Mentiras Verdaderas y Realidades Falsas (Parte 2)

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El gordo sacerdote hizo una pausa y pidió recitar una plegaria para que los dioses los guiara al camino de la verdad.

—¿Mantuviste relaciones con algún hombre? —preguntó Sir Casper. No estaba perdiendo el tiempo.

—No, mi señor —respondió Trey con una sonrisa en los labios. 

«Idiota, no te lo tomes como si fuera un juego».

—Tengo entendido que varios de tus testigos son prostitutas, ¿o me equivoco, Sir?—dijo Brandon.

—No se equivoca, está completamente en lo correcto.

—Entonces con esa declaración deja en claro que nunca compartió lecho con su señora esposa, Joanne ga Crystal. Creo que a todos nos gustaría saber el por qué.

—En eso caso tendrá que esperar a que mi amada esposa suba al estrado, igual a mi me gustaría saber las razones. Sí, me acosté con prostitutas, ¿es eso un crimen? Un hombre tiene necesidades y sí así lo fuera creo que la mitad de los presentes en esta sala deberían ser juzgados al igual que yo.

Joanne escuchó un par de risitas nerviosas, sentía como las miradas se clavaban en su nuca pero no miró atrás, su vista estaba fija en Trey Blackwood.

—Hay testigos contra vos —sentenció Brandon.

—Y a mi favor que no se le olvide, Su Majestad.

—Los escucharemos hablar a ellos primero y luego podrás presentar a tus testigos —dijo Sir Casper.

—Me gustaría saber donde están —Trey dio media vuelta haciendo sonar las cadenas—. Porque aquí no los veo.

—Están aquí, no se preocupe. Vos será tratado como se debe por su alcurnia —le contestó Sir Casper—. Y por obligación de los dioses se me obliga a recordarle que puede optar un juicio por combate si es que así lo desea. 

—No quiero lastimar a ninguno de las estatuas dorada. Sería una desgracia manchar de sangre tales esplendorosas armaduras.

—Si al final del juicio no se llega a un veredicto a base de los testimonios dados éste será resuelto mediante un juicio por combate. Uno de los Doce será su oponente —le informó Sir Casper.

El primer testigo fue nada más que la Reina Consorte Alicent Gardener. No entendía bien a que estaba jugando Brandon poniendo como su primer testigo a su esposa, aunque no tardó mucho en darse cuenta. El sacerdote le tomó juramento de decir nada más que la verdad.

—¿Conoce al hombre que se encuentra parado en el estrado?—preguntó Sir Casper a su sobrina.

—Es el esposo de la princesa Joanne, Trey Blackwood.

—¿Qué es lo que sabes de los crímenes de los cual se le acusa?

—Sé que él y Joanne no compartían lecho desde hace mucho tiempo...

—Al igual que vos y el nuevo rey, ¿o me equivoco?—interrumpió Trey. Su comentario generó murmullos entre los presentes y la reina se puso colorada como un tomate en cambio Brandon permaneció con el mismo rostro inexpresivo como si estuviera tallado en piedra.

—¡Silencio! —Alzó la voz Sir Casper—. Solamente hablará cuando se le de permiso, considere esto como su primera y última advertencia si es que no quiere pasar el resto de su juicio amordazado. Continúe por favor, Su Majestad.

—N-no hay mucho más que decir, m-mi señor—La reina cedió ante el nerviosismo—. Hay muchos rumores que circulan en la corte y-y creo que es por eso que estamos aquí. P-pero si me tuvieran que preguntar s-si es culpable diría que no. C-creo que lo que dice es cierto, el decir la verdad es la cualidad de un caballero.

Aquella declaración por parte de la Gardener no se la esperaba. Joanne quedó enmudecida al igual que Trey quien parecía no creer lo que Alicent decía y mucho menos Brandom que aunque no cambió su expresión fijó sus rostros sobre su esposa. 

Entre los tres jueces siguieron interrogando a la nueva reina pero ninguna de las respuestas que Alicent Gardener daba llegaban a algún lado. El segundo testigo en pasar fue Sir Albert.

—Por orden de nuestro difunto rey Brandon el Tercero de su nombre fui nombrado junto al Décimo como guardián de la princesa Joanne tras la desaparición de la princesa Luna.

—Y desde entonces ha estado al lado de ella todo el tiempo —dijo el Sumo Sacerdote—, ¿en ninguna de esas noches el acusado fue a reconfortar a su esposa durante las frías noches?

—Sir Trey se dirigió al norte para ayudar a movilizar la búsqueda y llegó a la ciudad dos días después del incendio.

—Llegó dos días después de la muerte de su suegro pero no durmió ni reconfortó a su amada esposa.

El caballero negó con la cabeza.

—Cuando el acusado se encuentra en el castillo duerme en una habitación separada a la de su esposa aunque últimamente duermen juntos, mi señor.

—¿Le podría decir a toda la sala donde se encuentra la habitación que se le otorgó a Trey Blackwood cuando mi hermana lo rechazó en la cama?

—En el norte del castillo. Cerca del resto de sus hombres.

Aquel comentario de Sir Albert había sido como una estocada en el pecho. Ahora los testigos solamente tenían que corroborar esa historia y continuar exagerándola hasta que Trey se volviera el peor degenerado de la historia de Castelia.

Tras unas preguntas más Sir Albert se retiró y subió a declarar Sir Jacob quien corroboró la historia pero agregó algo que le dio un poco de esperanza a Joanne:

—La princesa Joanne tenía catorce años cuando consumó el matrimonio con el acusado y eso es algo que no se puede negar. Sí, puede que no hayan compartido lecho en este año pero no es algo tan fuera de lo ordinario, conozco tantos señores en esta sala que no han cumplido con sus obligaciones maritales que estoy seguro que sus penes se habrán encogido al menos una pulgada de tanto que no lo usan.

—¿A qué quiera llegar con eso?—preguntó Brandon.

—La princesa era una niña cuando contrajo matrimonio con alguien quien apenas conocía. Es normal que no le haya dejado entrar a la cama.

—Retírese, ya no hay más preguntas para vos.

No sabía que pensaba Brandon pero Joanne apostaría todo el oro del mundo que por dentro se encontraba rabioso al ver que la guardia real estaba en su contra.

Los siguientes fueron Sir Brian y Sir Cranston.

—Fue la noche de la desaparición de la princesa Luna —narró Sir Brian—. Me encontraba en los barracones y salí a mear ya que había bebido demasiada cerveza, era ya muy de noche y creo que la celebración en el Salón del Trono había terminado ya que vi a dos figuras salir e ir a los establos. Pensé que se trataba de algún caballero con alguna criada así que fui a ver y lo que me encontré fue con los gemidos de dos hombres, estaba tan oscuro que no pude diferenciar quienes eran pero atando cabos puedo decir con seguridad que se trataba de Trey Blackwood y Dane Ashwood.

—¡Mentira! —exclamó Trey sacudiendo las cadenas. Era claro que era más de lo que podía soportar y todo apenas estaba comenzando—. ¡Mentira, mentira, mentira! ¡Estuvimos bebiendo hasta tarde con Sander y tú estabas ahí Brandon!

—¡Silencio!—gritó la voz Sir Casper, sin perder la compostura.

—¡Di la verdad Brandon!—gritó sacudiendo sus cadenas, ignorando totalmente la advertencia que se le dio.

«Idiota cállate por lo que más quieras, cierra el pico pedazo de inútil, ¿acaso quieres morir?».

—Ya lo recuerdo, recuerdo que te retiraste poco después que Sander pero no te vi ir directamente a las habitaciones.

—¿Qué ganas con esto, eh?—dijo desafiante Trey—. Vamos y arreglemos esto como hombres, tú una espada y yo una. Arreglemos esto como se es debido, en el campo de batalla.

—¿Acaso está solicitando un juicio por combate?—preguntó Sir Casper.

—Si esa nena que está en el trono blandirá la espada entonces sí en caso que mande a sus soldaditos de oro no.

—Conoce las leyes, el rey no puede participar en un juicio por combate —añadió el sacerdote, la papada se movía al ritmo de sus palabras y era repugnante como todo en la sala.

—¿Tenemos que amordazarte como un vil criminal?—le preguntó Brandon con mirada tranquila y una ligera sonrisa en los labios.

—No, mis señores. Soy un caballero y por lo tanto detesto cuando la gente miente aunque no sabrías eso, nunca fue armado caballero.

«Me casé con un idiota»

Sir Brian continuó relatando su testimonioy Sir Cranston terminó de confirmarlo añadiendo más detalles y dando fuertes indicios que aquellos hombres en los establos se trataban de Trey y Dane.

—Continuaremos mañana a medio día —añadió el rey Brandon bostezando y se levantó—. Esto ya ha durado más de lo que esperaba. Guardias lleven al prisionero a su celda y asegúrense de tratarlo bien, al final de todo es mi cuñado y un invitado en mi hogar.

Apenas Sir Casper dio como terminado el día Joanne se levantó de inmediato y fue a ver a Trey para regañarle por su actitud durante le juicio. 

—¿Eres idiota o qué?—le gritó, furiosa a su esposo quien bebía una copa de vino como si de un día primaveral se tratara—. ¡Solamente tenías que hacer una cosa! ¡Una! ¿¡Es qué ni eso puedes hacer bien!? 

—Perdón Jo, me dejé llevar —Trey la abrazó—. Perdóname, por favor.

—Gana este juicio y te perdonaré todo, ¿si?—le dedicó una sonrisa mientras las lágrimas caían sobre sus mejillas.

Joanne pasó el resto de la tarde y la noche al lado de Elena tratando de olvidar el juicio y despejar su mente aunque sea por unas horas y daba gracias que su hermanita entendiera eso ya que no le preguntó nada relacionado a este.

—Mi abuelo quiere llevarme a Pozo Estrella—dijo Elena, algo que aunque ya se lo esperaba no dejó de sorprenderle. El abuelo materno de Elena era Sylvein Starlight, conde de Pozo Estrella. Tras la muerte de Lady Marem rompió relaciones con la corona—. Sir Sebastian me leyó la carta que me llegó hoy. Dice que la corte no es lugar para una niña pequeña y más una ciega como yo.

—¿Puso eso en la carta?

—No, pero estoy segura que trató de decir eso. Vendrá dentro de una semana para darme tiempo de empacar todo y zanjar todos los asuntos que tenga pendientes. 

—¿Quieres ir? Allí están el hermano y la hermana de tu madre y tus primos.

—Nana está enferma—dijo Elena con lágrimas en los ojos—. Quiere que vaya para poder despedirme de ella... Jo, no quiero ir sola. ¿Irías conmigo? No quiero estar sola

Joanne le quitó un mechón de cabello que caía sobre su rostro.

—Cuando termine el juicio iremos Trey y Jo contigo a ver a Nana y después iremos a Puerto Plata para reunirnos con Sander, ¿te parece bien? —Joanne no planeaba dejar a Elena tan cerca de Brandon aunque fuera con su propia familia, Pozo Estrella está a menos de un día a caballo de Ciudad Zafiro y en caso que una guerra estallara los Starlight no tendrían más opción que declarar a favor de Brandon. 

No podía dejar que Elena estuviera en aquella situación y se volviera un títere político más.

El Conde Frost y su esposa abrieron el segundo día del juicio.

—En una ocasión que fui de caza con su difunta majestad Sir Trey nos acompañó al igual que Sir Dane. Fue una caza larga en las montañas, la expedición se prolongó varios días en los cuales terminamos separados para cubrir más terreno. Sir Trey y Sir Dane fueron por su parte completamente solos y regresaron al día siguiente con las manos vacías a diferencia de los demás presentes.

El caso completo de Brandon contra Trey se basaba puramente en especulación y nada más, no existían pruebas ni testimonios fiables. «Escuché esto» o «Creo que aquello sucedió» se eran casi todas las declaraciones de los testigos de Brandon .

Todo aquel con el cual Trey hubiese dirigido una palabra encontraba allí y como Joanne se lo esperaba ninguno tenía una prueba concreta contra su esposo. Fueron tantos testimonios que antes que Joanne se diera cuenta Brandon dio por terminado el día del juicio.

—Si mañana no tienen más testigos será finalmente nuestro turno de decir la verdad —dijo Joanne a su esposo.

—La «verdad» —le remarcó con una sonrisa idiota en los labios.

—La «verdad» —repitió Joanne después de darle un beso en la mejilla.

—Si el juicio termina sin veredicto —Trey se rascó la barba—, eso significará que éste se dará mediante un juicio por combate. 

Trey soltó una carcajada.

—No te preocupes Jo, ganaría hasta con los ojos vendados y una mano atada a la espalda.

—No puedo hablar por los nuevos tres pero sí por el resto, no dejes que sus apariencias te engañen. Son igual de letales que tú.

—Sólo dame una espada, mi amor, y te prometo que venceré a quien sea.

El tercer día del juicio fue la misma Joanne quien lo abrió frente a todos. 

—¿Qué relación tienes con el acusado? —Esa fue la primera pregunta que Brandon le hizo.

—Soy su esposa —contestó con la seriedad y cortesía digna de una dama.

—Su esposa... pero no compartían lecho, ¿o me equivoco?

—Al inicio no pero ahora sí.

Sir Casper le murmuró algo al rey al oído. Brandon frunció el ceño y asintió a las indicaciones del caballero.

—¿Nos podría decir el motivo? —preguntó Sir Casper.

—Era una niña de catorce años cuando contraje matrimonio con Trey, un hombre que apenas conocía. Cumplí mis deberes como esposa la primera noche pero no el resto, ¿cómo iba a dejar que un desconocido invadiera mi privacidad de esa ultrajante manera?

Sir Casper se aclaró la garganta.

—Se negó partir a Bastión del Bosque cuando se casaron.

—Sí, me negué por los motivos que dije anteriormente, esa fue la primera piedra en nuestro matrimonio. Cuando Trey venía a la capital no quería ni verme y no lo culpo, yo tampoco quería verlo. Eso fue lo que nos separó incluso más.

—Parece que se han reconciliado—indicó el sacerdote.

—En efecto, mi señor. Tras la terrible muerte de mi padre y la desaparición de mi amada hermana quedé devastada y lo sigo estando y justo cuando necesitaba un hombro en el cual llorar mi esposo se presentó y me reconfortó, me amó y me dijo que todo estaría bien. Y a lo largo de estas largas y tormentosas semanas nos hemos conocido mucho mejor, poco a poco comencé a conocerlo y apreciar su compañía. No me queda más que decir que soy afortunada de estar casada con un magnífico hombre, excelente caballero y un perfecto amante.

—Entonces asegura que todos los cargos son falsos— dijo el rey Brandon.

—Sí —respondió Joanne de inmediato y sin vacilar, volteó a ver a Trey quien la miraba con una sonrisa—. Los siguientes testigos de mi esposo corroborarán mi declaración.

—Las prostitutas— dijo el sacerdote con voz horrorizada.

—En efecto —confirmó con total naturalidad—. No me avergüenza decir que debido a que no cumplí con mi deber mi marido se folló prostitutas a lo largo del reino, esa es mi culpa y la cargaré con dignidad. Amo a Trey Blackwood con todo y sus defectos y lo que dicen de él no son nada más que mentiras y falacias.

Apenas terminó esa frase Brandon comenzó a aplaudir desde el trono con una sonrisa de oreja de a oreja.

—Maravilloso discurso hermana, creo que a todos en la sala nos llegó. Muy hermoso, ya veo por qué eras la segunda favorita de padre. Puedes retirarte.

Los cortesanos tenían la mirada en ella aun cuando el siguiente testigo subió al estrado a declarar. Todos los caballeros de Trey confirmaron la versión de Joanne, obviamente ellos no sabían nada de la realidad verdadera pero eso no importaba ya que creían fervientemente en la inocencia de su señor y compañero. Cuando terminaron de declarar empezaron una a una las prostitutas que Sir Cranston recolectó a lo largo de la ciudad, Trey confirmó que cada una fuera quien decía quien decía ser. Gracias a los dioses ninguna levantó la más mínima sospecha contra Trey, ¿acaso ese era un milagro? ¿Acaso los dioses finalmente habían decidido responder a las plegarias? 

«Ganamos».

Los tres jueces ordenaron un receso mientras deliberaban el veredicto a solas. Todos permanecieron en sus lugares por un largo tiempo, mientras esperaba si recibiría una soga en el cuello o la libertad para el fin del día Trey se puso a silbar al principio, luego tararear y finalmente cantar. No tenía la mejor voz del mundo pero no era tan malo, su excesiva confianza se le contagió a su esposa quien tareró en voz baja la misma canción que su esposo.

—Parece que esos han sido todos mis testigos, mis honorables señores —dijo Trey haciendo una reverencia a los jueces, las cadenas tintinearon—.  Al ver sus rostros deduzco que no se llegó a ningún veredicto.

«¡Ganamos!», quiso gritar Joanne de la alegría que sentía como sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad. No podía parar de sonreír, habían ganado.

—En efecto —confirmó Sir Casper—. Un juicio por combate será programado dentro de ocho días...

Brandon carraspeó y se puso de pie, interrumpiendo a Sir Casper Gardener.

—Me gustaría presentar un último testigo antes que lleguemos a la sangre —dijo con voz firme y calmada—. ¡Primero! Traiga al último testigo.

Al cerrarse las grandes puertas de roble todos en la sala comenzaron a murmurar, Trey le volteó a ver con cara de incredulidad y sorpresa, Joanne negó con la cabeza. 

No sabía que ocurría, era completamente imposible que Brandon tuviera a un testigo que pudiera dar un giro de ciento ochenta grados al juicio y poner un veredicto final. Esperaron diez minutos, luego otros diez, después lo que pareció ser una media hora. Joanne trató de controlar su respiración dando grandes bocanadas de aire, tenía que relajarse, Brandon no podía tener ningún testigo. Sir Casper y al sacerdote permanecían sentados al lado de Brandon y todos tenían la misma cara de sorpresa e incredulidad, le susurraban a su hermano al oído pero éste los rechazaba con ademanes antes que siquiera pudieran abrir sus labios.

Las puertas del Salón del Trono se abrieron. 

—¡¿Qué significa esto!?—gritó Joanne poniéndose de pie ante la mirada horrorizada de todos los presentes—. ¡Explica esto!

—¿No lo ves, hermana? Es mi último testigo, el definitivo.

Trey enmudeció y no dijo una palabra, su rostro se encontraba tieso y pálido como la leche cuajada.

—Dane... ¿qué te hicieron? —Trey trató de ir directo hacia su escudero, corrió un par de metros antes de que las cadenas lo detuvieran—. ¡Dane!

—Perdóneme, mi señor—Dos guardias llevaron a Dane al estrado, vestía la misma ropa con la que lo arrestaron, sucia y rota; la espalda estaba teñida de rojo y el rostro lo tenía tan hinchado que parecía irreconocible, un adefesio, una abominación. Al abrir la boca Joanne se percató que le faltaban varios dientes.

—¡Esto es inhumano! —gritó Joanne—. ¡Lo torturaste! —Los otros dos jueces desviaron la mirada—. ¡Sir Casper! —dijo con voz firme—. Sumo Sacerdote, no pueden aceptar esto —Señaló a Dane quien apenas podía mantenerse de pie—. Bajo tortura cualquiera diría lo que fuera para parar el sufrimiento.

—Su Alteza —dijo Sir Casper, ni siquiera se dignaba a mirarla—. Siéntese o tendré que pedirle a Sir Arthur que la escolte a sus habitaciones de inmediato, no puede interrumpir un juicio...

—¡Por favor! —Se tiró de rodillas con lágrimas en los ojos—. Sir Casper, por la amistad y la inquebrantable lealtad que le profesó a mi padre por más de diez años, por favor, no acepte el testimonio de Dane Ashwood.  Mi padre nunca lo hubiera aceptado y mucho menos tolerado.

—¡Su Alteza! —dijo Sir Casper poniéndose de pie con el ceño fruncido—. Esta es su última advertencia: siéntese.

Trey la miró de reojo y le sacudió la cabeza indicándole que no siguiera, Joanne rompió en llanto pero trató lo más que pudo de aguantarse las lágrimas pero fue un intento fútil. Se sentó en resignación mientras escuchaba como Dane relataba, ya no era el mismo altanero y con lengua de víbora que conoció, lo rompieron. 

Dane dijo todo sin tapujos ni rodeos casi como si lo hubiera ensayado.

—Sir Trey Blackwood y Sir Dane Ashwood, a base del último testimonio son encontrados culpables de todos los cargos. La ejecución será dentro de ocho días, que Laila tenga piedad de vuestras almas —Eso fue lo último que dijo Sir Casper antes de retirarse del Salón del Trono. Trey y Dane fueron llevados a sus respectivas celdas, Brandon desapareció antes que se diera cuenta y el gordo sacerdote fue a «purificar» el alma de Dane; Joanne se quedó completamente sola sentada en las gradas sujetando los guantes de seda mientras veía como sus lágrimas caían lentamente como si de un vals se tratara. «Perdí, perdóname Trey, perdóname Sander, lo siento Luna, lo siento papá, lo siento mucho Elena... les fallé, les fallé a todos. Fue mi culpa no prever esto, perdónadme por favor»

—¿Por qué siguen aquí? —preguntó Joanne cuando los dos caballeros se acercaron—. ¿Acaso seré arrestada igual?

—No, Su Alteza—dijo Sir Albert extendiéndole un pañuelo para que se secara las lágrimas.

—Seguimos siendo vuestros guardianes —dijo Sir Jacob—. Nuestros votos nos atan a cumplir todas las órdenes de nuestro rey.

—Pero nuestros corazones siempre estarán con nuestra princesita —agregó Sir Albert dedicándole una cálida sonrisa—. No lo olvide, por favor.

Joanne rompió en llanto, había tratado de ser fuerte, había tratado de ser valiente y al final todo su esfuerzo fue en vano, ¿por qué tenía que ser así? ¿Por qué? Joanne lloró y dejó que todos sus sentimientos fluyeron mientras los dos caballeros se encontraban a su lado, reconfortándola. 

—Puede que sea gordo, lento y viejo, su alteza, pero soy fuerte y juro que le protegeré —dijo Sir Albert.

—Pues no lo harás por mucho tiempo si sigues tragando como puerco, mírate, ya pareces uno — le contestó Sir Jacob.

Joanne sonrió ligeramente entre lágrimas y soltó una pequeña risita. Los caballeros la miraron con los ojos como platos.

—Déjenos llevarla a sus habitaciones —dijo Sir Jacob ofreciéndole una mano—. Le diremos a los boticarios que preparen alguna pócima para que duerma sin soñar, son muy buenas para estos momentos. Necesita descansar y dejar de pensar por lo menos una noche.

—Gracias pero por favor, llévenme a las habitaciones de mi hermano—dijo Joanne incorporándose —. Necesito suplicar por la vida de mi esposo.

Joanne salió escoltada por ambos caballeros hasta las habitaciones de su hermano, se encontraban en la parte sur del castillo, tras el incendio las habitaciones fueron consumidas por el fuego. 

Joanne respiró profundamente, trató de tranquilizarse. «Si por salvar sus vidas tengo que abandonar toda mi dignidad que así sea» La princesa entró a la boca del dragón armada con sólo sus lágrimas.

Al entrar lo primero que la recibió fueron varias sábanas y edredones tirados en el suelo, un caballete con una pintura a medio de terminar de una mujer desnuda sobre una cama. «¿No podía ser menos vulgar?», examinando un poco más la pintura se percató que se trataba de la misma Alicent Gardener. El sonido de un cristal rompiéndose hizo que Joanne pegara un grito. De entre las sábanas salió una Alicent Gardener semidesnuda y por el aspecto que tenía estaba un poco borracha. La reina tardó un poco en percatarse de la presencia de Joanne.

—Lo siento —susurró al tiempo que le daba un abrazo—. Perdóname...—Al terminar de decir aquellas palabras cayó dormida de nuevo, Joanne la cargó de vuelta a la cama y la arropó.

—Es mucho más fácil tratar con ella cuando se encuentra así —dijo Brandon a sus espaldas—. Al principio no tuve interés en el cuerpo de mi esposa, ¿sabes? Tiene diecisiete pero se comporta en la cama como una sacerdotisa, por más que trate de aparentar ser un poco puta es nada más que su fachada.

—¿Qué le hiciste? —preguntó Joanne, disgustada.

—Una pócima de mi creación, la llamo «Dulces Sueños», lo sé no me lo tienes que decir. Sé que es un nombre poco original pero estoy trabajando en ello. Si te soy sincero nunca me importó mucho mi esposa pero ahora que soy rey parece ser que necesito un heredero fuerte y sano y por desgracia mi querida esposa me castigó sin follar por haber arrestado a tu marido. Dulces Sueños potencia su libido a los niveles de una puta adicta pero luego termina en ese estado tan deplorable —dijo Brandon—. Esto es lo que le pasa por no obedecer a su esposo... y a su rey.

Su hermano le señaló el sillón para que tomara asiento, de mala gana tuvo que aceptar la oferta y lo hizo mientras el rey Brandon le observaba con desdén.

—No eres el rey, alguien que asesina a su propia familia no tiene el derecho de llamarse rey.

—¿Por qué todo el mundo cree que maté a padre y a Luna? —dijo Brandon con ira y tirando una copa de oro llena de vino contra la pared—. ¡Entiende! ¡Yo no mandé a matar a Luna ni a padre! Lo de Luna fue un trágico evento y lo de padre un más trágico accidente pero no tuve nada que ver —Brandon dio un respiro profundo—. Lamento que hayas visto esta escena pero entiende hermana, yo nunca haría daño a nuestra familia, nunca lastimaría a nuestra sangre.

—Mentiroso...

«No te creo nada».

—¿Mentiroso me llamas? —dijo Brandon frunciendo el ceño—. Yo no fui el que mintió en el estrado ante el ojo de los hombres y los dioses, hermana, pero creo que no viniste a hablar de la muerte de padre y Luna.

—No —reconoció Joanne—. Vine a suplicarte como tu hermana, por la sangre que nos une, que perdones la vida a mi esposo y a Dane Ashwood.

Brandon se quedó un momento pensando sobre el borde de su cama, solamente vestía una bata y nada más.

—No puedo —respondió finalmente.

—Eres el rey, puedes hacer lo que quieras.

—¿Con qué ahora soy tu rey, eh?

—Por ahora eres mi rey pero soy tu hermana —A Joanne le provocaban ganas de vomitar el decir aquellas palabras—. Libera a mi esposo, por favor, perdónale la vida.

—Si lo hago irá corriendo con la cola entre las patas con su padre y una guerra empezará, hermana, por si no lo habías pensando.

—Y una guerra empezará si muere de todas maneras, no debiste acusarlo en primer lugar si sabías que eso podía ocurrir. Debes ser el rey más idiota de la historia de Castelia, ningún rey había empezado una guerra con menos de tres meses desde la coronación.

Brandon se quedó en silencio por un momento.

—Lo sabía, sabía que pasaría pero tenía que hacerlo, un pajarito me lo dijo. Aunque al principio no lo creí terminé demostrando que es verdad. Yo soy el rey, si las desgracias que pasó con Luna y con padre ayudaron a que tenga la corona debe ser un mensaje de los dioses, yo soy el mensajero de los dioses. Yo soy la justicia de los dioses y por extensión su mano ejecutora.

—Y yo soy tu hermana...

—Media hermana —le corrigió, interrumpiéndola. Prosiguió a tomar asiento al lado de Joanne.

—Media hermana o lo que sea, la sangre de padre corre por nuestras venas. ¡Perdona a Trey y Dane, por favor!

—No puedo perdonarle la vida, el veredicto ha sido dado frente a toda la corte. A estas alturas no puedo hacerlo Joanne pero no te preocupes. Todavía eres joven y estás en la flor de tu juventud, te encontraremos un matrimonio que te beneficie, que nos beneficie a ambos. Joanne, amarás a otro.

—No, nunca —respondió Joanne con los ojos bañados en lágrimas, trataba con todas sus fuerzas no derramar lágrimas frente al monstruo que tenía frente a ella—. Trey es el único... Sé que parezco fuerte pero no lo soy, Trey es el único que me comprende realmente. Después de todo lo que ha pasado él ha sido el único que ha sabido como consolarme, como protegerme... sin él... estoy perdida, estoy acabada.

Brandon se puso de pie y fue a servirse una copa de vino, al regresar le trajo una a su media hermana también.

—Joanne, deberías olvidarte de ser princesa y convertirte en actriz, si no fuera por las cosas que sé te habría creído, ¿y a mí me llamas mentiroso?

—¿Qué? Joanne se encontraba confundida.

—Sé lo que eres, Joanne, de las cosas que has hecho. Eres igual que tu esposo pero no te haré nada. Por la promesa que le hice a nuestro padre nunca lastimaré y jamás pondré a nuestra familia el uno con el otro pero Trey no es mi sangre, no es mi familia así que no vi mucho problema en llevar la justicia sobre él. 

—¿A qué te refieres? ¿De qué hablas?

—No hay necesidad de mentir —Su hermano trató de tocar sus manos pero Joanne las retiró apenas vio el intento, Brandon se le quedó mirando y bebió un sorbo de vino. ¿Cómo demonios Brandon sabía acerca de Ann? ¿Cómo era posible? «Me aseguré de que nadie sospechara, traté de ocultarlo pero cómo... nunca circularon rumores de ese tipo en el castillo, nunca»—. No hay necesidad de mentir en mi presencia, los de tu tipo son una aberración pero tienes la sangre de nuestro padre corriendo por tus venas, eres una Crystal y por lo tanto nunca te lastimaré. No me mires con ese rostro Joanne—Brandon suspiró y se puso de pie—. Me da tanta pena verte en ese estado. Perdonaré la vida de Trey Blackwood bajo una sola condición.

 —¿Cuál?—preguntó Joanne, dudosa y muerta de miedo. Sentía cómo las lágrimas caían sobre sus tersas mejillas de muñeca.

—Sé muchas cosas Joanne pero no todas y quiero confirmar una de ellas... Quítate la ropa, quiero ver tus cicatrices. 

















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