CAPÍTULO 15

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ADVERTENCIA: ESTA ESCENA INCLUYE CONTENIDO +18.

Así que por favor, preparen las bragas Jajaja xd es broma (o tal vez no), espero les guste el cap porque la verdad es que me di cuenta que no soy buena escribiendo éste tipo de escenas, pero me esforcé un montón porque ustedes se merecen lo mejor ❤

Para agarrar ambiente, les dejé la fotito del sexy Zack Sellers, ya entenderán el porqué 😏🔥

Ahora sí, sin más por el momento, que lo disfruten 😈🛐🛐🔥

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Después de que Zack me mostrara toda la cabaña y sus alrededores nos quedamos pescando en el lago, o al menos intentándolo.

Sí gente, estuve cerca del lago sin problema; supongo que todos los recuerdos se desataron solo por la primera impresión, teniendo en cuenta de que un lago fue un lugar clave en mi vida del que no quiero pensar mucho en este momento.

En fin, cabe aclarar que no pescamos nada. Un resfriado talvez porque ahora mismo siento una molestia en mi nariz, cosa que solo me pasa cuando me voy a resfriar. Genial Alexa, vamos de mal en peor.

El punto es que ahí nos pasamos prácticamente todo el día porque resulta que el señor arrogante que tengo por acompañante no aceptaba el regresar a la cabaña sin haber conseguido un solo pez.

Fue un golpe para su orgullo según él, yo digo que fue a su ego.

Así que a mí me tocó regresar a la cabaña para preparar algo de comer y llevarlo hasta la orilla del lago donde Zack se encontraba a segundos de sacar su arma y dispararles a los peces que casi parecían burlarse de él, pues nadaban plácidamente junto a su carnada, pero ninguno le prestaba atención. A decir verdad, fue bastante divertido de ver.

El resto de la tarde nos la pasamos hablando de cosas triviales y para la cena él se encargó de preparar pizza, que debo admitir estuvo deliciosa.

No tenía idea de que cocinara tan bien.

En realidad, creí que solo era bueno siendo un egocéntrico.

Me equivoqué, lo admito.

El sonido de la puerta me hace dar un respingo y me saca de mis cavilaciones.

Ahora me encuentro sentada en el borde de la cama.

Después de cenar Zack tuvo que atender una llamada y yo aproveche para subir a la habitación y ducharme. Después él llegó y se metió al baño, hasta ahí no hubo problema, pero al rebuscar en mi maleta me quedé maldiciendo el hecho de que solo traje mis diminutos camisones de seda justo como el que llevo puesto en este momento porque creí que dormiríamos en habitaciones separadas.

Obviamente tampoco voy a dormir con mis jeans puestos y mi sujetador comprimiendo a mis nenas; sería bastante incomodo, estoy segura que ni siquiera dormiría.

El destino se empeña en orillarme a hacer cosas que no debo.

—¿Te encuentras bien? —pregunta; de reojo lo veo aun parado bajo el umbral de la puerta del baño. Instintivamente llevo mis manos al borde del camisón y tiro de él con la intención de que cubra un poco más de piel.

Error.

Siento sus ojos escanear detenidamente todo mi cuerpo.

Me aclaro la garganta.

—Claro... —empiezo; mi pulso se dispara cuando mis ojos enfocan su figura percatándome de que esta sin camisa y con solo una toalla rodeando su cadera, dejando a la vista su abdomen y el inicio de su ingle, su torso se nota algo húmedo gracias a las gotas de agua que caen de su cabello; tiene la mirada oscurecida y está descalzo—. Ya estaba por meterme a la cama y dormir. —termino, sin aliento.

¿Y cómo no? Si con semejante vista hasta demasiado fue el que no haya olvidado cómo hablar.

—¿Estás segura? —vuelve a preguntar—. Te noto algo nerviosa. —comenta como si nada mientras camina hacia mí a pasos lentos.

Desvío la mirada hacia un lado.

Demonios, ¿Por qué cuando estoy con él es difícil mantener esa seguridad que siempre me acompaña?

Es tan fácil mantenerme indiferente cuando se trata de otros tipos, pero con Zack Sellers mi tranquilidad parece tomar vacaciones.

—Eh, no... —balbuceo—. Para nada, es sólo que...

Las palabras mueren en mi boca cuando siento su mano colocarse en mi barbilla y girar mi rostro para que lo encare.

—¿Me tienes miedo, Alexa? —pregunta, expectante. Su voz se ha vuelto más ronca que de costumbre.

Esta es la segunda vez que me llama por mi nombre y no con su típico "dulzura".

—Me provocas muchas sensaciones, Zack —mi voz es un susurro—. Pero el miedo no es una de ellas.

Una sonrisa jodidamente caliente se desliza por sus labios, provocando que mi respiración se agite y un calor invada partes de mi cuerpo que nunca antes habían llegado a tal extremo.

Me toma de la cintura con delicadeza haciendo que la tela de mi camisón se eleve aún más por la presión de sus manos y me hace ponerme de pie. Nuestros cuerpos quedan a escasos centímetros de separación y automáticamente coloco mis manos sobre su torso desnudo dejándome sentir la frialdad de su piel que causa un estremecimiento en mí y me hace soltar un suspiro.

Dios, este hombre me hace temblar con su mera presencia.

Una de sus manos sube hasta mi mejilla y la acaricia sutilmente con su pulgar. Todo sin dejar de mirarme a los ojos.

Y es que ver ese par de esmeraldas transmitir tantas emociones juntas es todo un espectáculo que no me cansaría nunca de admirar.

—Entonces déjame agregar una más esta noche. —pide; acerca su rostro al mío y roza nuestros labios—. Déjame hacerte sentir el placer.

Listo, no más.

Simplemente ya no puedo seguir conteniendo estas ganas que me vienen persiguiendo desde aquella noche en la que se presentó ante mí con esa personalidad tan arrogante y coqueta.

No seguiré luchando en contra de lo que me hace sentir.

—Sólo si me prometes que no vas a irte después de mostrarte todas mis heridas.

No quería mostrarme tan insegura, pero mi voz lo ha dejado más que claro.

Su ceño se frunce levemente y su mirada penetrante examina mi rostro con detenimiento, como si buscara algún indicio de algo.

—¿Alguien te hizo daño? —gruñe—. Dime su nombre y juro por Dios que lamentara haberse topado en tu camino.

Hay tantas cosas que aún no sabe...

—La vida. —digo, sonriendo débilmente—. Ella es quien se ha encargado de joderme cada que puede; las heridas físicas sanaron en un par de días, pero las del alma llevan años sin poder cicatrizar.

Su mirada se oscurece aún más, haciendo que sus ojos casi se vean negros.

Su mano aprieta su agarre en mi cintura y me acerca más a él eliminando el pequeño espacio que separaba nuestros cuerpos.

Contengo la respiración.

—Entonces, permíteme curarlas. —deposita un beso en mi frente.

El contacto me hace cerrar los ojos y soltar el aire que estaba reteniendo.

Deja otro beso en mi sien, luego otro en mi mejilla y al final une nuestros labios fundiéndonos en ese beso hambriento y necesitado que siempre hace acto de presencia entre nosotros, pero que habíamos estado reteniendo desde la primera vez que se probaron.

Sus fuertes brazos me rodean la cintura mientras los míos se enredan en su cuello atrayéndolo más a mí y mis dedos se introducen entre las hebras húmedas de su cabello azabache.

Esa sensación de vértigo en mi interior se hace presente cuando sus manos cambian de lugar acariciando mis muslos y empiezan a ascender muy despacio, levantando la tela de seda en el proceso.

Mi corazón late como loco y siento mis mejillas arder cuando su toque llega hasta mi trasero y aprieta mis nalgas pegándome a él permitiéndome sentir su dureza.

Un jadeo escapa de mis labios y él suelta un gruñido.

—Me estas volviendo loco, dulzura. —su voz ronca eriza mi piel.

Intento responder, pero las palabras se atascan en mi garganta cuando siento sus labios besar la piel sensible de mi cuello y la única respuesta que obtiene de mí es un suspiro tembloroso.

Sus manos suben a mis hombros y empieza a bajar los tirantes del camisón hasta que estos terminan deslizándose por mis brazos provocando que la prenda caiga a mis pies y dejándome sólo con las pequeñas bragas de encaje negro encima.

Da dos pasos hacia atrás y su mirada hambrienta recorre mi cuerpo haciendo mis piernas temblar.

La adoración y el deseo que sus ojos transmiten al observarme no deja espacio para las inseguridades, es por esa razón que no me muevo, me mantengo quieta esperando a que termine de examinarme.

Cuando nuestras miradas se encuentran de nuevo, él se acerca y estampa sus labios con los míos. Mis brazos rodean nuevamente su cuello; él me toma de la cintura y me levanta como si no pesara nada obligándome a rodear su cadera con mis piernas.

Siento mis pezones rozarse con su piel y la humedad entre mis piernas aumenta un poco más conforme pasan los segundos.

Me recuesta en la cama con él entre mis piernas.

Mis manos pican por acariciar su cuerpo, así que no me contengo y empiezo con el recorrido por todo su torso mientras mis ojos no dejan de admirar lo perfecto que es. Siento sus músculos contraerse bajo mi tacto y muerdo mi labio inferior.

—Dime, nena ¿te gusta lo que ves? —pregunta; pasa su pulgar sobre mi labio haciendo que mis dientes lo liberen al fin.

¿Si me gusta? Zack no entiende hasta qué punto esa palabra funciona, y definitivamente no se aplica a como me siento respecto a él. No lo había visto antes sin camisa, pero tenía una idea de lo que la tela escondía debajo de ella; sin embargo, mi imaginación no le hace justicia a lo que ahora estoy admirando.

Tener cada centímetro de su piel al descubierto estando sobre mí logra desatar una corriente nerviosa, pero también de excitación por todo mi sistema.

Las puntas de mis dedos recorren su piel blanca y al mismo tiempo disfruto de contornear sus músculos duros. No es por el esfuerzo físico que esos músculos representan, sino es una representación de su personalidad. Firmeza, encanto, perseverancia.

—Un perfecto conjunto de ocho —murmuro—. ¿A qué mujer no le gustaría esto?

—A una lesbiana.

Rio suavemente.

—Es una suerte que ese no sea mi caso. —digo; elevo la mirada en busca de la suya. Lo encuentro mirándome de vuelta con tanta intensidad que me deja sin aliento.

Inclina su rostro dejando un corto beso en mis labios para después concentrarse en mi cuello.

Siento sus dientes mordisquear la piel sensible de mi cuello mientras su mano acaricia mi muslo; sus labios descienden hasta mi clavícula dejando una estela de besos húmedos hasta llegar a mis senos, los mismos a los que le brinda atención. Comienza pasando su lengua alrededor de mis endurecidos pezones y un jadeo escapa de mis labios cuando introduce uno de ellos en su boca dejándome sentir la humedad y calidez de su cavidad.

La sensación de placer invade mi cuerpo y mi espalda se arquea cuando succiona con fuerza y le da suaves mordiscos a mi protuberancia.

Continúa besando mi cuerpo hasta que lo siento presionar sus labios en mi vientre bajo. Un nerviosismo me atenaza las entrañas cuando juguetea con el borde del fino encaje de mis bragas y retengo el aliento cuando desliza la tela por mis piernas hasta sacarla de mi cuerpo, dejándome totalmente expuesta ante él.

Se aleja de mí y sus ojos observan cada parte de mi cuerpo desnudo, en este momento su mirada salvaje solo transmite una cosa: deseo.

—A partir de aquí no sé si pueda seguir siendo delicado, dulzura. —me hace saber con su voz extremadamente ronca.

—No quiero que lo seas.

La sonrisa traviesa que se dibuja en su rostro me hace querer golpearlo.

—Me prende tu lado atrevido.

Ruedo los ojos.

—Cierra la boca.

Suelta una pequeña risa y sin previo aviso se arranca la toalla que cubría parte de su cuerpo.

Jadeo ante la sorpresa y casi me atraganto con mi propia saliva.

Mi boca se entreabre ante la potente erección que resalta ante mis ojos.

OH – POR – DIOS.

Ni siquiera creí que un pene llegara a alcanzar un tamaño como ese.

Él lo toma en su mano y la pasa por toda su extensión mientras sonríe con arrogancia.

El maldito sabe lo que carga entre las piernas.

—Tu eres quien debe cerrarla o terminara entrando una mosca en ella. —se burla—. O aún mejor, este amiguito.

Okay, se perdió el encanto con su estupidez.

—Vete a la mierda. —escupo, molesta.

Intento levantarme de la cama para vestirme y largarme en busca de otra habitación, pero su mano me toma de los tobillos y me arrastra hacia él.

Forcejeo para que me suelte, pero termina tomándome de las muñecas con una sola mano y colocándolas sobre mi cabeza mientras él se posiciona de nuevo entre mis piernas.

—Esa boquita sucia que tienes. —susurra junto a mi oído y le da un pellizcón a uno de mis pezones—. Me pone más duro.

—Suéltame. —exijo.

Su mano con la que pellizcó mi pezón empieza a bajar lentamente por mi cuerpo, erizándome la piel en el proceso.

—Espera un momento y entonces me dices si siempre quieres que me aparte. —habla contra mis labios, rozándolos con los míos en cada movimiento.

Contengo la respiración cuando siento su mano acercarse a mi sexo.

—Te lo advierto, Zack, apártate.

Joder, me gustaría sonar más segura, pero mi respiración está empezando a acelerarse y mi voz se escucha más como una súplica.

Y...

Sus dedos abren mis pliegues palpando la humedad que hay en esa zona de mi cuerpo, hace presión en ese delicado botoncito que envía una corriente de placer a todo mi cuerpo.

Cierro los ojos por unos segundos al tiempo que un gemido se me escapa.

Sus dedos siguen brindándole caricias a mi sexo mientras su pulgar traza círculos sobre mi clítoris y presionando de vez en cuando.

Aprieto mis labios reteniendo los sonidos de satisfacción que amenazan con abandonarme; no quiero darle el gusto de saber lo mucho que estoy disfrutando de su toque. Sigo molesta con él por...

Demonios, ya olvidé porque estaba molesta.

—Vamos cariño, déjame escuchar esos dulces gemidos. —pide.

Sacudo la cabeza en una negativa ya que soy incapaz de pronunciar palabra sin darle lo que él quiere.

Hace un poco más de presión en mi parte sensible y yo cierro los ojos ante las sensaciones que me invaden.

Me toma por sorpresa cuando siento uno de sus dedos introducirse en mi interior, y entonces ya no puedo contenerlo.

El gemido sale de mis labios, mi espalda se arquea haciendo que mis senos se peguen a su pecho. Mi respiración es acelerada y siento como si mi corazón fuese a salir corriendo de mi pecho en cualquier momento.

Él introduce un segundo dedo en mi centro y de un momento a otro me encuentro moviendo mis caderas en busca de más.

—Zack... —gimo su nombre.

Él gruñe y embiste más rápido en mi interior.

Siento el nudo en mi vientre empezar a contraerse y ahora si los gemidos salen sin restricciones de mi parte, sin embargo, Zack los acalla cuando une sus labios a los míos en un beso voraz que termina por robarme el aliento. La humedad en mi entrepierna aumenta y mis músculos se tensan cuando el orgasmo me golpea con fuerza y me hace removerme bajo su cuerpo.

Mis ojos se mantienen cerrados mientras trato de nivelar mi respiración y siento sus dedos salir de mí.

—Eres jodidamente hermosa, Alexa Smith. —susurra en mi oído. Mi cuerpo se estremece cuando siento el roce de su miembro sobre mi sexo.

Mi respiración se agita de nueva cuenta.

Pasa una y otra vez la punta de su miembro sobre mi entrada y mis caderas se elevan por inercia buscando de una vez por todas la unión de nuestros cuerpos.

—Abre los ojos, dulzura. —ordena—. Quiero perderme en esos océanos al momento de hacerte mía.

Le obedezco.

Cuando abro mis ojos él ya está mirándome de vuelta.

Lo siento colocarse en mi entrada y entrar despacio en mí.

Mi espalda se arquea y un fuerte gemido sale de mis labios cuando se abre paso en mi interior; a él lo escucho soltar un gruñido y unas cuantas maldiciones mientras se adentra cada vez más.

—Oh, Dios... —gimo.

—Cariño, estás tan caliente y estrecha. —su voz ronca me excita aún más.

—Zack... —gimo su nombre una vez más.

—Sólo un poco más, nena —susurra—. No quiero lastimarte.

Niego repetidas veces.

—Quiero sentirte —digo—. Por completo.

Una corta risa ronca sale de su garganta.

—Quiero que me digas si sientes que te estoy lastimando ¿está bien? —asiento—. También si sientes que me vuelvo muy brusco ¿sí? —vuelvo a asentir como toda una niña buena.

Termina de adentrarse en mí y besa mis labios con todas las ganas.

Después de unos segundos lo siento salir de mí y esta vez vuelva a entrar de una sola estocada, siento una leve punzada de dolor, pero el placer es mucho más fuerte así que decido no decirle nada. No quiero que se detenga.

Con una mano toma mi muslo y lo eleva haciendo que enrede mi pierna en su cadera y es ahí cuando empieza a descargar todo el voltaje que llevaba reteniendo. Me embiste con fuerza haciendo que el choque de nuestros cuerpos haga eco en toda la habitación.

No quisiera que piense que soy una salvaje, pero me es imposible no clavar mis uñas en su espalda a consecuencia de todo el placer que invade mi cuerpo. Aun así, el sigue concentrado en su tarea sin quejarse por mi agresividad, porque estoy segura que mañana tendrá unas grandes marcas en su piel.

Él sigue entrando y saliendo de mí cada vez con más salvajismo, pero Dios, no puedo quejarme porque en serio lo estoy disfrutando, tanto, que no puedo dejar de gemir su nombre como una demente. Y eso a él parece gustarle, y como que lo motiva a acelerar más el ritmo de sus arremetidas.

Deja besos en mis labios de vez en vez y mordisquea mis pechos y cuello, haciendo que las corrientes de placer aumenten en mi sistema.

Mi vientre empieza a contraerse, y sé que mi orgasmo está cerca.

—Eres mía, Alexa —suelta en un gruñido, embistiendo más fuerte ante sus propias palabras—. Ahora me perteneces y yo te pertenezco. Nos pertenecemos.

Y como si esas palabras fueran una autorización, un grito de placer escapa de mi garganta y mi cuerpo se estremece ante el orgasmo arrasador que me atraviesa entera, permitiéndome tocar las estrellas con la punta de mis dedos.

Zack se tensa sobre mí y siento su derrame inundar mi interior seguido de un gemido ronco. Y por Dios que ese sonido casi me hace tener un tercer orgasmo.

Nos quedamos quietos un momento tratando de regularizar nuestras respiraciones, y después de unos minutos lo siento salir de mi interior y recostarse a mi lado.

Pasa uno de sus brazos por debajo de mi cabeza y tira de mí acercando mi cuerpo al suyo.

Acomodo mi cabeza sobre su pecho y entrelazo mis piernas con la suya mientras él maniobra para cubrir nuestros cuerpos con una de las sabanas que cubría la cama.

Su mano empieza a trazar caricias en círculos sobre mi cintura, y yo hago lo mismo en su abdomen.

—Después de esta noche será mejor que empieces a acostumbrarte a mi mierda, porque no pienso dejarte ir, dulzura. —rompe el silencio.

Levanto un poco mi cabeza para mirarlo a la cara.

—¿Y quién te ha dicho que quiero irme? —lo cuestiono, mirándolo con una ceja arqueada.

Una sonrisa torcida se dibuja en su rostro.

—Solo te informo, por si en algún momento lo intentas. —contesta encogiéndose de hombros.

—Ja, buen intento, pero necesitas más que un temperamento de mierda para deshacerte de mí. —digo en modo de burla.

Su pecho vibra ante su risa.

—Sabes perfectamente que no soy el único con problemas de temperamento. —se defiende.

Ahora soy yo quien ríe.

—Bien, entonces estamos a mano.

Aprieta mi cintura y deposita en beso en la coronilla de mi cabeza.

—Sí, estamos a mano, dulzura.

Después de eso, ninguno de los dos dice más nada.

Estoy tan cansada que al final no sé ni en qué momento me quedo dormida, solo sé que sus cálidos brazos me dan esa sensación de paz que hace tanto tiempo no sentía.

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