CAPÍTULO 08

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"¿Quién es el novio secreto de Allegra Lombardi? Max Verstappen".

Sí. Bueno, ella podría o no haber presionado un poco por ese titular. No era que haya necesitado demasiado esfuerzo, no cuando la prensa sensacionalista estaba ansiosa por arrojarla a los tiburones. Lo único que le había complicado el panorama a Allegra había sido la ligera insinuación de que no había sido algo de una sola noche, y que tampoco era algo reciente, sino un escandaloso noviazgo que ellos habían intentado mantener oculto de los medios y hasta de sus propias familias (aunque si Max ocultaba o no su relación falsa a su familia era algo que desconocía). A partir de allí solo necesitaba dejar que las cosas siguieran su curso natural.

El artículo estaba en la portada, bajo otro artículo con las mujeres más importantes del mundo menores de 30 años (donde también la mencionaban) y, para su gigantesca satisfacción, justo encima del anuncio del compromiso de Bianca. Eso debía ser doloroso, que un escándalo pequeño con ella siendo vista besando a un presunto novio fuera de un bar tuviera muchísima más atención que la promesa de "la boda del siglo".

La foto de la portada era algo discreta, con una foto de Allegra y una de Max, ambos en sitios distintos, superpuestas una al lado de la otra. Las fotos del artículo eran un poco más escandalosas. En la imagen principal, la mano de Max estaba en la nuca de Allegra, entre el cabello rubio de la mujer y sus rostros no eran completamente apreciables debido a la posición desde la que había sido tomada. Max estaba cuidadosamente acomodado para que ella no se hubiera visto en la necesidad de quitarse la gorra, y ambos cubrían un poco el rostro del otro para preservar algo de misticismo alrededor de la noticia.

Tomó una fotografía del encabezado de su artículo y luego otra de la imagen del beso y se las envió a Max, junto con un mensaje: "Eres mi novio secreto, ¿eso significa que soy más importante que tú?".

Después apagó la pantalla de su teléfono y lo dejó sobre la mesa. Recogió una bolsa de papas fritas de su alacena y comió con tranquilidad, mientras esperaba. El silencio que llenó su habitación de hotel fue casi absoluto, exceptuando el sonido de ella masticando y el crujido de las papas. Eso duró un par de minutos, hasta que la música llenó el lugar anunciando una llamada entrante.

Allegra presionó el botón para aceptar sin prestar demasiada atención a quién llamaba, dado que no podía darse el lujo de rechazar a nadie después de la bomba que había soltado. Se preparó para usar su mejor voz avergonzada al responder.

Resultó preparación innecesaria.

Sei una fottuta stronza! —rugió Bianca Lombardi. La única persona a quien debía haberle rechazado la llamada, por el bien de sus tímpanos y de su tiempo.

—Lo lamento —dijo Allegra, con simpatía, e ignorando deliberadamente el insulto—. Número equivocado.

Y cortó la llamada. Como no quería que la línea pareciera ocupada cuando otros miembros de su familia la llamaran, se dedicó inmediatamente a bloquear el número de Bianca.

A los pocos minutos, el teléfono volvió a sonar, y aunque estaba descartado que fuera Bianca nuevamente, no se atrevió a responder sin revisar primero quién llamaba. El nombre de Gabriele Fiore brilló en la pantalla junto con una fotografía de una mujer rubia y pálida, de ojos azules; se le formaban pequeñas arrugas junto a los ojos por sonreír demasiado y la edad se le notaba en las facciones.

Aceptó la llamada.

Ragazza ingrata! —exclamó la mujer, en un chillido. A ella no le colgó, por supuesto, y en cambio Allegra soltó un pequeño suspiro.

—Hola mamá —dijo Allegra, cautelosa—. ¿Cómo estás?

— ¿Cómo estoy? ¿Cómo puedes preguntarme que cómo estoy? —preguntó su madre, con indignación—. ¿Cómo puedo estar si acabo de descubrir que mi hija tiene un novio a través de artículos sensacionalistas, como el resto del mundo? ¿Y quién se supone que es ese sujeto?

—No se suponía que te enteraras así, mamá —mintió Allegra—. Planeaba llevarlo a casa pronto para presentárselos a ti y a papá, pero los fotógrafos nos tomaron de improvisto. ¿Ya se ha enterado él?

La mujer mayor resopló.

—Por supuesto que se enteró, no vive en una burbuja. Está en el trabajo, pero debe estar destrozado. Nuestras dos pequeñas hijitas, una a punto de casarse y la otra con una relación secreta con algún tipo de descarado deportista.

— ¿Siquiera investigaste un poco a Max, mamá? —preguntó Allegra, en un suspiro decepcionado.

— ¡No fue necesario! Vi esas fotografías descaradas que les tomaron, ¿qué más necesito saber? —dijo Gabriele, muy ufana.

—Bueno, para empezar, deberías saber que él realmente me gusta —dijo Allegra, con tal convicción que se consideró a sí misma digna de un premio Oscar—. Él es un piloto de Fórmula 1, y no, no corre para Ferrari, pero es el campeón mundial y lo ha sido por tres años consecutivos. Es dedicado, entrena hasta el cansancio y nunca pierde. Es el tipo de persona con quien siempre he pensado que podría tener un futuro.

Su madre guardó silencio algunos segundos, y cuando volvió a hablar, sonaba mucho más amable.

—Estoy decepcionada, Allegra, no voy a mentirte al respecto. Pero suena como un buen sujeto, y estoy dispuesta a darle una oportunidad. Solo desearía que hubieras elegido a alguien como el prometido de tu hermana, de buena familia, conocido y excelente reputación —suspiró su madre.

A Allegra se le formó un nudo en la garganta. Sabía que el pensamiento de su madre iría en esa línea, pero estaba confiada respecto a que la opinión de su tío afectaría la de su padre, y la de él la de su madre. Pero si pudiera convencerla adicionalmente, sería aún más conveniente para ella.

—Lo sé. Pero te prometo que esto va en serio. Yo sé que el hecho de que él habitualmente aparezca en una revista de chismes no es alentador, pero es imposible no recibir atención cuando eres bueno en lo que haces, y él es tan bueno que la mitad del mundo no lo soporta —dijo Allegra, y se preparó para arrojar la bomba—. No vamos a casarnos pronto, porque jamás le haría eso a Bianca, pero no descartaría la idea de pasar toda mi vida a su lado.

Eso era irónicamente cierto. Se casaría con el piloto si fuera necesario para conseguir lo que quería, pero, afortunadamente, no tendría que llegar a ese punto y las palabras serían suficientes. A menos que sus padres tardaran varios años en ceder la empresa, en cuyo caso, quizá tendrían que llegar hasta la etapa de compromiso.

La mención de la palabra 'casarse' en cualquiera de sus formas verbales era suficiente para entusiasmar a Gabriele Fiore, pero como mujer de negocios que era, se contuvo tanto como pudo. No es que Allegra no fuera capaz de discernir incluso a través de una llamada telefónica que la mujer sonreía cuando habló nuevamente.

—Bueno. Supongo que podría haber peores prospectos. No lo conoceremos el día de la boda, claramente, y dado que a tu tío le gustan ese tipo de cosas, puedes esperar que toda la familia acuda a uno de sus eventos, y esperaremos su victoria —dijo su madre, y colgó la llamada.

El resumen de esa llamada es que su madre, su padre, su tío y probablemente su hermana con su prometido, aparecerían espontáneamente en una de las carreras de Max durante la temporada, sin ninguna advertencia, y ellos debían ser una pareja perfecta en etapa de luna de miel para ese punto. Probablemente no aparecerían en ningún circuito Italiano porque lo considerarían predecible, y si no quisieran tomarla por sorpresa, su madre le habría dicho cuándo iría. Entonces sería sí o sí un circuito Europeo, fuera de Italia.

Dio una rápida revisada a su buzón de mensajes. Varias decenas de fotografías de artículos de Allegra y Max que Emma le había enviado junto con varios signos de exclamación. Mensajes de algunos de sus primos, pero no abrió los chats, solo lo que aparecía como el último mensaje enviado, entre los cuales su prima de 18 años preguntaba si podía presentarle a Charles Leclerc. Y todavía ninguna respuesta de Max a su burla hecha quince minutos antes.

La siguiente llamada entrante no fue del padre de Allegra, como su madre habría esperado, sino que su tío le había ganado, y pronto la imagen de una niña de cabello rubio y mejillas ligeramente regordetas (Allegra, cuando tenía alrededor de cinco años) estaba sobre la rama de un enorme árbol, con un hombre de cabello castaño abajo, con los brazos extendidos para atrapar a la niña si se caía. Era una imagen entrañable si no considerabas el contexto: que Allegra se había enfurruñado porque su tío le había estado prestando más atención a Bianca, así que había trepado el árbol para austarlo.

Matteo Lombardi siempre había sido un buen tío, del tipo que siempre aparecía en los cumpleaños con los mejores obsequios, estaba dispuesto a conversar de cualquier cosa siempre, y era una persona agradable en general. Por desgracia, no era particularmente sobresaliente, y eso entre los Lombardi te convertía básicamente en una paria. Solo el padre de Allegra tenía a Matteo en alta estima, ya que consideraba que si bien no tenía del todo cabeza para los negocios, era carismático y tenía el corazón en el sitio correcto, por lo que valoraba bastante su opinión. Y si bien el hombre no era una eminencia, no era estúpido tampoco, simplemente era... Promedio.

Ciao zio! È passato molto tempo dall'ultima volta che abbiamo parlato¹ —dijo Allegra, con el tono más alegre que pudo lograr—. ¿Cómo te encuentras? ¿Y mis primos? Hace poco estuve hablando con ellos, pero el trabajo no me ha estado dejando demasiado tiempo libre últimamente.

Mia carissima nipote! —respondió Matteo—. Todo perfecto, por supuesto. Pero me he entrado de un chisme y esperaba que pudieras confirmarlo.

Allegra soltó un suspiro.

—Lo sé. Mamá me acaba de llamar antes, por la filtración de la noticia.

— ¿Entonces es cierto? —preguntó el hombre, con mucho interés.

—Sí. Estoy saliendo con Max Verstappen —respondió Allegra—. Iba a presentarlo en la boda de Bianca.

—È una meraviglia! —exclamó Matteo—. En el momento en que vi la noticia supe que tenía que ser cierto. ¡Solo mi brillante sobrina atraparía fácilmente al campeón del mundo! Es una suerte que no me haya equivocado.

Algo se removió en el estómago de Allegra, no culpa, porque hacía tiempo que no la sentía, porque para tener culpa primero tenías que tener arrepentimiento. Era más bien un mal presentimiento agitándose en la boca del estómago, como si fuera a vomitar, pero sin sentir la náusea en la garganta.

Sus instintos no le habían fallado antes, entonces luchó por tragarse la consternación y habló.

—Tío —dijo Allegra, y su voz sonaba más intranquila de lo que ella estaría dispuesta a dejar ver habitualmente, pero algo la ponía alerta, quizá la actuación magistral ante su madre de pocos minutos antes, o algún tipo de paranoia—. ¿Por qué es una suerte que no te hayas equivocado? Digo, es mi novio, pero eso no significa que puedas obligarlo a firmar toda tu mercancía de la Fórmula 1, ¿lo sabes, no?

Matteo soltó una risotada, y Allegra relajó un poco los músculos tensos del cuello y los hombros, desinflándose, no con decepción, sino con algo de alivio. Su tío definitivamente no tenía ninguna sospecha, y no había motivo para que algo saliera mal.

—Lo sé, lo sé. Aunque espero que sí se tome una fotografía conmigo en la cena. Decía que es una suerte que no me haya equivocado porque compré un boleto de avión a Mónaco en el momento en que vi la noticia y ya estoy llegando al aeropuerto. De hecho, debo irme ahora, ¡te veré en un par de horas!

Y su tío le colgó. Aparentemente, Allegra había subestimado el fanatismo de Matteo Lombardi.

Max finalmente respondió el mensaje de Allegra, haciendo burla sobre ser más famosa que él.

"Es prensa italiana. Revisa un titular neerlandés para que notes la diferencia" escribió Max.

Allegra no se molestó en replicar con un comentario de seguimiento, y en cambio, fue directo al punto.

"¿Qué harás esta tarde? Porque parece que llegó el momento de que conozcas al primer miembro de la familia de tu novia".

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