Capítulo 32. Prescott.

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Todo está en mis manos.

No puedo fallar en esto o las consecuencias serán catastróficas, no solo para Grey sino también para nosotros. O los que queden en pié al final de la noche.

Al menos Anastasia estará a salvo lejos de este maldito infierno.

—Estamos listos. —dice Welch a través de la radio que llevamos.

—Si, es nuestro momento.

Los hombres de Jack Hyde estaban tan excitados por poner sus jodidas manos sobre Grey que descuidaron la vigilancia y olvidaron comprobar si alguien los seguía. Justo ahí entró Welch e hizo un excelente trabajo.

Ahora están todos metidos dentro de un edificio abandonado que no ofrece nada de protección, luz o un perímetro asegurado que los alerte de nuestra llegada.

—Bien, como lo hablamos. —ordeno por el radio a todos los hombres de Grey—. La prioridad es encontrar al señor Grey y sacarlo de ahí. Quiero a Hyde y a Reynolds vivos para lidiar con ellos.

—Entendido. —escucho algunas confirmaciones, solo una voz duda.

—¿Y si el señor Grey está muerto?

No quiero ni imaginarlo.

—Concentrémonos en llegar a él primero. No importa en qué condición esté, lo quiero fuera del alcance de Hyde.

Todos los hombres conmigo asienten, y probablemente el resto de los que me escuchan. He planeado esto de forma muy minuciosa, tiene qué resultar.

No me iré de aquí sin Christian.

—Bien, en 10. Todos juntos. Recuerden el objetivo.

Hago una seña con la mano y mi equipo hace una sola fila, todos agachados llevando ropa oscura y lentes de visión nocturna para este primer asalto. Se mueven con sigilo a través de las sombras de los edificios y luego esperan por la puerta.

—A la cuenta de tres. —susurra el que lleva la delantera—. Uno, dos... ¡Tres!

Patea la puerta metálica y entra lo más rápido que puede mientras los demás tratan de cubrirlo. Se desplazan entre las habitaciones vacías derribando a los pocos hombres que vigilan, clavando cuchillos en sus vientres y cortando sus gargantas para que no puedan alertar al resto.

Y carajo, admito que el equipo que trajo Welch de la milicia sabe malditamente lo que hace.

—Dos izquierda, dos derecha. —ordena otro con la radio pegada a la boca—. Deben estar al fondo, en la bodega de carga.

Algunos de los hombres se dispersan, dejándome a mi y a Hugo para seguir a los militares de Welch con solo un par de mis hombres. Ya que ninguno es tan habilidoso o posee las armas de los marines, los dejamos tomar la delantera.

—¡Cuidado! ¡Tres al frente!

Los disparos salen en ráfaga desde las pistolas con silenciadores, pero uno de los hombres de Hyde detona su arma antes de caer al piso, atrayendo a los demás con el ruido.

—¡Mierda, muévanse! ¡Nos descubrieron!

Al menos cuatro hombres de Hyde corren hacia nosotros con sus armas en alto, disparan antes de vernos y las balas vuelan cerca de nuestras cabezas.

—Carajo. —me agacho y empujo a Hugo conmigo—. Ve por detrás y busca a Grey, si saben que estamos aquí van a huir.

Hugo asiente y retrocede hasta otra pasillo, siendo seguido por los dos hombres que nos acompañaban. Los marines liquidan rápidamente a los oponentes, aunque uno de ellos termina herido en una pierna.

—Quédate. Volveremos cuando hayamos asegurado el perímetro. —dice el que guía al equipo.

Se desplazan por otro largo pasillo completamente iluminado, disparando a todo el que aparece frente a ellos. Cuando llegan a una zona abierta con un par de puertas, el equipo se divide.

—Grey debe estar cerca. —la segunda puerta guía a la bodega de carga, así que sigo al equipo hasta allí—. Hyde debe estar en la otra habitación.

Mierda. Por más que desee poner mis manos sobre el puto Hyde, mi prioridad es llegar a Grey.

Ambos equipos derriban las puertas al mismo tiempo y los disparos son simultáneos entre los marines y los hombres de Hyde. Ahí, en el fondo de la habitación fría y atado a una silla metálica, está Grey.

Su cabeza está baja, su piel teñida de rojo por la sangre y desde la distancia, juraría que su pecho no se mueve. Es demasiado tarde.

—¡Acábenlos! —grita alguien.

Aprovecho la distracción para lanzarme lo más rápido que puedo hacia el suelo, arrastrándome para rodear las mesas y cajas apiladas en el extremo para llegar a Grey.

Apenas lo alcanzo, empujo la silla al suelo y guardo mi arma para tomar el cuchillo y liberar las bridas. De esa forma, puedo extender su cuerpo para apreciar sus heridas.

—Christian, estoy aquí. Vine por ti, como lo prometí. Por favor resiste.

En algún momento los hombres de Welch acabaron con todos los de Hyde, y se dedican a inspeccionar el edificio y contar sus bajas. Yo tomo el radio para llamar a Welch.

—Encontré a Grey, pero está... Muy herido. Necesito ayuda médica inmediata.

—Entendido. —confirma.

Christian apenas tiene pulso, su respiración es tan baja que es casi imperceptible y la ropa oscura se pega a su cuerpo por la sangre. Jodido Dios, no me atrevo a ver debajo de la ropa.

Welch y dos hombres entran con una tabla de madera ancha que usan como camilla para mover a Grey y sacarlo.

—Quédate con él. —ordeno—. Ni un jodido segundo fuera de tu vista, viejo.

Welch gruñe una maldición, luego hace una seña a su equipo y salen de la habitación. Uno de los míos se detiene en la puerta para hablarme.

—Prescott, encontramos a Reynolds como querías.

Ese maldito imbécil es mío.

—¿Dónde?

Lo sigo hasta otra área del edificio que parece un bar, encontrándolo sentado en una silla con un vaso de cristal en la mano. ¿Está ebrio?

—Reynolds. —lo llamo. Apenas puede levantar la cabeza para mirarme.

—¿P... Prescott? ¿Qué jodidos quieres aquí? —sus palabras arrastradas por el alcohol.

—¿Qué hago aquí, imbécil? ¿Qué haces tú? —maldito traidor.

Levanta el vaso de cristal para beber, pero se da cuenta que está vacío y lo lanza al piso. Su expresión es desgastada y luce como la mierda.

—¿Haz hecho algo más que beber y traicionar a los Grey? —me cuesta creer que este hombre haya orquestado todo un plan para sabotear los negocios de Christian.

Antes de que Reynolds pueda mirarme o responder, el sonido de un disparo me aturde la oreja izquierda. Jonah Reynolds cae al piso con un tiro en la cabeza.

Giro lentamente para mirar a su asesino.

—Pobre imbécil, ahogado en alcohol por su puto juramento de lealtad a Elliot. —Hugo se ríe—. Pero ya no importa, él no me sirve.

Carajo. El cañón de su arma se desplaza hacia mi y yo me quedo inmóvil, sabiendo que jamás alcanzaré la mía antes de que dispare.

—¿Por qué? —quiero saber su motivación.

Hugo encoje los hombros.

—¿Por qué no? —dice, y mi pensamiento va hacia Ana, deseando que sea fuerte para ella misma y su bebé—. No te preocupes, cuidaré de Grey. Ahora sal de mi maldito camino.

Su dedo presiona el gatillo medio segundo antes de que el sonido me aturda de nuevo y mis ojos se cierren involuntariamente.

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¡Boom!

Capítulo nuevo, dedicado a las cumpleañeras del mes ☺️ kemazudea , Lupi, vivimar1923 y Naanuu. 🥳🎉

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