Mentiras Verdaderas y Realidades Falsas (Parte 1)

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—¿Ya tienes la lista de testigos para el juicio?  —preguntó a su esposo con voz cansada, hacía noches que no podía conciliar el sueño—. El juicio es dentro de cinco días, necesitas al menos un par de personas que testifiquen a tu favor.

—El único testigo que necesito es vos —dijo Trey sin dejar de quitar la vista por la ventana—. Ha dejado de nevar, eso facilitará el viaje a la chica Langley. Esto es una trampa de tu hermano, de alguna manera se habrá enterado.

—Somos los únicos a aparte de Lady Whitetower y su caballero —Joanne se sentó a su lado—. Si ellos nos traicionaron tendría mi cabeza sobre una pica y no estarías encerrado aquí. Las tres cartas que escribí serían todas pruebas que Brandon necesitaría para mandar a cortar mi cabeza.

—Ann lo sabe igual, ¿no?

—¿Acaso insinúas que Ann dio el grito? Ella nunca hubiera hecho eso, ella me ama y lo sabes. Tal y como tú amas a Dane.

—No lo llamaría amor pero sí que le tengo aprecio a mi escudero. ¿Qué puedo decir? Disfruto lo mejor de los dos mundos —respondió con una sonrisa. El ojo morado comenzaba a desinflamarse—. ¿Quién será el juez?

—Brandon, obviamente, tiene la completa libertad de hacer lo que quiera pero al tratarse de un aspecto religioso solicitó al Sumo Sacerdote Geros de fungir como uno de los jueces para "poder expiar tu alma y llevarla al camino correcto".

—Creo que me estoy quedando sordo pero creo que escuché «jueces» —resaltó Trey sin quitar la vista de la ventana.

—El otro será Sir Casper fungiendo como Lord Ejecutor de las Leyes.

Trey soltó una risa, Joanne no sabía lo que se le hacía tan gracioso. Era un aspecto serio, no era momento para que se lo tomara de esa forma; pero Trey siempre fue de sonrisa fácil y lengua de plata. Incluso en esos momentos lograba encontrar una forma de sonreír, Joanne lo envidiaba.

—Siempre está la opción de un juicio por combate—le recordó Joanne. 

—Nunca está de más tener esa opción Jo pero eso solamente se daría en el caso que no hubiera un veredicto.

—Además de que básicamente todo el reino sabe que nunca compartimos el lecho.

—A mí no me mires, tú eras la que no quería ir a Bastión del Bosque.

—Cierto...—Joanne se apretó las sienes tratando de pensar, su esposo era guapo y habilidoso con las armas pero tenía la cabeza llena de aire y estupidez que el resto de los hombres: prefiriendo salvaguardar su honor antes que su vida—. Esto es lo que haremos, dejaremos que Brandon envíe a sus testigos falsos uno a uno y finalmente yo responderé que todo es una mentira y daré mi versión de los hechos junto a lo de tus hombres. Si ves que eso no convence a nadie pedirás un juicio por combate pero no antes, por tu alcurnia no podrán negártelo.

—¿Quién hubiera pensado que la devota y religiosa princesa Joanne mentiría en presencia de los dioses? 

—He pecado tanto que uno más no afectará. 

—¿Qué me dices de mis hombres? ¿Qué fue de ellos? —Su rostro cambió rápidamente a uno de consternación y frustración.

—La Guardia Zafiro no encontró a ninguno de la ciudad, debieron volver al Bastión apenas se enteraron de la noticia.

—A mi padre no le hará gracia cuando se entere de esto.

—Se le envió un halcón diciendo que venga a responder por tus crímenes —le informó Joanne.

—Mi padre nunca lo hará y si lo hace será con un ejército a sus espaldas pero es igual de posible como que nieve en el desierto. El duque Trevor nunca fue un padre muy cariñoso.

—El Bardo falleció esta mañana y creo que fue lo mejor, nadie podría haber vivido tras recibir tales heridas es un milagro que viviera hasta hoy —le dijo cambiando de tema. Trey raramente hablaba de su padre y aunque la ayuda de su suegro podría ser beneficiosa para Trey sería imposible que llegara antes que el juicio tuviera lugar. «Entre menos se distraiga mejor, debe estar concentrado para el juicio y nada más».

—Con el son seis —Trey hundió su cabeza entre sus brazos—. Matamapaches, Sir Fowler el gigante, Walton el enano, Pie de Oso, Sir Robbert y ahora Erwin.

Se puso de pie y le dio un beso en la mejilla antes de salir.

—Jo...

Joanne se detuvo.

—Necesito un par de testigos.

—¿Y hasta ahora te das cuenta? 

Tenía ganas de regañarlo como si de un niño pequeño se tratara.

—Tienes pergamino, pluma y tinta —Señaló con un dedo la mesa—. Vendré al anochecer por la lista y haré que Sir Cranston los mande a buscar mañana al alba si se encuentra en la ciudad—Hizo una reverencia tomando su vestido—. Si me disculpas, tengo que ver a Elena.

—¿Se encuentra bien?

—Sí —Joanne sonrió, taciturna—. Adolorida pero bien.

—Me alegro que así sea Jo.

Elena le recibió con una triste sonrisa, Joanne pasó el resto de la tarde leyendo cuentos y cantando numerosas canciones a su hermanita mientras le peinaba su larga cabellera. El chichón que se hizo comenzaba a disminuir, fue todo un milagro que no le haya partido el cráneo en la caída.

—Pude ver, fue muy rápido pero pude ver—Alzó la mirada con sus ojos blancos llenos de lágrimas—. ¡Pude ver el rojo y el rostro de Sebastian! Jo, pude ver después de tres años puede ver.

El escuchar aquellas palabras de su hermana le rompió el corazón y un par de cataratas comenzaron a filtrarse por sus ojos. Joanne la abrazó y no la soltó. ¿Por qué ella era la que tenía que sufrir y por qué de esa manera?

—Debió ser tu imaginación, tus ojos, tus ojos...

—Lo sé pero se sintió tan vívido... tan real. Odio ser ciega Jo, no soy nada más que un estorbo, no le sirvo a nadie, no puedo ni vestirme por mi misma. Que soy si no una muñeca más, no soy más que una muñeca pretendiendo estar viva,

—¡No digas eso! ¡No digas eso! ¡No digas eso! —Joanne la abrazó con aún más fuerza que sintió que podría romperle una costilla pero no le importaba, no podía dejar ir a Elena—. Nunca vuelvas a decir eso por favor, sí, tus ojos no tienen remedio pero eso no impidió a Blaisse hacer todas las maravillas que hizo.

—Ella era una diosa y yo una muñeca.

—No, tú eres una princesa y mi hermana menor y nunca jamás te dejaré sola. Lograrás grandes cosas, estoy segura de eso. Eres mi hermana y nunca te dejaré sola. En estos momentos estoy aterrada de perderte, a pesar de que nuestras vidas no han sido muy afortunadas hasta ahora estoy feliz de que estemos juntas, te quiero Elena.

—Gracias Jo, yo igual te quiero.

Una hora más tarde Elena se encontraba profundamente dormida, recostada entre capas de edredones, pieles y almohadas le daban un aspecto angelical.

«Será mejor que no asista al juicio», se dijo Joanne mientras acariciaba sus largos cabellos rubios pero conocía a Brandon y estaba segura que la obligaría a asistir. «Es mejor que se quede, haré las hermanas Darkwood le den compañía». Aunque eso tampoco sería posible, eran hijas de un vasallo de su suegro y tal vez las usaran como testigos falsos.

Dejó a Elena dormida y se dirigió a la torre donde Trey se encontraba cautivo, en las antiguas habitaciones de Jerome Whitetower.

—Ya pensaba que habías escapado sin mí, Jo —dijo Trey con una sonrisa burlona.

—Se me hizo tarde —se defendió—. Veo que ya tienes algunos nombres —Trey le entregó la carta y la leyó varias veces—. Sir Dendras Woods, Sir Elmo, Sir Mallar, que sorpresa yo y... ¿Asirila?

—Una puta que una vez me follé en un burdel de Ciudad Zafiro.

—Increíble, ahora mi esposo no solamente resulta ser un degenerado pero ahora me humillará públicamente enfrente de toda la corte —Se puso de pie tirando la silla y se llevó el dorso de la mano a la frente—. ¡Qué desgracia, debería suicidarme! No podría vivir con mi pobre corazón de doncella corrompido.

—¿Ya terminaste con tu numerito?

—No.

—Me agradabas más cuándo nos ignorábamos mutuamente.

—Pues acostúmbrate pues tendremos una larga vida para soportarnos mutuamente —Le acarició el rostro y le plantó un beso en los labios. Aunque no se sentía atraída por Trey de la misma manera que Ann hacía su corazón palpitar no dejaba de ser su esposo y Joanne su esposa—. Haré que Sir Cranston mande a buscar a la tal Asirila si es que se encuentra en la ciudad. Vendré mañana a la hora del desayuno y espero que tengas más nombres escritos, debemos probar tu inocencia sin recurrir a un juicio por combate, es demasiado arriesgado.

—Una falsa inocencia —le corrigió—. Ambos sabemos que los dos somos igual de culpables.

—Una mentira blanca puede incluso ser más peligrosa que la verdad misma. No hay ninguna razón por la cual lo falso no pueda sustituir a la realidad.

Se quitó los guantes, el vestido, la blusa que cayó elegancia sobre sus pies quedando solamente en enaguas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Trey, atónito con la vista fija en sus pechos.

—Si nosotros no creemos nuestra propia mentira, ¿cómo esperamos que el resto la crea? Así que te sugiero que te quites esos harapos y me metas a la cama en este momento, hace bastante frío por si no lo has notado aparte de que es vergonzoso estar desnuda frente a ti.

—Por las cicatrices...

—Te conté sobre ello y quedamos que no tocaríamos el tema, es de mi pasado de la otra yo. Ahora méteme a la cama antes que pesque un resfriado por tu culpa—replicó Joanne, perdiendo la paciencia con cada segundo que pasaba. Le contó todo a Trey, a él no pareció importarle las heridas que se auto infligía en el pasado. 

Trey la besó y la cargó a la cama. Era pequeña y para una persona pero era más que suficiente.

—¿Estás segura de esto? —preguntó Trey confirmando de nuevo.

—Sí —respondió—, y asegúrate de gritar lo más fuerte que puedas, Sir Jacob está afuera esperando así que mejor démosle un poco de pruebas a tu favor.

—Eres toda una manipuladora —dijo con voz seductora mientras le besaba el cuello.

Aunque al principio no lo disfrutó terminó cediendo lentamente ante el pequeño placer que Trey le otorgaba, en el sudor de su frente, la expresión de su rostro y los gritos de guerra que soltaba era claramente que lo gozaba, en cambio Joanne exageraba sus gritos y gemidos. Al final todo no era más que un simple espectáculo, aunque no era totalmente una mentira del todo. 

Detrás de toda falsedad resplandece siempre un vestigio de la verdad.

—No estuvo mal —dijo Joanne levantando sus ropas del suelo y comenzando a vestirse. Sentía la semilla de Trey caer entre sus muslos. «Un hijo acabaría de una vez por todas los rumores sobre nosotros», Joanne volteó a mirar a la cama, Trey se encontraba completamente dormido. «Típico de los hombres», con Ann se la pasaba conversando de temas tan triviales que parecían tontos una vez que se contemplaba a pensarlo.

Al salir Sir Jacob la esperaba al lado de dos guardias, era claro que escucharon el pequeño espectáculo que dio con Trey para su deleite, el Caballero de la Mesa Redonda ni siquiera la miró a los ojos, ¿tan difícil le era captar que ella ya no era una niña? Pero eso no importaba, habían escuchado lo que tenían que escuchar. Sir Jacob mantendría la boca callada y no diría ni pío con excepción de Brandon y los otros Doce pero los otros dos eran una historia distinta, para cuando el juicio sea celebrado todos en la corte, en las cocinas y en las almenas sabrán que la princesa Joanne ga Crystal folló a su marido mientras estaba en custodia.

Antes de visitar a Trey en la mañana del día siguiente entregó la lista de testigos a Sir Cranston, Trey había sido tan amable de detallar la ubicación del burdel en un trozo de pergamino. El viejo caballero le dio una mirada triste y ciertas palabras de aliento pero lo que Joanne necesitaba eran acciones y no palabras. 

Invitó a desayunar a las hermanas Darkwood y a otras damas de la corte casi todas las presentes eran Gladstone pero Joanne fingió su mejor sonrisa ante cada condolencia que le daban.

—Creo que debería darle las gracias a mi hermano —dijo con una risita tonta—. Entre nosotras, Trey se ha vuelto toda una fiera si saben a lo que me refiero. Me alegra que descargue toda esa energía conmigo que hiriendo a uno de los Doce en un combate, todas sabemos cómo terminaría eso. Mi Trey no es fácil de vencer, su espada es bastante... imponente.

Su comentario causó risitas tontas entre las mujeres de mayor edad, las más jóvenes quizás no lo entendieron o quizás sí pero se la tragaron entera. Había hecho bien en no excusar a Elena por no asistir, no quería que su hermanita escuchara esas obscenidades y mucho menos de la boca de su hermana mayor.

—Tengo más posibles testigos —dijo Trey entregándole una lista. Le recibió con su sonrisa tonta de oreja a oreja, el desgraciado disfrutó mucho anoche.

—Son todos nombres de prostitutas —le reprochó, un poco enojada—. ¡Al menos podrías tener algo de decencia y pudor! —Suspiró resignada, su honor de mujer se mancillaría pero era un pequeño precio a pagar por detener a Brandon.

—Decimos en el norte que con cada suspiro Laila te roba un poco de vida.

—En este punto la recibiría con una buena taza de té y galletas de mantequilla. ¿Estás completamente seguro que ninguno de estos nombres es de un hombre?

—Nunca me follé a un hombre dentro de la ciudad, el único ha sido Dane.

El galante Sir Trey Blackwood resultó ser peor de lo que se imaginaba

—¿Cómo está Dane?—preguntó Trey al otro extremo de la habitación.

—Me han prohibido verlo. Por lo que sé debe estar en las mazmorras. Brandon quiso celebrar un solo juicio, si resultas culpable ambos son culpables y si eres inocentes, bueno ya sabes. Hoy estuve con varias de las damas de la corte, muchas de ellas apelan por ti pero nada más por tu rostro. 

—Me imagino que has estado ocupada.

—Si no estoy con Elena o con las sanguijuelas de la corte estoy en la biblioteca con decenas de pergaminos y libros. Nunca se ha celebrado un juicio como este, la mayoría de nuestro tipo termina en la horca sin juicio previo, así que siéntete afortunado.

—Con una defensora como vos, no tengo nada que temer.

—Ven aquí —Cogió su mano y lo llevó a la cama.

Joanne lo visitaba todas las mañanas y todas las noches a la espera del juicio y siempre terminaban haciendo lo mismo. Eso ayudaba en parte a que por al menos unas horas dejaran de pensar. 

La mañana antes del juicio Joanne le informó que todas las prostitutas habían sido encontradas pero menos de la mitad de ellas accedieron a testificar, muy probablemente ni la mitad de las que accedieron recordaban a Trey pero al menos servirían de algo. Los hombres que Trey escribió de igual manera accedieron a testificar en defensa de su señor.

—¡Por las mentiras! —brindó Trey la noche antes del juicio.

—Por la verdad —respondió Joanne.

Aquella noche no pudo conciliar el sueño. Se pasó las horas de la oscuridad con su mirada al Lago Zafiro y a la luna que se alzaba sobre el cielo estrellado, se sirvió al menos dos copas de vino pero no lograron tranquilizarla y en estos momentos no podía tener a Ann para hacerle compañía en la cama. Y en aquella y profunda oscuridad los recuerdos y fantasmas de su pasado comenzaron a acosarla: Vio a la madre que nunca conoció, a la hermana que perdió, al hermano que dejó morir y al padre que se esfumó. Vio al Marqués Langley suplicándole con sus ojos y a Aisha llorando en una alacena. Vio a la hermana de Jerome y a Sander en alguna parte. 

Sin que se percatara llegó el alba y con ella el juicio de Sir Trey Blackwood.

Ann fue la que vino a despertarla y prepararla.. Ann la vistió con sus mejores galas. Joanne podría haberse vestido por sí sola pero el tacto de los dedos de Ann sobre su cuerpo la ayudaron a tranquilizarse.

—¿Estás lista? —preguntó Ann después de darle un tierno beso en la mejilla.

—No —respondió Joanne.

Cruzó las imponentes puertas del Salón del Trono y el heraldo anunció su llegada, decenas de personas quizás cien se encontraban presentes y todos tenían los ojos clavados en la Primera Princesa como si ella fuera la juzgada. A lo largo de la galaería se habían instalado gradas para el público. No vio en ningún lugar a la nueva reina.

Al lado del trono se colocó una larga mesa donde se sentaban el serio y enjuto Sir Casper y el gordo Sumo Sacerdote Geros.

Joanne tomó asiento en una de las gradas inferiores y más cercanas al trono.

El rey fue anunciado por el heraldo. Todos se pusieron de pie de inmediato menos Joanne quien permaneció sentado e inmóvil como una estatua. 

—¡El acusado! —anunció el ronco heraldo—. ¡Sir Trey de la Casa Blackwood!

Trey vestía sus mejores galas, aunque estaba encadenado caminó por la galería con la cabeza en alto. Los murmullos comenzaron al instante; al pasar al lado de su esposa le dedicó una sonrisa.

—Se le acusa de fornicación, sodomía, degeneración, adulterio y ataque contra la moral—dijo con gruesa voz Sir Casper—. ¿Cómo se declara ante estos cargos?

Trey soltó una risita desafiante.

—Inocente, mi señor.

Y con esas palabras el juicio dio comienzo.













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