Veintiuno.

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Tanteé mis alrededores con las manos, sin poder encontrar al culpable de aquel chirriante sonido.

—¡Apaga esa puta alarma o te rompo el móvil, Elián! —grité mientras agarraba un cojín del sofá y me cubría la cabeza.

—Que sí, que sí —bufó, adormilado.

Entonces, el apartamento por fin se quedó en silencio. Sin embargo, no significaba que pudiera descansar en paz.

—¿Por qué tienes esa alarma rompe tímpanos? —Aparté el cojín y lo miré, entrecerrando los ojos.

—Así me despierto. —Se encogió de hombros.

—Y a medio edificio —gruñí, sentándome.

Él sonrió con inocencia mientras miraba su teléfono y se sentaba a mi lado.

Su cabello estaba despeinado y su ropa arrugada.

Nos habíamos quedado la noche entera estudiando porque los dos teníamos un examen muy importante hoy. Por mi parte, era el último que tenía y del que dependía mi nota final de la asignatura.

—Dúchate y te llevo en coche —bostezó el pelinegro.

Asentí, levantándome por instinto, antes de que siquiera lo dijera, y me dirigí a mi habitación, sintiendo que todo era un sueño raro del que no había despertado aún. La realidad me llegó nada más abrir el grifo, pues toda el agua fría me golpeó.

Me quejé al principio, pero mi cuerpo lo agradeció.

Nos habíamos quedado dormidos en el sofá, por lo que el dolor de espalda era esperable, el de cuello un poco menos, pero también previsible.

Me vestí con una camiseta ancha y unos pantalones cortos, saliendo de mi habitación y deambulando hasta la cocina para abrir uno de los táperes guardados en el frigorífico.

Elián llegó un rato después, totalmente arreglado y oliendo bien.

Apoyó su brazo sobre mi cabeza mientras revisaba su horario en el teléfono.

—No soy tu reposabrazos —gruñí.

—Lo sé —respondió.

—Entonces, ¡apártate!

—No.

—Voy a encoger por tu culpa —resoplé.

—Me haré cargo —contestó socarronamente.

—Ah, ¿sí? ¿Cómo? —lo reté.

—Yo te agarro el frasco de galletas cuando quieras —sonrió burlonamente.

—Cabrón. Ojalá te des en el dedo pequeño del pie contra una esquina.

—Eso es un deseo muy malvado, babe. —Hizo un puchero.

Un escalofrío recorrió mi espina.

—No me llames así. Nunca más —ordené.

—¿Por? —rió—. Te queda bien el apodo cariñoso.

—Preferiría mil veces que me llamases "galletita" —repliqué sarcásticamente. Él alzó una ceja—. Ni te atrevas a llamarme así.

—Aburrido —suspiró—. Le quitas la diversión a la vida.

—¿Consideras eso diversión? Los exámenes te están trastocando la mente, por lo que veo.

—Un poco. A este paso me vuelvo como Alicia, pero sin país ni maravillas. —Se encogió de hombros.

—Solo con las drogas —reí.

—¡Eh! Yo soy un chico sano. —Elevó el mentón con orgullo.

—Elián, no beber por tres semanas no hace que seas sano. Aguanta dos años y me lo pienso.

—No me retes, porque sabes que soy capaz solo por ganar...

—No te he retado.

Asintió lentamente mientras iba a la nevera y se echaba un vaso de agua.

—¿No vas a desayunar? —pregunté.

—¿Después de las tres pizzas que nos comimos entre los dos ayer? Tú quieres que me dé una diarrea o algo durante el examen —carcajeó.

—Bueno, "pizzas". La próxima vez, elijo yo dónde pedimos —declaré.

—Sí, dulzura.

—Así me llama la madre de Hass.

Elián escupió el agua que estaba bebiendo entre risas. Después, comenzó a maldecirme mientras limpiaba la encimera.

—Algún apodo debe existir que no te moleste. —Frunció el ceño.

—¿Sabes? Tengo algo que se llama nombre; sirve para referirse a alguien —sonreí con la boca cerrada.

—No te voy a mentir. Tu nombre es bonito, tanto como quien lo lleva, pero me gusta ser único y especial.

—¿Por qué? ¿Qué necesidad?

—Porque todos te llaman Tyler, pero tú eres mi Tyler. —Abultó su labio inferior.

Mis mejillas comenzaron a arder.

—No seas imbécil.

—Es que —hizo un puchero—, tú me llamas Eli y yo Tyler. Qué triste.

—Puedes llamarme Ty... o Ty-Ty.

—Odias que te llamen Ty-Ty —me acusó.

Pero no odio que me llames Ty-Ty.

—Mientras seas tú y no lo utilices para referirte a mí como un enano, no me quejo. —Desvié la mirada.

—O sea, ¿puedo llamarte Ty-Ty y no recibiré una mirada de odio, un insulto o un golpe?

—Quizá. —Me encogí de hombros.

—¿Ty-Ty...? —Alzó una ceja.

—No me hagas arrepentirme.

Se calló al instante.

—Uf, se nos hace tarde. Vámonos —rió con nerviosismo.

—Mentiroso —murmuré para mí mismo, con una sonrisa.

Agarré mi mochila y él la suya. Ambos bajamos juntos por el ascensor hasta llegar al garaje compartido del edificio. Me subí a su coche y él arrancó mientras charlábamos de tonterías.

Para mi sorpresa, en vez de aparcar delante de la universidad, estábamos en Ethereal, la cafetería en la que trabajaba.

—Necesito un café para no morir en medio del examen —me informó.

—Yo un té frío.

Hice el amago de bajar del coche, pero Elián me detuvo.

—Yo invito.

—Siempre invitas tú —me quejé.

—No te preocupes, algún día, cuando se vayan acumulando las invitaciones, pediré a cambio una cena cara o algo así —sonrió socarronamente.

—Se supone que me tienes que invitar sin esperar nada a cambio. —Abrí la boca, ofendido.

—Sabes que eso no pasa entre nosotros. —Se encogió de hombros.

—Cuando haga lo mismo, no te quejes.

—¿Perdón? —carcajeó—. ¿No fuiste tú el que hizo lo mismo hace dos o tres años? Exactamente, en tu cumpleaños número diecinueve.

—¿Yo? ¿Cómo se te ocurre pensar así de mí...? Bueno, sí, vale, sí fui yo. ¡En mi defensa, no estaba planeado y tú accediste sin quejas! —Me crucé de brazos, desviando mi mirada, algo avergonzado.

—Ya —sonrió—. Entonces, ¿el mismo té de siempre?

Asentí levemente, aún sin mirarlo.

Entró a la cafetería y desde el coche pude ver cómo charlaba animadamente con todo aquel que se cruzaba, hasta llegar a su hermano, quien sí estaba trabajando hoy.

Qué social era. Ojalá yo.

Salió unos minutos después con nuestras bebidas y golpeó con suavidad la ventanilla del asiento copiloto.

Fruncí el ceño mientras la bajaba.

—De casualidad, ¿este chico tan guapo no estará libre esta tarde?

—¿Qué pretendes, Eli?

Sonrió y se encogió de hombros.

—Tendrás que responder a mi pregunta para saciar tus dudas, lindura.

Suspiré profundamente.

—Sí, estoy libre.

—Bueno, pues... —Me entregó el té frío y comenzó a rebuscar en los bolsillos de su pantalón, sacando dos entradas—. ¿Te vienes al festival de música esta noche?

—No te puedo decir que no si ya te he dicho que estoy libre —reí.

—Bieeen —celebró y rodeó el coche, sentándose en su asiento—. Pensé que dirías que no.

—¿Y eso?

Se encogió de hombros, arrancando.

—A veces, la pereza te vence.

—No te voy a decir que no, pero después de los tropecientos mil exámenes y no salir por tres semanas, nos merecemos un descanso.

—Eso, eso.

Seguimos charlando de banalidades hasta que llegó a la universidad y aparcó en la zona reservada para estudiantes. Me bajé, colgándome la mochila sobre el hombro y caminamos juntos hasta la entrada del edificio principal, en donde nuestros caminos se dividirían para que cada uno fuese a su facultad.

Sin embargo, antes de separarnos, nos encontramos a Daniel.

Yo me abalancé sobre él, con cuidado de no derramar mi bebida, mientras que Elián lo saludó con un movimiento de mano.

—Hola, Tyler. —Me besó.

—Hola, Daniel —sonreí, besándole de vuelta.

—¿Qué tal? —nos preguntó a ambos, posando su mano en mi cintura.

—Yendo a nuestro último examen del mes —sonrió falsamente Elián.

—Oh, es el último, mucho ánimo. Seguro que os saldrá bien. De todas formas, habéis estado estudiando muy duro.

—Sabes que soy capaz de olvidarme de toda la información en milisegundos, Dani. —Hice un puchero.

—Yo confío en tus habilidades.

—Yo no tanto.

—Oh, vamos, Tyler, si has aprobado todo hasta ahora, incluso con tu capacidad de concentración. Cállate —bufó mi mejor amigo.

—¡Tú también! —rebatí.

—He aprobado por los pelos y casi suspendo una. —Me sacó la lengua.

—Bueno, de todo se sale. Ya te dije que te daría clases de refuerzo para las recuperaciones.

Lo vi rodar los ojos, pero asintió.

Daniel rió.

—Bueno, yo os dejo, que también tengo un examen. —Besó mi mejilla.

—Oh, es verdad. Mucha sueeeerte. —Lo abracé por el cuello y dejé un casto beso sobre sus labios.

—Cierto, ¿estás libre esta tarde, Tyler? —me preguntó.

—Oh, bueno, ¿esta tarde? —Fruncí el ceño, mirando a Elián—. No, he quedado con Eli para ir al festival.

—Oh.

—No pasa nada, puedo invitar a alguien más —murmuró Elián, incómodo.

—No, no, ni de broma. Las entradas del festival están extremadamente caras y ha debido ser difícil para ti conseguirlas. —Daniel negó con la cabeza.

—Pero tú lo ibas a invitar también, ¿no? Puedo invitar a alguien más. —Elián agitó la mano, restándole importancia.

—No sería lo mismo. Se divertirá más yendo contigo. Yo también puedo invitar a alguien más.

Ambos enfrentaron miradas, pero me interpuse, sin entender qué ocurría.

—No sé por qué discutís, si al final todos iremos y podremos encontrarnos. Seguramente, también vayan Hass, Ben, Thiago y hasta Zack —mentí.

No sabía si lo harían, pero así, al menos, se calmarían las aguas.

Los dos se miraron de arriba a abajo y asintieron al mismo tiempo antes de desviar las miradas.

—Llego tarde. Suerte, Tyler —murmuró Dani y me besó antes de que pudiera hacer nada.

Vi a Elián rodar los ojos antes de despedirse también.

—Nos vemos, Ty-Ty. Aprueba ese examen porque nuestro futuro depende de ti —sonrió con tristeza, revolviendo mi cabello y sujetándome por los hombros para después inclinarse y dejar un beso sobre mi frente.

—Adiós, Eli —dije mientras veía cómo su espalda desaparecía al desviarse por uno de los millones de pasillos del edificio.

Me sentía extraño y no había entendido ese raro enfrentamiento entre mi novio y mi mejor amigo. Sentía que tiempos turbios venían, pero solo debía ser una estúpida corazonada, porque todo iría bien, ¿verdad?

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Comienza el arco final ~

¿Preparadxs? Porque yo no JAJAJA. Aquí va a haber biolensiaaaaa. En fin, ese festival va a ser nuestra perdición chiquis. Van a ocurrir C O S A S y Tyler va a sufrir.

Por cierto, seguiré con la maratón porque quedan unos cinco capítulos (no sé) y creo que puedo cumplir para publicarlos todos esta semana que viene :). FMG terminará este mes porque lo digo yo.

EN FIN, besitos de media mañana.

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