23. Regreso de Francia

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Si Martina tenía que describir sus últimos quince días, probablemente podía decir que habían sido de todo, menos tranquilos.

Ir con su mejor amiga a Paris era una de las mejores aventuras raras que había tenido, no solo porque Cami estaba soltera y necesitaba el apoyo de su amiga más que nunca, sino porque también las dos seguían manijas tras haber ganado el mundial. Más allá de que el sabor agridulce se había instalado en la boca de Mayan, Martina había tratado de que su amiga siguiera recordando los momentos lindos que todos habían vivido mientras estaban en Qatar. Ahora, en Francia, habían visitado monumentos, calles reconocidas, cafeterías hermosas (dónde Cami la obligó a sacarle un montón de fotos) y también fueron a diferentes estadios de fútbol. Martina prácticamente obligó a su amiga a ver a Leo en el PSG, donde casi se agarró a las piñas con un francés que le estaba diciendo cosas malas al capitán de su selección, todo porque seguían con bronca que Argentina había ganado el mundial.

Era un pelado pelotudo. Los toboganes de piojos no tenían opinión, así que, ¿Para qué hablaban?

Guardiola era probablemente uno de los pocos pelados que no le caían mal, pero igual siempre lo estaba mirando, porque le daba bronca que nunca pusiera a Julián de titular, cuando la araña se merecía un montón en el puesto en el City.

Martina era picante, le gustaba el bardo y su amiga cada vez que salían a la calle se lo decía. Se había llevado toda una valija con camisetas de la selección y cada vez que se cruzaba con un francés, recibía miradas poco empáticas de ellos. Solo había tenido un quilombo con uno de esos, con el pelado, pero después todo había estado bastante tranquilo. Ya estaba acostumbrada a que la miraran mal o que dijeran cosas en francés que no entendía. Los franceses podían llenarse de odio al ver un argentino en su país y sin importar nada, eso no iba a cambiar que habían quedado segundos en el mundial. Podían silbar, podían insultar, pero Martina seguía recordando a Lionel levantar la copa y eso callaba cualquier sonido.

Su viaje no había sido solo para hacerse la atrevida con los franceses, también había ido a almorzar un día con Anto y con Cami, mientras las tres hablaban de todo lo que había pasado desde el mundial. ¿Quién iba a saber que ella se sentiría tan cómoda al hablar con la primera dama? Todo era bastante nuevo y a pesar de eso, la mujer de Leo la trataba como si se conocieran de toda la vida. Obviamente no se animó a decirle la verdad a Antonela, que había empezado a salir con Cristian hace poco y que todo había sido una mentira. Capaz algún día se los iba a contar, como una anécdota. Tenía miedo que por eso decidieran hacerle la cruz y nunca más invitarla a las salidas.

Ahora era el regreso a Inglaterra, sus vacaciones de quince días ya se habían terminado y en cualquier momento tenía que volver a laburar. La de agarrar una pala no sonaba tentadora.

Martina extrañaba un poco volver a ver a sus seres queridos, principalmente extrañaba a Cuti y también extrañaba a Sonny. Extrañaba un poco también su trabajo y volver a hacerle entrevistas y pasearse por las canchas. No era como si en sus vacaciones no hubiese pisado ninguna, si en el mismo mundial vivía viendo partidos y lo mismo había pasado en Francia. Había ido a ver al Lyon de Nicolás Tagliafico y también al PSG. Eran los únicos clubes que le importaban, porque los dos tenían campeones del mundo ahí. Ahí era cuando se había dado cuenta que los franceses no se merecían a Leo y a Nico, hasta los clubes ingleses les habían dado un mejor recibimiento a los otros campeones, sabiendo que siempre había habido una pica entre Inglaterra y Argentina.

Ella terminó de arreglarse en el avión, quedaban pocos minutos para aterrizar en Londres y había estado durmiendo casi todo el viaje. Cami había visto unas películas y no la había molestado ni una vez. Eso era lo bueno de estar a su lado, ninguna se molestaba, sabían cómo interpretar el silencio de la otra, y estaban tan acostumbradas a sus presencias, que ya entendían con una simple acción qué necesitaban.

—Tu amor te va a estar esperando en el aeropuerto.— dijo Cami, levantando sus cejas y poniendo un tono romántico en su voz.— ¿Estás lista para verlo y decirle que estás embarazada?

Hubo un segundo de silencio, en el que Martina se puso pálida y Camila empezó a cagarse de risa. Ella le dió un codazo y se cruzó de brazos, mientras se ponía sería.

—No digas la palabra embarazo. Mira si alguien te escucha y piensan que es posta.— se quejó ella, mirando para todas partes y revisando que en el avión nadie las viera. Estaban todos distraídos en sus propias cosas.— Lo único que me falta es que Yanina Latorre salte a decir que le quiero encajar un hijo a Cristian, porque quiero plata.

—Me cae mal Yanina Latorre.— agregó su amiga, mientras que ella asentía con la cabeza.

—A todos nos cae mal Yanina.

Cami estaba afrontando una separación importante, había estado con Alexis por varios años y en cuestión de horas él la había dejado. En Argentina las personas vivían por el chisme, había un montón de programas donde se dedicaban a hablar de los famosos y de las figuras del entretenimiento. Cuando Martina solía ser chiquita, se ponía a ver los programas con su abuela y siempre se divertía, pero ahora que era una adulta, algunas cosas no estaban buenas. Menos cuando hablaban de las personas que le importaban. No quería que pusieran a Cami como la cornuda o como la despechada, iba a apoyar a Cami Mayan por más que cualquier pelotudo dijera boludeces de ella. Martina defendía a su amiga ante cualquier persona, más cuando Cami era un amor que ni se metía en quilombos.

—¿Qué es lo primero que van a hacer cuando estén solos con el Cuti?

Martina sonrió y la miró, entre las dos entendieron qué quería decir.

—¡Ay, no! Yo pensé que iban a hacer cosas románticas como pasear a sus perros o mirar películas cursis.— Martina se cagó de risa de su amiga y del tono que estaba poniendo. Era una exagerada.

—Coger es algo romántico para nosotros.

—Hacer el amor, Martina.— la corrigió Cami, empujándola y señalandola con un dedo.

Ella entrecerró sus ojos y miró los mensajes que le habían llegado de Cuti. Esa misma mañana había tenido entrenamiento, pero a pesar de todo, le había mandado un mensaje antes de que ella se subiera el avión. Los dos se extrañaban mucho, habían pasado el mundial muy cerquita, llevándose mal y bien y todo el tiempo, y ahora que habían estado quince días sin hablar mas allá del teléfono, los sentimientos eran complicados. Extrañaba su tonada cordobesa y la manera en la que la hacía sentir, hasta extrañaba cuando se hacía el vivo y cuando le peleaba por cualquier cosa.

Extrañaba a Cristian Romero.

El avión aterrizó al mediodía en Londres y las chicas bajaron, yendo por unos pasillos y saliendo hasta la parte en dónde las personas esperaban a los que se bajaban del avión. Cómo cualquier aeropuerto, era un caos. Había nenes corriendo, adultos hablando por teléfono y personas con carteles con nombres raros. Hasta creyó que había uno que decía algo relacionado al porno, pero probablemente era un chiste o capaz era una empresa que iba a buscar a su porn star.

Por favor que Cuti no haga nada raro.

Prácticamente Cristian resaltaba entre todas las personas, parado con un oso de peluche marrón de casi un metro. Tenía un buzo gris, un pantalón oscuro y se veía más lindo que de costumbre. Estaba afeitado y desde ahí podía ver que tenía el pelo recién cortado. Se había arreglado para irla a recibir en el aeropuerto. Martina sonrió al verlo y caminó hacia él con un paso rápido, olvidándose totalmente de Cami y de dejarla sola en ese tumulto de personas. Perdón amiga, pero las prioridades son prioridades. Ella se paró frente a él y sin pedir permiso, Cristian acortó la distancia entre ellos y unió sus labios en un ansiado beso.

—Te extrañé, Cristian.— Martina habló entre el beso, separándose para simplemente poder hablar. Dios, hasta olía bien. Se había puesto perfume y todo.

—No me vuelvas a dejar por tanto tiempo, hija de puta. La próxima me voy con vos.

Ella sonrió, divertida.— Si te ibas conmigo te iban a rajar del Tottenham.

Él movió sus hombros hacia atrás.

—Na', problema para después.

Amaba mucho a ese hombre y tenerlo así de cerquita después de extrañarlo por días era un sueño.

—¿Ese oso es para mi?— preguntó ella, señalando semejante peluche. Una vez se había quejado de que Cristian nunca le regalaba nada, pero solo lo había dicho como una joda. Aún así, recibir un regalo inesperado por parte de él la llenaba de alegría.

Cuti se lo pasó y ella lo abrazó, viendo que era bastante grande.— No sabía si te iba a gustar.

—Cristian, me gusta cualquier cosa que me des.

Él levantó sus cejas y silbó.

—Mira que eso se puede malinterpretar, Martina. Me dejaste mucho tiempo solo y ahora tengo mucha imaginación.

Con una sonrisa en su boca, Martina se acercó a su novio y le dio un beso en el cachete. Cristian tampoco dejaba de sonreír y de verla, se veía como un nene feliz en el día de navidad. Martina era el regalo que había pedido por tanto tiempo.

—Gracias por el oso, amor.

—Hago todo para hacer feliz a mi señora.— respondió él, robándole un beso y apoyando su mano en la cintura de la castaña.

—Mucho amor, me estoy poniendo celosa.— después de un buen rato sin darle importancia al mundo exterior, fue cuando prestaron atención que Cami estaba parada cerca de ellos, dándoles cierta privacidad.

—Cami, te extrañé.— Cuti se acercó a la más bajita y los dos se abrazaron.— ¿Cuidaste bien a mi señora?

—Como te lo prometí cada vez que me mandabas un mensaje.

Conociéndolo como lo conocía, seguro que Cuti le había mandado mensajes a su amiga para que ella le pasara data de qué estaban haciendo en Paris. Esperaba que Cami no fuera una traidora y no dijera nada que la pusiera en compromiso, igual ella tampoco había estado haciendo nada malo.

—Un poco tóxicos los dos, ¿O me parece?— jodió ella, mirando a Cristian y a Cami. Los dos se hicieron los que no tenían nada que ver con lo acusado.

—Yo no soy tóxico.— se justifico Cristian, siendo más mentiroso que nunca. Martina lo miró con una ceja alzada, sin creerle nada.

—Te empezaría a discutir, pero tengo hambre y no tengo energía.

—La Martina de antes le discutiría a Cuti igual, ¿En qué te convertiste, amiga?— Cami se cagó de risa, mientras que ella no respondía nada, porque no tenía ninguna explicación. Desde que se había enamorado de Cristian las cosas no tenían mucho sentido.

Los tres caminaron hasta el auto del futbolista y él las ayudó a poner todo el equipaje ahí. Cami se había llevado prácticamente un montón de valijas con ropa, casi como si se hubiese mudado a Paris. Hablando de Cami, le costó un montón tener que despedirse de ella, tras haber pasado quince días conviviendo, pero su amiga tenía que irse a su departamento y ella a la casa de Cuti, donde había estado viviendo por el último mes.

—Te hice la comidita.

Martina estaba muerta de amor por Cristian. Habían llegado hace un rato y tras tomarse una ducha y ponerse ropa cómoda, se encontró con que su novio estaba en la cocina.

—Te tomas muy a pecho el papel de novio.

—Y sí, con tremenda mujer tengo que ponerme las pilas, sino me duermen.

Martina sonrió.— ¿Sabes que solo estás vos en mi vida? ¿Que solo vos me importas?

Cuti dejó lo que había hecho en un plato, unas milanesas con papas fritas. Ella miró todo con amor, estaba muerta de hambre tras haber viajado tanto.

—¿Y el noruego?

—¿Erling?— preguntó ella, haciéndose la boluda. Cuti la miró con la cara muy seria.

—Ya sabes de quién te estoy hablando, es el único noruego que conocemos.

—¿Qué pasa con Erling?

—Se quiere hacer el amigo tuyo y se está pasando de vivo.— después de dejarle el plato en la mesa, Cristian cruzó los brazos y la miró esperando su respuesta.

—Te tomas todo muy a pecho, amor. Erling está muy lejos de querer chamuyarme, habría que hacer una salida con todos, así lo conoces más a fondo.

Martina tampoco lo conocía mucho al jugador del City, pero con lo poco que habían hablado desde que él la había seguido en Instagram, descubrió que no era para nada lo que la prensa decía de él. Sí, estaba bastante obsesionado con el fútbol, pero tenía un montón de temas de los que hablar.

—Ni en pedo me junto con ese rubio, cuando juegue con él lo voy a hacer mierda.

Cuti era capaz de hacer eso y más. Si con las personas que le caían bien no tenía ninguna clase de respeto, con los que le caían mal iba a ser brutal.

—¿Cuándo tienen un partido?— preguntó ella, tratando de hacer memoria de los partidos que quedaban y que tanto el Tottenham como el Manchester City podían cruzarse. Lo más rápido que vino a su mente era la Premier Largue, donde el City venía de puntero junto al Arsenal.

—En febrero.

No faltaba nada y Martina presentía que algo muy malo iba a pasar.

Ella comió las milanesas con papas fritas, mientras que Cuti comía comida un poco más saludable, porque todo deportista tenía que seguir al pie de la letra su dieta. Una vez que terminaron y ella se encargó de lavar los platos, Cuti le dijo que iba a ir un rato al patio de la casa, a jugar con los perros. Martina se quedó adentro por un tiempo, hasta que cuando terminó con lo que estaba haciendo, salió afuera y vio que Cuti estaba jugando a la pelota. Ella se quedó mirándolo por un rato, su pareja tenía una gran habilidad con el fútbol y verlo jugar siempre era entretenido. Sin embargo, cuando no tenía a alguien al que barrer no era Cuti. Cuti era sinónimo de barrer a sus oponentes.

—¿Jugamo' un rato?— le pregunto él, cuando la vio parada ahí cerca. Martina se balanceó a otro lado con sus piernas, todavía viéndolo con interés.

—Ah, no. Me niego a jugar con vos, no soy ninguna pelotuda.— ella sabía que Cristian jugaba bruto, qué todos sus compañeros de selección se quejaban de que sin importar nada, él los hacía mierda. Dibu y Licha se lo habían dejado en claro. Martina todavía quería tener piernas, así que jugar con su novio no era ninguna opción.

—Eh, que mala que sos, Martina. Yo quiero jugar con vos un ratito, porfa.

—Cristian.— ella repitió su nombre, como una advertencia.

—Dale, te prometo que voy a ser delicado.— él se acercó a su novia, poniendo sus manos en su cintura y mirándola como si fuera un amor de persona.

—¿Delicado vos? El día que seas delicado es cuando estés en un cajón.

—Yo a vos te quiero dar como un cajón que no cierra.— le dijo él y Martina le pegó despacito.

—¡Cristian! Estamos hablando en serio.

—Yo también.

Él se fue para atrás y le pasó la pelota. Martina la agarró en sus manos, pensando en sí era tan mala idea jugar un rato con él. No tenía otra cosa mejor para hacer y le parecía en parte tierno poder compartir el fútbol con su novio. Aunque el constante recordatorio de que estaba jugando contra Cuti Romero la hacía sentir un poco cagada de miedo.

—Si ganas prometo hacer lo que vos quieras, y si yo gano, tenés que hacer lo que yo quiera.

Bueno, una cosa llevo a la otra y así fue como Martina fue a ponerse unas zapatillas. A ella siempre le había gustado el fútbol, pero ponerlo en práctica era una cosa completamente diferente. Sí, algunas veces había ido con sus amigos a jugar a la pelota, pero ella nunca había resaltado demasiado. Cuando volvió, la castaña se paró frente a su novio.

—Mirá que prometiste ser delicado.— ella trató de hacerle recordar, por las dudas.

—Siempre cumplo mis promesas, ¿Cuándo te mentí?

Martina no le creía nada, así que cuando empezaron a jugar y casi dos minutos después, terminó en el piso por culpa de Cristian, empezó a enojarse.

—Fue una patadita, amor.— Cuti se acercó a ella y la levantó del piso, para después darle un beso en el cachete como modo de disculpa. Ella era alguien fácil de enojarse, así que una simple acción por parte de Cristian era capaz de ponerla a pelear.

—¿Una patadita? Casi me quebras la pierna, pelotudo.— se lo quería comer crudo, era un bruto qué no sabía cómo comportarse. Una cosa era la final contra Francia, dónde tenía todo el derecho a romperle una pierna a Mbappe, pero otra muy diferente era lastimarla a ella cuando estaban jugando para joder un rato.

—No te enoje', no ve' que fue sin querer.— Martina tenía la rodilla un poco roja, porque era lo que más se había golpeado.— ¿Quere' un besito así te curas?

—Un besito con mi puño te voy a dar yo.

Él no tuvo mejor reacción que reírse, mala idea porque ella ya estaba enojada.

—Te voy a hacer mierda, Cristian.

Cuti tenía una mini cancha en su casa, con arcos y todo. Martina se paró en el mismo lugar donde Cristian le había hecho la falta y empezó a avanzar con la pelota en sus pies. Él claramente le estaba dando la vía libre para avanzar, porque si estuvieran en un partido real, ya la hubiera derribado de vuelta. Zigzagueó por el terreno de juego, tratando de evitar al cordobés, hasta que cuando estuvo cerca del arco, pateó con la mejor puntería que fue posible. Cuando la pelota entró al arco, lo festejó como un gol a Francia.

—Me parece que tu racha de ganar se está terminando, Cristian.— ella le sacó la lengua y le sonrió victoriosa, mientras que ponía sus manos en su cintura y lo miraba desde su lugar.

—Es que me cansé de ser campeón.

—Sí, seguí convenciéndote.

Martina volvió a agarrar la pelota y se la pasó. Así fue como empezaron a jugar de vuelta, cada vez que Cristian hacía un gol, se lo festejaba a ella y ella hacía lo mismo con él. Eran sumamente competitivos, tanto que ya no parecían una pareja, porque estaban siendo crueles. En el tercer gol de Cuti, él le pasó la pelota y se acercó a ella, agarrándola de la trenzita que ella se había hecho y tirándole del pelo. No fue con fuerza, pero sí cómo para que sintiera un poco de dolor.

—Jugas muy mal, Martina. Que bueno que sos periodista, porque para jugar al fútbol vas muy mal.

Bueno, Martina estaba jugando con un futbolista profesional y campeón del mundo, perdón por no estar a la altura.

—¿Acaso tu boca no sabe hacer otra cosa que decir boludeces?— ella atacó, empujándolo hacia atrás y viendo como él se reía. A veces odiaba a Cristian, había una parte de su corazón que todavía le guardaba rencor, pese a que lo quería.

—¿Querés saber que otras cosas hace mi boca?

Para Martina, Cuti ya no era más su novio, era su enemigo y no iba a caer ante la tentación.

En un momento, ella quiso derribar a Cristian para que no pudiera avanzar más y hacer otro gol. Terminó con el culo en el piso y él parado frente a ella, con las manos en la cintura.

—Dale, levantate, Martina. Quiero hacerte otro gol, ¿o ya estás cansada de perder?— el morocho la empujó fácilmente hacia arriba y ella apenas se dignó a cruzar una mirada. Le tenía bronca y se lo quería comer crudo.

—Mira que hoy dormís con los perros, Cristian.

Sin embargo, Cristian sólo se reía. Diez minutos más tarde, él le hizo otra falta y ella terminó en el piso, con la pierna lastimada. Tenía todo un rasguño que él le había hecho. Enojada y harta de perder, Martina se levantó del piso.

—No voy a jugar más con vos, Cristian. Sos un bruto.

—Pero fue todo pelota.

Sí, Cristian decía que había ido por la pelota, pero se la había llevado puesta mientras tanto.

—Andate a cagar, pelotudo.

Cristian se cagó de risa.— Espera, Martina. Tengo que decirte algo.

—¿Qué sos un pelotudo?

Ella se giró, porque no tenía intenciones de dejarlo ganar en la pelea. Cristian se terminó de acercar a ella y sus ojos nunca se separaron, él continuó con la guerra de miradas y con la tensión. El enojo era palpable entre ellos, pero algo más estaba pasando. Cuti se agachó, puso una de sus rodillas en el piso y Martina empezó a entender algo de lo que estaba pasando.

—Cristian, ¿Qué estás haciendo?

¿Le estaba por pedir matrimonio? ¿O estaba empezando a tener alucinaciones muy vividas?

Cuti confirmó sus sospechas.— ¿Querés ser mi esposa, Martina?

—¿Me estás jodiendo? No jodas con estas cosas.— ella estaba sintiendo un montón de emociones al mismo tiempo, estaba transpirada y su corazón latía como nunca antes. Todavía no entendía si era real, o Cristian le estaba haciendo una broma. No sería la primera vez que el cordobés jodía con cosas graves.

—Es verdad, Martina.— para concretar lo que estaba diciendo, Cuti sacó del bolsillo de su pantalón algo que tenía guardado. Martina había estado distraída y no había notado el pequeño bulto, no fue hasta que la sacó del bolsillo, que notó que había una caja ahí. Cristian la abrió y reveló un anillo con un diamante.

Era real.

—¿Me hiciste enojar y ahora me pedís matrimonio?— ella preguntó, sin poder creer nada de lo que estaba pasando. Casi perdiendo la cabeza, Martina soltó una carcajada. Necesitaba agua, tenía la boca seca y sus manos traspiraban de los nervios.

—Somos así, Martina. Nos enojamos, nos amigamos y nos queremos. Se me fue un poco de las manos lo de ser competitivo con vos, porque vos también sos competitiva, pero no me puedo aguantar más. No puedo aguantar más para llamarte mi esposa y qué todos sepan que sos mía. Fue una promesa que hicimos, que si salíamos campeones del mundo nosotros nos íbamos a casar. Salimos campeones y ahora es momento de que demos el siguiente paso.— él se quedó callado por un momento, mientras ella lo escuchaba y le dedicaba su tiempo para que pudiera hablar.— Te amo, Martina. No me puedo imaginar con nadie más, porque desde que te conocí sólo fuiste vos. Estoy enamorado de vos y esto es para toda la vida.

»Se que a veces no soy lo que esperas que sea, que probablemente una mujer como vos se imaginó casarse con un príncipe y con alguien que dice y hace todo lo esperado. Probablemente nunca pensaste en que íbamos a terminar juntos, porque lo nuestro nunca empezó bien. Pero creo que todo es mejor de esta manera, sería muy aburrido si nos llevamos bien todo el tiempo. Me gusta hacerte enojar y me gusta cuando lo solucionamos todo y nos olvidamos que antes me odiabas.

Ella tragó saliva.— Cristian...

—¿Me harías el increíble honor de ser mi esposa? Prometo que voy a hacerte feliz, que nunca te voy a lastimar. Si me decís que sí, me vas a hacer el hombre más feliz del mundo.— los dos se miraron a los ojos, mientras Martina sentía como sus ojos se llenaban de lágrimas y empezaban a salir de sus ojos, para caer por sus cachetes. Ella asintió con la cabeza.

—Sí, Cristian. Quiero ser tu esposa.

Cuti sonrió como nunca, él se levantó del piso y le puso el anillo en el dedo, este se deslizaba perfectamente por su dedo. Ese era el signo del amor que se tenían. Todo estaba perfectamente en su lugar, como si hubiera estado destinado a ser. Martina no pudo contenerse y agarró a su novio de los cachetes, mientras lo empujaba hacia ella y unían sus labios en un beso. Le dió un montón de besos, primero en su boca, después en cada cachete, en la nariz y por toda su cara. Quería besarlo, quería más de él.

—Te amo, Cristian. Nunca sentí nada parecido por nadie.

—Y yo te amo a vos, Martina.

Probablemente no era el tipo de propuesta matrimonial ideal, probablemente algunos esperaban un ramo de flores, una propuesta en un monumento histórico, o en una playa, pero para Martina ese era el momento ideal y el lugar ideal. Estaba feliz de que Cristian le había pedido matrimonio, ya todo su enojo por el partido había quedado atrás, pero todavía quedaba un montón de adrenalina en su sistema. Lo que la llevó a besarlo como nunca y que los dos terminaran en el piso, sin dejar de besarse. La periodista se puso arriba del cordobés, mientras las manos de él se ponían en la cintura de ella, apretándola con fuerza y atrayendola más a él.

Ahí fue cuando escucharon unas voces y unas risas.

¿DIJO QUE SI?

Obvio que dijo que sí, sino no estarían dándose matraca en el pasto.

—¿Qué es matraca?

Martina levantó la vista y separó sus labios de su novio, viendo a tres personas paradas a unos metros de distancia, asomadas por la puerta. Eran Camila, Son y Lisandro. Los tres estaban mirándolos con sonrisas en sus caras, mientras que el coreano grababa todo con su celular. Un poco avergonzada por lo que estaba haciendo y por su propia reacción, ella se levantó de su lugar (arriba de Cristian) y le ofreció la mano a su novio para que se levantara del piso.

—Que ganas de molestar tienen estos, yo la estaba pasando bien ahí.— se quejó Cristian por lo bajo, viendo como su novia se acercaba a sus amigos.

—¡Se van a casar!— gritó Cami, uniendo sus manos con las de su mejor amiga y saltando en su lugar.— Mi mejor amiga se va a casar, no puedo creerlo.

Martina tampoco creía nada de lo que estaba pasando, así que simplemente recibió las palabras de sus amigos con los ojos llorosos.

Se iba a casar.

Era un hecho.



BUEEENAS HERMANAS, tanto tiempo💗 ¿Cómo están?

TENGO QUE CONTARLES ALGO, VI AL CUTIIIII. Hace unas semanas pude ir al Monumental a ver a la selección cuando jugamos contra Paraguay y pude verlo. No caigo, fue lo mejor que me pasó en la vida. LLORO. Se me cumplió mi sueño también de ver a Messi jugar y vi a toda la scaloneta. Fue increíble.

Volviendo al capítulo, ¿Les gustó?

Cada vez falta menos para el final, así que prepárense. No quiero abandonar esta historia, pero ya está llegando a su final :(

Bueno, muchas gracias por leer. Recuerden votar porfi. Nos vemos la próxima :)



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