A nuestra protagonista le hubiera gustado que fuera como los típicos inicios de noche con un cielo estrellado y el hermoso silencio. Sin embargo, la luz del sol se asomaba por la cortina y el canto de los pájaros recién levantado se escuchaba muy hermoso.

Se había levantado antes de que su alarma sonara, lo hacía últimamente porque le daba pendiente no despertarse, a pesar de que siempre lo hacía.

Recordó cuando entre lágrimas y esfuerzo decidió tomar el camino donde estaba en ese justo momento. Luchó tanto por llegar ahí, entre el dilema de mente y corazón.

Una batalla que duró demasiado tiempo y la paz que tanto anhelaba ya la tenía.

¿Pero por qué no se sentía en paz?

Su alarma por fin sonó y buscó quien más estaba en casa. No había nadie, aunque eso no importaba, pues se sentiría sola de todos modos.

La decisión que tomó ya la tenía que llevar a cabo. Ella sabía que había tomado la correcta, la única y mejor opción que existía.

Pero su nerviosismo la sobrepasaba, sus manos temblorosas y el sudor en sus palmas la dejaban en evidencia, incluso cuando sintió que su parpado derecho comenzó a palpitar.

—Ah ¿Cuándo me volví tan insegura?