CAPÍTULO 07

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Allegra dio un pequeño trago a su bebida, mirando a su alrededor con incomodidad. El bar estaba bastante repleto, pese a lo exclusivo que era. Solo los más ricos y famosos se aglomeraban en ese lugar, y que estuviera ubicado en Mónaco no hacía más que incrementar su exclusiva clientela. Todo el mundo quería reunirse allí. Por eso el lugar estaba repleto de fotógrafos y periodistas, todos los días.

Tomó algunos pistaches de la barra y echó un vistazo a la hora en su teléfono celular, faltaban un par de minutos para las diez y media de la noche.

La bebida se sentía amarga en su lengua, pero no necesitó demasiado esfuerzo para tragar.

Allegra no se sobresaltó en absoluto cuando sintió un par de brazos rodearla por detrás, abrazándola desde la espalda.

—Hola, amor —dijo él. La mesera les echó una mirada de soslayo desde detrás de la barra, mientras Allegra sonreía.

Ella dejó su bebida sobre la barra. Se giró suavemente aún sobre el taburete para observar a Max. Sentada en la silla alta en la que se encontraba, ella tenía la misma estatura que él y pudo verlo directo a los ojos, y, lo que era aún mejor, pudo colocar su cabeza por sobre el punto de la curvatura donde se unían su hombro y su cuello.

—Llegaste justo a tiempo. Pero creo que amor es algo trillado, ¿no? —susurró Allegra, alejándose lentamente.

La expresión en el rostro de Max no era la de un actor excelente, no con su mandíbula demasiado apretada, su ceño ligeramente fruncido y su rigidez absoluta, pero siendo eso lo que todo el mundo esperaría de Max Verstappen, aquello no era necesariamente perjudicial. Allegra tampoco era una experta, pero conociendo mejor el juego de las relaciones públicas, y en realidad disfrutando un poco de jugarlo, resultaba considerablemente más creíble.

— ¿Cuánto es el tiempo estándar para quedarse y beber, antes de poder irnos? —preguntó Max, tomando el taburete al lado de Allegra.

— ¿Dos tragos cada uno, quizá? —sugirió ella, tomando y alzando su vaso hacia él, como si brindara.

—Suena bien.

—Entonces tendrás que esforzarte un poco para alcanzarme, este es mi segundo vaso ya —dijo Allegra, con una sonrisa. Max asintió con la cabeza e hizo un gesto para llamar a la mesera.

La chaqueta de Max era grande y pesada, así que no sorprendió demasiado a Allegra cuando él sacó del interior una gorra. No cualquier gorra, claro. Era en su mayoría azul oscuro, aunque una parte tenía franjas de un color azul más claro y en la parte de adelante tenía el número uno estampado en color rojizo. Sin olvidar los numerosos estampados de patrocinadores. Era la gorra de Max, si era una que compró en una tienda de artículos de Fórmula 1 cualquiera o una de su propiedad era algo de lo que ella no estaba segura.

Él la colocó sobre la barra y la deslizó en dirección a ella. Allegra la tomó con cuidado y la examinó.

Bonita. Para ser una gorra, claro.

—Es bueno que me haya vestido de azul, nuevamente —dijo ella, inclinándose ligeramente en dirección a él y poniendo la gorra en su regazo.

Su vestimenta azul de esa ocasión no era el mismo de la primera vez que se habían visto, ni siquiera era el mismo tono. Esa noche en realidad era un vestido ceñido y numerosos centímetros por encima de sus rodillas, simple, de un azul rey. Y unas zapatillas de tacón con altura vertiginosa del color de su piel.

La mesera se acercó, alternando la vista entre ambos como si no pudiera discernir pese a su acercamiento si ambos venían juntos o no.

—Buenas noches, ¿en qué les puedo ayudar?

—Quisiera un vodka con hielo, por favor —pidió Max, fácilmente. El sonido a su alrededor no les dificultaba en demasía escucharse los unos a los otros, en cambio, con suficiente atención e interés, podrías fácilmente escuchar las conversaciones de las personas a tu alrededor. Le extendió la tarjeta y la mujer asintió con la cabeza y se apresuró a tomarla antes de alejarse para traer la bebida de Max.

— ¿Vodka? —preguntó Allegra, con interés.

—Me pareció que contaría por dos de tus bebidas.

—No deberíamos convertir esto en una competencia, porque podrías no dejar este bar hasta la mañana, o cuando te desmayes por exceso de alcohol, lo que pase primero.

— ¿Y por qué estás tan segura de que yo me desmayaría primero? —preguntó Max, repentinamente interesado, colocando su brazo sobre la barra mientras acercaba su cuerpo al de ella.

La mesera se acercó, dejó la bebida frente al piloto junto con su tarjeta y escapó antes de que cualquiera de los dos pudiera agradecerle. Así que, en cambio, ambos siguieron mirándose a los ojos el uno al otro y Max alcanzó el vaso sin mirar.

—Probablemente porque mientras tú bebes vodka —dijo ella, con dulzura, colocando su mano sobre la de él, la que sostenía el vaso con la bebida—, lo único que yo estoy bebiendo es agua con limón. Supongo que seré conductora designada esta noche.

Max esbozó una sonrisa que el borde del vaso no tardó en cubrir cuando dio un sorbo a su bebida.

—No conducirás mi auto —señaló él.

—Según veo, tú tampoco. ¿No sería mejor darme las llaves que dejarlo estacionado afuera?

—No sería la primera vez que lo deje afuera. Lo prefiero.

—Encantador —dijo Allegra, sarcástica, mientras mostraba una gran sonrisa—. Parece que tenemos un poco de tiempo para matar, campeón. Deberíamos aprovechar este tiempo para conocer algunas cosas necesarias el uno sobre el otro. ¿Cuál es tu color favorito?

— ¿En serio? —preguntó él, con aspecto escéptico. Suspiró después de verla asentir con la cabeza—. Azul marino.

—Por supuesto que sí —sonrió ella—. A mí me gusta el color vino. ¿Comida favorita?

—Sopa de tomate —respondió Max de inmediato, casi con rotundidad. La miró como si esperara que ella reaccionara de inmediato con un comentario al respecto, y quizá la estaba empezando a conocer bien, porque eso era justo lo que ella haría.

— ¿Sopa de tomate? ¿Como sopa de tomate italiana? Non pensavo fossi un fan del cibo italiano, campione.¹

Max no respondió de inmediato, pero cuando lo hizo, fue en voz baja, como si no quisiera que las personas a su alrededor escucharan. Como si fuera a contarle un secreto que solo ellos dos debían conocer.

Ik kan ook spreken in een taal die jij niet begrijpt, prinses.²

—Hablo cinco idiomas. El neerlandés no es uno de ellos. ¿Qué significa eso que dijiste? —preguntó Allegra, irritada.

—Eso es solo mío para saberlo —dijo Max, dando un trago un poco más largo a su bebida y finalmente vaciando el vaso—. ¿Estás lista para irnos?

Allegra hizo una mueca, a sabiendas de que era una batalla que no ganaría. Bebió lo poco que restaba de su agua con limón, mientras él enviaba un mensaje de texto.

— ¿Pediste un auto?

—Sí, ya está. Debería llegar en un par de minutos.

—Tan rápido como tú, ¿eh?

—Nadie es tan rápido como yo, prinses.

Él se quitó la chaqueta, dejando ver su camisa negra abotonada, y colocó la prenda sobre los hombros de ella con ambos aún sentados, y la ayudó a levantar con cuidado el cuello de la chaqueta de forma en que incluso cubría un poco de la parte inferior de su rostro. Por su cuenta, ella se acomodó el cabello rubio y suelto de un solo lado y se colocó la gorra que Max le había dado antes.

La mayor parte de su rostro estaba cubierto, y había que ser muy observador para lograr reconocerla.

—Estoy lista. Podemos irnos —dijo ella. Tomó de su pequeño monedero un billete sobre la barra para la mesera.

Bajó del banquillo con cuidado para no resbalaste por culpa de las zapatillas y se pegó al costado de Max, que le pasó el brazo por sobre los hombros mientras ambos caminaban hacia la salida.

La puerta no estaba abarrotada, no en la parte destinada a la salida, al menos. La zona casi se veía tranquila, en realidad, y los fotógrafos no estaban a la vista, aunque, por supuesto, como Allegra había descubierto con el tiempo, eso pocas veces era un indicador de que no estaban allí.

Agachó la cabeza, cubriéndose un poco más con la chaqueta y con la parte frontal de la gorra. Ambos caminaron por la vereda hasta que Max le señaló un auto negro que se acercaba y se detuvieron.

Ella soltó una risa. Él se inclinó un poco y Allegra se colocó un poco más erguida, y cuando ambos se acercaron más y sus labios se unieron, ella escuchó perfectamente el sonido del clic de una fotografía siendo tomada.

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