos chinos con tenedor? La respuesta es muy simple: jamás aprendí a usar los palillos chinos ya que son incómodos y dificiles de manejar (o al menos para mi)

Al terminar de comer me levanto para dejar la caja en la cocina, y antes de ir tomo también la de mi padre.
Con mucho cuidado me dirigo a la cocina, ya que todo esta a oscuras a excepción de la luz de la televisión que es mi única guía.

Dejo las cajas sobre la mesa y afuera escucho golpes seguido de quejidos de dolor. Miro por la ventana que hay frente al lavado y veo como algo se mueve bajo varios diarios y cartones.

Abro la puerta y antes de salir observo hacia la sala. Mi padre esta tan concentrado en el programa que seguramente no se dara cuenta si me voy o no.
Tomo mi abrigo que está colgado en el perchero y salgo. Bajo los cuatro escalones de la entrada y camino hacia un espacio vacio que hay entre mi casa y la casa de mi vecino (usualmente suelen haber botes de basura)

En su interior veo a alguien dando leves gemidos de dolor. Me aproximó hacia esa persona y me arrodillo a su altura, y quitando algunos diarios me encuentro con Leonardo.

- Dios ¿estas bien?- pregunto preocupada.

- Si, lo estoy- dice levantandose para quedar areodillado igual que yo.

- Te ayudare a pararte- digo lista para tomarlo del brazo pero él se incorpora solo, rechazando mi ayuda.

- ¿Que haces por aquí?

- Tuve algunos problemas- recoge su katana y la guarda detrás de su espalda.

- ¿Qué clase de problemas?- a veces me es imposible detener mi curiosidad.

Leo sonríe, y muy dulcemente dice:

- Eso no te importa- frunzo el sueño y el rie antes de pasar por mi costado.

Camina un poco tambaleante y su mano se posa sobre sus costillas. Cae arrodillado y me aproximo a él nuevamente para pasar su brazo por mis hombros y así ayudarlo a pararse.

- No necesitas mi ayuda ¿eh?- digo, él solo rueda los ojos.

- ¿Como me encontraste?

- Vivo por aqui cerca. ¿Podrás caminar hasta mi casa?

El eleva una de sus cejas, las cuales sé que claramente dicen "¿acaso lo dices enserio?

Salimos del callejón, doblamos hacia la derecha y después de algunos pasos llegamos.

- Oh por dios pensé que jamás llegaríamos- finge estar agotado a lo que rio.

Abro la puerta e ingreso con Leo. Estando cerca de las escaleras las luces de la sala se encienden tomandome por sorpresa. Dejo caer a la tortuga detrás del sofá, y lo escucho soltar un quejido de dolor.
Observo a mi padre, parado de brazos cruzados.

Si ve a Leo será mi fin.

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