CAPÍTULO 5

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Domingo, 7 de octubre de 2018.

ZACK SELLERS.

Muevo mis caderas aún más rápido mientras siento alcanzar el clímax. Keira, se remueve bajo mi cuerpo y gime mi nombre cuando el orgasmo empieza a hacer estragos en ella.

Después de que ella viniera a mi casa con el pretexto de invitarme a conocer uno de los clubes nocturnos más sofisticados de Vancouver, terminó seduciéndome y por consiguiente yo terminé llevándola a una de las doce habitaciones que tiene esta enorme mansión que adquirí apenas regresé de España.

Estuve fuera de éste lugar por varios años, aunque eso no impide que sea un hombre reconocido en esta ciudad. Pero hubo muy buenos motivos para volver, así que aquí estoy, follándome a la pelinegra que conocí cuando apenas éramos unos críos pero que ahora esa chica, tiene un cuerpo tremendamente seductor. Sus largas piernas muy bien contorneadas, sus enormes senos redondos y ese trasero capaz de llamar la atención de cualquier hombre. Definitivamente no podía perder una oportunidad como ésta.

Nos encontramos tumbados en la cama de una habitación, sin embargo, no es la mía, una regla que no pienso romper por nada ni nadie en el mundo. Definitivamente no meteré a ninguna mujer a mi habitación, ¿por qué? Por el simple hecho de que nadie tiene derecho a invadir mi privacidad, invitar a alguien entrar a mi habitación es invitarla a conocer una parte de mí, y eso es algo que no estoy dispuesto a permitir.

Keira es muy hermosa, pero no es el tipo de mujer con la que me arriesgaría a desenvolver mi alma; en realidad ninguna lo sería. No cuando sabes que ha pasado por cientos de camas diferentes; no es que eso me importe mucho puesto que tampoco es como si yo fuese un santo. El problema con Keira es que, tiene la lengua muy floja. Tiende a hablar de cada persona con la que se ha acostado; ella no es alguien de fiar. Y ese no es el tipo de mujer que yo elegiría para estar a mi lado y contarle mi pasado «cómo si tuvieras la opción de elegir a alguien». Jodida suerte la que me ha tocado. Después de todo sólo es una hipótesis, porque, a fin de cuentas, mi conciencia tiene toda la razón, no es cómo si tuviera la oportunidad de elegir a alguien para que este el resto de mi vida con ella, porque estando en este mundo mis días son totalmente inciertos.

—Entonces, ¿pasarás por mí? —la voz de Keira me saca de mis cavilaciones abruptamente.

—Pasaré a las 8:00 p.m. y espero estés lista para cuando pase por ti.

Me incorporo despegándome de su cuerpo y me levanto de la cama y retiro el preservativo para luego lanzarlo en el cesto de basura junto a la mesita de noche y empezar a vestirme. No quiero ser grosero con ella, tampoco quiero que se ofenda, pero la verdad es que ya quiero que se marche «¿ofenderse? Cómo si no estuviera acostumbrada a ello». Bueno, eso es verdad; aun así, no quiero tratarla mal, pero si no se va ahora mi caballerosidad podría irse de viaje.

—Eso me ofende —vaya mierda—. La puntualidad es mi segundo nombre señor Sellers.

—Excelente —asiento con la cabeza—. Te veré en la noche.

—Vaya forma de echarme —acusa.

—Tengo cosas que hacer Keira. —digo en tono neutro.

—Muy bien, ya entendí.

La miro levantarse de la cama y empezar a vestirse sin preocuparse por cubrir su desnudez, aunque si lo hiciera sería algo estúpido de su parte ya que acabamos de compartir nuestros cuerpos, sin embargo, también sé que Keira es una chica muy segura de sí misma, ella sabe a la perfección que es hermosa y que, si ella se lo propone, puede hacer caer a cualquier hombre. Aun así, soy consciente de que hay chicas que, con todo y eso, sienten vergüenza de que las miren desnudas después de follar. Nunca terminaré de entender a las mujeres.

Bajamos las escaleras y en la sala de estar se encuentran los chicos. En la mesa de centro se encuentran varias latas de cerveza que parecen estar ya vacías junto a contenedores de comida china, también vacías.

Cody es el primero en notar nuestra presencia así que se incorpora del sofá en el que se encuentra y nos dedica una sonrisa sugestiva. Yo ruedo los ojos y lo miro con cara de póker, y eso parece ser un incentivo para molestarme aún más. Él sabe cuánto detesto que haga ese tipo de cosas frente a las chicas con las que suelo follar, y aunque lo he amenazado muchas veces por esa causa, parece tener las pelotas muy grandes —o es muy idiota— porque todas mis amenazas las ha mandado al caño.

—¡Vaya! —exclama—. Debo admitir que hacen una linda parejita. —dice con sorna.

—Cody... —digo amenazante.

Escucho un chillido y luego siento los brazos de Keira aferrarse a mi brazo izquierdo, lo que me hace fruncir el ceño y mirarla por el rabillo del ojo. Mujeres.

Para ese momento, todos los chicos tienen su atención puesta en nosotros y nos miran muy divertidos con la situación.

—¿Verdad que sí? —Keira exclama con voz chillona, dando pequeños saltitos a mi lado y yo lo único que quiero es zafarme de su agarre y sacarla de la casa de una buena vez—. Somos la pareja perfecta.

Me tenso ante su comentario. La miro con la mandíbula apretada y el rostro totalmente serio, ya estoy empezando a perder la paciencia. No me gusta que diga ese tipo de cosas y menos frente a los chicos, simplemente es intolerable.

—Deja de decir estupideces —suelto entre dientes—. Te dije que ya debes irte, tengo cosas importantes que hacer.

La veo encogerse sobre si misma en una clara señal de temor, y sonrío para mis adentros porque es lo que me agrada, que la gente me tema, detesto cuando alguien subestima mi autoridad, o aún peor, cuando me creen inofensivo.

Keira libera mi brazo de su agarre y me dedica una mirada furibunda antes de caminar hacia la salida y cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria.

Suelto un resoplido y me llevo una mano a mi rostro para frotar el puente de mi nariz con mis dedos.

Para éste momento los chicos ya se han dado cuenta de mi malhumor, así que, sin necesidad de decir una palabra, empiezan a organizarse para empezar a trabajar. Hoy tenemos una entrega de mercancía de la cual no podemos tener ni el más mínimo de los errores.

*****🍃*****

Después de haber logrado cerrar uno de los tratos más importantes de mi vida, y por el que llevaba mucho tiempo cazando, olfateando como un jodido sabueso, por fin logré cerrarlo. La persistencia tiene sus beneficios, y haber cerrado éste trato, es uno de ellos.

Estoy frente al apartamento de Keira, son exactamente las 7:55 de la noche. Llevo aproximadamente unos cinco minutos esperando a que baje y ya me estoy impacientando. La puntualidad es algo que caracteriza a cualquier hombre que se haga respetar. Con un trabajo como el mío no puedes darte el lujo de llegar tarde a las reuniones que se realizan para firmar un contrato, ya que eso te garantiza un trato perdido o una bala en la frente.

Miro una vez más el reloj que tengo en la muñeca izquierda. Ya han pasado siete minutos más. Suelto un bufido seguido de un golpe dirigido al volante antes de encender el auto y empezar mi camino hacia el club al que iría con ella. No pienso tolerar su impuntualidad, así aprenderá. Por suerte me había dado la dirección, así que eso me hace ahorrarme tiempo y no pedirle a Bradley que consiga la ubicación del lugar. Nada arruinará mi noche.

Llego treinta minutos después. El lugar es bastante elegante y llamativo para ser sólo un club nocturno, aun así, no me sorprende, después de todo la dueña es Alexa, la hija de Adam Smith.

¿Cómo lo sé? Bueno, resulta ser que a esa chica la conocí cuando tenía once años, ella quizá no me recuerda, pero yo sí que la recuerdo muy bien por varias razones. Una de ellas, es que su padre fue un socio muy importante para mi padre, o al menos lo fue hasta que supimos que había muerto en un accidente automovilístico en el que su familia también estuvo involucrada y la única que salió casi ilesa fue Alexa, casi.

Admito que cuando nos enteramos de la tragedia de la familia Smith, mi padre no se tragó el cuento de que había sido sólo un accidente. Él siempre se aferró a la idea de que alguien lo había provocado, que había alguien detrás de todo eso queriendo desaparecer a Adam y que al final, logró su cometido.

John Sellers murió poco después, pero no sin antes haberme presentado ante todos sus socios como el heredero del emporio que a lo largo de su existencia había construido y el cuál le costó esfuerzos, sacrificios y al final, la vida. Una última petición por parte de mi padre fue, que regresara a Vancouver y averiguara quién había sido el causante de la muerte de su gran amigo —y socio— Adam Smith.

No necesité prometerle nada a mi padre, él sabía por sobre todas las cosas que mi palabra bastaba para cumplir con la petición que él estaba haciéndome. Un "lo haré" fue todo lo que recibió de mi parte, y posteriormente a ello, empecé con las investigaciones. Eso, es lo que me ha traído hasta éste preciso momento.

Estoy caminando en dirección a la barra, mi garganta está seca; necesito un trago. Entonces, mis ojos se encuentran con una melena rubia y un cuerpo lleno de curvas reclinado sobre la barra; sin pensarlo dos veces y antes de que mi cerebro reaccionara, mis pies ya se están dirigiendo a la chica que se encuentra enfundada en un vestido dorado que la hace lucir aún más sexy.

Llego hasta ella y sin previo aviso me acerco a su oído para susurrarle en voz muy baja, pero con un tinte seductor.

—Si viera un regalo como tú todos los días junto a la barra, hasta yo sería barman.

Veo su cuerpo estremecerse y al instante la mano que no sostiene la cerveza se aferra a la barra. Pasan unos minutos hasta que por fin la chica decide encararme y revelar su identidad, lo cual hace inquietarme aún más porque ese rostro ya lo conozco.

Por un momento creo que va a reconocerme, ya que su rostro es todo un poema. Pero el pensamiento se esfuma cuando me doy cuenta de la confusión que empieza a invadir sus facciones. Así que decido darle tiempo y me tomo el mío para mirarla a detalle.

Me es imposible no admirar su belleza, y esos ojos azules tan impresionantes que se encuentran debajo de unas largas y espesas pestañas y con los que está muy ocupada analizándome cómo para darse cuenta de que yo me encuentro admirando sus hermosos rasgos tan femeninos, su delgado rostro con esas cejas rubias muy pobladas, pero delicadamente delineadas, su pequeña nariz perfilada y pómulos levemente sonrojados. Sin duda alguna Alexa Smith se ha convertido en una mujer muy atractiva.

Cuando mis ojos han terminado de detallarla, es cuando me doy cuenta de que ella sigue con su inspección y mis labios tiran en una sonrisa un poco engreída pero más de satisfacción porque sé que ella ha quedado igual de impresionada que yo.

No es la primera chica que se sorprende al ver mi rostro, yo soy consciente del tipo de rostro con el que cargo, sé a la perfección de cuánto puedo impresionar a una mujer. Sí, soy un jodido egocéntrico, lo sé. Pero, ¿qué puedo hacer? Mi físico siempre me ha dado mucha ventaja. «Parece que mis padres sí hicieron algo bien».

—Pareces inmersa en tu mente, ¿los pensamientos pecaminosos han empezado a atacarte?

Mis manos viajan a los bolsillos delanteros de mis jeans y doy unos pasos más en su dirección hasta quedar posicionado frente ella.

Veo por el rabillo del ojo que alguien se acerca a nosotros, es el barman. Sólo basta una mirada en su dirección para que él se dé cuenta de mi clara amenaza si se atreve a interrumpirnos, y me dedica un asentimiento antes de darse la vuelta e ir a atender a otros chicos.

Alexa permanece por largos segundos mirándome sin pronunciar palabra alguna. Y debo admitir que estoy empezando a desesperarme.

Después de unos minutos que parecen horas, la chica se aclara la garganta antes de hablar.

—Lo siento —las palabras salen atropelladas de su boca—. No estaba lista para toparme con un imbécil engreído.

En cuanto dice aquello pasa por mi lado haciendo su camino en dirección a las escaleras que parecen dar a la zona VIP.

Vaya mierda.

Empiezo a seguirla y es inevitable que mis ojos se paseen por todo su cuerpo, es imposible no mirar esa figura tan espectacular.

—No estaba entre mis planes domar fieras esta noche, pero puedo hacer una excepción. —hablo caminando detrás de ella—. ¿Cómo te llamas, preciosa?

Cómo si no lo supiera.

Se detiene abruptamente y se gira para encararme.

—Mira, te facilitaré esto. —dice mirándome fijamente con clara determinación en los ojos—. Vine a distraerme, y esas distracciones no incluyen tener que ahuyentarte toda la noche. No quiero tu presencia coqueta alrededor de mí; si lo que pretendes es llevarme a la cama, ya puedes marcharte porque no lo conseguirás.

Esta chica tiene agallas. Y en realidad no sé si es muy valiente o es muy estúpida.

Una risa brota de mis labios en cuánto termina su amenaza, pero eso parece enojarla aún más. No puedo evitarlo, realmente se ve muy tierna intentando intimidarme.

¿Pero qué mier...? Ni siquiera sé por qué razón he dicho que se ve tierna. Definitivamente esto no está bien.

Aun así, mi orgullo y las ganas de estar cerca de ésta chica, son más grandes que mi cordura.

Así que, sin previo aviso acorto los pasos que nos separan y la tomo por la cintura para luego pegarla a mi cuerpo. La siento estremecerse, y también supe que la he tomado desprevenida porque un jadeo escapa de sus labios delatando su sorpresa.

—¿Tienes idea de con quién estas tratando, preciosa? —acerco mi mano a su rostro y capturo un mechón rebelde entre mis dedos y lo coloco detrás de su oreja. Siento su cuerpo temblar y un suspiro sale de esos labios tan tentadores, pero no pronuncia palabra alguna, así que añado—. No necesité llevarte a la cama para hacerte temblar, así que deberías tener más cuidado del terreno en el que te mueves.

Sus ojos están fijos en mi rostro y por un momento la veo titubear, pero es tan efímero que por un momento me pregunto si realmente lo ha hecho.

Después de unos segundos siento sus manos sobre mi pecho y de inmediato mis músculos se contraen bajo su tacto, mi corazón late a la misma velocidad que cuando me invade la adrenalina al competir en las carreras clandestinas y es como si una fuerza eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Una sensación totalmente desconocida y tan alarmante que me provocan ganas de apartarme de ella, sin embargo, decido no demostrar lo que está causando en mí. No soy un hombre débil.

—No tengo ni quiero tener idea de quién eres, así que te agradeceré que mantengas tus distancias. —su voz me saca de mi ensimismamiento de manera abrupta, y siento como sus manos hacen presión en mi pecho apartándome de ella para después dar un paso hacia atrás—. Fue un placer conocerte.

Mujer difícil.

—¿Siempre eres tan altanera? —pregunto con una media sonrisa en los labios. En definitiva, su postura me divierte un poco.

Abre la boca para responder, pero la cierra de golpe al momento que unos brazos se enroscan en su cintura.

Miro a sus espaldas sólo para encontrar un rostro también muy familiar y con el que deseaba con todas mis fuerzas no toparme, aunque sabía claramente que sería algo prácticamente imposible puesto que el tiempo que llevaban vigilando a Alexa, casi siempre se encontraba con él.

Observo al moreno pegarla a su cuerpo y es todo lo que necesito para sentir la furia correr por mi torrente sanguíneo, aun así, me obligo a mantenerme al margen, pero siento mi mandíbula tensarse debido al esfuerzo monumental que permanecer tranquilo conlleva.

No creí que algo —que debería ser tan insignificante — arruinará mi noche, pero sin duda me he equivocado.

Jodida mierda.

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